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Omega por Mon18Zu

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Notas del capitulo:

Aquí tienen el quito capítulo.

Espero que les guste.

-¿A dónde fue?, ¿Qué está haciendo Castiel?.- Exigió saber Mary, siguiendo los pasos de Sam y tomando una posición acometedora. Sam se apresuró del otro lado de la camioneta, rodeándola.- ¿Sam?.- La puerta del lado del asiento de Dean estaba abierta de par en par.

 

-Fue tras él. Castiel fue tras él, madre.- Respondió, agitado. Aún tiene el brazo izquierdo en un torniquete improvisado. Miró hacia el bosque, su rostro nublado por el terror y la angustia.

 

-¿Por qué Dean corrió? ¿No confiaba en ti, Sam?.- Sam le devolvió una mirada turbada. No supo que contestar. John caminó por la hierva con calma hasta llegar al capote del auto. Posteriormente, recargó su cuerpo sobre él y cruzó ambas piernas, bastante tranquilo a su parecer.

 

-Dean aún tiene un lazo con Azazel.- Se apresuró a explicar Gabriel, quien no se había movido de su lugar, a un costado de la camioneta. Observó detenidamente el rostro de John Winchester, quien parecía descansar.- Azazel representa para él una figura de protección, al escuchar que ya no está entre nosotros, lo ha hecho sentir vulnerable y desprotegido y de alguna forma, que tú, Mary, lo hayas atacado y acabado con su vida....-Suspiró.- Dean pudo haber sentido que lo atacaste también a él.- Sam respiró con sorna, claramente preocupado. Mary pasó una mano por su rostro, la desesperación se reflejó en su mirada claramente. Es la primera vez que Gabriel la ve descomponerse de esa forma. Su mejilla se contorsionó en respuesta al malestar del fino corte del pómulo. 

 

-Estoy yo aquí, Dean sabe que puedo protegerlo.- Replicó Sam con voz perturbada, sin comprender aún el reciente comportamiento de su hermano. Frunció el ceño, abatido.

 

-Si, pero estás herido.- Gabriel replicó. Hubiera reído, pero la situación no era oportuna. Sam parpadeó, confundido. Se quedaron en silencio unos segundos. La noche los recibía con el canto de los grillos y el ulular de los búhos que posaban sobre los grandes árboles. “Es una noche tranquila y apacible”, pensó Gabriel.

 

-Fue mi culpa, dejé la puerta entreabierta.- Se lamentó el muchacho, afligido. Gabriel no pensaba lo mismo, de hecho, no creía que las cosas pudieran ser mejores. La disculpa fue dirigida hacia sus padres, quienes no respondieron, ni siquiera le miraron. John aún descansaba apoyado sobre el capote de la camioneta. Tenía los brazos cruzados sobre su pecho. Escuchó la disculpa de su hijo, pero permaneció en silencio, meditando. Mary tenía la vista clavada en el bosque, que se halla a varios metros de donde se encuentran ellos. Gabriel dudaba que pudiesen ver algo, estaba muy oscuro y las pocas luces de los automóviles no proporcionaban ayuda en realidad. Ellos no se movieron, ya que John no lo hizo.

 

Gabriel suspiró y estiró los hombros un poco, relajándose. Introdujo ambas manos en los bolsillos de su pantalón.

 

-¿Cómo es que desapareció tan rápido?.- Interpeló Mary, interrumpiendo el silencio. Sus ojos se movían velozmente entre los árboles y las rocas.

 

-Los alfa tenemos la fuerza.- Afirmó él mismo.- Los omegas, ellos son ágiles, graciables, y no almacenan mucha masa corporal, salvo la que necesitan. Por algo los omegas huyen antes de enfrentarse a la amenaza...claro, salvo si sus cachorros están en peligro, entonces yo le recomendaría al alfa que huyera.- Sus palabras parecieron calmarla. Sus hombros se relajaron y respiró hondo. Su rostro también se suavizó y sus ojos volvieron a la quietud. Pensar en la ferocidad que podría tener Dean en su interior la consoló de alguna manera. 

 

-¿Como sabes si Castiel logrará alcanzarlo?.- Le reclamó Sam. Castiel ya había olido a Dean, en la camioneta...de hecho, toda la camioneta tenía una mezcla de su propio olor y del de su hermano así que Castiel es capaz de seguir su rastro.

 

-Lo hará. Le tomará unos minutos o incluso una hora, eso depende de Dean. Los omegas son más veloces pero son menos resistentes.-Miró a Mary y de pasó le dedicó una mirada a John.- Al final, pasará una de dos cosas. Dean terminará tropezando o caerá de cansancio.- John asintió por primera vez y miró al rededor, sereno. Después de todo, le prometió a Castiel el primer acercamiento y él tomó la oportunidad al lanzarse detrás del omega.

 

-Solo nos queda esperar.- Afirmó Mary, volviéndose. Sus rubios rizos danzaron sobre su nuca mientras se daba la vuelta y tomaba una posición junto a su compañero. Gabriel aún podía ver los restos de sangre en sus dedos y debajo de sus uñas. Sus pantalones tienen una enorme mancha oscura sobre sus muslos y sus rodillas que apenas puede distinguirse en la noche.

 

-Así es.- Coincidió Gabriel, apartando la mirada. Sacó la mano izquierda de su bolsillo y sostuvo entre sus dedos el reloj de bolsillo de oro con el grabado de su nombre. Enredó con delicadeza la cadena entre sus dedos y abrió la tapa.

 

-Yo no puedo esperar.- Expresó el joven alfa, mientras se movía en dirección hacia los árboles, al principio con pasos lentos e indecisos.- Mi hermano me necesita.- Gabriel solo le miró un momento, nada sorprendido, y volvió a su reloj de bolsillo. Ni Mary ni John lo detuvieron, pero Mary contempló a su marido con atención antes de ver a Sam desaparecer en la frondosidad del bosque.

 

 

 

 

 

.........

 

 

 

 

 

Dean puede sentir sus pulmones arder. Sus narices inhalaban un aire frío y denso que se introduce por sus fosas nasales, haciendo arder su interior, mientras se precipitaba hacia adelante, un pie delante del otro. El aire también choca sobre su rostro y sus mejillas se entumecieron casi en seguida desde que abandonó la camioneta.

 

Sus botas color canela rompen las hojas secas bajo su peso mientras corre, provocando pequeños y excitantes estallidos que deja atrás con sus veloces zancadas. Dean esquivaba los árboles y las ramas del suelo con tanta facilidad que aquello lo aturdió y sobrecogió un poco al principio.

 

Asimismo, la adrenalina recorre su cuerpo, su corazón bombea con tanta fuerza que puede escuchar el bombeo en lo profundo de sus oídos, haciendo eco. Sus pupilas están tan dilatadas que el iris verde de sus luceros se ocultan, formando una pequeña y delgada línea imperceptible en el exterior de sus pupilas. Dean puede ver en la noche, pero no detenidamente. Los árboles son manchas negras que se transforman en gruesos troncos en cuanto se acerca demasiado. Lo mismo ocurre con las ramas. La luz de la luna apenas se filtra desde el cielo; los ligeros y pequeños halos de luz azul atraviesan las ramas superiores y se hunden en la tierra y en las hojas del suelo con suavidad. Dean había pasado su infancia en ese bosque y ahora no lo reconocía en absoluto.

 

Puede escuchar también su propia agitada respiración. Su pecho sube y baja arduamente, su piel empapada de sudor. En algún momento, Dean comenzó a sentir una sensación de euforia que se mezcló con el terror que lo impulsaba. Aún tenía miedo y los vellos erizados de sus brazos y de su nuca lo hacían estremecer, confiriendole la sensación de que estaba siendo perseguido. Pero no escuchó a nadie más, no escuchó pasos ni ramas romperse detrás de él. En el fondo de su mente, Dean sabe que es irracional lo que está haciendo, pero no puede detenerse.

 

Le cuesta respirar ahora, el aire no le es suficiente, así que se vio obligado a respirar por la boca. Dean respira con dificultad aún y solo se vuelve más incómodo que el aire ingrese por su garganta y le haga arder el interior, y es que el frío aire le abrasaba la garganta y le deshumedece la lengua. Puede sentir sus labios entreabiertos cortados por el frío. El resto de su cuerpo, a Dean le pasó desapercibido, sus piernas y sus brazos se movían irreflexivamente de modo que Dean no tenía el completo control de ellos. Y por ello, no percibió las punzadas de dolor de sus piernas y de sus músculos hasta que se encontró de cara contra la tierra húmeda.

 

En su rápido andar, sus pies le fallaron y se enredaron fácilmente con el brote de madera de un árbol. Cayó sin remedio con un ruido seco y el golpe le produjo un turbado y ruidoso gemido. Inmediatamente, Dean sintió la humedad de la tierra sobre sus brazos y su rostro. Su camisa se humedeció. Había estado tan preocupado por alejarse que se olvidó por completo de que le estaba exigiendo demasiado a su cuerpo.

 

Su barbilla golpeó la suave tierra y él colocó ambos brazos delante un poco tarde, brazos que apenas le respondieron. Sus manos se introdujeron en la tierra con facilidad y sus dedos, que acariciaron la tierra, se mancharon de barro. Levantó el rostro y parpadeó, confundido. Su corazón aún latía con fuerza. El cuerpo entero le dolía. Respiró hondo, tratando de recuperarse. Posteriormente, su garganta produjo un agudo sonido que Dean desconocía hasta ahora. Sin embargo, no tuvo tiempo de pensar en ello, puesto que de pronto, una rama chasqueó en las cercanías. Bajo el silencio del ambiente, aquello fue casi estrepitoso.

 

Dean se giró hacia la izquierda rápidamente, atemorizado. Sus ojos se encontraron con una persona que emergía desde la opacidad circundante. A simple vista, en las sombras que los rodeaban, no lo distinguió muy bien.

 

-Está bien, está bien...- Susurró de inmediato aquella persona.- No voy a hacerte daño.- Le aseguró prontamente. Su voz, varonil, salió en medio de una exhalación, y fue sedosa y aterciopelada. Dean casi pudo ver la niebla blanca emerger desde su boca, mientras su pecho se movía, inquieto. El hombre se agachó sobre sus pies a un par de metros y colocó ambos brazos delante, las palmas de las manos abiertas. Sus grandes ojos azules recorrían resueltamente el cuerpo tendido del omega, quien tiene una clara mirada recelosa en el sucio y brillante rostro, mas en sus ojos se percibe el temor. Castiel contempló sus labios entreabiertos entretanto el omega parece intentar recobrar la compostura.

 

-Está bien.- Repitió. Castiel estaba dispuesto a ayudarlo. El omega le observó detenidamente. Sus ojos verdes recorrieron su rostro y se fijaron en la posición mansa que él había tomado con la intención de hacerlo sentir más seguro y de esa forma, calmarle.

 

-Mi nombre es Castiel Novak.- Dijo. Castiel se acercó a Dean, quien respondió soportando el peso de su torso sobre el codo derecho y doblando una rodilla. El cuerpo del omega adoptó esa postura con el propósito de volver a escabullirse cuando el momento así lo requiriera. Castiel se detuvo, sabiendo que no podía permitirlo, por el bien del omega, y Dean respondió de forma similar. Se quedó quieto, mirándolo con atención. Castiel recordó como el cuerpo de Dean Winchester se desplomó mientras lo perseguía. La única razón por la que lo había alcanzado en primer lugar, es porque tomó un atajo; Castiel había estudiado los alrededores de la mansión Winchester y en consecuencia, había estado lo suficientemente cerca para verlo, y Castiel dudaba seriamente que Dean tuviese fuerzas para volver a echar a correr. Fue su propia fuerza de voluntad lo que le impidió tomar al omega entre sus brazos cuando sus oídos captaron el gemido de dolor que expresó al momento de su caída, para brindarle confort. En cambio, se quedó a una distancia prudente y esperó. No obstante, sus pies se movieron involuntariamente ante la fuerza de su último quejido, una audible y claro llamando de protección dirigido hacía un alfa, y terminó rompiendo una pequeña rama. Normalmente, los omegas lo producían cuando estaban heridos.

 

-Yo estuve en el auto, contigo...con Sam.- Continuó hablando, casi en un susurro conciliador. Los ojos de Dean brillaron ante la mención del nombre de su hermano.

 

“Sam”, pensó, pero sus labios se movieron. De pronto, la culpabilidad lo invadió. ¿Cómo se debió de haber sentido Sam ante su abrupta reacción?, se preguntó. Dean no dudaba que Sam debió de sentirse profundamente herido. Dean intentó tragar saliva, pero su boca estaba seca. Entonces recordó el llamado de Sam cuando él se percató de su huida. Parpadeó, angustiado. Tenía que volver con Sam.

 

-Si, Sam.- Castiel le confirmó. Dean le prestó atención nuevamente. De pronto, una fría brisa los alcanzó y Dean captó el aroma de Castiel por primera vez. Su nariz se deleitó con el suave olor a ámbar que desprendía el alfa, nada comprado con el musgo y la tierra húmeda que le rodeaba.- Conozco a Sam.- Le dijo.- Hoy le salvé la vida.- Dean fijo sus ojos en los de Castiel y se vio reflejado en esos grandes luceros azules celestes, que brillaban con fascinación y algo de entusiasmo. Sus ojos resaltaban por el resto de él y del entorno y así, el resto del panorama dejo de ser relevante para Dean. De alguna forma, Dean creyó la palabras de Castiel y lo reconfortaron de sobremanera. Ayudó bastante que su aroma fuera puro y sincero. Entonces, distinguió el largo corte que atravesaba su cuello, justo de bajo del cuello de la camisa turquesa, que está manchada de sangre. Dean sabe que no es profundo, pero si considerable, y sintió la tremenda necesidad de atender aquella herida, que había comenzado a cicatrizar. Pero no se movió.

 

Castiel se dio cuenta de que el temor del omega había desaparecido.

 

-Te llevaré a casa.- Extendió una mano, dando unos pasos hacia él, aún en una posición mansa. Ahora está lo suficientemente cerca como para que Dean pudiera tomar la extremidad que le ofrece. Dean lo pensó solo un segundo, pero fueron interrumpidos en ese momento.

 

-Es suficiente.- Dijo autoritariamente una gruesa voz varonil detrás de Dean. El rostro de Castiel se tornó de pronto severo y su aroma se volvió agresivo, todo ello en un segundo. Claramente, Castiel ya había advertido la presencia de esa segunda persona, lo que Dean no había hecho.

 

-Ya basta.- Interrumpió una segunda voz rápidamente. Dean alzó la mirada, por encima de Castiel y vio la figura de Sam acercándose. Se sintió profundamente aliviado.- Ustedes dos, mantengan la calma.- Les dijo severamente.

 

Sam se acercó resueltamente, se advertía claramente intolerante. Dean le observó, su brazo aún descansaba en el improvisado torniquete y su torso estaba desnudo. Dean se lamentó. Su comportamiento había causado que Sam anduviera por el bosque en este ambiente frío cuando visiblemente, necesitaba descansar. Bajo sus ojos cansado, Sam tenía un par de bolsas oscuras, que no estaban ahí cuando viajaban en el auto. Dean lo había echo esforzarse de más y su cuerpo lo estaba resintiendo, tanto como el suyo propio.

 

Aquella voz, que los interrumpió en primer instancia, no le interesaba ahora demasiado a Dean. Sam ya está aquí y se siente completamente seguro en su presencia. Ni siquiera se molestó en voltear la mirada y descubrir su procedencia.

 

Castiel, que tiene la mirada fija más allá del omega, parece estar conteniéndose de hacer algo estúpido. Así que Dean se puso en pie, casi como un impulso y tomó la mano que Sam le extendía un par de pasos delante. Sus manos se tocaron y Sam lo sostuvo con fuerza. Sus rodillas temblaron un poco pero logró dar los pasos hasta Sam firmemente, quien lo acercó hacía sí mismo. Dean enterró la nariz en el pecho de su hermano, buscando su aroma, mientras Sam devolvía una última y significativa mirada a los dos alfas que tenía detrás. Dean supo que el otro sujeto es un alfa por el tono de voz que Sam empleó con ambos.

 

-Lo siento, Sam.- Susurró sobre su cálido pecho.- No fue mi intención alejarme.- Murmuró, tímido. Sam colocó una gruesa y grande mano sobre su cabeza delicadamente, en respuesta, de modo que Dean apenas sintió su peso. Sam no dijo nada. Dean inhaló profundamente el olor a roble y café negro, mientras tanto el cansancio lo golpeaba duramente. Cerró los ojos, ignorando el comportamiento de los demás. Pasaron unos segundos antes de que Sam se diera media vuelta, llevando a Dean con él, quien se obligó a mover las piernas.

 

Caminaron por el bosque en silencio, de vuelta a la mansión Winchester.

Notas finales:

Nos vemos!!


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