Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Legado - Harry Potter por Lilit Yuu Jaganshi

[Reviews - 16]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Notas de la Autora: Holis! Aquí esta el penúltimo capítulo, y estamos llegando a la recta final de la primera historia!

Este capítulo es un homenaje al libro, ya que en este capítulo alcance el total de palabras que contiene el libro 1, razón por la cual, le puse el mismo nombre que tiene el mismo capítulo 17 dentro del libro.

Y como siempre, quiero agradecer a aquellos que se toman unos minutos de su tiempo para ponerme sus comentarios o impresiones, eso me anima siempre a seguir escribiendo, así que muchas gracias a: SofDrarry, y a LizzySD x 2! Ya saben que contesto sus comentarios en la parte destinada a ello!

Disclaimer: Ya saben que nada de este mundo me pertenece, todo es de la queridísima J.K. Rowling , yo solo lo manipulo para mi entretenimiento :D

Capítulo 17: El Hombre De Dos Caras

 

 Harry se sentía como en medio de un sueño. La cicatriz le ardía, sentía como si la cabeza fuera a explotarle en cualquier momento, y estaba temblando, aunque no estaba seguro de si el temblor era a causa del malestar que le producía el dolor de la cicatriz, o por el frio de ir sólo con la pijama ligera de la Enfermería.

Habían pasado a Fluffy luego de que el Profesor Quirrell lo pusiera a dormir con la música de un arpa encantada, y bajo la trampilla les esperaba un Lazo del Diablo que de igual forma el Profesor Quirrell controlo con fuego para que les dejara pasar. Ahora estaban en una estancia llena de llaves aladas que volaban alto, y una escoba.

- Consígueme esa llave, Potter – le ordeno el Profesor.

- No tengo porque hacerlo – le respondió entre dientes, ante el dolor que le hacía retumbar la cabeza.

- ¡No te lo estoy pidiendo, te lo estoy ordenando, Potter! – le espetó el Profesor, apuntándole con la varita, pero Harry no se amedrento. Si igual iba a matarlo, no le iba a ayudar a conseguir la Piedra Filosofal, si era eso lo que estaba reamente escondido ahí abajo.

- No – dijo lo más firme que pudo ante lo mal que se sentía.

- ¡Maldito mocoso! – gruño el Profesor.

- Deja de jugar con él – se escuchó de pronto una voz que Harry reconoció de inmediato, una voz profunda y fría cargada de aguda crueldad. Apretó los dientes con fuerza, encogiéndose de dolor pero negándose a gritar – Lánzale la Maldición Cruciatus –

- Si… Si maestro, como ordene – respondió de inmediato el Profesor, ligeramente nervioso, y apunto a Harry – ¡Crucio!

Harry jamás  había sentido un dolor como aquel. Era como si cada centímetro de su cuerpo fuera perforado por cuchillas al rojo vivo una, y otra, y otra vez, al mismo tiempo que una fuerza invisible le aplastaba por dentro cada órgano, cada musculo, cada hueso. Ni siquiera se dio cuenta del momento en que cayó al suelo y comenzó a gritar, sintiendo que la cabeza se le partiría en dos en cualquier momento, que se volvería loco y moriría. Y así como comenzó, el dolor ceso de pronto. Le costó un poco enfocar sus pensamientos, recordar donde estaba, pero fue incapaz de moverse, resollando adolorido.

- ¡…tate Potter! – escuchó de forma confusa, pero se obligó a prestar más atención a su alrededor, recordándose que no estaba en una situación en la que pudiera tomar un descanso, que estaba con alguien que había usado una de las Maldiciones Imperdonables contra él, y que tenía toda la intensión de  matarlo - ¡Levántate Potter! – escucho esta vez más claramente, pero aunque hubiera querido, su cuerpo no respondía, espasmos de dolor le recorrían cada musculo, y ligeros gemidos escapaban de sus labios sin que pudiera evitarlo.

- Oblígalo a que se levante – ordeno entonces la voz de Voldemort, y Harry apenas y pudo jadear, incapaz de gritar más cuando el dolor de la cicatriz se encendió en su frente – Lánzale la Maldición Imperius –

- Si maestro – respondió de inmediato Quirrell, y apunto a Harry con su varita – ¡Imperio! Ahora levántate, Potter – ordeno, y Harry se levantó de inmediato, apenas y renqueando un poco.

 

***

 

Abrió los ojos. Todo el cuerpo le temblaba y cada musculo le dolía, incluso respirar era una agonía, ¿Pero porque? Parpadeo, pero todo a su alrededor siguió oscuro. Intento moverse y algo se lo impidió. El sonido de cadenas le hicieron saber qué era lo que le apresaba las muñecas y los tobillos. ¿Dónde estaba?, ¿Por qué todo el cuerpo le dolía?

- ¡Tráeme la llave ahora! – escuchó que resonó en su cabeza una voz, y entonces pudo recordar, recordó quien era, recordó donde había estado, y recordó que habían usado la Maldición Imperius en él.

El lugar a su alrededor se ilumino, y pudo ver que era una habitación pequeña y lisa de color grisáceo. No sabía que estaba haciendo ahí, no entendía muy bien que estaba pasando, por qué él estaba ahí, pero la voz del Profesor Quirrell estaba ordenándole ir por la llave, ¿Cómo era eso posible?

Como si respondiera su pregunta, la pared frente a él ondulo, y entonces, apareció un hueco que le permitió ver lo que sucedía. Era  como si viera a través de sus propios ojos en un plano en primera persona, viendo su mano estirarse mientras volaba, buscando alcanzar aquella llave alada.

Se sintió más confundido. No sabía cómo podía estar haciendo eso cuando estaba ahí apresado.

 

***

 

- Maldición… - masculló Snape. Había sido el tercero en pasar la trampilla, pero cayó en una superficie irregular que le hizo perder el equilibrio y caer.

- ¿Dónde estamos? – preguntó Sirius, que ya se paraba sobre aquella superficie irregular. Saco la varita para convocar luz, pero entonces sintió que algo sujeto su muñeca - ¡¿Qué rayos?! – exclamó, sintiendo como aquello que le sujetaba le jalaba hacía abajo, haciéndolo caer sobre sus rodillas.

- ¡Lumos! – convoco Remus, y al momento, pudo ver tanto a Sirius batallando con una liana que le sujetaba, como a Severus que comenzaba a batallar también con aquello que ya había sujetado su mano para impedirle usar la varita. Miro alrededor, viendo que las lianas, gruesas o delgadas, envolvían el lugar desde el piso hasta el techo - ¡Incendio! – exclamó sin perder más tiempo, y un chorro de llamas constante surgió de la punta de su varita - Tengan cuidado, es Lazo del Diablo – les advirtió, mientras acercaba las llamas hacía donde Sirius estaba, manteniéndolas a la distancia exacta para que soltaran al ojigris sin quemarle.

- Gracias – le dijo Sirius en cuanto se vio libre, y levantándose, volvió a alzar su varita - ¡Incendio! – llamó, manteniendo las ramas lejos de ellos mientras Remus repetía la misma acción con Severus, liberándolo también.

- ¡Incendio! – convoco Snape, y con las 3 varitas apuntando a la planta, esta se retrajo, abriendo un espacio por el que podían pasar.

- Parece ser un pasillo – observó Remus con la luz que las llamas les daban.

- Yo iré primero – decidió Sirius, y sin esperar realmente a ver si les parecía a los demás, saltó hacía aquel pasillo oscuro - ¡Lumos! – llamó en cuanto aterrizo, no quería volver a toparse con sorpresas desagradables, pero aquel era un simple pasillo largo y oscuro – Esta libre. Pueden bajar – les informó, y primero Remus y luego Snape, se reunieron con él.

- Bueno, sigamos – pidió Remus, y asintiendo con la cabeza, Sirius guio la comitiva por aquel pasillo hasta que desemboco en una sala amplia y bien iluminada, por lo que deshizo el hechizo de luz. Miró hacía arriba al escuchar aquel aleteo, viendo aquellas llaves con aladas, y luego miró la escoba que había casi al centro de la habitación.

- Apuesto a que ya se lo que esperan que hagamos – murmuró fastidiado.

Remus también levanto la mirada para ver aquellas llaves que parecían pájaros desde esa distancia.

- ¿Puedes distinguir cual abriría la puerta? – le preguntó.

- No realmente… - le respondió Sirius haciendo una mueca – Y será difícil atraparla entre tantas de ellas si se están moviendo demasiado –

- Entonces las inmovilizaremos Lupin y yo – intervino Snape que también miraba las llaves – Deben tener un poderoso hechizo, pero estoy seguro de que entre los dos podremos conseguir inmovilizarlas lo suficiente como para que puedas encontrar la llave correcta, ¿No? –

 

Sirius le miró apenas unos segundos con asombro, antes de asentir con la cabeza. Aún no terminaba de acostumbrarse a tener que trabajar con Snape, pero no pensaría mucho en eso de momento, no cuando la vida de su ahijado dependía de esa cooperación.

- Si, podre hacerlo – aseguró.

- Entonces nosotros detendremos las llaves para que puedas hacerlo – convino Remus.

Con ese plan, los tres se adentraron a la habitación con cuidado, por si las llaves decidían atacarlos, pero estas siguieron volando como si nada.

- Nos ignoran - comentó Remus con alivio.

- Esperemos que sigan así – pidió Sirius, y una vez que llegaron a la escoba, apenas la toco Sirius, aquellas llaves se volvieron hacía ellos como una bandada, dejándose caer en picada.

- ¡Immobulus! – exclamaron Remus y Snape casi al mismo tiempo, y las llaves se quedaron suspendidas en el aire, vibrando por el impulso de la magia.

- ¡Anda, Sirius, porque no sabemos que tanto podremos detenerlas! – le recordó Remus, y sin perder el tiempo, Sirius tomo la escoba, subiéndose en ella y pateando el suelo para elevarse.

Se apresuró a buscar, lamentando enormemente no tener la habilidad de Buscador que Harry tenía, y que en esos momentos sería de mucha ayuda. Apretó las manos con fuerza en el mango de la escoba y se obligó a concentrarse. Harry estaba en peligro, necesitaban ir a recatarlo cuanto antes, así que necesitaba encontrar la llave lo más pronto posible.

Miro cuidadosamente cada llave, y entonces noto que había una un poco más grande, con las alar incluso más grandes, y que parecía tener una de ellas lastimada. Voló hacía ella de inmediato, sujetándola entre sus manos antes de bajar, saltando de la escoba frente a la puerta, a casi metro y medio del suelo, y sin perder el tiempo, se apresuró a abrir la puerta.

- ¡Listo! – les aviso, haciéndose a un lado para que entraran.

- Muy bien, hay que dejarlo caer a la cuenta de tres, porque no sabemos si nos seguirán una vez bajemos el hechizo – le indicó Snape a Remus, quien asintió con la cabeza – Una, dos, ¡Tres! – y bajando el hechizo, ambos emprendieron la carrera, escuchando como las llaves volaban detrás de ellos.

- ¡Corran! – les urgió Sirius, viendo que las llaves les seguían en una alocada carrera, y apenas los dos cruzaron la puerta, la cerro con firmeza, escuchando como las llaves chocaban contra la puerta del otro lado - ¿Estas bien? – se apresuró a preguntarle a Remus.

- Sí, estoy bien – le respondió Remus asintiendo con la cabeza, con la respiración ligeramente agitada – Sigamos –

Sirius también asintió con la cabeza, y volvió a caminar por aquel pequeño pasillo, hasta llegar a una estancia que se ilumino en las esquinas por fuegos mágicos.

- Un ajedrez… - mascullo Snape.

- Me niego a perder el tiempo en esto – espetó Sirius exasperado, y comenzó a caminar sobre el tablero.

- Ten cuidado, Sirius – le pidió Remus, caminando con cautela detrás del ojigris, mientras Snape les seguía aún más alerta, sabiendo que no podría ser tan fácil solo cruzar el tablero y ya.

En cuanto llegaron a la altura de las piezas blancas, estas desenvainaron las espadas impidiéndoles pasar.

- ¡Maldición!, ¡No podemos perder el tiempo en esto! – gruño Sirius molesto.

- Estoy de acuerdo – dijo una voz firme, y cuando los tres se volvieron, vieron a Dumbledore y a Minerva que avanzaban hasta ellos.

- Yo conjure el ajedrez – les informó Minerva en cuanto los alcanzaron – Puedo deshacer el hechizo, pero necesitare reunir toda mi magia para anularlo, y después de eso, me temo que no poder ser de más ayuda para ustedes –

- No te preocupes, Minerva, nosotros nos haremos cargo del resto. Nos ayudaras mucho si no tenemos que perder el tiempo con este ajedrez – le aseguró Sirius de inmediato.

Minerva asintió con la cabeza, y sujetando firmemente su varita, la alzó, comenzando a reunir toda su magia. La primera vez que lanzo el hechizo, lo hizo reuniendo casi toda su magia, sabiendo por la teoría mágica, que solo es posible anular un hechizo si el contra hechizo que se lanza es más poderoso que el hechizo original que se lanzó. Ella era una bruja muy fuerte, así que sabía que no cualquiera podría anular su hechizo, y de hacerlo, eso le dejaría en una desventaja para la siguiente defensa que tendría que enfrentar. Jamás pensó que sería ella misma quien tendría que deshacer su hechizo, pero no dudaría en hacerlo, no cuando un estudiante necesitaba ayuda, sobre todo ese estudiante en específico.

 

***

 

Harry había visto al Profesor Quirrell vencer al Trol y resolver el acertijo de pociones desde el hueco en la pared frente a él. Aún no sabía con certeza en dónde estaba, pero luego de darle muchas vueltas, comenzaba a tener una idea. Recordaba que la Maldición Imperius controlaba la mente de la víctima, y ayudándose de lo que había leído en los libros para sus clases de Oclumancia, y a las mismas clases que el Profesor Snape le había dado sobre la forma en que funcionaba la mente humana, tenía la ligera idea de que donde sea que estuviera, tenía que ser algún lugar dentro de su propia mente, sobre todo, teniendo en cuenta lo que podía ver y escuchar. Si eso era verdad, debía averiguar cómo retomar el control de su mente y su cuerpo, algo que no sabía si era posible, porque jamás había estudiado las Maldiciones Imperdonables.

Por ahora, podía ver que ambos estaban de pie en una enorme sala donde lo único que había, era aquel espejo que Harry tan bien conocía. Él estaba a algunos pasos por detrás del Profesor Quirrell, mientras éste miraba el espejo con rabia, al no saber cómo obtener la Piedra que decía poder ver a través del espejo.

Entonces escuchó pasos detrás de ellos, y vio al Profesor Quirrell volverse, antes de hacer una mueca.

- Mira quien está aquí, Potter – dijo, y pudo ver que su perspectiva cambiaba. Aparentemente, su cuerpo se movía dando media vuelta, y miró con asombro que el Profesor Snape, el Profesor Dumbledore y Sirius habían llegado. Contuvo la respiración.

 

***

 

- Más vale que dejes ir a Harry – le advirtió Sirius alzando la varita hacía Quirrell, que hizo una mueca.

- Encárgate de ellos tres, Potter – le ordeno.

Harry saco la varita, parándose delante de Quirrell mientras éste volvía su atención hacía el espejo de nuevo.

- ¡Maldito bastardo!, ¡Ven a enfrentarnos tú! – bramó Sirius furioso.

- ¡Diffindo! – exclamó Harry apuntando a Sirius, pero antes de que el hechizo conectara, un escudo dorado y casi solido se materializo delante del ojigris, que miró de reojo a Dumbledore.

- Gracias – le dijo, viéndole con la varita alzada, sabiendo que había sido él quien había alzado aquel escudo.

- ¡Expelliarmus! – llamó Harry apuntando a Dumbledore, que como tenía su varita ocupada con el escudo, no pudo repeler el hechizo, viendo como su varita salía volando por los aires para ser atrapada por Harry. Suavemente sonrió.

- Tengan cuidado con los hechizos que usamos, podemos lastimarlo – les recordó a los otros dos mientras se sobaba suavemente la mano donde había tenido sujeta la varita – No lo desarmen, traten simplemente de inmovilizarlo o desmayarlo –

- Te has vuelto muy condescendiente, Albus – se burló la voz de Voldemort.

Sirius jadeo, Snape se puso rígido, y Dumbledore alzó suavemente una de las cejas. Hacía años que ninguno de los tres escuchaba esa voz en persona, aunque Snape la había escuchado en la mente de Harry después de lo sucedido en el Bosque Prohibido.

- Ese… Es Voldemort, ¿Verdad? – quiso confirmar Sirius, apretando más firmemente la varita.

- Lo es – convino Dumbledore impasible.

- ¿Cómo es posible? – preguntó tenso Snape.

- Mi buen Severus. Quien diría que servirías a Dumbledore en mi ausencia – siguió burlándose Voldemort con aquella frialdad – Parece que la libertad puede comprar incluso a aquellos que juraron ser los más leales –

Snape apretó suavemente los labios mirando a todos lados alerta, tratando de averiguar donde se estaba escondiendo Voldemort.

- Mátalos, Harry Potter – ordenó Voldemort con diversión, y Harry alzo la varita.

- ¡Avada Kedavra! – exclamó, apuntando a Sirius.

 

***

 

- ¡No! – grito Harry, viendo aterrado como le lanzaba la Maldición Asesina justamente a su padrino, que apenas y alcanzó a saltar fuera del alcance de aquel rayo verde - ¡Para! – exigió, jalando las cadenas, y se sintió desesperar al ver que volvió a alzar la varita, apuntando ahora a Snape.

- ¡Avada Kedavra! – escuchó su propia voz resonando, y vio aterrado que Snape apenas y alcanzaba a salir también del camino de la maldición.

Cuando le vio alzar la varita por tercera vez, de nuevo hacía su padrino, sintió un hueco en el estómago.

- ¡Para maldita sea! – rugió desesperado y furioso, retorciéndose contra las cadenas sin importarle si eso le lastimaba - ¡Es mi cuerpo!, ¡No puedes hacer eso!, ¡No puedes lastimar a aquellos que amo!, ¡No puedes, maldita sea!, ¡DETENTE! –

Con asombró, vio que la maldición no fue pronunciada, que sólo se quedó con el brazo extendido.

- ¿Qué esperas, Potter?, ¡Mátalos! – escuchó la voz de Voldemort exigirle, y un dolor abrazador le atravesó la cicatriz.

- ¡No!, ¡No voy a lastimarlos! – grito pese al dolor tanto de la cicatriz como de las caderas, sin dejar de luchar para soltarse de éstas.

- ¡Harry, la Maldición Imperius controla la mente de la víctima, pero hay una forma de contrarrestarla! – escuchó de pronto la voz de Snape gritar, y supo que le estaba gritando a él, no a aquella marioneta que era su cuerpo físico en aquel momento, sino a él que estaba atrapado dentro de su propia mente - ¡La puedes contrarrestar con fuerza de voluntad y un carácter firme!, ¡Debes tener la suficiente fuerza de voluntad para querer salir del trance, y el suficiente carácter para no querer dejarte manipular!, ¡Tú puedes hacerlo!

Entonces Harry supo porque su cuerpo se había detenido de lanzar la maldición de nuevo, y concentro todo su ser y todos sus pensamientos, toda su fuerza en unas concisas palabras.

- ¡NO VOY A HACER LO QUE ME ORDENAS! – grito con toda la fuerza de sus pulmones, y tiró con fuerza de su cuerpo, sintiendo de pronto que las cadenas que le lastimaban, por fin le soltaban.

El cuarto a su alrededor comenzó a desvanecerse, y cuando parpadeo, se encontró de rodillas en el suelo, respirando agitadamente, mareado y tembloroso, sintiendo nuevamente todo el dolor que el Cruciatus le había dejado, aunado al dolor de la cicatriz, pero sabiendo que había logrado salir del control de la Maldición Imperius, pese a que su adolorido cuerpo no le respondía.

- Quiero hablar con el viejo tonto… Cara a cara… - ordenó entonces la voz fría y furiosa de Voldemort, y Harry jadeo, apretándose la frente al sentirla arder, encogiéndose en el suelo ante tanto dolor.

- Pero maestro… - intento protestar Quirrell, notablemente nervioso.

- ¡Es una orden! – siseo Voldemort con tanta furia que Quirrell saltó.

Harry apretó los dientes con fuerza, sintiendo como si le clavaran una cuchilla ardiente en la frente. Algo húmedo mancho la mano con que se presionaba la cicatriz, y supo sin necesidad de ver, que la cicatriz volvía a sangrarle.

Entonces, Quirrell alzo las manos hacía el turbante para comenzar a desenvolverlo, y cuando termino, les dio la espalda. Sirius jadeo y Snape se tensó, al ver que lo que había en la parte posterior de la cabeza de Quirrell no era su nuca, sino un rostro.

- Tom – hablo tranquilamente Dumbledore, y en una mezcla de curiosidad y confusión, Harry alzo con trabajos la vista hacía el Profesor Quirrell, jadeando al ver aquel rostro de un blanco grisáceo, casi como la tiza, con brillantes ojos rojos, y ranuras en vez de fosas nasales, justo como las serpientes.

- Dumbledore – siseo con tanto odio aquel rostro, que Harry no pudo evitar gritar, encogiéndose nuevamente ante el dolor – ¡Sujeta al mocoso! – ordeno, y de inmediato Quirrell agarro a Harry por los cabellos, obligándolo de un tirón a levantarse.

Harry apenas y pudo jadear adolorido, levantándose en medio de un trastabillo, manteniéndose de pie con muchos trabajos.

- ¡Suéltalo! – gruño Sirius, apuntando con la varita, pero sin animarse a lanzar nada por miedo a lastimar a su ahijado.

- Si no puedo tener la Piedra, por lo menos me desharé de este mocoso – les informó Voldemort - ¡Mátalo! –

- ¡Avada…! – comenzó, pero Harry agarro con ambas manos la mano con la que sujetaba la varita, buscando con todas sus fuerzas apartarla de él.

Quirrell soltó un chillido y empujo a Harry, que cayó al suelo confundido y desorientado.

- ¡¿Qué haces?!, ¡Atrápalo, atrápalo! – le ordeno la furiosa voz de Voldemort, y Harry apretó con fuerza los dientes ante el dolor en la cicatriz, pasándose el dorso de la manga por los ojos, pues la sangre comenzaba a metérsele impidiendo ver. Trato de pararse sin conseguirlo, sintiendo los músculos de su cuerpo protestar airadamente.

- ¡No puedo, maestro!, ¡Mi mano!, ¡Mi mano!, ¡No puedo! – chillo desesperado Quirrell, mirando aterrado su mano que parecía quemada, mostrándose en carne viva, con enormes ampollas rojas y brillantes.

- ¡Mátalo! – le ordeno con fuerza Voldemort, y entonces Harry grito, incapaz de seguir conteniéndose ante el dolor que sentía que le partiría la cabeza.

Aun adolorido, Quirrell tomo su varita con la mano izquierda.

- ¡Expelliarmus! – lanzo de inmediato Snape, y la varita de Quirrell voló hasta su mano

Sirius aprovecho esa oportunidad y corrió hacía donde Harry se encontraba, hincándose a su lado.

- ¿Estas bien? – le preguntó preocupado. Trato de ayudarlo a pararse mientras recogía las varitas tanto de su ahijado como de Dumbledore que estaban en el suelo, pero dándose cuenta de que Harry temblaba y era incapaz de sostenerse en pie, le cargo en brazos, corriendo de regreso a donde Dumbledore y Snape estaban – Toma, Dumbledore – le dijo, tendiéndole su varita, que Dumbledore tomó con un asentimiento suave de cabeza.

- ¡Eres un idiota! – bramó Voldemort colérico y Harry grito, sintiendo la sangre que seguía escurriendo.

- ¡Maestro!, ¡No puedo, no puedo! – chillo Quirrell, cayendo de rodillas, quitándose la túnica y echando la manga del brazo hacía atrás, mostrando el brazo también en carne viva, con aquellas ampollas rojas y brillantes - ¡Maestro!, ¡Ayuda! –

- Saca de aquí a Harry y llévalo a la Enfermería – le ordenó Dumbledore a Sirius, que apenas asintió con la cabeza antes de darse medía vuelta para irse de inmediato.

Harry miró sobre el hombro de su padrino, viendo que el Profesor Quirrell chillaba mirando aterrado como ahora su mano izquierda también se mostraba en carne viva al igual que su rostro. Sólo entonces se rindió a la inconsciencia.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).