III
Hoy se cumplen tres semanas desde el funeral de la abuela; mis padres intentan seguir el rumbo normal en sus vidas y aunque parezca extraño yo me he adaptado (o casi lo he hecho) a que el gato esté viviendo conmigo, a veces siento que me observa desde algún punto pero no causa problemas y la mayoría del tiempo se la pasa viendo por la ventana de mi apartamento, así puede estar por horas y no es como que esté esperando a que me reciba con ronroneos o saltos de felicidad, pero es extraño, solo está ahí viendo hacía la calle, como si estuviera vigilando, nada lo perturba hasta que llega la hora de la comida.
Akira me visita más seguido de lo normal y solo está con el gato, lo he visto susurrarle, pero nunca alcanzo a escuchar qué es lo que le está diciendo, de igual manera tampoco me interesa mucho, si él es feliz hablando con el pulgoso, por mi está bien. Aunque claro tampoco es que considere muy normal ese comportamiento… da igual, quizá solo es un loco fanático de los gatos como otras tantas personas en el mundo.
Hoy estoy en la universidad, las clases de la tarde son todo un fastidio, pero no tengo opción, es eso o no me gradúo, bajo del auto, porque sí damas y caballeros, Takashima Kouyou ahora tiene un auto y aunque me encantaría decir que lo he comprado con mi dinero no puedo, ya que este automóvil forma parte de la herencia que mi abuela me dejó por cuidar al feo gato, no es un deportivo o de súper lujo, ni siquiera es el más reciente modelo pero es bonito y su mantenimiento no me cuesta, no podría estar más satisfecho. Presiono el botón de la alarma antes de alejarme y por un instante siento que algo ha corrido a mi espalda en dirección a los autos del fondo del estacionamiento, giró rápidamente tratando de ver algo o a alguien, pero no- ¿Hay alguien? –pregunto en voz alta y me quedo callado unos segundos esperando una respuesta. - creo que no… -digo para mí mismo y emprendo mi camino hacia el edificio donde se da mi clase.
Seguro fue solo un animal, no estaba seguro, pero tampoco es como si quisiera regresar a averiguarlo.
Para mi desgracia he llegado con quince minutos de retraso a la clase, el profesor me mira algo molesto, pero de igual forma me deja entrar, yo solo puedo susurrar un “lo siento” mientras me dirijo a mi asiento para ya no interrumpir. Akira está en su sitio, mirando al frente y al mismo tiempo sin mirar nada, le observo a momentos mientras saco mis cosas para tomar notas, él está jugando con un bolígrafo entre sus dedos, tiene la mandíbula tensa y puedo imaginar que está molesto, quizá más tarde me anime a preguntarle el por qué.
Después de una hora y media en la que el profesor combinó la materia con aspectos de su vida privada, se retiró, quise ir hacia Akira pero Nao y Miyavi llegaron hasta mi lugar- Sabemos que es pronto para hablar de esto pero ¿Cómo nos vamos a organizar con el proyecto? –soltó Nao de repente, al principio no entendí su pregunta pero luego recordé la maqueta del trabajo final y resoplé por lo bajo, algo cansado- Bueno, la verdad es que ni siquiera se me ha ocurrido sobré qué podríamos hacerla –dije con honestidad y Miyavi sonrió de lado burlón mientras Nao hacía algo así como un puchero- Está bien, tampoco es como que a nosotros se nos haya ocurrido algo realmente, además no quisimos presionarte, sabíamos que estabas pasando una situación familiar complicada –cuando Miyavi dijo eso arqueé una ceja porque no entendí bien a qué se refería pero recordé el funeral de la abuela y todo eso.
-Sí… no se preocupen, estoy bien y mañana mismo les propondré algunas ideas para la maqueta –ambos sonrieron de forma amable, creo y se alejaron diciendo que de igual manera propondrían algunas ideas.
Regresé la vista al lugar de mi mejor amigo y ya no estaba, mentiría si dijera que no me extrañaba su comportamiento, pero tampoco me iba a poner de paranoico a imaginar historias raras sobre su actuar, suspiré un poco mientras veía la ventana; para ser las cinco de la tarde el sol brillaba demasiado y me lastimaba los ojos, era hora de volver a mi apartamento.
Antes de ir a mi auto pasé por la cafetería para comprar algún refrigerio, las clases de la tarde eran algo que me quitaba energía vital, aún no entendía por qué teníamos un horario tan disperso, solo somos veintitrés alumnos, no es como que existan muchos grupos tampoco, así que ¿por qué no podían darnos la clase a una hora más decente? Me iba quejando mentalmente mientras terminaba mi lata de jugo e iba en dirección al estacionamiento pero ni terminé mi lata ni llegué… alguien o algo, me había empujado desde atrás haciendo que derramara el jugo en el suelo- ¿Eres estúpido o fi…? –no terminé la pregunta porque cuando me giré a reclamarle al bruto que me había empujado no había nadie y por nadie me refiero a eso, nadie, solo estaba yo en el comedor y eso era lo peor, ni siquiera estaba en el estacionamiento, estaba dentro del edifico de la cafetería donde se supone que debería, como mínimo, estar el personal que atendía. Todo estaba en silencio, miré en todas direcciones pero realmente estaba solo ahí, o eso creí…
-Ok… -dije para mi mientras recogía la lata del suelo- maldita sea, se tiró casi todo –me quejé y busqué con la mirada algunas servilletas para poder limpiar el desastre del suelo, en verdad estaba solo en la cafetería y eso ya comenzaba a alterarme un poco, estaba seguro que había por lo menos cinco personas cuando entré y ahora solo éramos la lata, el jugo en el piso y yo. Conseguí servilletas de una de las mesas y resoplé por quinta vez- bien... ya está limpio.
Puse la basura en su lugar y retomé mi camino a la salida, cuando quise empujar la puerta pude sentir como si estuviera atorada desde fuera, no con llave porque se podía mover un poco pero no cedía al empujarla, no le di importancia porque eso a veces pasaba así que en lugar de empujar quise tirar ya que eran de esas puertas que se abren hacia dentro y hacia afuera solo que… eso tampoco funcionó- ¿Qué carajos? ¿Es una maldita broma o qué? –con ambas manos volví a empujar la puerta pero solo logra agitarla, me alejé un poco y traté de no entrar en pánico, me dirigí hacia la otra salida pensando que quizá solo habían dejado algo estorbando del otro lado y por eso no se podía abrir, llegué casi corriendo a la otra puerta y con confianza tiré de la manija pero también estaba atorada- bueno… esto ya no es gracioso –me giré y miré en todas direcciones, esto no me podía estar pasando, hacía un rato había gente aquí, ahora no hay nadie y las puertas están trabadas pero no me quedaría aquí, fui directo a uno de los ventanales y traté de abrirlo pero parecía estar sellado, me fijé en si tenía puestos los seguros y no, era como si estuvieran pegadas- ¡Muy graciosos chicos! ¡Déjenme salir o voy a romper una ventana y ustedes la van a pagar –grité creyendo que tal vez mis amigos me estaban jugando una broma, fui de nuevo a la puerta que daba al estacionamiento, pero lo mismo, no se abría- ¡Akira si fuiste tú juro que te voy a sacar los ojos!
Nada, ninguna respuesta, ni un solo ruido, solo yo pateando la puerta mientras lucía como un neurótico.
Cinco largos minutos pasaron y tuve que hacer una pausa porque la pierna comenzaba a dolerme, me alejé tres pasos para poder tomar un poco de aire y quizá algo de impulso, miré la puerta ya completamente fastidiado y antes de poder darle patadas de nuevo un ruido acuoso me detuvo, se escuchaba como algún tipo de líquido espeso burbujeando, me giré tratando de buscar la fuente del ruido pero por más que busqué no vi nada, incluso me alejé más de la puerta buscando entre las mesas pero aún nada y solo podía escuchar como el ruido se hacía más fuerte, quise pensar que se había roto algún tipo de tubería pero mis deducciones se fueron al carajo cuando algo negro y viscoso cayó en mi hombro, solté un pequeño grito mientras intentaba quitar esa cosa de mi ropa, mi manó comenzó a arder en cuanto la toqué y supe que esa no había sido una buena idea, de inmediato me quité la chaqueta tratando de limpiar mi mano en el proceso pero era muy tarde, la cosa esa había dejado una especie de quemadura y yo comenzaba a asustarme de que quizá era alguna sustancia química y mi mano corría peligro, no se me ocurrió voltear a ver de dónde había caído esa baba y mucho menos me pasó por la cabeza que ese iba a ser el menor de mis problemas.
Si algo va mal… siempre puede ir peor.