Después de muchas noches en vela, Scorpius decidió que él no era ningún cobarde, que tenía que enfrentar a sus demonios y vencerlos.
Eso y que el capitán de equipo de Quidditch de Slytherin le había comido la boca tras un partido.
Scorpius Malfoy era gay, quizás bisexual pero esa opción no parecía importarle a nadie, el rumor, como todos los rumores en Hogwarts, corría como la pólvora.
Albus le miraba con sus ojos verdes abiertos como platos, Scorpius no estaba dispuesto a que nadie le juzgara, pero con Albus era diferente. No había más novias Hufflepuff ni Ravenclaw ni de ninguna casa, pero ese no era el problema.
El problema era que ya entendía qué le ocurría con Albus, y que se encontró un muro delante de él cuando Scorpius le confesó que sí, que le gustaban los chicos.
Albus después de hacer su escena ridícula de ojiplático se fue de su habitación, no le habló, no le miró, no nada.
Scorpius se comió el morro con su capitán todo lo que le dio la maldita gana y si Albus miraba y vomitaba, que se fastidiara.
Él se había ido con él a matar al puñetero Voldemort y Albus no era capaz de aceptar sus gustos.
Pues muy bien, le iba a meter sus gustos hasta en la sopa.
Porque confesarle que llevaba enamorado de él más tiempo del que imaginaba iba a ser que no.
Pero Albus desmontó a Scorpius pidiéndole hablar a solas, estúpido corazón que se saltó 10 pasos.
—Perdóname, Scorp.—Eso sí que no lo esperaba—He sido un idiota por evitarte así, solo es que pensaba que podías contármelo todo.
—Es difícil contar cosas que ni uno tiene claras, solo pasó.—Se encogió de hombros más nervioso de lo que quería reconocer.
—¿Ese Miller te trata bien?—Albus parecía algo avergonzado.
—Sí, bueno, supongo, la verdad es que solo nos besamos a todas horas.
La mueca de Albus le pareció molesta, y supo que había cosas de las que por muy amigos que fueran no iban a hablar.
—Si te hace daño le romperé la cara.—Le sonrió Albus, y una parte de Scorpius se enterneció, otra se molestó.
—Yo puedo defenderme solo.
Pensaba protestar más, llamarle machista, hacer un poco de show, pero Albus le abrazó, y Albus abrazaba poco.
—Lo siento.
Scorpius solo disfrutó del abrazo y estúpidamente dejó su corazón volar.
Por eso, ese Yule hizo una tontería.
Dejó un corazón, un tonto corazón que Albus miró con cara de espanto.
—¿Esto es tuyo?—le preguntó, Scorpius entró en pánico. Su tonto corazón hecho un corazón de verdad, iba unida a una declaración verbal que se dio cuenta era una mala idea, una muy, muy mala idea.
—No, yo no te he dejado eso—bufó restándole importancia, tomó de su baúl un regalo de su padre, unos calcetines con la bandera del arcoíris.
Albus lo tomó con cara rara, dejando tirado el corazón sobre su almohada.
Su padre desde que se había enterado que era gay había comenzado a mandarle cosas de lo más variopintas, mostrándole su apoyo. A veces Scorpius pasaba verdadera vergüenza pero valoraba que su padre le aceptara tal y como era.
El corazón no se quedó olvidado en ninguna habitación de Slytherin, Albus lo tomó, y lo guardó junto a todos los regalos que le había hecho Scorpius en esos años.