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FROZEN por Claudia

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Notas del capitulo: Hola a tod@s. Muchas gracias por sus reviews. Hasta el momento el fic ha recibido buenos comentarios. Deseo que este capitulo sea de su agrado, y que dejen sus reviews. Ahora si, a leer!!!!!!!!!!!!

 

Arrimado contra la base de madera, sintió la mano de Isaac tapándole la boca.

- Si te pones a llorar te estrangularé, te lo juro Hyoga.

El chico retiró su mano y Hyoga pudo tomar un gran sorbo de aire. Comenzaba a faltarle y estaba cada vez más cerca del llanto. La puerta se había abierto, sólo un poco y tenía una abertura que dejaba entrar la luz del diminuto pasillo que separaba la habitación de los discípulos de la de Camus, sin embargo nadie había entrado. Ese tiempo había sido suficiente para que Isaac llevara casi a rastras a Hyoga dentro del armario. Era estrecho, con algo de incomodidad cabían allí, habiendo doblado las piernas y muy juntos el uno del otro. El rubio sentía que a pesar de que la puerta del armario tenía rendijas horizontales para mantener aireada la ropa, se estaba ahogando.

- Bien, tomemos las cosas con calma. Yo… yo creo que no hay nada que temer… si actuamos como es debido, no… no hay nada que temer –hablaba Isaac en voz baja junto al oído de Hyoga. El rubio estuvo apunto de soltar una risa en vez de los sollozos que estaba conteniendo en el pecho. Sobre sus cabezas colgaban diferentes prendas sujetas de percheros, algunas de ellas los estaban rozando.
- Pero si eres tú el que está temblando –articuló Hyoga mientras una de sus manos se cerraba sobre un mechón de cabello y lo tironeaba un poco.
- Eso… ¡eso es por tu culpa! Me estás poniendo nervioso.

Hyoga colocó su mano libre en la puerta del armario y empujó, lo que produjo que la madera crujiera un poco. Con rapidez Isaac cogió esa mano y la mantuvo en la suya.

- ¡Idiota! ¿Qué estás haciendo? –dijo en tanto sentía como se estaba debatiendo Hyoga. Contuvo el aliento y notó gotitas de sudor formándose en su frente. Así no iban a tardar en descubrirlos.
- Voy a salir de aquí, voy a decírselo todo, no soporto más esto. Ya no lo soporto.

El rubio abrió sus párpados cuando sintió la mano de Isaac apretándole el cuello, con tanta fuerza que le iba a dejar marcas. En ese momento dejó de forcejear.

- Te dije que lo haría, si me obligas no dudaré en hacerlo Hyoga. Y si te defiendes Camus terminará sabiéndolo todo por el alboroto y será peor para ti y para mí, así que cierra el pico y estate quieto.

Isaac apartó su mano. El rubio estaba tocando su cuello con cuidado, palpando. Los enormes ojos celestes estaban vidriosos por unas lágrimas que se estaban formando en ellos y que no tardarían en salir. Isaac suspiró para luego hablar con calma.

- Tenemos una oportunidad, si Camus demora un poco más saldremos a toda velocidad y escaparemos a través de la ventana antes de que pueda vernos. No regresaría en dos semanas ¿recuerdas? Es probable que olvidara algo, algo importante, seguro después de que lo tenga volverá a irse.  El no tiene porqué saberlo, además… además talvez ni siquiera note nuestra presencia… ¡Sí! ¡Eso!

Esta vez Hyoga apretó sus labios con el dorso de su mano para no soltar la risa. A estas alturas Camus debía de saberlo todo, aún si ocultaban su presencia el maestro siempre lo sabía todo. Nada podía escapársele, estaba siempre atento a lo que ocurría alrededor, sobretodo si se trataba de sus discípulos.

- ¿Tú lo crees?

Isaac asintió con lentitud en tanto estiraba el brazo para tocar sus pies. Abrió la boca. En su apresurada huida había olvidado sus zapatos en la habitación. Hyoga sonrió al verlo. Una lágrima rodó por su rostro y la limpió al instante.

- No son sólo tus zapatos Isaac. ¿Tú crees que haya algo en el mundo, algo capaz de hacer que Camus no se de cuenta de lo que pasa alrededor? ¿Tú crees siquiera en la remota posibilidad de que algo pueda distraer a Camus? Anda sabelotodo ¡dímelo!

El pulgar de Hyoga estaba apretando su garganta, sobre la unión de las clavículas, como si quisiera provocarse una nueva marca.

- Eres un estúpido, y más lo soy yo por hacerte caso… me lo merezco, me lo…

La puerta de la entrada se abrió por completo, los aprendices pudieron verlo a través de las rendijas del armario. Una persona entraba en la habitación. Estaba vestida con un largo manto con capucha que cubría la cabeza, con botones hasta la altura de las rodillas, algo del gusto de Camus y propiedad de él. Pero esa no era la presencia de Camus. Hyoga cruzó una mirada con su compañero. Isaac le hizo un gesto de negación con la cabeza.

- “¿Quién es ese?” –dijo Hyoga sin abrir la boca. 
- “No lo sé” –le respondió Isaac de igual forma.

El extraño tiró la capucha hacia atrás, dejando ver su rostro y sacudiéndose el cabello con los dedos antes de desabotonar el traje.

- Hey, se supone que están en verano –dijo, dirigiéndose hacia la puerta abierta. Sopló un poco de aliento entre sus palmas y luego las frotó–. Me estoy muriendo de frío. Oí que aquí la temperatura podía alcanzar los 38 grados centígrados en verano.
- No es algo frecuente. ¿Qué esperabas? Si estamos en la mismísima Siberia.

Hyoga dio un respingo, esa era la voz de Camus, tragó en seco y sus pies golpearon la puerta de madera. El extraño volvió la cabeza hacia el armario y lo observó con atención por bastante tiempo. Isaac comenzó a respirar con dificultad. El rubio pensó que ese hombre iba a dirigirse a donde ellos estaban y que de un sólo movimiento abriría la puerta para dejarlos en descubierto.

Sin embargo no fue así. El extraño terminó de quitarse el traje y lo colgó en el perchero junto a la puerta. Fue hacia la cama y se tiró de espaldas, dando un ligero rebote. Había cruzado las manos debajo de la nuca, y sus codos, al igual que su rostro estaban dirigidos hacia arriba.

Su cabeza comenzó a contornearse, estaba tarareando una melodía que Hyoga recordó haber escuchado en la mansión Kido hace mucho tiempo. Luego el hombre volvió su rostro de nuevo hacia el armario, haciendo que el rubio se quedara de una pieza y contuviera lo más posible su respiración, le parecía que esos ojos azules estaban fijos en los suyos, observándolo al detalle.

- ¿Qué tanto estás haciendo allí? –preguntó el extraño con una voz varonil y algo divertida.

Luego sonrió y por muy extraño que le pareciera Hyoga le respondió con otra sonrisa. Los habían descubierto, ese hombre lo sabía, no tardaría en descubrirlos Camus, no tenían ninguna oportunidad. No dejaba de sonreírle a ese tipo, el cabello azul, largo y ondulado, se agitaba con el movimiento de su cabeza, seguía con su tonada alegre y ahora acompañándola con sus pies. No había nada más que hacer, él e Isaac estaban perdidos.

En ese momento Camus entró en la habitación. Hyoga había bajado los ojos, resignado. Volvió a ver a Isaac, éste tenía una mano sobre el pecho y respiraba pesadamente. Hyoga colocó su mano sobre la suya, y aunque no recibiera ninguna respuesta a su gesto y la mano de su compañero quedara igual de quieta y fría que al inicio, se sintió un poco aliviado. Todavía faltaba lo peor. ¿Cuánto tendrían que esperar? Ese juego del gato y el ratón no le gustaba, si iban a reprenderlos, si iban a descubrirlos que lo hicieran ya. ¿Para qué prolongar lo inevitable? Estaba por abrir la puerta cuando escuchó un estornudo. Miró por la rendija y vio a un Camus demasiado rígido, sosteniendo una taza de té humeante.

- Creo que tengo algo de fiebre –dijo Milo frotándose debajo de la nariz con el dedo índice. 
- Toma esto, te ayudará a entrar en calor –dijo Camus en tanto ofrecía la taza de té a su invitado. Este se sentó sobre la cama, cogió la taza y la mantuvo entre sus dos manos para calentarlas, luego probó un poco.
- Sabe bien. ¿Lo hiciste tú?

Camus asintió con la cabeza.

- Tengo algo más –abrió el cajón de la gaveta al frente de él y sacó un paquete de cartón que comenzó a abrir.

Mientras tanto Milo se ponía de pie, se dirigía en silencio al otro muchacho y colocaba las manos en sus hombros para luego pegar su cuerpo al suyo, por detrás. Eso hizo que Camus se sobresaltara, sostenía la caja, buscaba un lugar hacia donde mirar y algo razonable que decir.

- ¿Nervioso? –Milo tenía una medio sonrisa dibujada en el rostro.
- No, sólo… Es mejor… es mejor que comas algo, has viajado por muchas horas, te ves cansado, debes tener hambre –dijo Camus, deteniendo su mirada en una esquina de la habitación, donde unos zapatos verdes con las agujetas sin atar estaban tirados.
- De acuerdo, haré lo que me dices, pero antes deberás darme un abrazo, uno muy fuerte.

Milo hizo que Camus se volviera, para tenerlo frente a él. Camus ahora miraba hacia la puerta cerrada. Sin pensárselo el joven de cabellos azules lo aferró en un apretado abrazo, acortando la poca distancia que los separaba.  Él hizo lo mismo, pasó sus manos alrededor de su cintura y dejó a Milo hundir su rostro en su cabello. El espejo reflejaba la figura de los cuerpos unidos, uno junto al otro.

Milo fue el primero en separarse. Camus estaba mirando hacia el piso, se había puesto aún más rígido que antes. No confrontaba los ojos azules del otro muchacho. El caballero de Escorpio cogió ese rostro entre sus manos para levantarlo y poder mirar a los ojos que tanto deseaba ver. Sus miradas se encontraron, el rubor ascendió a las mejillas de Camus, haciendo que Milo sonriera.

Se hizo a un lado, esta vez para observar lo que el caballero de Acuario estaba afanado en abrir.

- Budín de chocolate… –Milo llevó una mano a su cabeza y soltó una risita– ¿en dónde lo conseguiste?
- En la tienda de la esquina.

Camus se había puesto de costado y estaba ocupadísimo en sacar el contenido de la caja para ponerlo en un plato de cerámica. Milo se dirigió hacia la cama y lo observó largamente mientras Camus hacía lo suyo. Le había crecido el cabello desde la última vez que se vieron, sin embargo algo que no cambiaba en el caballero de Acuario era esa timidez extrema que formaba parte de su personalidad, la cual atraía siempre a Milo y terminaba haciéndolo perder la cabeza. Sólo él había visto esa faceta de Camus y estaba orgulloso de que fuera así.

Hyoga e Isaac habían pegado mucho los rostros a la puerta del armario, algo estaba fuera de lugar allí, algo que en ese momento no entendían y es que Camus en verdad se veía diferente. El rubio siguió la dirección de los ojos del extraño, que en ese momento observaban el dorso de unas piernas y glúteos con descaro. Sonreía para sí ya que Camus no lo observaba. Hyoga frunció el ceño. ¿Quién era ese? ¿Por qué miraba así a SU maestro? El miedo inicial se había convertido en curiosidad, y esa curiosidad cedía su lugar al desconcierto, de forma instantánea y sin tener que mediar nada más que el insólito comportamiento de Camus.

El caballero de Acuario entregó el plato con su contenido a Milo, éste cogió la cucharilla y se dispuso a comerlo en tanto se arrimaba al centro de la cama. La mano del caballero de escorpión dio dos palmaditas sobre las sábanas a su costado para que su acompañante se sentara allí. Camus se acomodó en el lugar indicado, sin dejar de observarlo.

- Espero que te guste, tiene nueces, es de chocolate –dijo muy bajo Camus. 

Milo terminó de pasar el bocado para mirarlo y poder hablar.

- Está rico –le dijo, en tanto recargaba otra vez la cucharilla.

Sin esperárselo Camus tenía frente a él un trocito de pastel que Milo le ofrecía. Abrió la boca y lo degustó también. Era cierto, estaba delicioso.  Milo se acostó, apoyando su nuca  en la almohada para seguir comiendo. El otro hizo lo mismo, mientras apoyaba la cabeza en un codo para mirarlo con detenimiento, hasta que Milo se inclinó, con la cucharilla en dirección a la boca de Camus, éste esperaba otra nueva porción de pastel, pero Milo estaba untando sus labios con el merengue de chocolate.

Al caballero de Acuario no le pareció una mala idea ya que comenzó a lamer el chocolate, frente a lo cual Milo dejó el pastel y colocó ambos brazos a los lados del rostro de Acuario, aprisionándolo, sin salida, sin posibilidad de escape. Milo parecía presa de un hechizo, no podía dejar de observarle los labios donde aún quedaba un poco de betún. Camus sintió sus mejillas volver a arder frente a esos ojos hambrientos, no de budín, sino de él. Milo observó los ojos de Camus antes de acercarse y le ofreció una sonrisa cálida y dulce, capaz de fundir cualquier cosa, incluso el corazón del santo de acuario. Las pupilas de Camus se dilataron, luego se entrecerraron sus ojos turquesa. Era justo la señal que el caballero de Escorpio esperaba. Sin esperar más acercó sus labios a los de Camus, tan cerca como para sentir su aliento, y cuando estuvo a escasa distancia comenzó a lamer los restos de merengue que había en ellos. Su lengua traviesa rozaba con tiento esa boca dulce y carnosa. Milo sintió a su cuerpo traicionarle y que la razón se le escapaba de las manos. En ese momento estaba bajo el embrujo de Camus. Era esa posición, el color azul acero de su cabello, el espacio de piel que distinguía en el comienzo de los hombros, era el calor que estaba desprendiendo ese cuerpo. Lo percibía todo, todo… Sentía sus sentidos tan llenos de Camus. Ahora su cuerpo experimentaba el fuerte e incontenible deseo que sentía cuando estaba cerca de ese hombre. Se separó un poco, Camus había cerrado los ojos, tenía los labios entreabiertos, como si eso fuera un sueño para él.

- Milo… el pastel… –logró articular Camus haciendo un esfuerzo.
- Si supieras como me siento en estos momentos… –le susurraba muy suave Milo junto al oído y una de sus manos le acarició el cabello–  he esperado casi un año, he cruzado todo un continente para poder estar contigo. ¿Crees que quiero comer pastel? Lo único que necesito es a ti, ahora, siempre. 

Camus entreabrió los ojos cuando sintió la boca tibia y suave pegada a la suya, el ligero movimiento, la ternura, lo delicado de un beso por largo tiempo esperado. No pudo más que corresponder con la misma gentileza. Percibía el sabor de Milo, el aliento cálido abrasándolo, esa esencia que era un afrodisíaco irresistible. Levantó el mentón para unir más sus bocas, sus labios se abrieron un poco, Milo había inclinado la cabeza, buscando un ángulo perfecto de unión entre ellos dos. Estaban fundidos en un beso. Los brazos de Camus se levantaron para rodearle la espalda.

En el armario, dos muchachos abrieron enormes los ojos al mismo tiempo.

 

Notas finales: Es todo por ahora, nos vemos en el próximo capi. Gracias por leer y dejen sus reviews!!!!

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