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Omega por Mon18Zu

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Notas del capitulo:

Aquí tienen el tercer capítulo. Actualizo todos los miércoles. Si puedo, por las mañanas. 

Dean inclinó un poco más la botella de vidrio sobre el vaso de cristal. Alguien encendió las luces del local, a pesar de que todavía no es de noche. El local estaba a la mitad de su capacidad, lo que no le sorprendía a Dean. Hace más de doce horas que se había marchado casi una docena y media de hombres. Dean sabía que si le preguntaba el motivo a Azazel, él se lo diría, pero prefirió no hacerlo.

 

-¿Sólo Dean, he?.- Preguntó el alfa de color delante de él. Su voz no fue amable pero tampoco agresiva. Acababa de tomar asiento justo frente a él. Dean estaba sirviéndole un trago y había esperado que solo fuera eso.

 

-Sólo soy Dean.- Coincidió sin levantar la mirada. El alfa adelantó su brazo y tomó el recipiente con sus dedos antes de que Dean se lo entregara. Sus dedos se movieron con lentitud en las cercanías de lo suyos. Dean observó sus movimientos, atento.

 

-Gordon.- Interrumpió Ava con una amplia sonrisa en su delgado rostro. Su expresión revelaba que se estaba divirtiendo. La alfa recargó su cuerpo en la barra a un costado de su amigo con la mirada en el perfil del hombre.- Yo tendría cuidado.- Gordon desvió su penetrante y recelosa mirada del rostro del omega, quien por fin alzó la vista, y titubeó un poco. Tomó el trago sin tocarle de algún modo con sus oscuros dedos, ahora que había sido descubierto.- Azazel está interesado en este lindo omega y no nos metemos con Azazel, ¿cierto?.- Continuó ella, casi en un susurro. Como un acto reflejo, Gordon giró el cuello hacia atrás y observó por un par de segundos al alfa de la manada, quien tenía una partida de billar con tres de sus alfa más cercanos. Dean depositó la botella en la superficie y siguió la mirada del hombre un momento. Las palabras de Ava de alguna manera le disgustaron. Ella le echó un vistazo rápido con esos grandes ojos azules y sus delgados labios se curvaron con malicia.

 

-Cierto.- Respondió en voz baja y acto seguido bebió el trago. Reveló los blancos dientes, que resaltaban sobre su piel oscura.

 

-Descuida, cuando Azazel clave sus colmillos en ese tierno cuello, dejarás de perturbarte. Así es como funciona.- Dean se sintió incomodo, movió un poco sus hombros y los dedos alrededor de la botella, consiente de que había otros alfa alrededor. Sin embargo, solo Gordon Walker se ha atrevido a pensar si quiera en tener un contacto físico con él después de Azazel. El hombre debía ser valiente o increíblemente estúpido.

 

-Él no tiene apellido, ¿no es eso...raro?- Cuestionó, volviendo su extraña mirada en Dean, quien se distrajo con ello. El alfa depositó el vaso de chupito de nuevo sobre la barra. Dean se negó a cortar el contacto visual, pero se vio obligado a hacerlo cuando una gruesa y cálida mano envolvió la suya y tomó la botella en su lugar. Dean se sorprendió en primer momento, pero Azazel el sonrió con calidez. Ava retrocedió y le cedió su lugar sin que él lo hubiera pedido. Gordon siguió los movimientos del brazo de Azazel.

 

-¿Sabes que es más raro, Walker?.- Su voz no se alzó sobre el resto, el resto se calló.- Esa mirada acosadora con la que estás perturbando a mi querido omega.- Dijo con calma.- Descuida, yo te serviré el trago.- Dean se quedó en su posición, no teniendo claro como debía actuar, ni siquiera sabía si era conveniente interrumpir. Nadie más lo hizo. Azazel sirvió el trago y el chorro de licor crepitó suavemente contra el cristal. Gordon ya no se atrevía no solo a mirarle, sino a no levantar la vista de la barra. Se sentía amenazado pero claramente tiene demasiado miedo para enfrenar la amenaza.

 

-No volverá a pasar, Azazel.- Aseguró. Su voz no se inmutó ni una sola vez y no reflejó la alarma que se plasmaba en sus ojos.

 

-Ava tiene razón.- Continuó Azazel como si no lo hubiera escuchado.- Se volverá más fácil para ti cuando clave mis colmillos y desgarre sus tiernas glándulas de olor mientras lo monto salvajemente.- Su voz fue baja, gruesa y lenta....pero Dean captó cada palabra que su alfa emitió. Tragó saliva y parpadeó. Era extraño como se sintió en ese momento; la incomodidad se reflejaba en sus rasgos pero su cuerpo respondía con excitación. Dean sabía que con esas palabras buscaba provocar al alfa, no a él. Tragó saliva.

 

Lo siguiente que pasó ocurrió muy rápido. Gordon expuso sus colmillos y se lanzó hacia adelante. Dean apenas tuvo tiempo de reaccionar. Azazel sujetó el cuello de Gordon con una sola mano y lo obligó a clavarse sobre la barra, boca abajo e inmóvil. Algunos alfas cercanos hicieron intención de aproximarse, para hacerse cargo del problema, pero Azazel los despidió con un movimiento de la mano izquierda. Gordon se había metido personalmente con Azazel e iba a pagarlo. Dean observó la mano que yacía sobre ese corto y oscuro cuello y siguió hasta el velludo brazo blanco debajo de una ligera camisa de mangas largas.

 

La respiración irregular de Dean se cortó un segundo cuando el timbre del teléfono sonó, detrás de él, sobre la pared. Bajó la mirada mientras se giró sobre los talones con lentitud, donde los había clavado después de haber dado un paso atrás. Todos los demás, incluso Azazel, se congelaron en sus lugares. Gordon aún exponía sus dientes y sus facciones eran duras, pero no había intentado zafarse del agarre. Tal vez porque Azazel sólo necesitaba un movimiento de muñeca para matarlo.

 

Al tercer timbre, Dean tomó el teléfono con la mano derecha y se lo llevó al oído izquierdo. Lo sintió frío y así se dio cuenta de que su piel está ardiendo. Inconscientemente, llevó la otra mano a su garganta y acarició su cuello, tratando de calmarse.

 

-El bar de Dean.- Respondió, temiendo que su voz se cortara. El silencio, aparte de su propia voz, reinaba en el bar. Ni siquiera los miembros de la manada que estaban lejos producían un solo sonido. A Dean aún le sorprendía como funcionaba una manada tan grande como esa.

 

-El pedido llegó al bar. Estamos en la parte Oeste.- Dijo un hombre maduro del otro lado de la línea. Dean no reconoció la voz, lo que consternó un poco. En los últimos tres años un único repartidor le había entregado todos los pedidos. Pero ahora lo que Dean quería era una salida. Si Azazel iba a matar a Gordon, no quería estar ahí cuando sucediera. Su corazón latía con fuerza sobre su pecho y de alguna forma sabía que nadie más podía notarlo.

 

-Ahora salgo.- Dean colgó el teléfono.

 

-¿Quién era?- Cuestionó Azazel. Dean notó la cautela detrás de su voz. Se dio media vuelta y lo enfrentó. Nadie más se había movido.

 

-Es sólo un pedido. Yo iré por él.- Le dijo con voz suave. Azazel le miró con detenimiento pero no hizo ademán de detenerlo o prohibirle nada. Dean caminó detrás de la barra y salió por el extremo derecho, donde había un pequeño hueco. Solo esperaba que Azazel no le rompiera el cuello al alfa mientras él aún pudiera escucharlo. Zigzagueó entre los alfas que se habían girado en dirección hacia la barra para contemplar el enfrentamiento y entre las mesas. Algunos le miraron mientras pasaba a su lado, otros no lo hicieron. Finalmente, llegó a la pequeña puerta del lado oeste del bar, que estaba oculta tras un anaquel de metal. Con sus manos, hizo a un lado el anaquel, lo suficiente para poder abrir la puerta y pasar por ella.

 

 

 ........

 

 

La luz del sol acarició las facciones de Dean en cuanto puso un pie fuera. La puerta se cerró suavemente detrás de él. Parpadeó, tratando de acostumbrarse a la intensa luz del atardecer y dio un par de pasos al frente. No había ningún camión delante, en vez de ello, en el ancho callejón, hay tres camionetas negras cuyos parabrisas son oscuros, tanto que Dean no pudo saber si hay alguien en el interior.

 

-Dean.- Lo llamó una voz a su lado, a la derecha. Dean se giró inmediatamente, sorprendido. Tenía delante, a dos metros, a un hombre alto. Su cabello rubio cae sobre sus planas mejillas, sus ojos verdes lo miran expectantes desde casi dos metros de altura, tal vez uno noventa, y su cuerpo esta encorvado ligeramente hacia el frente, con las manos adelante en una posición apocada. Usaba una chaqueta marrón y unos pantalones vaqueros así como unas gruesas botas negras. Dean lo miró con detenimiento. Tenía el ceño fruncido y sus ojos recorrieron el rostro de aquel sujeto extraño una y otra vez...hasta que se dio cuenta de que no es un extraño.

 

-¿Sam?.- La mirada de Sam se iluminó y sonrió un poco. El rostro de Dean seguía sereno. No había visto a Sam desde hacia ocho años y, sin embargo, Sam lo había visto a él. Dean recordaba a un hombre de aspecto similar unas semanas antes. Él había entrado a su bar y una mujer pelinegra había pedido por él en la barra. Él había tomado asiento lo más lejos de la barra y luego ambos conversaron animadamente por unos minutos antes de irse. Es impresionante cuento había crecido y más impresionante que no lo hubiese reconocido aquel día.

 

-Si, soy yo, hermano.- Hizo ademán de dar un paso al frente, pero Dean inmediatamente dio un paso atrás. Sam devolvió sus talones a su posición en cuanto ello ocurrió. Su sonrisa se fue entonces.

 

-¿Qué estas haciendo aquí?.- Dean no pasó por alto la mirada insistente de Sam sobre su cuello. Sus ojos, que son impresionantemente idénticos a los suyos mismo, -excepto por las pestañas, las pestañas de Sam son rubias- parecieron delinear su pescuezo, hasta que buscaron sus ojos y ambos pares se encontraron.

 

-Estoy aquí por ti, Dean.- Sus manos se movieron hacia sí mismo mientras decía aquello con una particular serenidad.- Quiero que vengas conmigo... -Dean dio otro paso atrás.- no, no, no.- Negó con la palma derecha e hizo nuevamente el gesto hacia su pecho. Su torso se movió hacia atrás.- Sé que no confías en mí, pero te pido que lo hagas.- Dean inclinó un poco la cabeza. De alguna manera, las palabras de Sam, la posición de su cuerpo y su voz le relajaron por primera vez. Sam no iba a hacerle daño, ahora lo sabía, pero seguía sin comprender lo que estaba ocurriendo.- Dean....confía en mí. -Pidió nuevamente, casi en un susurro. Era una súplica....y eso levantó de nuevo las alarmas en él. Casi podía sentir que lo estaban vigilando. Un escalofrío recorrió su espalda, pero se negó a alterarse de algún modo.

 

-¿Qué está pasando, Sam?.- Le cuestionó con compostura.

 

-¿Recuerdas al hombre lobo del bosque?.- La pregunta le desconcertó. Parpadeó una vez.- Tenía catorce años. ¿Recuerdas que pasé una tarde entera rastreando en el bosque para poder cazarlo y tu insistías en que debíamos avisarle a nuestros padres?.- Dean asintió, lo recordaba. Sam sonrió nuevamente.- Te pedí que no lo hicieras. Tú habías tenido tu primer caza solo y yo estaba celoso. Y al llegar la mañana siguiente averigüé donde se encontraba la bestia. Investigando en los mapas encontré una pequeña cabaña al este de nuestra casa. Y entonces....- Su respiración se agitó un poco.- Tú estabas tan preocupado por mí que insistías en que debías acompañarme, pero yo te pedí que confiaras en que volvería casa. Y confiaste en mí. - Levantó las cejas para resaltar ese hecho.- Ahora te pido que vuelvas a hacerlo.- Suspiró. Su rostro revelaba esperanza. - Solo confía en mi.- Repitió. Dean miraba a Sam de forma expectante, sus labios entreabiertos y sus ojos tenían un brillo de alivio en ellos. Ahora sabía que jamás lo había perdido, jamás había perdido a su pequeño hermano.

 

-La verdad es que estuve a punto de ir tras de ti más de una vez.- Le sonrió un poco. Sam se quedó un segundo con la boca abierta, descolocado por su respuesta, y en ese momento todo lo demás desapareció. Dean ya no pensaba en la manada dentro del bar, ni a Gordon ni en Azazel... tampoco en las tres camionetas polarizadas del callejón. Y es que, como fuera, ahora confiaba en Sam. De algún modo, se sintió como si tuviera de vuelta su manada, en su verdadera manada. Aunque solamente fueran Sam y él.

 

-¿Qué quieres que haga?.- Le preguntó. Sam lo miró con atención y su rostro volvió a la serenidad que seguramente acostumbraba. Los ojos de Dean lo miraban con calidez pero Sam debía actuar rápido. Lo más difícil había pasado.

 

-Mira hacia atrás.- Le dijo. Dean no lo dudó ni un segundo. Se giró hacia atrás y se dio cuenta de que estaba a unos segundos de anochecer. Salvo por ello, la vista no había cambiado. Su piel se estremeció ante el frío de la noche pero antes de que pensara en abrazarse a sí mismo, sintió el cuerpo de Sam sobre el suyo y un segundo después, sus pies dejaron de tocar el suelo. Aquello le saco un suspiro turbado. Sam lo había tomado en brazos y mientras lo transportaba en ellos, como si Dean no pesara más que un costal de papas, sintió la calidez del pecho de Sam. Sus brazos se relajaron y dejaron que el calor los acogiera y por un momento, se permitió cerrar los ojos. Hasta que escuchó la puerta de un auto abrirse, no obstante, el olor de su hermano lo relajaba bastante.

 

-¿A dónde vas?.- La pequeña nota descompuesta de su voz le alertó a Sam. Su posición le indicaba que Sam no planeaba quedarse con él. Dean se percató de su mano, que sujetaba la chaqueta con fuerza. No se sintió avergonzado por ello, más aún, le frunció el ceño.

 

-No voy a tardarme mucho, tranquilo, voy a volver en seguida.- Respondió con suavidad, inclinándose sobre el asiento trasero de la camioneta.- Mientras no estoy aquí, un amigo va a cuidarte. Su nombre es Gabriel.- Dean fue depositado en el asiento con una delicadeza a la que no estaba acostumbrado. El interior del vehículo era cálido. Echó un rápido vistazo al rededor y notó las puertas delanteras abiertas, por donde se filtraba un frío aire del exterior. Quienes estaban en el interior, habían salido en cuanto él fue introducido dentro. Inmediatamente después, ambas puerta fueron cerradas. Dean no distinguió a las personas que los acompañaban.

 

-No quiero estar con ese tal Gabriel.- Respondió, claramente disgustado. Devolvió la mirada a su hermano, que estaba de pie afuera. No tenía intención de entrar, pero comenzó a deshacerse de la chaqueta. Dean notó que tenía prisa pero trataba de disimularlo, ya que miraba hacia ambos lados desde afuera. La puerta trasera del otro lado se abrió, pero Dean no volteó la mirada porque Sam le estaba entregando su chaqueta.

 

-Solo espérame.- Le dijo.- Gabriel no va a hacerte daño, está aquí para protegerte.- Dean aún le miraba con el ceño fruncido salvo cuando se envolvió con la chaqueta. Se aseguró de que estuviera lo suficientemente cerca de su nariz. Sam miró un momento detrás de él.- Y Dean.- Dean levantó la mirada.- No salgas del auto.- Aquello fue una advertencia.

 

-De acuerdo.- Respondió. Acto seguido, Sam cerró la puerta y Dean se sintió un poco desprotegido. Intentó mirar por la ventana, pero esta polarizada desde el interior. Suspiró de repente, no queriendo pensar en lo que estaba por suceder porque, como se veían las cosas, él está dentro de una camioneta sin conductor, con vidrio polarizados que le impiden observar el callejón, compartiendo el asiento con un completo extraño. Lo habían sustraído del bar con una llamada y todo eso sin mencionar que Sam lo había tomado en brazos con el propósito de camuflajear su olor. Mientas organizaba sus ideas inhaló profundo el aroma de Sam impregnado en la prenda que sujetaba fuertemente con los dedos, en un intento de lograr que la sensación de abandono desapareciera y descubrió que el olor a café negro es lo que más le gusta de él. Sus músculos se relajaron casi enseguida. Ayudó bastante que Gabriel usara supresores de olor puesto que su nariz no encontró su aroma. Dean lo miró de reojo y distinguió el elegante traje negro. El ilustre chaleco negro y la corbata le confieren un aspecto notable y galano. No podía captar su olor pero ahora sabe que Gabriel es un alfa conspicuo.

 

-Tú estuviste en el bar. Te recuerdo.- Anunció en voz baja, después de unos segundos en silencio. Quiere entender porque un alfa como él visitaría su bar. Gabriel no le dedicó una mirada, pero sus ojos castaños vagaron dentro del auto.

 

-Me halagas, Dean Winchester.- Respondió con una encantadora y pequeña sonrisa. Su voz fue grácil y sin embargo, a él no le gustó su respuesta.

 

-Dime tu nombre.- Le pidió. Gabriel comprendió su petición.

 

-Soy un Novak. Mi nombres es Gabriel Novak.- Contestó. Sus ojos vagaron minuciosamente desde la mandíbula del omega hasta su mejilla izquierda, luego apartó los ojos. Dean supuso que se estaba deleitando.

 

-¿Y eso debe significar algo para mí?.- Gabriel giró el cuello para mirarle, un tanto vacilante. Dean le devolvió una mirada ceñuda. El alfa arrugó los finos labios pero su voz fue blanda cuando habló.

 

-Los Novak somos una familia de muy alta reputación en este país desde hace muchas generaciones. Soy el cuarto hijo de mi padre, detrás de mi hermano Rafael y seguido por otros seis hermanos. El último de ellos, es Castiel.- Dean notó extraño que mencionara aquello, sin embargo, le gustó el distinguido entonado del alfa.- Pero no fue hasta hace sesenta años que nuestra manada ganó los privilegios con los que contamos ahora.- Continuó.- Mi padre, Chuck Novak, es el líder actual de la manada, la cual reside en Colorado. También es la cabeza de los cazadores del país. Tu padre, John Winchester, y él fueron amigos cuando John era un niño y Chuck un joven hombre, quien en ese entonces, solo procedía de un impresionante y respetable linaje. Tu padre ha sido de los hombres más ricos del país desde corta edad. Tus abuelos le dejaron una enorme fortuna y una enorme responsabilidad cuando fallecieron, asesinados por un wendigo. Así que tenía lo que mi padre no; Chuck necesitaba de su fortuna y a cambio, él veló por su bienestar y por su educación. Lo acogió como su protegido y le enseñó, y gracias a tu padre el mío formó su patrimonio. Han sido socios y amigos desde entonces.- Dean se quedó en silencio, impresionado por las palabras de Gabriel. Él no conocía nada de eso y sin embargo, un completo extraño se lo estaba contando. Sus oídos se embelesaron.

 

-Entiendo que tu padre no te halla hablado de nosotros, aún eras muy joven.- Dean sabía que no contaba con las herramientas para envolverse bien en el mundo de las grandes familias, de lujos y poder, lo único que tiene con él es su sangre. Incluso sus habilidades para la caza estaban disminuidas. Trató de no concentrarse en ello.

 

-Cuéntame más.- Le pidió. Gabriel se maravilló un instante con el brillo particular en los ojos del omega, incluso sus pestañas parecían brillar, pero en ese momento, un aullido tenebroso irrumpió la calma. Los músculos del cuerpo entero de Dean se tensaron en respuesta, una acción de la que Gabriel se percató en seguida. Gabriel se acercó un poco más a él, su alfa respondiendo al comportamiento del omega. Dean inclinó el cuello hacia adelante, enterrando su nariz tanto como pudiera en la chaqueta que lo abrigaba, que es lo suficientemente grande para cubrir sus rodillas. Esa acción detuvo a Gabriel de envolver al omega entre sus brazos. Dean estaba buscando consuelo en otro lado. Esta vez, no obstante, el aroma de Sam no logró calmarlo del todo. El ruido continuó, estrepitoso, así que Gabriel decidió que era mejor seguir hablando.

 

-John puedo haberse unido a los Novak, mi padre se lo ofreció en cuanto alcanzó la madurez, pero conoció a una preciosa mujer rubia que le cautivó desde el instante en que la vio, en una pequeña y pintoresca cafetería de la ciudad...y volvió a verla en las reuniones oficiales de cazadores, acompañando a su padre.- Gabriel sabía que Dean estaba escuchando cada palabra.- Haberse unido a la manda de mi padre implicaba mudarse de Kansas, lo que él no deseaba. Mary Campbell aún era una joven alfa al cuidado de sus estrictos padres, no gozaba de la libertad con la que gozaba John. De cierta forma, abandonó a Chuck, pero él jamás le guardó rencor, él mismo apreciaba la belleza de Mary. Aún así, se arrepiente de no haber insistido con más ahínco. Él aún cree que juntos pudieron haber moldado este país a su manera. Eso no quita el hecho de que mi padre tenga tanto poder como el consejo. Ha sabido manejarse muy bien sin tu padre.- Dean suspiró, sorprendido de que el fuerte ruido de fondo se hubiese perdido detrás de la voz del alfa. Se quedaron en silencio. La mente de Dean viajó a la pequeña y pintoresca cafetería que había mencionado Gabriel y deseo en ese momento conocerla. Se imaginó un pequeño local decorado con plantas coloridas en las paredes exteriores y se imaginó a su madre bebiendo un endulzado café en una pequeña mesa circular a fuera. Sonrió por un segundo, pero su sonrisa pasó desapercibida. Tardó varios segundos en notar que el exterior también yacía en silencio y la calma era perturbadora.

 

-Conoces a mi padre.- Afirmó Dean.

 

-Lo hago.- Gabriel esperó a que preguntara por tipo de relación que mantenía con su progenitor o algo totalmente relacionado, pero no espero lo que preguntaría a continuación.

 

-¿Qué pasará con Azazel?.- Susurró sombríamente. El rostro de Gabriel se oscureció.

 

-No te preocupes por él.- Respondió con voz tensa. Dean estuvo a punto de responder que no se preocupaba en absoluto cuando la puerta del auto se abrió. Dean se sorprendió, pero Gabriel le dedicó una sonrisa. Del otro lado, la oscuridad de la noche pareció envolver el automóvil como un gruesa manta.

 

-Gabriel.- Dijo la voz de Sam. El aludido bajo del auto.

 

-¿Sam?.- Preguntó Dean en seguida. Sam apareció a la vista de Dean, quien se había inclinado en aquella dirección, la chaqueta reposaba en su regazo.

 

-Estoy aquí. Estoy bien.- Dijo rápidamente al ver la expresión de Dean en su rostro y es que la camisa blanca de Sam estaba repleta de sangre y tenía un par de jirones en el área del abdomen. El alfa ingresó, tomando el lugar que había abandonado Gabriel y en cuanto Dean lo tuvo al alcance, tomó su brazo derecho y lo atrajo hacia sí. El brazo parecía arder bajo el toque de sus dedos, pero Dean sabía que era una cosa de alfas. Su cuerpo desprendía calor en respuesta a un estímulo. Los alfa lo hacían en el celo de un omega para mantener el cuerpo de su pareja cálido. Dean sabe que el cuerpo de un omega se desgasta demasiado durante el celo, solo produce calor durante las primeras horas....y después viene el frío y los temblores. Ni siquiera cinco mantas y un grueso colchón habían logrado mantenerlo cálido durante las noches. Un estremecimiento recorrió su espalda.

 

-La mayoría de la sangre ni siquiera es mía, tranquilo.- Susurró Sam, acomodándose en el asiento. Los músculos de su brazo se relajaron ante el toque del omega, a pesar de la diferencia de temperatura.

 

Dean no se percató del momento en que los asientos delanteros fueron ocupados. La camioneta fue encendida y las luces del vehículo se encendieron. Por el parabrisas, observó una de las camionetas delante, en reposo, mientras ésta iniciaba su movimiento en reversa. Así que Sam lo había metido en la camioneta de en medio, lo que es claramente estratégico. También reparó en que el copiloto no es nadie más que Gabriel y que no reconocía en absoluto al conductor, pero distinguió una cabellera negra y piel clara. No importaba a donde lo lleven, mientras esté con Sam, pensó Dean.

 

-Creo que me he dislocado el brazo.- Le mencionó Sam, quien observaba su propio grueso y musculoso brazo doblado sobre su abdomen bajo. Flexionó los largos dedos con cuidado, sus uñas estaban manchadas de sangre. Dean dejo a un lado las distracciones entonces, su omega interior se siente inquieto. Sin detenerse a considerarlo, tomó la camisa de su hermano entre sus dedos desde el hombro derecho y desgarró la prenda con facilidad.

 

-Oye, ¿Qué estas....?.- La pregunta de Sam quedó en el aire. En cuando Dean dejo expuesta la herida del hombro, un profundo rasguño que va desde la parte superior del pecho hasta la clavícula, se inclinó sobre ella, olisqueó la fresca sangre una sola vez, colocó su mano izquierda suavemente sobre el ancho y fuerte hombro y tentó con su lengua la rugosa y salada piel bronceada tintada de rojo. Fue aquello lo que hizo callar a Sam en principio. Su lengua recorrió primero el inicio del corte una y otra vez hasta que Dean se aseguró de limpiarla perfectamente, ignorando la posición sumisa de su hermano, con la cual le esta dando permiso de hacer lo que está haciendo. Su rostro esta abstraído y Dean sabía que luchaba para no cerrar los párpados, seducido por la sensación de alivio.

 

El movimiento del auto es suave, de modo que fue fácil para él atender las heridas de Sam. Cuando terminó con aquella herida, pasó a su abdomen. Su lengua acarició los duros bíceps y Dean sintió su lengua casi quemarse. El calor era la forma en que el cuerpo de Sam respondía ante los cortes y el dolor, o es lo que Dean supuso. 

Notas finales:

He editado un poco este capítulo. Espero que no les moleste, son solo detalles. La trama sigue siendo la misma.

 

Nos vemos en el siguiente capítulo.


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