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Detrás del espejo. por RLangdon

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Su padre había llegado hacía pocos minutos. Naruto lo había escuchado entrar y llamarle un par de veces. 
 
Como de costumbre, no contestó. Se había pasado la tarde jugando y comiendo. Llevaba semanas igual. Ese día, sin embargo, se sentía más alicaído. Estar solo en casa afectaba su estado de ánimo, pero salir en una zona que no conocía (Ni quería conocer) estaba fuera de sus pensamientos. Solo quería que todo volviera a la normalidad. 
 
Sentado en la cama dentro de su habitación, pasaba una a una las páginas del álbum de fotografías. Las primeras páginas mostraban a su madre sonriendo en diferentes ángulos y poses cuando todavía vivían en su anterior casa. Kushina aún conservaba aquella larga cabellera de fuego, y sus ojos eran dos gemas esmeralda que resplandecían en todo momento. 
 
Naruto notó que una lágrima humedecía una de las fotos. La limpió con la manga del antebrazo y fue pasando hojas, hasta que llegó a las fotos que exhibían su anterior secundaria. Había una fotografía grupal con todas sus amistades. La tímida de Hinata, el serio de Shino, el flojo de Shikamaru, la sonriente Tenten. Todos abrazándose en hilera.
 
Tenía sus números telefónicos, pero no era lo mismo. Sus amigos estaban a kilómetros de distancia, así que no podrían acordar una salida como tal. Tampoco se sentía de buen humor para abandonar su casa. Quería estar solo, y a la vez, deseaba sentir compañía, que su madre se recuperara, que su familia se restableciera para poder retornar a su casa. 
 
Con lágrimas en los ojos, decidió ignorar el cuarto llamado de su padre. Cerró el álbum y lo guardó bajo su cama. Ya era tarde de todas formas.
 
Fue al baño para vestirse la pijama y notó con cierto pesar que se había desprendido el botón de su pantalón deportivo naranja. 
 
Al tratar de vestirse el del pijama, también lo sintió demasiado ajustado a diferencia de lo holgado que le iba cuando vivía en su otra casa. 
 
Frustrado por el reciente descubrimiento, Naruto abrió la puertecilla bajo el lavabo para sacar la báscula. Generalmente era su madre quien la usaba, pero desde que la habían trasladado al hospital, la mayoría de sus pertenencias habían quedado varadas. Naruto había conservado algunas antes de que su padre decidiera empacar de vuelta el resto en aquellas horrendas cajas que pronto acumularían polvo. 
 
Primero se quitó los tenis antes de subirse. El horror se instaló en sus facciones al notar el número en el que se detenía la aguja. 
 
¿Cómo era posible que aumentará diez kilos en solo seis semanas? 
 
Debía estar mal.
 
Tenía que estar mal.
 
Volvió a bajarse y aguardó a que estuviera en cero antes de subir nuevamente. 
 
Mismo número. Mismo terrible resultado. 
 
Conteniendo una maldición, Naruto se pasó una mano por el rostro. Pero se tranquilizó al momento. 
 
No era gran cosa. 
 
Cuando vivía en su anterior casa, solía ejercitar mucho con sus amigos. Quizá si empezaba a caminar un poco...
 
Guardó la báscula y su rostro se serenó rápidamente. Sin embargo sus cejas rubias se contrajeron con enfado al oír los golpes a la puerta. 
 
Abrió y se encontró a su padre vistiendo el mismo esmoquin oscuro que solía llevar a su trabajo. Minato lo observó detenidamente antes de hacer un anuncio. 
 
—Traje pollo para la cena. 
 
Fiel al voto de silencio, Naruto salió del baño sin dirigirle la palabra. Le sentaba mal estar todo el tiempo peleado con su padre, pero tampoco quería dar su brazo a torcer. Quería que se diera cuenta de lo molesto que se sentía por haberlo arrastrado a ese lugar tan horrible. Por su culpa, había perdido a sus amistades, por su culpa, había aumentado de peso, por su culpa todo lo que tendría que estar bien, estaba mal. 
 
Ambos tomaron asiento en silencio en el comedor. Compartir desayuno y cena se había vuelto rutina. Y aun así, Naruto solía asaltar la nevera a altas horas de la noche para saciar ese maldito vacío interno que no se iba con nada, pero que aminoraba un poco cuando engullía un montón de cosas que le gustaban.
 
—Por fin he conseguido reunir lo de tu matrícula. 
 
La noticia que debiera resultar amena, hizo a Naruto rabiar más por dentro. Mascó furioso un trozo de ala y fingió no escuchar aquello, pero Minato siguió perorando a la nada.
 
—En unos días podrás volver a la escuela. Te hará bien hacer amigos. 
 
Silencio.
 
—Tu madre ha estado preguntándome todo el tiempo por ti. Me ha pedido que te diga que quiere verte. 
 
Más silencio. 
 
Minato arrugó el ceño.
 
—Debes...
 
Ambos pares similares de ojos se volvieron hacia la puerta cuando los golpes interrumpieron el monólogo del adulto. 
 
Naruto siguió comiendo el contenido de su plato. No podía decirle a su padre que no tenía valor para regresar al hospital y ver aquel despojo en el que se había convertido su bella madre. La última vez que la había visto fue hace ocho semanas y lucía tan demacrada. Casi había perdido todo el cabello, su mirada había perdido brillo y nitidez, estaba pálida, delgada, inmóvil, postrada en cama. 
 
Naruto apenas había conseguido permanecer unos minutos en terapia intensiva antes de salir corriendo y llorando porque esa mujer que veía, no era su madre. El dolor era insoportable. 
 
Enguyó un cuarto, quinto y sexto trozo, oyendo a su padre intercambiar unas pocas palabras en la puerta momentos antes de ceder el paso a una elegante dama de cabello ébano y tez nacarada. 
 
Al instante, Naruto dejó de comer. Aquella desconocida se presentó como Mikoto Uchiha antes de extender su mano. Detrás de ella venía Minato llevando en las manos un pay de manzana. Metros más atrás, entró un chico con andar resuelto y las manos dentro de los bolsillos. Poseedor de rasgos delicados y suaves como los de Mikoto. Cabello oscuro en puntas, con un peculiar flequillo cayendo con elegancia hacia su costado derecho. Sus ojos negros lo contemplaron inquisitivos, profundos y penetrantes. Una mirada que le alborotó el corazón y le abrasó la nuca. Vestía pantaloncillos cortos en tono beige y una playera azul marino. 
 
Naruto se sintió extraño y hasta un poco avergonzado ante su escrutinio. Dejó de oír lo que decían Mikoto y su padre, dedicándose enteramente a ver a aquel muchacho tan atractivo y de serio y altivo porte. 
 
Experimentó fuertes deseos de hablar con él, considerandole una potencial amistad, pero, al mirar de reojo a su padre y notar su sonrisa relajada, cambió de parecer. Se había jurado no hablar todavía. 
 
Así que, se alejó a su habitación sin despedirse siquiera. 
 
Media hora más tarde, su padre fue a su recámara para reprocharle y reprenderle por su conducta para con los vecinos. Naruto apenas escuchó sus reclamos sobre comportarse con educación. 
 
Más de esto, menos de aquello. 
 
Rodó los ojos con irritación y esperó hasta que se fuera. 
 
Minutos después, el vacío dentro suyo se acrecentó, obligandole a bajar a la cocina para tomar un bocadillo. 
 
Al ver el pay de manzana en la nevera, Naruto se decidió a cortar un trozo. Se lo llevó a los labios y saboreó el dulce manjar del relleno deshaciéndose en su boca.  
 
Recordó a su madre moribunda.
 
Entonces cortó un segundo y tercer trozo. 
 
Hasta que solo quedó el recipiente sin una sola morusa dentro.
 

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