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Si me amas, convénceme por Nadesiko

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Notas del capitulo:  

Notas de autora: Hola gente! Quiero agradecer a todas las personas que dieron una oportunidad a este fic y por la cálida acogida que recibió. Sinceramente esperaba tres reviews cuando máximo, ja, ja. Pero me alegra saber que hay mas gente que ama Loveless como yo!

Dedicatoria: A la persona que hizo este fic posible y nutrió mi amor por Loveless, Gema (que por cierto, escribe fics muy lindos de la misma serie bajo el alias de Red Tangerine n.n) Por donde andas amiga?? TuT

 

 

 "Si me amas, convénceme"

Por: Nadesiko Takase

 

 

Capitulo Dos:

"Desesperación"

 

Estaba concentrado en el juego cuando de pronto se percató que Soubi ya no estaba sentado cerca suyo. Al levantar la mirada vio a su compañero ponerse el abrigo y los guantes, preparándose para salir. Kio suspiró con resignación, sonriendo al percatarse que ya era "esa" hora del día.

 

- No tienes remedio, Soubi-kun. Eres un hentai. - se mofó Kio, volviendo la vista a la pantalla.

- Kio, no soy un pervertido. - replicó escuetamente el rubio con una leve curbación de labios que podría interpretarse como sonrisa.

 

Ritsuka le había prohibido que fuera a buscarlo al instituto, pero no le había prohibido que lo observara a distancia, y eso era precisamente lo que hacía el hombre todos los días a la misma hora. Iba hasta el instituto y seguía al pequeño hasta su hogar -quien a veces primero deteniéndose en alguna tienda o en la casa de Yuiko o Yayoi-, asegurándose de que estuviera a salvo.

 

- ¿No crees que el pobre Ritsuka tiene suficientes problemas como para a todo eso, añadirle un adulto pervertido y acechador?. - ironizó Kio. Soubi le dirigió una sutil sonrisa antes de retirarse. - ¡Juro que uno de estos días llamaré a la policía! - gritó a través de la puerta cerrada. Agatsuma meneó la cabeza y siguió su camino.

- Baka.

 

Llegó a tiempo para oír el timbre de salida. Aguardó a una distancia prudencial, desde el otro extremo de la acera, observando un mar de pre adolescentes abandonar las instalaciones educacionales con alegría y entusiasmo, corriendo hacia los brazos sus padres, abuelos, hermanos, etc.

 

Sus ojos fueron inmediatamente atraídos a un par de orejitas oscuras y decaídas. Su corazón palpitó con mayor candencia unos instantes cuando su Sacrifice apareció en su campo visual; la cabeza gacha, los pasos lentos y cansinos, la cola caída. Apenas replicó cuando sus amigos se despidieron de él con aquellas energías propias de los niños de su edad.

 

Soubi había intentado comunicarse con el pequeño durante el transcurso de esos días, pero Ritsuka se negaba a contestar sus llamadas telefónicas. La inquietud y desasosiego crecían vertiginosamente en el hombre al no poder estar a su lado para asegurarse de que estuviera bien, o tan solo para hacerle compañía. Ritsuka era un niño fuerte, pero no tenía por qué sufrir solo si él estaba más que dispuesto a aliviarlo.

 

Fue así que el Figther decidió torcer un poco la interpretación de la orden de su Sacrifice y comenzó a verlo a distancia a la salida del instituto. El alivio lo bañaba al constatar que físicamente, el pequeño parecía estar bien; pero sus ánimos eran más sombríos cada día.

 

Una vez más, con la mirada clavada en Aoyagi, Soubi tomó su teléfono móvil y lo llamó. Desde donde estaba podía oír el móvil de Ritsuka sonar con una dulce melodía, y sus ojos siguieron de cerca cada movimiento que realizó el pequeño para retirar el teléfono de uno de sus bolsillo y detenerse a mirar largamente la pantalla del teléfono mientras éste continuaba sonando.

 

"Contesta, Ritsuka..."

 

Finalmente, con un movimiento fluido y decidido, el pequeño introdujo nuevamente el aparato en el bolsillo de su pantalón y siguió su camino. Aunque moría por oír la voz de Soubi, no tenía nada que decirle. De todas maneras al hombre no le importaba y nunca lo escuchaba. ¿Para qué seguir gastando energías?. Lo mejor sería verlo solo cuando tuvieran que enfrentar una batalla.

 

Los días transcurrieron con la misma monotonía. Soubi llamaba todos los días al chico solo para ser ignorado, y todos los días iba a verlo a la salida del instituto para apaciguar su necesidad.

 

Pero ese día, hacía quince minutos que había sonado el timbre que anunciaba el final del día escolar. Los niños se habían precipitado hasta la salida, gritando y corriendo; pero entre esos niños no vio a su Sacrifice. Aguardó, paciente, de pie en la acera de enfrente. Pero Ritsuka nunca salió.

 

Rápidamente su instinto se agitó, alertándolo. Tomó el móvil y llamó a Yuiko a preguntar por Ritsuka luego de sostener una breve pero amable conversación con la niña.

 

- No... Ritsuka-kun no fue a clases hoy, y tampoco llamó a avisar. Yukio está muy preocupada por él. ¿Soubi-san puede averiguar que le sucedió?. - pidió con sincera preocupación.

- Lo haré con gusto y te avisaré. Jane.

 

¿Dónde podría estar Ritsuka?.

 

Por tercera vez en el día, intentó comunicarse con el pequeño; pero obtuvo el mismo resultado. Frunció el ceño, cerrando los puños con fuerza alrededor del aparato. ¿Dónde se había metido y por qué no atendía su móvil?.

 

Caminó por los alrededores con aires de casualidad, buscando con la mirada al pequeño, pero no lo encontró. Asumió que no había ido al instituto porque permaneció en casa todo el día, así que optó por volver a su departamento donde fue recibido por la típica cálida bienvenida de Kio.

 

- Te noto preocupado, Sou-chan. ¿A caso la madre de Aoyagi-kun llamó a la policía? - preguntó con seriedad, acercándose a su compañero para examinarlo concienzudamente.

- Kio, ya te he dicho que no soy un pervertido. - replicó con cansancio, sentándose pesadamente en la cama, pasando una mano por los cabellos rubios con preocupación.

- ¿Entonces qué? Sé que tiene que ver con el pequeño mocoso. Andas como zombie estos días, así que no hay otra explicación. - insistió, sentándose detrás del rubio en la cama y retirando suavemente de sus hombros el abrigo que éste había olvidado retirarse en la entrada.

 

Soubi no contestó, permaneciendo pensativo. Kio sonrió con malicia y aprovechó para deslizar las manos alrededor de la cintura del hombre.

 

- Soubi, si tanto te gusta el sadomasoquismo, puedo volver a atarte a la cama como las veces anteriores. ¡Prometo que esta vez no podrás caminar por una semana!. - unió su cuerpo a la espalda del rubio, susurrándole al oído. - Vamos, ¿qué dices?.

 

Soubi rió por lo bajo.

 

Seguramente se estaba preocupando sin fundamentos. Esa noche iría a casa de Ritsuka para verlo y asegurarse de que estuviera bien. De seguro el pequeño había decidido pasar el día en casa, en vista de que no se lo veía muy bien últimamente. Seguramente eso era todo...

 

Sintió la húmeda y cálida lengua de Kio acariciar el cartílago de su oreja, arrancándole un estremecimiento.

 

- ¡Kio! ¿Qué te dije sobre eso?.

 

El otro rió como un pequeño travieso.

 

-.-

 

- Ne, Soubi, ¿por qué no vienes a sentarte a mi lado a ver televisión?. - invitó incitante el chico, dirigiéndole una mirada sugerente al hombre que terminaba de lavar los trastos de la cocina.

- Creo que he tenido suficiente de ti por hoy, Kio. - replicó sonriendo. Levantó la mirada para fijarse en la hora, maldiciendo internamente al percatarse que el tiempo se le había pasado. Deseaba ver al niño antes de que anocheciera y éste se fuera a dormir. - ¿Qué no tienes trabajo que hacer?

- ¡Qué cruel eres!. Y yo que vine preocupado por ti para que no te sintieras solo... ¡Humf! ¡Qué desconsiderado! - se quejó, cruzándose de brazos y adoptando su mejor expresión enfurruñada.

 

Soubi le dirigió una mirada divertida antes de dirigirse hasta el colgador para tomar su abrigo y su bufanda, vistiéndose rápidamente. Abrió la puerta del departamento, pero antes dirigió una última mirada a su compañero:

 

- Yo no te pedí que vinieras... Pero de todos modos, gracias. - cerró la puerta de manera precipitada para no tener que oír las protestas del otro, pero de todos modos se alcanzó a escuchar un "¡Soubi hentai desu!"

 

Había pasado un poco de las ocho de la noche y el cielo ya se había oscurecido completamente a causa de las densas nubes invernales que se desplazaban veloces por la bóveda celeste a causa del frío viento que soplaba. Soubi acomodó su abrigo de manera que el viento no penetrara y siguió su camino a casa de Ritsuka, esperando encontrarlo despierto y con una mínima disposición a conversar. Seguramente lo hallaría haciendo los deberes escolares o algo similar.

 

Cuando se paró bajo la ventana del pequeño y notó que la habitación estaba completamente a oscuras, supo que algo no andaba bien. Era nuevamente esa molesta alarma que sonaba en su cabeza, solo que ahora parecía haberse amplificado hasta volverse absurdamente irritante.

 

Con agilidad e impaciencia trepó hasta la habitación, anhelando hallar al pequeño dormido. Empujó las puertas y éstas chirriaron escalofriantemente cuando penetró en la densa penumbra de la habitación vacía. No halló rastros del Sacrifice.

 

Rápidamente sacó su móvil y llamó al chico, implorando que por al menos esta vez contestara la llamada. El teléfono repicó por largo rato y con cada repique las esperanzas de Soubi de poder hablar con el pequeño perecían lentamente.

 

Nadie contestó.

 

Intentó llamar de nuevo, pero ésta vez el teléfono dio apagado. El Figther miró a su alrededor en busca de respuestas o al menos, indicios.

 

"Ritsuka... ¿dónde estás?"

 

-:-

 

Su móvil comenzó a repicar, arrancando al pequeño de las profundas cavilaciones en las que se había sumergido. Parpadeó desconcertado un par de veces, notando con cierto sobresalto que ya había oscurecido completamente y la temperatura había descendido.

 

El frío había penetrado hondamente en su cuerpo entumeciendo sus extremidades y ocasionando un leve temblor, pero no se percató en qué momento sucedió. Su mente se había sumido en un estado letárgico tan profundo que ni si quiera se percató del frío que mordía inclemente su piel. Con movimientos lentos y tontos debido al entumecimiento, extendió la mano para tomar el teléfono y fijarse en el nombre del llamante que desplegaba la pantalla, enterándose de que se trataba de Soubi.

 

Su mente permanecía en blanco, resistiéndose a volver a la realidad. Los pensamientos se articulaban con arduo esfuerzo, las ideas permanecía inconexas. El teléfono dejó de repicar finalmente y Ritsuka lo apagó, manchando de carmesí algunas teclas. Tomando un pañuelo limpió descuidadamente la sangre que brotaba de las heridas recientemente abiertas, su rostro inexpresivo, su mirada vacía.

 

Con dificultad se puso de pie, caminando con pasos lentos fuera del parque hasta llegar a la calle que lo conduciría a su casa. Los alrededores estaban silenciosos y con poca concurrencia. La mayoría de las personas habían optado por permanecer en sus casas esa noche tan fría.

 

Con la cabeza gacha y sin ánimos, el pequeño prosiguió su camino, aferrando a su cuerpo el fino abrigo que llevaba, pues era todo lo que se había puesto cuando salió de su casa esa mañana. Todo el día había transcurrido frente a sus ojos y él ni siquiera lo había notado, sumido en un mundo inexistente y completamente alejado del suyo. Era como si por unas horas, hubiera dejado de existir.

 

Faltaban tan solo unas cuadras para llegar a su casa; no que le importara. Podría pasar la noche en la calle y congelarse; a esas alturas, pasara lo que pasara, le daba lo mismo. Todo lo que una vez parecía ser importante o dar significado a su vida se había esfumado o trasformado en algo que no lo motivaba de la misma manera, dejando al chico sin rumbo ni ambición que lo impulsara.

 

Apenas sintió que alguien lo jalaba con firmeza del brazo, tan sumido en la nada estaba. Frunciendo levemente el ceño, levantó la mirada para enterarse de lo que estaba sucediendo, y se llevó una sorpresa: un hombre maduro y trajeado se había apoderado de su brazo y lo jalaba hacia su cuerpo. Una alerta se disparó en el interior del pequeño, disipando la indiferente calma que reinaba en él. Algo muy oscuro y cargado de morbo se agitaba; podía sentirlo alrededor de ese desconocido.

 

Ritsuka bajó las orejitas gatunas, delatando el miedo que comenzaba a crecer en su interior cuando elevó la mirada para encontrarse con los oscurecidos ojos del hombre, que lo miraban de una manera tan intensa como perturbadora. Una sonrisa malsana que inquietó aún más al chiquillo se dibujó en el semblante del extraño.

 

- ¿A dónde vas, pequeño? - le preguntó con voz que a Ritsuka le sonó antinaturalmente dulce; como si detrás de ella se presagiaran malos augurios. Un estremecimiento recorrió su pequeño cuerpo al pensar que tal vez, las cosas estaban más allá de su control.

- A mi casa... - contestó parcamente, ocultando el temor que crecía por oleadas bañando su cuerpo. Con un movimiento disimulado se liberó del agarre del hombre, alejándose unos pasos de él, mirando intranquilo su alrededor desértico.

- ¿Quieres que te lleve?. Ya está muy oscuro y hace demasiado frío como para que un pequeño como tú ande solo por las calles. - se ofreció el otro, empleando el mismo tono falso mientras nuevamente cubrir con su figura la pequeñez del chico. Ritsuka se estremeció nuevamente, alejándose un par de pasos más.

- N-no, yo puedo solo...

 

-.-

 

Cerró con sigilo la puerta principal, entrando de lleno en las sombras que invadían su hogar a esas horas de la noche. Sus padres de seguro estaban durmiendo y al parecer, no se percataron de su ausencia.

 

Aún tirititando, tanto de frío que calaba sus huesos  como por la mezclas de emociones, se retiró el abrigo que había cubierto pobremente su cuerpo del inclemente clima. Aún podía sentir su sangre deslizarse por sus brazos cuando se suponía que debía haber cesado en el parque. El forcejeo con el hombre de seguro había abierto aún más las heridas infligidas sobre su piel. Sin darle mucha importancia, subió hasta su cuarto en total silencio para tomar un baño caliente que devolviera la temperatura a su cuerpo y luego meterse a la cama.

 

Cuando empujó la puerta de su habitación y sintió algo moverse en medio de las tinieblas, sintió que el corazón podría haberle salido del pecho por el susto. Pero rápidamente la figura invasora se situó bajo un halo de luz lunar y le permitió reconocer la figura del Figther bañada en fantástica luz celeste, haciéndolo ver sublime.

 

- ¿Qué haces aquí? - fue lo primero que salió precipitadamente de sus labios. Antes de que pudiera emitir otra palabra, la silueta del hombre se abalanzó sobre él para envolverlo en un estrecho abrazo posesivo, apretándolo con fuerzas contra el pecho del mayor. Ritsuka se removió incómodo y adolorido debido a la efusividad de la muestra de cariño tanto como por su intensidad. - Soubi... me lastimas... ¡Suéltame!

 

Agatsuma se tomó su tiempo antes de obedecer. Incrementó la intensidad del abrazo cuando sintió al pequeño resistirse, demasiado aliviado de verlo como para permitir que se alejara de él nuevamente tan pronto. Cuando lo vio cruzar la puerta, Soubi sintió el impulso de gritar de alegría al verlo a salvo luego de pasar largas horas bajo la incertidumbre. Ritsuka podría estar en problemas y él nunca se habría enterado. Le provocaba tal alegría verlo nuevamente, que no le importaba si su Sacrifice se enfadaba aún mas con él. Solo quería tenerlo en sus brazos.

 

- Soubi, yamerou... ¡Soubi!

 

El hombre, haciendo oídos sordos a las órdenes, acunó el infantil rostro entre sus manos y lo cubrió de rápidos besos, bañando cada centímetro de piel desde la frente hasta el mentón pese a la reticencia y protestas del pequeño. Cuando finalmente sintió que su angustia había sido menguada, y mas satisfecho, el rubio se alejó del niño, acariciando sus brazos para luego tomar sus manos con las suyas.

 

Dirigió la mirada en la unión de sus manos al sentir algo extraño, pero no vio nada aunque definitivamente podía sentir algo húmedo y frío.

 

De un veloz movimiento encendió la luz de mesa y su corazón dio un vuelco al notar que había manchado el interruptor de la lámpara con un líquido carmesí que reconocía muy bien. Sus ojos inmediatamente gravitaron hasta Ritsuka, que se remitió unos pasos, cruzándose de brazos y dirigiéndole una mirada desafiante.

 

El mayor no dudó en examinarlo, haciendo al pequeño chillar y retorcerse bajo su agarre cuando lo tomó de los brazos desnudos, obligándolo a extenderlos. Distintos tajos se entretejían en la piel pálida de sus pequeños brazos tiñendo de rojo sus miembros como si de un horrible cuadro se tratase. La mirada horrorizada e interrogante de Soubi se clavó en los ojos del niño, pero Ritsuka tan solo volvió a cruzarse de brazos y alejarse otros pasos hasta ir al baño, ignorándolo por completo.

 

- Ritsuka, ¿qué pasó?.

- Nada. - replicó tajante. - Quiero que te vayas. - ordenó, cerrando la puerta del baño sin demasiados miramientos y procediendo a desvestirse para tomar el baño caliente que tanto anhelaba.

 

Pasó un buen cuarto de hora sumergido, sintiendo el vapor devolver el vigor y el color a su cuerpo, calentándolo y llenándolo. Moretones comenzaban a asomarse sobre uno de sus brazos y muñeca como resultado del forcejeo con el depravado que había encontrado en la calle, así como la mejilla derecha ahora lucía levemente púrpura e inflamada.

 

"Vamos pequeño, prometo comprarte lo que quieras si vienes conmigo..."

 

Sonrisa aviesa, manos hábiles e intrusas, veloces recorriendo su cuerpo de una manera que le hacía percatarse de cuán pequeño, indefenso, débil y expuesto era realmente.

 

"Sé un buen niño y compórtate. No te haré daño"

 

Limpió sus heridas con algodón y extremo cuidado que resultaba incongruente con aquel rasgo destructivo que había despertado recientemente en él. Pero hacerlo de ese modo le brindaba una inefable sensación de normalidad; como si él mismo no hubiera sido la persona enferma que puso esas heridas sobre su carne.

 

Cuando salió del baño, ya listo para dormir, se sorprendió al ver que Soubi permanecía en su cuarto, sentado en la cama, cuando claramente él le había ordenado que se retirara. Una veloz corriente de enojo lo recorrió de pies a cabeza, sintiéndose indignado por la deliberada desobediencia del Figther.

 

- Te dije que te fueras. - repitió, mirándolo enfadado. - Quiero dormir.

 

Soubi lo miró de manera indescifrable y luego se movió unos centímetros, haciéndole un lugar en la cama.

 

- Puedes dormir aquí. Esta noche yo te cuidaré.

- ¡No te quiero aquí! ¡Quiero que te vayas! ¡No quiero verte! - largó, perdiendo el aplomo tan rápido como el desmoronamiento de un castillo de barajas.

 

Apenas terminó de pronunciar esas palabras en ese tono tan furioso y dolido, Ritsuka se percató de que seguramente sonaba como un pequeño malcriado. Pero no se sentía con ánimos de seguir enfadado con su Figther por mucho que se lo mereciera, y si éste permanecía a su lado, el chico sabía que terminaría cediendo ante su tersa voz, su aroma, su piel, su calidez...

 

 Soubi permaneció inmutable ante el exabrupto, cosa que agitó aún más a Ritsuka. Si el Figther se negaba a obedecerlo, no había mucho que él pudiera hacer.

 

- No vas a irte, ¿verdad?

 

Soubi sonrió y negó con la cabeza.

 

- Quiero estar aquí.

 

Ritsuka le dirigió una mirada disconforme y se acercó a la cama refunfuñando. Inmediatamente se metió bajo las cobijas, anhelando su suavidad y confort. Quería entregarse nuevamente a la inconciencia y hacer sus males desaparecer.

 

Sintió a Soubi acomodarse a sus espaldas y luego sus elegantes dedos acariciar sus cabellos con lentitud acariciante; luego sus orejitas y finalmente, deslizó un dedo por la línea de su mandíbula. Aoyagi hizo acoplo de toda su voluntad para no comenzar a ronronear de placer bajo esas caricias administradas con experiencia.

 

- Ritsuka... - le susurró al oído. El niño podía sentir su cálido aliento chocar contra su piel, provocándole un intenso choque eléctrico que murió en su bajo vientre con un placentero cosquilleo. - Sukidayo...

 

Ritsuka cerró los ojos, conteniendo las lágrimas, demasiado débil como para enfadarse siquiera con el hombre. Sencillamente olvidaría lo que había oído y se entregaría al vacío...

 

Soubi, insatisfecho con el silencio del niño cuando en esas circunstancias, el adulto necesitaba mucho más de él, lo tomó del mentón con suavidad, coaccionándolo a elevar el rostro y abrir los melancólicos ojos violetas.

 

Agatsuma sonrió para sí, fascinado de la dependencia enfermiza que había desarrollado por el chico; una dependencia que iba más allá de Sacrifice-Figther, una necesidad de comunión mucho más demandante, inefable y abrumadora. Necesitaba todo de Ritsuka, lo quería todo. Pero hacer tales demandas a un niño era pernicioso. Su Ritsuka aún era demasiado pequeño y falto de madurez para poder brindar todo lo que el mayor necesitaba de él, así que se veía forzado a enterrar sus necesidades en algún oscuro rincón hasta que llegase el día en que pudieran aflorar.

 

Soubi abrió la boca para hablar sin estar muy seguro sobre qué decir, pero Ritsuka se le adelantó, mirándolo con reproche y cierto grado de congoja:

 

- ¿Por qué estás aquí? Te dije que no te quería cerca mío... ¿Por qué no me obedeces?

 

Soubi sintió que una incontrolable sonrisa se dibujaba en sus labios. La respuesta era tan obvia que le sorprendía que el pequeño, pese a su inocencia, ya no la hubiera decodificado. La imperante necesidad que sentía de saciarse con la presencia del chicuelo superaba los años de entrenamiento que pretendían hacerlo seguir directivas al pie de la letra, como una máquina.

 

- Ya te lo dije: quiero estar contigo esta noche porque te amo.

 

Para su incomodidad, Ritsuka pareció aún más contrariado con su respuesta, lo cual ya era de esperarse. Últimamente todo lo que salía de su boca lograba tener la sigiente consecuencia no intencionada: el niño se enfadaba aún mas, o se entristecía aún mas, atrapando al adulto en una especie de intrincada paradoja, pues nada de lo que dijera sería correcto. Tampoco guardar silencio, pues había constatado que Ritsuka hallaba particularmente irritante esto.

 

- No sabes lo que dices. - soltó de mal grado el mas joven, acomodándose nuevamente para ponerse a dormir, pero Soubi lo tomó del hombro y lo puso boca arriba para encararlo, sus rostros a pocos centímetros de distancia.

 

Ritsuka podía sentir su corazón latir vivamente en su interior, haciéndole entender que si bien se sentía como muerto, aún no lo estaba y tenía el caluroso efecto que la cercanía de Soubi producía para avalarlo.

 

- Ritsuka, no seas cruel.

- Eso te lo digo yo. - replicó escueto, sin apartar la mirada de él. Soubi lo observó en silencio, calibrando sus posibilidades.

- Esa no es mi intención, solo quiero amarte.

- ¡Ya deja de repetir eso! - estalló el chiquillo, empujándolo para quitárselo de encima e intentar huír, pero el rubio lo sujetó del brazo con suavidad, manteniéndolo en la cama. Ritsuka se giró para enfrentarlo, con lágrimas en los ojos. - ¡Tu solo mientes y mientes! ¡No sabes lo que es el amor! ¡El que mi hermano te haya ordenado amarme no quiere decir que sea amor verdadero!

 

La mirada en esos ojos celestes era de perplejidad. Soubi había quedado sin palabras, como si las palabras que le fueran dirigidas hubieran sido en un idioma desconocido o carecieran completamente de sentido. Tan solo atinó a dar un tirón del pequeño para acogerlo entre sus brazos con posesividad, deseando expresar con tal gesto todo lo que no podía hacerlo con palabras. Ritsuka se retorció y protestó por un buen rato tendiendo como resultado el incremento del abrazo hasta que finalmente, agotado y derrotado, se dio por vencido y comenzó a sollozar.

 

El mayor lo sostuvo por harto rato, volcando toda su devoción y sentimientos sin expresar en esa espera infructífera. Acarició los cabellos del niño, besó sus mejillas y bebió de sus lágrimas hasta que la intensidad del llanto comenzó a mermar, reduciéndose a quedos gimoteos.

 

- Déjame quedarme esta noche, Ritsuka. - susurró implorante a su oído, sosteniéndolo con firmeza entre sus brazos. El pequeño no emitió sonido, permaneciendo inmutable, la mirada vacía y fija en un punto inexistente de la pared. Soubi comenzó a mecerlo con suavidad, arrullándolo.

 

Ritsuka suspiró, y fue un suspiro que se expidió fuera de su organismo la angustia que lo había poseído en esos momentos de descontrol.

 

Cuando el niño se acurrucó contra su pecho emitiendo un breve gemidito de satisfacción, Soubi asumió que su petición había sido aceptada y se acomodó sin permitir que la figura del pequeño se separara de la suya. Ritsuka permitió que el mayor lo acomodara sobre su pecho sin resistirse, descansando la cabeza en la hendidura del delicado cuello del Figther, aspirando su aroma.

 

- Soubi...

- ¿Si?.

 

Guardó silencio, presa de la inseguridad. Estaba convencido que si lo decía, por la mañana, cuando estuviese nuevamente libre del influjo de la adictiva presencia de Agatsuma, se arrepentiría de haber sido tan sincero; así que optó por callar.

 

Soubi atendía los brazos del pequeño prodigándoles caricias sutiles, como toques de pluma, sintiendo los surcos abiertos sobre la carne con un oscuro sentimiento de fracaso.

 

El pequeño rodeó su cintura buscando una posición más cómoda y mayor contacto con el cuerpo de su acompañante con la inocencia libre de segundas intenciones que  caracterizaba a los niños de su edad. Mientras, los ojos azules parecieron ser llamados por esa muñeca amoratada que yacía sobre su vientre con casualidad. Lentamente extendió una mano para sentir la zona injuriada, percibiendo inflamación y fiebre.

 

Su garganta se cerró a causa de la magnitud de las emociones que lo embargaron en ese momento. Se enfocó en el pacífico rostro casi inconciente que descansaba sosegadamente sobre su pecho, ajeno a las atribulaciones que lo acongojaban.

 

- Ritsuka... - susurró, esperando que el chico aún no se hubiese dormido y pudiese liberarlo de esa inquietud. Ritsuka agitó un par de veces una oreja, como si deseara desaparecer la molesta voz que intentaba apartarlo de su sueño casi concretado.

 

El mayor tomó el pequeño rostro en una mano, elevándolo para que el niño lo encarara. Con resignada reticencia, Aoyagi abrió levemente los ojos, las lagunas amatistas veladas por espesas pestañas negras. Soubi no resistió la tentación de posar un casto beso sobre esos rosados labios entreabiertos, provocando que el niño se despabilara y lo mirara acusador.

 

- ¿Qué te pasó aquí? - le preguntó con suavidad, dejando viajar un par de dedos sobre la muñeca magullada. Ritsuka lo miró ceñudo unos instantes antes de volver a apoyar la cabeza sobre su pecho, haciendo ademán de continuar con la actividad que había sido interrumpida.

 

Pero cuando el rubio volvió a insistir, tomándolo de los hombros y poniéndolo de frente a él, Ritsuka finalmente pudo percibir que su Figther estaba actuando de manera poco usual en él. Soubi nunca le preguntaba sobre los rasguños, raspones o moretones que solía acoger en su cuerpo, la mayoría realizados por su madre; tampoco solía ser tan persistente cuando él se negaba a hablarle. Todo esto lo puso a pensar, analizando la causa de la infrecuente conducta del mayor.

 

No fue hasta que Soubi comenzó a mordisquear una de sus orejitas felinas que se percató que nuevamente se había sumido en sus cavilaciones. Irritado, alejó la cabeza de esos labios invasores. Tenía que sacar al hombre esa mala costumbre que tenía de morder sus orejitas, aunque lo hiciera de manera juguetona.

 

- ¿Y bien? - instó, sonriéndole cálidamente de manera desconcertante. Ritsuka se enfurruñó, le dio la espalda y se acurrucó en el otro extremo de la cama, lejos de Soubi y sus dientes.

 

No tardó en sentir el cálido cuerpo del mayor envolverlo; sus brazos cerrarse alrededor de su cintura, su mejilla apoyarse en la suya, el pecho del mayor pegado a su espalda de modo que sentía su respiración pausada y sus largas piernas entrelazarse con las suyas. Cada centímetro de sus cuerpos estaban unidos de manera tan íntima, que el pequeño se sonrojó, mas no rechazó el contacto. En un inefable sentido, le resultaba tranquilizador, correcto. Apropiado.

 

Soubi comenzó a frotar su nariz en la curvatura de su cuello, repitiendo una y otra vez su nombre, cada vez con mayor rapidez hasta propinar a su nombre una entonación casi desesperada. Lo llamaba una y otra vez a medida que dejaba húmedos besos en su cuello y en la línea de su mandíbula, posándose finalmente en su lóbulo para mordisquearlo.

 

Ritsuka sintió que su cuerpo estallaría de tanto placer. El solo sentir sus labios sobre su piel enviaba choques eléctricos a todo su cuerpo que finalmente terminaban anidándose en su bajo vientre, incrementando el cosquilleo que sentía hasta el punto de hacerse incontrolable. Jadeó en busca de aire, intentando escapar de esas sensaciones que nunca antes había experimentado, aunque realmente no deseara ser liberado.

 

- ¡So-Soubi!. - exclamó, apoyando una mano en el pecho del hombre, empujándolo con suavidad y sin convicción alguna. El rubio cesó con sus caricias para mirarlo a los ojos, deleitándose con sus mejillas sonrojadas que eran testigos de su inexperiencia.

- ¿Me lo dirás?.

 

Ritsuka apretó los labios y frunció el ceño. Agatsuma comprendió que había cometido otro error. No debería presionar de ese modo, pero no podía evitarlo. La idea de que Ritsuka se estaba alejando de él día a día y que pronto lo dejaría atrás le era intolerable. Necesitaba sentirse cerca suyo, necesitaba que el pequeño se abriese a él.

 

Aoyagi volvió a darle la espalda, posicionándose para dormir. Un largo silencio los envolvió. Soubi, apoyando la cabeza en la mano, no fue capaz de arrancar la mirada de la figura que reposaba.

 

- Fue un hombre. - murmuró el niño, su voz irrumpiendo en el silencio casi irreal que se había suscitado. Soubi parpadeó desconcertado, sintiendo una punzada en el pecho. - Un hombre muy raro...

 

Agatsuma tuvo que contenerse para no demandar más explicaciones y formular preguntas inquisitorias. Se conformó con la pequeña victoria y volvió a su posición, abrazando la silueta del pequeño.

 

-:-

 

Continuará....

 

 


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