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Belleza Oculta por HelaXavier

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Erik había oído el coche y el sonido del timbre, se preguntó por qué el mandadero simplemente depositaba el paquete en la escalera como siempre, en vez de dirigirse hacia la parte trasera del castillo.
Comprendió que era por Charles, está seguro que todo el pueblo debe rumorear y cotillear sobre el bello que vive encerrado en el castillo con la bestia, sonrió con cinismo, era sorprendente que solo hubiera ido un hombre; muy seguramente, a un doncel como Charles Xavier nunca debieron faltarle pretendientes.

Precisamente de eso se quejaba él propio Charles, de que solo les interesaba a los hombres por su aspecto; incluso al que llego a amar profundamente; un hombre el cual le había engañado y mentido, él tipo debía ser un imbécil, indigno de un doncel como él hermoso castaño, que es dulce y cariñoso, se merecía un hombre que le apreciara, cuando escucho la historia de ese idiota, logro percibir que había humillación, vergüenza e ira en sus preciosos ojos azules; se preguntó quién era él y cuánto tiempo había pasado desde entonces. le hubiera encantado partirle la cara a puño limpio.

Miró al jardín y vio a Charles sentado a la mesa, contemplando a su preciosa hija columpiarse mientras él dibujaba en un cuaderno infantil, el mandadero se acercó hasta su lugar, el doncel dejó el cuaderno y le indicó que dejara el paquete en el porche, pero el tipo tuvo la audacia de sentarse junto a él, demasiado cerca para su gusto, Erik rechinó los dientes cuando le ofreció café del termo, ¿Es que ese chico no tiene otros encargos que atender?, se preguntó irritado.

Warren se acercó a ellos y Erik creyó que el gesto antipático de su amigo asustaría al joven, pero no fue así, todo lo contrario, el bonito ojiazul le sirvió un café a Warren y, aunque se lo bebió rápidamente y fulminó con la mirada al tipo, al menos siete años más joven que Charles, este ni se inmutó; Erik estuvo a punto de abrir la ventana y gritarle que se largara que se largara de su propiedad y se fuera con su propias.... Familia, maldición, estaba celoso, y mucho.

Dio un paso atrás y se frotó la cara con rudeza, genial, verdaderamente genial, él no tenía derecho a sentir celos, Charles no es suyo, además, él no encajaba; Charles, Warren y Wanda... son la familia, él no es más que una sombra que permanece en una de las torres del castillo, es él eco del hombre que hace muchos años atrás había sido; ¡Dios santo!, ¿cómo había dejado que su vida se convirtiera en eso? nunca había sido un cobarde y esconderse iba en contra de sus principios, pero todo lo hacía por ellos; no quería provocar pesadillas o ataques al corazón, en caso de que llegaran a verlo.

Oyó un golpe y miró la puerta, sabía que era la mujer del aseo, la señora Wallis; le pidió que esperara un minuto y bajó por la escalera de servicio al segundo piso, escuchando la aspiradora mientras paseaba por los pasillos, se detuvo frente las habitaciones de su pequeña y del castaño, sintiendo una fuerte oleada de tentación para entrar en la alcoba de Charles, quizás para echar una vista rápida, pero su sentido del honor se lo impidió; entró en la de Wanda, comprobó la estabilidad de la alta cama y recogió unos juguetes que se encontraban esparcidos por el suelo, escucho nuevamente las risas y miró por la ventana, a través de las cortinas.

Wanda daba saltos mientras la gatita intentaba atrapar los cordones decorativos de su jersey, retorció la cortina entre los dedos, daría cualquier cosa por estar abajo, riendo al lado de Charles y Wanda, disfrutando del sol en el rostro y disfrutar de la merienda en el jardín.

De pronto, el doncel levanto la mirada y lo vio en la ventana, incluso a esa distancia, logro detectar su mirada de furia, no entendía por qué estaba enfadado, era él quien coqueteaba con el mandadero; el tipo se atrevió a mirar hacia la ventana, le devolvió la taza al castaño y después de eso se marchó.

Charles le dio mirada aprensiva antes de darle la espalda a Erik y sonrió cuando la pequeña comenzó a juguetear en el suelo con la gatita, es agradable que Wanda volviera a disfrutar de las pequeñas cosas de la vida; había pasado ya muchos días sombríos, desde la noche en que su padre, a solo unos metros de ella, se negó a verla.

Charles aún estaba dolido y cuando la pequeña le preguntaba por qué su papá no la quería, su furia aumentaba considerablemente, pero para su mala suerte eso no impedía que siguiera deseándolo con solo oír el sonido de su voz su piel se estremecía; se recordó que debía dejar de pensar así William te quería por tu aspecto, con Erik es exactamente igual; para marcar distancias, se había concentrado en enseñarle a Wanda a cuidar de su mascota, la gatita gris llevaba puesto un collar rosa fluorescente, con una campanita que tintineaba mientras corría tras los talones de la pequeña.

Además, la nueva integrante de la familia tenía nombre: Marina, según Wanda por el parecido de sus ojos con el mar, teniendo en cuenta que habían pasado los dos últimos días de lluvia viendo películas de dibujos animados, Charles pensaba que la gatita no había salido mal parada, el doncel retomó el cuaderno infantil y continuó dibujando el rostro de Wanda.

Siempre le había gustado el arte, pero, aunque le encantaba dibujar y según sus profesores tenía talento, no había utilizado nunca un carboncillo, un pincel o un lienzo desde que fue a la universidad, el ojiazul suspiró y se detuvo para contemplar cómo la niña se metía a la gatita dentro de la chaqueta, adoraba a Wanda, y su amor aumentaba cada vez que sonreía, se subía a su regazo para que le mimara un poco o riera por alguna curiosidad.

En este momento es lo único que tienes, susurró una voz en su cabeza, pero lo cierto era que, la semana que llevaba allí le parecía mucho más que lo que nunca tuvo con su ex prometido, se encogió de hombros y tras un suspiro volvió al dibujo, hasta que se levantó el viento y tuvieron que entrar a la casa.

Marina entró trotando tras Wanda, pero, un segundo después, corrió a investigar los miles de rincones de la casa.

—No, espera —dijo Charles, deteniendo a Wanda antes de que corriera tras la gatita— Primero tendrás que lavarte, luego te colocaremos el pijama más cómodo y finalmente tomaremos la cena.

La pequeña lanzó un suspiro dramático, pero, muy obediente, se encaminó al cuarto de baño —Pienso inspeccionar ese largo cabello y detrás de las orejas, señorita.

—Sí, Charles, lo entiendo —respondió Wanda subiendo las escaleras; Charles sonrió y sacó una sartén, así como los ingredientes necesarios para preparar un guiso de ternera, pimientos y cebollas.

Cuando Wanda le llamo, Charles subió en seguida a su habitación para secarle, así como para peinarle el cabello y ayudarla a colocarse su pijama favorito, uno de color blanco con estampado de flores de colores, después bajaron juntos y la envió al salón a ver un vídeo animado.

El clic del intercomunicador resonó por la cocina, y se percibió una señal sin voz, sonó frío como una citación —¿Ha llamado, milord?

—Tantos humoristas sin trabajo y tú, en cambio, preparando la cena.

—Soy asombroso, ¿no es así? —esbozó una sonrisa, sintiéndose ligeramente menos enfadado con él rubio.

—¿Por qué se ha quedado tanto tiempo él mandadero?

—Por simple amabilidad —respondió el castaño, preguntándose si lo que percibía en su tono de voz eran celos.

—¿Tuya o de él?

—De los dos, supongo, es bastante agradable, trabaja para pagarse un posgrado en la universidad.

—Me da igual que sea estudiante de honor, no quiero extraños en mi propiedad y mucho menos cerca de mi hija.

—Es comprensible, pero pienso que Warren y yo somos suficiente capaces de protegerla.

—Pues considérelo nuevamente señor Xavier, soy un hombre muy rico, y no me extrañaría que alguien intentara raptar a mi hija para pedir un sustancioso rescate.

—¿No cree que exagera? —el doncel rodo los ojos ante la clara molestia d en el tono del rubio.

—No, no lo creo, estoy seguro que es lo mejor mantener las cosas como están.

—¿Qué significa eso? ¿Ni visitas ni excursiones al pueblo? ¿De veras esperas que Wanda se convierta en una ermitaña cuando no tiene ninguna razón para serlo? —clavó el dedo índice con excesiva fuerza en el intercomunicador, como si fuera el pecho del rubio el que estuviera tocando — Pues deja que te diga que no lo permitiré, tiene que ir al colegio, jugar con otros niños, hacer pijamas y asistir a fiestas de cumpleaños, ella echa de menos a sus amigos y a su madre y, francamente, lord Lehnsherr —escupió con amargura — Wanda está a mi cargo ahora, si no estás contento con mi desempeño, ¡baja y ocúpate de ella tú mismo, intenta ser el padre que ella merece!

—Espere un segundo señor Xavier...—su voz resonó gravemente por la cocina—¿Tú te estas enfadando conmigo?

—No... —replicó él doncel acercándose nuevamente al aparato—No me estoy enfadado, estoy furioso, heriste los sentimientos de Wanda la otra noche, estabas a tan solo unos metros de ella y te negaste a hablarle, comienza a sentirse rechazada, dolida, triste y... —inhaló con fuerza buscando calmar su ira —... y cree que no quieres que esté aquí.

—¿Qué?... ¿Cómo puede pensar algo así?

—Así razona una criatura de cuatro años señor Lehnsherr, si no quieres verla, hablarle o si quiera reconocer su presencia es porque no deseas que esté aquí. Curioso, ¿verdad?

—Maldición.

—Exactamente lo que pensé yo, ¿Qué es lo que piensas hacer al respecto?

—¿Qué puedo hacer Charles?

—Baja aquí y ahora, e intenta hablar con ella.

—¿Crees que no lo deseo? ¡Pero no pienso asustar a mi propia hija!

—Su amor es incondicional Erik, es algo que los padres reciben de sus hijos sin pasar ninguna prueba, sin hacer nada, ellos ya los aman antes de si quiera conocerlos —Charles apagó el aparato, tomo algunas respiraciones, buscando modular su tono de vos; segundos después lo conectó de nuevo—La pelota está en tu campo, patéala o retírate del juego.

—¿Qué pretendes decir, Charles? —su voz tenía un frío tono de advertencia, pero él castaño lo ignoró.

—Sigue ahí arriba hasta que se olvide de que tiene un padre, hasta que aprenda a vivir como una huérfana, ya lo hace sabes, y en gran parte le hará menos daño que lo acepte —apagó el aparato y siguió preparando la cena, vigilando de vez en vez a Wanda, la cual seguía muy atenta a los dibujos animados.

Erik la llamó dos veces más y como su llamado fue ignorado se dejó caer en la silla de cuero, masajeando duramente su cabello; Charles es un doncel muy terco, ¿Quién se creía que era para decirle qué hacer con su hija? No es más que él niñero, diablos, se suponía que él es quien fijaba las reglas, Wanda es su hija y él decidía cómo educarla.

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Erik se ataba la zapatilla cuando vio una pata gris introducirse bajo la puerta y oyó un maullido, se levantó de la cama y abrió la puerta; la gatita asomó la cabeza y la alzó para mirarlo, cualquiera habría sonreído al ver sus acciones, la gatita se enroscó en sus tobillos, ronroneando, Erik se agachó para recogerla.

—Estás en zona prohibida —le dijo al animalito de ojos azules, ya era tarde, Wanda dormía y muy seguramente Charles debía estar en su dormitorio o abajo, disfrutando de la vista nocturna; hace un par de horas que no se escuchaba movimiento alguno: el animalito maulló, y él rubio la acercó a su pecho, dispuesto a llevarla a la habitación de su pequeña hija, antes de salir a correr por la playa y jardines, pero traviesamente el animal trepó hasta su cuello ronroneando y lo lamió, sintió la necesidad de contacto, de la caricia de una criatura viva, y frotó el rostro contra el suave pelo gris, Marina ronroneó más fuerte, lo que provoco que este sonriera ante cariñoso gesto.

Entró en el dormitorio de Wanda y colocó a la gatita cerca del pecho de su hija, Marina dio un par de giros sobre el colchón y se acomodó, la mano de su pequeña fue automáticamente hacia el lomo del animalito de manera protectora.

Según su niñero, Wanda tiene la creencia de no quererla allí, llevaba todo el día pensando cómo hacer que su pequeña comprendiera que es lo más importante en su vida, que le necesitaba y sobretodo, que le ama más que a cualquier cosa en el mundo, se sentó con cuidado al borde de la cama y contempló cómo dormía pacíficamente, la gatita levantó la cabeza, lo miró como si fuera un intruso, para después volver a echarse.

Wanda se movió y Erik se puso tenso en automático, la pequeña abrió los ojos perezosamente y él se quedó inmóvil, con el corazón desbocado, estaba tan oscuro que Wanda solo podía ver su silueta, al menos ella no creería que un monstruo la está atacando en mitad de la noche.

—¿Papi? —preguntó una voz temblorosa.

—Sí, princesa —replicó, deseando que el temblor no fuera miedo.

—¿Estás enfadado? — podía escuchar inseguridad en la voz de su hija y eso realmente le mataba por dentro.

—Claro que no, cielo ¿Por qué piensas eso?

—Nunca vienes a verme.

—Estoy aquí ahora corazón, ¿eso debe contar no es así?

—Sí, supongo —asintió la pequeña tras una pausa de evaluación.

Entonces Erik hizo lo que no debía, tomó suavemente en brazos a su pequeña hija, la gatita protestó y la colocó sobre una almohada, Wanda se agarró con fuerza a su cuello, como comprobando que no fuera un sueño.

—Te quiero, Wanda —le susurró suavemente al oído, con un nudo en la garganta— Te quiero muchísimo, y me alegra tanto que estés aquí princesa.

—¿De verdad papi?

—Sí, cariño, claro que sí, te quiero, y me encantaría poder salir contigo y jugar en la playa y en el tobogán, pero eso no es posible cielo.

—¿Por qué?

—Porque... no puedo estar a la luz —la mentira se le atragantó no queriendo salir, pero todo es para bien de su pequeña.

—¿Todavía te duelen los cortes, papi? Mamá me dijo que eran muy profundos.

Erik cerró los ojos, ¿Profundos? habían llegado hasta su alma —Sí, linda, a veces todavía duelen.

—Oh —suspiró con fuerza, y se acurrucó aún más contra su pecho—Una vez me caí andando en el triciclo y me corté la rodilla, me dolió por mucho tiempo, pero mamá me puso una vendita de gatitos.

A Erik se le secó la garganta, a su manera, su pequeña hija estaba intentando consolarlo, y comprender por qué su padre no está a su lado; le dolió que tuviera que hacer ese esfuerzo.

— Sabes, estaba muy solo hasta que tú llegaste, Wanda.

—Yo también, papi —sus bracitos lo apretaron, tenía la mano sobre la zona desfigurada de su cuello, pero no pareció darse cuenta— Te quiero muchísimo, incluso solo un poquito más que a Charles, pero no se lo digas, él ha sido muy bueno conmigo —musitó y su boca se abrió con un bostezo, el rubio sonrió ante las acciones de su hija.

Charles le había dicho que era un amor incondicional el que existe entre él y Wanda, pero...¿Lo perdonaría por no estar con ella?, Le frotó la espalda y la acunó, deseando no tener que soltarla nunca; los brazos se aflojaron y comprendió que se estaba quedando dormida nuevamente, la acomodo en la cama y volvió a poner a la garita a su lado, ambas bostezaron de forma adorable una vez que las arropó cómodamente, Erik se levantó de la cama.

—No te vayas aún, papi — su pequeña le llama entre sueños.

—No me voy, princesa —sonrió con ternura—Estoy aquí —se sentó en la mecedora y eligió un cuento del estante junto a él, Wanda abrió los ojos un segundo y, en la oscuridad comenzó a susurrar — Érase una vez, en un país lejano, una preciosa niña ...

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Charles estaba a orillas del mar, con los dedos de los pies hundidos en la arena y las manos en los bolsillos de la chaqueta, se siente terriblemente mal por presionar a Erik a enfrentar la situación con su hija, pero nunca había conocido a un hombre más tozudo que lord Lehnsherr, él amo y señor del castillo, sus labios se curvaron con ironía.

La luna se reflejaba en el agua y el viento le alborotaba su corto pelo, sintió un escalofrío recorrer su columna, más lluvia y más tormentas, pensó, prometiéndose mirar el parte meteorológico por si había amenaza de algún huracán, dirigió su mirada hacia la casa y vio una silueta que trotaba colina abajo.

Erik... Desapareció tras las verjas y volvió a aparecer en la playa, corriendo, el doncel emprendió el regreso lo más rápido que podía, el rubio lleva una capucha y la sudadera oscura hacía que casi fuera invisible en la oscuridad, el cual detuvo su trote al verlo, él castaño titubeó un segundo, pero continuó su camino.

—Charles... —este pasó a su lado sin mirarlo.

—No quiero que Wanda se encuentre sola en la casa.

—Está puesta la alarma.

—Eso da igual si se despierta y comienza a buscarme por la casa, se puede asustar si no me encuentra.

A buscar a su niñero, no a su padre legitimo; Erik sintió un pinchazo de envidia, pero para eso está Charles allí, para cuidar y amar a su hija en su nombre, aunque realmente estaba por suplirlo.

—Charles, espera por favor.

—¿Para qué? ¿Para volver a discutir? Ya sabes lo que siento y no pretendo volverlo a poner a juicio.

—¿Ah, sí?, bonita manera de hacerlo, una noche te deshaces en mis brazos y a la siguiente quieres cortarme la cabeza.

—Con muy buenos motivos en ambas ocasiones Señor Lehnsherr —espetó el ojiazul, soltando chispas de furia—El beso de la escalera no tiene nada que ver con tu hija ni con cuánto desea estar contigo.

—Lo sé —se acercó un poco— yo solo quería asegurarme de que tú también lo sabías.

—Preferiría no hablar de eso ahora— él castaño dio un paso atrás, luchando contra el deseo de tirarse a sus brazos y volverlo a besar apasionadamente.

—Eso no hará que desaparezca señor Xavier —objetó él rubio; se oyó su respiración y el crujido de su ropa agitada por el viento— Además, yo no deseo que ese sentimiento desaparezca —añadió con voz profunda y ronca.

—Me niego a que me utilicen —replicó el doncel buscando sonar herido

—Te agradezco el voto de confianza —replico con ironía él rubio— pero te recuerdo que no soy el bastardo que te hizo daño Charles.

—Eso no viene al caso, ese beso demostró lo fortuitos que somos — ese beso exquisito y maravillosamente sensual, pensó para sí—Soy conveniente y daría igual que fuera cualquier otra persona.

—¡No te menosprecies de esa manera!

—¡No lo hago!, me gusta la verdad, es más fácil de aceptar.

—Entonces te informo que vives una mentira Charles —se acercó y esta vez el ojiazul no retrocedió— No sabría cómo utilizar a una persona, hombre o mujer, solo he amado una vez en mi vida —inspiró con fuerza— Y ni por un momento puede compararse a lo que siento cuando estás cerca de mí.

—No es más que lujuria Erik —a Charles le flaquearon las rodillas y el corazón le dio un vuelco. —Conozco la lujuria, y créeme, no es más que un consuelo temporal.

—Yo solo soy temporal en tu vida, Erik —dijo él doncel controlando la voz.

—Cielos, ¿qué diablos te hizo ese tipo Charles?, alguien tan lindo como tú no debería pensar de ese modo —exigió él, odiando esa frialdad y deseando saber qué la había originado.

—Me propuso matrimonio y cometí el error de aceptar, creyendo que me amaba —irguió la barbilla— Dos días antes de la boda me enteré de que se casaba conmigo por mi cara de "Modelo" —Erik gruñó con simpatía, pero ella no necesitaba su piedad— William pensaba seguir con su amante después de la boda, yo solo sería su trofeo; para sonreír, acompañarlo, ocuparme de la casa, dar fiestas y producir un par de herederos —movió la cabeza de lado a lado— Es algo tan anticuado que me pone enferma, aunque nunca me hubiera faltado de nada, excepto su amor, claro.

—Es un estúpido arrogante y egoísta —para despreciar el amor de un doncel tan precioso e inteligente debía ser un idiota de primera mano.

—Eso me gusta pensar —él le tocó el hombro y Charles dio un respingo de excitación— No, Erik, no puedo involucrarme contigo de esa manera.

—Ya es demasiado tarde para arrepentimientos señor Xavier —soltó una risa—Vives en mi casa, cuidas de mi hija...y me vuelves loco con solo sentir tu presencia —inclinó la cabeza— Prueba otra vez.

Se acercó y él castaño inhaló su aroma, sintió el calor de su cuerpo, Charles no podía engañarse de esta manera, por peligroso que fuera, aunque le rompiera el corazón al preferir el aislamiento a salir a la luz, él anhelaba sus caricias sobre su cuerpo.

Quería que le volviera a besar, necesitaba saber si la magia de la escalera era genuina, si sus manos seguían teniendo el poder de hacerlo perder la cabeza; quizá todo se debía al misterio de su rostro y de su cuerpo, a su soledad y al dolor que ocultaba en la oscuridad y que le devoraba el alma o quizá fuera el atractivo erótico de esa voz rasposa y profunda lo que le seduce y enloquece.


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