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Quédate Conmigo por Nova22

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Notas del capitulo:

>3< Actualización >3<

Capítulo 4


Tsukishima emitió un largo suspiro apagado al mismo tiempo que se agitaba sobre sofá. Se encontraba inquieto en el tranquilo silencio de ese inmenso departamento; toda la mañana había sido extraña para él. No sabía qué hacer con esas nuevas emociones, a veces sentía que podrían abrumarlo en cualquier momento, que estaban tomando todo de él, otras que lo embargaban y llenaban de calidez y lo asustaba. No sabía cómo manejarlo y aun así, por extraño que pareciera o incluso si era más confuso para él, esas emociones tan conflictivas podían hacerlo sonreír.


— Hoy es el día — susurró, sus ojos transportándose a la fotografía que ahora descansaba sobre la mesa de centro, dónde contempló la sonrisa a un dulce niño alegre — Es el día — volvió a agitarse sobre el sofá y se inclinó hacia el retrato al mismo tiempo que el movimiento frágil de su brazo trataba de alcanzarlo hasta tomarlo, aún dolía un poco — Mitsuki — acarició esa imagen con el dedo pulgar.


Era un nombre muy bonito, brillante como los grandes ojos dorados que parecían estar mirándolo también. Agitaban a su corazón, esta pequeña criatura era la fuente de emociones tan fuertes que lo dejaban sin aliento, pero también el motivo de su más profunda angustia. No lo entendía. Cuando lo veía, cuando pensaba en él, cuando sentía que quería verlo, cuando descubría que lo extrañaba o que tenía ganas de escuchar el sonido de su voz, de percibir su calor, ese sentimiento de anhelo crecía hasta un punto en el que sentía que podría destrozarlo y era melancolía.


Esto era demasiado nuevo como para que pudiera entenderlo fácilmente, su mundo había desaparecido en un instante. No tenía nada. Lo había perdido todo, no sabía quién era, no se sentía como debería, sin embargo esas emociones seguían ahí, despertaban lentamente, pero no estaban haciéndolo sus recuerdos.


Separó los labios y volvió a cerrarlos suavemente. Se levantó del sofá, el retrato aún en su mano y sus ojos sobre el niño al que su corazón reconocía como suyo. Su hijo. Su Mitsuki. Tsukishima sintió como si siempre lo hubiera sabido, resultó tan confuso y abrumador que estuvo asustado, había sido más de lo que pudo soportar. Fue toda una locura, parecía imposible, pero estaba en su corazón.


No pudo hablar mucho con Akiteru aquella tarde, pero pudieron encontrar un momento para tener una conversación sobre su hijo después.


Mitsuki parecía ser un niño un poco tímido para su edad, pero era muy gentil. Le gustaba dibujar, el helado, deliraba por el chocolate, los cuentos sobre superhéroes y los autos de juguete, sin embargo últimamente estaba fascinado con las figuras de acción y los osos de peluche, y era especialmente bueno para los rompecabezas. A sus seis años, era alguien bastante curioso, pero también un poco enfermizo, por ese motivo no salía tan a menudo de casa. Había perdido los primeros dientes de leche hace un tiempo. Akiteru dijo que había tenido una pequeña caída mientras estaba jugando hace una semana y que estaba muy asustado, dijo que su pequeño hijo lloró mucho y con esa idea el corazón de Tsukishima se apretó.


Debió haber estado muy solo todo este tiempo ¿Verdad? No estuvo ahí durante su cumpleaños, no pudo llevarlo a la escuela en su primer día, no estuvo ahí para recibirlo de vuelta o para abrazarlo cuando se cayó, no siquiera para cuidarlo cuando enfermó. No pudo hacer nada, prácticamente lo había abandonado por meses enteros, a su pequeño niño. Era injusto para él, se sentía como un idiota ¿Por qué se subió a ese maldito auto? ¿Qué era lo que estaba haciendo en medio de esa tormenta? ¿Por qué no fue más cuidadoso? ¿Por qué? ¿Por qué tuvo que dejarlo solo? ¿Por qué lo abandonó? ¿Por qué?


— Lo siento...lo siento...


Sollozó. Lágrimas a punto de desbordarse, un nudo apretándole la garganta y dolor nacido del remordimiento que se negaba a morir, de la angustia que lo acompañaba. Suspiró, lentamente al mismo tiempo que se apretaba el pecho con la mano libre. Se estaba desmoronando ¿Verdad? Como si cada parte de él se rompiera; se sentía de esa manera desde que había despertado de ese largo sueño. Como si nada estuviera bien.


Tsukishima pensaba, con amargura, que estaba acostumbrándose a ese sentimiento hueco, sin embargo siempre había algo que lo cambiaba, este pequeño niño y su padre; Kuroo. El moreno era algo que simplemente no podía entender, era tan frío con él, tan distante y ausente, y aun así lo sentía en la piel, en el pecho...incluso en el corazón como si quemara.


— Te pareces a él...— le dijo a aquel pequeño niño. Tanto.


Le sonrió, un poco de tristeza en esa mirada aún anegada en lágrimas. Entonces abandonó con renuencia la fotografía sobre la mesita y avanzó por el departamento buscando calmarse. Akiteru debería estar llegando en cualquier momento, no quería que su hijo viera una imagen tan lamentable e inhaló y exhaló en repetidas ocasiones al mismo tiempo que comenzaba a avanzar torpemente hacia la habitación. Pensaba que necesitaría refrescarse un momento, ya conocía el camino, debería apresurarse, sin embargo sus pasos se detuvieron frente a aquel gran retrato suyo.


Hizo una mueca con los labios, seguía pensando que era un poco pretencioso. No estaba seguro de que se sintiera muy cómodo con eso ahí a pesar de que no lo odiaba. Era un poco complicado de describir, tenía unos cuantos confusos sentimientos encontrados. Estaba impresionado con la precisión de cada pincelada, el realismo de sus labios, la tonalidad de su piel, como la había hecho parecer tan suave y tersa, tan viva. Era increíble y el conjunto de matices que se reflejaban en sus ojos le estremecían la piel. Casi se sentía como si le atravesara el pecho o como si esta persona hubiera visto a través de su alma, a la melancolía de su corazón, a su fragilidad escondida.


Se abrazó a sí mismo, resultaba muy inquietante para Tsukishima. Había algo de ese retrato que no podía entender; parecía absurdo, se trataba solamente de una imagen que no era extraña para él, pero lo desestabilizaba ¿Era su imaginación? Si era así entonces ya había perdido la cabeza, sin embargo ¿Si no lo era? Si no era así, entonces ¿Qué era lo que se suponía que sus ojos estaban buscando?


— ¡Oh! — parpadeó al mismo tiempo que avanzaba un paso en dirección al retrato ¿Había un detalle que había pasado por alto? Entrecerró los ojos, había algo sobre una esquina inferior ¿La firma del artista? Parecía algo peculiar, no podía leerlo bien, pero una B mayúscula alargada en la parte inferior y redondeada en la parte superior se destacaba, era simple y fino, sin embargo tenía la impresión de que parecía el perfil de un ave ¿Un búho tal vez?


Estaba la forma de la cabeza, la cola y una de sus alas, era muy peculiar, pero si, ese parecía ser el caso. Era un artista divertido además de talentoso al parecer. Supuso que debía tratarse de alguna clase de pseudónimo, era lo que ellos debían hacer ¿No? Vio algo como eso en una película antes, pero — No...— era su nombre ¿Verdad? Algo en Tsukishima se agitó ¿Por qué estaba tan seguro? Le pulsaron las sienes, fue dolor. Se apretó el pecho ¿Por qué sentía que era tan importante para él? ¿Por qué necesitaba saberlo con tal urgencia?


¿Por qué?


— Bo...— una primera sílaba y apretó su abrazo ¿Qué estaba pasando consigo mismo? ¿Qué estaba pasando con su corazón?  — Bo...ku...— le temblaron los labios. De pronto su respiración se volvió más pesada. Estaba sofocado ¿Por qué? ¿Qué era esto? Le dolía la cabeza. Era insoportable. Era solo un nombre ¿Verdad? No debería importar, no debería ser nada para él, no debería ser nadie, entonces ¿Por qué estaba tan desesperado? ¿Qué era esa ansiedad? ¿De dónde nacía esta emoción? Y ¿Por qué no quería detenerse? ¿Por qué? ¿Por qué sentía esta urgencia por correr?


Basta. Basta. Basta. Basta.


— Kei, estamos aquí — jadeó y como si hubiera recibido una bofetada, el cuerpo de Tsukishima se tambaleó hacía atrás, pensó que sus rodillas podrían ceder en cualquier momento ¿Por qué su corazón estaba tan agitado? Una capa de sudor le cubría la frente, temblaba — ¿Crees que puedas abrir la puerta? — miró hacia retrato ¿Qué era lo que tenía? ¿Qué se suponía que representaba para él? No era tan simple ¿Verdad? Entonces ¿Qué era? ¿Qué? — ¿Kei?


— ¿Si? — murmuró ¿Akiteru? Giró el dirección a la puerta — Aquí...aquí estoy — estaban aquí, era el momento ¿Verdad?


— ¿Estás bien? ¿Puedes abrir la puerta?


— Si, dame un segundo — se limpió el sudor de la frente y aproximó rápidamente para tomar la manija, una mano sobre su pecho tomaba cada latido de su frenético corazón. Suspiró débilmente, todo estaba bien, pero no era así. De pronto sentía que no estaba tan preparado para esto como creía, se sentía extraño, sin embargo eso no lo detuvo de abrir la puerta con urgencia. No dudó, no se detuvo a considerar nada, no lo pensó, sabía que esto era lo que quería y no tuvo dudas, no.


— Hola, estamos aquí.


— Hola — susurró y el tiempo se detuvo para el rubio, sin embargo sus emociones se desataron. Había un pequeño cuerpo entre los brazos de su hermano, su ropa era de un muy agradable y suave gris azulado, contrastaba con una piel blanca y suave como la nieve, y aquel alborotado cabello oscuro. No estaba moviéndose, una de sus manos caía sin energía sobre uno de sus costados, había una bandita alrededor de su dedo pulgar. Las cintas de sus zapatos estaban desatadas y se agitaban traviesamente al aire. Lo escuchaba suspirar con suavidad — ¿Él está bien?


Se le quebró la voz. Se llevó una mano a la boca. Su pequeño niño, ese era su pequeño niño. De verdad estaba ahí, no podía ver su carita, pero ahí estaba y Kei sintió que estaba a punto de desmoronarse en lágrimas de dicha, que podría gritar en cualquier momento.


— Tu hijo está perfectamente bien — Akiteru entró lentamente al departamento y Kei lo observó dirigirse a la sala de estar, también traía consigo dos mochilas, la más pequeña parecía un adorable dinosaurio — Pero creo que no durmió suficiente anoche...tal vez porqué estaba emocionado — le invitó a venir con un movimiento de cabeza, el menor no estuvo seguro — Se veía muy feliz cuando veníamos ¿Sabes? Solo hablaba de ti.


— ¿De verdad?


— Te adora — el rubio mayor abandonó las mochilas y acarició gentilmente el oscuro cabello del pequeño niño, este emitió un corto suspiro, pero no despertó, después Akiteru se inclinó para recostarlo sobre el sofá, entonces el rubio fue capaz de ver un conejo de peluche entre sus brazos — También quieres verlo ¿Verdad?


Con toda el alma, era increíble, pero su cuerpo apenas podía contener ese deseo desesperado.


— Quiero verlo... — avanzó lentamente en dirección al sofá. Todavía no podía creer que esto fuera real, habían pasado solo unos cuantos días desde que estaba en el departamento y, aunque vivía en él ese constante sentimiento de familiaridad, aun sentía que avanzaba dentro de un sueño confuso; nada estaba bien, todo era un desastre, sin embargo en este pequeño instante, solo en este momento y por esa criatura, por ese precioso rostro durmiente...fue como si todo estuviera bien en el mundo — Su nariz es pequeña — susurró, una pequeña sonrisa tambaleante en su rostro — Pero él es...parece tan...como si fuera...— un pequeño ángel. Rió en una mezcla de emociones, tenía ganas de llorar, se llenaron sus ojos de lágrimas.


Se sentó a su lado; las pestañas de su pequeño niño también eran muy largas y espesas, ese oscuro cabello alborotado contrastaba con su blanca piel, sus mejillas redondeadas y rosadas le parecieron muy bonitas, como algodón de azúcar y él le pareció muy dulce y perfecto. Dormía tranquilamente aferrándose a un conejo de peluche casi de su tamaño. Su respiración era muy tranquila. Le acarició el rostro, los dedos del rubio deslizándose también entre aquellas suaves hebras azabaches. Rió con entusiasmo. Estaba tocándolo, podía sentirlo en el corazón, cálido, gentil, suyo, su pequeño niño. Una parte de su alma, el latido que daba vida a su cuerpo, las lágrimas que no podía contener, la sonrisa más sincera...pero también el dolor más profundo.


Sollozó. Quería abrazarlo, quería sostenerlo entre sus brazos, quería gritar de rabia y frustración, pero también de alegría. No creía que hubiera dolor más precioso que este, lo amaba ¿Verdad? lo amaba y sufría, lo amaba y abrazaba a esa pena con todo lo que tenía, con toda el alma. Lo amaba tanto que no podía soportarlo, lo amaba tanto que no pudo evitar llorar, tanto, tanto, tanto que parecía imposible, tanto que ese amor iba más allá de lo que podía imaginar, que ese sentimiento era tan especial y suyo que no quería dejar de sentirlo jamás. Tanto que sabía que era lo suficientemente fuerte como para devolverle la vida...que estaba seguro de que esta criatura era su vida entera.


Su pequeño niño. Era suyo. No podía recordarlo, sin embargo vivía en cada latido de ese destrozado corazón, lo sentía en lo más profundo de este, lo reconocía, lo hacía en medio de ese dolor, de cada una de las emociones en su pecho. Suyo. Suyo. Suyo. Suyo ¿Podía ser más feliz? ¿Podía sentir más dicha? Tenía tantas ganas de gritar, estaba a punto de explotar. Era precioso, era preciado, lo único que daba sentido a este mundo confuso, lo único real que tenía, la única verdad que conocía. Su razón, su vida, entonces ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?


Esa confusa pregunta sin respuesta resonó en su mente, como un eco creciente y ensordecedor. Como el motivo de su amargura y el motor de su pena ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué maldita sea? ¿Por qué?


¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué? Y deseó con toda el alma poder entender esto, este profundo dolor.


*****


— ¿Te sientes mejor?— Akiteru le ofreció una taza de té, el rubio menor la tomó con las manos temblorosas, sin embargo fue cuidadoso de no derramar una sola gota y tomó un único sorbo antes de devolverla a manos de su hermano — ¿Todavía te duele?


— Un poco...— se llevó una mano a la cabeza, sus sienes aun latían, presionando insistentemente como si trataran de probar la resistencia de su cráneo — Estoy mejor, pero...— antes se sintió como si hubiera estado a punto de explotar, fue abrumador, pero...bajó la cabeza y sonrió, él estaba ahí. Mitsuki. Ahora dormía tranquilamente sobre su regazo, su cabecita se agitaba de vez en cuando. Parecía muy feliz y también un niño muy dormilón — Yo no estaba feliz ¿Verdad? — acarició la cabeza de su pequeño hijo, este suspiró, murmuró con una suave voz como si estuviera llamándolo. No lo había notado antes, pero había algunas pequeñas lagrimas entre sus espesas pestañas ¿Estaba teniendo una pesadilla? Lo hizo acurrucarse un poco más contra él, no dejó de acariciarlo, tampoco de mirarlo — No estaba feliz por él...


— ¿Recordaste algo? — Akiteru también regaló una caricia al pequeño, se calmaba lentamente en el calor de los brazos de Kei — ¿Lo recuerdas?


— No lo sé, yo solo...no estoy seguro — pensó en eso, era todo lo que podía decir...una idea fugaz que desapareció tan pronto como había llegado. Fue como un agridulce sabor y una emoción muy amarga — No lo quería ¿Verdad? — se llenaron los ojos de lágrimas — ¿Lo odiaba?


— No se trata de eso — Akiteru abandonó rápidamente la taza de té sobre la mesa de centro y se apresuró para ayudar a Kei a alzar cuidadosamente a Mitsuki, para que este pudiera sostenerlo entre sus brazos, indicándole silenciosamente la manera correcta, el pequeño suspiró con una sonrisa — Eras muy joven y estabas asustado...no estabas preparado para eso, tenías derecho a estar confundido y a no saber qué hacer — el pequeño niño se acurrucó como un gatito en busca de calor y el rubio menor lo sostuvo como algo precioso, firmemente a pesar de que estaba nervioso y algo asustado; era una imagen muy bonita — Solo eras un niño que estaba siendo forzado a transformarse en un adulto...tú y Kuroo a penas y se conocían...aun así llevabas a su hijo en tu vientre — le besó la frente — Todo el proceso fue muy duro para ti...fue muy difícil de asimilar, tenías una responsabilidad que no debería haber sido tuya, pero tú nunca odiaste a tu hijo...y no lo haces ahora ¿Verdad?


Kei había tenido que abandonar su vida y todo lo que conocía por el bebé que estaba esperando. No lo manejó bien, el embarazo había sido un evento que lo marcó en muchos sentidos, el parto algo traumático y era cierto que fue muy difícil para él aceptar que su vida había cambiado y que tenía obligaciones que cumplir. Lloró tanto, lo hizo por días enteros, quería volver a casa, estaba asustado, quería tener amigos y reír con ellos, quería ir a la escuela, tener un viaje escolar, participar en un festival, solo vivir una vida normal ¿Verdad? Su pequeño hermano solo quería vivir su propia vida, pero no había sido tan sencillo para él y estuvo muy frustrado, muy triste y muy asustado como para manejarlo de la forma más adecuada.


Y no era su culpa, no lo era, jamás lo fue...pero tampoco tuvo la oportunidad para decidirlo.


— ¿Lo odias, Kei? ¿Odias al niño que sostienes entre tus brazos? Si es así, entonces la respuesta que estás buscando...


— No — respondió rápidamente, sus brazos aferrándose a ese tibio cuerpo. De ninguna manera, imposible ¿Cómo podría siquiera? No. No. No. — No lo odio, yo...yo — lo miró, estaba babeando un poco. Ese rostro durmiente era lo más bonito que jamás había visto en la vida, estaba aterrado con todo esto, apenas podía entender esta situación, pero su corazón no podía mentirle ¿Verdad? — Creo que lo adoro.


Era la primera vez no tenía dudas, la primera vez que estaba seguro sobre algo. Kei amaba a su hijo, lo amaba. Sin embargo quería entender de qué se trataba esto ¿Era ese pasado el motivo de esa angustia? ¿Era ese remordimiento tan fuerte? ¿Se trataba realmente de eso o había algo más que no sabía?


— No se puede cambiar el pasado, Kei — le acarició la cabeza — Estás aquí ahora y tienes el resto de tu vida frente a ti.


— Pero tal vez conocerlo me ayude a entender.


Entendía lo que Akiteru podría estar tratando de decirle, pero no quería tener que vivir así por el resto de su vida. Sin saber absolutamente nada de si mismo, sin nada más que emociones que no podía entender y verdades a medias ¿No sé daba cuenta de que era insoportable para él? Había algo que no estaba bien, nadie estaba diciéndole nada, no sabía nada, pero todo lo que sentía era abrumador y le asustaba.


— No es algo que vaya a suceder de la noche a la mañana, el médico dijo que iba a tomar tiempo — Akiteru le dio una sonrisa complicada — No necesitas mortificarte por eso ahora, va a volver a ti poco a poco...necesitas tener paciencia y centrarte en recuperarte.


¿Si no lo hacía? ¿Si no volvía jamás? No hablaba mucho con ella, ni siquiera había llamado desde que abandonó el hospital, pero no sé sentía mucho como la persona que su madre decía que era. Akiteru hablaba con él. Era la única persona que lo visitaba, la única a la que parecía importarle a pesar de que era constantemente visitado por personas que decían ser sus amigos en el hospital, sin embargo todo lo que le decía era demasiado ambiguo, no había respuestas en sus palabras y Kuroo...hasta ahora todo lo que había escuchado de él era sobre su trabajo ¿Lo que nadie estaba diciéndole era tan malo? ¿Era tan difícil decirle algo?


Estaba desesperado, estaba cansándose de todo esto. Pasaron semanas desde que despertó, semanas en las que no sabía nada. Quería que se terminara de una vez. Era insoportable, lo molestaba, era desesperante y estaba llegando a su límite. Todo lo que quería era saber quién era, quería saber quién era la persona que veía frente al espejo, ese que a veces le parecía un extraño ¿Estaba mal? ¿No tenía derecho?


— Hermano...


— ¿Mami...? — el corazón de Kei dio un vuelco terrible y desesperado. Estuvo paralizado. Esa suave voz perezosa era la misma que lo había llamado entre susurros antes, la misma que volvía a sus sueños de vez en cuando ¿Verdad? Lo miró. Se le disparó el corazón, Mitsuki estaba despertando. Comenzó a sentirse ansioso ¿Qué se suponía que iba a hacer ahora? ¿Qué iba a decirle? ¿Si hacía algo mal? ¿Si su hijo lo odiaba? — Mami — miró a su hermano con súplica y ansiedad, Akiteru podría ayudarlo, él sabría que hacer...conocía mejor al pequeño.


Podría encargarse de todo ¿Verdad?


— Sé que no te gusta mucho que te llame de esa manera...pero es solo un niño y te ha extrañado mucho, permítelo por esta vez ¿Si?


El rubio menor negó con confusión ¿No le gustaba? ¿De qué estaba hablando? Eso no era lo que trataba de decirle, no era eso lo que quería — No sé...no sé qué hacer, no estoy seguro de que pueda...— el pequeño moreno estaba agitándose entre sus brazos, volvió a llamarlo, se frotaba los ojos con la manita.


Esta situación no era una en la que pudiera presionar un botón y detenerlo todo ¿Verdad? Apretó ese pequeño cuerpo contra su pecho ¿Akiteru no iba a ayudarle? ¿Por qué solo estaba mirándolo? ¿Por qué no tomaba a Mitsuki un segundo? Tal vez si pudiera tener un poco de tiempo, solo un segundo para calmarse, podría llegar a un acuerdo con sus emociones y decidir cuál sería su siguiente paso a seguir. Por favor. Su respiración comenzaba a hacerse más pesada, el frenesí de su corazón fue un ruido ensordecedor e insoportable. No podía hacer esto ahora, no era posible. Por favor.


Por favor, si pudiera tener solo un segundo para encontrar su centro, solo un segundo y podría encontrar una manera de avanzar, solo uno. Solamente uno.


— Mami aprieta...Mit-chan no puede respirar, mami...— Kei se tensó, no tenía tiempo para dudar ahora ¿Verdad? Esas pequeñas manos se estaban aferrando a él, tiraban suavemente. No quería tener miedo, en realidad ni siquiera lo tenía, pero todo en él vibraba y temblaba ¿Por qué? Por qué lo amaba, esa respuesta fue dulce calidez — Mami...— lo miró, grandes ojos adormilados, de un gentil dorado cristalino encendiéndose con la intensidad del sol de otoño, mirándolo, centrando toda su atención y arrebatándole el corazón en un solo instante — Te extrañé...quería verte rápido.


Los ojos de Kei se llamaron de lágrimas, tan tibio, tan gentil ¿Qué clase de dolor era este? ¿Podía llamarlo realmente dolor cuando era tan precioso? ¿Podía cuando lo hacía tan feliz que no podía soportarlo? — Yo también...— lo abrazó, los pequeños brazos del moreno se aferraron a él con fuerza. Tal vez, todo este tiempo se sintió de esa manera — Te extrañé mucho.


Todo este tiempo estuvo esperando por verlo, desde el primer momento.


— No es tan difícil como parece ¿Verdad? — Akiteru acarició la cabeza de Mitsuki al mismo tiempo que también hacia lo mismo con el rubio menor, el pequeño aferrándose con más fuerza al cuerpo de Kei. Era muy dulce que no quisiera dejarlo ir — Entiendo que puede ser aterrador para ti después de todo lo que ha pasado, pero tú hijo te quiere y tú a él...toma las cosas con calma y conócelo otra vez ¿Está bien? Mitsuki va a cuidarte ¿Verdad?


Se dirigió al niño con una palmadita en la cabeza, este se apartó un poco del abrazo que los unía y asintió con mucha energía. Parecía ser un niño muy gentil — Voy a cuidarte para que te mejores pronto...Mit-chan no te va a dejar solo, no estés triste mami — su manita le acarició el rostro, había una lágrima sobre su mejilla que él tomó, entonces el rubio no pudo evitar sujetarlo y depositar un beso sobre su palma.


Las mejillas del pequeño se encendieron tanto como aquellos bonitos ojos llenos de vida, le sonrió en medio de una risa suave, la melodía de su voz siendo una dulce canción — ¿Dormiste bien?


— Un poco — Mitsuki se frotó los ojos con su pequeño puño, un ínfimo rastro de saliva podía verse sobre la comisura de sus labios. Kei lo limpió con el dedo pulgar — Quería verte rápido, pero siempre era oscuro afuera...daba miedo, pero fui un niño valiente por mami y no tuve ningún accidente — lo miró con timidez, encogiéndose un poco, como si estuviera asustado — Ya vamos a poder dormir juntos otra vez ¿Verdad? — la expectativa en esa mirada lo hizo sonreír.


— Si — le sonrió al mismo tiempo que le acariciaba la cabeza — Lo hiciste bien, creo...si está bien para ti, pondríamos — miró a su hermano, este aún se encontraba parado frente a ellos. Podían ¿Verdad? No sabía si Mitsuki podría quedarse, Kuroo fue muy renuente a permitir que lo conociera la última vez, pero tal vez podrían encontrar una manera de persuadir al moreno; su hijo ya tenía una habitación en el departamento y él también debía querer tenerlo aquí un poco más de tiempo ¿No? Debería estar bien.


Akiteru asintió como si hubiera comprendido sus inquietudes y una ilusión en el pecho del rubio se encendió de la misma forma que el dulce rostro del niño sonriente sobre su regazo — Hasta el año pasado solía mojar la cama muy a menudo, le tiene un poco de miedo a la oscuridad...sus abuelos lo adoran, pero también son personas ocupadas y no pueden llevarlo a todos lados.


¿Entonces tenía que quedarse solo? Kuroo también había dicho algo parecido antes, algo acerca de que ambos solían llevan vidas laborales agitadas. Le dolió el corazón ¿Kouki había sido un niño solitario todo este tiempo? De alguna manera, Kei sintió que podía comprender ese sentimiento de soledad, que podía comprender lo duro que era y estrechó al pequeño niño contra su pecho, con todo el peso de esa pena y con el deseo ferviente de atesorarlo con toda el alma latiéndole en el pecho.


— ¿Hay algo que quieras hacer ahora? ¿Te gustaría hablar o...? — miró hacía el espacio que los rodeaba, el departamento parecía un lugar muy amplio, sin embargo había demasiados objetos que podrían ser peligrosos para que un niño jugara al rededor. Mitsuki no pasaba mucho tiempo aquí ¿Verdad? No sé sentía como si fuera un hogar para él — ¿Hay algo que te guste o...?


— Me gusta mami — el rubio sonrió con nerviosismo, estaba tratando con un niño pequeño, sin embargo no tenía idea de cómo avanzar o cuál era la forma correcta para comunicarse con él. Era mucho más difícil de lo que parecía, demasiado complicado ¿Akiteru podría ayudarle? No quería depender tanto de él, pero si seguía así entonces tal vez Mitsuki no querría quedarse, tal vez iba a comenzar a pensar que era aburrido — Tengo algunas cosas para mostrarte y jugar — tiró suavemente de su ropa, llamando su atención — También un regalo.


— ¿De verdad? ¿Me lo vas a mostrar ahora?


Mitsuki asintió enérgicamente y movió la cabeza hacia los lados como si estuviera buscando algo, sin encontrarlo — ¿Mochila? ¿Dónde? — se abrazó al conejo que no había abandonado desde que despertó y lo miró con triste timidez, sus finos y sonrosados labios temblando — Mami...tenía mi mochila, pero...la mochila que mami me dio — se miró las manos. Estaba triste, estaba a punto de llorar y Kei sintió que su corazón estaba a punto de romperse.


— Aquí — habló Akiteru, una mano sobre la cabeza del pequeño cuyos ojos estaban a punto de derramar lágrimas — ¿Esto es lo que estabas buscando? Te pedí que me la dieras antes de subir al auto porque era un poco pesada ¿Recuerdas? Pero te aferrarse a ella — miró al rubio menor — Dijo que era especial.


El pequeño moreno casi se puso de pie de un salto sobre el sofá, fue un poco doloroso para Kei, cuya condición era frágil aún, sin embargo no demasiado — ¡Mi mochila! — la recibió de Akiteru y la abrazó contra su pecho con fuerza — Es la que mami me dio — rió. La colocó cuidadosamente sobre el sofá y se arrodilló, parecía muy animado a pesar de que su nariz estaba un poco roja, daba pequeños saltitos apoyándose de las rodillas — Adentro hay...


— Antes — Kei apoyó una mano sobre las pequeñas ansiosas que buscaban abrir la mochila. Mitsuki lo miró con confusión — ¿No hay algo que deberías decir primero a quien cuidó de tu mochila?


El moreno parpadeó y miró el dirección a Akiteru, esas mejillas rosadas delataban fácilmente lo tímido que era — Gracias, tío.


— No hay problema — le acarició la cabeza — Debería ir por algunos refrigerios para ustedes mientras se divierten aquí, un poco de leche tibia para Mitsuki, Kei ¿Quieres...?


— Choco — lo interrumpió, sonreía con entusiasmo — Chocolate para mí.


Akiteru negó con la cabeza — No hoy, ayer comiste demasiado, también tomaste uno para el desayuno...tu abuela me lo dijo antes de venir, si te doy más va a dolerte el estómago.


Mitsuki frunció los labios y miró a Kei, susurrándole suavemente su pequeño deseo con ojos suplicantes. Las pobres defensas del rubio temblaron. No era tan firme y fuerte como debería ¿Eh? Si lo miraba así, entonces sentía que estaba en problemas — Tal vez...un trozo pequeño debería estar bien ¿No?


¿Akiteru iba a regañarle también? No estaba seguro de que el suspiro que emitió se tratara de una buena noticia — Solo uno pequeño y solo voy a dárselo después de que se coma el emparedado que voy a traerle ¿Está bien? — sonrió, entonces Akiteru le apretó la nariz entre los dedos — Es un niño muy lindo, pero lo mimes demasiado ¿Está bien? Es muy listo y creo que ya sabe que lo adoras.


Akiteru se marchó a la cocina y el alegre Mitsuki continuó con la mochila, parecía que estaba tarareando un poco. Del interior tomó una caja con piezas para armar un rompecabezas, otra con algunos pequeños soldados en el interior, lápices de colores, pequeñas piedras lisas y brillantes que él debió haber tomado de algún lado para obsequiárselas. El camión de bomberos de la fotografía de antes también estaba en su interior, dos pequeños osos de peluche y una hoja de papel perfectamente doblada en el interior de un gran cuaderno de dibujos.


¿Su regalo? Se lo entregó con una mezcla de entusiasmo y timidez, le tomó un poco de tiempo desdoblar la hoja, era más grande de lo que parecía y estaba lleno de color; el dulce retrato de la familia que vivía siendo casi ausente a su existencia. Todos tomados de las manos, frente una casa pequeña, rodeada de flores de todos colores. No había un solo rincón sin colorear, todo parecía muy brillante, cada detalle encerrando un anhelo, a todo su corazón. Mitsuki debió haber trabajado muy duro en esta obra.


Era un dibujo preciosos, Kei no dudó en decirle lo mucho que le gustaba y lo feliz que estaba por recibirlo. Su hijo estaba encantado, le explicó cada uno de los detalles de esto, habló muchísimo y estuvo todavía más feliz de que le hubiera lanzado algunas preguntas. Pensó que habría sido muy lindo que Kuroo también hubiera estado ahí, antes tenía una pequeña esperanza de que pudiera venir, pero no estaba tan triste como pensó ¿Cómo podría si su pequeño hijo sonreía de esa manera? Sin embargo, Tsukishima creía entender que Mitsuki también debía haber esperado lo mismo.


— ¿Quieren salir un rato? — propuso Akiteru repentinamente, el rubio mayor se había mantenido un poco alejado de ellos. Respondía las llamadas que no paraban de llegar a él, parecía ocupado, pero también querer darle un poco de espacio — Esta es una zona residencial y hay un parque muy cerca de aquí ¿Quieren que vayamos por un helado?


— ¿Seguro que está bien? — Mitsuki, quien hasta hace un segundo había construido una fortaleza con sus soldados de juguete y algunos de los bloques que obtuvo de su habitación los miraba a ambos con mucho interés. Él no iba a ceder fácilmente si se negaba ahora, tenía esa impresión — No he salido de aquí desde que fui dado de alta y no conozco los alrededores — lo miró con preocupación. Pensar en el exterior le hacía sentir un poco inseguro, especialmente por su hijo.


— Esta es una zona muy segura, Kei, no te preocupes — lo animó — Podemos tomar un helado en el parque y luego volver, también necesitas un poco de aire fresco...no es un camino largo ¿Que dices?


Miró a Mitsuki, el resultado ya estaba decidido, Kei pensó que de verdad debía estar en serios problemas si no podía resistirse así a su dulce encanto. Akiteru tenía razón, era un niño muy lindo y había caído por él desde el primer momento.


Lo hizo. Su hijo le había robado el corazón.


*****


— Lo estás haciendo genial — murmuró Akiteru. Picaba su helado insistentemente con la cuchara, los dos sentados en una banca bajo la sombra de un árbol, observando al pequeño niño que se deslizaba en uno de los juegos del parque — Tenía un poco de dudas al principio ya que no recuerdas nada...pero lo estás manejando muy bien.


— ¿No le dijeron nada sobre lo que pasó conmigo?


— Es complicado, él cree que has estado enfermo...nadie ha tenido el valor de decirle que no puedes recordarlo — ni siquiera Kuroo, no era un asunto sencillo — La verdad es que no estaba pensando mucho cuando sugerí traerlo — apretó el vaso, Mitsuki era un niño muy pequeño y frágil. Le asustaba que esta situación pudiera herirlo, él adoraba a Kei y sería muy duro de asimilar. Traerlo era una apuesta peligrosa, nadie quería exponer al pequeño al dolor...especialmente Kuroo — Pero recordaste su nombre y después dijiste que querías verlo...quise creer que sería bueno para ti, entonces los vi juntos y...— suspiró — Creo que fue la decisión correcta.


— ¿Crees que va a estar bien? — murmuró, la risa de Mitsuki podía escucharse incluso a esa distancia. Era un niño más radiante que el sol — No sé si estoy recordando o no algo, es extrañó, siento que lo conozco y a veces creo que he visto algo antes, pero no lo sé, no lo entiendo y no...no...— apretó los puños — No quiero lastimarlo.


Tenía la impresión de que él pequeño había notado que algo estaba un poco fuera de lugar, lo miraba mucho y no estaba seguro de que sentir o de que debería decirle para calmar su inquietud. Se sentía como si Mitsuki hubiera estado soportándolo todo este tiempo, esa soledad, la incertidumbre e incluso el miedo, y aun así estaba sonriéndole alegremente. Kei quería proteger esa sonrisa, no quería que estuviera triste, no quería que tuviera que llorar y odiaría lastimarlo, se odiaría para toda la vida.


— Eres un poco más abierto ahora ¿Sabes? — Akiteru apoyó la cabeza contra el hombro de su hermano menor, lo miraba como si contemplara a un ser distante y lejano — Antes eras un poco...un poco más reservado, la verdad es que no era muy fácil hablar contigo...ni siquiera para mí — le sonrió con amargura. Kei era difícil, sin embargo siempre supo que había algo más allá de lo que le permitía ver a los demás, más allá de esa fría coraza y soberbio ser — Pero me gusta la idea de que puedas hablar un poco más sobre lo que piensas y de que sientas que puedes ser más honesto.


— No era una persona muy agradable ¿Verdad?


— Te viste forzado a crecer muy rápido — bajo la tutela de una madre que solo estaba interesada en los beneficios. Sabía que ella se preocupaba por él a su manera, pero quería que fuera alguien a su imagen, no le importaba lo que él quisiera — Nada fue tu culpa, Kei, pero...tal vez esto no sea muy reconfortante, pero tus acciones fueron solo tuyas y...


— ¡Mami!


Tanto Akiteru como Kei pegaron un ligero respingo a la voz del pequeño que se acercaba corriendo en su dirección, el rubio menor se precipitó rápidamente hacia él, sin pensarlo y con alarma, y lo sujetó suavemente de los hombros — ¿Pasó algo? ¿Estás bien? — Mitsuki asintió enérgicamente, jadeaba un poco y sus mejillas estaban más encendidas debido a la corta cerrera. Se apartó un paso del rubio, las manos ocultas a la espalda y una mirada entusiasta al mismo tiempo que se balanceaba sobre los talones — ¿Hay algo que necesites? ¿Quieres volver a casa?


El pequeño negó con la cabeza — Tengo algo para ti, la encontré — en todo su entusiasmo, Mitsuki no perdió el tiempo para revelar la pequeña flor de un amarillo brillante, sus pétalos ligeramente alargados se agitaron alegremente bajo los movimientos del feliz moreno — ¿Te gusta? Es brillante como mami.


El rubio jadeó — Es muy bonita —  la tomó con una sonrisa, unas cuantas horas habían bastado para que esta dulce criatura le robara completamente el corazón. Sonrió — Gracias — le acarició la cabeza y repentinamente él miró en dirección a Akiteru como un niño presumido y alegre ¿Qué estaba sucediendo aquí? La risa de su hermano le indicó que sabía algo que Kei desconocía.


— Está muy apegado a ti, creo que te lo dije antes...quiere tener toda tu atención — era posible que no le gustara mucho cuando otras personas eran muy amigables con él, era la primera vez que lo veía así. Debió haberle gustado mucho que Kei hablara y le prestara tanta atención antes, nunca sucedía muy a menudo — ¿Por qué no le das un premio por su obsequio? — el rubio alzó una ceja — ¿Un beso tal vez? Lo hará muy feliz.


— Un...— ¿Un beso? Miró al pequeño, de verdad parecía entusiasmado ¿Estaba bien que lo hiciera? De pronto sintió que era todo lo que deseaba, por esos brillantes ojos dorados y la expectativa que reflejaban, por esas mejillas sonrosadas y esa carita sonriente. Ni siquiera tenía que preguntarle si lo quería o a si mismo si era lo correcto, su cuerpo ya se había inclinado en dirección a Mitsuki y sus labios hicieron un contacto gentil con la frente de esta — Gracias por la flor, es...es un regalo bonito.


Era un poco vergonzoso, pero si su hijo sonreía así, si podía sostenerlo así y escuchar el sonido de su risa alegre, entonces todo estaba bien en el mundo.


— La próxima va a ser mucho más grande y más bonita.


— Puedes jugar un poco más, pero no te alejes mucho, vamos a volver en unos minutos ¿Esta bien?


Sin embargo, tan rápido como había llegado, Mitsuki corrió de nueva cuenta hacia el área de juegos, le había regalado una exclamación indicándole que lo había escuchado y de pronto recordó el obsequio que había recibido después del dibujo en el departamento. Una pequeña bolsa llena de todos los dulces que había podido reunir, entre ellos sus adorados chocolates, debió haber sido muy duro para él tener que resistirse a comerlos, sin embargo se los entregó con una sonrisa...porque quería que mejorara pronto.


— ¿Te hace sentir incomodo? — Kei volvió a sentarse sobre la banca — ¿Qué te llame mamá te hace sentir incomodo?


— Es un poco extraño — no era una mujer. No estaba tratando de decir que lo adiara, lo había traído a este mundo después de todo, pero quizá podría decirse que tenía algunos sentimientos encontrados o conflictivos. Akiteru había dicho algo que no había olvidado todavía cuando Mitsuki se lo dijo por primera vez también — ¿No me gustaba que me llamara así? Antes me dijiste que lo dejara pasar por esta vez ¿Qué era lo que hacía cuando...?


— Es algo complicado.


— Solo dilo, es todavía más complicado si no entiendo que es lo que está pasando — lo miró con suplica — Por favor.


No quería imaginar que había lastimado a su hijo de alguna manera, pero si unía las pocas piezas que había reunido, entonces podría decir que no fue exactamente un padre ejemplar. Lo adoraba, pero no podía evitar sentir tristeza cada vez que veía a su hijo, era un sentimiento que ni siquiera ese intenso amor podía borrar ¿Había pasado algo? ¿Le había hecho algo terrible? ¿Era imperdonable?


— Digamos que no te hacia demasiado feliz, aun después de su nacimiento, la responsabilidad de tener un hijo fue difícil de aceptar para ti...tuviste que dejar la escuela debido al embarazo, no podías hacer lo mismo que los muchachos de tu edad...te frustraba y...— calló. Kei siempre estuvo asustado y no supo cómo manejar ese miedo a los sentimientos que nacían en su pecho — No sabias como manejarlo y a veces no reaccionabas muy bien.


Kei apretó uno de sus puños sobre su regazo — ¿Alguna vez lo lastimé o...?


— Por supuesto que no ¿No lo ves? Mitsuki te adora — miró la flor, entonces esa sonrisa dulce volvió a su memoria como una ráfaga de aire tibio. También lo adoraba y este sentimiento no era nuevo para él, pero también dolía — No voy a mentirte, él siempre estuvo triste...es solo un niño pequeño que quiere ser el centro del universo de la persona que considera más especial ¿No ves lo feliz que está ahora? — sonrió con tristeza — Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que lo vi así, pero creo que también podría estar asustado de que vuelvas a dejarlo solo.


Kei bajó la cabeza, tal vez podía entender ese sentimiento, en una pequeña parte lejana y olvidada de su ser, fue capaz de verse a sí mismo en un rincón solitario y a su pequeño niño en su lugar. Era muy duro, como si le atravesara el corazón — Quiero cuidarlo ¿Crees que esto está bien? — acarició un pétalo de la pequeña flor ¿Tenía derecho a desearlo? ¿Merecía el amor del dulce niño que su hijo era? — ¿Lo merezco?


— Esta perfectamente bien, Kei — Akiteru le sujetó la mano, apretándola con la fuerza de sus emociones y le acunó el rostro con la otra — Es perfecto, no existe nadie mejor que tú para eso y nada va hacer más feliz a tu hijo que tenerte de vuelta en su mundo.


Sonrió. Su corazón había tomado una decisión ¿Estaba precipitándose? No podía recordar su pasado, no quería lastimarlo más de lo que podría haber hecho, no quería que estuviera triste, pero no quería alejarse de él nunca más ¿Kuroo se sentía de la misma manera? Habría deseado que hubiera estado aquí también, que hubieran podido salir a caminar los tres juntos, pero tenía la impresión de que eso no lo habría hecho muy feliz. Kei no era tan tonto como para no darse cuenta de que al moreno su presencia no le agradaba mucho.


— ¿Todo bien?


— Sí, creo que solo estoy un poco abrumado con todo esto.


— ¿Es eso? Creo que debería darte un respiro — Akiteru miró hacia Mitsuki, el pequeño correteaba entre los arbustos con varias flores entre las manos. Se levantó — Voy a hacer una llamada, tomará solo unos cuantos minutos...podremos volver cuando termine ¿Esta bien?


— Si.


No observó a su hermano marcharse, su mirada se perdió sobre la pequeña flor entre sus dedos. Se inclinó hasta que su torso casi descansó sobre sus piernas, parecía que no podía hacer nada con la tristeza que invadía su corazón, sin embargo, de la misma manera que esa emoción perduraba, también lo hacía la sonrisa en su rostro y el pequeño sentimiento dulce que nacía de esta. Tenía un hijo muy lindo y gentil, mentiría si no dijera que aún seguía asimilando toda esta situación, pero también lo haría si dijera que no estaba entusiasmado.


Era increíble, esas emociones todavía vibraban en su pecho, no pensaba que podría sentirse de esa manera. Todo había sido caótico y confuso desde que despertó, sin embargo vio a Mitsuki y de pronto parte de este mundo comenzó a cobrar sentido. Supo que ese pequeño era especial para él desde el primer momento, que lo adoraba y que quería atesorarlo siempre.


Siempre. Siempre. Siempre, porqué era su pequeño niño, la dulce criatura a la que adoraba con todo el corazón.


Se irguió, el movimiento fue lento, complicado y un poco doloroso, aún no podía moverse como quería, pero ya no era tan difícil o frustrante como al principio. Estaba bien, lo más importante ahora era que necesitaba darle un poco de jugo a Mitsuki; su pequeño había estado correteando desde que había terminado su helado. Lo tomó de la mochila que traía consigo y guardó cuidadosamente la flor. Necesitaba hidratarse, pero descubrió que no estaba en su campo de visión cuando trató de llamarlo.


— ¿Mitsuki? ¿Dónde...? — se levantó de la banca y avanzó dos pasos torpes hacía el área donde se suponía tenía que estar — Mitsuki...— estaba ahí hace solo un segundo. Se disparó su pulso y con ello, el miedo y la ansiedad comenzaron a apoderarse de él, debía estar cerca ¿Verdad? — ¡Mitsuki! — gritó, el vasito de jugo se deslizó de entre sus dedos temblorosos al no obtener una respuesta.


No. No. No. Esto no estaba sucediendo, su hijo tenía que estar ahí, no había nadie más al rededor, era imposible. Su desesperación comenzó a asfixiarlo, corrió hacia donde los juegos se encontraban. Comenzaba a sentirse frenético. Se tragó un sollozo, no iba a echarse a llorar aquí. Tenía que encontrarlo, su niño tenía que estar aquí, tenía que encontrarlo. Rápido. Rápido. Rápido. No había forma de que fuera a dejarlo solo, se lo había prometido a sí mismo. Iba a cuidarlo, iba a protegerlo.


Todo iba a estar bien. Hace un momento él estaba explorando los alrededores en busca de flores ¿Verdad? Se le llenaron los ojos de lágrimas. Lo había visto antes y Tsukishima corrió en todas direcciones ignorando el dolor, casi tropezándose con sus propios pies, en medio de pasos torpes y desesperados, mientras lo llamaba una y otra vez, pero nadie estaba respondiéndole ¿Por qué? Mitsuki tenía que estar aquí, tenía que estarlo, pero ¿Por qué no podía encontrarlo? ¿Por qué maldita sea? ¿Dónde? ¿Dónde? ¿Dónde? ¿Dónde estaba su niño?


Comenzaba a perder la cabeza, comenzaba a perderse a sí mismo, se estaba desmoronando, pero cuando creyó que estaba a punto de caerse a pedazos, cuando la locura estuvo a punto de tomarlo todo de él, fue capaz de escuchar un sollozo suave y ahogado — ¿Mitsuki? — se limpió frenéticamente las lágrimas de los ojos, tenía que ser. Era su voz, lo era, pero ¿Que había pasado? — ¿Dónde...? — necesitaba llegar a él primero, no parecía estar muy lejos de su posición actual. Necesitaba darse prisa. Lo necesitaba.


Este parque era bastante grande, pero estaba seguro de que debía estar cerca. Avanzó a grandes zancadas; bancas vacías, jardines, se había alejado de la zona de juegos hace un tiempo ¿Dónde estaba? Volvió a llamarlo. El sonido de esos sollozos eran un poco más fuertes, provenía de entre unos arbustos. Su corazón estaba frenético, dolía, como si fuera oprimido lentamente hacia la muerte. Deseó gritar de frustración.


Rápido. Necesitaba darse prisa, su hijo lo necesitaba y se precipitó con desesperación entre los arbustos, al pie de un alto árbol, entonces la imagen que le fue revelada le paralizó el corazón. Su niño. Su Mitsuki estaba en el suelo, su rostro cubierto de lágrimas, las flores que había recogido con ilusión desperdigadas a su alrededor, sangre brotaba insistentemente de una herida sobre la zona de su codo, lloraba desesperadamente, pero eso no era lo único que lo había impactado. No. Había alguien con él, una persona y todas las señales de alerta en el rubio se dispararon.


¿Quién era? ¿Quién era lo que quería? ¿Qué estaba haciendo? ¿Ese tipo lo había traído hasta aquí? ¿Lastimó a Mitsuki? ¿Trataba de hacerlo? ¿Quería haberle daño? No. No. No. No. No a su hijo y todo lo que el rubio pudo hacer fue abalanzarse sobre el pequeño niño y sostenerlo entre sus brazos, con el único desesperado deseo de protegerlo. Todo iba a estar bien porque ya estaba aquí, nada malo iba a pasarle, nada importaba más que eso ahora, nada. Podía protegerlo, haría lo que fuera por él, le daría su vida entera.


— Mami...


— Está bien ¿Si? Ya todo está bien — acunó esa pequeña carita cubierta de lágrimas con una mano. Estaba aliviado de haberlo encontrado, estaba tan feliz que las lágrimas que antes trataba de reprimir con desesperación comenzaron a llenarle los ojos. Se asustó, estaba aterrado. Le dolía el corazón, aún se sentía frenético, no sabía lo que habría hecho si no lo encontraba, se habría vuelto loco — Tu herida.


Le tomó el brazo con ínfimo cuidado, como si se tratara de una fina pieza de cristal; la zona del codo tenía un raspón bastante feo, aún brotaba un poco de sangre de este. Asustaba a Mitsuki, debía dolerle mucho, no paraba de llorar. Su pequeño niño sufría y el rubio deseó tomar su lugar — Mami...duele...— susurró, esos bonitos ojos dorados derramando lágrimas amargas y temerosas. Tsukishima le besó la frente.


Necesitaba encontrar algo para parar el sangrado, pero no traía nada consigo que pudiera ayudar. Había dejado la mochila en la banca, quizá lo mejor era volver dónde Akiteru, pero ¿Podría cargarlo en su estado actual? Su brazo aún dolía, igual que su pierna, y sus movimientos eran muy frágiles. No quería lastimarlo más, sin embargo no podía dejarlo así. No era momento para dudar, si tenía que soportar ese dolor por él, entonces lo haría hasta el final. Akiteru también debía estar buscándolos así que...


— Disculpa, si está bien para ti...— Tsukishima jadeó y se interpuso como un escondo entre Mitsuki y este extraño por instinto. Había olvidado la presencia de esta persona extraña en su desesperación, le extendía un pañuelo amarillo ¿Por qué no se había ido? ¿Qué quería de él? — Puedes tomarlo.


Volvió a extender el pañuelo invitándolo a tomarlo ¿Por qué estaba haciendo esto? Lo miró con recelo al mismo tiempo que estrechaba a Mitsuki entre sus brazos, este enterrando la cabeza en su pecho, ahogando sus sollozos — No, estoy...estamos bien — no le gustaba la forma en la que estaba mirándolo, era extraño, como si estuviera perturbado.


Lo inquietó. Parecía bastante joven, probablemente debían tener una edad similar a la suya, era alto, tenía el cabello un poco revuelto y de un color peculiar, parecía fuerte y algo intimidante. Esos ojos de un oscuro dorado ocre lo miraban de una forma tan extraña, de una forma que lo había hecho sentir muy extraño, como fuera de sí mismo ¿Quién era esta persona y por qué no lo hacía sentir tan a la defensiva?


— Yo...— carraspeó, tomó tímidamente el pañuelo que el rubio se negó a tomar entre sus manos — Escuché que un niño estaba llorando y vine a ver qué estaba pasando...creo que se cayó.


— ¿Se cayó? — murmuró — Mitsuki...— el pequeño lo miró con timidez, se encogió entre sus brazos. No había dejado de llorar, se sorbía la nariz de vez en cuando — No voy a enojarme, no te preocupes — le besó la frente, esto estaba bien ¿Verdad? Sentía que si lo animaba él podría abrirse un poco más, Mitsuki era un buen niño, no le mentiría. El corazón de Tsukishima tenía esa confianza.


Su pequeño dudó, esas lágrimas no se detenían, debía dolerle mucho, debió estar muy asustado — Quería la flor — miró hacía el árbol junto a ellos, una brillante flor de rojos pétalos crecía sobre su tronco, había una rama rota en la parte más baja ¿La había usado para trepar? — Es bonita como mami, quería que la tuvieras.


Tsukishima cerró los ojos, estrechaba a su Mitsuki entre sus brazos, el llanto de su pequeño niño volvió a desatarse. No tenía por qué haber hecho algo tan peligroso, era su culpa. Debió haberlo vigilado mejor, debió haber estado más alerta. Tonto, su hijo se había herido a causa suya, sufría y lloraba.


— Lo que hiciste fue muy peligroso, te alejaste demasiado...estaba preocupado ¿Sabes? — le alzó la carita acunándole el rostro — No puedes volver a hacer algo como esto.


— Pero...


— No puedes volver a hacerlo — repitió, su voz siendo un poco más firme, pero suave — No lo hagas de nuevo ¿Si? Si vuelves a lastimarte yo...— hizo una pausa, sus mejillas de pronto se encendieron hasta el punto en el que quemaron, no sabía si este era el mejor momento para decirlo — Mamá va a estar triste si algo te pasa, puedes prometerme que no vas a alejarte así otra vez ¿Verdad? — el pequeño asintió y el rubio le limpió las lágrimas — Si quieres darme una flor la próxima vez podrías dibujarla, así puedo mirarla siempre ¿Te gusta la idea? — el pequeño volvió a asentir, realmente era un niño muy bueno.


De verdad estaba aliviado de haberlo encontrado, estaba tan feliz que no podía soportarlo, que se sentía incapaz de soltarlo, pero tenían que apresurarse y volver. Habría que encargarse de la herida de Mitsuki, pero se encontró incapaz de levantarse una vez lo intentó. Le dolía la rodilla y no podía mover bien la pierna, sus brazos no estaban en mejores condiciones, los dos habían sufrido rupturas en el accidente, aunque uno de ellos había sufrido la peor parte.


¿Ahora qué? No podía solamente quedarse ahí esperando a que Akiteru los encontrara, no era una opción para él. Tendría que soportarlo por Mitsuki, nada era más importante que él, sin embargo alguien extendió una mano en su dirección antes de que pudiera hacer nada.


— ¿Un poco de ayuda?


— ¡Oh! — era esa persona otra vez, probablemente no había encontrado un momento exacto para marcharse, parecía nervioso, sin embargo esa mirada no había cambiado demasiado — No creo...pero...— apretó los labios. Esta persona solo estaba tratando de ayudarle y probablemente también a Mitsuki antes, no estaba seguro de que pudiera confiar en él, pero no le parecía alguien malicioso. Era un poco extraño, sin embargo había un sentimiento que repentinamente estaba ahí — Gracias.


Le tomó la mano y Mitsuki se aferró al rubio, parecía ser un niño un poco receloso, que había marcado a este individuo extraño como alguna clase de enemigo. Fue muy lindo y le palmeó la cabeza antes de ser impulsando cuidadosamente hacía el frente. Jadeó. Su pierna cedió por el dolor de aquel repentino movimiento, estuvo a punto de caer al suelo, no podría detener aquella inevitable colisión, no podría hacer nada, sin embargo Tsukishima fue firmemente sujetado por la cintura y estrechado contra el cuerpo de esta persona.


Contuvo el aliento. Quemaba ¿De quién era el corazón que estaba latiendo tan frenéticamente? ¿Por qué no podía moverse? Le zumbaron los oídos, sin embargo, repentinamente una lejana melodía hizo eco en las paredes vacías de su mente. Lo aturdió. Fue dolor. Estuvo confuso y asustado, tanto que no pudo evitar agitarse frenéticamente para romper el abrazo que los unía ¿Qué era esto? Rápido. Volvió ese sentimiento de ansiedad.


Se tambaleó hacía atrás, chocando su cuerpo contra el tronco del árbol. Mitsuki se aferró a él, lo llamaba entre lágrimas y Tsukishima le acarició la cabeza. El corazón del rubio estaba latiendo frenéticamente, no se sentía bien. Estaba temblando, sin embargo se forzó a sonreírle a su pequeño hijo ¿Qué estaba pasándole? ¿Qué era esto? ¿Por qué no podía arrancar ese calor de su piel? ¿Qué era eso que creyó haber visto en un instante fugaz? Le dolía la cabeza.


— Lo siento ¿Estás bien?


El extraño de cabello bicolor se aproximó un paso en su dirección, sin embargo el rubio alzó una mano pidiéndole detenerse. No podía, no quería sentirlo otra vez...estaba mal — Si — suspiró, necesitaba centrarse. Lo que acababa de pasar no era importante, necesitaba enfocarse en Mitsuki — Mi hijo y yo deberíamos volver, lamento mucho haber causado...


— ¿Es tu hijo? ¿De verdad tienes un hijo? — lo interrumpió el bicolor, la expresión de su rostro fue tan impactante con la primera vez.


— Es...si, es mi hijo — le sujetó la mano y acercó a él en un gesto protector ¿Por qué estaba mirando tanto a Mitsuki? ¿Que era este nuevo sentimiento? Era tan familiar — ¿Hay algún problema con eso?


— No, es solo que pareces muy joven — aquel chico sonrió, forzándose a hacerlo, a parecer tranquilo y amigable, pero tan aturdido y confuso que no había sido pasado por alto para el rubio — Pero...se parece mucho a ti.


Tsukishima sonrió sin darse cuenta ¿Eso era cierto? Miró a Mitsuki, su dulce niño aún sollozaba. Le acarició el rostro, tendría tiempo suficiente para admirarlo todo lo que quisiera después, por ahora su prioridad era atender esa herida. Tendría que pedirle a su hermano que llamara a un médico lo más pronto posible — Deberíamos volver — le dijo, el pequeño le apretó la mano — Mi hijo y yo vamos a...


— ¡Kei! — Akiteru llegó corriendo, parecía que había estado haciéndolo por un rato por su desarreglado aspecto frenético, sudor le cubría la frente. Le sujetó los hombros nada más alcanzarlos — No estaban por ningún lado cuando volví, estuve llamándolos todo este tiempo, pero nadie respondía — le tocó el rostro y miró a Mitsuki — Estás pálido y Mitsuki está llorando ¿Qué fue lo que...?


Akiteru calló tan abrupta y repentinamente que fue inquietante, entonces frunció profundamente el ceño a la persona que aún se encontraba con ellos. Este desvió la mirada, como si no se atreviera a hacer contacto visual con él, sin embargo no se movió y un silencio incómodo y pesado cayó sobre ellos. Kei apretó la mano de Mitsuki como un reflejo, le sonrió tratando de calmarlo y a sí mismo. Quería decir algo, pero le fue imposible.


Su hermano parecía tenso, la expresión de su rostro era muy extraña, dura, fría. No creía que lo hubiera visto así antes ¿Había un problema? ¿Por qué no estaban diciendo nada? Esta persona no había hecho nada malo, quería decírselo, pero antes de que pudiera hacer nada Akiteru volvió a hablarle, sin embargo no lo miró de inmediato.


— Vámonos, no deberíamos estar aquí — se volvió para mirarlo, si actitud lo desconcertó ¿Para quién eran esas palabras? Tiró de él, casi empujándolo — Parece que Mitsuki está herido, deberíamos atenderlo lo más pronto posible...puedes contarme los detalles en el camino — tomó al pequeño en brazos y comenzó a avanzar.


— Si, él...por una flor...en...en el árbol — murmuró torpemente. Entendía la prisa de su hermano porque también se sentía de la misma manera, su hijo necesitaba atención de inmediato, pero esto era extraño. Akiteru no estaba actuando como normalmente ¿Había algo que estaba mal? ¿Se molestó por haber dejado que Mitsuki se hiriera? — Antes de que nos vallamos, él...


Trató de voltear en dirección a aquel chico, lo había ayudado, al menos quería agradecerle, sin embargo Akiteru volvió a tirar de él — Vámonos — sentenció. No estaba siendo brusco, pero tampoco se parecía al hermano que conocía ¿Qué lo hizo cambiar? ¿Qué fue lo que pasó?


Fuera lo que fuera, Kei decidió que no quería pensar en eso, su prioridad principal era su hijo. Probablemente debía ser lo mismo para Akiteru, no necesitaba pensar demasiado, sin embargo no podía quitarse la sensación de ese calor, del ardor de esa mirada ocre, sobre la piel.


No podía y en una parte de él, sintió que esa persona resultaba abrumadoramente familiar.


*****


— ¡Oh! — Yaku se detuvo, retrocedió abruptamente y jadeó en el instante en el que la puerta de la oficina de Kuroo fue abierta. El teléfono móvil que sostenía casi deslizándose al suelo debido al impacto de su repentina presencia — ¿Todavía estás aquí? Pensé que ibas a volver más temprano — el castaño se recompuso con un suspiro — ¿No habías dicho que tu hijo estaba de visita?


Kuroo suspiró, lento y pausado — Está de visita, yo mismo fui a buscarlo, pero...— el plan original era volver temprano, no quería que su hijo permaneciera con Kei por demasiado tiempo. Su influencia no era buena, pero se había dejado convencer por Akiteru de esperar un poco más, pensó que podía permitirlo solo por esta vez, pero ¿Qué era lo que había obtenido? — Parece Mitsuki tuvo un accidente en el parque, debería ir a verlo de inmediato...


El castaño parpadeó con alarma — ¿Es algo grave? ¿Cuál es su condición?


Kuroo se pasó la mano entre el cabello. Esto era lo que obtenía por dejar a su hijo al cuidado de alguien que no tenía el más mínimo interés por él. Esto no iba a funcionar desde el principio, a Kei nunca le importó lo suficiente, dudaba que verlo pudiera cambiar algo o que trajera alguna clase de recuerdo. Hasta donde sabía el rubio solo podría estar fingiendo para parecer frágil a sus ojos o para asegurar su lugar.


La forma en la que Kei había reaccionado antes le había dado una expectativa equivocada, pero, después de todo, las personas como él no cambiaban tan fácilmente.


— Trataba de trepar un árbol y cayó, el hermano de Kei dijo que solo tenía un par de raspones, pero tengo que ir a verlo.


Yaku suspiró con alivio y lo miró con una sonrisa — Te preocupas demasiado, Mitsuki está en una etapa en la que tiene más energía...cosas como esta van a suceder.


— Eso lo sé, pero...— apretó los labios. No lo hacía sentir mejor, Mitsuki no tenía por qué llorar con nada y estaba seguro de que en circunstancias diferentes esto no habría sucedido — Sigue siendo mi hijo y tengo que verlo de inmediato — si hubiera sido informado de esto antes, entonces no habría dudado en dejarlo todo, pero el hermano de Kei decidió esperar hasta la última hora para hacérselo saber. Odiaba esto, estar separado de él ya era lo suficientemente duro — Podemos hablar de lo que tenemos pendiente en la junta de mañana...en cuanto a Kenma ¿Cómo está?


— De mal humor, nuestra elección final no fue mucho de su agrado...pero está trabajando.


Kuroo hizo una mueca con los labios; imaginaba que sería así, Kei era demasiado difícil de reemplazar — No hay mucho que podamos hacer con eso, va a aceptarlo tarde o temprano — ya le había dicho que el rubio no estaba en condiciones de venir...además el moreno no lo quería al rededor — De todos modos voy a hablar con él mañana.


Se despidió rápidamente de Yaku, su castaño amigo no se atrevió a detenerlo al ver lo apresurado que estaba. La verdad era que no tenía el ánimo suficiente para discutir sobre nada, no había sido el mejor día en muchos sentidos y esto solo lo había hecho peor. Estaba de mal humor, inquieto, cansado y harto. El camino de vuelta había sido una larga y tormentosa eternidad para él, estaba en la hora más caótica de la noche. Al menos la zona donde vivía era lo suficientemente privilegiada como para permitirle avanzar sin problemas, pero su tiempo de espera en el elevador no fue diferente de antes.


La idea de que su hijo había terminado herido esta tarde había desatado sus emociones, le había permitido quedarse porque sabía que la noticia de que podría ver a Kei lo había hecho realmente feliz. Incluso si solo había recibido su indiferencia en todos estos años o si todo lo que había obtenido de él fue su ausencia y rechazo, su pequeño niño todavía lo amaba con todo el corazón. Podía llegar a ser muy frustrante, no podía solamente ir y decirle lo que pensaba para hacerlo entrar en razón, lo lastimaría y eso era lo último que deseaba.


Kuroo abrió la puerta del departamento y se precipitó a su interior, él hermano de Kei estaba ahí, al teléfono — ¿Cómo está mi hijo?


— Te dije que no había nada de qué preocuparse — colgó el teléfono y se cruzó de brazos — Fue solo un raspón...el medico que vino a verlo dijo que no sería un problema.


El moreno rodó los ojos. Este tipo parecía demasiado despreocupado, este podría haber sido un resultado muy afortunado, sin embargo Kuroo no pensaba de la misma manera que él. Veía mucho más allá — Digamos que tuvo suerte, pero los dos sabemos que pudo haber sucedido algo mucho peor...Kei nunca se preocupó por la seguridad de nuestro hijo, no debí haberlo dejado solo con él el primer lugar.


— Estas haciendo un escándalo por algo que no sucedió, Kuroo.


—  ¿Te parece que eso no fue nada? — mustió Kuroo, con la mandíbula apretada, hizo un esfuerzo casi monumental para no acercarse a él — Mi hijo se lastimó y eso no habría sucedido si no hubiera estado con él...Kei solo se preocupa por él mismo; tenía un capricho, lo consiguió y decidió que ya no lo necesitaba. Es más simple de lo que parece, no es apropiado para cuidar de Mitsuki...los dos sabemos que nunca le ha importado.


— Tú no sabes nada.


Kuroo rió sin una sola pizca de humor, como una muestra de burla a las absurdas palabras que habían llegado a sus oídos ¿A quién estaba tratando de engañar aquí? ¿Creía que sería tan idiota como para caer con eso? — Se más de lo que tú podrías, así que no vengas a tratar de jugar conmigo...puedes decirle a Kei que no va a funcionar — había terminado con él y con todo esto desde hace mucho tiempo y agradecería que tuviera la consideración de callarse de una jodida vez. Necesitaba un momento de paz y no estaba consiguiéndolo desde el regreso del rubio.


No tenía ganas de seguir discutiendo, no cuando sabía que su hijo estaba aquí y podía ser testigo de una escena tan desagradable. Mitsuki era un niño muy sensible.


Pero este tipo solo lo miró con cansancio, en un silencio tan profundo y molesto que le apretó el estómago, Akiteru siempre iba a estar de lado de su hermano sin importar que. Era uno de sus problemas más grandes — Entonces tal vez deberías verlo por ti mismo — lo invitó a avanzar con un movimiento de mano. Kuroo lo miró con recelo ¿No habría más replicas por hoy?  Ya ni siquiera sabía si eso le hacía feliz — Están en la habitación de Kei, fue un día largo y los dos estaban muy cansados — sonrió, esta vez tranquila y melancólicamente — Mitsuki parecía muy feliz...es todo lo que quería decirte antes de marcharme.


Kuroo no respondió a las palabras de Akiteru, le dedicó una fría mirada y avanzó por la sala de estar hacia el pasillo, la habitación que antes compartía con Kei era la segunda a la izquierda. Era una imagen imposible, pero de acuerdo a las palabras del hermano del rubio, su hijo debería estar aquí. Empujó la puerta sin detenerse en aquel tiempo amargo, tenía que verlo, entonces descubrió una imagen inusual sobre la gran cama, algo  que no había visto antes.


Se aproximó, un dulce aroma flotaba en el aire y se mezclaba con la tranquila melodía de dos respiraciones perfectamente acompasadas. Trató de ver esto con indiferencia, pero no pudo evitar pensar o ser atrapado por una imagen que parecía dulce a sus ojos. Acarició el cabello de Mitsuki, el pequeño se removió y Kei apretó como si los dos trataran de fundirse en el abrazo que los unía. Su hijo parecía muy feliz, pero ¿Cuánto de esa alegría era real? Si se ilusionaba ahora su corazón iba a romperse después, no quería eso. No era esto lo que deseaba para el pequeño al que atesoraba.


— No deberías estar aquí — susurró, con voz apagada y poco audible.


Movió a Mitsuki cuidadosamente, no le sorprendió lo renuente que fue a abandonar los brazos de quien era el objeto de su más profundo amor, pero si lo hizo con que Kei también actuara de la misma manera. Trató de no pensar en eso, decidió ignorarlo y actuó con la frialdad suficiente como para que el hecho de verlo hecho un ovillo tras la pérdida del calor que ese pequeño cuerpo le otorgaba no le importara demasiado y le dio la espalda, deteniéndose solo un segundo, soportando aquello en lo que no quería pensar, entonces fue a la habitación de su hijo y lo depositó cuidadosamente sobre la cama.


El dulce niño que se aferraba a su conejo de felpa favorito no calmó la agitación de su pecho — ¿Estas bien? — su brazo tenía una venda pequeña, en una zona algo minúscula. Él tampoco parecía incomodo, no debía dolerle más, pero debió haber estado asustado y solo — Lo siento — le besó la frente y lo arropó con cuidado, no debió haberlo dejado solo — Lo lamento de verdad — lo estaba haciendo mal, nada era más importante que su hijo — Pronto vamos a estar juntos ¿Si? Pronto.


Solo un poco más, mientras tanto, lo mejor sería mantenerlo fuera de la influencia de Kei. No quería que tratara de usarlo egoístamente y odiaría que lo lastimara, pero...


— Mami...— iba a ser muy difícil cuando su hijo adoraba a Kei — ¿Dónde...? Mami.


Mitsuki parpadeó, se removía lentamente entre las sabanas tratando de levantarse, esos adormilados ojos dorados buscando en los alrededores sin encontrar lo que su corazón deseaba. Palmeaba insistentemente la cama como si de esa manera Kei pudiera aparecer. Incluso si sabía que era imposible.


— Te traje aquí porque pensé que querrías estar más cómodo, te caíste antes ¿Te duele?


El pequeño lo miró con confusión, no había reparado en su presencia, pero fue hacia él en cuanto lo hizo y le regaló un abrazo — Papá, bienvenido a casa...— frotó la cabeza contra el pecho de Kuroo y bostezó — No me duele nada ¿Puedo volver con mami? — lo miró, esos tímidos ojos dorados podían derretir fácilmente su frío corazón.


— A él no le gusta que lo llames de esa manera, además su condición...


— Dijo que estaba bien y también dijo que quería que nos quedáramos juntos — Mitsuki frunció los labios, su mirada volviéndose un poco más ansiosa e inconforme — Va a estar triste si no me ve, tengo que ir — esa fue una declaración, y con ello, el pequeño trató de bajar de la cama, sin embargo Kuroo lo detuvo sujetándolo de los hombros antes de que pudiera hacer nada — Va a estar triste, papá...Mit-chan tiene que ir — repitió.


Lo dudaba mucho, Kei no se preocupaba por nadie más que por sí mismo, pero Kuroo no se atrevió a decírselo. Mitsuki era generalmente un niño muy obediente y tranquilo, le preocupaba mucho su insistencia — ¿Él te dijo algo o te dio algo mientras estaban juntos? ¿Te pidió que me dijeras algo otra vez?


Mitsuki negó con la cabeza — No me dijo nada, pero...— el bajó la cabeza ¿Le había pedido que hiciera algo como antes? — Mami estaba diferente, lloró mucho cuando me caí...Mit-chan estaba triste por eso, pero también estaba feliz — sonrió tímidamente — Mami me gusta todavía más, hoy hicimos muchas cosas juntos...fue muy divertido y prometimos que íbamos a dormir juntos, por eso tengo que ir — insistió con entusiasmo — Papá también, podemos estar juntos los tres ¿Verdad? La cama es muy grande, vamos — lo animó el pequeño, tirándole de la camisa, con una nueva luz en sus ojos.


Kuroo abrió y apretó los labios, no supo cómo responder al entusiasmo del niño al que adoraba. Lo inquietaba. Que fuera feliz era bueno, pero que Kei fuera el motivo de esa alegría lo hacía sentir dudoso — Oye — lo llamó. Lo besó en la frente — ¿Recuerdas que te dije que mamá ha estado un poco enfermo? — Mitsuki asintió — Tal vez deberíamos dejar que tenga un poco de espacio al menos por esta noche ¿Está bien? Mañana es sábado, puedes pasar un poco más de tiempo con él antes de volver con la abuela.


La sonrisa del pequeño se desvaneció — Pero yo me quiero quedar, papá...voy a ser un niño bueno y obediente, voy a hablar bien — los suplicantes ojos de Mitsuki se llenaron de lágrimas, parecía desesperado — ¿Puedo quedarme? No voy a molestar a nadie, tampoco voy a romper nada o a mojar la cama otra vez, Mit-chan lo promete...papá, por favor...quiero estar con mamá y papá.


— No, no se trata...no es...— estrechó a Mitsuki entre sus brazos, tenía un nudo en la garganta. Lo lamentaba, lo lamentaba con toda el alma, pero ¿Qué iba a pasar si le permitía quedarse? Iba a pedirle el divorcio a Kei, esto no tenía sentido. No servía de nada alimentar un sueño que podría ser roto en cualquier momento. Su hijo no merecía vivir una mentira, no merecía verlos pelear, insultarse o traicionarse uno al otro. No lo merecía. No era esa la vida que quería que tuviera. Necesitaba algo mejor, una vida que ellos no podían ofrecerle juntos — No se trata de ti, Mitsuki, tu eres lo más precioso que tengo — susurró lentamente, sus labios haciendo contacto con la frente del pequeño — Eres el pequeño niño al que adoro.


— Entonces ¿Por qué no puedo?


Mitsuki sollozó amargamente, entonces Kuroo lo abrazó con todo lo que tenía.


— Porque...porque...porque no es el momento ¿Si? — esto estaba rompiéndole el corazón, pero ¿Que más podía hacer? Quería protegerlo, quería que pudiera seguir sonriendo, quería que pudiera tener una familia de verdad y eso era algo que ya sabía que él y Kei no podían ofrecerle. Quiso creer que era posible, lo intentó porque los amaba a ambos, pero estaba equivocado, siempre estuvo equivocado y esa verdad todavía dolía como una muerte lenta. Todavía — Pero pronto ¿Puedes ser un poco más paciente?


— ¿Y vamos a poder ir al parque los tres? ¿Vamos a poder comer helado y dormir juntos?


Kuroo apretó los párpados con una mueca de dolor. Esto de verdad era muy difícil, demasiado cada vez, pero necesitaba mantenerse firme sin importar cuánto esto estuviera destrozándolo — Tal vez — le acunó el rostro y limpió las lágrimas de Mitsuki con el dedo pulgar — Hay alguien que me gustaría presentarte más adelante...es especial para mí, pero podemos hablar de eso después, por ahora debes descansar ¿Tienes sueño?


— Pero mami...mi mami...— se separó de Kuroo y sentó sobre la cama. No estaba conforme con esto, miró al conejo entre sus brazos, lo apretó entre sus brazos y para impacto de Kuroo lo extendió en su dirección — Quiero que lo tenga, así no me va a extrañar tanto...es un conejo especial, cuando mami me lo dio dijo que iba a cuidarme siempre...por eso, para que mejore muy rápido y para que no esté solo...


— ¿Quieres dárselo? — él asintió ¿Al juguete del que no se desprendía jamás...incluso si otros niños lo molestaban? Su tesoro — Claro, voy a dárselo...seguro él...él va a estar feliz — le sonrió con duda y besó la frente después de tomarlo.


Tal vez que Mitsuki aceptara a Akaashi iba a ser un poco más complicado de lo que había imaginado.


No era demasiado tarde, pero le dio las buenas noches a Mitsuki después de dormirlo y arroparlo. Se aseguró de que la pequeña lámpara estuviera encendida antes de salir, su abuela no estaba de acuerdo en que siguiera usándola, pero Kuroo quería que durmiera tranquilamente. Había sido un día muy largo también para él.


Le dio un último vistazo antes de abandonar la habitación con el conejo de Mitsuki entre sus manos. Tener que visitar a Kei no lo hacía muy feliz, pero estaba haciendo eso por su hijo. Le hizo una promesa y al menos él no quería decepcionarlo. Pensó que era una suerte que no tuviera que cruzar una sola palabra con el rubio, pero incluso si no tenía que hacerlo, verlo era conflictivo. Demasiado.


Abrió la puerta. Kei solo estaba ahí y algo en Kuroo se desestabilizaba. Ni siquiera tuvo el ánimo de acercarse a él hasta después de varios eternos minutos, su presencia era insoportable, pero verlo sollozar entre sueños fue complicado. Solía hacerlo muy a menudo en el pasado, después de su matrimonio y con el embarazo, el mundo de ese niño se había caído a pedazos y se había transformado en una criatura frágil y preciosa para él.


Le acarició el rostro sin darse cuenta, una mirada ausente y sentimientos agridulces en su pecho. Había sido muy duro para Kei, pasaba la mayor parte del tiempo encerrado en la habitación y Kuroo siempre se sintió culpable, ese sentimiento lo acompañó por mucho tiempo. Lo deseó cuando sabía que era incorrecto, no pudo soportar el peso de su lujuria, lo dominó esa locura y había hecho algo imperdonable, siempre lo supo, desde el primer momento en el que tuvo la oportunidad de probar esos dulces labios de miel, siempre, que esto era una locura imposible y aun así había decidido tomarlo todo...aun así había terminado perdidamente enamorado de él.


Hasta un punto en el que pensó estúpidamente que estaría dispuesto a darlo todo por Kei, con una magnitud tal que incluso ahora, muy en el fondo de su ser, aún se atrevía a preguntarse si algo de ese ardiente amor había cambiado.


Porque verlo siempre era conflictivo para Kuroo, porque Kei siempre fue más de lo que jamás debió para él.

Notas finales:

>3< Gracias por leer >3<


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