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El camino de las leyendas por Kaiku_kun

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Giratina flotaba con apenas control sobre el puente que conectaba la mina este con Ciudad Pistón. Usaba la parte de su ejército que era capaz de volar para redirigirle hacia la mina, y al mismo tiempo aullaba, intentando llamar a los gigantes para que se unieran a su causa, como era el plan inicial. Pero la caída de Finsternis había desbaratado ese plan, y se podía oír en la lejanía a los Pokémon en su forma Dynamax y Gigantamax peleándose entre ellos.


Sus planes no solían ser previstos de la manera que lo habían sido por aquellos humanos insolentes. ¡Era mucho más anciano y poderoso que ellos! Pero reconocía que se había pasado de listo e, igual que había manipulado los hechos para que Finsternis le ayudara en su causa, aquella niña humana de mirada de hielo que había abierto el portal y su abuelo le habían manipulado a él. Sin querer, quizás.


Pero su poder no se limitaba a aquellas tonterías. Los humanos aún no lo habían visto todo. No sabían de lo que era capaz. Sólo pasando por encima, el majestuoso y extraordinariamente bien conservado puente se había partido como si desgajara partes de una baya y ahora flotaba a su alrededor. Como más Pokémon tenía a su servicio, más aumentaba su poder y más conseguía redefinir el paisaje. Estaba convirtiendo un cañón entre dos altiplanos inexpugnables en un simple banco de río, aplanando los lados menos resistentes.


No era hora de destruir Ciudad Pistón, aún. Las construcciones humanas con metales eran un insulto a la naturaleza que él dominaba y deseaba destruirlas, pero estaba guardando energía. Por eso usaba su poder gravitacional para amoldar la ladera este, y que así su ejército pudiera subir sin tener que presentar batalla en una ciudad bien defendida. Un camino fácil hasta sus soldados descontrolados.


Podía sentirles. Podía sentir dónde estaban todos y cada uno de los gigantes. Su poder hipnótico había sido tremendamente eficaz incluso desde otro mundo. Todos aquellos Pokémon que alguna vez probaron el fenómeno que él creó para su servicio personal cedieron fácilmente a su poder y muchos acabaron siendo gigantes perennes en el paisaje de Galar. Cada uno con una Estrella Deseo prácticamente inagotable en su interior, estarían dispuestos a la batalla si Giratina les llamaba. Además, las Estrellas eran como señales en su radar interno. Si el Dusknoir no hubiera desaparecido mientras él aparecía y se fortalecía, podría tener control instantáneo sobre todos ellos.


Los humanos hacían lo que podían contra él. La muerte de Finsternis había sido un duro golpe, y los causantes mismos no se daban cuenta hasta qué punto había entorpecido sus planes. Giratina no era una criatura de su mundo, y sin un puente entre mundos tan poderoso como lo fue Finsternis, sentía su presencia disminuiría con el tiempo si no encontraba una sólida conexión con el ejército que había creado. Le faltaba su lugarteniente.


¿Más allá de aquella catástrofe? Los humanos no habían conseguido nada. Miraba a sus pies y veía a sus dragones y fantasmas luchar contra un grupito reducido de humanos, todos excelentes entrenadores, pero perdiendo metros y Pokémon constantemente. Giratina daba crédito al esfuerzo y consideraba a aquél que los lideraba como un buen estratega, un rival digno al que llamaban Lionel, pero no tenían suficiente.


Giratina sabía lo que le esperaba al final de su trayecto si no se hacía lo suficientemente fuerte. Sabía quién le podía derrotar. Sabía cómo le podrían devolver a su olvidado y fragmentado mundo. Y los humanos estaban empezando a descubrirlo.


Por fin, una parte de su ejército pudo escalar hacia el este. Los humanos se dieron cuenta e intentaron atacar por ese lado. Pero Giratina tenía el control. Tantas Estrellas Deseo cerca, estuvieran en el estado que estuvieran, le daban oportunidad de cargar energía y lanzar su rayo espectral para detener en seco el avance de sus enemigos.


Entonces, Giratina sintió un cambio de fuerza en su tormenta. Miró al cielo negro y morado que había creado y encontró una pequeña tormenta independiente a la suya. Se encontraba en esa ciudad de metal que tanto odiaba, en el más alto de sus edificios. Inmediatamente disparó uno de sus rayos de energía, pero fue inmediatamente correspondido por uno de igual calibre y los dos explotaron al contacto.


«Defended la ladera. Dejad que los humanos me ataquen si es necesario. Ellos no me pueden hacer nada», ordenó. Su ejército se desplazó hacia la nueva ladera, donde anteriormente había el lado este del puente.


Sabía perfectamente quién había disparado ese rayo de energía. Era su antiguo lacayo, al que resucitó para sus fines, y que ahora necesitaba destruir. Eternatus y él podrían batallar durante décadas sin un resultado definitivo si su propia tormenta tomaba forma. Era hora de atar ese cabo suelto.


*  *  *


El Cañón Dynamax de Eternatus obligó a Roxy y a Gloria a cubrirse inmediatamente detrás de la salida del tejado de la fábrica. Disparó sin avisar, sin esperar una orden de la campeona, pero ella tampoco había esperado que Giratina disparara nada más ver al gigante en el cielo.


—¿Estás bien? —le preguntó Gloria a su pareja.


—Sí, no ha pasado nada.


Gloria y Roxy salieron de su improvisado refugio. Nada más hacerlo, otro cañonazo ensordeció sus oídos.


—¡Au!


Otra explosión sacudió el oscuro cielo de Pistón.


Roxy había aconsejado al grupo para que usaran a Eternatus como distracción mientras el resto avisaba a Paul de que se dirigiera a Ciudad Artejo. Gloria también tenía que ir allí para lo que los tres habían pensado, pero era la única que tenía un mínimo control de la bestia reanimada, así que las dos chicas decidieron retrasar el avance de Giratina usando a Eternatus. Pero en cuanto le sacaron, al ser un dragón, se volvió loco de poder, se volvió enorme en esa forma serpentina con esa garra que disparaba esos cañonazos y Giratina había disparado en cuanto le tuvo a la vista.


Estaba funcionando incluso mejor de lo esperado. Roxy no tardó en fijarse que Giratina era el único en avanzar hacia Pistón, amenazando con atacar físicamente a Eternatus y destruir la ciudad en el proceso.


—¡El ejército de Giratina sigue en la ladera!


—Giratina quiere luchar, ¡pues que venga! Seguro que Eternatus quiere su venganza.


Gloria y Roxy decidieron volver a cubrirse mientras los dos gigantes intercambiaban rayos de energía con sus respectivas explosiones. Gloria intentaba darle órdenes, pero Eternatus no obedecía en aquel estado.


—Giratina se está acercando —indicó Roxy.


El enemigo ya flotaba encima del margen del peñasco donde estaba construida la ciudad. Su energía estaba empezando a arrancar los tejados de los edificios más cercanos, y el montón de arena y roca y árboles al alrededor de Giratina amenazaba con cubrir la ciudad y azotarla como si de un tornado se tratara.


Los disparos no cesaron, pero la cercanía entre ambas criaturas obligó a Eternatus a acercarse también. Enroscado como una serpiente, movió toda su tormenta, flotando algo más cerca de Giratina, y lanzando ataques del tipo veneno y algún que otro Lanzallamas para probar la distancia a la que podía atacar realmente.


—Deberíamos irnos —aconsejó Roxy—. No estamos haciendo nada, y si Eternatus pierde, Giratina irá a por nosotras.


—¡No podemos dejarle aquí! Yo me quedo.


Roxy no le discutió eso. Ella había razonado según su estrategia, pero también deseaba apoyar a Eternatus en su lucha. Si la historia era cierta, Eternatus buscaba reafirmar su emancipación sobre su captor y esclavista.


—Supongo que nuestros Pokémon no tendrán mucho que hacer en esta batalla.


—No creo que Zacian quiera estar de lado de Eternatus tampoco —añadió Gloria—. Ni que pueda. Su poder es mucho mayor al lado de Zamazenta.


—Odio sentarme a mirar. Ya lo he hecho suficiente —rezongó Roxy.


Esperar a que el combate se resolviera era lo único que podían hacer, y rezar para que Paul hubiera recibido su mensaje y se fuera del campo de batalla. Tendría que dejar a Lionel como único general.


Entretanto, Eternatus y Giratina se estaban analizando. Ambas serpientes buscaban con su cabeza el momento de atacarse mutuamente. Como una cuerda totalmente en control, Eternatus se desenroscó y su garra-boca se amarró como una lapa al costado de Giratina. Entonces usó uno de sus rayos de energía que le explotó en la piel a Giratina, dejando una soberana quemadura allí.


La bestia aulló de dolor y se retorció en el aire, pero no dudó en contraatacar. Sus aguijones pincharon los lados de Eternatus para despistarle y se empezaron a enroscar a su alrededor para mantenerle quieto. Eternatus reaccionó a tiempo para hacer que un rayo a su persona explotara entre las dos criaturas con otro de sus cañonazos, y fue suficiente para soltarse.


Entonces empezó un rifirrafe físico en el que uno intentaba ahogar al otro, y las sacudidas de ambos Pokémon en el aire tenían desastrosas consecuencias para los edificios de Pistón. Al cabo de apenas un minuto, ambos chocaron contra una fábrica y la derribaron entera, apenas dos edifcios más allá de donde Gloria y Roxy esperaban.


—Ahora sí que deberíamos salir de aquí. Por lo menos que nos pille lejos.


—¡Estos parece que viven en el vacío, compa! —concordó, en su particular idioma.


Aunque el estruendo de los aullidos de los Pokémon y el sonido de impactos y caída de escombros asustaban mucho más si no miraban dónde pasaba todo aquello, la pareja salió corriendo de ese tejado, cruzaron el edificio donde estaban de arriba abajo y salieron a la calle. Era una de las calles principales de la ciudad, cerca del estadio, así que no era difícil ver el combate, aunque también quería decir que eran presa fácil para Giratina. Tenían que seguir moviéndose.


El combate no paró en todo ese rato. Las dos criaturas seguían atacándose sin despegarse la una de la otra, lanzándose ataques de corto alcance más del tipo Bola Sombra, Lanzallamas o Garra Umbría. A veces Eternatus intentaba pillar desprevenido de nuevo a Giratina usando la técnica del mordisco para quemarle la piel, pero Giratina siempre conseguía prevenirlo.


Roxy y Gloria se disponían a bajar al piso inferior de la ciudad con el ascensor de vapor cuando Giratina consiguió dar un latigazo con su cola a Eternatus en la cabeza. Éste se desestabilizó y recibió acto seguido un potentísimo rayo de energía de Giratina. El cuerpo de Eternatus cayó con todo su peso encima de la grada este del estadio de Pistón, que quedó medio derruida. Giratina no se demoró un instante y enroscó sus aguijones al alrededor de la debilitada criatura, que no tuvo muchas oportunidades de resistirse. Entonces, Giratina clavó todos los aguijones en el cuerpo acorazado de Eternatus, atravesándolo.


—¡¡Gloria, devuélvelo a la Pokéball, rápido!!


Ambas corrieron de vuelta hacia el estadio, pero la Pokéball de Eternatus no respondía.


—¡No funciona!


Roxy intentó atraer la atención de Giratina mientras Gloria seguía intentándolo, pero el monstruo no tenía interés alguno en desviar la atención de su victoria. Sus aguijones empezaron a succionar los tonos brillantes de Eternatus, hasta que éste volvió a su forma controlable. Pero incluso así, la Pokéball de Gloria no funcionaba, y Giratina seguía arrebatándole toda la energía del cuerpo de su antiguo vasallo. Al final, Eternatus perdió todos sus colores, pasando de esos tonos morados y rosas a una simple gama de grises.


—¡¡NO!!


—¡Gloria, tenemos que irnos! ¡Seremos las siguientes!


Roxy arrastró a Gloria hacia el ascensor y sólo estuvieron a tiempo de ver cómo Giratina acababa con Eternatus y lanzaba su cuerpo sin vida por encima de sus cabezas, en un intento de matarlas con su tonelaje. El esqueleto gris de Eternatus golpeó el puente sur de Ciudad Pistón y rodó hasta una de las tiendas de ropa hasta quedar incrustado en su escaparate, rompiendo el cristal.


—¡No le mires! ¡Será peor! —le ordenó Roxy a Gloria, mientras ella se lamentaba y lloraba—. ¡Tenemos que seguir corriendo hasta los taxis!


Estaban en el cruce de caminos cuando Roxy miró hacia atrás: Giratina no les seguía, pero se movía de forma mucho más ágil, de vuelta hacia su ejército, aunque seguía siendo bastante lento.


—Ha absorbido toda la energía que le otorgó a Eternatus hace siglos. Ha reabsorbido su propia magia negra. Ahora es más fuerte —sentenció.


—Tenemos que avisar a todos… —musitó Gloria, cuando llegaron hasta el campamento, por fin—. Tienen que retirarse…


—Tenemos que confiar que Lionel intentará salvar sus vidas y se dará cuenta de que Giratina es más fuerte. Nosotras tenemos que seguir con el plan y reunirnos con el resto en Artejo.


Dada la urgencia de la situación, siempre había taxis aéreos disponibles conectando campamento, las cercanías del campo de batalla y las demás ciudades. Cuando el Corviknight y el taxista alzaron el vuelo, Gloria se negó mirar hacia abajo, donde seguro que encontraría fácilmente el cadáver de Eternatus. En su lugar, miraba hacia el horizonte, donde Giratina ya se reunía en el cañón con su ejército y se disponía a avanzar hacia la mina este. Al fondo, los Pokémon gigantes eran apenas unos puntos, pero volvían a estar quietos.


Giratina volvía a estar en control de la situación.


*  *  *


No era suficiente. Giratina había sufrido mucho peleando contra su antiguo vasallo. Eternatus había jugado un papel crucial tanto en el pasado como en ese momento, pero su alzamiento contra él había significado que Giratina quedara herido. Haber conseguido derrotarle y reabsorber todo el poder que le dio en su momento cuando resucitó no era suficiente para reponerle con toda su energía. Ahora tenía un frágil y momentáneo control sobre los gigantes más cercanos, pero necesitaba una cura para las críticas quemaduras que Eternatus le había infligido.


Esa cura, por desgracia, sólo existía en su propio mundo. La única opción que tenía ahora para que su plan saliera adelante era que la Negra Noche, como la llamaban los humanos, se desarrollara con mucha más rapidez y efectividad, y conectara de forma permanente Galar con su reino en el Mundo Distorsión. Sólo de esa manera sería invencible, y no solo un gigante herido.


Pero para triunfar en esa misión tenía que ir al norte, a la mayor fuente de poder de energía Dynamax que sentía en esos momentos: Ciudad Artejo, donde sabía que Eternatus estuvo encerrado y donde se reunía la mayor parte de las conexiones entre los nodos energéticos de Galar. Si conseguía abrir un portal allí, sería una victoria absoluta.


Giratina, sin embargo, miró hacia el oeste. Un Pokémon cargaba una carroza, en la lejanía, y se dirigía hacia esa misma ciudad. Sabía que los humanos plantarían su defensa real allí, que no sería simplemente esa pequeña fuerza de choque que Lionel tenía contra sus fantasmas y dragones.


«Avanzad hacia el norte. Priorizad abrir un camino. Olvidaos de luchar siempre que no sea necesario. Distraedlos», ordenó.


Los gigantes al este, los más cercanos a su persona, también hicieron caso. El ataque sobre Pueblo Amura se iniciaba en aquel momento.

Notas finales:

Curiosidad del día: escribí este y el anterior capítulo juntos, aunque esta batalla no estaba destinada a acabar como ha acabado, pero he encontrado casi necesario este final. Además, improvisé los puntos de vista inicial y final de Giratina.


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