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La profunda marca del alma por Yukino

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La profunda marca del alma


Fanfic yaoi por Yukino


Basado en el anime de Yuri!!! On Ice


ViktorxYuuri


Omegaverse


Capítulo 4


 


No importa lo amplio del mundo, cantaré hasta que mi voz pueda alcanzarte...(*)


 


 


***


El siguiente capítulo contiene escenas de sexo. Por favor si no son de tu agrado, sigue de largo en esa parte. Gracias.


***


 


 


***


 


El ambiente estaba enrarecido, cargado de incertidumbre y tristeza. Yuuri veía a su amigo tendido en la cama de su habitación, sin querer decir una palabra, tapado con las sábanas hasta la cabeza. El chico japonés solo estaba ahí, esperando a que se decidiera a hablar de algo, que le dijera al menos cómo se sentía, mientras trabajaba en su laptop. Pero Gino parecía una tumba.


Luego del suceso, aquel que debería ser la cúspide de la buena fortuna para los seres humanos, Gino y JJ. fueron llevados a la enfermería del edificio correspondiente a su área de estudios. Los dos estuvieron inconscientes un par de horas, acompañados de Viktor, Yuuri y Mickey, pero separados por una puerta de vidrio. Como el evento fue tan fortuito y no respetó la estricta planificación y cuidado que habían tenido los involucrados, debía tratarse de otra manera. Fueron traídos de inmediato, supresores mucho más específicos para ambos, había que bloquear al destino de alguna manera.


Cuando despertaron, Jean lo hizo con una sonrisa de oreja a oreja, Viktor apenas si podía soportar el hedor de la buena suerte de aquel mocoso. Pero para el chico omega, no fue tan así. Pidió estrictamente ser separado del grupo de estudios de Leroy, y deseaba que él firmara una orden, un documento en el que se le certificaba que no se le podía acercar a menos de una distancia determinada, cosa que la Universidad verificaría de forma minuciosa. Lo del documento era posible, pero lo de cambiarlo de grupo de estudio no lo fue. Estarían a extremos opuestos en el gran salón de clases, y de ahí afuera, Jean no podría acercársele. Para el patinador aquello era inaudito y no firmó nada en ese momento, se llevó la carta consigo con la excusa de revisarla con sus abogados. Por supuesto no la vería con nadie, solo quería darle un poco de tiempo a Gino para que pensara las cosas algo mejor. No deseaba estar con él, lo entendía a la perfección, pero no podía prohibirle ni limitarle su estadía ahí.


Jean salió de la rectoría sintiendo que había hecho algo muy malo, mas no entendía muy bien qué. Fue un horrible momento, pues todo se dio a través de intermediarios, y solo se enteró del nombre de su destinado cuando lo vio en el papel. Viktor, muy a pesar de la antipatía que pudiera causarle su ex colega, estuvo a su lado en todo momento, por alguna razón, sentía que era responsable de ese chico. Sin embargo, su compañía no fue suficiente para sopesar en algo la tristeza profunda que estaba invadiendo al canadiense.


—Gracias, Yuuri —escuchó que Gino susurró desde debajo de las sábanas.


—¿Por qué no sales de la cama y comes algo? Te preparé pollo al curry, ya hace cuatro días que pasó aquello y no has probado mayor bocado. Por favor no lleves esto tan lejos.


Gino sacudió un poco las mantas y salió por fin de ellas. Caminó hasta el comedor minúsculo y se acomodó dispuesto a comer; era cierto, no podía dejarse morir por algo que no pasaba todavía. Cuando se sentó, Yuuri abrió mucho los ojos, pues su amigo llevaba un grueso collar en su cuello, uno que no había usado nunca antes. No preguntó nada, era primordial que comiera. Mientras lo veía devorar el plato con entusiasmo, recordó cuando lo conoció. Al inicio solo se comunicaban por correo electrónico y siempre de manera muy formal, Gino una vez hizo un comentario de una de las ilustraciones que Yuuri realizó para uno de los libros infantiles que él editaba. Un precioso lobo negro de ojos grises le llamó tanto la atención, que Yuuri decidió quitar esa ilustración del libro y regalársela a él en exclusiva. Eso hizo muy feliz a su amigo editor y de ahí comenzaron una amistad en la distancia.


Gino, había nacido en una parte muy alejada de Europa. Era hijo de una madre soltera, que en el momento en que supo el género de su pequeño, lo aisló del mundo. No permitiría, según sus palabras, que le sucediera lo mismo que a ella. Pese a eso, no quiso ponerle un collar jamás. Para la mujer, eso solo significaba el estar marcado por la desgracia.


Apasionado por los libros, Gino hizo toda una carrera virtual en edición de estilo, y fue el mejor de su clase, a pesar de la distancia. Empezó a recibir trabajos con los que pudo sostenerse y entretenerse, luego de la muerte de su madre, que vino por un atroz accidente. Él se quedó solo, encapsulado y sin otra cosa en el mundo más que sus correcciones. Fue siempre muy estricto con sus medicamentos, y como casi nunca salía, toda su aburrida vida fue muy tranquila.


Invitado por Yuuri, fue a Japón una temporada que se extendió por mucho más tiempo. Vivieron juntos, en apartamentos separados, pero dentro del mismo edificio. Ambos amaban su independencia. La tragedia llegó a Yuuri, y Gino estuvo ahí para acompañarlo, por fortuna. Un día, el dueño de la editorial en la que ambos trabajaban les ofreció el curso, gratuito en su totalidad, solo que un poco lejos del área en la que se desempeñaban. No obstante, tener un título de aquella prestigiosa Universidad serviría muchísimo en su currículo, así fuese uno en finanzas personales. Fue entonces, que los amigos empacaron maletas y tomaron un avión al país de su majestad, dispuestos a aprender sobre números.


Gino agradeció mucho por la comida, estaba deliciosa. Yuuri recordó que había quedado de cocinarle a Viktor, pero las cosas dieron un vuelco total y tenían que estar con los dolientes. Cuando iba con los platos al fregadero, no pudo evitar hacer la pregunta.


—¿Por qué razón llevas puesto un collar? Desde que nos conocemos, jamás te he visto usar uno, es más ni siquiera sabía que tenías. Dudo mucho que Leroy se atreva a forzarte, además está amenazado por ese papel que deseas que firme.


—Yuuri, ahora nada va a ser como siempre.


—Conmigo no utilices la retórica jovencito —inquirió Yuuri. Hizo una pausa y lo vio con mucha sorpresa—. Espera un momento, no estás llevando ese collar porque temas que Jean te marque, te asusta el hecho que alguien más lo haga antes que él, ¿no es así? —Gino desvió la mirada con las mejillas encendidas de rubor.


—Nunca había sentido la necesidad de llevar uno, y ahora, soy su esclavo. Él es solo un niño, por Dios...


—Es nada más 6 meses menor que tú —le replicó el de cabellos negros subiendo una ceja—. Yo sabía que no podías estar tan indiferente a todo este asunto.


—Yuuri, mira quién es él y quién soy yo.El es un patinador de alto nivel, rival de tu novio, ganador de medallas, exitoso, rico; ¿has visto acaso el que fue su última pareja? Otro triunfador niñato, por el que terminó acá.


—Gino, lo que me dices de él, no difiere mucho a lo que son la mayoría de alphas del mundo. Y no puedo creer que te estés comparando, es más, ni siquiera me explico que hayas averiguado de su vida, hasta llegar a la su último novio. Y no me cabe en la cabeza que me digas ese tipo de cosas, cuando fuiste tú quien me dijo que Viktor era un alpha que solo cumplía con las expectativas que se tiene de ellos y no sé que más cosas, y que debería hacerme responsable de su corazón. Jean también es un alpha, ¿no tomarás tu responsabilidad por él? ¿Es diferente el hecho que no se hayan elegido? Yo no lo pienso.


Gino bajó la cabeza sin saber qué responder. Luego se miró al espejo que estaba cerca de la puerta. Su cabello lacio, brillante y rojizo, sus ojos castaños de larguísimas pestañas, su pequeña contextura, no parecían ser rivales de ese ex novio.


—Se llama como tú. Yuri. —Gino caminó hasta su mesita de noche por su móvil y le mostró una fotografía de una página de patinaje, donde estaban JJ. y Yuri Plisetsky, un año atrás—. ¿Cómo siquiera puedes considerar, o mejor, puedo yo creer, que en su sano juicio Jean podría elegirme y quererme? Así no es como yo lo deseaba. Yo he leído y corregido muchas obras, y casi en todas estas el verdadero amor pugna, se bate a duelo con otros por el ser amado, libra batallas con los sentimientos, escala montañas, lucha contra monstruos, cabalga dragones y al final están juntos. Esta historia pueril de un ataque desenfrenado de feromonas, jamás podría ser amor.


Yuuri lo vio muy sorprendido. Gino estaba demasiado enajenado por los libros y no pensaba con claridad. Pero, lo que si era evidente es que Leroy no le era indiferente, y que su existencia lo intrigaba.


—¿De verdad? ¿Quieres que ese hombre tenga que sufrir tanto para llegar a ti? Qué injusto eres con él.


Gino no supo qué responder. Mientras Yuuri lavaba los platos, él vio de nuevo la fotografía vieja en la que estaban su alpha destinado y el alpha más joven que fue su pareja. No podía evitar sentir en su pecho una incomodidad que no entendía, pero que sin duda alguna, cualquiera interpretaría como celos.


De lo que ninguno de los amigos se dio cuenta, fue del hecho que Jean había escuchado parte de aquella conversación detrás de la puerta. Él, después de una reflexión algo alterada, prefirió hacer lo que Gino pedía y firmar el documento. Sin embargo, deseaba llevarle el papel él mismo y ver su rostro de cerca por primera vez. Luego de eso iba a hacer sutiles movimientos, no estaba en su naturaleza rendirse así tan fácil. Estar con su omega destinado era para él, una de las cosas más importantes del mundo. Pero ese no parecía ser el momento, así que se alejó de la zona de habitaciones y se sentó en un jardín cerca, a pensar otro poco.


Yuuri terminaba de ayudar a Gino con la limpieza, pues entre el celo, el encuentro con JJ. y la debilidad que le dejó el poderoso supresor extra que le aplicaron, su habitación se encontraba en caos, como su ánimo. Él estaba sentado en la cama, pero con un exceso de rubor que preocupó mucho a Yuuri. Cuando lo tocó en su frente supo de inmediato que ardía en fiebre. Se apresuró a ir a la farmacia, pues ahí no tenía ninguna medicina y todo parecía obedecer más a un resfriado que a otra cosa. Gino se acostó agitado y asustado.


JJ. que aún no se iba del jardín cerca al edificio, vio salir corriendo a Yuuri y se preocupó. Sin pensárselo un poco, subió de nuevo hasta la habitación de Gino y tocó la puerta. Esta se abrió de inmediato y ambos se quedaron mudos. Por fin Jean podía ver tan de cerca el rostro del muchacho, y se le hizo hermoso desde todos los ángulos. El omega, en cambio, hizo un gesto de molestia y le preguntó qué hacía ahí, cuando lo tenía prohibido.


—Solo lo tendré prohibido cuando te entregue esto. —JJ. sacó de su chaqueta el documento que le impedía acercarse a Gino y se la extendió.


—No comprendo.


—Ya firmé, a partir de ahora sí estaré cometiendo un delito... —dijo sonriendo Leroy.


Gino tomó el papel de las manos de Jean y vio como este empezó a alejarse a pasos cortos. Algo en su interior ardía y no aparentaba tener nada que ver con la fiebre. ¿Entonces eso sería todo? Al parecer así era. Fue más fácil de lo que había pensado. Pero Jean tenía en su cabeza otra cosa. Creía que al conservar la gentileza de acceder a firmar ese documento, se daba la oportunidad que Gino confiara en él y así empezar una amistad. Todo entonces dio un vuelco que nadie esperaba cuando el omega lo detuvo de un grito.


—¡¿Me entregas esto para ir detrás de tu ex novio?! Así es más fácil deshacerte de mí, ¡¿verdad?!


—¿De qué estás hablando? Fuiste tú el que dijo que no quería saber de mí, ¿por qué me haces ese tipo de reclamo? ¿Por qué mencionas a Yuri?


—Anda, corre tras ese patinador, tan exitoso como tú. —JJ. no entendía una palabra de lo que su destinado decía. Dio unos pasos para acercarse a él, pero Yuuri llegó en ese momento y lo tomó por un brazo con suavidad para no permitírselo. Gino se recostó contra el marco de la puerta, era claro que no se sentía bien. Leroy se detuvo, mientras el fiel amigo japonés intentaba meter al otro al cuarto de una vez, su estado febril parecía ser quién hablaba por él.


—¿Estás bien? —preguntó Jean con un tono algo infantil.


—¡NO! —gritó muy fuerte casi empujando a su amigo que luchaba por entrarlo a la habitación—. ¡¡Por tu culpa, ya no soy libre!!


Jean sintió como si le hubieran dado un puñetazo directo al corazón. Los gritos empezaron a llamar la atención y muchos salían de su habitación a saber qué sucedía. Viktor, por fortuna, también llegó al sitio, había buscado mucho al tonto patinador y odió el hecho de hallarlo en ese preciso lugar. Mientras Yuuri luchaba con Gino, Viktor le dio una rápida mirada al de cabellos negros y le envió una sonrisa que fue correspondida. Acto seguido tomó al idiota ex colega más joven por un brazo y lo sacó de ahí a empellones.


—¡Explícame, qué diablos hacías ahí! —reclamó Viktor muy molesto. Ya estaban en la cafetería que ese día por ser domingo, no se encontraba tan llena.


—Fui a llevarle el documento ese, donde dice que no me le puedo acercar. Luego de la nada empezó a reclamarme el hecho de habérselo dado, y me dijo algo como que ahora sí podía deshacerme de él y volver con Yuri... yo no entiendo nada. Hace un rato iba a lo mismo, pero hablaba con tu novio de que yo debería hacer no sé que cosas por su amor... ¿qué está pasando?


—Primero que todo, Yuuri no es mi... olvídalo. —El de ojos color océano, sonrió un poco al recordar a su muchacho del Japón, con el que no había podido compartir mucho desde ese problema Alpha-Omega—. ¿Qué cosas decía Gino?


—Algo como que yo debería batirme a duelo por él, no sé con quién, o matar dragones para salvarlo... la verdad no entendí muy bien.


Viktor se echó a reír, aquello era en su totalidad una locura. Aun así, le dijo a Jean que le diera tiempo. Lo más seguro era que Gino estaba en pánico por esa situación, y él era algo especial, ya que había vivido mucho entre la fantasía de los libros. Tomaron una bebida energética y con la actitud más abatida del mundo, Jean le dijo que iría a darse una siesta, no tenía ganas de nada más. Quizás cuando despertara tendría alguna idea clara de cómo proseguir.


—No puedo marcharme de la Universidad y abandonar el curso, mis papás me desollarían vivo; entrar acá costó mucho de mi dinero y el de ellos. Pedí cambio de especialidad, pero no hay cupo en ninguna parte. —Hizo una pausa mientras se sostenía la cabeza abrumado—. Vine acá, porque fui rechazado por alguien a quien yo creía amar, y ahora encuentro al que muchos llaman el destinado, y también me aleja. Qué asco de situación.


–Él no te está rechazando, no podría. Pero te tiene muchísimo miedo. Si tú lo muerdes y lo abandonas, le darías una sentencia de muerte.


Jean Jacques Leroy, por fin parecía ponerse en los zapatos de su omega. La situación de él no era la de solo aceptarlo o no, era de una vida entera. Si en un arranque de pasión y llevados por la química del cuerpo, ellos no se resistían, uno de los dos podría salir muy lastimado cuando todo estuviera más claro. Pero JJ. no podía dejar de sentir eso que lo arrastraba hasta su humanidad, ese ardiente sentimiento que le perforaba el pecho y que solo se calmó al verlo. Ese aroma no era igual a los miles de tantos y tantos omegas, no eran las feromonas de siempre, era un único olor que se producía solo para él. No iba a dejar las cosas así nada más, no iba a abandonar su lucha por estar con Gino, así tuviera que enfrentarse a un ejército de monstruos, como lo sugería su romántico destinado. Y por su parte, el señor del hielo, creía saber muy bien de lo que hablaba, pues eso parecía haberle ocurrido a su Yuuri. Odiaba el pensar lo mucho que había podido sufrir, y a menos que ese primer alpha muriera, él no podría ser por completo suyo. Agitó un poco su cabeza, no debía pensar ese tipo de cosas. Yuuri estaba ahí y con destino o sin este, iba a tenerlo a su lado.


Salieron de ahí, por caminos diferentes. Viktor llamó a Yuuri, quería verlo un rato, desde hacía días todo estaba puesto de cabeza y no habían cruzado más que un par de palabras. Se puso muy feliz al escucharlo y saber que él también deseaba verlo, Mickey se quedaría con Gino, así que esa tarde la tendría libre. Además debían seguir adelante con el proyecto final.


Era claro que Viktor lo último que deseaba hacer con Yuuri era hablar de números. Cuando lo vio llegar al salón de arte, donde lo citó, le saltó encima como un felino para besarlo sin control. El otro hombre lo recibió con los brazos abiertos y se dejó arrinconar a un muro, frente a una ventana donde el sol caía sobre la espalda del precioso hombre de cabellos cenizos.


Viktor estaba en llamas. Con desespero y sin preguntar si podía, metió su mano entre el pantalón y el bóxer de Yuuri para atrapar con su mano el pene del muchacho de cabellos de noche. Un gemido de placer recibió como respuesta en su oído, y eso lo excitó aún más. El tímido chico hizo lo mismo y metió su mano para poder deslizarla en el miembro enorme de aquel alpha. Viktor tomó ambos sexos con su mano y empezó con furia a masturbarlos mientras besaba a Yuuri sin control. El movimiento de su cuerpo era intenso y los gemidos del chico que también ponía sus manos ahí, tocando lascivamente ambas puntas, estaban por enloquecerlo. Sabía que no podía avanzar más que eso al menos en ese momento, pero aquello se sentía muy bien. Su mano libre la posó bajo el suéter del muchacho para buscar sus pezones, que se encontraban muy erectos y deseosos de sus caricias y pellizcos. Yuuri estaba al límite y terminó en un alarido que tenía el nombre de Viktor. El hombre del hielo aún tardaría un poco, así que con más ímpetu empezó a mover sus manos y a empujar su cuerpo contra el de Yuuri. Era su momento y el chico del Japón lo sintió cuando su abdomen se vio empapado por la lluvia de semen que era bastante, y no parecía querer parar. Cuando por fin Viktor soltó ambos penes, se dejaron caer hasta el piso. Ese encuentro había sido muy intenso y el de cabellos cenizos quería que lo fuera aún más.


—Viktor, por favor, tienes que parar. No puedo, no así, tengo que hablar contigo... —susurró el chico, apenas respirando.


—Yuuri, quiero tomarte, deseo hacerte mío. Yo sé que tus circunstancias son muy especiales, pero el que no me rechaces me da a entender que aún tengo esperanzas...


—Las cosas no son como las estás imaginando, no obstante, ahora no puedo, no quiero enfrentarte. Dejémoslo hasta acá, por favor...


Viktor lamió en cuello del muchacho que exhaló un jadeo muy provocativo. No obstante, ni siquiera se le ocurriría hacer le algo que no permitiera, no lo obligaría en lo más mínimo. Se abrazó un poco a ese hombre, salpicado de sus fluidos, viendo de reojo esa maldita mordida, que debía ser la suya. Pero Yuuri sería de él, tuviera que pasar por encima de quien fuera.


 


 


***


 


 


 


Con amor: Yukino


(*)Fragmento en español de la canción Ta lila boku wo mitsukete deNana Mujika


Muchas gracias a todos los lectores de esta nueva historia. Me llenan el corazón de alegría cada uno de sus mensajes, mil besos y rosas para ustedes.


 


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