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Mes del amor por shiki1221

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Día 7: Carta

Él nunca había sido bueno expresando sus sentimientos. Su manera de hacerlo era torpe y prestaba a malentendidos con facilidad. Algunos hasta podrían describirlo como “tsundere”. Palabra que con frecuencia empleaba su hermano gemelo para clasificar de alguna manera su actitud. Tal vez lo era, pero no le daría la razón a ese charlatán. Suficiente tenía con sus preguntas invasivas y molestas acerca de cosas que no le apetecía compartir con él. De ser el caso extremo y desesperado de requerir consejo iría con la persona más sabia y comprensiva que conocía: su madre. Con Itachi no contaba por paranoico y su padre tenía un problema similar al suyo, pues nunca, ―desde que tenía uso de razón―, lo había visto expresar abiertamente sus sentimientos. Incluso su hermano Itachi era algo retraído hasta para expresar su cariño por ellos. Tal parecía que los únicos capaces de mostrar abiertamente lo que les gustaba y lo que no, eran su madre y Charasuke.

Aun así debía cambiar un poco. Al menos si quería hacerle llegar sus sentimientos a la persona que le gustaba, debía ser expresivo. Sin embargo, cada vez que estaban juntos y a solas, en vez de declararse comenzaba a pelear o discutir con él. Parte de eso podría ser su culpa, después de todo, el rubio no respondía de las mejores formas cuando le decía “Hey, Dobe te ordeno callarte y prestar atención”. Sí, tal vez esa no era la mejor manera de captar su atención y pedirle un poco de silencio para declararse. También había intentado imitar lo que había visto en las películas. Esa tonta y cursi escena de mirarse fijamente esperando que el mundo a su alrededor se perdiera mientras sus labios se acercaban. El problema eran sus ojos afilados como los de un gato provocaban al blondo a decirle “¿Qué tanto miras, Teme? ¿Quieres pelea?”. A lo cual se veía forzado a responder con un “te veo la cara de estúpido que llevas”. Conclusión: el romance no era lo suyo.

Casi en contra de su voluntad una idea se coló en su mente durante una clase de literatura de la escuela. Siempre había encontrado ridículas esas clases, especialmente cuando hablaban de mundos inverosímiles y de ciencia ficción, género al que la palabra “ciencia” le quedaba grande. A él le gustaba lo real y lo concreto. Datos que pudiera comprobar y asegurar eran ciertos. Mas, tenía que hacer ensayos sobre obras que le importaban un rábano. Ese día tocaba estudiar poesía. Les habían enseñado acerca de la métrica, el tipo de rimas y demás cosas necesarias para analizar diversos ejemplos. También les contaron acerca de los haiku y de los poemas libres. Habían muchos tipos para elegir, pero si les ponía atención es sólo porque una de las consignas fue “¿qué sentimientos expresaba el autor en este poema?”. Tardó poco en unir ideas. Esos autores muertos hace siglos podían seguir expresando sus sentimientos incluso a completos desconocidos como ellos.

“¿Por qué yo no podría hacer algo así de tonto para demostrar lo que siento?”

Ese día al finalizar las clases se fue a comprar un cuaderno nuevo. Uno pequeño de color negro. Era prácticamente un diario personal. O quizás lo era y ese vendedor usó otras palabras sólo para convencerlo de comprarlo, pues fue muy claro al decirle que no quería nada de “niñas”. Su gemelo lo había acompañado porque no podía dejarlo irse solo. La última vez que salieron de la escuela y a él se le ocurrió adelantarse, ese idiota se fue con un desconocido que le dijo tener unos gatitos para regalar en su auto. Para su fortuna no era mentira lo de los gatitos. Ese hombre estaba buscándoles familias a los mininos, pero eso no era motivo para relajarse con la imprudencia de Charasuke. ¡Se había ido al auto de un completo desconocido! Hasta que ese idiota no tuviera un poco más de consciencia sobre sí mismo, no lo dejaría solo. Así que se lo llevó con él, pese a querer mantener su cuaderno en secreto de él.

―¿Para qué necesitas ese cuaderno, nii-chan? ―interrogó Charasuke mientras regresaban finalmente a su hogar.

―Quiero tener un espacio donde anotar las fechas de mis tareas, proyectos y exámenes ―mintió manteniendo su seriedad típica.

―Qué aburrido ―mencionó su gemelo perdiéndole interés al dichoso cuaderno.

“Perfecto”. Pensó Sasuke sintiéndose vencedor por haber desconcertado a su metiche y curioso gemelo. Nada mejor que hacerle pensar que se trataba de algo aburrido. Ese idiota no leería las fechas de las tareas ni porque fuera obligación. Ese despistado sí que gustaba de aprovecharse de estar en su mismo curso, pues lo utilizaba como una agenda viviente para saber qué materias tocaba cada día, materiales a llevar y fechas para exámenes y demás. Ya podría ese tonto comprarse algo donde escribir y dejar de depender de él, pero bueno. Podía dejarlo pasar sabiendo que ambos hacían la tarea juntos y precisamente se ayudaban mutuamente. Ahora era un buen momento de que Charasuke pusiera de su parte.

―Oye, ¿ya terminaste la tarea de literatura? ―cuestionó Sasuke con desinterés fingido.

―Si, esta vez resultó muy fácil ―respondió alegremente―. ¿A ti cómo te va? ―preguntó interesado viendo su hoja en blanco.

―No tengo idea sobre qué escribir ―admitió con un suspiro―. Tengo todo hecho menos la parte de hacer un poema corto.

―¿Te escribo uno? ―ofreció su gemelo con alegría. Estaba feliz de poder sacar a su gemelo del apuro por primera vez.

―No, prefiero hacerlo yo mismo ―habló con orgullo negándose a entregar algo hecho por su hermano―, pero podrías decirme ―dijo con las mejillas algo sonrosadas―. ¿Por dónde empiezas?

Esa pregunta le había costado mucho. Por cuestiones de orgullo le daba vergüenza pedirle consejo a otros cuando siempre había sido capaz de solucionar sus problemas y tareas por cuenta propia. Esperaba alguna burla de parte de su gemelo, pues siempre se burlaba de lo tonto que era por no resolver cosas sencillas como las divisiones, multiplicaciones y demás cálculos o cosas que para él eran un juego. Sin embargo, vio a su gemelo hojeando su propio cuaderno de clases mostrándole una hoja de la parte de atrás.

―Mira, mira, en el recreo me puse a practicar para la tarea ―dijo mostrándole unos pequeños versos en estrofas sueltas―. Si el pequeño tsundere decidió pedirle ayuda al gran Charasuke-sama debo dar lo mejor de mí ―bromeó con aquella sonrisa tan irritante que tenía.

Estuvieron juntos haciendo la tarea hasta que llegó la hora de la cena. Como era la rutina terminaron los deberes, cenaron y su hermano fue a ver la televisión un rato mientras Sasuke iba a la habitación que compartían. Ese era el momento ideal para estrenar su cuaderno nuevo. Él quería hacer una carta de amor para declararse al Dobe de su amigo, pero para eso necesitaba hacer el poema perfecto. Uno escrito por su propia mano sin dudas sería más valioso que uno robado o copiado de otro autor. Gracias a la tarea pudo pedirle consejo a su hermano sin delatarse. Para la maestra iba destinado un poema sobre los tomates. Ese era el único sentimiento referido al amor dispuesto a compartir con ella. Ahora bien, lo aprendido sobre métrica y rimas referidos al otro tipo de amor eran para el Usuratonkachi. Comenzó a escribir diversas estrofas, pero no lograba que se entrelazaran en un poema coherente. No fue capaz de seguir practicando porque su gemelo regreso a la habitación dispuesto a irse a dormir. Para evitar levantar sospechas guardó ese cuaderno en su mochila de la escuela. Todo fuera por no atraer la curiosidad de su gemelo.

Dada la hora, él también ya debía irse a dormir o su madre le regañaría por desvelarse. Se fue a acostar en su respectiva cama luego de recibir su beso de las buenas noches de parte de su madre y de intercambiar aquella frase con Charasuke. A la mañana siguiente se levantó como siempre y realizó su rutina de costumbre. Y como también era habitual, su gemelo tenía sus cosas desperdigadas por toda la habitación. Suspirando lo ayudó a encontrar sus libros y cuadernos para ese día y rápidamente salieron rumbo al colegio. Había perdido tanto tiempo ayudando a su irresponsable gemelo que ambos estaban a punto de llegar tarde. Ni siquiera había cerrado correctamente su mochila y parte del contenido fue cayendo de la misma durante la carrera hasta la puerta principal.

―¡Nii-chan tu mochila! ―avisó uno de los morenos mientras lo detenía y le cerraba la mochila―. Tus cosas se salieron ―dijo viendo detrás de ellos un camino de libros.

―Con razón se estaba sintiendo cada vez más ligera ―suspiró el mayor antes de mirar de manera amenazante al otro―. Por tu culpa estoy llegando tarde, así que me ayudaras a juntar hasta la última de mis cosas. Si soy castigado, tú también.

―Ya entendí, ya entendí ―asintió Charasuke corriendo el camino de regreso intentando calcular a partir de donde se cayeron las cosas.

Entre ambos juntaron todo lo que pudieron antes de ir de nuevo hacia el establecimiento. Lo único que había quedado en el suelo cerca de la entrada era aquel cuaderno negro comprado recientemente por Sasuke. Un objeto encontrado por un alumno aún más tardón que ellos dos.

―¡¿Qué demonios?! ―gritó el rubio con molestia viendo al motivo de su caída en el suelo. Todo por haber pisado una superficie distinta al suelo―. ¿Quién deja tirado un cuaderno en plena entrada ttebayo? ―dijo abriéndolo para leer al propietario del mismo sorprendiéndose de ver su nombre en la primera hoja―. ¿Y esto? ―preguntó en voz alta antes de guardarlo en su propia mochila.

Como ya iba sumamente atrasado, no le quedaba de otra más que llevarlo consigo luego leerlo con más atención. Naruto recibió un fuerte regaño de parte de sus maestros por la, nada inesperada, tardanza. Fuera de eso las clases transcurrieron de manera normal hasta que llegó la hora del receso. En el cual se dispuso a leer con mayor atención el cuaderno. Sus amigos se acercaron curiosos y siendo Kiba un escandaloso de su nivel, se puso a leerlo en voz alta:

Para Naruto:

Al principio pensé que te odiaba

Por la manera en la que me molestabas

Pero un día me di cuenta

Que en realidad te amaba

 

El amor es una dulce tortura

Que aunque a veces lástima

De alegría te inunda

 

El amor no se puede controlar

Por eso es tan fatal

Porque cuando pasas de amor a dolor

Se muere el corazón

 

Mi dulce tortura es verte

Sin poder tenerte

Y yo aquí estoy esperándote

Para poder besarte

 

Si nada se interpusiera

Y si yo pudiera

Me gustaría ir contigo

Hasta el fin de la tierra

 

Dicen que los sueños se hacen

Realidad, ojalá los míos ocurrieran

Para sentir verdadera felicidad

Porque esperándote sufro

Esta dulce tortura

 

Me gustaría que esta dulce tortura

Dure para siempre, pero también

Quiero que termine para que mi

Corazón sea al fin libre.

 

Que difícil decisión dejar esta

Tortura y encadenarte o sufrir

Por dentro mis temores

Y mi mal de amores.

 

Yo te encaré, te dije la verdad

Pero de decirme algo, no pudiste jamás

Decime por favor lo que realmente sientes

Y si me quieres me harás muy feliz.

 

―¡Qué cursi es tu enamorada! ―se burló Inuzuka riéndose a carcajadas nada discretas.

―¡Cállate! ―ordenó el blondo sonrojado. Se sentía apenado por esas palabras, pues nunca nadie le había dedicado nada similar y para peor no sabía quién era la dueña de ese cuaderno.

―¡Mira! ―gritó el castaño repentinamente atrayendo de nuevo su atención―. Hay más ―dijo dispuesto a leer algunos más para molestar a su amigo.

―Deja eso en paz y mejor vamos a comer o terminara el receso ttebayo ―sugirió cambiando de tema rápidamente queriendo ocultar su rojizo rostro.

Naruto empujó al otro fuera del salón de clases y se lo llevó a la cafetería. El blondo tenía muchas preguntas y muchos sentimientos confusos que no sabía manejar. Además las escandalosas burlas de Kiba no ayudaban, cuando estuviera a solas con su amigo Shikamaru le pediría ayuda. Él era muy listo y seguro averiguaba cómo descubrir a la dueña del cuaderno. Cuando no hubo nadie cerca, Sasuke se metió al salón y fue hacia la mochila de Naruto para recuperar su cuaderno mientras juraba internamente vengarse de Inuzuka por leer sus poemas de práctica en voz alta. No revelaría ser el autor ni de los poemas ni de la venganza, sólo disfrutaría en silencio del sufrimiento del otro. Cuando al fin tuvo su cuaderno en la mano se sintió aliviado hasta que se dio la vuelta topándose con su inoportuno gemelo.

―¡¿Qué demonios haces aquí, Chara?! ―preguntó casi a gritos.

―Unas niñas muy lindas me dieron dulces y vine a guardarlos ―contestó mostrando sus regalos. Alzó levemente la vista y vio el cuaderno de manos de su hermano. Lo reconoció con facilidad y no le fue difícil atar cabos―. Guarda eso rápido o el chico perro no dejará de fastidiarte el resto de tu vida ―aconsejó en un susurro.

El mayor de los gemelos sabía que su hermano tenía razón, así que asintió en silencio. Debía darse prisa y guardarlo. Caminó hacia donde estaba Chara, ―puesto que se sentaban juntos―, cuando repentinamente la puerta se abrió dejando ver a Naruto junto a sus amigos. Los ojos azules vieron el cuaderno en manos del moreno y subieron hasta su rostro para verle enojado.

―¡Teme! ¿Qué haces con eso? ―preguntó caminando hacia él dispuesto a recuperar el cuaderno―. ¡Eso no es tuyo ttebayo!

―Tampoco es tuyo ―rebatió Uchiha negándose a devolvérselo cuando intentó sujetarlo.

―¿Y acaso es tuyo para reclamar algo? ―interrogó el de ojos claros más enojado que antes.

―¡Imposible! ―gritó Kiba―. Él jamás escribiría algo tan ridículo y tonto. Esas cosas de niña no son del estilo de Sasuke ―afirmó riéndose de sólo imaginarlo.

Todo se quedó en silencio por unos minutos que parecieron eternos. Nadie decía nada, el rubio observaba a Sasuke queriendo averiguar si era suyo o sólo estaba siendo devorado por la envidia de que alguien pudiera quererlo. El moreno tenía una mirada llena de odio dirigida a Inuzuka, pues cada palabra salida de su boca era como un centímetro más cavando su propia tumba. La pelea se había prologado tanto que los demás alumnos estaban ingresando y con ellos el maestro correspondiente.

―¡Todos regresen a sus asientos! ―ordenó con voz firme queriendo ponerle fin a la discusión―. ¿De quién es ese cuaderno? ―cuestionó viendo el objeto de la discordia.

―¡Es mío! ―intervino Charasuke alzando la voz―. Se me cayó hoy cuando venía a la escuela y le pedí a mi hermano que lo buscara. Es sólo que me daba pena pedírselo a Naru-chan ―mintió hábilmente y luego inclinó la cabeza ante el rubio―. Lo siento mucho. No quería causar problemas. Nii-chan sólo quería ayudar.

En ese momento Sasuke tuvo la certeza de tres cosas:

 

1_Tenía el mejor hermano gemelo que pudiera pedir.

 

2_Era verdad que la pluma era más poderosa que la espada.

 

3_ Kiba Inuzuka estaba más que muerto.

 


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