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La profunda marca del alma por Yukino

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La profunda marca del alma

Fanfic yaoi por Yukino

Basado en el anime de Yuri!!! On Ice

Viktor x Yuuri

Omegaverse

Capítulo 3

 

No importa lo amplio del mundo, cantaré hasta que mi voz pueda alcanzarte...(*)

 

 

Podía sentir el aroma de su padre mientras se aferraba de manera fiera a su cuello. Se encontraba aterrado, abrazado al ser que le dio a luz, con todas las fuerzas que su pequeño cuerpo pudiera tener. Sus dos hermanos también se hallaban ahí, atrincherados tras ese hombre que preferiría morir, o matar, antes que permitir que se los llevaran.

Estaban escondidos en ese cuartito oscuro, mientras escuchaban a su madre hablar casi a los gritos con unos desconocidos, hasta ese momento. Uno de ellos exclamó lo demasiado fuerte como para que todos escucharan: «Dame al más chico, él también es un alpha».

El pequeño, que ahora temblaba porque sabía que hablaban de él, separó un poco el rostro del cuello de su padre y buscó su mirada. El joven de cabellos cenizos también lo vio y, su expresión siempre gentil, ahora era una casi aterradora. Pero con esta, le dijo que nunca jamás, permitiría que se lo arrebataran. No podían hablar, debían permanecer invisibles. Viktor volvió a abrazar a su padre por el cuello, y la vio, esa marca que lo ataba a la vida de su madre. Él siempre les decía que aquello era la muestra en la que el destino te daba felicidad. No obstante, en ese momento no parecía ser así.

De nuevo despertó Viktor bañado en sudor, pero esta vez ya no hubo sobresaltos. Ana escuchó un leve quejido y entró a la habitación de su hermano solo para asegurarse que todo estuviera bien. Lo vio algo perturbado, mas no enloquecido como tantas pesadillas anteriores. Viktor le agradeció que fuese a verlo y le contó que soñó, de nuevo, con su padre.

—¿Crees que pueda hablar ahora con papá? —preguntó Viktor algo somnoliento.

—Claro que sí, no hay problema, ya le llamo. —Ana tomó su móvil y habló muy animada cuando le respondieron. Viktor sonrió, su padre estaba al otro lado del teléfono.

—¿Papá? ¿Cómo estás? —El tímido saludo no expresaba la inmensa alegría que le daba escuchar al hombre más importante de su vida, a las 5:00 a.m.

—¡Mi pequeño! —dijo el hombre al otro lado de la línea con entusiasmo—. Yo estoy muy bien, y sé que tú también lo estás, Anna nos ha contado lo tranquilo que te has sentido en ese lugar y además tienes las calificaciones más altas.

—Sí, papá, estar acá no está tan mal.

Hablaron unos 10 minutos de trivialidades. Sin embargo, para el muchacho del hielo, escucharlo era lo mejor del mundo. Pidió también hablar con su madre, pero esta se encontraba profunda, así que prometió llamarla más tarde ese día. Y de repente, Viktor soltó la pesadilla que tuvo, que no era nada nuevo para ese que lo dio a luz.

—Bueno, hijo, ya han pasado 25 años y no nos han separado, ¿o crees que sí?

—No, no lo hicieron.

El padre, envuelto en cobijas y viendo aún la noche en su ventana, sonrió. Luego miró a su esposa dormida y también sonrió. Viktor se despidió de su papá y envió besos a su madre. Hablar con él le había alegrado mucho, así no pudiera decirle con total sinceridad todo lo que lo amaba, y, pensaba, que era una constante entre padres e hijos.
A él nunca lo obligaron a llevar una vida que no deseara, fue libre al elegir qué camino tomar, y por eso se sintió tan horrible al defraudar la confianza que se le había dado con esos terribles escándalos y su caída al abismo. Viktor no iba solo, pero quería pensar que sí, pues era más fácil.

Ahora, su corazón por primera vez estaba en conflicto por otra persona que lo atraía demasiado. Yuuri se colaba en su pensamiento y le hablaba, le confortaba. No entendía ese sentimiento, lo asustaba. Después de que lo besó, sintió que hubiera podido llegar más lejos y no solamente en la cama sino también en el resto de su vida. 30 años y ahora no sabía muy bien que nombre darle a eso que lo agobiaba y era a su vez tan cálido. Pero le encantaba todo aquello en su pecho.

Ese día prometía ser muy fuera de lo común. Al terminar una de las clases que no compartía con el chico del Japón, iba rumbo al salón en el que sí se lo toparía, pero sus ojos no daban crédito a lo que estaban viendo. En uno de los caminos abiertos al área administrativa, se encontraban dos de sus ex colegas patinadores. La quijada casi le llega hasta el piso, uno de ellos era su mejor amigo y, el otro, un mocosoide que seguro solo iba a burlarse de él. Se quedó quieto en el lugar, tal vez pensando que si no se movía no lo verían. Aun con su mejor esfuerzo por ser invisible, lo hallaron, y su amigo, Christophe, corrió entusiasta hasta él.

—¡Viktor! ¡Por fin te encontramos! —gritó enérgico el rubio. Luego de eso le dio un abrazo que fue bien recibido, pero el de cabellos como la luna, no entendía nada de nada. Ellos estaban a miles de kilómetros de sus pistas de hielo, ¿qué hacían ahí y no en una práctica?

Se acercó el otro hombre, un poco molesto, se le notaba que no quería estar en ese lugar. Cuando estuvo frente a Viktor, le extendió la mano. El momento era tan confuso, que solo se la dio en señal de saludo. Todo era surrealista, así que pensó que estaba soñando.

—¿Ustedes dos vinieron a burlarse de mí, verdad? —refunfuñó el señor del hielo—. Ahora que lo recuerdo, uno de las finales de los programas cortos será en esta ciudad, claro, aprovecharon para venir y reírse en mi cara, no me lo esperaba de ti Chris, que mal amigo eres.

—¡Ah no es nada de eso! Adivina, quién será tu compañero ahora de clases: ¡el niño carisma...!

El muchacho no pudo terminar de hablar, porque explotó en carcajadas. Era totalmente cierto, Jean-Jacques Leroy, más conocido como ¨JJ¨, estaba ahí para tomar el mismo curso de finanzas, no importando que llegara un mes tarde. Viktor alegó, Jean también lo hizo, no era un placer para él tampoco estar ahí. Ahora ya no parecía tan arrogante, incluso podía notársele triste.

—¡¿Qué maldita broma es esta?!, ya vinieron, me vieron cojeando, comprobaron que estoy en un estúpido curso de finanzas, ahora lárguense a patinar.

—Mira, Nikiforov, no eres dueño de la Universidad ¡y yo voy a donde se me da la gana! —respondió el canadiense, alterado—. Y voy a tomar un curso, porque así... —detuvo su enojada presentación cuando miró a su alrededor y no pareció encontrar lo que buscaba. Gritó una maldición y salió a correr.

Viktor de nuevo confrontó a su amigo. Hasta donde sabía, Leroy había ganado la medalla de plata con su programa libre y estaba saliendo con el otro chiquillo ruso que fue su compañero. Todo iba bien hasta esa noche en que tuvo el accidente. Su retiro de los escenarios, incluso debió llevar a JJ. y a otros a aspirar un oro, pero no parecían ser las cosas así. No entendía nada.

—Verás, él y Plisetsky terminaron. El tonto no lo tomó muy bien, menos cuando supo que Yuri comenzó a salir con Altin al poco tiempo. Entonces su rendimiento bajó de manera dramática, y un día llegó ebrio a una práctica. Antes que cayera más abajo, sus padres creyeron que debían hacer algo y pensaron que si el señor dios de las pistas estaba en un curso para rehabilitarse, su hijo también debería tomar ese curso, y así salir de la tristeza que le dejó esa ruptura. Eres un ejemplo hasta para las desgracias, amigo mío. —Chris le dio unas palmaditas en la espalda, riendo por lo bajo. —Ahora, te vas a encargar de un chico de 22 años con el corazón roto...

Viktor suspiró, o mejor bufó. Siempre supo que Yura y Leroy no irían a ningún lado. La relación se manejó con mucha distancia de por medio y eran muy jóvenes para pensar en un futuro. Pero el muchacho multifacético estaba tan feliz, que no pudo decirle nunca en su cara que era un idiota, además poco le importaba. Pero de eso a que tuviera que encontrarse a uno de sus directos rivales en un curso fuera de cualquier contexto del patinaje, había mucha diferencia. Por supuesto él no se haría responsable de ese chico, nunca.

Como una pequeña gacela, un niño de tal vez 8 años saltó al cuello del hombre de cabellos cenizos, que apenas y tuvo tiempo para sostenerlo y no dejarlo caer. Ambos sonrieron y el niño, conmovido, le abrazó con fuerza.

—¡Antoine! —dijo Viktor emocionado—. ¿Qué haces acá? Me da gusto verte.

—¡Ahí estás niñato! Casi se me sale el corazón cuando no te vi —gritó Jean mientras llegaba de nuevo al encuentro con los patinadores, jadeando muy agitado. Ese pequeño no era otro más que su hermano menor, ferviente admirador de Viktor Nikiforov, que lo conocía desde que era un niño de brazos, así que el afecto era mutuo.

—¡Viktor! Vine a verte, quiero contarte muchas cosas, espero que cuando salgas de acá puedas enseñarme a patinar para ser el mejor, como tú —habló el niño en un perfecto inglés.

—¡Hey! —reclamó JJ—. ¡Yo también soy patinador, puedo enseñarte! ¡Papá y mamá también lo son! Nos deshoras al preferirlo a él.

—Lo sé, pero tú no eres el mejor, y papá y mamá estarían felices si Viktor me entrenara —respondió el pequeño. Viktor y Chris soltaron un par de carcajadas, todo en lo dicho por Antoine era cierto. Sin embargo, lo que dijo el niño después, lo tomó por total sorpresa—. Viktor, salió mi prueba de sangre ¡y resultó ser que soy un omega!

Pero la emoción de Antoine, no iba acorde al rostro de Jean, que bajó la cabeza acongojado. Viktor y Chris se miraron, no parecía ser una noticia que trajera felicidad a nadie. Mientras el niño se sacudía un poco la nariz para evitar estornudar, miró al hermano mayor y entendía lo que se venía cuesta arriba. Algo había que decirse, algo que confortara al pequeño y que no le abrumara aún sobre su posible difícil futuro.

—¡Vaya, es una sorpresa! Eso significa que vas a ser el mejor patinador omega que exista —replicó con alegría el señor del hielo.

—Viktor, tú eres un alpha y yo un omega, ¿por qué no nos casamos? —la pregunta hizo reír por lo bajo a todos.

—Tienes razón, pero yo soy muy mayor para ti, deberías buscar alguien más de tu edad.

—Es cierto, ya eres un viejo. Espero encontrar otro como tú en el futuro.

La palabra ¨viejo¨, fue un puñal directo al ego del mejor patinador artístico del mundo. Chris siempre tan empático, se lamentó de la propuesta de matrimonio que no terminó tan bien. Además, se afianzaba más su ancianidad ahora que precisaba de un bastón para poder caminar.

Viktor bajó a su pretendiente de sus brazos y dejó que su hermano se lo llevara a sus padres que estaban ya por irse. Cuando el muchacho se alejaba con el niño, el de ojos de océano movió su cabeza hacia la puerta de la cafetería, quería invitar a su amigo a tomar algo, pero se cruzó con la humanidad de Yuuri. El chico se sonrojó un poco y le envió un saludo con la mano. En dos horas más entrarían a una clase, y podría soñar con él otro tanto.

—¿Él es el chico del que me has contado? —interrumpió Giacometti—. ¿Quieres hablar de él? Es muy diferente en persona que hacerlo solo por un chat. Aprovechemos el escaso tiempo que tengo en esta ciudad.

Viktor sintió total alegría al escuchar esas palabras de su amigo. Uno de los muy pocos y sinceros que tenía en el mundo, y que a pesar de las distancias y de las rivalidades, estaba ahí, dispuesto a escucharlo y confortarlo.

Mientras lo llevaba a una terraza para que pudieran charlar tranquilos, trajo a su memoria esa noche, ese GP que debió salir perfecto, y ser el de otra medalla ganada, pero que se tornó en una noche de horror. Recordó que llegó a la competencia con el corazón dispuesto, pero el cuerpo y la mente alcoholizados. Yakov intentó impedirle que saliera a la pista así, no obstante, fue inútil. Mientras se abría paso al piso congelado, vio a Jean que le observaba con algo de desprecio, él sería el siguiente en patinar y era claro que apreciaría su presentación. Luego viró su cuerpo y se encontró con los ojos preocupados de su amigo sueco que sabía, que algo no estaba para nada bien.

Salió como un rey, el señor indiscutible de hielo. La música llegó a sus oídos y se movió al igual que siempre lo hacía, con la gracia de los ángeles, con la pulcritud del talento innato que poseía. Todo iba bien, todo parecía perfecto, hasta que llegó el salto cuádruple que le daría los puntos suficientes para subir su calificación. Tomó la distancia necesaria, el impulso debido en el salto, no obstante, en microsegundos su visión se vio cegada por un proyector de luz, que de estar en sano juicio no lo habría afectado. Perdió por completo el ritmo de su cuerpo y cayó de forma atroz al piso, donde su rodilla y pierna recibieron todo el peso de su humanidad.

Un grito de dolor infinito cerró su presentación. Lo último que recordaba de ese momento, era que la música seguía sonando. Luego que Chris estaba a su lado tomándolo por la cabeza, mientras Leroy, que también había saltado a la pista para auxiliarlo, acomodaba un poco su destrozada pierna para que la sangre circulara mejor. Escuchó el susurro de muchas voces a su alrededor, eran de los otros patinadores que se acercaron para saber en qué podían ayudar al rey caído. Luego, todo fue silencio.

La charla fue amena entre los amigos. Viktor le contó con pelos y señales lo sucedido hasta ahora con Yuuri. El hombre de cabellos de sol, le dio mil y un consejos, que aterrizaron sus pensamientos a algo más realista. Todo lo que el de Suiza decía era cierto, y enfrió mucho la cabeza del otro.

Para tristeza de ambos, era hora de despedirse, se verían en un tiempo más, cuando coincidieran en las vacaciones. Chris le insistió mucho a Viktor que fuera a ver las presentaciones de todos, aun así, no aceptó, no estaba listo. Esa era una competencia casi de calentamiento a los olímpicos que no le traería buenos recuerdos y no quería perturbar a ninguno de sus antiguos colegas. Con un abrazo fraternal se dieron la despedida, deseándole el antiguo señor de las pistas, la mejor de las suertes al rubio.

Era hora de otra clase, para su fortuna la última del día. Al encontrarse con Yuuri, Viktor parecía desesperado por hablar con él, deseaba invitarlo a una cena en su departamento y hablar muy en serio de lo sucedido noches atrás. No pudo hacer nada de forma apropiada pues llegó la profesora y les pidió que tomaran sus asientos. Se le hizo raro que no veía a Gino desde hacía un par de días, pero dedujo lo que le pasaba y sintió un poco de pena.

Al tomar asiento, Viktor vio que JJ se sentó a su lado, y sin que tuviera que decirle nada, le pasó una Tablet para que revisara de manera fugaz sus notas. Leroy agradeció con un movimiento de su cabeza y lo que pareció ser una sonrisa.

La puerta del salón se abrió muy despacio, entró Gino ofreciendo disculpas por la tardanza. La amable docente se alegró de verlo y le pidió que tomara asiento, ya iban a comenzar. Viktor también sintió alivio al saberlo sano, no entendía porqué, pero se le hacía agradable, a pesar de solo cruzar saludos con él cuando iba con Yuuri. Era claro que su ausencia se debía a su celo, que ahora parecía estar bajo control.

La clase iba normal, algo tediosa. Números y números que Leroy intentaba acomodar en su cuaderno y luego en su laptop. A Viktor le gustó mucho que estuviera tomando todo en serio. Sin embargo, el canadiense de la nada comenzó a toser. Cuando volteó a verlo, tenía la mano en su pecho, parecía encontrarse enfermo, tomaba aire de manera exagerada e igual lo exhalaba. Se estaba sintiendo mal, eso era claro, y cuando el de cabellos cenizos pretendía decirle que sería mejor que fuese a la enfermería, escuchó a alguien más toser. Abrió mucho los ojos al darse cuenta que Gino parecía estar tan mal como JJ.

—¡¿Es que acaso no tomaste la medicina, estúpido?! Acá hay muchos omegas que entran y salen de su celo en todo momento, no puedes descuidarte con eso.

—Claro que la tomé, por supuesto que lo hice...

De repente, Gino se levantó y pidió permiso para retirarse. La situación se estaba poniendo tensa, sus feromonas eran algo fuertes, y los alphas eran los primeros en notarlo. Gino se dirigía rápido hacia la puerta cuando un grito, uno desesperado, le pidió que se detuviera. No era otro más que el nuevo de la clase, el mejor patinador de Canadá, quién intentaba detenerlo.

Gino subió la vista y empezó a temblar. Nadie entendía lo que estaba sucediendo, pero Viktor pudo llevarse una idea al ver los ojos transformados de Jean, por completo exaltados. Fue entonces cuando de manera agresiva intentó correr hacia Gino, el muchacho se asustó y sus feromonas se hicieron todavía más fuertes. Viktor logró con gran dificultad detener al desesperado muchacho, pero estaba por salírsele de las manos.

—¡Por favor, que los otros alphas ayuden al señor Nikiforov! —gritó desesperada la profesora mientras activaba la alarma—, Yuuri saca a Gino de acá, ¡pronto!

Pero entonces, las cosas no salieron como esperaban. Cuando Yuuri iba a tomar del brazo a su amigo para sacarlo de ahí, este corrió en dirección a JJ. Todo fue mucho más confuso, y la fuerza de Leroy estaba ganando a quienes lo retenían. Yuuri también luchaba por detener a Gino, que por fortuna fue frenado por Mickey, quien se lo cargó al hombro mientras lo sacaba del salón. Ambos, JJ y Gino, fuera total de sí mismos, empezaron a gritar casi al unísono que los soltaran, que tenían que ir con el otro.

Todo sucedía muy rápido, la alarma era ensordecedora, los gritos y las carreras de quienes salían de los salones como si el edificio estuviera en llamas, convirtió más la situación en caos.

Un hombre vestido con traje de protección y usando una máscara de gases entró al salón, pidiendo a todos que evacuaran. Llegó hasta Leroy y sin piedad, mientras los otros aún lo sujetaban, le inyectó en su cuello un calmante. El muchacho cayó inconsciente en segundos sobre el regazo de Viktor. Parecía que igual suerte corrió Gino, pues no había rastro de feromonas por ningún lado.

Los otros alphas del salón se sintieron aliviados y bromearon que al menos, así se libraron de la clase. El hombre del bastón miró al desmayado Leroy y sonrió moviendo la cabeza, sin poderse creer lo que había pasado.

—Maldito afortunado. Tu primer día y encuentras tu destino. Te odio...

El momento, el lugar, tan lejos de todo lo que ellos dos conocían, los estaba cuestionando de una manera brutal hacia lo que podría ser el futuro. Viktor sabía que si su deseo era estar con Yuuri, lo cumpliría. Con el destino de su lado o no, Yuuri tenía que ser parte de su vida.



 

***

Con amor: Yukino

Gracias con todas su letras, por leerme en esta historia nueva. Para los que me leen en LMMLDM, aviso su muy pronta actualización y mil disculpas por tanta demora. Como siempre, desde el fondo de mi corazón, un abrazo.

(*) Fragmento en español de la canción Ta lila Boku Wo Mitsukete de Nana Mujika 

Y a mis bellos fantasmines de Amor Yaoi, un abrazo y mil besos. 


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