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The True Murderous Intent (Edited) por urumelii

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Las mañanas se estaban volviendo rutinarias en esa enorme mansión: despertar, entrenar, desayunar, vagar, tal vez volver a entrenar, comer, volver a vagar, socializar, si se podía, cenar y dormir.  Ya habían caras conocidas y caras familiares, unos cuántos saludos de amistad y unos cuántos de respeto. A pesar de que ya había algunos peleadores descalificados del torneo, aun algunos permanecían por simple curiosidad. Sin mencionar a los que estaban únicamente como espectadores, gente que pagaba grandes cantidades de dinero para poder presenciar el torneo.


En pocas palabras, el lugar siempre estaba lleno de personas, cada una con su propia historia y tipo de pelea, tal vez algún periodista con un entusiasmo por algún peleador. Y sobretodo, las grandes apuestas alrededor de todo el torneo, algunas veces Aoi sentía que lo observaban detenidamente, como si fuera una pieza rara en un museo antiguo. Sin embargo, lejos de lo que se imaginó, se la estaba pasando bien en aquel lugar, no pasaba mucho tiempo solo y estar en compañía de sus amigos parecía aligerar su carga. Sin mencionar a Uruha, quien en poco tiempo se había metido en sus pensamientos. 


 


—No sabe tan mal —la voz de Kai evitó que volviera a pensar en el hijo de su peor enemigo. El castaño oscuro tenía un pedazo de mango que masticaba lentamente con recelo. Los tres se encontraban en su mesa de siempre, desayunando. 


—Te lo dije, nunca me haces caso —apuntó Ruki con expresión aburrida comiendo del mismo plato que el otro. 


—¿En que otra cosa no te hice caso? —Preguntó Kai con expresión ofendida pero sin dejar de sonreír.


Ruki sonrió de lado—. Te dije que ganarías la pelea —siguió comiendo.


—No me dijiste eso, me dijiste…


Aoi giró los ojos entretenido—. Ustedes dos comienzan a sonar como pareja casada, ¿lo sabían? Espero al menos que estén cogiendo salvajemente —interrumpió con cierta malicia. Ruki hizo el ademán de sacar su característica pistola, decidió en el ultimo momento que no valía la pena hacer un escándalo, por sus jueguitos con el pelinegro—. Kai —continuó con seriedad, borrando la expresión de indignación del mencionado—. Tienes que enseñarme a hacer lo que tu haces —dijo sin rodeos.


Kai lo miró con asombro—. No creo que mi técnica sea mejor que la tuya, no tiene nada de especial, en realidad —contestó un poco incómodo.


 —Una no es peor que la otra, son muy diferentes. Sin embargo, pienso que combinada con mi técnica podría ser maravillosa —jugaba con su comida, como si estuviera hablando de cualquier otra cosa. Tal vez para que no le prestaran atención a su conversación.


Ruki abrió muchos los ojos—. ¿Estás pensando en usarla con…? —no terminó la oración pues la expresión de Aoi lo hizo callar.


—No sería mala idea…


Kai negó con la cabeza—. Aun si accediera a enseñártela, no creo que pudieras aprenderla hasta el final del torneo y tampoco nada asegura que llegues hasta el final. Debes entender que soy el ultimo de mi familia, no paso secretos así nada mas —se levantó tomando la charola vacía—. Si ganas el torneo, tal vez te enseñe —sonrió sin dejar algo que agregar a la conversación.


Aoi no pudo ocultar lo decepcionado que se sentía ante la respuesta, aunque también entendía a Kai. Probablemente él respondería lo mismo, incluso hubiera sido más receloso al respecto. La cuestión era que no podía sacarse de la cabeza la manera en la que Kai peleaba, si pudiera combinar aquello con el movimiento de su espada, sería imparable. No era que no confiara en sus habilidades para matar a Yoshiki, pero aceptaba toda la ayuda posible. 


—¿A dónde vas después de todo? —la pregunta de Ruki lo sacó de sus ensoñaciones.


—Iré a dormitar un poco, la biblioteca es muy cómoda y nadie te molesta ahí  —respondió Kai bostezando.


Aoi alzó una ceja—. ¿Aquí hay biblioteca? —Se sorprendió de verdad, leer no era una de sus prioridades en ese torneo. 


El castaño oscuro lo miró feo—. Hay personas que hacen otras cosas aparte de merodear y pelear —dijo en tono burlón. 


Ruki se revolvió en su asiento—. Y, ¿por qué no vas a tu habitación? Digo, debe ser mas cómoda, sin decir, privada —no pudo evitar el tono irónico en su voz.


—Sí, pero me siento como un flojo si me voy a mi cama —se alzó de hombros y sonrió.


El rubio iba a replicar, solo que Aoi hizo un canturreo que sonó parecido a “tortolitos”, lo que hizo que Kai girara los ojos y se alejara negando con la cabeza.


—¿Y, para cuando la boda? —Se mofó el pelinegro una vez que Kai se perdió de vista. Su amigo le arrojó una fresa a falta de balas. Aoi no la esquivó debido a la carcajada que soltó al ver la cara de puchero del mercenario, la fresa le dio de lleno en el hombro—. ¡Oye! Pude haber muerto si hubiera sido una bala —se quejó limpiándose los restos de su camisa.


Ruki hizo una mueca—. No he oído de alguna muerte frutal, al menos que no haya sido causada por alguna alergia —arrugó la nariz.


El pelinegro alejó su charola—. De verdad, ¿sólo se están acostando? O hay algo más y por eso las preguntas —preguntó entre serio y verdaderamente curioso.


—No soy de la clase de persona que se relaciona muy fácil con las personas y menos, forma vínculos con ellas —respondió con voz profunda—. Con Kai es fácil,¿no? —Aoi asintió—. No creas que me volveré un sentimental, sólo me agrada estar con él. Es delicioso en la cama —sonrió con orgullo—, y ciertamente es un misterio que me atrae. No como tú, que eres un libro abierto —se burló—. En fin, no voy a enamorarme ni ninguna de esas cursilerías patéticas, créeme. ¿Qué? —Se calló al mirar a Aoi, quien se había quedado en su mundo de repente.


—¿Nunca te has enamorado? —Preguntó recargado en su mejilla. De pronto todas esas pláticas de amor tenían sentido en su cabeza, aunque no hubiera querido hablar de eso desde la partida de Ayu.


Ruki frunció el ceño, parecía no querer contestarle, sin embargo lo hizo—. Una vez y te puedo asegurar que no lo vuelvo a hacer —dijo con sinceridad.


—Yo siempre he creído que solo nos enamoramos una vez. Solo una vez es real, y las demás son solo ideas que te haces para convencerte que puedes amar a mas personas. Si me preguntas, creo que sólo hay una persona para cada quien —dijo mas para si mismo. Enterrando todas esas sensaciones que Uruha lo hacía sentir, rehusándose a sentir igual que como se había sentido alguna vez con Ayu—. Y aún así, hay gente que parece que se cuela entre tus poros por mera necedad, como si quisiera hacerte volver a sentir…


—Aoi, ¿por qué carajo estamos tendiendo esta conversación? —Ruki en verdad parecía incomodo.


 


El peligro estaba sumido completamente en sus pensamientos confusos, ni siquiera escuchó a Ruki hablar—. No debería sentir las cosas que estoy sintiendo, no sólo está mal o prohibido. Es impensable, no podría hacerle eso… —era la primera vez que hablaba al respecto, no quería aceptar que Uruha lo estaba volviendo loco al punto de tener que hablarlo frente a su mejor amigo.


El rubio abrió los ojos sin comprender, sabía que Aoi quería matar a Yoshiki por venganza, pero nunca había preguntado, de qué. Incluso el pelinegro le había asegurado en algún punto que nada tenía que ver con su familia y Ruki hizo menos preguntas al respecto. Ahora, sonaba como un desquiciado, que solo podía entenderse a sí mismo y aquello no le gustó nada a Ruki, no quería que a Aoi finalmente lo alcanzara el pasado y lo hiciera flaquear de su meta. Al final, lo que los había unido era la forma tan decisiva en que querían dejar el pasado atrás. 


—¿De qué hablas? —Preguntó Ruki verdaderamente interesado.


El pelinegro abrió la boca, mirando a Ruki desconcertado. Quería decir algo pero un escándalo se formó detrás de ellos, logrando que todos en el comedor giraran su mirada hacia ese lugar.


Un chico de cabello rubio cenizo y una mirada insolente en su rostro sostenía un látigo con fuerza, éste estaba enrollado alrededor del cuello de otro chico de cabello rojizo y ojos grandes, quien había logrado poner un brazo entre el látigo y su cuello para evitar ahorcarse. Ambos se veían fijamente con seriedad, ninguno despegaba la mirada del otro, estaban a mitad del comedor mientras un montón de gente los veía sin moverse.


—En serio Sakito, ¿qué esperabas? La única razón por la que estoy aquí eres tú, podrías aunque sea hablarme —dijo el chico de los ojos grandes, sonriendo ligeramente. 


El otro también sonrió de lado, sin embargo no contestó se limitó a reforzar el agarre del látigo tratando de apretar con más fuerza. Aoi notó que si el chico no hubiera traído un látigo hubiera pasado por alguien complemente inofensivo, era tan delgado y delicado en sus facciones que parecía más un chico en apuros que un peleador, sin embargo por la manera en la que sostenía el arma y la fuerza que ejercía sobre el otro, Aoi fue capaz de darse cuenta que no era un peleador cualquiera. 


—Show… —finalmente otro chico se acercó a ello. Lucía calmado pero serio, vestía como si hubiera llegado apenas de la playa, con pantalones cortos y una camisa de tirantes que dejaba ver perfectamente la gran cantidad de tatuajes que cubrían su espalda, tenía el cabello azul y veía fijamente al chico que estaba siendo atacado—. Sakito no quiere tener nada que ver contigo, puedes dejar de hacer escenas e irte o lidiar con las consecuencias —advirtió alzando ligeramente las manos en señal de paz. 


El chico al que habían llamado Sakito soltó el agarre del látigo y suspiró, aún sin decir nada, por un instante su mirada cambió de insolencia a preocupación, pero recuperó el porte de inmediato. 


 —Venceré a quien tenga que vencer, Sakito —aseguró Show. 


—¿Y si me tienes que vencer a mi? —Preguntó Sakito—. Deja esto de una vez, sabes que tengo que ganar o si no…


Show negó—. No voy a descansar hasta que estemos juntos —salió del comedor sin mirar a nadie. 


Sakito se dejó caer sobre una de las islas y suspiró, parecía exhausto con enormes ojeras debajo de sus ojos, las clavículas se le notaban debajo del enorme suéter que vestía. El chico de los tatuajes se le aceró poniendo una mano sobre su hombre, el otro atinó a negar.


—Eso del amor vuelve loco a cualquiera —le dijo Ruki finalmente cuando el grupo se disipó—. Enamorarse una vez basta y sobra para la condena eterna.  


Aoi no pudo evitar estar de acuerdo.


 


-x-


 


Uruha estaba sentado sobre una de las mesas de la biblioteca con los pies arriba, recargado sobre una de sus manos y sosteniendo un libro con la otra. Leía entretenido, moviendo alegremente los pies mientras lo hacía.


—Veo que ya te mueves mejor en el kimono —Reita se acercó a él quedando a su lado con una ceja alzada.


El castaño dejó a un lado el libro y recargó hacia atrás con las dos manos—. Es triste aceptarlo que no me queda de otra —torció la boca—. ¿A qué debo la visita del todopoderoso, yo no leo ni un libro, Reita? —Sonrió ligeramente.


Por su parte Reita se sentó junto a Uruha en la mesa y se alzó de hombros—. Estaba aburrido —contestó.


—Vaya, tú sabes como hacer sentir bien a alguien —dijo el castaño con notable sarcasmo.


Reita iba a añadir algo mas, cuando Yutaka Amano pasó frente a él sin siquiera mirarlo, se dirigió de inmediato a uno de los sillones que habían hasta el fondo de la enorme habitación y se sentó sin ningún tipo de vergüenza. 


El rubio de la bandita siguió cada uno de sus movimientos—. Ahora regreso —le dijo a su protegido bajándose de la mesa.


Uruha alzó una ceja—. ¿Quién es ese? —Le preguntó antes de que pudiera irse.


—Alguien que puede causarnos muchos problemas, a menos que haga algo —contestó serio sin apartar la vista del castaño oscuro.


—¿Hacer algo? ¿Es algún encargo de mi padre? —Parpadeó muchas veces temiendo lo peor—. Rei, no puedes matar a nadie, te descalificaran. No pueden descalificarte —se mordió el labio.


Reita se volvió a mirar a Uruha—. Trato de mantener a tu padre vivo, ese es mi trabajo, sin importar el torneo. Solo para que estés tranquilo, no voy a matarlo, lo prometo —sonrió caminando hacia el recién llegado. “Aún” pensó. El rubio se sentó junto a Yutaka, perdiéndose del campo visual de Uruha—. Hola —lo saludó como si nada—, te vi pelear, tu técnica es asombrosa —dijo sinceramente.


Kai lo miró alzando una ceja—. Gracias —contestó con escepticismo—. Y, ¿tú eres? —preguntó un poco molesto porque habían interrumpido su pequeña siesta, recordó que había hablado con él en la pelea de Ruki, el chico era tan guapo como lo recordaba, pero no iba a decirle nada al respecto.


—Reita —se presentó.


Había escuchado el nombre, sabía perfectamente quién era, había investigado acerca de todos los sirvientes, guardaespaldas y empleados de Yoshiki, obviamente con la esperanza de encontrar a su hermano. A quien nunca encontró por su nombre, mas tarde supo que nadie que trabajara para Yoshiki conservaba su nombre original.


—Mi técnica debió impresionarte demasiado si vienes a hablar conmigo, es decir, no sabía que Yoshiki dejara a sus lacayos socializar con los demás participantes —mencionó en un tono desafiante.


Reita se sorprendió por la audacia del chico frente a él, incluso pareció gustarle aquella cara de inocente que tenía enmascarando aquel tono—. Tu eres un caso especial —contestó respondiendo de cierta forma el desafío que encontró en la voz de Yutaka.


—¿Ah sí? No creo representar algún peligro para Yoshiki —sonrió de lado.


—No deberías subestimarte tanto, como dije tu técnica es asombrosa, digna de un Amano —fue su turno de sonreír. Kai se giró a verlo bruscamente—. De una vez te digo, no causes problemas, no vas a encontrar a nadie aquí —advirtió.


Los ojos de Kai brillaron, sin buscarlo realmente, la información había llegado a él, tal vez aún no encontraba su hermano pero aquello le decía que iba por buen camino—. ¿Por qué aseguras que estoy buscando a alguien? ¿Qué tal si sólo busco fama y reconocimiento? —preguntó tanteando el terreno.


Reita chasqueó la lengua al tiempo que se levantaba—. Te digo de una vez, si intentas buscarlo yo mismo seré quien se encargue de que no llegues a una pelea mas en el torneo —le dijo de espaldas mientras se encaminaba.


—¿Es una amenaza? —Fuera de estar asustado Kai sonrió ampliamente.


El rubio se giró ligeramente a verlo y sonrió de lado—. Es un consejo —dijo y se fue.


Mas que estar enojado, asustado o intrigado, aquel gesto le pareció increíblemente sexy en el rubio. Sin embargo, se obligó a olvidar toda clase de pensamiento obsceno acerca del otro. Ahora estaba seguro, Shinji estaba ahí.


-x-


Después de que Reita lo dejó solo, Uruha decidió salir de la biblioteca, no quería verse involucrado en ninguno de los asuntos de su padre, aunque tarde o temprano tenía que acostumbrarse, ¿no? Él era el heredero de toda esa inmensa fortuna y por supuesto de todo el imperio de la mafia que su padre poseía.


A decir verdad nunca había pensando en eso con anterioridad, todo acerca de esa vida le causaba repulsión, él solo quería una vida tranquila, lejos de su padre. Claro se había planteado mil escenarios posibles, pero todos ellos eran él huyendo de su padre y de esa vida. Si Yoshiki moría, sería libre, lo había pensado mil veces, lo que nunca había pensado era qué planeaba su padre hacer con él ante esa posibilidad.


Sus dudas lo llevaron a la oficina de su padre, era muy temprano para estar ahí, tampoco pensó que a su padre le molestaría. Tocó tres veces antes de recibir alguna respuesta. Entró y encontró a su progenitor en su escritorio, hundido en un montón de papeles, los cuales firmaba, leía, firmaba, algunos tiraba y los demás los apilaba a su derecha.


—Uru —sonrió ampliamente al ver a su hijo, invitándolo a sentarse de una de las sillas del frente, algo que el castaño hizo—. ¿Qué te trae por aquí tan temprano? —no alzó la vista y siguió con los papeles.


Uruha se aclaró la garganta tratando de pensar la mejor forma de decir lo que tenía en mente—. Papá, ¿confías en mi verdad? —Preguntó un poco inseguro.


El mencionado alzó la vista—. Por supuesto que confío en ti, eres mi hijo —le contestó.


El castaño desvió la mirada hacia un lado—. Entonces, eso significa que confías en mi para ser tu sucesor, ¿no?


—No entiendo de qué me estás hablando, Uruha —Yoshiki dejó por un momento los papeles y le prestó completa atención a su hijo.


El chico por su parte apretaba el kimono con fuerza, debido a los nervios—. Yo soy el heredero de todo esto, ¿no es cierto? Cuando mueras yo seré el jefe —dijo rápidamente.


—Por supuesto —contestó de inmediato, sin sonar realmente convincente.


Uruha entrecerró los ojos—. Entonces, si algún día yo seré el jefe, ¿por qué no confías en mi para entrar al torneo? —Quiso saber.


—Ya hemos hablado de esto —giró los ojos.


—Papá, tarde o temprano descubrirán que soy hombre. Si seré el jefe, sabrán que tienes un hijo y no una hija. ¿Qué se supone que deba hacer entonces? —Cuestionó.


Yoshiki suspiró—. Deja de preocuparte por cosas que aun no pasan. Cuando llegue el momento se resolverán —trató de mantener la calma.


El castaño no se sintió satisfecho con la respuesta—. Si descubren que soy hombre, te descalificarán del torneo por no hacerme participar —dijo con cierta molestia—. Podrían quitarte todo, al final si descubren que soy hombre…


—Para ese momento el torneo ya se habrá terminado —lo interrumpió—. Además, te lo he dicho, tus habilidades en batalla no son buenas Uruha. No quiero que algo te pase —le dijo calmadamente.


—¿Cómo van a ser buenas si ni siquiera me dejas entrenar? —Le reclamó molesto.


Yoshiki volvió a los papeles—. Ya te dije que no puedes entrenar mientras dure el torneo, dijiste que estaba bien, no veo el problema —siguió firmando.


Uruha cruzó los brazos y se recargó bruscamente en el respaldo de la silla, ninguna de las respuestas de su padre tenía el menor sentido. No confiaba que fuera buen peleador, pero le daría el mando de todo el imperio y el dinero. Lo disfrazaba de chica y después no le importaría que todos supieran que había engañado al torneo mas importante. Simplemente no era lógico.


Desvió la mirada aun con el berrinche en la cara, no dijeron nada por algunos minutos, en lo que el castaño trataba de reprimir su enojo. Repasó su mirada por la enorme oficina sin encontrarle nada nuevo, al menos hasta que sus ojos se posaron sobre una fotografía sobre el escritorio que no estaba ahí antes.


—Papá —volvió a llamar. Un pequeño gruñido fue lo que obtuvo como respuesta —. ¿Quiénes son? —Preguntó mirando la fotografía fijamente.


Eran un grupo de jóvenes, dentro de los cuales reconoció a su propio padre muchos años mas joven. Los demás no tenía ni idea de quienes eran, había dos mujeres una con el cabello negro largo, tan negro y profundo como el de Aoi. Sonreía mientras era abrazada por un chico de cabello de un rosa intenso y una expresión desafiante en el rostro. A lado de su padre había una chica rubia, claramente extranjera con mirada coqueta; estaba recargada en el hombro de un chico de cabello castaño que vestía elegantemente, su expresión y su manera de pararse eran sumamente sofisticadas, le recordaban a alguien pero no supo a quien. Había otros chicos, uno bajito de cabello castaño y expresión inocente, uno con lentes oscuros, a pesar de que estaban en un lugar techado; otro mas con el cabello rizado excesivamente largo y otro de cabello negro sin camisa de expresión muy seria.


Yoshiki sonrió con melancolía—. Ellos, son los viejos amigos de tu padre —contestó nostálgicamente.


—¿En serio? —Preguntó verdaderamente interesado—. Y, ¿dónde están ahora? —parpadeó rápidamente.


Su padre suspiró—. Muertos —contestó con pesar.


Uruha tragó saliva—. ¿Todos? —De pronto se sintió mal por el hombre frente a él, nunca había conocido amigos de su padre, fuera de aquellos con los que hacía negocios, de los cuales dudaba realmente que fueran amigos.


Yoshiki asintió—. Algunos murieron en el torneo —dijo irónicamente—. Otros, poco después —tomó la fotografía para verla más de cerca—. ¿Sabes? Con ellos empezamos la moda de cambiarnos el nombre por un apodo, incluso dejando atrás el apellido. Estábamos en contra de todo eso de las técnicas familiares, queríamos cambiar eso, pero todos se quedaron el camino —suspiró—. Es por eso que tu técnica y la mía no son las mismas, quise dejar ese ideal vivo, aun si ellos ya no están —volvió a dejar la foto donde estaba—. Supongo que por el torneo me dio nostalgia y desempolvé esto —sonrió con tristeza.


Uruha miró a su padre con atención, era la primera vez que lo veía de esa forma. Al parecer había sido una persona muy distinta cuando era joven, se pregunto en qué punto se había vuelto la persona despreciable que era ahora.


 


-x-


 


Aoi se encontraba entrenando, algo tenía que hacer para distraerse. Se había dado cuenta muy tarde las cosas que había dicho frente a Ruki. Le molestaba mucho la forma en la que Uruha podía hacerlo sonar como un imbécil con tan solo pensarlo, es decir, el chico le gustaba, nada más. Podía con eso, no podía con sentir algo más, la cabeza le daba vueltas de tan solo pensarlo, no sólo porque no quería traicionar a Ayu, estar pensando en el chico castaño representaba que se estaba distrayendo de su verdadero objetivo. Le gustara o no, fuera víctima o no, Uruha no le iba a traer nada bueno. 


Practicó un giro con su espada quedando de frente hacia la puerta donde descubrió al dueño de sus pensamientos observándolo con una expresión sonrojada en el rostro.


—Hola —Uruha lo saludó con un hilo de voz.


Aoi sonrió olvidando todo lo anterior—. Hola princesa, ¿quieres practicar un poco? —saludó.


Uruha entró y cerró la puerta tras él—. No puedo, no tengo arma —se alzó de hombros avanzando hacia el pelinegro.


—Te presto una espada —le dijo tendiéndole la que tenía en la mano.


Uruha lo miró con desprecio—. Ya te dije que no puedo con esa cosa —escupió.


—Y ya te dije que tu te quejas de todo —tomó su mano y le puso la espada—¿Alguna vez has usado una? —Le preguntó con verdadero escepticismo.


El castaño asintió—. Hace mucho que no sostengo una —giró la muñeca tratando de darle una vuelta pero la espada cayó al suelo, provocando que frunciera el ceño—. Pesa muy poco —dijo al levantarla.


Aoi notó en esa milésima de segundo que el movimiento de muñeca había sido perfecto, pero efectivamente la espada era un arma muy ligera para el tipo de movimiento que el castaño había hecho. Se preguntó si de verdad el chico frente a él sabía pelear y no estaba alardeando. Y más importante, si sabía hacerlo, ¿qué clase de arma utilizaba?


—Intenta esto —le dijo a Uruha haciendo un movimiento básico hacia delante. Uruha lo imitó perfectamente—. Bien —lo felicitó sonriendo, mientras el otro giraba los ojos fastidiado—. Ahora esto —hizo el mismo movimiento hacia delante agregando un giro con la espada en el aire, la dejó caer en un golpe que nadie recibió.


Uruha volvió a hacer el primer movimiento sin ningún problema, pero al hacer el giro, el bendito kimono no lo dejó desplazarse de la forma adecuada, interrumpiendo el movimiento a la mita—. Esto es imposible —se quejó verdaderamente fastidiado.


El pelinegro se acercó—. Es culpa del kimono —se paró frente a Uruha sonriendo con suficiencia, tomó la parte de abajo del kimono y lo rompió con brusquedad hasta que la tela quedó a la altura de sus muslos, rozando un poco esa área con las manos completamente a propósito—. Listo, ahora creo que te podrás mover mejor —se enderezó como si nada hubiera pasado, aunque su corazón latía con fuerza.


El castaño por su parte tenía la cara roja de vergüenza, ni siquiera había podido reaccionar ante la acción de Aoi, simplemente se quedó estático sin recordar cómo hablar y peor fue al sentir ese delicado roce en su muslo interno.


—Tienes unas hermosas piernas, deberías enseñarlas mas seguido —dijo Aoi, divertido al ver la cara de Uruha.


Casi se desmaya—. No digas esas cosas —dijo a duras penas—. Ahora, ¿qué voy a decir si me preguntan qué le pasó al kimono? —Se quejó.


—Te inventarás algo —se alzó de hombros.


—Eres imposible, Shiroyama —entrecerró los ojos.


Lo tomó por la cintura—. Dirás irresistible —lo pegó a él—. Se supone que aquí es cuando me das un cachetada por el atrevimiento —le dijo.


Uruha bufó—. Creo que hoy nos podemos saltar todo el teatrito, ya pensaré en qué decir por mi kimono —sonrió y rodeó el cuello de Aoi con los brazos.


—Saltarnos todo el teatrito, me gusta como suena eso —asintió. Juntado su frente con la de Uruha.


—Sólo hoy —afirmó cerrando los ojos y dejándose llevar por los labios de Aoi que se acercaban a los suyos.


—Sólo hoy —se dijo Aoi a si mismo.


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