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Sasuke card captor por shiki1221

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Cap 15: Sellando a la carta

Minato miró al cielo con preocupación. Sabía del poder oscuro del zorro liberándose a grandes destellos. Esa era una mala señal. Algo había sucedido y temió por el bienestar de los menores. Si estando en su casa pudo sentir aquel cambió tan radical, era sólo cuestión de tiempo para que la carta le contara las malas noticias. Cerró el apartamento y rogó que Charasuke regresara pronto, pues había algunos asuntos pendientes de los cuales no podían seguir huyendo. Partió a prisas rumbo al sitio donde la magia se sintió más concentrada. Al llegar vio a Sasuke haciendo lo posible por sanar las heridas de los guardianes y de Sai. El pobre card captor estaba tan asustado que intentaba curar a los tres al mismo tiempo.

—¡Sasuke-kun! —llamó Namikaze intentando mantener un tono calmado acercándose a él.

—Esto es mi culpa, yo los maté, yo... yo… —murmuraba el joven Uchiha completamente ido.

A pesar de haber conseguido las fuerzas suficientes para sellar a la carta laberinto, su mente se vio afectada cuando se acercó a sus amigos. Tocar la sangre de ellos evocaba imágenes demasiado espantosas: la muerte de sus padres. Para colmo de males fue tan vivida la muerte de sus padres en vidas pasadas que aún sentía el aroma de la carne humana siendo quemada. Su corazón flaqueó ante el miedo. Quería salvar a sus amigos a como diera lugar. "¿Por qué no morí? Charasuke deseaba asesinarnos a Itachi y a mí, pero somos los menos heridos". Rápidamente se respondió mentalmente a sí mismo "por las cartas". Aquellas que él debía proteger de las sombras volvían a procurar por su vida. Incluso habían protegido a Itachi, aunque no se explicaba cómo sus padres, ―incluso como cartas―, se arriesgaban por alguien así.

—Ellos están vivos —dijo el rubio mayor mientras sujetaba los hombros del azabache—. Cálmate por favor, Sasuke-kun —sugirió con un tono de voz calmo—. Nos encargaremos de ellos, pero no aquí —avisó mientras caminaba rumbo a los guardianes—. ¿Puedes encargarte de Sai? A juzgar por su delgadez, no te resultara imposible cargarlo ―explicó Namikaze señalándolo.

Uchiha ni siquiera respondió a sus palabras, simplemente le hizo caso. Se acercó a Sai y con un delicadeza casi irreal, lo colocó a su espalda como si fuera una mochila. Usó los brazos de la reencarnación de Clown como si fueran agarres y así lo llevó. Caminaba apurado, pero siempre esforzándose por no mover demasiado al pálido chico. Namikaze lo guio hasta el auto, donde tras abrir la puerta, acomodó en los asientos a Gaara y Naruto. Hizo lugar para poder subir también a Sai junto a ellos. No era lo ideal. Dadas sus heridas lo más recomendable era un traslado individual, pero para ello necesitarían ambulancias. El problema era el sitio en el cual estaban. Habiendo tanta magia corrupta concentrada sería un peligro para personas normales. Soltó un suspiro sabiendo lo complicado que sería llevar a tres menores de edad heridos de casi muerte al hospital y decir que no sabía qué les había sucedido.

―¿Estarán bien? ―preguntó Sasuke mientras se ponía el cinturón de seguridad sentándose en el asiento junto al del conductor.

―Lo estarán ―respondió con seguridad el rubio mientras le sonreía sin dejar de observar el camino―. Ellos son muy fuertes, ¿tú cómo estás? ¿Tienes heridas graves? ―cuestionó con las manos apretando ligeramente el volante temiendo la respuesta.

―En comparación a ellos, estoy perfectamente ―suspiró mirando por la ventanilla evitando enfrentarse cara a cara al mayor―. Las car… mis padres nos protegieron ―explicó vagamente.

Namikaze abrió los ojos sorprendido, pero no ahondó más en el tema. Era notoria la angustia del azabache tras todo lo sucedido y lo último que necesitaba era un interrogatorio. Se conformaba con saber que logró regresar con bien. Tendría que hablar seriamente con Charasuke, empero lo primero de todo sería hacer atender a los demás. Pisó el acelerador y condujo al máximo de velocidad permitida. Nada más llegar pidió ayuda a los doctores quienes se llevaron a los malheridos adolescentes a urgencias para tratar sus heridas. Gaara estaba especialmente comprometido por las heridas internas, pues Charasuke le había provocado varias hemorragias en el interior de su cuerpo. Sai tenía un corte que sangró en abundancia, pero no era tan profunda como se veía. Por su lado Naruto estaba sanando con la magia de Clown, debido a ello los médicos no se explicaban como no sangraba pese a las heridas.

―Nos toca esperar, Sasuke-kun ―dijo Namikaze mientras se sentaba en la sala de espera junto al menor.

―Espero que todo salga bien ―habló preocupado sujetando las cartas en su poder contra su pecho―. Por favor, Clown sánalos ―rogó como si de un rezo se tratara.

Durante el tiempo en el cual ellos permanecieron en el hospital, Charasuke siguió vagando por las calles. Miraba al cielo sin ninguna expresión en su rostro. Se sentía solo y ajeno a ese mundo. “Quiero morir. Dense prisa”. Pidió en su mente sintiendo la tristeza acumulándose en su garganta. Se negaba a llorar y darle el gusto a las sombras. Las había visto rondándolo con saña y no se molestaban en disimular que él era su objetivo. Prácticamente lo creían uno de ellos, una presa fácil que al más mínimo toque sucumbiría a su influencia. Chasqueó la lengua con molestia y dio un pequeño salto, al tocar el suelo se formó un círculo mágico desapareciéndolas. No obstante, contra los pensamientos de la carta, las sombras se duplicaron. Tembló ligeramente al darse cuenta que avanzaban hacia él sin ningún problema. A causa de ello se vio forzado a correr intentando perder a esa oscuridad.

Luego de haber escapado de las sombras, Charasuke llegó a un punto muerto. No tenía a donde ir y no sabía qué hacer. Su cuerpo temblaba al darse cuenta de que las sombras se hacían cada vez más poderosas y él más débil. La magia en su ser estaba acabándose. Se sintió desfallecer, una sensación extraña, dada la falsedad de su cuerpo. Era un recipiente, una ilusión, ¿por qué podía sentir esas cosas tan humanas? Sólo tuvo ese tipo de mareo cuando pasó largos periodos de hambre cuando aún era humano. Se quedó sentado contra una pared casi resignado a no completar su misión. Dudaba lograr llegar con vida hasta el día del juicio del sucesor. No obstante, nuevamente aquel rubio tonto volvía a aparecer en su camino. Delante de él se encontraba Namikaze.

―¿Qué demonios haces tú aquí? ―preguntó la carta abriendo los ojos lentamente―. ¿No deberías estar junto a mis víctimas? ―cuestionó con una cínica sonrisa.

―Y lo estuve ―comentó el mayor con una tranquila sonrisa arrodillándose ante él para poder verlo cara a cara―. Hace algunas horas los chicos terminaron de ser atendidos. Iba camino a casa mientras ellos descansan ―explicó removiendo un mechón rebelde del rostro del otro.

―Deberías largarte ―comentó Charasuke mirando de reojo como se estaban acercando más sombras.

―Eres igual a Sasuke-kun ―afirmó mientras lo subía a su espalda pese a las protestas.

La carta abrió los ojos con leve sorpresa por la comparación. Dado que era un espejo era evidente el parecido entre ambos, pero el adulto no parecía referirse a su apariencia. Su actitud siempre fue lo opuesto a la del card captor. Ese era el fin por el cual fue creado. ¿Había fallado? Meditó un poco mientras el rubio seguía caminando con él en la espalda. Les estaba dando demasiado crédito. No era posible ser descubierto por un simple humano. Suspiró un poco más aliviado convenciéndose de que todo estaba bien. Él era contrario a Sasuke y así debía quedarse. Abrazó con fuerza la espalda del rubio antes de atreverse a preguntar. Aún estaba a tiempo de retractarse, mas se negaba a seguir con la duda. El juicio realizado a los magos Uchiha había removido recuerdos dolorosos y varias dudas asaltaron su mente.

―¿Kushina-san fue feliz? ―preguntó Charasuke en un susurro.

―¿Por qué la pregunta? ―repreguntó Minato con una expresión preocupada. Era inusual que la carta pidiera saber de las vidas de otros.

―La Kushina que tú amaste, ¿fue feliz? ―insistió enterrando sus dedos en los hombros del mayor.

―Creo que tenemos tiempo hasta llegar a nuestro destino ―habló el hombre de ojos azules mientras miraba al cielo―. No sé mucho, pero te diré lo que me contó ella…

Desde hacía muchos años, se había mantenido un legado que pasaba de generación en generación entre las familias Senju y los Uzumaki: ser guardianes. Estaba escrito en su sangre su deber. No obstante, esas tradiciones fueron debilitándose con el paso de los años. El escepticismo comenzó a ganar fuerza con la llegada de nuevas tecnologías y descubrimientos científicos capaces de explicar aquello en lo que creían tan firmemente. Había alguna que otra persona aun creyente y capaz de contar aquellas historias de legados antiguos, pero cada vez escaseaban más. La última descendiente de la rama Uzumaki fue una de las que se negó a seguir ese legado. A medida que fue creciendo iba dejando más y más de lado esas historias fantasiosas sobre la magia y los demonios. Cuando era pequeña no le molestaban e incluso la entretenían, pero al crecer se dio cuenta de que debía madurar. Esos no eran más que cuentos de hadas para atraer la atención de la gente. Kushina no creía en aquellas cosas tan fantasiosas a diferencia de su mejor amiga.

Uchiha Mikoto, contrario a la joven Uzumaki, sí era muy creyente en aquellas cosas. Se había ordenado como Miko a fin de saber más de aquel mundo tan misterioso que tanto le atraía. Ella era afín a leer las cartas o la palma de las manos de las personas para adivinar su futuro. Según contaba su familia residía en un sitio sagrado resguardando antiguos artefactos de gran valor. La pelirroja, nunca le vio lo útil a eso, pero eran tradiciones que seguían perseverando desde hacía demasiado tiempo como para cambiarlo. Además los Uzumaki eran más como amigos cercanos de la otra familia y no “leales sirvientes” como se contaba en los antiguos libros. Estaba feliz por eso, ya que Kushina apreciaba profundamente a la azabache. Cuando se independizó obtuvo más libertad para vivir su vida. Hubo muchas tradiciones que consiguió evadir y pensaba formar una familia lejos de aquellos legados extraños.

Al convertirse en dos jóvenes adultas se dedicaron cada una a lo suyo, Kushina se dedicaba a estudiar en la universidad, mientras Mikoto se dedicaba al templo. Gracias a los contribuyentes y personas que venían a pedir sus lecturas, podía dedicarse por completo a sus deberes de sacerdotisa sin tener problemas económicos. Sus predicciones eran bastante precisas y muy acertadas, así que fama por su habilidad para predecir el futuro y realizar limpias y bendiciones le favoreció mucho. La pelirroja se alegraba por el éxito de su mejor amiga, pero debido a su propio escepticismo estuvieron un poco distanciadas cada una en sus asuntos. Nunca perdieron contacto, pero la vida adulta las había hecho verse con menos frecuencia que cuando eran adolescentes. No obstante, eso no impidió que la joven Uzumaki se hiciera tiempo para asistir a la boda de Mikoto y posteriormente asistir al día del nacimiento de su primer hijo. Aunque hubiera preferido verla en otras circunstancias.

―¿Dónde demonios está tu marido? ―preguntó Uzumaki alterada viendo a la morena gritando de dolor.

―Está trabajando ―respondió con dificultad, respirando agitada debido a las contracciones cada vez aumentando más.

La joven de ojos claros había ido a visitar a su amiga para llevarle unos regalitos a la embarazada. Estaba emocionada por ser la madrina del primogénito de su mejor amiga, así que con dificultad se había hecho tiempo para visitarla con regularidad. No dejaba pasar ni dos días sin estar metida en la casa o el templo. Conocía el carácter de la azabache, pese a ser alguien muy tranquila, también era muy terca cuando quería. No le gustaba estar recostada guardando reposo, pese a las indicaciones del doctor, salía al templo e iba a orar y hacer sus rituales tradicionales pidiendo por el bienestar del bebé. Durante la visita todo había ido bien, tomaron té y charlaron alegremente hasta que la joven azabache comenzó a gritar de dolor. Kushina la ayudó a sentarse mientras iba al teléfono a llamar a Fugaku al trabajo. Cuando le respondieron, dijeron que iba rumbo a la casa, por lo que sólo restaba esperar.

―Aguanta ―pidió Uzumaki limpiando el sudor de la frente de la embarazada―. Pronto iremos al hospital y tu bebé nacerá muy bien.

―Necesito tu ayuda ―pidió Mikoto respirando sumamente agitada―. El bebé necesita nacer ahora.

―¿Ahora? ¿Sin doctores? ―preguntó alterada Kushina. Intentó mantenerse calmada, pero la posibilidad de que el bebé naciera justo en ese momento rompía con todo aquello―. ¡No podrás hacerlo tú sola!

―Es cierto que sería imposible hacerlo sola, pero estás tú… ―habló la embarazada siendo sutilmente directa con sus intenciones.

―¡Imposible! ―exclamó Uzumaki sin poder creerse semejante cosa. Era una locura lo que estaba pidiendo.

Pese a sus constantes quejas y al miedo de la pelirroja por los gritos de dolor de su mejor amiga, no le quedó de otra que ayudarla a parir. Según la frecuencia de las contracciones, el bebé estaba listo para nacer estuvieran en un hospital o no. Kushina maldijo su suerte, a Dios y todos los ancestros de Fugaku por no estar presente en ese momento. Sin embargo, usando sus propios conocimientos y las indicaciones de Mikoto respecto a cómo se sentía y cada síntoma, finalmente pudo dar a luz al pequeño Itachi. La joven Uzumaki perdió por momentos el color de la cara al ver al bebé lleno de sangre. Era natural y sabía que eso debía suceder, pero una cosa era verlo en un libro y otra estar allí sintiendo la sangre de su mejor amiga deslizándose por sus manos. Se dio prisa a lavarlo con agua tibia y envolverlo con una toalla preparándose para vestirlo. Mas, su cometido se vio frustrado cuando la puerta fue violentamente abierta. Un hombre entró por ella y no se trataba de Fugaku.

―¡¿Quién eres?! ―demandó saber Kushina colocándose delante de Mikoto y abrazando protectoramente al bebé.

El hombre de cabellos rubios no respondió. Sólo corrió hacia ella y de un empujón le arrebató al bebé. Uzumaki se golpeó fuertemente la espalda contra la pared, pero se levantó lo más rápido que pudo y corrió tras el sujeto. El rostro del hombre se veía extraño, sus ojos estaban enrojecidos y su boca se mantenía abierta respirando agitado sin dejar de correr. El bebé lloraba desesperado y asustado haciendo crecer la ira de la pelirroja. Pensó en arrojarle algo para hacerlo caer, mas si se diera el caso, el recién nacido podría ser herido. Llegó hasta el patio trasero de la casa y teniendo un muro rodeando el terreno de la casa. Ya no le era posible escapar a ese rubio. Kushina se calmó un poco decidiéndose a “negociar” o calmar al sujeto.

―No sé por qué has secuestrado al pequeño Itachi ―dijo Kushina con voz calma caminando despacio hacia él―. Deberías devolverlo, todo estará bien ttebanne ―explicó sin dejar de avanzar.

―Vaya mujer más estúpida ―gritó el sujeto mientras reía desquiciadamente―. ¿Y se supone que eres la guardiana de esa maga? ―cuestionó con burla.

Uzumaki se quedó sorprendida de esas palabras, pues hacía mucho tiempo que nadie mencionaba semejante cosa. El asunto de los magos y guardianes tenía, literalmente, años sin oírlo. Ni como reclamo ni como deber. Ni siquiera su mejor amiga mencionaba el asunto de los demonios y la magia. Al menos no nada más allá de sus quejas respecto a personas que acudían a ella para pedir maleficios o embrujos de amor. ¿En qué se había metido Mikoto? Repentinamente el sujeto soltó un alarido y quedó como si estuviera siendo amarrado por cadenas o algo similar. Empero, no se fijó demasiado en ese asunto, pues el rubio había soltado al bebé y ella corrió a atraparlo entre sus brazos. No obstante, el recién nacido no cayó abruptamente en sus manos, sino que descendió lentamente.

―El guardián de Mikoto soy yo ―corrigió Fugaku quien se acercó caminando con su esposa en brazos.

―¡Hilos! ―dijo la azabache con enojo mientras sujetaba una carta Clown en su mano―. No sé quién eres o quien te envió, pero jamás te perdonaré haber tocado a mi hijo ―afirmó ella invocando la espada de los Uchiha en su mano―. Aquellos que no pertenecen a este mundo retornarán a su sitio correspondiente ―recitó Uchiha con su dedo índice y corazón juntos mientras las letras de la espada resplandecía.

Fugaku tomó con mayor fuerza a su esposa y flexionó sus piernas antes de dar un largo salto hacia el otro hombre. Mikoto sujetó la espada con firmeza y la apuntó directamente al pecho de aquel intruso. Uzumaki gritó horrorizada al ver las acciones de su amiga y del esposo de ésta. Entendía que estaba enojada por el intento de secuestro de su recién nacido, pero llegar al extremo de asesinar a una persona, le parecía demasiado. Sin embargo, cuando abrió los ojos vio como la morena retiraba la espada del pecho contrario sin haberse manchado de ni una sola gota de sangre. Una especie de nube oscura salió del cuerpo de aquel hombre y Mikoto realizó un corte en el aire desapareciéndolo por completo. El desconocido cerró los ojos y nuevamente los abrió viéndose completamente azules. Miró a su alrededor con confusión y repentinamente se arrodilló frente al matrimonio Uchiha.

―¡Lo siento, lo siento, lo siento! ―repitió el blondo completamente apenado pegando su frente en el suelo―. No sé qué me sucedió, pero… pero… yo no quería hacer eso… Sé que es imposible de creer, pero… ―siguió tartamudeando.

―Descuida ―tranquilizó la azabache con una amable sonrisa―. Te creo, no dudo que el mejor amigo de mi esposo quisiera dañarnos por voluntad propia.

Minato alzó la cabeza con los ojos levemente llorosos por el alivio. Él era un amigo que conoció Fugaku en el trabajo. Habían compartido un par de años en el mismo negocio y se llevaban muy bien. Tanto que el castaño le había invitado un par de veces a cenar a su casa. Él era uno de los que más feliz estuvo cuando se supo que venía un pequeño heredero. Había recibido la llamada en el trabajo de que Mikoto estaba por dar a luz. Tras colgar el teléfono salió en su auto dispuesto a alcanzarlo en el camino para avisarle de la situación, pues sabía que el otro no contaba con un celular. Ya le reclamaría luego que dejara esas tontas supersticiones del templo. Mas, en el camino comenzó a sentirse extraño y perdió el control de sus propias acciones. Su cuerpo actuaba en contra de su voluntad y temió por la seguridad del bebé en sus manos.

―¡Oye, Mikoto! ―llamó la pelirroja acercándose a ella con el bebé en brazos―. ¡¿Quién es este tipo?! ¿Y qué diablos acaba de suceder?

―Son los cuentos en los que no crees ―respondió la azabache recibiendo a su pequeño en sus brazos.

Fugaku llevó a su esposa e hijo al hospital para ser atendidos por los doctores competentes. Entretanto Kushina y Minato tuvieron que esperar en la sala del hospital. Estaban confundidos por los sucesos de esa noche. Lo presenciado fue tan surreal que aún no terminaban de asimilarlo del todo. Uzumaki le ordenó al otro comprarle algo de comer para compensarle el golpe dado anteriormente. Él no se negó a ello y mientras comían comenzaron a platicar sobre lo sucedido. Cuando Mikoto se encontró mejor se vio en la necesidad de explicarles la verdad sobre su trabajo como Miko. Quisieron buscar explicaciones lógicas, pero no las tenían. Habiendo vivido la posesión de un demonio y presenciar el exorcismo de uno, esa noche Minato y Kushina entendieron que la veracidad en las palabras de los Uchiha respecto a la importancia del templo que protegían.

―Vaya manera de conocer a tu esposa ―comentó Charasuke en la espalda del mayor.

―Debo admitir que aun poseído me atrajo su valentía ―confesó el rubio con una radiante sonrisa―. Esa manera de pararse frente a mí para proteger a su amiga y al bebé fue… simplemente increíble.

―Sí, Kushina-san era una persona increíble ―concordó el azabache con una sonrisa melancólica―. En esta vida y en las anteriores.

Minato siguió caminando con la carta en su espalda. Sintió los dedos del joven apretando con menor fuerza que antes. Se sintió algo triste por verlo tan débil. Haber liberado el poder de la oscuridad había causado mucho daño a su propia magia y sólo existía una manera de reponerla. Sólo esperaba que el mago no estuviera muy enojado con la carta. Sabía del temperamento Uchiha y un intento de asesinato no sería perdonado con facilidad. Siendo lógico, ninguna persona perdonaría semejante traición. Sólo Charasuke perdonaba las traiciones e intentos de asesinato en su contra. Aun le sorprendía como espejo no guardaba rencor contra la familia Uchiha pese a los daños a su persona. ¿Por qué no lo veía afectado? Seguía velando por el bienestar de Mikoto, así se tratara de su representación en la carta laberinto, a pesar de que ella alzó su espada en contra suya tras despertarlo.

―¡Charasuke! ―llamó Itachi al verlos llegar a la puerta de la casa a la venta donde se estaba escondiendo―. ¿Qué le hiciste? ―preguntó mirando a Minato mientras sujetaba a la carta y se lo quitaba de la espalda.

―Vaya que eres celoso ―comentó el recién llegado viéndose libre del peso en su espalda.

―Debes tener mucho tiempo libre como para venir a ver lo que yo estoy haciendo ―replicó enojado por la interrupción en sus asuntos.

Itachi cargó con cuidado a la carta y lo ingresó a la casa mientras con un gesto en la cabeza le enseñaba al otro que entrara también. Minato simplemente sonrió y avanzó. Vio al mayor de los azabache llevarse a la carta y recostarlo en el suelo mientras colocaba una mano en su pecho. Charasuke se quejó adolorido por el toque. Reaccionaba de la misma manera que si se le echara alcohol a una herida recién hecha. Lo mismo le sucedía cada vez que Uchiha intentaba usar magia de sanación. La carta espejo estaba muy afectada por el reciente ataque de las sombras y aun con la magia seguía siendo preocupante. El mago lo miró preocupado y viendo lo inútil que eran sus intentos sujetó su mano con cariño. Movió su dedo pulgar intentando relajarlo. Le quedaba poco tiempo en su forma humana. Si no lo regresaba pronto a su forma de carta estaría en peligro.

―Sasuke ha mejorado considerablemente como mago, especialmente en la magia de curación y purificación ―comentó Minato al ver que Itachi no podía ayudar a la carta.

―No lo suficiente como para afrontar todo lo que conlleva convertirse en el sucesor de Clown ―replicó Uchiha frunciendo el ceño sin despegar su mirada de Charasuke.

―¿Acaso tú no lo ves apto? ―interrogó un tanto ofendido el mayor.

―Él no sería capaz de mancharse las manos de sangre, yo sí ―explicó Itachi girando la cabeza para verlo por sobre el hombro―. Incluso le arranqué los ojos a aquella sacerdotisa para mi propósito.

―Suena bastante espeluznante que hayas devorado los ojos de una sacerdotisa, ¿sabes? ―habló la carta cortando el momento de tensión con uno de sus típicos chistes.

―Si tú no fueras tan desconfiado ―comentó Itachi mirándolo de mala manera―. ¡No me dijiste de tantas cosas! ―reclamó sujetando su ropa obligándolo a erguirse y quedar medio sentado―. Si no hubiera usado el byakugan ni siquiera sabría que te traicioné en el pasado.

―¿Y movido por la culpa me llevaste a Menma? ―preguntó la carta mirándolo con pena―. Fuiste ingenuo en creer en los antiguos archivos eran de fiar.

―Charasuke ―llamó Itachi abrazándolo repentinamente contra su pecho―. Recuerdo por qué te traicioné ―confesó con voz baja―. Y sólo quiero decirte que esos sentimientos nunca han cambiado ―afirmó mientras seguía sujetándolo.

―Itachi ¿de qué estás hablando? ―cuestionó Charasuke con confusión mientras intentaba verlo a los ojos.

―Y lo volvería a hacer una y mil veces ―afirmó el mago mientras lo mantenía quieto―. Carta que fuiste creada por Clown, regresa a la forma humilde que mereces. ¡Espejo! ―recitó obligándolo a regresar a la forma de una carta.

Itachi sujetó la carta entre sus manos antes de girarse a observar a Minato. El blondo no había pronunciado palabras al respecto y debía admitir que le intrigaba. ¿Qué juicio tenía sobre él? ¿Lo estaría juzgando por sus decisiones? Aún tenía asuntos pendientes con él también, pero intencionalmente los estuvieron evadiendo. Sabían que tarde o temprano deberían llegar a un punto crítico en el cual sólo uno de ellos viviría al final. Tomó aire sabiendo que no había marcha atrás en ese momento. Su meta de convertirse en el gran mago sucesor de Clown estaba cerca, pero las heridas causadas por Charasuke en su batalla anterior eran una molestia para Sasuke y para él mismo. Minato endureció la mirada como si se hubiera dado cuenta de algo y finalmente se atrevió a enfrentar a Itachi. Ciertamente cuando el mayor de los hermanos Uchiha asesinó a sus propios padres sabía de su deseo por hacerse con el mazo de cartas mágicas. Sin embargo, en algún punto pareció desviarse de sus intenciones iniciales.

―¿Me dirás en qué consiste esa meta tuya? ―preguntó finalmente manteniendo su postura erguida viéndolo cara a cara.

―No, ya has hecho suficiente al contarle a Sasuke sobre cómo asesiné a nuestros padres ―reclamó mirándolo de reojo con rencor impregnado en su mirar.

―Eso no es algo que la carta aprecie mucho de ti ―replicó sabiendo que espejo no tenía precisamente una mirada positiva a lo sucedido.

―No me importa si Charasuke o Sasuke me odian ―afirmó el mayor mientras sujetaba la espada de los Uchiha entre sus manos―. Destruiré sus lazos las veces que sean necesarias si eso me da más posibilidades ―aseguró con firmeza el mago alzando la espada en dirección al blondo.

―Suena muy cruel que pretendas hacer llorar al mismo rostro dos veces ―señaló su acompañante sin inmutarse por la inminente amenaza.

―Prefiero ser yo quien los haga llorar a ser quien terminé derramando lágrimas por ellos ―confesó Itachi parándose rectamente antes de adoptar una posición típica de los esgrimistas antes de iniciar un duelo.

―Es muy cobarde de tu parte eso ―regañó mientras concentraba su magia en sus manos preparándose para lo peor.

―No quiero oír eso de alguien que ni siquiera vela por su hijo, pero sí por los del amigo al que traicionó ―comentó Itachi mostrándose completamente despectivo hacia el otro―. Minato ―mencionó captando la atención del otro―. No permitiré que Sasuke se convierta en el sucesor de Clown ―declaró con sus ojos enrojecidos mientras a su alrededor se hacía notoria la magia oscura de su ser.

―Lo dice quien vela por una carta y no por su propio hermano menor ―afirmó el rubio conteniendo su ira mientras aparecía detrás suyo y lo sujetaba de la coleta.

―No me toques con tantas confianzas, maldito bastardo ―insultó Uchiha separándose de su persona.

―Estás muy débil para causarme daños ―comentó Namikaze sonriendo.

―¿Eso es lo que tú crees? ―preguntó mientras su magia seguía fortaleciéndose―. La magia putrefacta es muy poderosa en mí, ha crecido durante años y ahora ya no quedan casi rastros del antiguo yo que conociste.

―Supongo que hoy saldaremos todas las cuentas pendientes entre nosotros ―afirmó Minato sonriendo con tranquilidad.

La noche se cubría por las nubes de la tempestad. Aquellos con la sangre del mago Clown e incluso los guardianes tenían un peligro acechándolos. Hasta quienes se creían lo suficientemente astutos para escapar de los designios del destino, no eran más que simples engranes del mismo. El propio mago Clown no había conseguido escapar a la tragedia, menos podrían conseguirlo un grupo de mortales de débiles corazones. Tan vulnerables, con gran potencial, pero tentados para ser consumidos por las tinieblas. El mayor de los hermanos Uchiha había demostrado poseer una magia corrupta más fuerte que cualquier atisbo de bondad existente en su persona años atrás. El pasado era el pasado, la persona actual que era, sería quien decidiría el futuro.

 

CONTINUARÁ….

 


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