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Hilo Rosa por Neo neru

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Notas del capitulo:

Hola, hola. Recuerden que Qraion es dueña de: Zurie, Atif y Clare.

 

Espero que hasta ahora tengan uno o dos aprendizajes sobre la gente, porque hoy retomaremos la lección uno de esta historia.

Como recordarán, se pudo ver quién era Zurie y Kiki con sólo describir sus zapatos. No vimos más que la fortaleza de aquellos personajes, conmoviéndonos con su fragilidad o deseo de sentirse protegido en el caso de Zuri, pero…. ¿qué pensarían si les hablara de unos zapatos rotos?

El calzado de hoy se mueve con aparente seguridad en cada paso, sin embargo, por cada zapatazo que se da, se puede ver cómo la suela se despega un poco, además de que de los orificios que tiene sale polvo junto con un aroma a humedad; y es que a pesar de ser unas botas góticas clásicas, es evidente que ya deben ser tiradas, aunque claro…no se sorprendan si es el dueño quien termina en el basurero como el zapato usado que es… ¿no adivinan? Altair no es un personaje fácil de describir…

—Atif no ha llegado —susurró Kiki a Zurie, mientras trataba de prestar atención a la clase.

—No. ¿Crees que se haya encontrado con Altair y pasado algo? —habló por lo bajo de igual forma, mirando por el rabillo del ojo al mencionado.

—No creo—musitó Kiki, al mismo tiempo que jugueteaba nerviosa con el holán de su vestido rosa.

— ¿Puede integrarse el alumno?—interrumpió la clase quien parecía ser la asesora de la escuela, teniendo a un Atif cabizbajo a su lado, quien usaba una ropa que no iba con él, como si hubiese recolectado prendas de objetos perdidos.

Altair bufó una risita sonriendo de lado, con una mueca que no le agradó ni un poco a Zurie ni a Kiki. El profesor por su parte, sólo dejó entrar a Atif, sin prestar atención al entorno.

Atif se apresuró para ir a esa anhelada esquina para casi refugiarse con sus amigos. Kiki lo más pronto posible, le tomó de la mano, pero sus ojos se fijaban en Altair, a su vez que la vena de su frente le saltaba un poco.

—Bien clase, eso es todo por hoy. Pueden salir al receso. —Concluyó el profesor tras tres horas de clase, tres horas donde Kiki nunca le quitó la mirada a Altair, ni siquiera cuando contestaba al profesor o levantó la mano.

—Veo que no dejas de verme, bom…—comenzó a hablar Altair. Zuri le iba a interrumpir, sin embargo, nunca esperaron que Kiki fuera quien alzara primero la voz.

— ¿Qué le hiciste a mi amigo, puto?—bufó Kiki con una ronca y algo varonil voz, pareciendo que el diablo se le había metido.

Altair se trabó un poco. Todos la veían sin creer que aquella profunda voz le saliese.

—Dime… ¿Qué le hiciste a mi amigo, pequeño pedazo de porquería?—gruñó Kiki, bajándose del asiento, para en seguida desamarrar uno de sus pesados zapatos para tomarlo de la correa y moverlo como si fuera una honda.

Zuri sin pensarlo, tomó a la niña de la cintura para cargarla y contenerla.

—Muévete Atif, muévete —ordenó Zurie al chico, saliendo de ahí lo más rápido posible antes de que Kiki les metiera en problemas.

—Suéltenme, suéltenme—se quejaba Kiki, comenzando a amenazar e insultar en francés aun con esa voz grave a Altair.

Zurie se apresuró a llevarla con todo y su lunch al jardín de la escuela, sentándola a la fuerza bajo el árbol para meterle un punkesito que ella traía en su tupper como si fuera un chupete para calmarla.

—Bien, dime… ¿Qué pasó?—habló Zurie como la voz de la razón.

—Uh, Altair ayer apareció y…uh, me robó mi ropa, mis zapatos y—su voz se iba apagando más y más, a su vez encorvaba su cuerpo —me encerró en el casillero.

Zurie se quedó callado, un tanto serio, volteando a ver a Kiki quien tenía una mueca seria de preocupación.

—Te podemos acompañar a denunciar con la policía, eso que hizo no está bien—dijo Zurie con su usual tranquilidad.

—Sí, eso no estuvo nada bien. Pudo haberte pasado algo en ese casillero. Tienes que…que…—secundó Kiki, tomando sus manos contra su pecho.

—Estoy bien chicos, sólo…sólo fue una pequeña malicia—se excusó con dificultad, tratando de comunicarse lo mejor posible, sintiendo mucha vergüenza y ganas de llorar.

Zurie y Kiki se voltearon a ver un momento, un poco más preocupados, sin embargo, respetaron la decisión de Atif de no hacer nada, pero eso no quería decir que quitarían el dedo del renglón…ellos estarían siempre con él para cuidarlo.

—Bien…dejando temas tristes a un lado, ¿quieren venir a mi casa a comer y hacer la tarea juntos?—dijo animada Kiki—.Podemos ver películas, comer palomitas y, y, y no sé, hasta se pueden quedar a dormir para conocernos mejor. Claro si es que los papás de ambos no tienen problemas.

—No creo que tengamos problemas en casa—respondieron sorpresivamente los dos al mismo tiempo.

— ¿Seguros?—dijo Kiki algo desconcertada, y es que ella para todo le pedía permiso a su hermano, o a Clare si el otro no cedía.

—Vivo solo, mis padres siempre están de viaje. Me mudé aquí a murica —logró decir torpemente Atif—porque creían que debía tener una vida más estable.

—Wow, ¿solo?—dijo Zurie con cierta sorpresa, no mucha, ya que su caso era casi igual.

—Bien, no se diga más…le diré a mi hermano—sentenció mientras enviaba un mensaje.

(…)

—Altair, si vuelves a dejar a alguien encerrado en el casillero otra vez durante todo el día, no podrás volver a venir a la escuela—habló el director, reprendiendo al menor con suma tranquilidad.

—Me hizo enfadar—se excusó, acomodándose sobre los muslos del hombre, a la vez que sus brazos se enredaban en su cuello.

El director bufó una risa, como diciéndole un “no tienes remedio”. Altair soltó un jadeo, sintiendo cómo el director apretaba su trasero sin pena alguna.

— ¿Hoy trabajarás en la farmacia de tu padre?—cuestionó el director con tranquilidad, colando su mano en el pantalón del niño para apretar más sus glúteos, masajeándole e incluso clavando sus uñas.

— ¿Para qué quieres saber, si ya me tienes aquí?—habló con arrogancia y aparente picardía.

—Para saber si hoy puedo tenerte sólo para mí—jadeó el viejo gordo, lamiendo el cuello del chico para clavarle una fuerte mordida.

Altair apretó los dientes, rechinándolos un poco para finalmente esbozar una leve y torcida sonrisa.

—Espera un momento, déjame ponerme en tono…—dijo sacando unos cigarros que no eran exactamente de tabaco.

—No vas a fumar esa mierda en mi oficina—le reprendió el director, tomando la mano del chico con tanta fuerza que crujió, provocando que soltara el cigarro.

Altair apretó los labios del dolor, sin percatarse cómo el director se prensaba fuertemente de sus cabellos para azotarlo contra el escritorio, y hacer la labor que tanto ansiaba, haciendo que el mueble rechinara con las embestidas que comenzaba a dar.

Tensó la mandíbula, conteniendo algunos pasivos jadeos, pues no es como si no pudiese gemir, es decir, no es como si la gente no supiera de estas cosas…no es como si los profesores e incluso otros alumnos no lo hicieran, pero aun así, tenía algo de dignidad. Aunque pronto iba a ser un zapato sin compostura.

El chico finalmente terminó con su cuota mensual con el director, un tanto adolorido regresaba a la farmacia donde su padre era el dueño; ahora le tocaba el turno nocturno, así que debía apresurarse antes que se pusiera el sol.

—Llegas tarde—reprendió el padre del menor, quien 24/7 olía a alcohol, sin embargo, se disimulaba bastante con el aroma a farmacéuticos del lugar.

— ¿Siempre me extrañas así?—se burló sonriendo de lado, mientras se colocaba aquella mugrosa bata corta la cual era su uniforme.

—Ah, ojalá tu madre hubiese tenido ese carácter…habría sido mucho más atractiva—jadeó el hombre con una mirada lasciva.

El señor Harrison, padre de Altair, era muy querido en el pueblo por ser el “doctor” de toda la vida, quien recomendaba medicina o te hacía la droga que tu cuerpo requería, hablando médicamente…pero como sabemos, caras vemos, corazones no sabemos. Aunque irónicamente, muchos conocían el corazón de ese hombre y se dejaban influenciar, después de todo, él era el dueño de la atracción principal de aquel lugar.

—Sí, bueno…si hubiese tenido mi carácter, no estarías jodiendo ahorita mismo—habló Altair con cierta altanería.

Su padre frunció un poco el ceño, tomándole de los cabellos con más violencia de lo usual.

— ¡Joder!—gruñó exasperado— ¡¿Qué tienen ustedes los adultos, con mi puto cabello?! Me lo vas a arrancar—se quejó. Sus manos se iban a las ajenas para que le soltara.

— ¿Quién te tocó sin pagar?—habló de manera baja y gruesa, tirando más para observar su cuello mordido.

—Follo a la gente que quiero cuando quiero—sentenció Altair, logrando soltarse—. Así que no molestes, no te sorprendas que me divierta.

El señor Harrison le iba a responder, hasta que escuchó la campana de la tienda. Se quedó callado por completo, y es que aunque muchos solicitaban el servicio de Altair…no todos estaban enterados de esto.

—Buenas tardes, señor Grimm—saludó con esa dulce sonrisa que cualquier viejo podría tener.

— ¿Qué tienen de buenos?—refunfuñó con su receta médica—. Como sea, será lo de siempre, por favor.

—Altair…—dijo el padre a su hijo, entregándole la receta, mientras éste de mala gana iba a la bodega— ¿Días difíciles, joven?

—Sí, supongo que sí…mucho trabajo, pero se agradece de alguna forma—respondió Grimm sobando su cuello.

— ¿En estos días cree que le pueda llevar mi camioneta de entregas? Ustedes son excelentes en lo que hacen.

—Bueno, no es como si hubiesen otros mecánicos, pero sí…

— ¿Cómo sigue Kiki?

—Pues, le han aumentado la dosis…creo que los dolores han sido un poco más fuertes pero ella ha logrado estar bien, ha hecho nuevos amigos. Ahora mismo están en la casa—habló con cierta tranquilidad.

—Tome…—llegó finalmente Altair con la medicina, sin poder evitar escuchar que aquella mocosa nueva era aquella famosa hermana menor del tipo que mes con mes venía a la farmacia.

—Sí, gracias…se cuida señor Harrison—dijo Grimm, pagando finalmente.

Ambos suspiraron una vez se fue el grandulón. El señor Harrison volvió su mirada a su hijo, pero antes de continuar en lo que se habían quedado, bajó la mirada observando algo nuevo en su hijo.

— ¿Y esos zapatos? Nunca te los he visto. —Arqueó una ceja desconcertado.

— ¿Te gustan?—preguntó descaradamente, modelando aquellos tenis blancos—.Están muy suaves por dentro y por fuera y…

—No van contigo, están muy limpios—se mofó por verlo modelar aquel calzado—.Se nota que los robaste, porque seamos honestos…nadie te compraría algo así, y nunca te alcanzaría a tener algo decente.

La sonrisa arrogante de Altair se quedó algo congelada, fingiendo que aquellas palabras no le taladraban.

—Están cómodos para este trabajo de porquería—respondió tranquilamente.

—Mejor cómprate o roba unas rodilleras, sabemos que no estás tanto tiempo de pie—dijo el padre como último, palmeando su mejilla para finalmente retirarse a la bodega, donde esperaría a su hijo y clientes cuando empezara el festín.

Por otro lado tanto, en esa noche Atif se encontraba sano y salvo en la sala de la casa de Kiki junto con Zurie, recostado en el sofá/cama. Era extraño que por primera vez, sintiese un lugar como un hogar; sin embargo, a pesar de la comodidad y felicidad, no podía quitarse de la mente a Altair, pues en su encierro en el casillero hubo algo que nunca esperó ver.

—Me pregunto…qué tendrá en su cabeza—se dijo a sí mismo, sin despegar sus ojos del techo.

Podía recordar cómo pudo lograr ver entre las aberturas del casillero a Altair desnudarse para ponerse su ropa y zapatos; podía jurar que había pasado sus manos en las prendas, apegándolas a su cuerpo, sonriendo y jugueteando con los tenis. Nadie podía ser tan malo ¿o sí? Fue lo que pensó, sin entender qué era exactamente ese chico…evidentemente debía alejarse de él, y no buscar problemas.

Atif soltó un suspiro, tallando su cara como si quisiera borrar sus pensamientos. Se resignó a acomodarse, y dormir, pensando que mañana sería un nuevo día, y que la pasaría genial con sus nuevos amigos, pues sería la primera vez que despertaría acompañado y con el desayuno hecho.

Era de mañana, Atif estaba en completo silencio observando la dinámica familiar, lo cual era completamente nuevo para él.

—Entonces…—bufó Grimm, mientras veía a Zurie a su vez que resoplaba por la nariz—. ¿Qué pretendes con mi hermana?—gruñó, pues el día anterior no tuvo tiempo de cuestionarle ya que les había dejado la comida he ido a trabajar.

—Grimm, sólo tienen algunos días de conocerse, no le asustes a sus amistades.

—Los asustaré las veces que sean necesarias—alzó la voz, azotando la mano contra la mesa, provocando un susto a Atif; sin embargo, Zurie se le quedaba viendo con apatía.

—Traje más punkesitos—canturreó Kiki, acercándose con una bandeja sorpresa que tenía.

— ¿Quieres punkesitos?—gruñó amenazante Grimm al muchacho.

—No me gustan las cosas dulces

— ¿Estás rechazando a mi hermanita, cuál es tu maldito problema?

—Te preparé un punkesito de pizza—chilló nuevamente, ignorando a su hermano, pues estaba acostumbrada a lo intenso que era.

—Por el amor de dios, Grimm—le reprendió Clare, jalándole de los cabellos y sacudiéndolo un poco.

—No me toques, maricón roñoso—se quejó Grimm, metiéndole un cachetadón.

—Creo que mejor tomamos el camión, durarán así un rato —habló Kiki con dulzura, dejando que al fondo ambos se agarraban a punkeputazos.

Atif asintió obediente, tomando sus cosas para seguir a Kiki sin poder evitar voltear a ver a esos dos.

—Vaya, ¿ellos son pareja o algo así?—preguntó curioso Atif, pues ambos parecían ser los papás de Kiki.

Kiki rió sin poderlo evitar, mientras negaba con la cabeza.

—No, es…creo que es el mejor amigo de mi hermano, es decir, nunca se lo ha dicho y se limita a decirle socio, pero es la única persona que convive con él. Se llevan bien, se conocen desde que yo estoy chiquita.

—Vaya, que padre…—suspiró sin querer de manera soñadora, lo cual Kiki notó.

—Cuando quieran, ambos son bien recibidos en mi casa…aunque mi hermano quiera intimidarlos, no se preocupen, así era con mis amigas de la anterior escuela.

— ¿Tenías amigas?—preguntó sin tapujo Zurie.

—Dhi, teníamos nuestro club del té, donde intercambiábamos pelucas o vestidos—habló con un aura rosa le rodeaba.

— ¿Y qué fue de ellas?—dijo Zurie realmente extrañado, a la vez que tenía un escalofrío por imaginar un ejército de Kikis.

—Se mudaron a la gran ciudad, sus padres querían meterlas a buenas escuelas—rió un poco apenada por ella misma sin poderlo evitar—.Oh, ahí está el camión. Apresurémonos.

Los chicos aumentaron el paso, para finalmente subir, sin embargo, una vez adentro y con el transporte escolar en movimiento; Atif se quedó congelado, sintiendo que era demasiado tarde incluso para tirarse por la ventana, pues veía al fondo a Altair sentado.

— ¿Esas no son tus ropas?—musitó Kiki, extrañada de verlo con ese pantalón de mezclilla, tenis blancos, playera polo y suéter tejido.

Atif asintió algo confundido, sintiendo por un segundo, pena por él e incluso teniendo una idea que aplicaría el siguiente día para ser su amigo, tal vez eso era lo que necesitaba.

El día transcurrió de manera lenta, Atif estaba ansioso de que llegara mañana para aplicar su plan, y para eso, debía sobrevivir a Altair lo cual fue sencillo con la compañía de Kiki y Zuri, nunca se lo permitió.

Era de mañana, Atif se veía de muy buen humor pensando que la manera de congeniar con Altair funcionaría. El pelirrojo iba de camino a la escuela con un gran saco lleno de ropa que él ya no usaba; estaba más que seguro que esto funcionaría, así que por primera vez pisó con seguridad el salón, buscando con la mirada al chico hasta toparse con él.

—Hola—sonrió Atif con timidez poniéndose frente a él.

— ¿Hola?—arqueó una ceja algo desconcertado, soltando una arrogante risa para esconder su extrañeza— ¿Ya vienes por tu cuenta, amiguito? Ayer no me dejaste jugar con…

No terminó de hablar cuando Atif colocó el costal de ropa en su pupitre, abriéndolo y sacando una que otra prenda.

—Pensé que te podría gustar…uh, son cosas que no necesito, te las puedes quedar. Son pantalones, suéteres, playeras, zapatos y…

Atif se quedó callado cuando notó cómo Altair comenzaba a ponerse rojo, la gente empezaba a murmurar; diciendo básicamente lo gentil que era Atif por obsequiar a alguien tan necesitado como Altair, sin embargo, el contrario no lo estaba tomando de la misma forma, pues su rostro se iba deformando en una ira bastante notable.

— ¿Te crees la gran cosa por darme tus sobras?—bufó poniéndose de pie lentamente, sintiéndose trabado del coraje y envidia— ¿Vienes a presumirme todo lo que te sobra, ricachón de mierda? ¿Vienes a presumirme lo genial y fácil que es tu puta vida?

—N-n-no…no, sólo… sólo creí que podíamos ser amigos y…

Altair atinó un fuerte golpe que tumbó a Atif, la gente gritó quedando en shock, mientras que el chico se encimaba en Atif para empezarlo a golpear con toda la rabia del mundo.

Zurie corrió junto con Kiki, el primero tratando de separar al bravucón de su indefensa víctima. Parecía que estaba poseído de tanta rabia que tenía provocada por la envidia.

Para Atif, todo se puso borroso al final…las voces se hacían lejanas, lo último que oyó fue a Kiki gritar, pues un golpe le había atinado a ella al tratar de apartar a su amigo de la pelea.

Notas finales:

Los esperamos en nuestras páginas, recuerden estar al tanto de las actualizaciones delcómic de Qraion.


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