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JotaKak por Cris fanfics

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El viaje a Egipto había terminado.

Para Kakyoin se sentía como si hubiera sido un sueño. Pese a las penurias del camino y el constante peligro de muerte recordaría aquella loca aventura siempre con cariño. El viaje donde pudo hacer por primera vez amigos, y de los de verdad. Por desgracia, casi todo el grupo había perdido el contacto. Polnareff y Avdol habían vuelto a casa, Iggy se había ido con este último, quien lo cuidaría en representación a la Fundación Speedwagon. El señor Joestar, Jotaro y él volvieron a Japón juntos, pero la familia Joestar estuvo incomunicada durante semanas, disfrutando que Holly estuviese sana y salva. Kakyoin Noriaki también volvió con sus padres, los cuales se echaron a llorar tan pronto le abrieron la puerta. Cuando les confirmó sus sospechas de que se había escapado se enfadaron con él, pero no se arrepintió en ningún momento de haberse ido, sabía que nunca hubiera contado con su permiso para hacer un viaje así con desconocidos y que tampoco creerían los motivos por los que iba; jamás creyeron en la existencia de Hierophant Green, mucho menos una historia tan loca como aquella. Pero sí se arrepentía de haberlos hecho sufrir, eran sus padres y los amaba, independientemente de que no pudiera confiar al cien por cien ellos.

Volvió a su vida normal. Cuando había atacado a Jotaro antes de salir de viaje no había mentido en que lo habían transferido a su escuela, y aunque hubiesen suspendido el segundo semestre y con ello tenían difícil aprobar el curso, tenían la obligación de asistir —además de que aún tenían posibilidad de remontar— así que al menos pudo seguir siendo amigo cercano de él tan pronto este volvió a incorporarse a las clases, tres semanas después de volver de Egipto.

Aunque lo cierto era que no veía a Jotaro solo como a un amigo, le había gustado desde el principio, cuando le quitó el brote de carne de Dio de la frente. No era porque lo hubiese salvado —aunque se lo agradecía de corazón y siempre estaría en deuda con él—, le había gustado por su carisma y buen porte, y cuando empezaron a relacionarse aquella atracción pasó a ser un cariño intenso por su compañero que, tiempo después, reconoció era amor romántico. Sin embargo, pese a la vuelta a una vida normal y tranquila, no se le confesó, ya que Jotaro nunca había mostrado quererlo más que como a un amigo ni tampoco que le gustase. No quería perder ni su amistad ni su respeto, y tampoco le parecía algo insufrible no tenerlo como novio; no sabía muy bien cómo podría ser ese tipo de relación con Jotaro siendo los dos como eran.

Aquella mañana, como todas en el último mes, se encontraron frente a la escalera por la que casi lo había matado antes de si quiera tener su primera interacción.

— Buenos días —saludó Kakyoin primero, con su clásica sonrisa modesta pero sincera que tan popular le hacía con las chicas, aunque nunca fuese al mismo nivel que Jojo.

— Hola —. Había sido seco y conciso, pero Kakyoin no se lo tomó a mal, sabía que esa era su conducta.

Caminaron juntos hasta el instituto, no sin que antes Jotaro echase a gritos a su séquito de seguidoras, que lo acompañaban casi desde que había salido de su casa; si bien no las intimidó, las dejó lo suficientemente embobadas con su masculinidad como para que estas se quedaran atrás. Kakyoin ya no sentía ni pena por ellas, aquel escenario era tan habitual que no le concedía menor importancia a aquellas alturas. En cuanto Jotaro dejó de despotricar sobre ellas, empezaron a hablar de temas casuales, casi siempre sacados a flote por el pelirrojo, como por ejemplo los mangas que habían salido aquella semana, el videojuego nuevo que Kakyoin se había comprado y ya llevaba por la mitad, las clases y sus Stands. Por desgracia, no iban a la misma clase, así que una vez en el pasillo donde se encontraban las aulas correspondientes a su curso se separaron, no sin antes acordar quedar en la hora de descanso. Solían salir del instituto o ir una vieja aula abandonada, destinada antaño a artes. Aquella vez se decantaron por lo segundo para más tranquilidad.

Cuando Kakyoin abrió la puerta Jotaro ya se encontraba allí, en su sitio habitual, sentado en el suelo con la espalda apoyada contra la pared y fumando un cigarro. Ya había subido las persianas y abierto las ventanas, por lo que la habitación estaba iluminada y corría una ligera brisa de aire. Lo saludó antes de sentarse a su lado, sin dar importancia al olor del tabaco, y empezó a tomar su tentempié.

Sus hombros se rozaban, pero ninguno hizo ni dijo nada al respecto. A Jotaro parecía darle igual y, si era así, a Kakyoin no le importaba disfrutar aquella cercanía.

Pasaron buena parte del tiempo en silencio, aunque no uno incómodo. Ambos eran del tipo introvertido; no en el sentido de que fueran tímidos, ni mucho menos, sino en el que disfrutaban la soledad o, en su defecto, una compañía tranquila. Eso era algo que tenían en común, una de las pocas cosas, de hecho. Además de aquel rasgo solo compartían otro más: su capacidad estratégica. Podía parecer algo superfluo, pero sendas dos los habían unido muchísimo durante su viaje: alguien capaz y tranquilo a tu lado cuando tu vida pende de un hilo siempre es un alivio, más cuando en tu grupo está Polnareff.

Los pensamientos de Kakyoin eran justamente estos, por lo que recordar a su compañero, mayor que ellos, pero, para compensar, mucho más inmaduro, no pudo evitar soltar una pequeña risa.

Jotaro lo interrogó con la mirada.

— Pensaba en Polnareff, en las locuras que hacía durante el viaje.

— Es un milagro que siga vivo.

— Buena suerte, experiencia en combate, habilidad y buenos amigos dispuestos a ayudarle —enumeró como si aquello lo explicase.

— Dame un respiro…

No pudo evitar volver a reírse.

— Buscaba los problemas y su actitud siempre me resultó molesta, pero ahora que no está con nosotros se le echa de menos. A él y a los demás.

— El viejo volverá a visitarnos dentro de poco, seguro que querrá verte.

— Si no es molestia estaría encantado —aceptó con modestia—. Si hacéis planes con el señor Avdol y con Polnareff, por favor, también contad conmigo.

— No seas estúpido —masculló, enfadado—. Hablas como si no hubieras sido parte del grupo.

Lo había malinterpretado otra vez. Aquel solía ser un problema común entre ellos: Jotaro era directo y casi nunca tenía en cuenta cosas como la educación, los modales y las formas, todo lo contrario a Kakyoin, cuya manera de expresarse, por poner un ejemplo obvio, solía ser comedida, humilde y repleta de fórmulas de cortesía. Kakyoin solo había querido sonar correcto, no era que estuviese suplicando literalmente que lo incluyesen.

De pronto, Jotaro le puso la mano en el hombro, sin añadir nada.

— ¿Pasa algo?

Se hizo el silencio.

— ¿Jotaro?

— No te subestimes —suspiró más que dijo.

El corazón de Kakyoin se encogió de la ternura. Jotaro tenía su rictus duro de siempre, nada delataba qué podía estar pasando en su cabeza, pero a aquellas alturas lo conocía lo suficiente como para saber que no era un hombre dado a mostrar aprecio por mucho que lo sintiese, así que cuando lo hacía se esforzaba de veras y era la mayor prueba de afecto que se podía recibir de él.

Si bien en su fuero interno le gustaba ser consentido de esa manera, su lado gentil que se preocupaba por los demás no pudo tolerar que Jotaro hiciese aquel esfuerzo por algo vacuo.

— Me has malinterpretado, no me creo menos que los demás, era una forma de hablar.

La mano de Jotaro se quedó unos segundos más en su hombro.

— Entiendo —soltó a su amigo, cerrando los ojos para cortar también el contacto visual y seguir disfrutando su cigarrillo.

Kakyoin no supo cómo continuar aquella conversación, así que al final se decantó por dejarla ir. Ambos se centraron en sus asuntos hasta que, al cabo de poco rato, empezaron a hablar de temas más casuales.

Sonó el timbre que indicaba el cambio de hora.

Kakyoin recogió su fiambrera y se levantó, sacudiéndose la parte trasera de su uniforme. Sin embargo, Jotaro no se movió del sitio.

— ¿Vamos? —se giró para preguntarle.

En realidad, no quería ir a clase, y no era la primera vez que se saltaba alguna, pero desde que Kakyoin y él eran compañeros de instituto procuraba acometerse un poco, sabedor de que no le gustaban conductas como aquella. Tras soltar su muletilla, y con toda la resignación del mundo, lo acompañó.

Una vez en los pasillos, otros alumnos empezaron a murmurar a su paso. Los dos eran chicos altos y fuertes, más que la media, por lo que era normal que destacasen, además de que ver a los dos polos opuestos personificados llevarse bien, ser amigos, incluso, era chocante. Asimismo, cada uno ya despertaba temas de cotilleos incluso por separado.

Las chicas los amaban, más a Jotaro que a Kakyoin, pero ambos eran populares pese a su diferencia de trato hacia ellas.

Los chicos temían y admiraban a Jotaro, aunque lo primero en mayor medida que lo segundo, ya que era fácil de hacer enfadar, o al menos eso creían ellos. También sentían celos porque tuviese sobre él la atención de las féminas. Unos pocos tenían rencillas contra él, lo detestaban, pero el miedo superaba las ganas de hacerle pagar humillaciones y palizas pasadas. Kakyoin despertaba a su vez dos tipos de impresiones. La primera la de un estudiante modelo, amable, atento y dispuesto a ayudar siempre y cuando te acercases a él con respeto y humildad, muy popular por su buen hacer: la impresión que daba a sus compañeras y motivo por el que era tan amado además de por su buen físico. La segunda la de un hombre muy afeminado tanto por sus amaneramientos como por la importancia que le daba a su aspecto y cuidado personal, motivos de burlas muchas veces, aunque nunca hechas en su cara ya que, como alguno ya había descubierto, reírse o intentar molestarlo por ello implicaba no solo ganarse su antipatía, sino la de todo el mundo, lo que conllevaba convertirse en un paria ignorado por la mayor parte de estudiantes.

Los profesores, aunque eran los más sorprendidos porque se llevasen bien, veían con buenos ojos aquella relación pese a los prejuicios iniciales. Jotaro había mejorado su conducta e incuso sus notas tras empezar a relacionarse con Kakyoin, y este último no había cambiado para mal, se comportaba como solía y sus notas no habían bajado, además de que se le veía más animado que cuando se había visto solo en el instituto —aunque fuese por voluntad propia, ya que era él quien marcaba distancia con los demás—, antes de que Jotaro se reincorporase.

Ambos sabían los rumores que despertaban, pero los ignoraban en su mayoría.

Llegaron a la puerta del aula de Kakyoin, la primera que se encontraban en el camino y se despidieron con sencillez. No hizo falta que ninguno preguntase si se encontrarían a la salida del instituto, ya se había convertido en hábito para ellos.

**********

— Bien, chicos, estáis en vuestro último año. La mayoría ya tendréis decidido qué hacer cuando terminéis estos estudios, pero tanto los que no como los que aún tengáis dudas tenéis aún la oportunidad de hablar con la orientadora. Tomaos esto como algo serio, lleváis labrando vuestro futuro ya mucho tiempo, pero este es un paso decisivo en vuestras vidas.

Sonó la campana de fin de clases, interrumpiendo al profesor, un hombre de mediana edad de rostro afable pero de actitud firme, la típica de un educador curtido de trabajar con adolescentes que a la mínima muestra de debilidad aprovechaban para menoscabar la autoridad.

Muchos empezaron a recoger sus cosas incluso sin el beneplácito del maestro, lo cual les ganó una mirada fulminante por su parte que los heló en el sitio.

— Replanteáoslo bien —fue lo último que dijo antes de dar por concluida la clase.

Kakyoin recogió sus cosas con ya más de la mitad de su grupo fuera del salón. Su sitio habitual era en la parte intermedia de la clase, en el centro, alejado de distracciones como las ventanas o las típicas charlas sutiles que se daban en los pupitres de la parte trasera, pero también en un sitio modesto, no queriendo acaparar las mesas de delante para que los que tenían problemas de nivel pudieran estar más cerca y mejor controlados por el profesor.

— Kakyoin… —le llamó una voz suave y tímida.

Una chica menudita, con una cara aún muy infantil para su edad y pelo negro recogido en una coleta estaba delante de su pupitre, algo colorada.

— Hanako, ¿qué ocurre? ¿Puedo ayudarte en algo? —le habló con dulzura, bajando un poco también el tono de voz.

— Quería… —se detuvo aún más colorada que antes. Kakyoin se empezó a preocupar por ella y estaba dispuesto a sacarla de aquella situación bochornosa cuando consiguió el valor para continuar—: Quería preguntarte si podríamos ir juntos hacia la parada de autobús.

— Lo siento mucho, pero no podrá ser. Yo vivo cerca de aquí, no tengo que tomar autobús y, además, ya tengo planes.

— Oh, e-entiendo. Siento mucho haberte importunado.

— No, nada más lejos de la realidad, gracias por preguntarme, de veras te lo agradezco.

Aquello la hizo genuinamente feliz.

— N-nos vemos mañana, Kakyoin.

— Claro —le sonrió—, ten cuidado de camino a casa. Hasta mañana.

Con una sonrisa tonta, que Kakyoin dudaba que controlase si quiera, fue de vuelta a su pupitre, bastante alejado del suyo, y recogió su mochila para atravesar la puerta sin mirar atrás.

Enternecido y feliz tras lo ocurrido, terminó de guardar sus cosas; para él siempre era agradable gustar a alguien, no solo la interacciones con esta persona resultaban pacíficas, sino que el saberse querido o admirado aumentaba su estima.

Tan pronto salió del edificio escolar se encontró con Jotaro y, animado de volver a verle, empezaron a alejarse del instituto.

— Hoy nos han vuelto a recalcar lo cerca que está el final de curso —respondió Kakyoin a la pregunta de Jotaro de cómo le había ido el día—. ¿Tienes claro lo que harás?

— Iré a la universidad.

— ¿Y qué carrera vas a estudiar?

— Biología marina y estudios acuáticos.

Se hizo un silencio insondable.

De pronto, Kakyoin soltó un amago de risa que acabó en una pequeña carcajada.

— Perdona —dijo tan pronto se controló—, perdona, de veras perdona —se limpió una lagrimilla que se le escapaba—. ¿De dónde has sacado eso? —dijo entre risas.

— No me jodas —refunfuñó—. Siempre me ha gustado el mar y lo que hay en él, después de viajar en submarino por primera vez solo me ha gustado incluso más.

Los dos recordaron cómo fue su accidentada llegada a Egipto.

— No sabía de esto, ¿te ha agradado desde pequeño y no comentaste nada si quiera cuando estuvimos tranquilos en el fondo marino?

— Tenía otras cosas en la cabeza —Jotaro se encogió levemente de hombros.

Kakyoin no le dio más vueltas, era cierto que con el estado de su madre y sabiendo que su abuela desconocía lo que pasaba no podría disfrutar mucho ni siquiera de algo tan especial para él como el mar.

— Volveremos a viajar en submarino alguna vez —dijo reconciliador.

— Siempre y cuando no sea con el viejo me parece bien.

— Pobre señor Joestar —se le escapó una risilla más—, la mayoría de veces los accidentes ni siquiera fueron su culpa.

— Da igual, su presencia da mala suerte. —Hizo una pausa significativa, queriendo cambiar de tema—: ¿Tú qué harás?

— ¿Al terminar el instituto? —buscó confirmación.

— Claro. De eso hablábamos.

Dudó antes de responder. Observó a su alrededor: aún estaban en medio de la calle y había estudiantes y otras personas caminando cerca de ellos así que sintió algo de reparo por hablar de ello allí, sobre todo porque quería explicarle los motivos de su decisión y eran personales.

— Lo hablaremos en otro momento.

Jotaro se dio cuenta de su mirada de soslayo y el pequeño cambio en su tono de voz y comprendió lo que pasaba por su mente.

— Podemos ir a mi casa.

— ¿Quieres que pasemos la tarde juntos?

Asintió.

— De acuerdo, pero tan pronto estemos allí tendré que llamar a mi madre, ya sabes lo estrictos que se han vuelto ella y mi padre con respecto a horarios para estar en la calle y adónde voy.

— Claro —su respuesta fue escueta, no veía necesidad de añadir nada más.

Hablando de los deberes de aquel día, los estudios en general y cómo tendrían que estar con los quehaceres del instituto al menos un rato en aquella tarde, llegaron al caserón tradicional de la familia Kujo. Nada más entrar en la casa la voz jovial y juguetona de Holly los saludó desde la distancia. Pocos segundos después, ya habiéndose ellos quitado los zapatos, la mujer los recibió en persona.

— ¡Jotaro! —se tiró sobre él para darle un beso en la mejilla— ¡Por fin estás en casa! —frotó su cara contra el pecho de su hijo, consiguiendo que este, sobrepasado por tanto afecto y avergonzado por tener a Kakyoin observando con una mezcla de ternura e incomodidad plasmada en la cara, se sonrojase.

— ¡Ya, suéltame, vieja pesada!

— Me niego —tras este puchero se estrechó más contra él.

— Buenas tardes, señora Holly —saludó Kakyoin por fin, dándose cuenta de que, como siguiesen así, Holly tardaría en reparar en su presencia.

La mujer se separó de golpe de su hijo.

— ¡Y te has traído contigo a Noriaki! —se acercó a él y le dio un beso en la mejilla que le sacó totalmente los colores y lo dejó sin habla: demasiadas confianzas y, aún peor, demasiadas confianzas de alguien muy adorable.

— ¡Ya para, bruja!

— También me alegro de verla —suavizó la situación; después de todo ya había roto el contacto y era normal que fuese así de natural teniendo en cuenta que no se había criado en Japón y su personalidad.

Jotaro chasqueó la lengua y bajó su gorro de forma algo amenazante, oscureciendo su rostro.

— ¿Vais a estudiar juntos?

— Sí, entre otras cosas.

— Entonces dejadme que os prepare la merienda.

Sin siquiera agradecerle a su madre el buen gesto, Jotaro empezó a internarse en la casa, presumiblemente rumbo a su habitación.

— Disculpe, señora Holly, ¿puedo usar su teléfono para llamar a mi casa?

— ¡Por supuesto! Ah, pero si es así, ¡Jotaro, ayúdame!

Si Jotaro estaba contrariado no dio muestras al respecto. Dejaron solo a Kakyoin en el mismo pasillo para que tuviera intimidad.

No tardaron mucho en prepararlo todo, en una bandeja colocaron cubertería, platos, boles y tazas para dos con panecillos, té y arroz y algo de pescado ya cocinados con anterioridad.

— Nunca habías traído tantas veces a nadie a casa —dijo de pronto Holly mientras terminaba de servir la comida—. Me alegra que aún con lo mal que lo pasasteis Noriaki y tú os llevéis tan bien.

Su madre hablaba del viaje, del cual Joseph le había contado todo y, a ojos de la inocente mujer, parecía haber sido un infierno. Tampoco es que Jotaro lo hubiese considerado un trayecto fácil y divertido, precisamente, recordaba con acritud el miedo y la preocupación de perder a su madre e incluso a sus amigos y abuelo, pero había sido una experiencia que no cambiaría por nada gracias a sus compañeros y lo que habían compartido aquel tiempo.

Pasos se escucharon por el pasillo. Kakyoin entró en la cocina apurado.

— ¿Puedo ayudar en algo?

Holly se negó, alegando que era un invitado, y recogió la bandeja para llevarla hasta la habitación de su hijo, dando por hecho que los dos chicos la seguirían. Una vez allí, Jotaro se dio prisa en despachar a su madre porque, si de ella dependiese, se pasaría la tarde con ellos.

— Dame un respiro —soltó tan pronto se cerró la puerta a sus espaldas.

Para Kakyoin Jotaro actuaba demasiado duro con su madre, pero entendía que le resultase demasiado empalagosa y desquiciante, además, era un asunto de ellos y no iba a opinar ni intervenir salvo que viese una injusticia muy grande. Eso sí, a pesar de que no le agradaba el contacto físico, no le importaría tener a alguien como Holly mimándole al nivel que esta lo hacía con Jotaro. Pero, de nuevo, era mejor que se guardase aquella opinión para sí mismo.

— Bueno, ya estamos solos —se dejó caer en su futón e invitó a Kakyoin a hacer lo mismo en su silla de escritorio— Cuéntame.

Directo, como siempre. Agradecido de no tener que hacer una introducción del tema o tener que buscar una forma orgánica de sacarlo a coalición, empezó a explicarse:

— He estado pensándolo desde que volvimos a Japón. Mi vida siempre ha girado en torno a Hierophant Green. Me aislé porque nadie más podía verlo, así que nadie nunca podría llegar a entenderme del todo. Desde pequeño me mentalicé de que pasaría toda mi vida solo. Hierophant y yo. —Hizo una pausa, incómodo, pero Jotaro no parecía juzgarle, de hecho, su expresión se había suavizado un tanto, tampoco comentaba nada, seguía expectante a lo que le estaba contando, así que se armó de valor y continuó—: Incluso los únicos amigos que he hecho, mis mejores amigos, habéis estado ahí, conmigo, debido a Hierophant y a los Stands; no os hubiera aceptado tampoco de no ser así. Mi vida no sería la que es sin los Stands y, pese a los malos momentos, estoy agradecido por ello. Por eso… quiero saber más de ellos.

Hizo una pausa, queriendo que todo lo que había dicho calara en Jotaro.

— Y no solo eso, quiero ayudar a todos los usuarios de Stands que lo necesiten, conocer a más gente como nosotros y detener a los que se aprovechen de su poder y sean una amenaza para los demás. Así que cuando cumpla la mayoría de edad me pondré en contacto con Avdol para pedirle que me enseñe todo lo que sabe y me entrene o, en su defecto, que me encomiende a alguien que crea pueda hacerlo por él.

— ¿Irás a Egipto?

— Si me da su beneplácito y no tiene otros planes para mí, sí.

Jotaro soltó su enésimo suspiro del día antes de levantarse e ir hacia Kakyoin.

Antes de que el pelirrojo se diese cuenta, Jotaro puso su mano sobre su cabeza y empezó a acariciarla.

— Te irá bien.

Fue su único comentario. Kakyoin alzó la cabeza para ver su expresión e inmediatamente se arrepintió de hacerlo. Jotaro estaba sonriéndole con cariño. Su cara se puso roja y no pudo bajarla a tiempo para que no se notase, pero por suerte la situación era propicia para que Jotaro no se diese cuenta de que lo estaba por recibir un gesto así de quien le gustaba.

— Aunque solo sea por haber podido conocerte me alegra que Star Platinum despertase.

— Y yo de que Dio me implantase un brote de carne en la frente —habló sin pensar.

— No me fastidies, no bromees con eso, Kakyoin, pudiste morir.

— Pero no lo hice —volvió a alzar la cabeza, encarándolo—. Y ahora estoy aquí.

No dijeron nada más. Jotaro entrecerró los ojos y acercó su cara a la de Kakyoin que, ante tanta cercanía física, se quedó paralizado.

— ¡Jotaro!

La voz de Holly rompió totalmente el momento. Se separaron abruptamente, casi saltando en el sitio. Su madre abrió la puerta, feliz como siempre.

— ¿Noriaki se queda a cenar esta noche?

— No, no —se apresuró a contestar él mismo—. Me iré antes de las siete y media, mis padres no quieren que esté hasta tarde fuera.

— Vaya, qué pena —le dirigió una mirada a la merienda aún sin tocar—. Comed bien y esforzaos con los deberes.

— Gracias, señora Holly.

Con otra de sus sonrisas encantadoras los dejó solos.

Kakyoin volteó a ver a Jotaro, que le daba la espalda y se tapaba la cara con su gorra. Quiso decir algo sobre lo que acababa de ocurrir, confuso, pero su amigo no se lo permitió:

— ¿Nos ponemos con las tareas? —cambió de tema pretendiendo que lo anterior nunca había ocurrido.

Y así pasaron la tarde, aunque Kakyoin no fue capaz en casi ningún momento de quitarse de la cabeza lo que, estaba seguro, había estado a punto de ser un beso. No había sido imaginación de él, Jotaro había llevado la iniciativa para besarle, y solo de pensarlo el corazón le latía a toda velocidad. Sin embargo, decidió que aquel día no podía tratar el tema, estaba demasiado emocionado y estaba seguro diría algo que no debía. Pero, al menos, tenía la casi total seguridad de que Jotaro sentía por él más que amistad.

Esa noche, ya en su casa y mirando en el espejo de su habitación las cicatrices de sus ojos y a Hierophant manifestándose tras él, tomó una decisión: al día siguiente, sin falta, se confesaría a Jotaro.

Notas finales:

¡Buenas! Ya que me parecía algo extraño comentar cosas que no fueran vitales al principio del capítulo o en las notas generales del fanfic decidí hacer un par de acotaciones al final, donde no molesten a los que solo leen por curiosidad y/o quieren ir al kit del asunto y sí pueden interesar a quienes les haya gustado este capítulo y tengan curiosidad por lo que viene después.

Bueno, para empezar, este fanfic se va a parecer mucho a otro que tengo publicado en esta página, uno llamado "ZoSan" que trata de la pareja de Zoro y Sanji de One Piece; va a consistir en una serie de one-shots conectados entre sí. Me gustó este formato, es uno relajado donde puedo seguir aprovechando a la misma pareja que ya he plasmado una vez y queda claro que esto es así, y me apeteció mucho hacerlo con Jotaro y Kakyoin, ya que me reví Stardust Crusaders (gozándolo como nunca), entré en el mundillo del yaoi de esta pareja y, pese a que la mayoría de los doujinshis son bastante horribles en el sentido de que son brutísimos en cuanto a contenido, los pocos con un tono más tierno (o al menos que no llegaron a puntos tan desagradables a mi parecer) hicieron que me gustara esta pareja y me dieran ganas de escribir algo de ellos.

Sin embargo, he de avisar que voy a publicar este primer shot sin tener demasiado avanzado lo que vendrá después, solo he escrito otros dos shots de los cuales tengo que corregir cosas porque hay detalles que, para lo que quiero hacer después, no me agradan y también tengo que reflexionar sobre el rumbo que quiero tenga la historia, por lo que no voy a actualizar tan seguido como ocurrió con ZoSan, de hecho es probable tarde bastante entre actualizaciones.

Por otra parte, y en relación con lo anterior, avisar de que al no tener terminado este "proyecto" podría pasar que no se me ocurra nada con lo que seguir, cosa que detesto ya habiéndolo publicado, pero evitaré a toda costa el escenario de dejarlo inconcluso. Mínimo, le daré un final visible, aunque eso reduzca el número de one-shots que tenía planeado hacer para así no dejar con el regusto amargo a quienes les haya gustado.

Olvidando el tema continuidad de shots, dentro de que esto es un AU donde puedo inventarme facetas y detalles de los personajes y hasta cambiar algo ya definido en el material original, he querido mantenerme apegada a sus formas de ser, aunque no aseguro haberlo hecho del todo con éxito, ya que pese a que he revisto recientemente la serie, sé cómo son y hasta he visto curiosidades de ellos siento que no estoy tan familiarizada con Jotaro y Kakyoin y puede haber algo que rechine un poco. Lo cual tiene que ver también con el último punto que quiero comentar: las escenas +18. Me gustaría incluir mínimo un par, de hecho aunque aún no tengo ninguna plasmada voy a poner esta categoría desde el principio porque tengo en mente escribirlas, pero, aunque suene raro, siento que que sean personajes que no conozco tanto como Zoro y Sanji puede hacerme un poco difícil escribir estas escenas junto con el hecho de que de por sí he escrito pocas escenas de esta naturaleza y me siguen costando bastante hacerlas y siempre tengo la duda de si las he hecho bien. Espero igualmente poder escribirlas y que queden al menos decentes, en caso contrario bajaré la clasificación por edad al terminar los shots por un +16 (ya que escenas subidas de tono sí que van a haber aunque luego no haya nada más explícito).

Disculpándome por el mucho texto que me he marcado en estas notas (se me ha ido de las manos por bastante) espero os haya gustado este shot. 

¡Nos leemos!


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