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"Belleza Escondida" por ShineeLuhan

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Notas del capitulo:

Hola queridas lectoras!!!

Estoy de vuelta con un capítulo más de la historia. Espero les guste mucho. Nos vamos acercando cada vez más al desenlace. 

Muchas gracias a Kitana por el apoyo de siempre ^_^

 

“CAPÍTULO NUEVE”

 

 

 

Will había dejado a Abigail medio dormida, echándose la siesta, pero cuando volvió, no estaba en la cama.

 

Abrió una puerta y buscó en otra habitación, la cerró y pasó a la siguiente. La llamó, sin recibir respuesta. Habían pasado todo el día jugando. Will necesitaba distraerse lo más posible, para no pensar en Hannibal. Pero, incluso tras montar a caballo, pasar horas en la playa y en los columpios y hacer manualidades con Abigail, seguía sintiendo las caricias de Hannibal Lecter. Su boca en la piel. Se sentía febril y ardiente, y ni siquiera una ducha fría logró calmarlo.

 

--Abigail, nena- llamó en otra habitación vacía. El tono de su voz se fue haciendo más y más angustiante al no encontrarla.

 

Lo invadió el pánico y corrió de habitación en habitación; finalmente fue al ala oeste, pero allí solo estaba sus pinturas. Miró los pantalones de su pijama con disgusto, recordando con qué facilidad se los había quitado Hannibal. Los agarró y volvió a la parte principal de la casa.

 

--Vamos, sal, princesa- dijo abriendo armarios y baúles- Esto no tiene gracia.

 

Se quedó inmóvil al oír un sonido apagado y distante. Fue hacia el ruido, pero no la encontró. Corrió fuera, Jack estaba en el garaje, trabajando en el auto.

 

 --Ayúdame a buscar a Abigail, Jack. No la encuentro. Debe estar jugando, o algo así.

 

Preocupado, el hombre de color asintió, dejó las herramientas y fue a buscarla por los jardines, mientras el castaño volvía a la casa. Will se asomó por el balcón del salón y no vio huellas de pisadas en la arena, nada que indicara que se había alejado de la casa. Sintió un ligero alivio. Se preguntó dónde podía estar y por qué no contestaba.

 

Llamándola, buscó en todos los sitios en los que podía esconderse, incluyendo el armario de la limpieza. El miedo comenzó a atenazarlo. Aunque la casa era segura y tenía un sistema de alarma muy avanzado, recordó la advertencia de Hannibal: alguien podría secuestrarla y pedir un rescate. Decidió no alarmarlo de momento.

 

--No hay ni rastro de ella- dijo Jack, asomando la cabeza por la puerta de atrás. Will asintió con la cabeza y le dio las gracias. Corrió escaleras arriba, con la esperanza de que Abigail hubiera vuelto a su dormitorio, pero estaba vacío. Los rotuladores y el cuaderno de dibujo seguían donde los había dejado.

 

Oyó un golpeteo en la suite de Hannibal y el enfado de la noche anterior resurgió. Subió y golpeó la puerta.

 

--¿Sí?- preguntó el doctor.

 

--Abre la puerta, maldita sea.

 

--No.

 

--¡Ya te dije que estaba harto de oír eso! Abre, o te juro que la destrozaré con una de esas espadas antiguas que hay por la casa.

 

--¿Recurres a la violencia, Will?- el doctor frunció el ceño, deseando abrir y besarlo hasta hacerlo cambiar de humor.

 

--Necesito tu ayuda, Hannibal. ¡Abigail ha desaparecido!

 

--¿Qué?- Hannibal dejó caer la pesa al suelo de golpe.

 

--Estoy seguro de que está en la casa. No hay huellas en la arena y Jack no la ha encontrado afuera. Estaba durmiendo en la cama y cuando volví había desaparecido.

 

--¿La gatita también?

 

--Sí, también- dijo el castaño tras pensar un segundo. De pronto, oyó un gemido apagado.

 

--Oh, Dios, la oigo. ¿Dónde puede estar?

 

--Yo la encontraré- dijo Hannibal, poniéndose una camiseta.

 

--¿Cómo diablos vas a encontrarla ahí encerrado? ¡Sal, Hannibal! ¡Necesito ayuda!

 

--Tranquilízate, Will. La encontraré- dijo Hannibal, acercándose a la puerta. Su voz tranquilizó a Will. Estaba seguro de que Hannibal la encontraría pero, entretanto, él seguiría buscando por su cuenta.

 

Hannibal agarró una linterna, entró en la escalera de servicio que había oculta en las paredes y bajó un piso, después subió por la escalera opuesta, que llevaba al otro lado de la casa.

 

--¿Abby? ¿Abby?

 

--¿Papá?

 

--Quédate donde estás, pequeña. Ya voy.

 

--Tengo miedo- gimió. La gatita maulló.

 

--Lo sé, preciosa. Sigue hablando- Hannibal subió la estrecha escalera- ¿Ves la linterna?

 

--No- su voz sonó asustada.

 

--Todo va bien, cielo, papá está aquí. No te pasará nada.

 

--Está bien.

 

Hannibal se sonrió. La niña intentaba hacerse la valiente. Dobló la siguiente esquina y deseó que hubiera luces en los pasadizos. La mitad de las escaleras desembocaban en largos pasillos y, aunque él conocía el laberinto en la oscuridad, Abigail podría haber estado atrapada durante días, buscando una salida.

 

--¿Cómo encontraste las escaleras en la pared?

 

--Serabi fue a una esquina de mi dormitorio, y luego se metió por debajo de la pared.

 

Él comprendió que debía haberla dejado mal cerrada en su última visita nocturna. Lo ocurrido era culpa suya.

 

--¡Veo la luz, papá!- gritó ella con alivio.

 

Hannibal la iluminó con la linterna y la alzó en brazos, apretándola con fuerza. Si le hubiera ocurrido algo…Ella se agarró a su cuello y él la besó en la mejilla. Temblorosa, se echó a llorar.

 

--Ya pasó, nena. Ahora estás con papá.

 

--Tenía mucho miedo- sollozó la pequeña.

 

--Lo sé, nena, lo sé- la tranquilizó suavemente mientras se dirigía a la salida. Apretó la pared y la puerta se abrió. La dejó en el suelo y ella corrió al vestíbulo de arriba.

 

--¡Will, Will!

 

--Oh, Abby- gritó Will. Corrió hacia ella y la levantó en brazos, besándola. Abigail se echó a reír. Hannibal, de pie en el umbral, contempló a Will con su hija. Sus ojos azules, rebosantes de lágrimas, brillaban de amor por la niña.

 

--Tesoro, estaba muy preocupado. ¿Dónde fuiste?

 

Hannibal se puso tenso. Había llegado el momento de la verdad.

 

--Estaba en las paredes.

 

--¿Qué quieres decir?

 

--Hay una escalera interior para el servicio, y pasadizos que llevan desde aquí al ala oeste- dijo Hannibal- Recorren toda la casa.

 

Will giró, mirando en su dirección. Su enorme cuerpo llenaba el umbral y vislumbró unos pantalones cortos y una camiseta negra, en vez de la austera camisa blanca y pantalón oscuro usuales. A pesar de encontrarse sumido entre las sombras, una pequeña luz se reflejaba en el músculo retorcido de su muslo izquierdo y Will se estremeció al recordar escenas de la noche anterior, pero pudo más su enfado.

 

--¿Pasadizos?- dijo- ¿Y tú lo sabías?

 

--Por supuesto.

 

--¿Y no se te ocurrió decírmelo? Por Dios, Hannibal, ¡podría haberse caído! No habríamos…no la habría encontrado nunca. ¡Fue algo egoísta y peligroso no hablarme de ellos!

 

--Lo siento, Will- dijo Abigail.

 

--No es tu culpa, princesa.

 

--Así es como vienes a mi dormitorio, ¿verdad, papá?- Abigail los miró de uno a otro, preocupada.

 

--Sí, princesa, es así.

 

--¡Desde luego!- Will comprendió al fin cómo se movía por la casa sin que lo viera. Dejó a la niña en el suelo y se cruzó de brazos.

 

--Solo a su dormitorio- aclaró el doctor, imaginándose lo que el castaño estaba pensando.

 

--Ni se me había ocurrido que fueras al mío- se burló Will- Suelo tener la luz encendida.

 

--Papá me lee. Todas las noches.

 

--¿Qué?- Will miró a Abigail. Se irguió, dejó caer los brazos y se enfrentó a Hannibal- ¿Le lees? ¿Vas a su dormitorio por esos pasadizos todas las noches?

 

--Sí.

 

El ojiazulado se encaminó hacia el otro y le clavó un dedo en el pecho.

 

--Eso es…eso es- suspiró y apoyó la mano en el centro de su fornido pecho- Eso es maravilloso, Hannibal. Me alegro por los dos.

 

--No cambia nada.

 

--Me hace ver que pueden apañarse si no estoy aquí- dijo el castaño. Hannibal se inclinó y Will captó su aroma a especias, sudor y hombre; un cosquilleo recorrió todo su cuerpo al sentirlo tan cerca e inmerso en la oscuridad.

 

--Tú no te vas- gruñó Hannibal. No podía soportar la idea, ni siquiera por un momento.

 

--Por favor, no te vayas, Will. ¡Por favor!- chilló Abigail, con pánico en la voz.

 

--No me voy, Abby- la consoló y se acercó más a Hannibal y susurró- De momento. Te lo dije, no puedo seguir así.

 

--Pero seguirás- musitó él inclinando la cabeza. Su boca estaba a milímetros de la del castaño.

 

Will sabía que Hannibal se refería a que lo haría por Abigail, y el maldito tenía razón. Pero su actitud lo irritó.

 

--Continuaremos con esta discusión más tarde, Dr. Lecter- espetó, y volvió con Abigail.

 

--Sí, Abby, lo haremos- dijo el doctor, y a Will sus palabras le sonaron casi como una amenaza.

 

--¿Estás enfadado con papá, Will?- preguntó Abigail cuando él la tomó de la mano.

 

--Sí, estoy enfadado.

 

--¿Por qué?

 

--Porque es…testarudo- “y orgulloso y desconfiado, y quiero que me crea y me bese hasta enloquecerme, como anoche”, pensó Will.

 

--Ah- exclamó la pequeña niña. Will se sonrió. Estaba claro que Abigail no entendía nada y era mejor así.

 

--Vamos, nena. Tienes que acabar la siesta antes de cenar- Abigail se quejó, pero se encaminó hacia el dormitorio, con la gatita en brazos- En cuanto a ti, Hannibal…

 

--Sí- dijo el aludido con calma, mirando el trasero de su niñero embutido en unos vaqueros ajustados y recordando cómo se sentía bajo sus manos. Will se detuvo en la puerta del dormitorio y miró hacia su dirección y con una voz sensual le dijo:

 

--Tienes un buen par de piernas.

 

Hannibal se atragantó con una carcajada; la mirada de Will expresó más que mil palabras, y el tono de su voz le hizo rememorar la noche anterior. Sus músculos se paralizaron y su cuerpo gritó de deseo por él. A un lado estaba la soledad, sofocándolo como una neblina, al otro estaban Will, la esperanza, la libertad y mucho más.

 

 

****

 

 

Will se revolvió en la cama y, por primera vez en años, el sonido de la lluvia y los truenos no lo reconfortó. Si no descansaba estaría agotado al día siguiente, pensó, culpando mentalmente a cierto doctor idiota. Tras bañar a Abigail y darle la cena, había leído un poco, dibujado y tomado un mate de manzanilla, pero ni siquiera el alivio de haber encontrado a Abigail y de saber que Hannibal pasaba un rato con su hija todas las noches, había relajado la tensión que lo atenazaba.

 

Ardía. Se sentía inquieto, agitado y…enfadado. Con Hannibal Lecter.

 

Los momentos pasados en sus brazos no hacían más que invadir su pensamiento, como una lluvia torrencial golpeando un cristal. Se levantó y fue hacia la ventana. Apartó la cortina y se sentó en el banco para mirar la tormenta. El agua estaba negra como la noche, solo se veía la espuma blanca de las olas.

 

Se preguntó si debería ir a buscarlo e intentar convencerlo de que confiara en él. Pero sabía que no debía, Hannibal confiaría cuando estuviera listo. Si es que lo estaba alguna vez. Temía que, si lo presionaba, se encerrara aún más; no podía arriesgarse a eso por el bien de la niña. Abigail necesitaba que su padre lo fuera de verdad, que se atreviera a mirar a su hija y al resto del mundo sin miedo.

 

Una parte de Will sufría por el gentil hombre que se sentía obligado a esconderse de ellos. Por el hombre que pensaba que les hacía un favor, cuando en realidad solo se hacía daño a sí mismo.

 

Will comprendió cuánto le importaba Hannibal y eso lo asustó. Lo aterrorizaba, porque el doctor daba mucha importancia a su atractivo. Will ya había sufrido por causa de un hombre así, pero también sabía que Matt  solo lo quería por su aspecto, por la imagen que daba ante sus amigos y colegas.

 

Tanto Hannibal como Will se parecían. El accidente de Hannibal había sido un punto de inflexión en su vida, cambiándolo irrevocablemente, reajustando sus prioridades. A Will, la ruptura de su compromiso lo había fortalecido, le había hecho comprender que poca gente era honesta. Que pocos lo querían por lo que era y no por lo que parecía. Matt había cambiado su percepción del mundo.

 

Hannibal lo consideraba demasiado atractivo para un hombre tan acomplejado e inseguro como él. No entendía qué le llamaba tanto la atención de otro hombre, que además de ser del mismo sexo, poseía el don de engendrar vida a otro ser humano. Si a leguas se notaba su preferencia exclusiva por el sexo femenino. Se casó con una mujer, y tuvo una hija con ella. Entonces ¿por qué él? ¿Qué de especial tenía aparte de lo más obvio que era su apariencia que lo atraía tanto?¿O sólo era su físico y nada más? ¿O quizá era el don que poseía?

 

Ya sea una u otra cosa, Hannibal no entendía que Will no veía sus cicatrices, no notaba el esfuerzo que hacía para no flaquear. Se había enamorado de su voz en la oscuridad, de lo los cálidos besos que lo encendían, del hombre perspicaz que había captado al artista que él había dejado atrás con los desfiles y las pasarelas.

 

Se preguntó cómo podía estar tan enamorado de un hombre que no confiaba en él lo suficiente como para dejarle ver su rostro. Y eso…le destrozaba el corazón.

 

 

****

 

 

En su suite, Hannibal paseaba como un animal enjaulado. Fuera, la tormenta alcanzó su apogeo, y sintió cada trueno, cada relámpago como si atravesaran su cuerpo. Se mesó el cabello, aún húmedo de la ducha y se frotó la nuca. Quería ir con Will, verlo, tocarlo, pero sabía el peligro que suponía para ambos.

 

La noche anterior lo había demostrado. Con solo tocarlo, su fuerza de voluntad se esfumaba.

 

Will quería lo que no podía darle. Que permitiera que otro ser humano, aparte de Jack lo viera. No sabía lo que implicaba. Sería como rendirse a una inspección y era demasiado arriesgado. ¿Y si Will retiraba la vista? Entonces lo habría perdido todo. Sabía que vivir en la oscuridad lo agotaba, que su mal humor y su necesidad iban en aumento. Echaba de menos pasear al sol. Diablos, ¡echaba de menos entrar en una habitación con las luces encendidas!

 

Lo echaba de menos a él…al hermoso castaño de los ojos azules.

 

Miró la puerta de madera tallada. El viento la hacía crujir, como si quisiera abrirla. Se encaminó hacia ella, flexionó los dedos y la abrió.

 

Will estaba sentado en el banco de la ventana con las piernas recogidas a un lado. Solo había una lámpara encendida en una esquina de la habitación, se había acostumbrado a que la casa estuviera siempre a oscuras.

 

Se vio un relámpago, la luz parpadeó, se apagó y volvió de inmediato. En ese momento supo que el señor del castillo estaba en la habitación. Su cuerpo vibró de excitación y, apretando la bata contra su cuello, volvió la cabeza hacia la puerta.

 

--¿Por qué estás aquí?

 

--La verdad, no lo sé.

 

--Siéntate- le indicó con un gesto. Hannibal avanzó un paso y se detuvo.

 

--Santo cielo, aquí hace un frío endiablado- fue a la chimenea y apiló unos troncos.

 

--Yo no tengo tanto frío.

 

--Hay humedad. Te pondrás enfermo. Y puede que se vaya la electricidad- encendió una cerilla, y la pequeña llama iluminó sus rasgos.

 

--Podría haberlo hecho yo- dijo Will, viendo las marcas que cruzaban su cuello.

 

--Lo sé.

 

--Vete, Hannibal.

 

--¿Ya estás harto de mi compañía?

 

--Claro que no. Pero sabes que no es prudente- inhaló y soltó el aire con fuerza- Quiero más que tus caricias, más que estar en tus brazos- admitió con honestidad- Te quiero a ti entero- el doctor se quedó inmóvil- No solo al hombre de las sombras, ni a la voz que me tranquiliza y me hace sentir vivo al pronunciar mi nombre. No solo el cuerpo que no me dejas tocar- hizo una pausa, haciendo acopio de valor- Ya he tenido la mitad del amor y atención de un hombre antes. He tenido las migajas…- tragó saliva- No volveré a aceptar eso.

 

Hannibal no replicó, y Will sintió que su corazón estaba a punto de romperse en mil pedazos.

 

--No podemos compartir nada si no confías en mí. Eso lo convierte en algo pasajero. Como si nos estuviéramos utilizando el uno al otro- concluyó con voz tenue.

 

--Entre nosotros hay más que una mera atracción sexual, Will- su voz sonó ronca y profunda y Will sintió pinchazos de calor por todo el cuerpo, que se intensificaban por segundos.

 

--Si sabes lo que siento, si crees eso, entonces, ¿por qué estás aquí?

 

--Yo…tenía que verte.

 

--¿Pero yo no puedo verte a ti?- suspiró y contuvo las lágrimas que le quemaban los ojos- Ahórranos a los dos un montón de dolor. Vuelve a tu torre.

 

En el silencio que siguió solo se oía el chisporrotear de las llamas, que iluminaban la habitación con un tenue resplandor dorado. Hannibal se quedó junto a la chimenea, con una rodilla en el suelo, echando palitos a las llamas. El fuego bailoteaba, silueteando sus hombros y su torso, agrandando aún más su tamaño. El cabello le ocultaba la mejilla y la mandíbula, enroscándose en el cuello de su camisa. Will deseó enredar los dedos en esa cabellera rubia platinada, acariciar su duro y fuerte pecho con las manos, experimentar sus besos, su boca en el cuerpo. Ladeó la cabeza hacia el otro lado mientras apretaba con fuerza su bata.

 

--Vete, por favor- susurró, con voz temblorosa de deseo.

 

--No- se irguió y se volvió hacia el castaño- Ya no.

 

Will bajó las piernas desnudas del banco, su corazón se desbocó. Hannibal abrió y cerró los puños. Recorrió su rostro con los ojos, bebiendo cada detalle, cada curva de su atractivo clásico y perfecto. Sentado al borde del banco, parecía más un niño que un hombre; los rizos castaños le caía sobre el cuello de una forma glácil y encantadora, y el fino tejido de la bata permitía atisbar la sensual y masculina figura que se escondía debajo. ¡Era tan hermoso!

 

Durante unos minutos se limitó a mirarlo, librando una batalla consigo mismo; luchando entre lo que deseaba y lo que no podía conseguir, intentando hacer una elección. Finalmente, extendió la mano hacia Will.

 

--Ven, Will. Ahora, mientras siga teniendo fuerza- su mano tembló- Ven a ver al monstruo que deseas que te toque y te acaricie tanto.

 

 

CONTINUARÁ…

Notas finales:

Espero que les haya gustado el nuevo capítulo. Tal parece que el siguiente se vendrá muy pero muy candente. Espérenlo.  


Gracias por leer y nos vemos la siguiente semana. ^_^


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