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El camino de las leyendas por Kaiku_kun

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A pesar de la tensión y el estrés que había sufrido durante la tormenta y la vergüenza de no poder llevar ropa, Roxy durmió muy bien al lado de la fogata y bien arropada en su capullito de mantas.


Sus sueños fueron de lo más variopintos: desde un desconcertante sueño en el que el Blipbug hipnotizado se comía un árbol de seis metros de un solo bocado, pasando por Roxy siendo arrastrada (desnuda, cómo no) por un torrente hasta un lago lleno de Gyarados, hasta un dulcísimo sueño en el que Gloria le daba un beso tierno en los labios por haber sido tan buena con ella (esta vez, ambas estaban vestidas. Menos mal).


Se despertó justo cuando las primeras luces del amanecer iluminaban el exterior. Todo el mundo dormía. Gloria estaba toda desparramada sin ningún tipo de control de su cuerpo por su lado de la cueva. Por lo menos las mantas le tapaban bien todo el cuerpo, a excepción de un pie que estaba algo alejado del fuego y de un brazo que había acabado cubierto por un ala de su Corviknight, que Roxy pensó que había sido totalmente intencional del robusto cuervo. En cambio, Judith dormía al raso, algo encogida, junto a sus Pokémon de tipo Lucha.


De la fogata ya sólo quedaban los rescoldos. Aún calentaban levemente la cueva. Y, por suerte, tanto la ropa como las mochilas ya se habían secado por completo. Roxy se aseguró de que todos los aparatos electrónicos (básicamente las Balls y su móvil) funcionasen bien, pues cuando la tormenta empezó, tanto ella como Gloria enterraron la electrónica al centro de las mochilas y lo envolvieron todo con ropa y las telas de las tiendas de campaña, por si acaso. Todo estaba intacto.


Aprovechando que nadie miraba ni podía reírse de ella, se puso la ropa ya seca de nuevo. El calorcito de haber estado cerca del fuego se le pegó a la piel y se fregó el cuerpo, muy aliviada de llevar puesta su ropa por fin. Luego, se acercó al borde de la cueva.


Roxy no se había dado cuenta la tarde anterior de que la cueva estaba un poco alzada respecto al resto del terreno. Con razón les había costado llegar allí, y la cueva no se había inundado también. Además, vio de la que se habían librado: había barro por todas partes, los torrentes reducidos a riachuelos aún bastante cargados de agua turbia y muchos árboles de tamaño medio y pequeño destrozados, esparcidos por todo el valle desde el puente norte. Era un desastre. Si tuvieran que seguir cualquier rastro ahora, resultaría imposible. Por suerte, lo que buscaban ya estaba en sus manos.


Roxy volvió a meterse en la cueva y se sentó a observar, desde cierta distancia, al Blipbug que les había causado tantos problemas.


Se estaba dirigiendo al sureste, y ni ellas ni el temporal le impidieron seguir avanzando hasta que su cuerpo dijo basta y se durmió en esa cueva. Roxy se preguntaba qué clase de hipnosis era capaz de mantenerse así durante horas, y también se preguntaba a dónde se dirigía Blipbug. ¿Qué le debía estar ocurriendo? ¿Se despertaría y seguiría su camino, lo quisiera el resto o no?


—Oh, ya has despertado.


—Gloria.


—Me he despertado cuando era de noche —dijo, bostezando, sin moverse de su sitio— pero todos dormían, así que me he vuelto a dormir. ¿Está la ropa seca?


—Sí.


—¡Bien! —Gloria empezó a revolverse para incorporarse, intentando que se le viera lo menos posible de su cuerpo. Roxy se quedó mirando como una boba, aunque Gloria no se enteró—. Bueno, a vestirse.


—¡Perdón! Me giro. —Apuros reales por haber sido pillada.


—Mira que eres boba —se rio Gloria, de buen humor— no voy a hacer ¡zasca! y quitarme todas las mantas de golpe. Me vestiré con ellas puestas, que así no paso frío… ¡Uy, qué calentita está la ropa!


Roxy sonrió levemente. Era difícil no hacerlo con esa clase de energía ya de buena mañana circulando a su alrededor. Vio a Gloria levantarse, ya vestida, salir a curiosear fuera de la cueva y volver a entrar.


—Va a ser un barrizal. Avanzaremos lentamente.


—Qué remedio.


Alguien inesperado también les dio los buenos días: ese Rookidee solitario empezó a cantar al alrededor de las dos humanas.


—¡Qué amigable! Quizás ya ha convivido con humanos antes.


—Qué mono es.


Gloria la miró con curiosidad de alguien que acaba de ver una rareza y se acercó a Roxy. Ella, que no tenía ni idea de qué iba a hacer (pero fantaseó con ello), se puso roja, hasta que notó que el Rookidee seguía a Gloria y se posó sobre uno de sus dedos, a modo de rama.


—A ver, prueba de acariciarlo.


Gloria le acercó el pajarito y Roxy le acercó su propio dedo índice para que el Pokémon lo examinara. Lo picoteó con suavidad, esperando encontrar comida fácil, pero se contentó con rozarle con el pico. Viendo que estaba tan tranquilo, Roxy le pasó un dedo por su cabecita, para alisarle un poco las plumas. Rookidee soltó unos chasquidos de pico que parecían decir «me gusta, quiero más», sin moverse.


—Qué monada —susurró Gloria.


Roxy estaba pegada a Gloria, de lado, como cuando te obligan a hacer una foto cercana. Era una mezcla de tranquilidad, vergüenza y valor lo que estaba sintiendo en esos momentos. Valor, quizás porque se sentía respaldada por Gloria en una situación totalmente tonta. Ese momento de paz inquebrantable fue ideal para que Roxy reclinara su cabeza un poco hacia Gloria, y ella hizo lo mismo, como si admiraran con cariño la foto de un bebé. Gloria aprovechó su mano libre para rodear la cintura de Roxy. Ésta pensaba que se pondría a sudar, del calor que tenía.


—¡Uy! —saltó Gloria. Rookidee había alzado el vuelo hacia fuera de la cueva. Las entrenadoras se quedaron mirándole un minutito, mientras daba vueltas al alrededor de la entrada, sin alejarse mucho—. Estará estirando las alas un ratito.


—Qué mono —repitió Roxy.


No se soltaron. Roxy pensó que era buena idea también corresponder ese gesto con el brazo. Notó que Gloria la miraba, y tuvo que hacer un esfuerzo para hacer lo mismo sin que se notara que su cara era un tomate. Aunque quizás iba algo tarde para eso.


—Quiero que seamos pareja —dijeron a la vez. Gloria se rio con alegría y ganas. Roxy apenas consiguió configurar una sonrisa nerviosa con un hilillo de voz, por el acopio de valor que estaba haciendo.


—Ni así podemos dejar de rivalizar —comentó Gloria, sonriendo.


—No quiero que dejemos de ser rivales —consiguió decir Roxy, poniéndose seria por un instante. Precisamente esa rivalidad era la que había causado esa situación y, aunque no quisieran, Roxy pensaba que se seguirían poniéndose a prueba sólo para ser merecedoras del cariño de la otra. Era lo que había pasado con todo el mundo y sus Pokémon a su alrededor.


—¡Ah, bueno! Entonces…


Gloria abrazó a Roxy también con el otro brazo, para tenerla atrapada. Roxy se acercó un poco más, voluntariamente, y se dejó vencer por su rival en, por fin, un beso dulce y suave como el cantar de ese Rookidee, mágico a todo posible entendimiento.


—Uno a uno.


—Hoy te dejo ganar —musitó con voz susurrada. Enterró su rostro en el cuello de Gloria—. Pero no esperes clemencia la próxima vez.


Roxy no dejó que Gloria viera su sonrisa de tranquilidad, con los ojos cerrados, aunque sí que oyó un clic. Quizás luego admirarían juntas esa foto.


Fueron solo unos instantes lo que duró aquella paz. Pronto, el resto de Pokémon fue despertando, dentro de la cueva. Rookidee revoloteó de vuelta a la cueva, hacia Corviknight, y Roxy instó a Gloria a que cuidara de su Pokémon.


—De estos momentos los tendremos a patadas —le dijo, para que Gloria no sintiera pena.


Judith también había despertado, y ya llevaba puesto su uniforme de líder del tipo Lucha. Se estaba arreglando los vendajes del brazo derecho, el que había dicho que tenía lesionado.


—Parece que todo el mundo se encuentra bien —dijo—. ¿Hace buen día?


—Sí, la tormenta ya se ha ido. Hace solecito.


—Será cuestión de avanzar. ¿Hacia dónde os dirigís?


—Hacia la mina este de Galar. Estamos estudiando el fenómeno Dynamax —explicó Roxy—. Hemos pasado por el Área Silvestre en busca de pistas sobre lo que está pasando con estos Dynamax aleatorios. Parece que con este Blipbug hemos encontrado una.


—Yo no me he encontrado ninguno, ni entiendo mucho del tema, pero os avisaré si algo extraño pasa. Me dirijo al desierto.


La mayor parte de los Pokémon empezaron a desfilar hacia el exterior. Las manadas salieron a todo correr, especialmente los Yamper, que tenían ganas de gastar energía. Rhydon se movió pesadamente, siguiendo a los bichos (otros Blipbug y familias de Caterpie y evoluciones), que iban a su ritmo particular. Al final, quedaron un Machop, un Machoke y un Machamp, los colegas de Judith, el Rookidee solitario, que andaba con Corviknight, el Blipbug misterioso (aún dormido) y los humanos.


—Parecía que no, pero había muchas criaturas viviendo bajo un solo techo —dijo Judith—. Se nota el ambiente recargado.


—Dilo como es: menudo pestazo a Pokémon mojado —dijo Roxy, mientras Gloria y Judith se reían.


—En fin, espero que tengáis suerte con esa investigación. A nosotros nos toca un buen paseo.


Judith salió de la cueva con buena energía, estirando sus extremidades, seguido de sus Pokémon, y empezaron a corretear a través del fango, evitando el torrente. Gloria, como siempre, le gritó una despedida mientras su amiga se alejaba.


Roxy, que ya había guardado y comprimido todas sus cosas en la mochila, sólo tenía una cosa que hacer ahí:


—¿Quieres unirte a mi equipo? Me encantaría tenerte a mi lado —le susurró a Rookidee, que seguía encima de un ala de Corvi. Este canturreó con alegría cuando Roxy le ofreció la (obviamente) Ocaso Ball. Visto y no visto, entró, hizo de la Ball su hogar y volvió a salir para seguir dando el coñazo a su congénere mayor. Roxy sonrió de forma algo socarrona—. Sí, desde luego, éste es de los míos.


—Veo que tenemos nuevo miembro en la familia —les congratuló Gloria—. Quién sabe, quizás cuando Blipbug despierte sean dos.


Gloria se entretuvo un rato a limpiar un poco el barro que Corvi aún tenía en sus alas por la revolcada de la noche anterior. Luego, todos salieron fuera para que el pájaro pudiera estirar sus alas y despegarse lo poco que quedara de ese barro.


Justo entonces, Blipbug despertó por fin. Roxy y Gloria tenían la esperanza de que despertara siendo él, pero tenía la misma mirada perdida, de un color enfermizo. Pronto, se puso en marcha en su paso parsimonioso, y el resto del grupo no tuvo otro remedio que seguirle.


—Por lo menos hará sol. Podremos pasear juntas.


—Juntas…


Todo un nuevo significado para esa palabra. Gloria y Roxy, juntas.


*  *  *


Morpeko hundió sus pequeñas garras en el barro que la tormenta había dejado. Estaba buscando sentir el frío de la húmeda mezcla, intentando aferrarse mentalmente a aquello que resultara real. Trotó a través del fango aunque no sintiera la mayor parte de su cuerpo, sólo para despertarlo de ese letargo en el que parecía sumirse.


Tenía que seguir buscando a Blipbug.


Ese Pokémon le había causado infinidad de problemas en esos días que había decidido seguirle y protegerle de las inclemencias del Área Silvestre. Incapaz de reaccionar ante los ataques, sólo a las necesidades de comer o dormir, Morpeko se había peleado con media región para mantenerle a salvo. Lo peor era que eran grupos los que salían a cazar, así que Morpeko, que aún no se había recuperado del todo de su pelea con Lunatone, estaba sola cargando con un Pokémon incapaz de valerse por sí mismo y luchando hasta la extenuación contra sus depredadores.


Poco antes de empezar la tormenta, Blipbug había desaparecido.


Morpeko le estaba salvando el pellejo por enésima vez y se perdió entre un laberinto rocoso. Ella tuvo que hacer frente a la amenaza y pasar varias horas intentando despistar a sus enemigos a base de perderles en ese laberinto, cavando hoyos a modo de trampas y escondrijos. Se vio obligada a salir cuando la tormenta empezó, y para entonces no había Blipbug a la vista.


En un acto desesperado para salvarse ella misma, y como un extraño advenimiento, la tormenta arrastró y destruyó una gran roca que había encerrado una Estrella Deseo. Inmediatamente se vio gigantesca, por primera vez, y ahuyentó con un enorme rayo a todos sus enemigos. Sólo ese movimiento fue suficiente para cansarla. Y sólo después de encogerse a su tamaño normal, descubrió que su momento Dynamax nunca había estado bajo su control.


Ahora estaba pagando sus efectos. No tenía sensibilidad en las extremidades. No controlaba sus ataques. Y, peor, tenía el impulso de caminar hacia el sudeste, igual que ese Blipbug. Era como si aquella Estrella Deseo hubiera puesto una brújula en su cuerpo y comandara su cuerpo como un parásito que va tomando el control de su huésped poco a poco.


Quería sentir el frío de la tierra. Quería rascarse o lamerse sus heridas y que le doliera y le escociera como una manada de Growlithe usando Ascuas sobre ella. Nada de eso estaba consiguiendo.


Tenía que ir hacia el sureste. Era su única opción. La única opción.


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