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The True Murderous Intent (Edited) por urumelii

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Había sangre, mucha, sabía lo que era la sangre pero nunca la había visto tan de cerca y ciertamente no era la mejor manera de conocerla; siempre pensó que la vería en el doctor o en un hospital, vaya, tal vez nunca se había planteado en dónde conocería la sangre, tampoco era parecida a la de las caricaturas o programas que sus padres le prohibían ver. 

 

A la fecha estaba seguro que incluso a un adulto regular el espectáculo le resultaría demasiado grotesco, nadie sería capaz de soportarlo. Aún así recordaba a la perfección estar petrificado mirando la escena. Estaba aferrado a los brazos de su hermano mayor, pero sin demostrar ninguna emoción, era incapaz de llorar o gritar, sentirse asustado había pasado a segundo término, lo único que importaba era seguir a lado de su hermano. 

 

Solo contaban con siete y cinco años. ¿Qué podían hacer ellos para ayudar a sus padres mientras eran brutalmente asesinados frente a sus ojos? Yutaka se había repetido la misma cantaleta durante años, no había nada que pudiera hacer frente a los tres matones que habían entrado sin permiso a su casa durante la noche. Nada podría haber hecho más que observar como los cuatro: sus padres, su hermano y él; eran arrastrados a la sala a base de gritos y burlas. No podía haber metido las manos cuando un cuchillo había atravesado de lado a lado la garganta de su padre, se había defendido, lo había intentado pero con su madre amenazada había sido prácticamente imposible hacer algo. No lloró mientras su padre era asesinado, quería demostrarle a su madre que era fuerte, pero una lagrima rodó por sus ojos cuando el mismo cuchillo apuñaló a su madre no una, ni dos veces; había contado catorce, entre gritos y risas. 

 

Yutaka sintió una gran tensión en sus brazos, sin darse cuenta tenía los puños cerrados al punto de estar temblando, probablemente seguirían ellos y a sus cinco años no estaba muy seguro si estaba preparado para morir. Sin embargo, su cuerpo se relajó un poco al escuchar que no le harían daño a los niños, es decir, ellos. A pesar de que no corrían algún peligro inminente, ninguno de los dos soltó el abrazo del otro, como un conocimiento intrínseco de que si estaban juntos, nada podría ir peor. 

 

—Creo que la próxima vez no se atrasarán en los pagos —dijo uno de los hombres asesinos riendo, mientras los otros dos se carcajeaban a su lado.

 

Uno de ellos se atrevió a patear el cuerpo inerte de su padre, dejándolo en una posición antinatural. Sintió que pudo haber gritado en ese momento de terror, pero su hermano mayor solo atinó a abrazarlo más fuerte, haciendo que permaneciera en calma, se atrevió a verlo, su hermano tampoco estaba asustado, al contrario, en su cara se dibuja una furia que Yutaka estaba seguro, jamás le había visto. 

 

Escuchó la puerta principal abrirse, había abandonado toda posibilidad de que fuera la policía, lo que había pasado, sabía bien que no tendría solución. Alguna vez había escuchado hablar a su padre de aquello, acerca de sufrir algún ataque, y como nadie vendría en su auxilio. Por eso era tan importante para él y para su hermano, entrenar y hacerse fuertes. 

 

Yutaka vio a un cuarto hombre entrar en la sala, a diferencia de los otros tres, no tenía cubierto el rostro, pero deseó que así fuera, pues la mueca que adornaba su rostro era demasiado siniestra para su mente tan joven. Pensó que era casi elegante la forma en la que caminaba entre los cadáveres de sus padres, en medio de tanta sangre, aquel hombre se desenvolvía a la perfección sin que le pareciera un problema manchar sus zapatos. Finalmente aquel hombre de cabellera rubia y expresión solemne, lo miró a él y a su hermano. 

 

—Siempre que alguien se rehúsa a escuchar las advertencias, lo acaba pagando muy caro —siseó, los miró tratando de explicarles. Casi en un tono comprensivo que a Yutaka le provocó náuseas—. Es un castigo por portarse mal y sus padres tenían que pagarlo. La buena noticia es que, ustedes no hicieron nada malo —sonrió en medio de la oscuridad. Nadie se había molestado en prender las luces, todo había sido iluminado por las luces de la calle, de los autos que pasaban, los cuales proyectaban sombras siniestras sobre la sala—. Así que ustedes no tienen que ser castigados, pero, —Yutaka tembló— uno de ustedes me tiene que pagar lo que sus padres me deben —dijo sin dejar de verlos—. Tienen cinco minutos para decidir quien se va conmigo —su voz cambió, ya no era comprensiva, era seria e incluso cruel. Les dio la espalda y esperó con la misma elegancia con la que había entrado. 

 

¿Cómo un niño de esa edad toma una decisión de aquellas? No había forma. Después de años, Yutaka aun pensaba una y otra vez, cuál hubiera sido la mejor solución, simplemente no había, podían haber intentado escapar, pero no habrían llegado lejos, si ni siquiera su padre fue capaz de vencerlos, nada podrían hacer ellos. 

 

Sin embargo, cuando su hermano lo soltó y miró a los demás lleno de determinación. Yutaka sabía lo que pasaría, no estaba listo, se rehusaba a perder a su hermano también, notó como las rodillas de ambos temblaban violentamente, pero volvió a paralizarse al escucharlo hablar. 

 

—Yo iré —logró decir a duras penas, reuniendo todo el valor que su cuerpo de siete años le permitía—. Sólo no toquen a Yuta —señaló al otro con una osadía admirable para alguien de su edad.  

 

 

 

El hombre rubio se río—. Me gusta tu carácter, serás bastante útil. No te preocupes, tu hermanito me tiene sin cuidado. Vamos —caminó hacia la salida ignorando toda la escena, le hizo señas a los otros tres y salió.

 

Yutaka se aferró a los pantalones de su hermano menor—. ¿Qué haces? No me dejes solo, no te vayas —las lágrimas que no había derramado comenzaron a rodar por sus mejillas, acababa de perder a sus padres, no podía perder a su hermano.

 

El mayor se devolvió y tomó la cara de su hermano limpiado sus mejillas con los pulgares—. Sé fuerte Yuta, nos volveremos a ver, te lo prometo. Sabes dónde estoy, búscame en cuanto tengas oportunidad, vengaremos a nuestros padres —uno de los hombres enmascarados tomo al niño por la cintura y lo levantó, haciendo caso omiso del mas chico, quien se deshacía en llanto. El mayor no puso objeción.

 

—No se lo lleven, por favor —Yutaka lloraba sin poder moverse, no podía hacer mucho. Al final cerraron la puerta con fuerza dejándolo solo, completamente solo —. ¡Shinji! —Gritó, pero nadie lo escuchó.

 

 

 

Yutaka despertó bruscamente, odiaba tener ese sueño, una y otra vez su inconsciente se aferraba en recordar la noche en la que había perdido todo. Ya había llorado lo que tenía que llorar, ya había hecho todo lo que tenía que hacer y la vida lo había llevado ahí, a Guren. Sabía que encontraría a Shinji ahí, lo que no sabía era si estaba listo para hacerlo.  

 

Se giró hacia el otro lado, imposible conciliar el sueño de nuevo. Su mente se llenaba de preguntas cada vez que pensaba en su hermano mayor. ¿Cómo era? ¿Lo estaría esperando? ¿Sabría que era él? Sintió un vacío en el estómago. ¿Por qué si por fin estaba ahí, no lo había tratado de contactar? ¿Estaba siendo precavido o ya ni siquiera lo recordaba? Su nombre debía aparecer en el registro del torneo, ¿entonces? Suspiró. Tal vez, Shinji sabía algo que él, no. 

 

Suspiró harto de no tener respuestas a sus preguntas. Tendría que pelear en unas horas, pero estaba lejos de estar emocionado. La verdad era que se creía muy poco capaz de derrotar a sus contrincantes, pero su necedad podía mas que cualquier pelea. Contaba con su fuerza de voluntad aunque su estilo de pelea, a su parecer, era pésimo.

 

Se suponía que crecería aprendiendo la técnica familiar, pero sus padres habían sido asesinados y la única familia que le había quedado era su abuelo. Un hombre que no era capaz ni de atenderse a si mismo, por lo que la técnica la tuvo que aprender a base de los escritos de la familia y su propia práctica. Nunca tuvo un maestro, cuando fue mas grande fueron las calles quienes lo moldearon.

 

En su adolescencia perteneció a diversas pandillas e incluso llegó a trabajar para yakuzas, nada muy importante. La técnica la había tenido que moldear a su conveniencia, carecía de disciplina o una estrategia clara, su único objetivo era encontrar a Shinji y aquel pensamiento era el que lo había llevado tan lejos. 

 

Sabía que los participantes de Guren, tenían muchísimo mejor desempeño que él y que la única razón por la que había podido entrar era por su apellido, no por sus habilidades. Estaba lejos de pelear como Ruki y ciertamente aunque tenía un apellido de renombre, no peleaba como Aoi.

 

Volvió a suspirar, tapándose la cara con las cobijas. Los nervios se arremolinaban en su estómago. Seguramente perdería. No podía darse el lujo de perder. No hasta encontrar a Shinji.

 

 

 

-x-

 

 

 

Eran las cinco de la mañana, sabía que no eran horas para estar despierto, pero a esa hora había logrado escapar de la habitación de su padre. Uruha se sentía mareado y con unas ganas impresionantes de vomitar. Quería pensar que estaba acostumbrado a ese estilo de vida, a la forma en la que su padre lo tocaba de maneras tan inapropiadas que de solo pensarlo, las náuseas regresaban. De alguna forma se había repetido una y otra vez que podía soportarlo, sin embargo, cada vez le era más difícil esconder su asco, sus pensamientos no lograban escaparse de la realidad, todo parecía ser mil veces peor que la anterior. Y sabía que había solo un culpable.

 

Aoi.

 

Pensar en él mientras su padre le hacía todas esas cosas, fuera de ser un consuelo se volvió una carga. La culpa le llegaba como olas contra las rocas, como si de pronto se sintiera indigno del pelinegro, como si de repente entendiera que jamás podría estar con Shiroyama y nada tenía que ver con que fuera hombre.

 

Es decir, aparte de ese pequeñísimo detalle, era estúpido de su parte pensar que Aoi podría quererlo. ¿Quién querría a una persona tan rota y sucia como él? Tenía claro que nadie. Podía tener amigos dentro de esa enorme mansión, pero jamás tendría a alguien especial a su lado, su padre se había encargado de que así fuera; al final se quedaría más solo de lo que se sentía en ese momento. 

 

Apretó los puños, odió aun mas a Yoshiki, lo odió como nunca, por haberle arruinado la vida en tantos niveles y de tantas formas, por saber que él era la única razón de que él y Aoi nunca estarían juntos; por hacerle saber que no tenía escapatoria de su yugo. 

 

Sacudió la cabeza tratando de distraerse. Le molestaba la forma en la que últimamente se encontraba pensando en Aoi, como si estuviera enamorado, se convenció nuevamente de que sólo era atracción, solo le gustaba, no quería pensar cómo sería su vida si tan solo ellos pudieran estar juntos; sin embargo, lo hacía. 

 

Le costaba trabajo caminar, su padre había sido excesivamente brusco, pues a Uruha se le había ocurrido poner un poco de resistencia, pensó que si tal vez le demostraba a su padre que no tenía ganas, el otro lo soltaría. No sucedió. Era sólo que pensar en Aoi mientras su padre lo tocaba, le inundaba los ojos de lagrimas. 

 

—Mira nada mas, la princesa madrugó —dijo una voz que lo hizo parar en seco.

 

 

 

Uruha casi se cae de la impresión. El pelinegro estaba recargado en el marco de su puerta, con esa sonrisa burlona que, al parecer, lo caracterizaba. 

 

—¿Qué haces aquí? —Preguntó casi con pánico, miraba a todos lados para asegurarse que nadie lo había seguido.

 

 

 

Aoi frunció el ceño, no necesitó de mucho para adivinar el por qué el castaño caminaba con dificultad—. Vine por ti —dijo sin un ápice de vergüenza.

 

—¿Qué? ¿Te volviste loco? Si alguien nos ve, ni siquiera podemos salir, te descalificarían —no pudo evitar que un sonrojo adornara sus mejillas, a pesar de la hora, los pasillos estaban iluminados.

 

Shiroyama negó con la cabeza—. Cálmate, no saldremos de la propiedad y estaremos de regreso, justo antes del combate de Kai —le tendió la mano sonriendo.

 

El castaño lo miró dudando, podía meterse en muchos problemas si los descubrían,  volvió a mirar hacia todos lados confirmando que nadie los viera. Algo imposible a las cinco de la mañana, pero tenía que ser precavido, alguien tenía que serlo puesto que Aoi parecía ser un completo descarado. 

 

—Si no estamos antes…

 

 

 

—Confía en mí —Aoi le guiñó el ojo.

 

¿Cómo resistirse a eso? Tomó su mano y Aoi sonrió ampliamente, algo que hizo que Uruha se perdiera en un mar infinito de ensoñaciones. El pelinegro sin soltar su mano lo guió hasta los jardines en completo silencio, pero con una emoción disfrazada en su rostro.

 

—No le veo lo especial —dijo Uruha una vez que se sentaron en uno de los lugares mas altos del lugar, parecía una pequeña colina donde se tenía una vista completa de todo el bosque que se extendía alrededor de la mansión.

 

—¿Siempre te quejas de todo? —Aoi rodó los ojos divertido—. Digo, creo que nada te parece —le enseñó la lengua.

 

—Sólo tengo gustos muy refinados —sonrió de lado.

 

El pelinegro soltó una carcajada—. Yo no soy refinado —dijo con suficiencia.

 

Uruha alzó una ceja y fue su turno de reír—. Por eso no me gustas —contestó con incredulidad. Estaban sentados uno frente al otro, mirando hacia el cielo aun oscuro.

 

—Ah, ¿no? —Se acercó a Uruha—. ¿Ni cuando nos besamos? —miró sus labios,  acercándose mas, hasta casi rozarlos.

 

—Tú, me besaste —contestó en un suspiro, compartiendo el mismo aire que Aoi. Quería besarlo, olvidarse por un momento de todos los problemas que lo acechaban diario, quería pensar que tenía oportunidad con el chico frente a él.

 

El pelinegro sonrió—. Te recuerdo que tu eras la que estaba sobre mi —delineó sus propios labios con su lengua. Sólo para tentar un poco al castaño. Uruha frunció el ceño al escuchar como lo llamaba como si fuera chica, lo que provocó que se alejara del casi inexistente contacto con los labios del otro—. No tarda en amanecer —fue Aoi mismo quien cambió el tema, por dentro sumamente agradecido de que el otro se alejara. Cada vez le costaba mas trabajo controlarse cerca del castaño, irlo a buscar para empezar había sido una locura. 

 

Uruha veía el cielo, que para ese momento se teñía de colores rojos y naranjas, un espectáculo que no recordaba, fuera tan bello. 

 

—Hace mucho que no veía un amanecer —comentó entretenido.

 

 

 

Aoi suspiró, la última vez que había disfrutado un amanecer como ese fue con Ayu, trató de no pensar en ella mientras estaba con Uruha y se lo recriminó al instante. Debería ser al revés, debería evitar pensar en el castaño, odiaba sentirse tan bien cuando estaba a su lado, tan bien como lo había estado alguna vez con Ayu. No quería seguir adelante, quería vengar su muerte, quería matar a Yoshiki y así poder seguir pensando en ella sin sentir culpa de por medio. Pero Uruha, lo hacía tan difícil. 

 

—En este mes son realmente bellos —dijo dejando atrás sus pensamientos, nuevamente dejando que el castaño tuviera toda su atención.  

 

—A veces te pierdes de las cosas verdaderamente bellas por estar sumido en los problemas, ¿no? —Dijo el castaño con nostalgia, sin dejar de ver el hermosos paisaje que ahora se presentaba ante él. Los rayos del sol iluminaba la copa de los arboles y se colaban entre las hojas para reflejarse en las flores.

 

 

 

Esos mismos rayos que iluminaba el castaño de su cabello y parecía que lo hacía brillar, Aoi no miraba el paisaje, lo estaba viendo a él—. Todas las cosas tienen solución —dijo sin dejar de verlo.

 

 

 

Uruha sonrió irónicamente—. Para mi es difícil encontrarle claridad —no se había dado cuenta que Aoi lo miraba con intensidad. Pero sintió la mano del pelinegro sobre la suya, lo cual hizo que los colores se volvieran a acumular en su cara, no se atrevió a mirarlo.

 

—Te prometo que pronto lo verás.

 

 

 

-x-

 

 

 

¿Y que si Kai estaba nervioso? Podía darse ese lujo, faltaba menos de media hora para que peleara y una enorme sensación de vacío se había depositado en su estomago y se rehusaba a abandonarlo.

 

—¿Podrías tranquilizarte? —le dijo Ruki alzando una ceja—. Me estás poniendo nervioso con tus nervios y es difícil que eso pase —estaban en el comedor y Kai no dejaba de pegarle a la mesa con los dedos, ni de moverla con el movimiento de su pierna. Ruki estaba tratando de desayunar, pero Kai no dejaba de moverse, volviendo la tarea casi imposible.

 

—Es que no puedo perder —dijo un poco mas alto de lo que hubiera querido. Varias personas lo miraron con curiosidad, Kai les sonrió avergonzado.

 

Ruki lo miró con desdén—. No pierdas, entonces —se alzó de hombros.

 

Kai bufó—. Fácil para ti decirlo —chasqueó la lengua.

 

El rubio le dio un bocado a su desayuno, masticó con paciencia y tragó lentamente; miró a Kai—. Si eres tan bueno peleando como lo eres cogiendo, te irá bien —aseguró y volvió a dar un bocado.

 

En ese momento el castaño oscuro casi escupe el jugo que por fin se había atrevido a tomar, el estómago se le revolvió aun mas con semejante afirmación. No se suponía que Ruki dijera las cosas tan abiertamente. No le quedó de otra mas que voltear a ver a Aoi quien había permanecido callado hasta el momento. Aoi sonreía y se alzó de hombros al ver la mirada de susto de Kai.

 

 

 

-x-

 

 

 

Tora caminaba por el pasillo sin muchas ganas, tenía sueño y pensaba en mil cosas más que podría hacer en lugar de ver una pelea, pero deberes eran deberes, iba a ver el combate para ver quien podría ser uno de sus posibles contrincantes. Había omitido el desayuno, lo haría después de la pelea y luego haría ejercicio, tenía el día relativamente libre.

 

—Tora —escuchó a Reita llamarlo desde atrás. Se detuvo sin voltear—. Yoshiki, te busca —dijo cuando por fin lo alcanzó.

 

Se sorprendió, se suponía que ese día no trabajaría—. ¿Para qué? —Preguntó un poco molesto.

 

El rubio se alzó de hombros—. Dijo que vayas a su oficina —contestó con indiferencia.

 

—¿Y la pelea? ¿Qué no dijo que tenía que verla? —Sonaba demasiado raro y sospechoso.

 

Reita giró los ojos—. No sé, sólo me dijo que quería verte. Dios, ¿estás en tus días o qué? —bufó y se perdió de vista.

 

Tora se quedo unos segundos en el pasillo, dudando si ir o no, no le quedaban muchas alternativas. Que lo llamaran antes de una pelea a la que se supone estaba obligado a ir, solo significaba una cosa: su hermano estaba ahí. Suspiró tratando de ocultar sus emociones, si quería que todo resultara como lo había planeado no podía ir a buscar a Yutaka, aún no. 

 

Odiaba a Yoshiki por lo que le había hecho a él, a sus padres, incluso a su hermano menor. Lo odiaba por las atrocidades que cometía alrededor del país y lo que le hacía a su propio hijo, desde que había llegado a aquella mansión se prometió que vengaría a su familia por lo que les había hecho. Sin embargo, las cosas en l mansión habían resultado de manera diferente. 

 

Por muchos años, Tora ocultó un secreto que podía verse en riesgo si corría hacia el lugar de batalla. Por supuesto que quería ver a su hermano, pero si lo hacía, todo el teatrito se le caería y sus oportunidades podrían verse disminuidas. Tora había sufrido un accidente durante un entrenamiento a los doce años, que según todos en la mansión, le había costado gran parte de su memoria. Llevaba muchos años fingiendo que no recordaba nada antes de aquel incidente, incluso fingiendo que los años antes de trabajar para Yoshiki le resultaban confusos y borrosos. 

 

Aquello le había caído como anillo al dedo a todos y Tora no se preocupó por desmentirlo, sin embargo fue mucho más consciente de la calaña que era su jefe, al haber perdido la memoria, Yoshiki depositó su confianza en él y en Reita, a quienes creía sus más fieles perros guardianes y tal vez Reita, lo era. Tora, no. Él estaba esperando cuando el momento fuera perfecto y entonces, mataría a su jefe. 

 

Suspiró dirigiéndose a la oficina del mayor, Guren no sólo le había brindado la oportunidad de vengarse de Yoshiki, también, le había devuelto a su hermano menor y le había brindado la oportunidad de acabar con todo el sufrimiento que su jefe había causado. Sin embargo, por ahora, tenía que fingir que estaba de su lado y con pesadez, entró en la oficina, perdiéndose por completo la pelea que se llevaría a cabo en ese momento.

 

 

 

-x-

 

 

 

Kai miró a su contrincante, después miró a Ruki quien lucía fastidiado. Logró leer los labios del mercenario: “pan comido”. Lo cual no lo hizo sentir mejor, ahora tenía miedo de hacer el ridículo y mas si el mercenario pensaba que era cualquier cosa. Miró también a Aoi quien con un asentimiento le demostró su apoyo, al menos eso lo calmó un poco. 

 

Tragó saliva y se devolvió hacia su enemigo, sentía el latido de su corazón en los oídos, casi nublando el sonido por completo. Volvió a analizar su situación, el otro tipo que parecía estar jorobado, lo veía con sorna, la mayoría de los participantes del torneo parecían tener un grave problema de ego, incluso Ruki. 

 

—Debiste traer armas —le dijo su enemigo sonriendo. Tenía una daga en cada mano, cada una con un enorme filo cuyo color no era de un metálico normal, parecía estar corroída. Kai resolvió que entre menos contacto tuviera con ese filo, mejor se encontraría. Mas de uno se había sorprendido cuando el maestro de ceremonias había anunciado que la única arma de Kai era su cuerpo, aquello le iba bien, entre más menospreciaran lo que podía hacer, mejor podría pelear—. No te preocupes, el veneno de mis dagas te matará antes de que sepas que te pasó —aseguró.

 

Error numero uno: nunca digas tu técnica, tu contrincante podrá planear la mejor forma de defenderse de ella.

 

El enemigo le intentó atestar un golpe con el cuchillo, Kai esquivó con demasiada facilidad el ataque, el tipo se movía mucho mas lento de lo que parecía, lo único que le preocupaba era el dichoso veneno. Volvió a esquivar arqueando la espalda hacia atrás, apoyando los brazos en el piso usándolos de soporte para levantar las piernas. La patada le llegó directo al estómago a su enemigo que se abalanzaba sobre él, mandándolo con fuerza hacia atrás al tiempo que Kai hacía una vuelta.

 

—Tengo que encajarte la daga para que mueras, un roce no basta —dijo lo suficientemente alto cuando se hubo levantado. La patada en el estómago apenas lo había rozado, no le había dolido en lo absoluto. Sin embargo, parecía frustrado pro la velocidad en la que Kai podía moverse.

 

Error numero dos: nunca digas como funciona tu técnica.

 

El combate cuerpo a cuerpo de Kai era impresionante, más que estar peleando parecía que bailaba una hermosa coreografía, sin duda era más ágil que Ruki, quien se especializaba en largo alcance. Era más que obvio que el corto alcance era la especialidad de Kai, pues su única arma era su cuerpo, las patadas que propinaba a su contrincante eran tan rápidas que un simple humano solo habría visto una ráfaga borrosa de color negro.

 

En menos de quince minutos el enemigo de Kai estaba cubierto de moretones y dos de sus dedos estaban rotos. Aoi no entendía cómo es que si Kai atestaba tantos golpes no había logrado derrumbar al otro. La respuesta llegó en cuanto el castaño oscuro dejó de moverse.

 

—¿Ya te cansaste? —Dijo el enemigo, triunfante—. Tantos golpes, que sí, admito duelen, pero al final no hacen nada. Mírame, ni siquiera has podido tumbarme —sonrió. Los dos se encontraban parados uno frente al otro.

 

Aoi y Ruki notaron algo extraño, Kai no estaba ni tantito cansado, sólo miraba a su oponente con fastidio, la mirada del castaño oscuro había cambiado, no había ni sombra de la sonrisa que siempre adornaba su rostro. Incluso parecía aburrido ante lo que estaba pasando, su respiración ni siquiera iba mas rápido, parecía estar meditando. Mientras, su enemigo lucía cansado, respiraba con dificultad y se arqueaba agotado para tomar aire.

 

—Ven y mátame —dijo Kai ladeando la cabeza—. Es obvio que no soy digno de ser tu oponente —se cruzó de brazos y cerró los ojos.

 

Ruki iba a gritar algo, pero Aoi lo detuvo con el brazo en el pecho, negando rápidamente, se había dado cuenta de algo, que al parecer nadie más había notado. Y no era de extrañarse, Kai había sido una ráfaga en medio de un tornado, si no sabías que debías prestar atención pasaría inadvertido hasta en los ojos del más ágil peleador.

 

El enemigo ensanchó su sonrisa y puso un pie delante para caminar hacia Kai, tenía toda la intención de matarlo. Sin embargo, fue el único paso que logró dar, sus piernas dejaron de responderle, mientras temblaban frenéticamente, perdió el equilibrio ni bien trató de mover la otra, cayó de rodillas.   

 

—Parece que estás cansado —dijo Kai con monotonía sin abrir los ojos—. Sólo lanza la daga.

 

El otro trató de levantar los brazos pero no fue capaz, no le respondían, parecían dos pedazos de tela pegados a su costado. 

 

—¿Qué me hiciste infeliz? —Las palabras salieron entrecortadas, su respiración se dificultaba cada vez mas—. ¿Qué clase de veneno es este? No lo conozco, no siento la cara y mi cuerpo se adormece —lucía asustado.

 

Kai abrió los ojos—. Te di la oportunidad y no me mataste, que lastima —chasqueó la lengua—. Solo para que no te asustes, te lo diré: mis golpes no hacen daño superficial, seguramente sientes el cuerpo adormecido, eso es porque inhabilité tus músculos y ligamentos, no te preocupes te podrás volver a mover en unos días. Sólo te comento que si sigues tratando de moverte como lo estás haciendo ahora, el adormecimiento avanzará mas rápido, llegando a afectar músculos como tu corazón y los ligamentos de tus pulmones —se sacudió la tierra—. Como no me mataste supongo que yo gané —sonrió de forma encantadora. 

 

Reita sintió un vuelco en el estómago al ver esa sonrisa, el cual trató de disfrazar con la confirmación de que aquel chico era un Amano. Había oído muchas cosas de la técnica de la familia, sabía que eran capaces de moverse a una velocidad escalofriante y adormecer los músculos de su oponente utilizando las manos, Kai había utilizado todo el cuerpo, en un compás que a sus ojos había sido perfecto. 

 

Tenía que acercarse al chico, no cabía duda de que él era el hermano de Tora y no podía darse el lujo de que se encontraran. Era por Tora y no por un creciente interés en esa sonrisa que resolvió que tenía que acercarse.

 

 


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