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El camino de las leyendas por Kaiku_kun

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Roxy y Gloria tomaron una pausa para observar la entrada de la mina este de Galar, en un atardecer rojizo que auguraba una posible tormenta. Daba respeto mirar hacia la oscuridad de la mina, sabiendo lo mal que las cosas podían salir allí dentro. Se podían ver los cristales luminosos que había en aquella cueva, como si invitaran a los humanos a entrar allí.


Gloria tomó a Roxy de la mano, para darse fuerza mutua.


—Todo va a salir bien.


Roxy no lo tenía tan claro. Le resultaba increíble que, después de haber avisado a Sonia y a los demás líderes, a nadie se le hubiera ocurrido bloquear las entradas a las minas para evitar una escalada Pokémon hipnotizados. En ambas minas habían aparecido, y aparentemente ese Blipbug que se encontrado sólo había sido el primero de muchos.


Ojalá no le hubieran perdido el rastro varios días atrás. Blipbug podría haber sido estudiado por Sonia y Magnolia. Pero un día se despertaron algo más tarde de lo habitual, y Blipbug simplemente se había ido. Era un Pokémon tan pequeño y hacía tan poco ruido que sencillamente desapareció de su vista.


Ahora había muchos más como él, y Roxy tenía toda la sensación de que Morpeko era uno de esos Pokémon hipnotizados. Ni tan siquiera sabían qué era lo que causaba esa hipnosis ni cómo detenerlo. Tampoco sabían si tendría alguna otra consecuencia, pero había que asumir que si tenía que ver con las Estrellas Deseo, tendría que ver también con el Dynamax y la Negra Noche.


—Estoy en Amura —dijo Sonia. Tenían el SmartRotom de Gloria en marcha—. Tengo a Cathy y a Nerio aquí conmigo. El resto están aplacando otros Pokémon dynamaximizados.


—Espero que sea suficiente —musitó Roxy. Luego saludó con una cabezada a su hermano, quien hizo lo mismo al otro lado de la pantalla—. Rookidee y Corvi han estado viendo a muchos Pokémon hipnotizados entrar en las minas desde el Área Silvestre.


Ya no había tiempo para más planes ni teorías, aquello estaba pasando, estaba empezando, y por fin había habido un consenso para aplacar todos a una la posible reacción de los hipnotizados con tan grande poder que representaba una Estrella Deseo.


—Entremos.


Roxy y Gloria sacaron a todo su equipo. Rookidee, Liepard, Grimmsnarl, Toxicroak y Scrafty para la líder. Cinderace, Sobble, Corviknight y Boltund en el caso de Gloria, quien había añadido también a Zacian por su vínculo histórico con la Negra Noche. Tenían constancia que Zamazenta se había prestado para la misma lucha al lado de Paul, en la otra mina.


—Ojos atentos a todo Pokémon hipnotizado —advirtió Gloria.


Durante los primeros minutos internándose en la cueva, sólo oyeron sus propios pasos y los aleteos de los pájaros. También oían a través del SmartRotom la respiración mal controlada de Sonia y sus acompañantes. Todo estaba en completo silencio, las mismas luces minerales y artificiales, los mismos goteos de agua, pero sin ningún operario a la vista, ni tampoco entrenadores. Se suponía que encontrarían algunos por allí.


Las cuevas tenían recovecos ocultos a la luz, por todas las prospecciones fallidas para encontrar más Estrellas Deseo. Las zonas más aisladas por los estanques quedaban en penumbra. Roxy estaba teniendo una sensación muy parecida a la que tenía en su momento en Crampón cuando sabía que el resto del pueblo la estaba vigilando mientras ella iba y volvía de clase. Había Pokémon observando desde las sombras.


Sin embargo, nada ocurrió hasta que llegaron al centro de la mina, donde se desenvolvían los pocos raíles que había. Allí había cincuenta Pokémon, como mínimo, en ese estado hipnotizado.


—¡Por fin! ¡Creíamos que nadie vendría a ayudarnos!


Allí estaban todos los operarios de la mina. Estaban desesperadamente intentando apartar los Pokémon más pequeños los unos de los otros, pero volvían a apiñarse como si tuvieran frío y necesitaran calentarse mutuamente. Había Pokémon de grandes dimensiones, especialmente del tipo Roca y Lucha, que eran imposibles de mover un milímetro.


También fue en ese momento cuando Sonia, Cathy y Nerio llegaron por el otro lado. No les resultó muy sorprendente la escena que tenían delante.


—¿A qué están esperando? Tiene que haber estrellas por aquí —comentó Sonia, intrigada, con su Yamper olisqueando a los Pokémon afectados.


Roxy buscó con esmero a Morpeko. Sabía que estaba allí, pero entre tantos Pokémon, especialmente los grandes, era difícil encontrarla. Y, para colmo, sabía esconderse bien. No creyó que fuera una buena idea gritar su nombre, ni que le ayudara en nada, si realmente estaba hipnotizada también. Y ya la habría encontrado ella si no lo estaba.


—¿En qué piensas? —le preguntó Gloria, con una cara de tensión y nervios que parecía que fuera a echar la pota.


—Morpeko está aquí, y está hipnotizada. No es posible que no haya pasado por aquí.


—¡La encontraremos! Tarde o temprano tendremos que pasar lista a todos estos empanaos.


Sonia se puso en contacto con Paul. Aparentemente, Lionel también se había sumado a la expedición en esa mina, junto a los líderes de la costa oeste. Lo sabía porque Paul se quejaba de Berto, y Berto de Sally, mientras Lionel preguntaba que dónde estaba la otra salida de la mina.


—Mantened los ojos abiertos y ayudad a los mineros —les recomendó Sonia.


Ambos grupos pasaron una hora intentando bloquear y desviar a los Pokémon hipnotizados, que seguían llegando de vaya a saber uno dónde. Roxy buscaba a Morpeko con ganas. Estaba convencida de que estaba allí, incluso después de que Nerio le dijera que quizás estaba por llegar aún.


Y, de mientras, pensaba en la decisión que había tomado un par de días atrás. Era feliz con Gloria en un momento duro de su vida que no sabía si estaba arreglando o no. Pero era feliz en una crisis en la que no había espacio para el amor de esa clase. Si le contara a Gloria los motivos por los que quería irse, no los entendería, diría que había que permanecer unidos, daba igual bajo qué forma.


—Yo no funciono así —murmuró para sí misma.


No era por el amor. No era por Gloria. Ni tan siquiera era por ella. Era por su abuelo. Era por el pasado en Crampón. Y, si su teoría era correcta, teoría para la que nadie iba a dar un maldito céntimo (porque ya antes habían menospreciado el peligro del fenómeno Dynamax), también sería por Galar, y tendría que hacerlo sola, por su cuenta. No podía permitir que la campeona de toda una región persiguiera fantasmas (nunca mejor dicho, en su opinión) con ella. Ya era suficiente tener que prescindir de una líder de gimnasio.


No iba a dejarla de lado, no tenía pensado nada de eso. Quería informarla de todo lo necesario sin que involucrara nada personal de ella. Gloria era así, le bastaba con un par de pautas para cumplir con cualquier tarea. Roxy solucionaría su pasado, sus pesadillas y, con suerte, el futuro de Galar. En silencio y desde las sombras si era ese su papel en aquella historia.


—Eh, ¿estás bien? —le preguntó Gloria, precisamente.


—¡Joder, qué susto! —saltó, echándose medio metro atrás—. Sí, estoy pensando en cómo solucionar todo esto…


—No te cargues el mundo a tus espaldas, compa, ¡que no estás sola! —le dijo sonriendo, enseñando todos los dientes. Tenía un trocito de verdura de curry pegado en uno de ellos. Roxy sonrió un poquillo—. Así me gusta, tía.


Si algo iba a pasar, Roxy quería aprovechar estando al lado de Gloria mientras la calma no precediera a la tormenta.


Se hizo de noche fuera. En las minas apenas se notaba. Las luces artificiales eran las mismas. Sin embargo, había una extraña luz general que iluminaba la cueva.


—¿No hay más luz de la habitual?


—El efecto de los cristales —descartó un operario—. Pasa cada noche.


Hubiera quedado en nada si realmente hubieran sido sólo los cristales. Las paredes y los suelos menos consistentes empezaron a brillar como si hubiera radiación detrás de ellos. No era en toda la cueva, sino en algunas áreas, como debajo de los lagos. Y, antes de que nadie se diera cuenta, los Pokémon hipnotizados empezaron a correr en estampida desde el centro hasta los rincones y recovecos de toda la mina.


—¡¡Apartaos de su camino!!


Humanos y Pokémon tuvieron que echarse a un lado para evitar las embestidas de los Pokémon más grandes y peligrosos. Un Rhydon tumbó sin querer de un placaje a Sonia, y ni siquiera le había dado de lleno. Una familia de Machoke y Machamp parecida a la de Judith dividió el grupo humano en dos, alejando a Gloria, a Roxy y a todos los obreros del resto. Varios Bisharp echaron a correr como alma que lleva el diablo hacia el agua y empezaron a escarbar. Los Pokémon más pequeños hacían lo que podían para abrirse paso entre la estampida. Muchos ni se daban cuenta de que estaban siendo arrollados mientras picaban, rascaban y escarbaban frenéticamente en la tierra y las paredes.


Mientras el grupo se recolocaba y se daban las primeras órdenes, algunos de los Pokémon hipnotizados encontraban lo que el resto de la mina no había podido hacer: Estrellas Deseo. A montones.


—¡Sonia! —gritó Gloria a la profesora. Roxy estuvo a punto de hacer lo mismo.


—¡Lo veo! —luego añadió más volumen a su voz para que todos les escucharan, incluso los que le prestaban atención desde el otro lado de su propio SmartRotom—. ¡¡Que ningún Pokémon toque una sola Estrella Deseo!! ¡¡Combatid, derrotadlos, inutilizadlos, lo que sea, pero que no se vuelvan Dynamax!!


Roxy perdió un poco la noción del espacio en cuanto mandó a Liepard y a Toxicroak, los más rápidos y fuertes, a lidiar con los grandotes de tipo Roca y Acero que tenía a su alrededor. Ante los primeros ataques, nada ocurrió: la prioridad era la preciada parte de Eternatus. Pero la insistencia de los ataques empezó a obligar a los hipnotizados a contraatacar y lo hicieron en grupo. Prácticamente se volvió una batalla de masas contra los pocos entrenadores que había allí.


—¡No duraremos una mierda así, necesitamos más peña! —se quejó Roxy—. ¿No hay más entrenadores en el Área Silvestre?


—¡A saber si siquiera saben nada de esto!


—¡¿Dónde está ese famoso estado de alerta que los líderes y Rose intentaron ejecutar?!


Todo sucedió tan deprisa, que fue inevitable que entre tantos Pokémon, uno rascara premio: un Machamp que despachaba a dos manos a sus enemigos mientras escarbaba con las otras dos agarró por fin una Estrella Deseo y se la tragó de un solo bocado.


—¡¡SE LA HA COMIDO!!


Los gritos de asombro de los operarios quedaron opacados por el estruendo del Machamp pasando a su forma Gigantamax (para colmo), que no sólo supuso un grito ensordecedor, sino que hizo estallar en mil pedazos el techo de la cueva. Los gritos de Roxy fueron pocos para advertir a sus compañeros de que se apartaran del centro de la mina. Boltund cazó la mirada de Roxy y salvó a Gloria de una muerte segura. Liepard hizo lo mismo con su entrenadora, abandonando su batalla y acorralando de un empujón a Roxy en un rincón de la cueva para que las rocas no cayeran encima de ella.


Fueron unos segundos de terremoto en los que sólo se oyeron rocas despeñándose sobre el suelo de la mina.


Hubo un silencio de unos pocos segundos.


Roxy salió de debajo de un montón de rocas. Su cabeza le zumbaba. Sentía a sus Pokémon cerca, respirando agitadamente.


—¿Estáis bien?


Todos tenían heridas de combate, pero su batalla se había producido en los márgenes. Parecía que todos habían evitado la avalancha.


Muchos de los Pokémon salvajes se habían quedado mirando al enorme Machamp, que tronaba sobre los cielos, envuelto en un pilar de luz morada, propia de las Estrellas Deseo que abundaban en la mina. Otros simplemente estaban atrapados, desmayados y quién sabía si aplastados por las rocas.


Fue un horroroso instante de paz que se rompió por la vuelta a la actividad de los hipnotizados para buscar más Estrellas. En apenas un minuto, otros dos Pokémon se habían vuelto enormes.


—¡¿Gloria?!


—¡¡ESTOY AQUÍ!! —gritó, como buena escandalosa que era. Alivió profundamente a Roxy—. ¡¡ESTAMOS TODOS BIEN!!


Antes que desgañitarse haciéndose oír por todo el estruendo, agarró su móvil de mala gana y llamó a su SmartRotom:


—¡¡Dejad a los gigantes, impedid que haya más!! —le gritó, intentando que la oyera—. ¡¡Los gigantes no están haciendo nada!!


Era cierto. Machamp se había quedado plantado, rugiendo a ratos, como si estuviera esperando a que el resto de ese particular ejército se sumara a su causa. Es más, miraba al cielo estrellado, esperando algo.


—¡¡Esa luz se hace cada vez más intensa!! —avistó Sonia—. ¡¡Tiene que significar algo!! ¡¡Están esperando que la Negra Noche empiece!!


Ya estaba empezando. Roxy no tenía ninguna otra opción que seguir su intuición y esa loca teoría sobre su abuelo y marcharse de ese desastre que anteriormente había sido una mina. Estaba dispuesta a dejar a Morpeko allí en la cueva, aunque no la hubiera encontrado. Necesitaba priorizar todo lo posible, aunque le doliera lo máximo.


—¡¡Gloria!! ¡¡Os evito más problemas aquí y luego me voy!!


—¡¡¿¿QUÉ??!! ¡¡NI HABLAR!! ¡¡No podemos prescindir de ti!! ¡¡Te quiero a mi lado!! —Como una señora líder y con su toque dulce. Como si no le fuera a resultar difícil a Roxy ya de por sí.


—¡¡No hay tiempo de discutir!! ¡¡Ya me echarás la bronca mientras me vaya!!


Roxy colgó el teléfono, pero siguió escuchando los gritos de la campeona al otro lado del derrumbe de rocas, que dividía en dos la mina, prácticamente. Tendría que escalar piedra por piedra para llegar al otro lado.


Antes de dejarles allí, por eso, tenía trabajo que hacer: quería despejar el camino para posible ayuda que llegara desde Pistón, evitarles todos los combates necesarios a Naboru y sus entrenadores (si es que les venían a ayudar). De esta manera, ordenó a todos sus Pokémon que entablaran batalla con quienes vieran excavando o resistiendo, pero hizo que Liepard esperara a su lado.


—Quédate —dijo, mirando al frente con fiereza—. Necesito a la más rápida contra ella.


Morpeko, con una mirada morada vacía y preparada para la batalla, soltaba chispas por los mofletes con furia. Era un combate inevitable que tendría que resolver.


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