Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

"Belleza Escondida" por ShineeLuhan

[Reviews - 29]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola ya estoy de vuelta con un capítulo más de esta romántica historia de amor entre un doctor y su niñero *-* Disfruten con el episodio.


Agradecer como siempre a akron por su gran apoyo…Muchas gracias linda!!!

“CAPÍTULO CUATRO”

 

 

Will se sentía como una basura. “Bueno, quizá no tanto así”, pensó, con las manos en las caderas. Pero sí lo suficiente como para perder el sueño y pasear por la casa a medianoche. Deseó haber mantenido la boca cerrada. Eso le pasaba por haber crecido en una casa llena de niños en la que si uno no hablaba, lo hacían los demás. Quería pedirle disculpas, pero Hannibal no respondía al intercomunicador ni a la puerta.

 

Estaba claro que quería evitarlo. Era un cabezota, pero sabía que lo que había dicho era cierto. Con su presencia, Will le hacía sentir cosas nuevas porque viviendo solo en ese castillo hacía tiempo que no sentía nada. Ahora él y su hija estaban allí, y Hannibal notaba su aislamiento con más fuerza, y más dolor.

 

Pero el misterioso doctor también lo afectaba a él. Will se sentía fresco, deseado, y comprendió que era algo que había echado de menos desde que rompió con Matt. Ni la ropa nueva, ni los baños de burbujas, ni los caprichos lo habían conseguido. Pero Hannibal era distinto a su prometido y a cualquier otro hombre que haya conocido. Solo Hannibal hacía que su corazón martilleara y que su sangre fluyera como fuego líquido. Era como si un radar interno hiciera saltar a sus células gritando de deseo cada vez que éste se acercaba. Ni siquiera hacía falta que lo tocase, y Will no sabía si eso le gustaba.

 

Mattew Brown casi había acabado con su confianza en sí mismo, y había aceptado el trabajo en Esposos a Domicilio para alejarse lo más posible de él. No estaba seguro de querer arriesgarse con otro hombre. Era obvio que lo primero en lo que pensaba Hannibal era en la apariencia. En la suya propia y en la de él, justo lo que quería evitar.

 

Con un suspiro, encendió la luz de la biblioteca. Las paredes estaban cubiertas de estanterías llenas de libros, había un sofá y un sillón junto a la chimenea y un escritorio a un lado. En una esquina, había una armadura que parecía un centinela. Era una habitación muy masculina. Percibió olor a tabaco y comprendió que venía del cigarrillo que había en el cenicero de cristal. Recorrió la habitación con los ojos.

 

--¿Doctor Lecter?- llamó. La idea de verlo lo asustaba y excitaba al mismo tiempo. Como no hubo respuesta, tocó el borde del cenicero. Estaba templada.

 

Miró a su alrededor he intentó imaginárselo allí sentado. ¿Serían esos libros su única compañía aparte de Jack? Sintió una oleada de compasión, pero la desechó al instante mismo; sabía que Hannibal no lo aprobaría. Recorrió los lomos de los libros con el dedo. Fue hacia el escritorio, se sentó en la silla de cuero y recogió las piernas hacia un lado. Se preguntó si el Dr. Lecter solía leer allí por la noche y si él le había robado esa libertad con su presencia.

 

Conocía a los niños y sabía que Abigail no se contentaría con no ver a su padre, odiaba pensar en el momento en que exigiera hacerlo. Aunque el doctor viviera como un recluso, no podía esperar que la niña hiciera lo mismo. Decidió que no abandonaría el castillo hasta que Hannibal y su hija se conocieran y pudieran vivir juntos.

 

Se frotó los brazos y vio unas fotos enmarcadas que había en una esquina de la mesa. Se levantó y se inclinó para inspeccionarlas, una de ellas era una foto de boda, antes del accidente.

 

--¡Oh, rayos!- musitó, dejándose caer en la silla- Era muy atractivo- aunque su esposa era preciosa, digna de un desfile de modelos, Hannibal dominaba la foto por completo. El pelo rubio perfectamente peinado bordeaba con distinción sobre la frente; sus ojos marrones juntamente con sus pómulos afilados sonreían al fotógrafo. Sus rasgos eran firmes y perfectos, aristocráticos. No era guapo, era devastador. A Will le dio un vuelco el corazón al pensar que un hombre así se interesaba por él.

 

Al otro lado del pasillo, frente a la biblioteca, Hannibal se frotó la boca. Se había olvidado de la foto. Desde que era un adolescente, había tenido más mujeres de las que podía contar, y uno que otro desliz con algún que otro hombre, tan solo gracias a su aspecto. Hasta el accidente.

 

El castaño colgó las piernas desnudas del brazo del sillón y Hannibal lo observó. Llevaba una camiseta negra pegada a su esbelto torso y, por lo que podía ver, un diminuto short en su parte inferior. Su cuerpo se tensó al pensar que solo los separaban unos metros, que eran kilómetros. Si Will Graham veía su rostro, comprendería que el hombre de la foto había muerto cuatro años atrás.

 

Will frunció el ceño y dejó la foto en la mesa. Miró hacia el umbral y vio una sombra en la pared del vestíbulo. Se levantó, cruzó la habitación y se asomó al pasillo.

 

--Sal de dondequiera que estés- no hubo respuesta, pero sabía con certeza que estaba allí, sentía su presencia- Déjalo ya- advirtió, saliendo al vestíbulo y escrutando las sombras- Solo eres un fantasma si pretendes serlo. Si quieres hablar conmigo, hazlo, maldita sea.

 

Silencio, interminable y solitario.

 

--Bueno, ¡yo sí quiero hablar contigo!- exclamó.

 

Oyó un movimiento al final del pasillo y corrió hacia allí. Llegó a la cocina a tiempo de verlo abrir la puerta y salir. Corrió tras él- ¡Lecter!

 

El aludido titubeó un instante y después, cubierto con una oscura sudadera con capucha, echó a correr hacia la playa. Will lo observó hasta que las tiras reflectantes de sus zapatillas deportivas desaparecieron en la oscuridad. “No puedes seguir en la sombra para siempre”, pensó para sí.

 

 

****

 

 

Will se convenció de que los niños eran mucho más resistentes que los adultos. Esperaba que la niña estuviera inquieta y asustada por la mañana, pero no fue así. Abigail entró en su dormitorio con una sonrisa esplendorosa y actitud inquisitiva. Quería ver su nueva casa, jugar y pasarlo bien; y a Will no le importó nada olvidarse de las tareas hogareñas y dedicarle el día.

 

Abigail se rio cuando Will intentó meter sus piernas entre los pasamanos del tobogán. Estaba claro que no era para adultos, por lo menos para adultos que tuvieran piernas largas. Miró a Abigail, hizo un movimiento de cejas y se deslizó hacia abajo. No pudo parar al borde y acabó sentado en el suelo de golpe. Abigail soltó una carcajada y corrió hacia él.

 

--Creo que estoy algo oxidado para esto.

 

--¡Otra vez!- exclamó Abigail dando saltitos.

 

--Oh, no. Creo que hoy te toca a ti ser la reina del tobogán- dijo, poniéndose en pie y sacudiéndose el polvo del trasero de sus vaqueros.

 

Abigail no se hizo de rogar y Will sonrió al verla subir. Sus piernas apenas alcanzaban los peldaños. Se tiró y cayó de pie, haciendo que Will se preguntara si los aterrizajes perfectos eran un don que se perdía con la edad.

 

Cuando se cansó de los columpios, Will sugirió ir a la playa. Recogió un cubo y una pala del arenero y corrió hacia allí con la niña. Cuando llegaron, el castaño tiró el cubo y alzó a Abigail por el aire, volteándola y haciéndole cosquillas. La niña gritó y rio encantada. Se sentaron en la arena húmeda y, para sorpresa de Abigail, Will se puso a construir un foso para el castillo de arena.

 

--Estoy toda llena de arena- comentó Abigail cuando volvían hacia la casa.

 

--Se quita con agua- dijo Will, encogiéndose de hombros.

 

--¿No te vas a enfadar?

 

--Claro que no, cariño- se acuclilló y miró a la niña a los ojos- No se puede vivir al lado de la playa y no mancharse de arena.

 

--A mi mamá no le gustaba la arena- la niña se echó a llorar y Will, apenado, la levantó en brazos y se puso en pie.

 

Desde lejos, Hannibal vio que Abigail lloraba. Sintió dolor de corazón cuando Will la levantó en brazos con cariño y la llevó hacia la casa. Los observó, preguntándose por qué estaba triste su hija, deseando estar con ellos. Sintió una oleada de celos. No había trabajado en todo el día, pues iba de ventana en ventana, atraído por sus risas.

 

Will se detuvo en la entrada principal y miró hacia arriba. Hannibal se apartó demasiado tarde. La expresión del castaño lo decía todo: “Tú deberías estar aquí, consolándola”.

 

Will subió a Abigail al dormitorio, murmurando palabras cariñosas mientras la niña sollozaba. Le quitó la ropa húmeda y arenosa y la bañó. Media hora después Abigail estaba limpia y lista para la siesta; se quedó dormida encima del sándwich de pavo y Will la subió al dormitorio en brazos. Después de acostarla en su cama de princesa, volvió a la cocina a fregar los platos de la comida. Preparó una bandeja para Hannibal y algo para Jack y pulsó el intercomunicador.

 

--La comida está servida, milord- anunció.

 

--Gracias.

 

--No pienso subirla. Tendrás que bajar y arriesgarte a chocar conmigo a la luz del día.

 

--Will.

 

--Tengo trabajo, Dr. Lecter. Cosas que no hice porque estuve jugando con tu hija.

 

--¿Por qué estaba triste?- preguntó Hannibal tras unos segundos de silencio. Will decidió ahorrarle los detalles y fue directo al grano.

 

--Echa de menos a su madre.

 

--Tuve la impresión de que lo solucionaste.

 

--Lo intenté- dijo el castaño, recordando con dolor las lágrimas de Abigail.

 

--Gracias, Will.

 

--De nada. Es una niña encantadora. Ahora sal de esa cárcel y baja a comer.

 

--Te comportas como un tirano.

 

--Ese soy yo- replicó el otro, ignorando el tono divertido de su voz- “Will el Despiadado”- apagó el intercomunicador, pero un momento después volvió a encenderlo- Y cuando te pida disculpas por lo de anoche, espero que estés en la habitación conmigo, ¿me oyes?

 

Hannibal lo llamó, pero no le respondió. Will iba a conseguir que saliera. Aunque fuera lo último que hiciera en la vida, lo devolvería pateando y gritando al mundo de los vivos.

 

 

 

****

 

 

Hannibal oyó los gritos de Abigail, que aumentaron de intensidad mientras corría hacia su habitación, abrochándose el cinturón de la bata. Abrió la puerta y miró la cama, la niña se retorcía entre las sábanas.

 

La lamparita de noche daba una luz tenue, y Abigail chilló justo cuando llegó a su lado. La tomó en brazos, susurrándole que todo iba bien y que él estaba allí. Estaba rígida y temblorosa, y sus manitas agarraron la bata con desesperación.

 

--Papá está aquí, Abby. Papá está contigo- murmuró, frotándole la espalda. La niña se relajó y rompió a llorar.

 

--Tenía…tenía miedo.

 

--Lo sé, pequeña, lo sé.

 

--Oh, papá, mami se ha ido- sollozó desconsolada. Él apretó los ojos, preguntándose cómo se enfrentaba una niña de cuatro años al dolor, a una muerte que no entendía.

 

--Ahora yo estoy aquí, Abigail.

 

Los sollozos se acallaron lentamente, y cuando se abrazó a su cuello, Hannibal se tensó. La niña no pareció notar las profundas cicatrices y se relajó un poco, acunándola con cariño, deseaba protegerla, ser el caballero andante de sus sueños, ese que la libraba de los dragones. Quería que se sintiera segura a su lado.

 

La besó en la cabeza y le contó que estaba muy contento de que estuviera allí, y que hubiera deseado conocerla antes. Cuando la niña se durmió, siguió con ella en brazos un buen rato. Era la tercera noche que tenía una pesadilla y las dos anteriores Will había llegado a la habitación antes que él.

 

Will debía estar agotado. Habían pasado el día jugando en los columpios y en la playa, y había observado cómo le enseñaba a Abigail a dar volteretas. Después, con la ayuda de Jack, montaron en la yegua y pasearon por la playa. Él percibió que se llevaban muy bien y sintió celos, aunque lo alegraba que la niña fuera feliz. Era obvio que Will sería el padre perfecto y se preguntó por qué no se había casado.

 

Hannibal oyó el crujido de la puerta al abrirse, se puso en pie y se ocultó en el pasadizo. Will entró al dormitorio con el ceño fruncido, seguro de haber oído algo. Miró a su alrededor y se inclinó para darle un beso a la niña. Al hacerlo percibió un olor que no era el de Abigail, era un olor especiado…, masculino. Se irguió.

 

--¿Dr. Lecter?- susurró. No hubo respuesta, pero supo que había estado con Abigail, aunque estuviera dormida. Eso lo alegró; implicaba que no existía el distanciamiento que el mismo Will  pretendía.

 

Salió de la habitación y decidió prepararse un mate de manzanilla. Los pasillos estaban iluminados con tenues luces laterales, en el suelo, así Hannibal conseguía que su rostro siempre estuviera en la penumbra. Fue a la cocina y, cuando calentaba el agua, oyó el chisporrotear de la madera. Corrió al salón; la chimenea estaba encendida, se acercó lentamente a calentarse los pies desnudos, y percibió la presencia del imponente doctor a su espalda.

 

--Quédate.

 

Will se volvió. Estaba sentado en una silla de respaldo alto, con el rostro sumido en las sombras. Lo irritó que Hannibal supiera exactamente cómo y dónde situarse para que no pudiera verlo. Recorrió con los ojos la bata de seda marrón que cubría sus piernas.

 

--¿Por qué no estás durmiendo?

 

--Supongo que por la falta de actividad- replicó Hannibal, llevándose una copa de vino a los labios. El castaño notó que su mano derecha era lisa y sin cicatrices, pero que escondía la otra junto a su cuerpo.

 

--Eso es culpa tuya. Nadie te pide que te quedes encerrado en la torre.

 

--No quiero discutir sobre eso, Will. O déjame en paz o únete a mí. Hay vino en el aparador- dijo, indicándolo con la copa. El castaño titubeó, preguntándose si era prudente quedarse allí- ¿Tienes miedo?- preguntó después.

 

--¿De ti?- Will rio suavemente- No, ladras pero no muerdes.

 

--¿Cómo lo sabes?

 

--Porque no te acercas lo suficiente como para morder- se burló.

 

--Qué valiente- murmuró el rubio doctor contra la copa, deseando que su bello niñero se sentara de una buena vez.

 

El fuego iluminaba la bata de satén gris de Will, y se veía al trasluz la silueta de su sensual y desnudo cuerpo. Hannibal intentó controlar su frustración, pero no podía apartar la vista. La perfección se erguía tentadora ante él, y notó la tensión que verlo provocaba entre sus muslos. No quería desearlo, pero era humano, como cualquier otro. Will era una belleza de piernas largas y torso esbelto, y estaba en su casa…embrujándolo.

 

--Siéntate, Will- pidió al fin, incapaz de soportar esa visión un segundo más.

 

--Voy por mi té- replicó el castaño volviendo a la cocina. Cuando regresó Hannibal lo esperaba y eso lo alegró, a pesar suyo. Se sentó en un extremo del sofá, junto al fuego y, con la taza en las manos, miró el bailoteo de las llamas. El doctor se revolvió en la silla y Will lo percibió sin verlo.

 

“Oigo cómo se agita tu respiración cuando me acerco, siento tu cuerpo vibrar…”, Hannibal le había dicho esas sensuales palabras la noche anterior. Will se preguntó si percibía lo que sentía en ese momento. Bebió un sorbo de té, deseando alejar esas sensaciones, pero no pudo. Recordó la fotografía y pensó lo difícil que debía ser para un hombre que habría hecho suspirar de deseo a muchas mujeres, el pensar que ahora se estremecían de horror al verlo, lo llenaba de tristeza.

 

--Lamento lo que dije la otra noche- dijo Will, mirando en su dirección.

 

--¿Por qué? Era verdad.

 

--Fue una grosería expresarlo con palabras.

 

--Acepto la disculpa.

 

--Gracias, Dr. Lecter.

 

--Creo que nos hemos herido lo suficiente como para utilizar nuestros nombres de pila.

 

--Oh, Hannibal- murmuró suavemente- No era mi intención herirte.

 

--La verdad te hirió más a ti que a mí.

 

--¡Deja de ser tan endiabladamente frío!- dejó la taza sobre la mesa con un golpe.

 

--¿Qué quieres que haga? ¿Negar que siento atracción por ti? Eres como un chico de póster, por Dios santo, Will.

 

--¿Y qué? Mi cuerpo es un mero accidente de la naturaleza. No soy lo que aparento ser- se puso en pie, airado porque lo hicieran sentir tantas cosas cuando se había jurado olvidarse de los hombres, no volver a involucrarse con alguien que no viera más allá de su rostro, que ni siquiera lo intentara- ¿Sabes lo que pienso?

 

--Estoy seguro de que me lo dirás- masculló el doctor secamente.

 

--Pienso que no te atreves a arriesgarte. Que has olvidado cómo ser una persona normal, en vez de un ogro gruñón y exigente al que han despertado de sus dominios.

 

--Sé lo que quieres, Will, pero no puedo permitirlo. Y no lo haré.

 

--¿Y yo no tengo voz ni voto?- con las manos en las caderas lo miró, Hannibal agarraba con fuerza el pie de la copa- Veo que la opinión que tienes de mí empeora por momentos.

 

--No, pero la experiencia me ha enseñado mucho- explicó el otro con paciencia, deseando que Will llevara algo más de ropa puesta y se alejara del fuego- Simplemente odio lo que me haces sentir.

 

--¿Odio? Oh, cualquier persona se derretiría ante tanto halago, Hannibal. Pero ya dejaste claros tus sentimientos la otra noche. Supongo que es una suerte que solo vaya a quedarme hasta que puedas ocuparte de Abigail como un padre de verdad- espetó el castaño, yendo hacia la puerta.

 

--Entonces no te irás nunca.

 

Eso lo detuvo. Lo miró con una mezcla de compasión y furia. El fuego iluminaba su cabello rubio y sus anchos hombros y deseó por un lado sentarse en su regazo y sentir su cuerpo junto al suyo, por otro lado golpearlo hasta que recuperara el sentido común.

 

--No puedo quedarme para siempre, Hannibal.

 

--Tenemos un contrato legal- replicó el otro, poniéndose en pie tras la silla. Will percibió cierto pánico en su voz y se arrepintió de haberlo amenazado, pero lo desesperaba su tozudez.

 

--Sí, lo tenemos- lo tranquilizó suavemente. Alzó la mano hacia él y, como un gato al acecho, Hannibal agarró su muñeca y lo apartó.

 

--No intentes tocarme. Entra en el contrato.

 

Se quedaron quietos y Will sintió un cosquilleo de anticipación en la piel. Podía dar un tirón y arrastrarlo a la luz, pero no quería que perdiera la confianza en él. Hannibal necesitaba tiempo.

 

--Te propongo un trato- dijo- Si no me echas en cara mi etapa de modelo, yo no intentaré mirarte.

 

--De acuerdo- con una risa profunda, lo soltó.

 

Will sintió ese sonido recorrer su espalda como una corriente eléctrica. Asintió, y dio un paso hacia atrás, deslizando la mano por el respaldo de la silla. Hannibal apretó la copa con fuerza, al imaginar esa mano acariciándolo.

 

--Una cosa más- dijo el castaño, deteniéndose en el umbral.

 

--¿Sí?- se volvió, Will estaba de espaldas.

 

--Soy un hombre sincero. Casi nunca me callo nada. Si me enfadas te diré por qué y…- giró el cuerpo levemente hacia el otro hombre- …y no pienso pagar por la traición de ella, ni por su debilidad.

 

Se refería a Alana, y Hannibal sabía que tenía razón. Tanto Alana como Will no se parecían en nada, por obvias razones, pero aun así, no quería arriesgarse a ver en sus ojos una mirada de horror como la de Alana.

 

--Dices eso porque no me has visto.

 

--No necesito verte, Hannibal, para saber qué clase de hombre eres en realidad- se dirigió hacia la escalera y cuando rozó el primer escalón, Hannibal se puso a su espalda. Will no se volvió. El calor que irradiaba su cuerpo lo envolvió y cerró los ojos, esperando. Casi se le doblaron las rodillas al sentirlo tan cerca y se agarró a la barandilla.

 

--Piensas que soy honorable- le dijo Hannibal al oído, provocándole un escalofrío.

 

--Sé que lo eres.

 

--Quizás deberías recordar que hace tiempo que no veo a una mujer, o a un hombre tan atractivo en tu caso. A ambos.

 

--¡Qué halagador!- susurró Will, con un nudo en la garganta.

 

--Deberías sentirte halagado. Porque eres lo único que me ha hecho desear salir de las sombras- el castaño sintió un cosquilleo en el estómago- Maldita sea, Will- continuó Hannibal con voz ronca de deseo- Cuando te veo, lo único que deseo es probarte…

 

Will notó un calor abrasador que lo quemaba y se puso la mano sobre el corazón desbocado.

 

--…sentir tu blanca piel desnuda bajo mi boca…

 

Will se tragó un gemido.

 

--…y estar…- su voz se convirtió en un gruñido-…dentro de ti.

 

 

CONTINUARÁ….

Notas finales:

Bueno, espero que el nuevo capítulo de hoy les haya gustado mucho. Esa tensión sexual entre nuestra parejita principal se está acortando cada vez más y más ¿no lo creen así??? Gracias por leer la historia y me alegraría en verdad que me dieran sus sinceras opiniones acerca de que les va pareciendo hasta ahora el finc. ^_^


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).