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Más de media hora por Aurora Artemiva

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Notas del capitulo:

¿Cómo están preciosuras? Hoy vengo a entregar el séptimo capítulo de este fic.

 ADVERTENCIA: más de 4.000 palabras de puro Lemon Ereri. Tengan cuidado.

 Aclaraciones:

 -chabon: hombre.

 ¡A disfrutar!

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POV Eren.

Si hubo algo que siempre me identificó (aunque no me agrade admitirlo) son los actos de impulsividad. Desde mi madre, pasando por Armin y terminando en las palabras de Levi cuando me decían "no seas impulsivo". 

Esta bien, lo entiendo. Actuar de esta manera trae consecuencias indeseadas. Aunque ni yo me lo crea, pude trabajar con respecto a ello y sé diferenciar un evento que requiere frialdad, a uno donde podría sacar beneficio a través del impulso. 

¿A dónde voy con esto? A que gracias a esta impulsividad pude frenar en seco antes de cruzar por la compuerta del avión. A medida que daba un paso con regreso a la Argentina, menos seguridad adquirían mis movimientos.

 Fue entonces que me dije "Eren, ¿Vas a irte otra vez como una rata?".

Salí despedido de la fila al igual que un ave en medio de un huracán. No llegué a pensar pacíficamente mis actos cuando entre golpes e insultos corrí para abandonar el aeropuerto. Escuché a lo lejos el altavoz anunciando que el vuelo despegaría enseguida, pero yo ya estaba pisando los adoquines de la calle. Que cómo se lo explicaría a la Agencia o a los superiores, no lo sabía. De hecho, no sabía ni siquiera lo que le diría a Levi; porque mi trote iba direccionado hacia su casa, con mi valija y Capitán inspeccionando el ambiente desde adentro de mi mochila.

Otro acto de impulsividad podríamos decirle. 

Tuve suerte de que una mujer saliera del edificio y me dejara la puerta abierta para ingresar. Y así, sin tener un buen argumento ni razones justificables, golpeé su puerta. No tardó mucho en abrirme.

-Eren…¿Qué haces acá? ¿Se canceló el vuelo?

Claramente lo encontré de entrecasa, con pantalón gris y remera negra. Pude identificar el olor a tabaco sin acercarme.

Capitán maulló cuando vio a Levi, y fue él quien lo bajó de mi mochila para dejarlo entrar en su casa mientras envolvía la cola en su tobillo.

Entonces me fue más sencillo hablar y no escuchar mis palabras.

-Levi, sé que esto no está bien, que debería estar en ese vuelo y no acá… pero quiero hacer las cosas bien. Ya me fui una vez sin intentar resolver las cosas juntos. No quiero volver hacerlo - 

Juro que esperaba que me eche a patadas, o que ignorara la razón de mi presencia allí y yo iba entender su actitud. Su ceño fruncido daba cuenta de emociones, y no eran malignas. Pude observar los músculos de su cuello contraerse y comprendí que eso era conmoción. A Levi se le estrujaba el pecho y la voz por mi respuesta. 

Sólo entonces cuando habló me di cuenta de lo quebradas que estaban sus cuerdas vocales, aunque lo intentara disimular con esa faceta adusta.

-No pienso hacerme cargo de lo que ocurra entre nosotros, mocoso - me jaló de la remera hacia adentro. 

Solté mis pertenencias las cuales cayeron al suelo.

Era a todo o nada.

-Yo tampoco - le devolví antes de cerrar la puerta y llevarmelo de un movimiento rápido contra ésta.

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Ya no sé si es porque estuve tentado todo este tiempo o porque extrañaba la cercanía de su cuerpo; pero tener a Levi contra la madera mientras devoro su boca es totalmente satisfactorio. Sus labios que siempre me parecieron llevaderos por su fines, ahora se encargan de embobarme y saborear la contextura de los míos. Muevo la cabeza en busca de más, de fundirme dentro de su boca aún más si es que me es posible. La sensación placentera me llega de improvisto cuando enreda sus dedos en mi cabello al tiempo que envuelve su lengua debajo de la mía.

Carajo, olvidé lo bien que podía besar este hombre.

En medio de su exhalación, aprovecho para degustar ese músculo húmedo y escurridizo. Su lengua es igual a un oasis, porque lo anhelo con demasiadas ganas y una vez que la tengo entre mis labios, no puedo soltarla. Su aliento mentolado por el tabaco y su tibia saliva me llenan y aturden la noción. 

A diferencia de otras veces, este beso es lento. Puedo sentirlo. Lo ejecutamos con tal lentitud que se vuelve exquisito. La simetría de nuestras bocas unidas es singular, algo que no experimenté con otra persona en esta vida. 

Cuando siento un calor abrazante sobre mi vientre, me adelanto a la jugada de mi propio cuerpo y encierro las caderas de Levi contra las mías... ahí va... sí… es la sensación electrizante de nuestras intimidades presionandose. Vuelvo el rostro para admirar el suyo, y no encuentro imagen más caliente que la de Levi frunciendo el ceño en forma de derrota mientras deja ir el aliento. 

Entonces pruebo qué tantos gestos puede hacer mientras está excitado.

Alejo mi pelvis solo para friccionarla con énfasis y determinación sobre la suya. Ah, es glorioso. Ver aquellas cejas encurvadas y el caer de su mandíbula dejando expuesta su calentura, solo logra enardecer lo que siento. 

Decido bajar por su cuello, embriagandome con su olor corporal y con la vista atractiva de sus venas y arterias tensionada bajo la piel. Un pequeño lunar a la izquierda y el resto es desvaído. Así reparto besos desde el comienzo del lóbulo hacia la mandíbula, y desde el mentón cruzando su nuez de Adán. Con solo abrir la boca y posarla sobre su piel, percibo el estremecimiento de su cuerpo entero. 

Le gusta, eso no puede negarmelo.

No hace falta siquiera dejar chupetones; él es tan pálido que mis besos lo tiñen a sonrosado. Es allí donde lo siento y escucho suspirar con pesadez.

La puta madre, no puede gustarme tanto una persona. 

Me muevo más, fricciono más por encima de la ropa, y él se abraza con fuerza de mi cuello. No hace falta que me lo diga, enseguida tomo posesión de sus glúteos para elevarlo. Sus piernas, tan fuertes y trabajadas se enredan sin vergüenza en mi cadera. Ah, otra vez el choque de nuestros miembros me deja enardecido. 

Mientras lo vuelvo a besar y nos llevo al sillón azabache de la sala, se cruza en mi mente la ocurrencia de que el Capitán nunca se hubiera dejado llevar como lo hace ahora; y ahí mismo encuentro el error de mi lógica, aquel error que recién ahora puedo notar.

Estuve comparando a Levi con el Capitán todas estas semanas. 

—No sos el mismo - le digo en medio del candente beso - no sos como el Capitán—

Creí que me pegaría por decir aquello en tal situación, pero la seriedad con la que me mira denota otras intenciones. 

—No. No lo soy - me confiesa a la par que muerde mi labio inferior, aún abrazado de brazos y piernas a mi fisonomía - y vos tampoco sos el mocoso sumiso de hace dos mil años - 

Y tiene razón. La intensidad con la que lo estoy tomando no es propia de mi personalidad sumisa. La recuerdo bien, y sé que no cabe dentro de mis características actuales. 

Sólo entonces dejo de pensar en aquello para que la presión del ambiente me arrastre. Y mierda que lo hace. 

Me siento en el suave cuero del sillón con él a cuestas, y un corto circuito me bloquea la mente cuando lo veo tomar parte de la tela de su remera y quitarla por encima de la cabeza, dejando en evidencia su pecho, cuello, brazos y vientre. No les miento, mi miembro se endurece con solo imaginar que su trasero rebota encima. Se vé que el muy bastardo entiende mis facetas, porque no tarda nada en enderezar su espalda y presionar su cadera hacia abajo, ahogando de lujuria mi intimidad.

—¿Qué pasa?¿Te gusta lo que ves? — me pregunta con un tono de voz que; por Dios madre, lo hace sonar autoritario y malévolo. Sonríe, solo un poco, y es aquello lo que me vuela la cabeza.

Lo tomó por la cintura y lo hago volver a chocar con mi miembro. Esta vez, me aseguro de rozar en medio de sus glúteos. La tela de su pantalón es fina, por ende recibe muy bien el mensaje. Quiero que me deseé a tal punto que no se pueda controlar. 

El gemido bajo pero audible que escapa de su garganta me deleita todos los sentidos. 

—Sí. Me encanta verte desnudo — contesto su pregunta.

Vuelve arremeter contra mi boca, y siento las papilas gustativas adormecerse  por la presencia de su lengua jugando con ellas.

Este hombre es todo lo que está bien.

La mano persuasiva que baja por sobre mi camisa tanteando terreno, moldea y pellizca tanto mis abdominales como mis pezones. Eso logra desestabilizarme y enviar corrientes eléctricas a mi zona baja. Mierda… si sigue así voy a estar más que mojado en minutos. 

Esos mismos dedos abren paso por el vientre, y cuando siento un jalón brusco a mi cinturón junto al click del botón siendo abiertos, advierto lo que va suceder. Me pone ansioso, me excita aún más y quiero hacer bajar su cabeza con ganas.

No obstante, la frialdad de su mano al cruzar el elástico del boxer y arribando en los vellos recortados de mi zona íntima actúan como droga para mi sistema. Echo la cabeza hacia atrás en el cojín del sillón esperando la mejor parte. Está a solo centímetros, a segundos de…

Lo hizo. Carajo, lo hizo. 

La forma en que masajea de arriba abajo con suavidad y paciencia me obligan a suspirar. Es riquísimo, es un ritmo acompasado que ejecuta totalmente bien. Así, sin prisa, obligándome a sentir sus yemas presionando el glande y jugando con el líquido que ya no puedo retener. Es excitante; Levi es excitante en toda la palabra.

Oh, sí, comienza a sujetar más fuerte a medida que aumenta la velocidad. Si… así… quiero más, más contaco.

La mordida que le da a mí oreja me hace fruncir el entrecejo de lo maravilloso que se siente.

—Decime lo que querés— me pide en forma de murmullo.

Ya no lo soporto.

Lo tomó por el cabello, elevando su mirada con la mía. 

—Quiero que bajes— le digo, y la forma en cómo se lo dije terminó sonando más a orden que a pedido. Es mejor que lo entienda así, ya que si quiere seguir jugando, voy a encargarme de ser dominante sin restricciones.

El peso de su cuerpo sobre el mío se deshace mientras baja de mis piernas para arrodillarse en el suelo. 

Levi. Rodillas. Suelo. 

Créanme;  jamás imaginé a mi superior dentro de esta frase a menos que sea yo la víctima. 

Sin embargo, la forma en cómo se acomoda sobre la alfombra, la seguridad de sus manos al abrir mis piernas y bajar lo necesario del pantalón para descubrir mi miembro no es propio de alguien dubitativo. Sabe lo que hace, y es él mismo quien terminó obligándome a hablar, a pedir lo que quiero. 

Indirectamente, es Levi quién controla a gusto y semejanza la voluntad de mi cuerpo.

Admirar la manera en que lame desde la base, recorriendo la hinchazón de mis venas para succionar con los labios el glande me vuelve loco. Tiemblo, intento no hacerlo pero me tiemblan las caderas cuando hace movimientos circulares con esa lengua sobre la longitud de mi falo. Es áspero el contacto, y asemejo la actitud de Levi con la de una pantera; el desgraciado es un felino exótico que se prende a mi hombría como un animal a su alimento.

Su cabello negro cae de la frente y acaricia mi piel, haciendo cosquillas que pronto son amortiguadas por la calidez de su boca descendiendo.

Aaahh… mierda. Está succionando la porción entera de mi intimidad. Alterna una succión y una lamida, y me enfermo cuando el glande es apretado por los músculos de su garganta. 

No puedo; se siente demasiado bien.

—Ah...Levi— lo llamo mientras mi mano reposa en su cabello, marcando el ritmo que me gusta.

Es un Dios griego en el arte del sexo oral.

Lo sigue haciendo. Degusta mi líquido pre seminal y ensaliva mis testículos, intercambiando sus besos por su mano. Una lamida al izquierdo y un bombeo a mi falo me provocan contracciones riquísimas que bajan desde la columna, paralizandome hasta las terminaciones nerviosas de mi miembro. 

Me niego a venirme justo ahora 

—No, basta— le comunico, jalando de sus mechas negras. 

Es de pura suerte que no me corro cuando lo veo con la boca entreabierta y mis fluidos en el fondo de su mandíbula. 

Explíquenme cómo mierda puede ser tan erótico un hombre.

Vuelve a subir a mis piernas y me besa con tal violencia que deja entrar aquel líquido que guardó en su boca para compartirlo conmigo. Es deleite; absorber mi propio sabor dentro de sus órganos bucales es más nocivo que consumir LSD.

Salado y tibio, a eso le sumo la pizca mentolada de su aliento, y encuentro la mezcla perfecta de la adicción.

Bajo mis manos por su espalda, raspando los hombros, las costillas y la sensual curvatura de la columna. Un valle sin albergue que me invita seguir tocando y descubriendo. Un río seco que ansía ser cruzado, y allí van mis yemas acariciando su piel, reconociendo lo fornido de sus músculos y la leve hundidura entre las costillas. Continúo descendiendo mis manos hasta que su torso se endereza, elevando su pecho que queda casualmente alineado a mi mentón. 

Tanteo uno de sus pezones con la punta de mi lengua,y elevo la vista mientras lo hago buscando sus expresiones. Sus cejas ya no están fruncidas por la sensación de la derrota, sino que demuestran goce y soltura. Vuelvo a lamer con suavidad, beso y delineo con los dientes la dureza de aquella pequeña fresa. Es una frutilla en medio de chocolate blanco derretido; así puedo asemejar lo erótico de su contextura junto a lo bien que se siente probar las distintas partes de su templo.

Los glúteos son otra cosa, por supuesto que sí. Masajearlos por debajo de la ropa (incluyendo el boxer) me regocijan de satisfacción. Son duros y trabajados. Ya lo sabía, si no hice más que mirarle el culo cuando entrenaba. De manera circular y con ahínco presiono mis falanges llegando a la abertura donde se unen sus músculos, y es allí donde me percato de lo que estoy por hacer.

No obstante, la contracción del cuerpo de Levi es notable, y es entonces que frota su oculta intimidad con la mía y jadea con necesidad sobre mi oreja.

—A la habitación… - un nuevo jadeo lo interrumpe - vamos a la habitación—

Tarde menos de diez segundos en levantarme del sofá llevándolo conmigo. Me besa con intensidad mientras camino, y denoto su urgencia de ser tocado cuando lo acuesto sobre el acolchado rojo y observo lo palpitante de su miembro. Soy un desconsiderado, nunca lo acaricié allí siquiera.  

Me subo a la cama con gateos mientras él se apoya sobre sus antebrazos, sonriendo benévolamente y estrechando el filo de sus ojos. A veces me asusta la cantidad de sensaciones que me causan sus faroles grises, tan intensos como un diluvio pero intrigantes como la materia oscura de las galaxias.

Levi es un ser intrigante en sí.

Me situo a la altura de su cadera, y desde allí muerdo la acentuación de sus oblicuos. Aquella V que forma su vientre es atravesada por la longitud entera de mi lengua mientras bajo. Pellizco el elástico tanto de su pijama como de la ropa interior para expandirlo y hacerlo descender; y aunque no lo esté viendo, sé que Levi observa cada movimiento de mis manos. Es así que descubro su hombría dura y rígida, la cual pide el más leve toque. 

No lo hago rogar o esperar, y abarco todo lo que cabe de su falo en mi albergue. Gime; por Dios, acaba de gemir. Es una pena no poder verle la cara, pero me compensan sus gemidos. Subo y bajo, doy lengüetazos a cada vena que envuelve su dureza, a cada nervio que recorre debajo de su piel. Como obsequio, se deja llevar y expulsa gemidos, jadeos y maldiciones.

—E-ren, ah… mierda, no pares— me ordena cuando succiono sin pausas el glande. Los fluidos comienzan a esparcirse por mi cavidad bucal, y entiendo la señal. 

Quiere venirse; cosa que no va ocurrir. 

Libero su hombría para terminar de quitarle las prendas inferiores. Y al igual que una pintura rupestre, expone la belleza de sus extremidades sin vergüenza. Vuelvo a decirlo, es chocolate blanco derretido. Es leche hervida sin quemar; la misma que quiero dejar dentro suyo. 

Se coloca más arriba de la cama, llegando al cabezal para estirar el brazo y abrir el cajón de la mesa de luz. No me digas que…

Efectivamente,me arroja un lubricante incoloro dentro de un pequeño frasco de vidrio. Lo atrapo por reflejo.

—¿Qué esperas mocoso? - me pregunta con desdén para luego girar el cuerpo, quedando boca abajo y elevado sobre sus brazos - volveme loco —

Esto me supera.

Me acerco a su cuerpo y presiono con la palma de la mano sus omóplatos, obligándolo a recostarse en su pecho. Me deja oír un jadeo victorioso cuando voltea el rostro para mirarme perspicaz. 

—¿Me estás pidiendo que tome control de tu cuerpo?—

—No te confundas - me devuelve enseguida - soy yo quien te domina—

Sé que tiene razón, y aunque no se lo confirme, la mano que baja abrir el lubricante lo dice todo. Él me puede, su carácter bravío y autoridad son el elixir de mi sexualidad. 

Creo que Levi es la única persona en este puto mundo que dice ser dominante estando con el trasero elevado, y lo peor es que tiene razón al respecto. 

Embadurno dos dedos con el líquido, y tanteo su orificio por fuera, masajeando las irregularidades de su mucosa mientras acuesto mi pecho en su tersa espalda. Así logro escucharlo suspirar y verlo estrujar el felpudo cubrecama bermellón involuntariamente. 

El falange de mi dedo índice se abre paso por las paredes musculares de su tibio interior, resbalando gracias al lubricante. Gime bajo, y contrae la mandíbula cuando lo saco y meto lento. Mi dedo medio acompaña la preparación y vuelve a temblar bajo mi movimientos. Mi falo está al tope, quiero entrar en él. 

Lo que me vuelve a volar la cabeza son dos cosas: el sonido acuoso y morbo de mis falanges dentro de su cuerpo, y los jadeos graves que libera de su garganta cuando un tercer dedo se une a la fiesta.

Ya está, es suficiente. 

Enderezó mi cuerpo y sostengo firme su cadera desde los costados, asegurándome de tener la alineación adecuada con mi miembro. Tardé dos segundos en cubrirlo con suficiente lubricante, pero la ansiedad le gana a Levi, y lo demuestra al hablar.

—Vamos, hazlo— inquiere con severidad al tiempo que voltea el rostro con desaprobación. 

Una orden más que me de y lo corono definitivamente de pantera revoltosa.

No deja de mirarme, y decido comenzar a penetrarlo sosteniendole la mirada. Sólo un poco, introduzco y quito la punta de mi glande para abrir con cuidado su interior. Sus ojos son inquebrantables; pelean por seguir ordenandome continuar. 

Pero hay algo que se olvida: soy yo quien lo va domar.

Hundo la totalidad de mi cabeza dentro, y sólo entonces su fortaleza se quiebra. 

—¡Ah!— grita y se refugia entre sus brazos, rompiendo nuestro contacto visual. 

Se estremece, su cuerpo se contrae maravillosamente a medida que el vaivén de mi falo dilata su profundidad. Puedo sentir su carne tirante, el ardor de los músculos apretarme de manera asfixiante. 

—Mierda...Eren— lo escucho jadear cuando estoy casi por completo dentro.

Beso su nuca y la curva que conforma su cuello y hombros. El aroma que liberan sus poros abiertos me droga.

—¿Estas bien?— le pregunto sobre el oído sin moverme. Quiero asegurarme de su estado.

Esperaba de todo, menos una risa.

Su respuesta fue menear las caderas hacia tras, terminando de adentrar mi miembro.

—AH… Levi, la puta madre— me es imposible no maldecir en esta situación. 

Lo estrecho que está es sublime, es alucinante. 

Enderezo mi torso, y la primera descarga me invade cuando salgo de su cuerpo sin quitar la punta para hundirme pesadamente hasta el fondo. Él gime, se dedica a gemir a medida que penetro de manera constante no solo su interior; también su mente con mis palabras pervertidas, su orgullo con mis embestidas forzosas, su deseo con mis manos al masturbarlo rápidamente. 

—Así… ah… no p-ares mocoso— me pide cuando sincronizo el movimiento de mi mano en su falo con el el vaivén de mis caderas.

Ya tuve suficiente tiempo admirando su espalda; es hora de cambiar de posición.

Me salgo y lo giro sobre la cama. No hace falta aclarar que sus ojos demuestran rabia pura por desobedecerlo. No obstante; lo arrastro sobre el acolchado desde un tobillo para acercarlo a mi cuerpo. Entendió perfectamente el mensaje, porque se cuelga de mi cuello en cuanto lo siento arriba de mis muslos. 

Se deja caer sin cuidado sobre mi hombría, y es aquello lo que me hace gemir sonoramente. Mierda… sabe muy bien cómo hacerlo y que se sienta glorioso.

La fuerza que adquieren sus piernas para subir y bajar por mi longitud me asombra, así que decido no dejarle todo el trabajo. Lo tomo por la cintura, y levanto mi pelvis cuando él desciende. 

Es definitivo: éste es el mejor sexo que tuve en esta vida.

No paro; de hecho no puedo parar. Me absorbe y desorienta cada embestida, cada gemido ronco que se le escapa, cada contracción que invade en sus piernas cuando me aprieta y ata a su cuerpo. 

Le beso el cuello en cuanto su voz se vuelve desesperada, es entonces que también aumento la velocidad de mis caderas, adentrándome severa y certeramente hasta dar con su próstata.

Es allí donde la cordura de Levi vuela por el balcón. 

Se sostiene con los brazos desde atrás, apoyado en la cama, y el ritmo que adquiere actúa en mi sistema como si bajara de la pendiente de una montaña rusa. Es adrenalina pura.

—Carajo…Levi… ah— no sé ni lo que digo.

Una, dos, tres… cinco hundidas más y los nervios y tendones de su entrada se contrae exquisitamente. Me envuelven en un arrullante. Lo veo tensarse y echar su hermosa cabellera hacia tras mientras gime con vehemencia. Tanto el sugerente panorama de él viniendose en mi abdomen junto al ardor que bombea en mi falo me provocan un placer abrazante. A la tercera embestida cierro los ojos con fuerza advirtiendo mi orgasmo. Estoy a nada… voy a…

—Adentro. Hacelo adentro, mocoso—

Jadeo sonoramente cuando expulso mi esencia sin dejar de moverme. Ah… es mucho, lo sé. Mi semen actúa como lubricante para las últimas penetraciones. Bajo de intensidad y de velocidad, mi respiración sigue irregular al igual que la de Levi. Me abrazó a su cuerpo disfrutando de las sensaciones finales del orgasmo, y defino este momento como una victoria. 

—Eren…- logra llamarme con el poco oxígeno de sus pulmones - ...eso fue... —

—Estuvo intenso— le contesto. Él solo asiente con la cabeza aún inclinada en sentido contrario.

Me salgo de su interior, y es Levi quién se dirige al baño a buscar una toalla para limpiarnos. La cama es de dos plazas, lo que aprovecho para recostarme en un costado. 

Las luces de la Ciudad decoran el paisaje desde el ventanal. La noche cayó muy rápido; o tal vez nuestro encuentro pasional duró un buen tiempo.

—Oi, toma— lo escucho volver del baño y arrojarme la toalla.

—Gracias— le digo sentándome en el cabezal. 

Lleva puesto un boxer limpio, y trae consigo un cenicero, encendedor y la cajetilla de cigarros.

Luego de limpiar mi abdomen y acostarme bajo el acolchado, veo a Levi encender un cigarro y dar la primera pitada.

El ambiente es calmo y pacífico. Me dejo envolver por el olor a menta del humo y la exhalación suya. 

Me acerco a su cuerpo y recuesto mi cabeza en sus piernas. No se opone y acaricia mi cabello mientras fuma. Desde mi perspectiva, puedo apreciar el movimiento de sus labios y la finés de la línea de su nariz. Me pregunto si hay algún ángulo donde no sea vea lindo este chabón.

—Gracias— lo escuchó decir. 

No entiendo a donde apunta.

—¿Por qué?—

—Por quedarte...no tuve la valentía para pedírtelo—

Ahora sí.

Me coloco boca arriba sobre sus muslos, y él baja el mentón para encontrar mis ojos.

—Tenía que hacer las cosas bien aunque sea una vez — le devuelvo.

El estiramiento de sus comisuras demuestra que quiere reírse pero lo oculta. Yo sonrió en su lugar.

Deja el cigarro sobre el cenicero y agacha su torso para besarme. Siento el pecho brincar sin previo aviso y entiendo que estoy perdido; perdido por él.

—Entonces…¿Cómo estuve?—

—Nada mal mocoso—

—¡¿Sólo eso?!— le reclamo.

—Si estás esperando que te alabe por la cogida que me acabas de dar, seguí esperando—

Es un bastardo. Hace diez minutos gemía como nunca.

—Pero me gustó mucho— lo oigo confesar en voz baja.

Eso es suficiente para mi.

Se acuesta a mi lado y tira de la cobija roja para taparnos. El olor característico de él y su respiración a menta son mi nuevo aroma favorito.

Sin embargo, me llega una duda de improvisto.

—Levi… ¿Qué vamos a decir en la Agencia?— pregunto.

—Mejor dicho, qué vas a decir vos. Seguramente la AFI va llamar a la Agencia para preguntar por qué no volviste, ¿Alguna excusa creíble mocoso?—

—Ninguna. Por eso necesito que me ayudes. No quiero irme de Singapur, quiero trabajar acá— le comento.

Lo observo volver a tomar el cigarro, y por unos segundos, su entrecejo se relaja. Espero que se le haya ocurrido algo.

—Me ascendieron a Líder de escuadrón de Élite. Lo más seguro es que me pidan tener un compañero de campo. Tal vez podamos usar eso a nuestro favor...—

Me levanto impresionado.

—¿De verdad lo decís?— estoy que no lo creo.

—Es en serio. Ahora acostate a dormir, estoy cansado— me ordena.

Ya me regaló una oportunidad única de permanecer tanto en el país como a su lado. Se merece que lo obedezca realmente por primera vez en el día. 

Sonrió como un bobo cuando me besa la frente y peina el cabello al acostarme en su brazo derecho; y me duermo con el sonido armonioso de su respiración al dormir.

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Notas finales:

¡Lo logré! Mi primer ereri; salto de emoción.

 Espero que les haya gustado.

 Besos y fuerza!


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