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Sentimientos ocultos, pasiones prohibidas por makino tsukushi

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Notas del capitulo:   Hola ^^, antes que nada les pido disculpas por la larga demora, es que entre el trabajo y el estudio no tengo tiempo de nada T-T, y lamentablemente estoy muy poco tiempo frente a la pc. Pero como dije antes no pienso abandonar el fic, XD. De hecho ya llevo escrito mas de la mitad de la historia así mil disculpas y gracias como siempre por la enorme paciencia que me tienen.
 

Capítulo 13. Miedos

 

 

Llamó por tercera vez a la puerta, y al presentir que nadie le respondería, giró lentamente la manija y abrió. Como suponía, Elías se había marchado. Despacio, ingresó a la alcoba deteniéndose junto a la cama. Las sábanas estaban revueltas y en el aire aún podía olerse el perfume del muchacho. Se sentó en el borde del lecho y vagó la mirada por toda la habitación. Durante el resto de la noche había intentado pensar de qué forma mantenerlo a su lado. Nada se le había ocurrido.

Buscó su teléfono celular en el bolsillo de su saco y marcó un número de sus contactos.

-Gabriel -susurró cuando el publicista contestó-, hoy no voy a ir a la empresa. Traté de comunicarme con Lorena pero parece que trae el celular apagado, ¿podrías pasarle mi mensaje en cuanto la veas? 

Y sin ánimos ni deseos de contarle a su amigo el porqué de su ausencia en el trabajo, se excusó prometiendo que después hablarían y cortó la comunicación.

Marcó al celular de Elías y una monótona voz le informó que el teléfono estaba apagado o fuera del área de servicio. Con un brusco movimiento cerró la tapa del aparato y lo tiró en el lecho.

La puerta se abrió y un majestuoso y despreocupado Tomás hizo su aparición. Sin prestarle la más mínima atención a su dueño, trepó a la cama y se dispuso a dormir. Joshua lo miró; había escuchado que los gatos absorbían las malas energías y que presentían cuando las personas estaban enfermas o tristes.

-¿Y de qué forma me podés ayudar, Tomás? -le preguntó al animal, que parecía más interesado en su siesta que en las palabras del empresario-. ¿Qué puedo hacer con Elías? ¿Cómo puedo disculparme? ¿Qué puedo hacer para que se enamore de mí?

Sonrió, pero su sonrisa estaba lejos de mostrar alegría. El felino abrió apenas los ojos y los volvió a cerrar, poco y nada podía hacer para ayudar al humano. El empresario observó meditabundo a su fiel compañero y distraído le acarició suavemente la cabeza; el animal correspondió con un placentero ronroneo. Mas la mente del millonario estaba en otro lugar, muy lejos de allí.

Bruscamente se puso de pie, sobresaltando al gato. Metió las manos en los bolsillos y caminó por la habitación como si de un león enjaulado se tratara. No estaba dispuesto a rendirse, había llegado demasiado lejos y no sacrificaría lo conseguido hasta el momento. Algo se le ocurriría para seguir manteniendo a Elías a su lado. No lo dejaría ir tan fácilmente; si era posible lo obligaría. Necesitaba calmar ese deseo que quemaba su piel hasta llegar a lo profundo de su alma. En su memoria habían quedado grabados a fuego los gemidos: dulces sonidos que había arrancado de la boca del muchacho, imposibles de olvidar. Deseaba volver a sentirlos, anhelaba volver a arrancar aquellos hermosos gritos de placer y ser el único y exclusivo dueño del aquel poético concierto.  

Observó su mano. La había vendado ocultando la herida que él mismo se había provocado. Era la marca de su desdicha, que pronto se encargaría de enmendar. Buscaría a Elías y lo obligaría a regresar.

 

 

Se encerró en su cuarto hasta asegurarse de que su madre y sus hermanos se habían marchado. Apagó el celular. Seguramente Joshua intentaría localizarlo cuando se percatara de que se había ido. No deseaba enfrentarlo después de lo ocurrido y tampoco volvería a la empresa. Por la tarde llamaría a Gabriel para solicitarle la paga de su sueldo, devolvería la tarjeta de crédito que Joshua le había entregado y que él no había usado, y de ese modo pondría fin a todo ese asunto.

El reloj marcaba las once de la mañana. Acomodado en su lecho, y con los tímidos rayos del sol filtrándose por la ventana iluminando la habitación, el muchacho no hizo más que auto reprocharse mentalmente por sus acciones de la noche pasada. Sabía, desde el preciso momento en que había aceptado la propuesta de Joshua, que las cosas no resultarían. Y estaba plenamente consciente de que tarde o temprano tendría que ceder a las peticiones del empresario. Pero lo que no podía permitirse bajo ningún concepto era ser complaciente con él. Él "no" lo disfrutaba y tampoco deseaba tener más intimidad con Joshua. Sus reacciones se debían a una larga abstinencia sexual y poco tenía que ver con lo que el millonario le provocaba, ¿o sí?

No intentó, ni quiso, torturar su mente exigiendo una respuesta por sus acciones, ya había tomado una decisión y no se echaría para atrás.

Se puso de pie y encendiendo el celular marcó el número de su amigo. No quería estar en su casa si al empresario se le ocurría buscarlo allí. 

-Marco -dijo cuando el muchacho atendió su llamada-, ¿te gustaría ir al cine?

 

 

 

Fueron a ver una comedia que les resultó entretenida, luego se metieron en una pizzería y, mientras esperaban que el mozo trajera el pedido, charlaron de diferentes cosas.

-¿Qué pasa? -preguntó de pronto Marco. A pesar de todos los esfuerzos que hizo Elías para disimular, a leguas se notaba que algo le pasaba-. ¿Por qué tanta insistencia con salir? Estás muy extraño hoy.

Desde que se encontraron, e incluso antes de que la película diera comienzo, Marco no había dejado de indagar tratando de averiguar cómo había sido la noche con el empresario. Elías lo había esquivado olímpicamente. Confiaba ciegamente en su amigo, pero no se atrevía a contarle algo tan íntimo y, tampoco, que él había provocado aquel peligroso juego ni, menos aún, cómo había culminado.

-No pasa nada -musitó después de un rato.

-Sí que pasa, sólo que no me querés contar -aseguró Marco después de observarlo por un rato, y alarmado agregó-: ¿Te hizo algo ese tipo? No me digas que...

-No -cortó el joven, nervioso-, no pasó nada. Por favor hablemos de otra cosa.

Marco quedó en silencio y su expresión seguía siendo de preocupación.

-Elías -murmuró-. ¿Qué pasa? Te conozco y sé que algo me estás ocultando.

El barniz de la mesa de pronto le resultó sumamente interesante, no se atrevía a mirar a su amigo a los ojos.

-¿Ya no confías en mí? -preguntó Marco algo dolido-. ¿No crees que sea capaz de ayudarte, de comprenderte?

-No es eso -se apresuró a decir levantando la mirada.

-¿Entonces qué te pasa? -inquirió algo molesto-. ¿Te acostaste con él? ¿Te violó? -indagó preocupado.

-No me preguntes, por favor -musitó avergonzado-. Por favor.

-Me preocupas, estuviste muy extraño todo el día.

-No me prestes atención, sólo acompañame.

No pudo replicar, a pesar de que sabía que el muchacho ocultaba algo prefirió callar. Quizás mas adelante cuando se sintiera con ánimo, hablaría.

-¿Podría quedarme a dormir en tu casa esta noche? -dijo Elías de pronto y, aunque a Marco le resultó sospechoso el pedido, accedió gustoso.

-Sabés que no necesitás preguntarme -replicó.

El mozo trajo el pedido y lo acomodó frente a los jóvenes. Como si decidieran firmar una pequeña tregua, la comida transcurrió en un tranquilo mutismo, siendo interrumpido de vez en cuando por algún intrascendente comentario. Elías apenas tenía apetito y, por el contrario, Marco engulló su parte con una rapidez increíble.

Sonrió. Su amigo siempre comía la ración que equivalía a dos personas y su cuerpo no lo demostraba: era delgado y musculoso debido al deporte que practicaba.

Marco se limpió los restos de comida con una servilleta y se recostó en la silla con cara de verdadera satisfacción. Sólo segundos después, en su rostro se dibujó una mueca de molestia como si algo le doliera.

-¿Otra vez te sentís mal? -inquirió Elías preocupado, sabiendo que a veces los atracones del muchacho tenían sus consecuencias-. Tendrías que dejar de comer tanto, es por eso que te duele el estómago.

-Ya se me va a pasar -respondió Marco despreocupado-, me tomaré un antiácido y asunto arreglado.

-La solución sería -reprochó  Elías- que dejaras de comer como si fuese la última comida de tu vida, y de paso no estaría mal que vayas a ver a un médico.

-No voy a dejar de comer, y tampoco voy a ir al médico por un simple dolor de estómago. Además no es de mí de quien estábamos hablando sino de vos. No me cambies de tema.

-Ya te dije que no tengo ganas de hablar -sentenció dando por terminado el asunto.

 

 

 

Andrea Arce era la única verdadera amiga que conservaba Lorena. De piel bronceada, alta y de una hermosa figura, era una artista plástica reconocida a nivel internacional. La morena se sentó en uno de los asientos del taller mientras observaba como Lorena realizaba su trabajo.

La diseñadora acomodó uno de los vestidos que se habían utilizado la noche anterior en un maniquí, y mientras lo hacía le fue relatando a su amiga los pormenores del desfile.

-¿Y la muy idiota tuvo el descaro de presentarse con ese tipo? -preguntó Andrea incrédula cuando Lorena terminó de relatar su encuentro con Mariela y Alberto.

-Sí.          

-Tuvo suerte de que yo me retirara antes porque si la veía le arrancaba los pelos a ella y a su Romeo de cuarta.

-Suerte que Gabriel me ayudó. -Lorena acomodó los dibujos de sus diseños y los guardó prolijamente en una carpeta.

-Sí -sonrió-, ese bombón está locamente enamorado de vos.

-Somos como hermanos -dijo sin inmutarse-, es sólo un amigo.

-Porque vos querés -aseguró-, si por él fuera serían algo más.

Lorena la miró pero no dijo nada.

-Como quieras -dijo resignada Andrea, y con una sonrisa pícara agregó-: Ya  que vos pretendés quedarte para vestir santos por lo que te resta de vida, no permitas que tu mejor amiga corra con la misma suerte y presentame a ese nuevo modelo que desfiló ayer.

-No te ilusiones -esta vez fue Lorena quien sonrió-, es pareja de mi hermano, o al menos eso es lo que creo. Pero estoy casi segura de que lo es.

Andrea abrió grande los ojos; aunque el comentario lo había hecho en broma, el modelo realmente le parecía atractivo. Dibujó en su rostro una mueca de verdadera desilusión.

-Es ciertos lo que dicen -dijo en tono dramático-, ya no hay hombre en este mundo. Cuando encontrás a uno atractivo seguro tiene algún defecto: es casado, con hijos, piensa que su madre es la mejor mujer de la tierra o es gay. -Suspiró resignada ante el oscuro panorama-. Quizás tenga que considerar la opción de hacerme lesbiana, si no quiero resignar mi vida sexual -dicho esto observó detenidamente a su amiga como si estuviera meditando la posibilidad. Sólo fueron un par de segundos, luego se puso de pie de un brinco y dijo desesperada-: No, ni loca, los hombres me encantan. Antes me hago monja, no creo que el lesbianismo sea para mí.

La diseñadora observó brevemente a su amiga y al segundo ambas estaban riendo a carcajadas.

 

 

En esos dos días la temperatura había variado: un día hacía mucho frío y al otro estaba más templado. Joshua había comido poco y dormido mucho menos, y los síntomas de una gripe se hicieron presentes. Se sentía algo afiebrado y los pañuelos desechables se habían convertido es un compañero inseparable. Había perdido la cuenta de la cantidad de mensajes y llamadas que había realizado al celular de Elías y de ninguna obtuvo respuesta. Era evidente que el muchacho lo estaba esquivando deliberadamente. Pero no podía estar huyendo eternamente, no de él.

Lo encontraría.

 

 

Le iba a ser imposible quedarse nuevamente en la casa de su amigo. Aunque Marco le había dicho que no había ningún inconveniente, ya era hora de volver a su casa.

La temperatura era agradable a esa hora de la mañana y las calles del barrio estaban medianamente transitadas.

La casa de Marco se hallaba muy cerca de la suya. Caminó sin prisa las cuadras que lo separaban de su morada, mirando sigilosamente a ambos lados, temiendo que el empresario se apareciera en cualquier momento. Sabía que tarde o temprano se encontrarían.

-¿Elías?

El aludido se giró lentamente para enfrentar a  quien había pronunciado su nombre.

-¿Verónica? -preguntó sorprendido.

La jovencita lo miraba sonriente a través de sus ojos azules. Estaba algo cambiada desde la última que se vieron. Hacía aproximadamente dos años, cuando habían dado por terminado el noviazgo.

Rubia, con un corte recto hasta los hombros, Verónica tenía un año menos que él y una sonrisa que años atrás había logrado conquistarlo. Vestía una falda oscura por debajo de las rodillas, una camisa de mangas largas y traía un abrigo en la mano derecha. Una pequeña cartera colgaba de uno de sus hombros.

-¿Cómo estás? -inquirió la joven, sonriente, ante la mirada atónita de Elías-. Vi un par de publicidades tuyas por la calle, parece que te está yendo bien. Te felicito, siempre creí que con tu físico y tu rostro tenías que ser modelo.

-Es sólo un trabajo temporal -murmuró Elías sin ánimo de entrar en detalles y algo avergonzado por el halago.

-Qué bien -dijo sincera, y preguntó-: ¿Estás de novio?

El muchacho se sintió algo incómodo. No podía decirle su actual situación. ¿Qué pensaría si se enteraba cuál era en realidad su trabajo?

-No, estoy solo -contestó.

-Me lo suponía -musitó la joven con una leve sonrisa-. Para vos lo más importante es tu familia. Sólo pensás en trabajar para mantener tu casa.

-No tengo otra salida, mi mamá no puede con todo -sonrió, para luego preguntar-: ¿Querés tomar algo? Yo invito.

La joven negó levemente con la cabeza.

-Te agradezco la invitación, pero tengo que encontrarme con mi novio en media hora.

-¡Oh! -Elías se sintió un poco contrariado; no le sorprendía ya que la joven era bastante bonita, pero sintió un poco de envidia al saber que, a diferencia suya, a su ex novia le había ido mejor en el tema amoroso-. Me alegro por vos -dijo sinceramente-, merecés a alguien que te quiera bien.

-Sabés -dijo la joven de pronto con aire meditabundo-, después de que cortamos me di cuenta del gran peso que cargás sobre tus hombros. Tenés muchas responsabilidades.

Elías la miró interrogante.

-El tener que hacerte cargo de tu familia es algo complicado -agregó la chica-. Yo no lo comprendí en ese momento, quizás por ello las cosas no terminaron bien entre nosotros.

-No es verdad -sonrió apenado-, fue una linda relación mientras duró.

Verónica le devolvió la sonrisa y espontáneamente se acercó hasta el muchacho y lo abrazó cariñosamente.

 -Es cierto -aceptó la muchacha-, y confío en que vos también encuentres a alguien.

Se quedaron abrazados en silencio, como despidiéndose el uno del  otro y cerrando una relación que antaño había terminado mal.

-Quizás algún día mi suerte cambie -musitó Elías muy bajito apretando suavemente el cuerpo de la muchacha y recordando aquellos momentos en que estuvieron juntos, y por un breve minuto deseó que el tiempo volviera hacia atrás.

-¿Elías?

Se separaron como si los hubieran atrapado haciendo una travesura al escuchar la voz muy cerca de ellos. El semblante de Elías se puso pálido; la muchacha observó en silencio al hombre que se había acercado.

-Te estuve buscando. -El empresario clavó sus verdes orbes en los ojos de Elías como buscando una respuesta.

-Bueno -interrumpió la joven-, yo me voy. -Se acercó a Elías y le dio un beso en la mejilla-. Fue un gusto verte de nuevo -musitó para luego empezar la retirada.

El joven aguardó a que la muchacha estuviera a una distancia considerable para girar bruscamente y empezar su huida.

-¡Esperá! -exclamó Joshua sosteniéndole el brazo al adivinar su intención.

-No quiero hablar con vos -musitó disimuladamente temiendo llamar la atención de los transeúntes.

De repente la calle le pareció demasiado poblada, como si cada una de las personas que por allí pasaban sospechara algo.

Los labios del empresario se curvaron en un rictus de altanera superioridad y sus dedos apresaron como garras el brazo de Elías. No lo dejaría ir tan fácilmente.

-No me provoques -amenazó separando apenas los labios-, porque sería muy interesante ver la reacción de tus vecinos si te beso en este preciso momento.

-No te atreverías -sentenció nervioso.

-Poneme a prueba -desafió, y al ver que Elías miraba disimuladamente a los costados agregó-: Tu casa está a una cuadra de acá, podemos hablar allá.

-No pienso llevarte a mi casa -musitó escandalizado.

-Preferís que te bese -amenazó acercándose.

Elías meditó por un instante sus alternativas y se dio cuenta de que la mejor salida que tenía era llevarlo a su casa. Asintió apenas con la cabeza, no quería un escándalo en el medio de la calle.

-Está bien, vamos -gruñó-. Pero soltame primero, puedo caminar  solo.

Disfrutando al máximo de aquel momento, Joshua fue soltando lentamente su agarre hasta dejarlo libre. Elías lo fulminó con la mirada.

-Vamos.

Su madre y sus hermanos tardarían en llegar y no había la más mínima posibilidad de que se cruzaran. Aún así, el hecho de permitir que el empresario pisara su morada no le agradaba. Se sentía invadido en su propio terreno.

Metió la llave en la cerradura y al girar dos veces la puerta se abrió. Tentado estuvo de cerrarle la puerta en la cara al empresario, pero se contuvo.

Ingresó a la casa y Joshua lo siguió.

La puerta se cerró y Elías se vio empujado y aprisionado contra ella. El empresario era casi de su misma altura y complexión física, pero a pesar de la poca diferencia, Elías se sentía francamente intimidado, como si un gigante de dos metros lo tuviera acorralado.

-¿Qué hacés? -gruñó al verse atrapado entra la puerta y el cuerpo de Joshua.

-¿Quién era ella? -inquirió inexpresivo.

Elías abrió grande los ojos, sorprendido, mas no se dejo amilanar.

-Y a vos qué te importa -farfulló furioso tratando de escapar de la prisión de sus brazos.

-Me importa, por eso pregunto.

-No te pienso contestar, no tengo por qué.

-Mientras estés conmigo no quiero que estés con nadie más.

-Yo no estoy con vos -dijo enojado-, y tampoco quiero estarlo. Hasta acá llegué, y ya te lo dije: ni aunque me muera de hambre pienso cumplir ese estúpido trato.

-La otra noche no pensabas lo mismo -musitó Joshua acercando su rostro-. Yo diría que lo disfrutaste mucho.

Enfurecido, el joven apartó bruscamente al empresario haciendo que casi perdiera el equilibrio.

-Hasta acá llegué -repitió entre dientes-. Podés hacer lo que quieras, si insistís en dejarme sin trabajo voy a ponerme a hacer cualquier cosa, hasta mendigar por la calle, pero de algo estoy seguro: no quiero volver a verte. Y no me interesa nada que venga de vos.

-No te voy a dejar...

-Me interesa muy poco lo que vos quieras...

-¿A qué le tenés miedo? -cortó el empresario mientras sacaba un pañuelo descartable de su bolsillo-. ¿A caer en eso que tanto temés? Por más que lo negués, yo sé, siento que en algún pequeño rincón de tu ser no te soy tan indiferente. -Y con una leve sonrisa se sonó la nariz para luego mostrárselo y preguntar-: ¿Dónde puedo tirarlo?

-Estás tan obsesionado -furioso, le dio un manotazo y el pañuelo fue a parar al piso- que parecés un psicópata y no entendés razones, mejor búscate a alguien que si te corresponda y dejame en paz.

-El otro día me correspondiste -retrucó.

Elías levantó ambas manos y abrió la boca queriendo replicar pero no supo cómo. Rendido, bajó los brazos y con un profundo suspiro, observó al empresario.

-Es imposible hablar con vos -musitó-, pero mejor vayamos a los hechos y dejemos de lado tanta lucha verbal. Aguardame un momento -agregó para meterse en unas de las puertas laterales.

Movió el interruptor y la luz bañó su habitación. Se dirigió al escritorio y buscó dentro de uno de los cajones.

-¿Esta es tu habitación? -Elías se sobresaltó al escuchar la voz del empresario a su espalda.

-Te dije que esperaras afuera -habló molesto.

-No te escuché -mintió Joshua, que de forma descarada observaba cada detalle de la habitación.

La cama en el centro del lugar, un escritorio, un perchero con diferentes abrigos, el placard y dos mesas de noche al costado del lecho, eran los muebles que adornaban la alcoba. En una de las paredes, un antiguo ventanal vestido de blancas cortinas, daba a la calle y estaba herméticamente cerrado. El empapelado era de un color violeta muy claro y estaba adornado por un par de fotografías familiares. Todo estaba debidamente ordenado. Cada rincón tenía el toque personal del muchacho; era un lugar agradable. Al menos eso fue lo que Joshua sintió. Distraído, peinó sus cabellos con la mano.

-¿Qué te paso? -preguntó el joven.

Joshua lo miró interrogante y al percatarse de que Elías observaba con atención la venda que envolvía su herida sonrió.

-Es para no olvidarme de vos -musitó.

-¿Qué? -preguntó atónito.

-Sólo fue una simple cortadura -sonrió-. Nada grave, pero cualquiera diría que te preocupas por mí.

-Fue sólo una pregunta, no te creas tan importante -cortó Elías mientras extendía una de sus manos hasta el empresario-. Te devuelvo tu tarjeta, no la usé.

-Nuestro acuerdo todavía sigue en pie. -Se cruzó de brazos ignorándolo-. Según mis cálculos, ya pasaron  nueve días y todavía falta para que se cumpla un mes y aún no hicimos nada...

-Pero yo no quiero...

-Ya deposité la primera suma de dinero que acordamos.

-¡Basta! -gritó furioso-. No, no y no. Ya me cansé, no quiero volver a verte. No pienso volver -sentenció dejando caer la tarjeta al piso.

Joshua no se inmutó. Siguió observando la habitación como si nada. Hasta que algo logró llamar su atención. Tomó un portarretrato gris de la mesa de noche. Elías posaba frente al mar y su sonrisa era de felicidad, muy diferente a aquella fotografía que presentaba en su currículum cada vez que buscaba trabajo. Recién allí comenzó a hablar.

-Yo no tengo la culpa de que repentinamente te haya agarrado un ataque de arrepentimiento por lo sucedido la otra noche -dijo clavando la mirada en el rostro del muchacho-. Te asusta el hecho de sentirte atraído por un hombre, tenés miedo de sucumbir al deseo, tenés miedo de lo que estás empezando a sentir. Me deseás tanto como yo a vos.

-Dejá de decir pelotudeces, idiota, yo no soy gay.

-Seguro que no lo sos -dijo sincero-. Pero te gusta, te encanta que te bese, que te acaricie -sonrió-. Te excita cuando lo hago.

Elías se sintió en jaque. Estaba metido en una batalla y sentía que por más que luchara sus esfuerzos eran vanos, poco a poco iba perdiendo, y su cuerpo, como su alma, deseaban rendirse ante el enemigo. Mas su mente y su conciencia luchaban por conservar el sentido común.

-No es cierto -desafió, aunque su postura lejos estaba de parecer creíble.

-Sí lo es -enfatizó el empresario-. ¿Por qué no dejás de torturarte y lo aceptás?

-Porque no hay nada que aceptar.

Joshua ahogó una pequeña carcajada. Giró el portarretrato entre sus manos buscando la forma de liberar la fotografía de su encierro.

-Te propongo un trato -dijo distraído mientras sacaba la foto del marco.

-No me interesa hacer tratos con vos, tengo una vaga idea de como son.

-Como vos dijiste -dijo ignorando el comentario-, quizás si nos hubiéramos conocido en otras circunstancias habríamos sido buenos amigos. -Dejó el portarretratos vacío en la mesa de noche y observó crítico la fotografía que tenía entre sus dedos-. Hagamos una tregua -propuso-. Por el tiempo que resta intentemos a menos ser buenos amigos.

-Vos no te conformás sólo con una amistad -aseguró desconfiado.

-Es cierto -admitió sonriente-, y prometo no hacer nada que vos no desees.

-No me convencen tus palabras...

-Eso no importa -cortó-. Mañana te invito a cenar, y antes podríamos ir a algún otro lado. Quiero que vayas temprano a la empresa, Gabriel me dijo que quería hacerte otra propuesta. Cuando termines con él hablamos.

-Todavía no acepté tu oferta -gruñó.

-Vas a tener que aceptar, si no querés que tu familia se entere de nuestra relación -sonrió con satisfacción al ver cómo Elías cambiaba de expresión.

-No te vas a atrever -balbuceó.

-Por supuesto que no -se acercó hasta él-. Siempre y cuando aceptes mi nueva oferta. Aunque no te aseguro que llegue a controlar mis instintos. -Lo tomó de la barbilla y depositó un pequeño beso en sus labios aprovechando la perplejidad del muchacho-. Se me hace muy difícil estar cerca de vos y no tocarte.

Elevó la mano intentando tocar su rostro, mas Elías interrumpió su acción con un manotazo.

-No te atrevas a decirle una sola palabra a mi familia -musitó entre dientes.

-Te espero mañana en la empresa -sonrió triunfante, y mostrándole la foto agregó-: Me voy a quedar con esto.

Elías intentó quitársela pero el empresario fue más rápido y con un ágil movimiento la guardó en el bolsillo de su pantalón.

-Devolvémela, es mía...

-Era tuya -corrigió el empresario-, ahora es mía.

-Yo no te la doy -dijo enojado-, dámela.

Joshua le dedicó su más sensual sonrisa y mostró sus manos en alto.

-Vení a buscarla -instó-. Pero no me hago responsable de mis actos si rozas alguna parte sensible de mi cuerpo.

Elías abrió los ojos, escandalizado. Joshua, a quien la situación le divertía con demasía, se humedeció provocador los labios con la punta de la lengua para luego extender una mano hacia el muchacho.

-Dale Elías -insistió seductor-, vení a buscar tu fotografía.

Apretó impotente sus manos al costado del cuerpo. No volvería a caer en ese juego, no se dejaría llevar nuevamente por las tentaciones absurdas. No lo haría. Aunque su cuerpo y su alma desearan volverse a aventurar a aquellas prohibidas sensaciones, sería fuerte y no cedería. Iba en contra de todas sus creencias y principios. Se quedaría quieto, congelado en el lugar hasta que el empresario se dignara a retirarse. No le interesaba ya la fotografía, que se la quedara si tanto la deseaba.

Sus miradas se cruzaron, y en aquel mudo lenguaje que se trasmite a través de los ojos, Elías pudo sentir cómo aquellas orbes verdes lo hechizaban. Angustia, desesperación, deseo. Los ojos de Joshua actuaron como efectivos péndulos hipnóticos y contra su voluntad racional. Se sintió embrujado por esa mirada tan íntima y sin darse cuenta de lo que su cuerpo hacía dio un paso hacia delante, luego otro, y después otro más. «Quiero mi foto», trató de convencerse para sus adentros cuando estuvo frente al empresario. Sus dedos rozaron apenas la tela del pantalón del empresario que, como toda respuesta, emitió un pequeño suspiro. Asustado y, a la vez, desinhibido, metió sigilosamente los dedos dentro del bolsillo buscando la dichosa foto.

-En momentos como este -susurró el empresario-, doy gracias a Dios por que los bolsillos de mi pantalón sean profundos.

Era cierto, la escurridiza fotografía parecía haberse perdido en la prenda, o quizás los nervios de Elías le impedían dar con su objetivo.

Un ruido proveniente de la entrada llamó su atención. Sobresaltado, sacó la mano del bolsillo.

-Mi mamá -musitó desesperado-. Llegó temprano.

-Qué bueno -sonrió el empresario-, voy a conocer a tu familia.

-No -Elías ahogó un grito desesperado-, no podés.

-¿Por qué no? -preguntó divertido-. ¿Tenés miedo de que le cuente lo nuestro?

-No te atrevas -dijo espantado.

-Ya sabes lo que quiero a cambio de mi silencio -musitó el empresario mientras abría la puerta y se dirigía a la entrada de la casa con Elías por detrás.

Su madre no estaba sola, sus hermanos, vestidos de ropa escolar, venían con ella. La mujer sonrió dulce a su hijo cuando lo vio aparecer.

-Elías, hijo -dijo a modo de saludo para luego posar sus ojos café en el desconocido-. ¿Quién es tu amigo?

Joshua les regaló una  cordial sonrisa a la mujer y a los niños que miraban curiosos al elegante caballero. Elías sintió que sus piernas perdían fuerza. ¿Y ahora qué haría?

 

 

Continuará...

Notas finales:  

^^, espero que les haya gustado XD, un par de cosas, en primer lugar le agradezco a mi niña Girl Of Summer por el fic que me dedico XD ("Cuchillos de hielo"), es muy bonito y se los recomiendo ( y juro que no fui yo la que la obligo a escribir lemon XD) besos linda, y muchas gracias por la dedicatoria.

Bueno como la pagina sigue con sus problemitas T-T, la respuesta que le había dejado a Mayura no salio publicada por eso mismo aca te dejo la respuesta al review mi reina XD:

 

Mayura: ^^, bueno se que tenes ganas de matarme un poquito XD, es que entiende al pobre de Elías se le ha hecho un lio en su cabeza y no sabe bien de que manera actuar, siente una atraccion muy grande por Joshua pero a la vez tiene que lidear con todas sus creencia y pensamientos, no es facil para el tampoco el hecho de que Joshua lo hubiera orillado a eso se siente culpable y no quiere dar el brazo a torcer.

Gabriel ^^, a mi tambien me gusta el y me agrada que les este gustando esta relacion hetero que he metido en mi historia. Y si Elías quizas me esta quedadon un poquito duro, pero tambien Joshua no confiesa sus verdaderas intenciones ^^ el tampoco dice lo que siente ^^.

Y NOOOOOOOOOOOOOOOO te cortes las venas T_T ( queres hacerme sentir culpable T-T) ademas todavia tenes que tenminar " Cuando habla el corazon" XD XD XD .

Bueno hermosa como siempre gracias por escribirme y por leer, Besos Makino Tsukushi.

Bueno en el 2 de julio es mi cumpleaños XD (no pienso decir la edad ¬¬) y como regalo de mi parte les quería subir el capitulo ya que bastante me he demorado ya ¬¬ XD. Así que ya saben cualquier regalo caro XD será bienvenido. Y por supuesto, cualquier comentario sugerencia y critica será bien recibida, desde ya gracias por el apoyo y por escribirme siempre palabras tan hermosas, Besos, Makino Tsukushi.

 


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