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Omega por Mon18Zu

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Notas del capitulo:

Hola!! había estado un poco inactiva, una disculpa por ello. Hasta ahora he tenido tiempo de seguir escribiendo. 

 

Espero que les guste el capítulo!!

Dean caminó por la recámara hasta que se detuvo por un momento cuando sus pies tocaron la robusta alfombra de peluche. Se aseguró de mantener seguro y a salvo ambas llaves y el mejor lugar que se le ocurrió fue el baúl delante de su cama. Se arrodilló delante de gran estructura de madera y abrió la tapa con ambas manos, después miró al interior vacío e introdujo ambas llaves entre las rendijas de los tablones laterales de madera, de modo que no sean visibles ni fácilmente encontradas si a alguien se le ocurría buscar en ese sitio. Después de ponerse en pie y cerrar el baúl con cuidado volvió hacia el tocador y se colocó delante del arcón de madera para después abrir la tapa y descubrir así lo que hay en su interior.  

 

Dean se topó con fajos de billetes. Más de una docena de ellos debidamente ordenados unos sobre otros formando un pequeño montículo hasta la tapa de la caja, y sobre la cima, Dean encontró una pequeña nota en un delgado pliego de hoja blanca. Sorprendido, tomó el papel entre sus dedos y leyó la fina y elegante letra cursiva en el centro de la nota:

 

“Esto es por lo del bar

 

            Con amor, papá.”

 

Dean parpadeó. Eso era todo lo que decía la nota, pero lo que más le llamó la atención fue la última frase de ella. Con amor, papá. Releyó la nota una vez más.

 

¿Desde cuándo su padre lo trataba con tanta delicadeza?, se preguntó acariciando el escrito con las yemas de los dedos. Dean recordó los últimos días de niñez, cuando inició su entrenamiento, un duro y arduo entrenamiento como lo recordaba, trabajo que le imponía su padre y en el que fue mucho menos que considerado con él o con Sam. Muchas veces sus muestras de cariño solo consistían en un suave palmada en la nuca o tal vez en una sonrisa. Tendría que acostumbrase al cambio. Sin embargo, se sorprendía con esto...con palabras de cariño o tonos de voz suaves. Luego recordó a Bill y reparó que esto es un comportamiento normal de los alfas. Bill siempre fue amable con él, incluso cuando le dio órdenes, pero no llegó a ser cariñoso y Dean cree que fue debido a que, en realidad, Dean no le pertenecía...de ninguna manera. Tal vez todo lo que hizo por él...recibirlo en su hogar, darle trabajo...tal vez lo hizo por lástima. Aunque no podía negar que la naturaleza de un alfa casi siempre es y será resguardar a los omegas. De haber sido un alfa, seguro no habría tenido tanta suerte.

 

Depositó la nota donde la había encontrado mientras pensaba en ello y observó nuevamente la cantidad de dinero, dándose cuenta de que jamás recuperaría el bar y de que el dinero que ahora le pertenecía era mucho más del que tuvo que pagar a Bill Harvelle por el establecimiento. Al menos el doble de la cantidad.

 

Su padre estaba siendo muy considerado con él. Cerró la tapa del arcón con delicadeza y miró hacia la entrada de su recámara. Volvió a preguntarse en dónde estaría Sam, así que caminó decididamente hacia la puerta y salió sin molestarse en cerrar la puerta tras de sí, después se dirigió por el pasillo hacia la salida del ala de recámaras privadas, topándose con una tercera puerta unos metros adelante; la habitación matrimonial de sus padres. Continuó caminando hasta que salió a un amplio descanso muy bien iluminado. Delante, unas amplias escaleras que descendían al primero piso y que abrían en dos grandes tramos, curvándose hacia abajo; una intensa luz iluminaba las escaleras, proveniente de un enorme candelabro de cristal, desde el piso inferior hasta el descanso superior. Por otro lado, hay otro par de pasillos que conducen a otras alas de la mansión. Dean recuerda vagamente el pasillo que conduce hacia su derecha, el que conduce al despacho privado de su padre, pero duda que él se encuentre allí, a pesar de que Dean recuerda los horarios en que su padre pasaba en ese despacho.

 

Se dirigió hacia los peldaños y comenzó a descender por las amplias y curvadas escaleras con morosidad, poniendo especial atención a sus oídos mientras observaba sus pies descalzos tocar la rugosa superficie de la alfombra roja al dar el primer paso hacia abajo. Sus pequeños dedos se abrieron ante el peso de su cuerpo, la camiseta que cubría su cuerpo se amoldó perfectamente a él, de modo que no ondeó sobre sus muslos, revelando mucho.  

 

El silencio era algo a lo que no estaba ya acostumbrado y lo desconcertaba. No sabía que pensar de la situación, así que solo bajó hasta la base de las escaleras y caminó por el espacioso descanso hasta introducirse en otro pasillo en dirección a la parte oeste de la mansión, donde claramente recuerda la numerosa cantidad de salones y salas privadas revertidos con mueblería fina y asientos acolchonados, así como mesas de té con finas patas de madera o grandes ventanas con cortinas de seda, pero en específico, Dean deseaba visitar su salón preferido: un pequeño salón con chimenea de ladrillo que se encontraba en un pasillo semi oculto.

 

Dean se detuvo debajo del umbral y es que, de pronto, percibió un nuevo aroma.

 

Parpadeó varias veces y agitó sus fosas nasales. Un poco desconcertado, se sujeto al umbral con la mano derecha y levantó el talón del pie izquierdo. Sus dedos presionaron la madera en un sutil acto de volverse y alejarse de ahí, sin embargo, antes de que pudiese siquiera coordinarse, el alfa que tenía enfrente, de pie y de espaldas a él en el centro del salón, se volvió sobre sí mismo, metiendo la mano derecha en el bolsillo de su pantalón del traje gris oscuro mientras sujetaba con la mano izquierda el abrigo que acaba de quitarse de los hombros.

 

Dean parpadeó mientras el hombre posaba sus ojos en él y por un momento, observó sus luceros al asecho tornarse de un color más claro, un tono ligeramente dorado. Sus facciones se suavizaron y una encantadora pero no muy reveladora sonrisa adornó sus labios, pasando sus ojos por el cuerpo entero de Dean rápidamente. Él lo interpretó como una forma de ser cortés pero sin dejar de anhelar lo que tenía en frente.

 

Dios. Pensó Dean.

 

Él alfa es dos veces más grande que él.

 

Su boca se secó y un fuerte nudo se formó en su vientre con rapidez, sin que él pusiese evitarlo. Respiró hondo por la nariz, tratando se minimizar la sensación de euforia y satisfacción que su omega le hacia sentir, más aún con su aroma...aroma que estaba impregnado en el salón con tanto ahínco.

 

Canela, fue lo primero que distinguió entre esa mezcla perturbadora, después advirtió el abedul, lo que le brindó una sensación boscosa perfecta que le hizo anhelar una caminata matutina. Finalmente, distinguió el almizcle, una nota más gruesa pero definitivamente más propia y cercana a él.

 

-Lo siento, yo no quería....- Dijo, no estando seguro de si era propicio hablar, mirando directamente a los ojos del alfa. Aún no sabe nada sobre él y decidió que lo mejor era disculparse.

 

-¿Molestarme? No lo haces.- Respondió el alfa, sacando la mano de su bolsillo. Definitivamente no estaba enfadado, al contrario, parecía gozoso. Dean se deleitó con esa voz aterciopelada, suave, baja y tranquilizadora.- Una belleza como tú no podría molestar a nadie.- Susurró, su voz su tornó más gruesa pero también más seductora. Dean sintió que sus orejas se calentaban. Parpadeó una vez.

 

-Solía pasar mis tardes aquí.- Confesó. No supo porque dijo eso. Separó su mano del marco del umbral y tomó una postura más recta. La chimenea de ladrillo seguía en el mismo sitio, al fondo del salón frente a un par de sillones de gruesos brazos. El salón es un espacio cerrado, sin cortinas, con una pequeña mesa de té rectangular en la parte izquierda. Dean reparó en la completa vasija de té de porcelana y en los bizcochos blancos dentro de un recipiente transparente con una patilla de cristal de pocos centímetros.

 

Sintió su lengua humedecerse nuevamente.

 

-¿Mi padre sabe que estás aquí?.- Tuvo que hacer esa pregunta. Fue suspicaz.

 

-Él lo sabe.- Respondió el alfa.- De hecho, tengo su permiso para cortejarte, Dean Winchester.- Dean sintió cierto regocijo en su voz y lo molestó un poco. Observó al alfa detenidamente y dio un paso al interior, olvidando por completo su vestimenta o sus pies desnudos. Se acercó a él con cautela, evaluándolo. Admiró sus anchos hombros aunque estuvieran debajo de una camisa de manga larga blanca, su gruesa clavícula sobresalía del cuello, donde descansaba descuidadamente la corbata gris, y la marcada mandíbula en su rostro bronceado le llamó la atención. Su estatura y sus gruesas extremidades le brindaban un muy buen primer aspecto a Dean y le daban confianza. Él podría protegerlo, ese alfa es capaz de hacerlo.

 

Tal vez por eso su padre le ha otorgado tan concesión, más aún sin notificarle en absoluto.

 

Él puede protegerme.

 

Cuando estuvo a solo un par de pasos lo rodeó un poco y él siguió con su mirada sus pasos. Se detuvo y lo miró a los ojos, ojos que aún guardaban un brillo dorado.

 

-Aún no tienes el mio.- Le dijo. Dean sabe que ahí hay algo más que aún no ha visto. ¿Por qué su padre lo recibe al siguiente día con un prospecto nuevo?. Tal vez todo esto tenga relación con Azazel, pero por qué la tendría si Azazel está muerto.

 

-Seguro que Castiel tampoco.- Respondió el alfa, sus lucros se volvieron intensos. Dean frunció el ceño un segundo.  

 

-¿Castiel?.

 

-No lo sabes.- El alfa volvió su cuerpo entero hacia él pasivamente. Aún tiene el abrigo negro en el brazo. Dean recordó los intensos ojos azules de Castiel.- Él también está aquí por ti. Y sólo por ti, no por tu hermano.- Articuló sin claro afán de ser presumido, sino más bien con la intención de suavizar la noticia. Dean se sintió decepcionado mientras observaba los labios del alfa moverse sobre unos perfectos y alineados dientes blancos y no pudo evitarlo, porque le creyó. Había tenido una muy buena impresión de Castiel y si lo que ese hombre decía era cierto, sus intenciones siempre fueron ganarse a él, no salvar a su hermano tal como se lo presumió en la oscuridad del bosque.

 

Muy inteligente. Solo le bastaron ojos para ver.

 

-¿Así que esto es una competencia?.- Contraatacó él.

 

-Todo omega merece un alfa digno de él. Tú estás más allá de sus posibilidades y más cerca de las mías.- Le dijo con seguridad. Dean solo lo miró.- Yo puedo darte todo lo que quieras, Dean. ¿Quieres una mansión? Yo tengo muchas, ¿quieres un cachorro?, puedes tener todos los que quieras.- Declaró con una voz profunda y Dean supo que estaba diciendo la verdad.

 

Dean sintió un calor sobre su pecho, gozoso. Un cachorro...claro que quería cachorros. Pero mientras hablaban, él se percató de que ya lo había escuchado hablar con anterioridad. Él fue la persona que se enfrentó a Castiel en el bosque, mostrando posesividad, aunque aún no revelaba esa voz autoritaria con él...y seguramente nunca lo haría. Dean bajó la mirada un momento antes de preguntarle:

 

-¿Cuál es tu nombre?.- Las mejillas del alfa se suavizaron y sus ojos se abrieron un poco más.

 

-Mi nombre es Michael Novak.- Michael le extendió la mano, una gran mano velluda con dedos gruesos, con la intención de estrechársela. Si, debía ser un Novak. Castiel mencionó que fue su hermano quien los interrumpió. Dean alzó su propia mano y lentamente tomó entre sus dedos la mano de Michael, tocando con las yemas de sus dedos la suave y cálida antepalma del hombre. Seguido por una sensación de curiosidad, levantó la otra mano e hizo lo mismo.

 

-Debes de tener mucha hambre.- Comentó de pronto. Dean no se sintió avergonzado. Michael dio un pasó atrás, sin retirar la mano que Dean sujetaba y tomó de la mesa de té una taza de porcelana con flores rosadas. Sus gruesos dedos sujetaron muy bien la fina taza y le revelaron que su tamaño no era un impedimento para realizar acciones básicas. Se volvió hacia él con la taza en mano y se la ofreció.

 

Dean observó el infusión caliente en el interior y reparó en algo.

 

-Es tu taza.- Le dijo, alzando la mirada a sus ojos.

 

-Lo es y te la ofrezco.- Expresó, dándole mayor seguridad. Dean lo miró un momento más antes de soltar su extremidad y tomar la taza con sus dos manos. No fue hasta que sus labios tocaron la suave infusión que se percató de que Michael tenía razón: se estaba muriendo de hambre. Mientras bebía, Michael extendió su abrigo y lo pasó sobre sus hombros. Dean separó sus labios de la taza casi vacía y volvió a mirarlo.

 

-Estaba buscando a mis padres.- Le dijo, sintiendo el peso del abrigo sobre su sus hombros escuálidos.

 

-¿Quieres hablar de ellos?. Hay muchas cosas que aún no te han dicho.- Michael señaló el par de sillones frente a la chimenea. Dean se volvió en esa dirección con la taza vacía en mano.

 

-Está bien.- Respondió. 


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