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Sentimientos ocultos, pasiones prohibidas por makino tsukushi

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Notas del capitulo:

Una actualizacion rapida. Les pido disculpa por la demora, estoy apurada pero mas tarde les doy mis razones (aunque no se justifica) de porque me demore tanto esta vez. Esten seguras que la voy a terminar, a esta altura no pienso abandonar la historia.

Editado 26/8/11: No me olvide de la historia, ya tengo casi terminado el capitulo, espero subirlo en estos dias, Gracias por apoyarme, saludos, Makino.

Capítulo 25. Heridas y decisiones

 

 

No tenía por qué avergonzarse, no sentía que estuviera cometiendo un pecado, ni que el amor que sentía por Joshua fuera inmoral. Estaba completamente seguro de sus sentimientos y le había llevado bastante tiempo reconocerlo y aceptarlo. Se creía con la capacidad suficiente como para luchar por ello. Se creía fuerte, seguro. Sin embargo, ante ella y sintiendo aún fuego en su mejilla por la cachetada recibida, no fue capaz de levantar la mirada y enfrentarla. Todo el tiempo que había aguardado para confesárselo, todos los ensayos mentales que había tenido frente al espejo y el estudiado discurso que recitara frente a su reflejo, no lo habían preparado para aquella reacción. Siempre tuvo la leve sospecha de que algo parecido sucedería, pero el vivirlo y sentirlo en carne propia se le hacía un trago bastante amargo. La sensación de estar defraudando a su madre y a Joshua al mismo tiempo pesó sobre su alma como si fuera una tonelada de ladrillos. No deseaba hacer sufrir a la mujer pero tampoco quería negar lo que sentía y alejarse del empresario.

Sus largos dedos rozaron torpes y temblorosos su enrojecido rostro y en silencio esperó que la mujer hiciera su descargo.

-¡Decime que no es verdad! -comenzó su madre con una mezcla de angustia y enojo-. ¡Dame una explicación para lo que acabo de ver!

No obtuvo respuesta.

Los labios del muchacho no se movieron y parecía haber quedado en estado de shock. Su hijo, aquel niño que había llevado en su vientre durante nueve meses, había crecido y se había convertido en hombre y no supo discernir en qué momento las cosas se habían ido de control; en que fatídico instante Elías había cambiado tanto que se le hacía casi irreconocible.

¡No!

Su hijo no era así, su hijo era bueno, ejemplar, se preocupaba por su bienestar y por el de sus hermanos, siempre había sido obediente, nunca una discusión, nunca una pelea, ni una contradicción...

¿Qué había pasado? ¿Cuándo se habían convertido en extraños? ¿Tan poco lo conocía, como para no darse cuenta de su orientación sexual?

¡No!

Eso era imposible, seguramente todo se trataba de un malentendido, de un error. Ella no había visto bien, sus ojos le habían jugado una mala pasada y estaba sacando una conclusión espantosa sobre su hijo. Los problemas de salud que la habían afectado en esos últimos meses le estaban pasando factura a su cuerpo y a su mente y no tenía derecho a desquitarse con el muchacho, seguro todo se trataba de un error, de un tonto error, otra no podía ser la respuesta.

Miró expectante a Elías buscando una réplica, una palabra, un gesto, algo. El muchacho no hacía nada por defenderse, no hacía nada por negar los acontecimientos y tampoco intentó responder a las acusaciones ni aclarar el error, porque estaba segura de que todo aquello se trataba de un error. Elías tenía una explicación y quería oírla, su hijo nunca haría algo así, indudablemente tendría que pedirle disculpas porque el muchacho tendría un argumento convincente como para aclarar todo ese malentendido.

Elías continuaba en silencio con la mirada baja como si la culpa pesara sobre sus hombros, con los labios temblorosos los cuales se negaban a pronunciar una mísera sílaba. No quería ese silencio, la incomodaba, le hacían sacar conclusiones que no deseaba sacar, la obligaban a juzgar el mutismo como una aceptación a algo que no quería escuchar. Desesperada se acercó hasta él. No era verdad, no era cierto lo que acababa de ver.

-¡Decime que no te estabas besando con ese tipo! -La renuencia del muchacho a enfrentarla con la mirada a defenderse la cegó-. ¡Negalo! -gritó.

¿Cómo iba a negarlo? ¿Cómo? Era incapaz de mentir de esa manera, ya no podía seguir ocultando lo que sentía.

 La mujer, consciente que el muchacho no estaba dispuesto a defenderse, se desesperó. La mirada de su hijo seguía esquivándola y ella deseaba que la enfrentara y que aclarara todo.

-¡Negalo! -gritó, y nuevamente se abalanzó sobre el muchacho pero esta vez Elías la detuvo sosteniéndole ambas muñecas con firmeza.

Rita no se opuso a la fuerza que su hijo ejercía sobre ella, de pronto se sintió débil.  Miró directamente a los ojos del muchacho con una expresión suplicante. Necesitaba oírlo. Quería asegurarse de que su hijo seguía siendo el mismo de siempre, que ella lo conocía como ninguna otra persona.

-Negalo -repitió con apenas voz.

Elías bajó la mirada. Los ojos de la mujer lo acusaban y lo sentenciaban. Por un breve instante tuvo deseos irrefrenable de mentir, de expresar con palabras aquello que su madre quería oír. No deseaba ser causante de su dolor, no deseaba que lo aborreciera por el resto de su vida, no sería capaz de soportarlo. Sus labios se separaron y al hacerlo sintió como un leve temblor lo invadía, temió nuevamente su cobardía, creyó que su voz lo volvería a abandonar. Sin saber a ciencia cierta cómo, sus sentimientos se abrieron camino por entre sus temores.

-No lo voy a negar -musitó-, es la verdad.

El silencio que siguió fue sepulcral. El peso que presionaba en el pecho del muchacho fue reemplazado por otro más fuerte y doloroso. La angustia ganó el rostro de la mujer que lentamente se soltó del agarre de su hijo y retrocedió aturdida. Sus ojos vidriosos al borde del llanto miraron a Elías por un momento y luego alrededor buscando una salida, como si quisiera escapar de una horrible pesadilla.

"No me mirés así", quiso pedir el muchacho, "no me rechaces, no lo hagas". Bajo su piel el bombeo incesante de su corazón se aceleró y las ganas de volver sobre sus dichos se hicieron dolorosamente irresistibles. Ser el causante del dolor de la mujer a quien había jurado proteger y cuidar le hacía sentir miserable. Las lágrimas que se agolpaban en los ojos de su madre eran como puñaladas en su pecho.

-Mamá... -balbuceó dando un paso hasta ella, mas la mujer retrocedió y levantó una mano indicándole que no se acercara.

Se sintió impotente. La reacción de su madre lo asustaba. Rita se alejó, se cubrió el rostro con las manos y comenzó a sollozar.

-Mamá...

¿Qué podía decir? ¿Qué podía hacer? Siempre supuso que la mujer no vería con buenos ojos su relación con Joshua y cultivó la esperanza de tener la sensatez y fortaleza suficiente como para saber sobrellevar la situación y lograr convencer a su madre de que lo que sentía era hermoso y no sucio o pecaminoso. Pero la realidad lo dejaba desarmado y sin la sabiduría suficiente como para revertir la situación.

-¿En qué me equivoqué? -dijo Rita entre llantos-, ¿en qué me equivoqué? -levantó su rostro y enfrentó al muchacho-, como para que me pagués de esta manera. Decime en qué me equivoqué como para que mi hijo se vuelva... -no terminó la frase, en lugar de eso se acercó al muchacho con la mirada llena de reproches y agregó-: para que mi hijo se deje manosear por otro hombre, ¿qué hizo para convencerte? A vos te gustan las mujeres; no podés cambiar de un día para otro y decir que te gusta un hombre.

Comenzó a pasear alrededor del muchacho como un león enjaulado, sus gestos nerviosos se visualizaban en la sonrisa alterada y en las numerosas veces en las que se pasó los dedos por su cabello castaño. Movía de lado a lado la cabeza negándolo todo mientras intentaba convencerse a sí misma de que nada de lo que estaba pasando era real, mientras intentaba convencer a su hijo de que los sentimientos que guarecía en su corazón eran falsos.

-Tenés que olvidarte de esta locura -balbuceó sin mirarlo-, nunca fuiste un chico que se comportara de manera incorrecta y cuando lo pienses mejor te vas a dar cuenta de que todo esto es una estupidez...

-¡Mamá! -El tono autoritario que utilizó el muchacho detuvo las palabras de la mujer. Elías miró a los ojos de su madre y juntando el valor suficiente susurró-: Lo amo, estoy enamorado de él.

La mujer detuvo en seco su andar nervioso y se plantó frente al muchacho. La bofetada fue incluso más dolorosa que la anterior, mas esta vez Elías sí se atrevió a levantar la mirada para enfrentarla.

-¡No podés amarlo! -gritó fuera de sí-. Es un hombre y vos también sos un hombre. Los hombres se enamoran de las mujeres, no de otro hombre. Es algo... asqueroso.

Fue peor que la cachetada. Las palabras tan duras y la falta de apoyo de su madre se clavaron en su pecho hiriéndolo en lo más profundo. Se enderezó e intentó acompasar su agitada respiración antes de continuar.

-Lo amo mamá. -Un par de gruesas lágrimas surcaron sus mejillas y las secó con brusquedad con el dorso de la mano-. Me gustaría que me apoyases en esto, porque tu apoyo es muy importante para mí.

-¡No! -cortó tajante-. No, no y no. Jamás lo voy a aceptar. ¿Qué fue lo que te hizo para convencerte? ¿Cómo pudiste ensuciar a tu familia así? ¿Qué le vas a decir a tus hermanos? ¿Qué ejemplo le vas a dar a tus hermanos?

¿Ejemplo? ¿Cómo podía ser él un ejemplo si lo único que había hecho en toda su vida había sido someterse a lo que querían los demás?

-Yo no soy ningún ejemplo de nada mamá, tengo muchos defectos y sólo quiero por una vez en mi vida hacer lo que siento.

-No, no. Si seguís con esta locura no quiero volver a verte. Tu papá se avergonzaría...

El recuerdo de su padre lo hizo retroceder como si hubiera recibido un fuerte puñetazo. La promesa que le hiciera en su lecho de muerte de velar por su madre y sus hermanos retumbó en sus oídos como si lo estuviera escuchando en ese mismo instante. La culpa: aquel sentimiento que se planta en el centro del alma y que te impide llevar adelante tus deseos. Si su padre viviera ¿lo apoyaría? ¿Aceptaría sus decisiones? ¿O al igual que su madre lo rechazaría? Por un breve instante le pareció ver el reflejo de su padre parado junto a la ventana sonriéndole. Quizás si él viviera no estaría pasando por todo aquello. Joshua jamás se habría cruzado por su camino, no habría dejado de lado sus estudios y tampoco se habría visto obligado a trabajar para ayudar a su madre a mantener la casa. Quizás Verónica, aquella novia a la que tanto había descuidado, se habría convertido con los años en su esposa y en un futuro habrían tenido muchos hijos. Pero sobre todo, él jamás se habría involucrado en una relación con un hombre, nunca habría encontrado refugio en los brazos de aquel empresario engreído, caprichoso y excéntrico, y jamás como hasta ahora habría tenido tanta necesidad de estar a su lado. Porque nunca se habría enamorado de un hombre, nunca habría encontrado a una persona que fuese capaz protegerlo y amarlo como lo hacía Joshua. ¿Su padre lo habría apoyado? ¿Lo aceptaría? La realidad era distinta y bastante dolorosa. Habría dado lo que fuera por tener en aquellos momentos a su padre reprochándole, discutiéndole y enojándose por no estar de acuerdo con sus elecciones. Habría sido feliz por poder estar en desacuerdo con aquel hombre o quizás simplemente al igual que lo hacía Marco con su padre, habría sido muy dichoso de poder compartir en aquel momento sus dudas, sus angustias y poder recibir los consejos de un hombre maduro y sabio como lo había sido su padre. Pero las circunstancias se planteaban de manera diferente y la ausencia de su padre era algo que no iba a poder superar nunca. Lo había aceptado, sí, como un hecho natural y doloroso por el cual tienen que pasar todos los seres humanos, pero el dolor seguía latente y había aprendido a convivir con él a pesar de la enorme falta que le hacía su padre. ¿Él lo apoyaría? Jamás lo sabría, pero lo que sí sabía era que no quería separarse de Joshua. Quería estar junto a él y no importaba cuánto durara la relación, días, meses, años, lo que fuera, necesitaba estar a su lado y su madre tenía que comprenderlo

-Mamá...

-¡No quiero verte! -gritó sobresaltándolo-. Ya no parecés mi hijo...

Su reclamo murió ahogado por un quejido. El muchacho no atinó a reaccionar sino hasta que vio cómo su madre se tomaba el pecho y doblaba el cuerpo presa del dolor. La palidez ganó el rostro de la mujer y Elías corrió a su lado asustado.

-¿Qué pasa...? -Llegó hasta ella justo para lograr sostenerla-. ¿Mamá?

La mujer intentó rechazar la ayuda del muchacho pero las escasas fuerzas que tenía a causa del dolor le impidieron oponerse.

-No me toqués... -articuló con debilidad, pero Elías no hizo caso. Desesperado buscó el teléfono móvil en su pantalón y marcó el número de emergencias.

 

 

Joshua se acomodó en el asiento de su despacho y miró alrededor de la habitación. Un cuadro de un dragón blanco pendía de una de las paredes: una copia de una pintura que lo había dejado fascinado y que lamentablemente no había tenido la suerte de adquirir el original ya que el dueño se había visto muy reacio a venderlo. Junto a él había otro cuadro con el primer diseño que había realizado su hermana en su honor: un traje al estilo del siglo pasado que la muchacha había insistido para que lo modelara en el que fuera su primer desfile como diseñadora. Había sido la primera y única vez que había cedido a los caprichos de su hermana. Comprendía perfectamente el desagrado que sentía Elías por el modelaje. Sonrió al recordar cómo el muchacho había rechazado la oferta de Gabriel para un desfile y en cambio había elegido un trabajo de promotor en una sencilla perfumería. Consultó su reloj, aún faltaban horas para que se encontraran y como el idiota enamorado que era, se sentía vacío cuando no estaba a su lado y el tiempo parecía pasar con exagerada lentitud.

Un profundo resoplido surgió de sus labios. Se hundió en el sillón y cerró los ojos. Hacía días que le rondaba por la cabeza la idea de proponerle al muchacho una convivencia juntos, pero la existencia de la familia de Elías, y el hecho de que la relación que mantenían fuera todavía un secreto para esta, le impedía tocar el tema.

Bufó con fuerza, insultándose a sí mismo, a Elías y los estúpidos prejuicios que aun en pleno siglo veintiuno seguían teniendo algunas personas. Suficiente trabajo le había costado convencer a un prejuicioso en potencia como para ahora tener que convencer a toda su familia. Cada vez estaba más convencido de que la madre del muchacho tenía que saber sobre la relación que ambos mantenían, y la paciencia, que nunca había sido una de sus virtudes, se estaba metiendo cada vez más en su personalidad a fuerza del amor que sentía por Elías.

La idea de convivir con el muchacho se le hacía tentadora. Después de tanto tiempo, nunca creyó que volvería a sentirse de esa manera. Después de Elizabeth, sus sentimientos habían quedado destrozados y la capacidad de amar se había esfumado convirtiéndose en un espejismo lejano en medio de un inmenso oasis. Tanto era la influencia que el muchacho ejercía sobre él que lo asustaba. Elías se había convertido en el supremo y único soberano de su cuerpo, en su mente y en su alma. Se sentía profundamente dichoso y capaz de vencer cualquier obstáculo que se le presentara. Como un niño pequeño, deseaba solo vivir aquellos momentos de felicidad sin pensar en nada más. Suspiró profundamente y se puso de pie.

Tomó el portafolio y consultó el reloj antes de salir de su despacho. Era temprano para la hora que habían acordado con Elías pero aun así no se sentía con ánimos como para seguir encerrado en esas cuatro paredes. Quizás el caminar un poco le haría bien y ayudaría a que las horas pasaran más rápido.

Se paró frente a la puerta del elevador y oprimió el botón para llamarlo. Distraído miró cómo arriba de la entrada del aparato los números cambiaban aproximándose más hasta donde él estaba.

-Es temprano para que te vayas. -Joshua giró a penas su cabeza y miró de reojo a Gabriel-. Es un mal ejemplo para los empleados.

-Tengo cosas que hacer -musitó esquivo.

-Joshua, Joshua -canturreó su amigo-. No necesitás disimular conmigo, si desde que estas con Elías mandaste todo al carajo. Si no fuese por Lorena la empresa estaría quebrada -expresó dramáticamente.

-Dejá de exagerar.

-Bueno, bueno, está bien, no es cierto que descuidaste tu trabajo, pero sí que andás por las nubes.

Joshua curvó sus labios en una suave sonrisa.

-El muerto se ríe del degollado -recitó Joshua-. ¿Quién es el que desaparece todas las mañanas y a veces  todo el día para fugarse con mi hermana?

-No sé de qué me hablás. -Enderezó el cuerpo con tranquilidad y un gesto de aparente inocencia recorrió su rostro.

Joshua ahogó una carcajada y Lorena eligió justo ese momento para hacer su aparición.

-¿De qué se ríen? -indagó curiosa.

-De la facilidad que tienen algunos para desligarse de sus obligaciones -musitó Gabriel e, ignorando a su amigo, depositó un jugoso beso en los labios de su novia.

-Me voy -anunció Joshua a la acaramelada pareja-, cúbranme por hoy.

Su celular comenzó a sonar ni bien puso un pie sobre el ascensor. Joshua buscó el aparato y se lo acercó a la oreja para contestar mientras oprimía el botón de la planta baja.

-¿Hola?

La voz a otro lado de la línea lo sobresaltó. Su rostro mudó de color y de expresión en sólo segundos y antes de que su interlocutor terminara de hablar se decidió a interrumpir.

-¿Dónde estás? Voy para allá ahora mismo. -El rostro del empresario mostró un mohín de incredulidad-. No importa Elías, decime donde estás que voy para allá.

 

 

Desolado miró la puerta del consultorio. Estaba seguro de que no había sido nada grave y que sólo era una simple descompensación, pero por el delicado estado de salud de su madre los médicos habían decidido dejarla en observación. Apretó los puños con furia. ¿Por qué tenía que pasar todo eso? ¿Por qué? Jamás creyó que podía llegar a poner en peligro la vida de su madre a causa de sus sentimientos.

Cerró lo ojos con fuerza. No podría vivir en paz si algo le sucedía.

Se llevó la mano a su pecho y oprimió con fuerza. Dolía. Necesitaba urgentemente despertar de esa pesadilla, y comprobar que no se había equivocado al aceptar a Joshua, porque sus sentimientos no podían ser un error. Lo acometió la desesperación y las ansias locas de llorar como un niño pequeño. Las lágrimas ayudarían a lavar su culpa y le despejarían la mente, mas los esfuerzos fueron infructuosos. El llanto había desaparecido y la angustia y el miedo se negaban a exteriorizarse.

¿Por qué?

Su corazón latía fuerte, su cuerpo temblaba y su mente era un torbellino de imágenes en donde su vida pasaba con vertiginosa velocidad.

-No quiero que se muera -musitó bajito y apoyándose contra la pared de la sala de espera se deslizó hacia abajo hasta quedar sentado en el suelo-. Por favor.

Apretó con fuerza los puños. Toda esa situación era una herida abierta en su piel. Los recuerdos impedían que aquella herida sanara: labios de Joshua recorriendo su cuerpo, su boca, la mirada de deseo que había vencido a la frágil barrera que había levantado a su alrededor cuando lo conoció. Quemaban cada uno de los gemidos, jadeos y la escandalosa forma en la que todo su ser reaccionaba cada vez que Joshua estaba cerca. Dolía pero también lo llenaba de felicidad. Porque lo que sentía por Joshua era fuerte y eso era algo de lo que estaba completamente seguro.

-Disculpe -escuchó que lo llamaban y al levantar la cabeza se topó con el semblante del galeno que lo miraba con comprensible gesto-. Su mamá está bien, si quiere puede pasar a verla.

El muchacho lo miró sin comprender y en un acto totalmente reflejo se puso de pie. ¿Verla? Después de lo que había sucedido no estaba seguro de que su madre quisiera recibirlo. Con pasos inseguros siguió al médico hasta la puerta del consultorio.

-Creo que en una hora más la va poder llevar a su casa. -Inclinó levemente la cabeza a modo de saludo y giró sobre sí mismo para empezar a alejarse suponiendo que el muchacho quería tener un poco mas de intimidad con la mujer.

Dudó. Rozó la manija de la puerta y sus dedos temblaron sin atreverse a abrirla. La mujer no quería verlo y él sentía miedo de volver a escuchar aquellas palabras tan hirientes que su madre le había dicho, aquella mirada de desaprobación, de desprecio que lo hacían sentir la peor basura sobre la tierra. Tenía que mantenerse firme ahora más que nunca.

Respiró profundamente y con cuidado abrió la puerta. Su madre estaba acostada de espalda a la entrada. Vaciló nuevamente sintiendo deseos de echarse para atrás, pero no lo hizo. Se acercó con sigilo. Intentó rozar la tela que cubría el hombro de la mujer mas no se animó, los dedos detuvieron su trayectoria a mitad de camino. Cerró los ojos por un momento e inspiró suave para infundirse valor.

-Mamá -llamó con suavidad-, ¿te sentís mejor?

-Vete -fue lo único que obtuvo como respuesta.

-Mamá...

-Vete -reiteró-, no quiero volver a verte. Mientras sigas con ese hombre, es como si no existieras para mí.

Cerró los ojos con fuerza. Tragó con dificultad intentando deshacer el nudo que tenía en la garganta.

-No digas eso -logró balbucear con un hilo en la voz-, por favor mamá, trata de entenderme, lo amo...

-No sigas diciendo esas estupideces, no quiero escucharte más. Si tu padre estuviera vivo se avergonzaría de vos igual que como yo lo hago. -Ahogó un llanto-. No puedo entender en qué me equivoqué como para que me salgas con todo esto.

-El que esté enamorado no es una equivocación...

-¡Vete! -chilló-. ¡Vete! No quiero oírte, vete.

Elías retrocedió.

-Te llevo a casa...

-¡Que te vayas! -gritó sobresaltando al muchacho-. No te quiero cerca.

No se atrevió a insistir. En desventaja, sin armas para luchar, y temiendo que su madre sufriera una nueva recaída retrocedió lenta y torpemente. Con el alma en la mano y la angustia de todo lo sucedido salió de la habitación. No se sentía con fuerzas como para enfrentarse a una nueva discusión con su madre.

Su mente era una mezcla de imágenes. Las palabras de desprecio se repetían en su cabeza una y otra vez y sus pasos torpes lo conducían por la sala de espera buscando alejarse del lugar. En su garganta un nudo le impedía gritar y el corazón le latía con vertiginosa velocidad. No podía estar pasando eso. No podía dejar las cosas así, no podía huir de la situación tan tranquilamente y tampoco podía aventurarse a tomar una decisión de manera tan apresurada. ¿Qué haría? No estaba en condiciones de poner sus pensamientos y sentimientos en orden.

-Elías. -El muchacho detuvo su torpe andar al escuchar aquella voz que tanto conocía. Levantó lentamente la vista y se topó con los verdes ojos Joshua-. Vine en cuanto pude.

Lo observó en silencio como si estuviera viendo a un desconocido. La mirada del empresario, siempre segura y seductora se mostraba preocupada. Por un momento Elías quiso olvidar todo y refugiarse en los brazos de aquel hombre que tan descaradamente le había cambiado la vida. Quiso vivir en aquel mundo perfecto en que sólo él y Joshua eran lo importante. Pero recordó una a una las palabras que le había dicho su madre. El odio con el que la mujer lo había tratado y la incomprensión como una triste realidad. Desolado desvió los ojos hasta el piso. No quería mirar al empresario.

-Joshua, te dije que no vinieras -musitó con apenas voz.

-Tenía que estar acá, a tu lado.

Las palabras sonaron dulces y reconfortantes, indicándole que siempre estaría cuando lo necesitara. Otra vez las ganas de refugiarse en sus brazos hicieron temblar su cuerpo. Como si sintiera frío, a pesar de que la temperatura era bastante agradable, Elías se abrazó a sí mismo cuando en realidad deseaba que fueran los brazos de Joshua los que lo estrecharan con fuerza. No lo merecía, no merecía tenerlo a su lado y tampoco Joshua merecía tantas dudas de su parte. Por primera vez desde que habían comenzado la relación se dio cuenta que el amor que le brindaba a Joshua no era suficiente. Que la balanza lo dejaba claramente en desventaja. Últimamente estaba exigiéndole demasiado al empresario y la retribución que recibía por su parte era poca. Obligándolo a ocultar la relación y retrasando una y otra vez la charla pendiente con su familia. Finalmente todo se había vuelto en su contra y otra vez Joshua estaba ahí para reconfortarlo. 

-Mi mamá se enteró -dijo de pronto enfrentando sus ojos a los del empresario-, se enteró de lo nuestro.

Joshua fue incapaz de emitir juicio alguno. Podía suponer que los resultados no habían sido para nada favorables. El semblante aturdido que mostraba el muchacho le indicaba que tal vez la razón de la internación de la señora Rita tenía mucho que ver con la confesión del muchacho.

-¿Cómo... cómo lo tomó? -se animó a preguntar con algo de temor-. ¿Qué dijo?

Silencio. Con dedos temblorosos Elías se peinó el cabello y giró sobre sí mismo dándole la espalda al empresario. No quería ver el rostro de Joshua al escuchar su respuesta, no quería que se sintiera culpable por lo sucedido cuando la culpa era pura y exclusivamente suya.

-Mal -musitó-, se descompensó cuando estábamos discutiendo.

Joshua no encontraba palabras para consolarlo. Quiso acercársele y abrazarlo, quiso demostrarle que encontraría la solución a lo sucedido, que todo terminaría bien. Su cuerpo no le respondió cuando quiso moverse aunque moría de ganas por sentir el cuerpo del muchacho junto al suyo, no fue capaz de mover ni un solo músculo.

-Elías -musitó en voz baja deseando encontrar la manera de aminorar la angustia que sentía el muchacho en aquel momento.

-Joshua -interrumpió de pronto el muchacho-, quiero pedirte algo.

Giró sobre su eje y lo enfrentó nuevamente con la mirada. No sabía bien qué iba a hacer para resolver aquel problema. La relación con Joshua, su madre, su familia. Sintió deseos de alejarse de todo, de dormir y no despertar. Mas no podía hacerlo, aquellos ojos verdes lo miraban con apremiante súplica y sabía que Joshua estaba sufriendo al igual que él.

-Dame unos días -musitó apartando la vista sin saber por qué estaba pidiendo eso-. No me busques, no me llames, necesito que por un par de días no nos veamos.

-Pero...

-Por favor -suplicó angustiado-. Lo necesito. -Levantó la mano para acariciarle el rostro pero se detuvo antes de llegar a él y cerrando el puño con fuerza lo dejó caer al costado de su cuerpo-. Confía en mí, yo voy a buscarte. Por favor, necesito que me ayudes en esto.

Le pareció injusto, cruel y egoísta de su parte. Sentía como si de repente lo estuviera echando de su lado, como si estuviera por romper todo lazo que los unía. Con certidumbre sintió el encaprichado deseo de negarse a su pedido, de obligarlo a desistir.

Elías, por otro lado,  no se sentía capacitado para pensar. No podía volver a su casa como si nada hubiera pasado y tampoco podía ir con Joshua: eso significaría abandonar a su madre, la mujer por la que había velado todo este tiempo, y dejar a Joshua significaría traicionarse a sí mismo y a sus sentimientos. No quería hacer ninguna de las dos cosas, porque ambas eran dolorosas. Necesitaba estar a solas y pensar.

-Me siento culpable -confesó-, y no quiero que nadie más salga lastimado por mi culpa.

-¿Vas a meditar si seguís o no conmigo? -se atrevió a decir el empresario con apenas voz.

Elías no contestó. Sus ojos lo esquivaron intencionalmente y sus labios que parecían sellados tardaron en responder.

-Unos días, nada más te pido, prometo que voy  a buscarte. -No se atrevió a mirar a Joshua directamente a la cara-. Lo juro.

Joshua se peinó los oscuros cabellos con nerviosismo, miró al piso y después de nuevo al muchacho. En otro momento habría obligado al muchacho a cumplir su voluntad, habría pasado por encima de sus deseos para complacerse a sí mismo sin importarle siquiera lo que sentía Elías. ¿Que se alejara de su lado? Le estaba pidiendo tiempo, como aquellas parejas que llevan años conviviendo y agobiados por la rutina toman como excusa el tiempo para ratificar una separación que ya estaba decidida de antemano. Tiempo. ¿Para qué? ¿Para terminar con la relación? ¿Para matarlo en vida por causa de los prejuicios y de la familia? Agitó suavemente la cabeza y buscó algo en el bolsillo interno de su saco.

-Tomá. -Le extendió un llavero en donde pendían dos llaves. Había pensado en dárselas aquella noche durante la cena y proponerle indirectamente una convivencia juntos-. Esta -indicó la más pequeña- es la del departamento y la otra es la de mi casa, te voy a estar esperando el tiempo que sea necesario. -El muchacho dudó un poco pero finalmente tomó el juego de llaves. Joshua lo miró a los ojos por última vez antes de girar sobre su eje y comenzar a alejarse-. Chao.

-Gracias -susurró Elías mientras oprimía con fuerza las llaves junto a su pecho.

 

 

No se atrevió a desobedecer el pedido del muchacho. Anhelaba estar a su lado en aquel momento, pero entendía que tal situación empeoraría las cosas. Como principal responsable de los acontecimientos, se sentía totalmente impotente. Pero eso no era lo que realmente le inquietaba, sino la influencia que lo sucedido podría llegar a tener sobre el muchacho. Quizás después de todo Elías decidiera terminar con él.

Esta vez tenía que controlar todos sus impulsos y aguardar aunque se estuviera muriendo por dentro. Rogaba no haberse equivocado al acceder al pedido del muchacho. Ahogó una maldición al tiempo que echaba un último vistazo a la fachada del hospital. Abrió la puerta del automóvil y minutos más tarde se alejó del lugar.

 

 

Marco miró con disimulo a su amigo. Elías estaba apoyado en el marco de la ventana de la habitación que por el momento ambos compartían. Sus ojos miraban a través del cristal y la expresión de su rostro indicaba que sus pensamientos estaban muy lejos de allí. Había pasado más de una semana desde que el muchacho se presentara a su puerta pidiéndole hospedaje. Luego de haberle contado lo sucedido, Elías había intentado varias veces entablar una conversación con su madre, pero Rita no daba el brazo a torcer y a pesar de que el muchacho aparentaba calma, Marco tenía la plena certeza de que la procesión de su amigo iba por dentro. Con sigilo dejó el libro que estaba leyendo en la mesa de luz y se puso de pie. No sabía cómo ayudarlo, lamentablemente su amigo tenía que tomar una decisión y él solamente podía acompañarlo como un simple espectador.

-¿Vamos a dar una vuelta? -propuso distraídamente cuando se paró junto a Elías-. Te va a hacer bien tomar un poco de aire.

-¿Qué? -Elías apartó la vista del cristal de la ventana y lo miró con evidente signo de no haber escuchado una sola palabra.

Marco no se sorprendió, hacía días que su amigo mostraba la misma actitud.

-¿Cuántos días van ya? -preguntó con aire pensativo-. ¿Una semana? Tu mamá se niega a escucharte, y de Joshua no se sabe nada...

-Le pedí que no me buscara -lo defendió.

-¿Y eso para qué? -inquirió como tantas otras veces lo había hecho-. Es una forma estúpida de alargar la tortura. Si vas a cortar con el tarado ese va a ser mejor que lo hagas cuanto antes. Mientras más rápido mejor.

Elías lo miró dolido y angustiado a la vez. Era tan fácil para Marco decir esas cosas.

-Yo no dije que iba a hacer eso.

-¿Y entonces para qué le pediste que no te buscara? -cuestionó con curiosidad-. A mí no me podés mentir, te conozco demasiado, estás dudando y no sabes qué decisión tomar. No sabés si dejar a Joshua o no, porque de esa manera se terminarían todos los problemas con tu mamá, pero también sería algo muy difícil de llevar. Te estarías traicionando a vos mismo.

Elías lo miró directamente a los ojos para luego volver la vista a la ventana.

-No sé -respondió finalmente-, no lo sé. Tal vez se lo pedí porque tenía la esperanza de poder convencer a mi mamá de que lo aceptara. O porque creía que algo iba a pasar y me iba a ayudar a tomar una decisión.

-O porque estabas buscando el valor suficiente como para terminar con él. Si no lo ves es mejor, ¿no? ¿Por qué no probás con cortarlo por teléfono? -sugirió-. Le decís que lo pensaste y que lo mejor sería que terminaran, que eso de ser marica no va con vos, que el sexo anal no es lo tuyo y...

-¡Es que no quiero terminar con el! -cortó enojado por la ligereza con la que su amigo tomaba un tema tan delicado para él-. ¡No quiero dejarlo, no quiero! -enfatizó.

Marco sonrió y Elías le dio la espalda para luego volver a enfrentarlo enojado.

-¿Vos te pensás que es fácil darse cuenta de que estás enamorado de un hombre? -le reprochó dolido-. ¿Tenés idea de todo lo que pasé para aceptarlo? Desde que tengo memoria me enseñaron que las cosas son de una determinada manera y de pronto viene Joshua y me cambia todo. ¿Y sabes lo que es peor? -Marco negó lentamente con la cabeza siendo consciente que no era oportuno interrumpir a su amigo-. Que no quiero dejarlo por más que toda mi familia esté en contra, no puedo y tampoco quiero ir en contra de lo que siento.

-¿Entonces qué mierda hacés acá? -inquirió-. Yo en tu lugar me lo estaría cogiendo...

-¡Callate! No te das cuenta de lo mucho que me cuesta. No quiero que mi mamá sufra por mi culpa.

-Los seres humanos siempre se equivocan, y vos pensás que te equivocaste. Tenés miedo de lastimar a los que te quieren. Pero yo creo que no te equivocas. Si te despertaste un día y te diste cuenta de que amabas a un hombre, eso no es un error, eso es -le señaló el corazón con el dedo índice- lo que sentís. Si tu mamá no lo acepta, es lógico, no sólo porque es tu mamá sino porque nunca le va a parecer que alguien sea lo suficientemente bueno para vos, ya sea hombre o mujer. Te morís de ganas de ir con Joshua, pero tenés miedo de hacerle daño a otra persona y a cambio te haces daño a vos.  

Elías desvió la mirada y se mantuvo en silencio. Todos esos días lejos de Joshua no solo le habían servido para añorarlo más sino también para darse cuenta de que tampoco había logrado avanzar con su madre. Ella simplemente se negaba a escucharlo. ¿De qué le había servido alejarse de Joshua? Para su madre era como si no existiera. Nada de lo que él hacía para intentar acercársele daba resultado.

-No pensés en Joshua ni en tu mamá -continúo Marco-, pensá en vos. En lo que te gusta, empezaste de vuelta los estudios: ¡aprovechalo! Hacer algo que te gusta te hace encontrar con vos mismo, a menos a mí me pasa cada vez que me pongo frente al monitor de la computadora y diseño logotipos, páginas o lo que se me ocurra. -Al ver la mirada de desconcierto de su amigo agregó-: Si haces algo que te guste tal vez te ayude a encontrar la respuesta a tus problemas. -Señaló en el escritorio la computadora-. Como buen amigo que soy te dejo usarla durante unas horas. Yo tengo que irme a hacer un encargo que me dejó mi vieja.

No fue hasta que Marco salió de la habitación que Elías tomó consciencia de lo que su amigo le había dicho. Había retomado los estudios y todavía no había podido disfrutar de ese acontecimiento. Hacía mucho tiempo que no dibujaba y la falta de dinero le había impedido comprarse una computadora decente y por supuesto su actual trabajo no era el mejor remunerado ni mucho menos.

Sin meditarlo, se acercó hasta el aparato y apretó la tecla de encendido. Una sonrisa se dibujó en sus labios al ver el fondo de pantalla que su amigo había elegido. Recordaba bien aquella foto, en la que ambos habían posado para la publicidad de J&E.

-Esta plata me va a venir bien para mis ahorros -le había dicho Marco quien desde aquel momento estaba meditando la posibilidad de irse a vivir solo.

Él en cambio había rechazado la propuesta de Gabriel para seguir siendo modelo de la empresa. Quizás no tanto por el hecho de no gustarle el trabajo sino porque no quería mezclar la relación que estaba teniendo con Joshua con el ámbito laboral. Recordó que Joshua no había estado de acuerdo con su decisión pero sin embargo lo había respetado. Pero después de pensarlo mejor se había arrepentido de su decisión. Sin duda el trabajo como modelo publicitario era mucho mejor remunerado y le permitía tener tiempo libre para estudiar, siempre y cuando las campañas no fueran muy largas. Suspiró. "Por más que no te guste el trabajo, si es un trabajo honrado, tomalo como un medio para alcanzar tus objetivos", aquellas palabras se las había dicho su madre cuando consiguió su primer empleo y había tenido un serio problema con uno de sus compañeros. Distraído abrió uno de los tantos programas de diseño que Marco tenía instalado, encendió el reproductor de música del ordenador eligiendo unos cuantos temas al azar y tomó con cuidado el lápiz óptico. Sobre el lienzo electrónico bocetó un cuerpo y poco a poco fue agregándole detalles y sin darse cuenta el dibujo fue tomando forma y color hasta convertirse en una mujer con ropa del siglo pasado, mirada oscura y cabellos blancos que sostenía entre sus manos una espada, detrás de ella un enorme dragón de color verde la protegía. Buscó entre las letras una acorde con la pintura y escribió al pie de la página "Ilusión"

-Ilusión -repitió en voz baja.

Se sentía tan bien. En su mundo. Después de tanto tiempo sin dibujar, no le había quedado tan presentable como hubiera deseado, pero no estaba para nada mal. Disfrutaba de eso. Sonrió distraídamente al recordar cómo en su época de secundaria le había asegurado a Marco que convencería a cualquiera que él era el mejor diseñador disponible y que nunca renunciaría a sus sueños. La sonrisa se borró de sus labios al comprobar que había sucedido todo lo contrario: no había convencido a nadie de nada, estaba muy lejos de ser el mejor diseñador del mundo y muy temprano había renunciado a sus sueños. Molesto consigo mismo se puso de pie y se alejó de la computadora pero  luego volvió a sentarse. Tomó un anotador que Marco había dejado olvidado en la mesa y un lápiz y bocetó sobre el papel la figura de un niño sonriendo y al igual que había hecho con el otro dibujo le puso un título al pie de la página y esta vez escribió "Voy a cumplir mis sueños, voy a convencerte"

-Voy a convencerte. -Se puso de pie, buscó una muda de ropa y un abrigo y luego de cambiarse salió de la habitación.

Cuando Marco regresó a la casa, no lo encontró.

-Dijo que no lo esperaras -comentó su madre cuando le preguntó por su amigo-, que no iba a volver a dormir esta noche.

 

 

Era un poco tarde cuando llegó al lugar. Sólo tenía media hora antes de que el cementerio cerrara sus puertas al público, pero era tiempo suficiente. Un ramo de crisantemos blancos que aún conservaban su belleza le informó de que su madre había estado allí hacia poco. Se puso de cuclillas y acomodó el ramo de claveles amarillos junto a las demás flores. Recordaba que la última vez que se había acercado hasta allí fue el día que había aceptado relacionarse con Joshua por dinero. Esta vez las circunstancias eran diferentes.

-¿Me gustaría saber si estás orgulloso de mí? -musitó Elías frente a la tumba de su padre-. Me gustaría tener tu aprobación y la de mamá para seguir mi relación con Joshua.

Quizás, su padre también se estaría avergonzando por la decisión que había tomado al igual que había hecho su madre y tal vez estaba manchando la memoria de su padre, pero eso era algo que nunca sabría.

-No elegí sentir lo que siento -susurró a la lápida-. No sé si es correcto o no, pero es lo que siento y sé que estoy traicionado el pedido que me hiciste antes de morir. Perdón. La carga se me hizo muy pesada, no merezco tenerte a vos como padre y tampoco merezco tener a mi mamá como madre, solamente quiero dejarme amar y amar con la misma pasión con que él me ama. Papá, necesito que me ayudes a tomar la decisión correcta.

Cerró los ojos y aunque lo deseó, las lágrimas no acudieron a él. El silencio del lugar lo envolvió, una briza suave peinó sus cabellos y Elías creyó sentir una suave caricia que rosaba su rostro. Abrió los ojos de golpe.

-Lucho cada día para ser una mejor persona y corro tras mis sueños que se hicieron más fuertes y resurgieron de ese lugar en el que los había enterrado hace mucho tiempo. Me dijiste una vez que para conseguir algo tenía que trabajar mucho y poner alma y vida para ello. Espero que entiendas y comprendas que Joshua se convirtió en alguien muy importante para mí, ya que él es el responsable de que me haya puesto de pie y siga luchando.

La brisa volvió a peinar sus cabellos y un aroma inundó su olfato recordándole a la fragancia que solía usar su padre. Era como si estuviera intentando comunicarse con él. Sonrió con tristeza. Quizás eran alucinaciones suyas o tal vez el acuciante deseo de recibir la aceptación de aquel que ya no se encontraba en el plano terrenal, no lo sabía, pero cuando se puso de pie para retirarse encontró la paz que no había encontrado durante todos esos últimos días.

-Gracias, papá.

Giró sobre sí mismo y se alejó del lugar con la certeza de que la decisión que estaba por tomar era la mejor opción para todos.

 

 

El gato maulló de alegría cuando vio ingresar a su amo a la morada. Joshua desganado tiró el portafolio en uno de los sillones de la sala y alzó al felino.

-Seguro te quedaste sin comida, por eso venís a saludarme tan cariñoso -regañó al animal mientras se dirigía a la cocina y le daba el gusto al felino llenando el plato con alimento balanceado. Tomas maulló desesperado y se soltó del brazo de su amo para atacar el plato de comida como si fuera un león hambriento.

-Qué fácil me cambiás por un plato de comida -criticó Joshua divertido.

Consultó la hora, y se peinó el cabello con la mano. Estaba agotado. Su día había transcurrido entre reuniones de trabajo y la inquietud por no saber nada del muchacho. Desde aquel día en el hospital, Elías no había intentado comunicarse con él y cumpliendo con lo prometido él tampoco había hecho el menor intento por contactarlo, aunque se moría de ganas por hacerlo. Tenía un mal presentimiento con respeto a lo que podía llegar a pasar. Se sentía como un condenado a muerte aguardando un milagro que lo salvara de su destino fatal. Mientras más tiempo pasaba, más miedo sentía. Para Elías su familia había sido su prioridad durante mucho tiempo, había dejado muchas cosas de lado por ella y no le extrañaría que ahora terminara sacrificando el amor que tenía por él.

-Mierda. -Con furia contenida estrelló su puño cerrado en la mesa de la cocina y el gato interrumpió su banquete para saltar hacia un lado asustado. Joshua no le prestó la más mínima atención, y el felino, luego de comprobar que su vida no corría peligro, volvió a atacar el plato de comida-. ¿Por qué no puedo simplemente confiar en él? ¿A qué le tengo tanto miedo? -masculló dolido.

Decidido a no seguir pensado en Elías abrió la puerta de la heladera y buscó algo para comer. Vagó la vista por el interior del electrodoméstico y luego de unos minutos se percató que no estaba en condiciones de pasar un solo bocado. Emitió un largo suspiro, cerró la heladera y salió de la cocina.

El living en penumbras lo recibió y el cuadro se le hizo inmensamente desolado. No quería volver a estar solo. Más furioso que calmado subió las escaleras que lo conducían a su habitación pero se detuvo antes de llegar a ella junto a la alcoba en donde guardaba los recuerdos de sus padres. Sin meditarlo giró la manija de la puerta e ingresó. Aquel lugar le infundía calma. Los recuerdos, los aromas, aquellos muebles que tanto lo transportaban a su infancia siempre lo reconfortaban. Oprimió el interruptor y la luz bañó el lugar. Con paso lento se acercó al piano y se sentó frente a él, descubrió el teclado y lo rozó con la punta de sus dedos. "En la música siempre encuentro la calma" solía decirle su madre y Joshua decidió probar en su propia piel las palabras de la mujer. Sus dedos arrancaron del instrumento una suave y acogedora melodía. Cerró sus ojos. La música sensual, suave, erótica le trajo recuerdos y como le había pasado durante esos días de separación pequeñas escenas vividas junto al muchacho vinieron a su mente. Elías, Elías siempre Elías. ¿Qué mierda le había hecho aquel hombre para tenerlo comiendo de la palma de su mano? Desconcertado abrió los ojos de golpe y detuvo bruscamente sus dedos cortando a la mitad la melodía que estaba tocando.

Se puso de pie y salió de la habitación para dirigirse a su alcoba. La incertidumbre fue peor todavía. Sobre el lecho vacío, pudo recordar la silueta del muchacho dormido, su perfume, su piel. Aquellos días se habían convertido en una verdadera tortura para él. El silencio lo envolvía como un cruel martirio y no hacía más que demostrarle lo mucho que necesitaba volver a sentir el cuerpo del muchacho junto al suyo. No quería estar así, no quería sentirse así, necesitaba que Elías le diera una respuesta, necesitaba volver a verlo. Necesitaba tener la certeza de que no iba abandonarlo, de que la relación de ambos no había terminado.

Mecánicamente deshizo el nudo de la corbata y la dejó sobre una silla junto con su abrigo. Se quitó el calzado y se recostó en la cama. Rozó el cubrecama con la punta de los dedos y cerró los ojos. Ni siquiera el sueño había sido placentero durante esos días. El insomnio se había hecho cada vez más frecuente y rara vez había podido dormir más de dos horas seguidas. Abrió los ojos y se levantó para buscar su teléfono móvil en el interior de su abrigo. No podía seguir con esa paranoia, tenía que saber algo del muchacho. Marcó el número de memoria y antes de que llegara a dar el primer tono volvió a cortar. Irritado, dejó el teléfono sobre la mesa de noche.

Cerró los ojos y sacudió levemente la cabeza buscando disipar sus pensamientos, no tenía porque pensar de esa manera, confiaba en Elías, y si él le había dicho que lo buscaría, lo haría.

-¿Por qué demora tanto? -susurró para sí.

La paciencia se le estaba acabando y por el bien de su salud mental y emocional decidió internamente darle veinticuatro horas más al muchacho antes de ir a buscarlo para exigirle personalmente una respuesta. Sentado al costado de la cama ocultó su rostro entre sus manos y suspiró con enorme frustración. No se merecía esto, no se merecía ese trato por parte de Elías.

 Tal vez porque sintió la presencia de alguien o porque un aroma familiar inundó su olfato o tal vez quizás por un acto totalmente inconsciente no lo sabía, pero Joshua levantó lentamente la cabeza para mirar directamente a la puerta de la habitación. Abrió desmesuradamente los ojos y luego parpadeó varias veces para cerciorarse de que lo que veía era real. Su cuerpo reaccionó ante tan anhelada visión y reprimió el deseo inconmensurable de ponerse de pie para ir al encuentro de aquel que lo observaba desde el umbral de la puerta. No tuvo la certeza de si estaba siendo presa de una ilusión o de una realidad, hasta que la silueta parada junto a la puerta se movió para ingresar a la habitación. Elías vestía una camisa oscura y unos pantalones de jeans gastados. Su rostro algo pálido mostraba una leve sonrisa y sus cabellos caían desordenados sobre sus ojos marrones, dándole un aire cansado y desalineado.

Joshua se mantuvo en silencio, observándolo. No quería emitir palabra alguna, por temor a que todo aquello se esfumara como si fuera un cruel espejismo de su imaginación. Instintivamente se puso de pie y aguardó que el muchacho rompiera el tenso silencio.

-Perdón por venir sin avisar. -Elías levantó la mano y le mostró un juego de llaves-. Usé las llaves que me diste.

Joshua no respondió, sus ojos se fundieron en los del muchacho. No era un sueño, había vuelto. Estaba allí, Elías había vuelto a su lado.

 

 

Continuará...

 

 

Notas finales:

Mis mas sinceras disculpas, espero que hayan disfrutado el capitulo. Besitos, Makino.

Editado:

Bueno, ante todo vuelvo a reiterar mis disculpas, se que paso mucho tiempo desde que actualice, pero pasaron muchas cosas. Muchas me escribieron y consultaron si era por falta de inspiración o si iba a seguir o no con la historia, y confieso que me sentí muy mal por no poder cumplir con ustedes como es debido. En primer lugar estoy en el último año de mi carrera y como comprenderán estoy poniendo mucho esfuerzo en el estudio, además de estudiar trabajo, así que imagínense, aunque la inspiración no me faltaba, lo que si me faltaba y mucho era tiempo  y luego cuando tuve tiempo de escribir el capitulo,  tenía que enviarlo a corregir y esperar a que me lo devolvieran, como comprenderán no puedo exigirle a Khira que se apure con la corrección cuando yo misma me demore en escribir, así que, después de una larga espera, apenas recibí el capitulo corregido lo subí a la pagina. A parte de eso, un tema que nada tiene que ver con la novela pero que influyo en parte en que me demorara, fue el hecho de que estoy haciendo algunas cosas que tienen que ver con mi profesión (por ahora no en forma profesional) que es la de ser dibujante. Soy además animadora ( realizo dibujos animados, en forma independiente) y estuve haciendo un par de trabajos. Así que imagínense: trabajo, estudio, escribo, dibujo y animo (o sea realizo dibujos animados) como me dijo mi linda Usagi: Maki no sé de dónde sacas tiempo para hacer todo eso XD. La verdad es que tiempo es lo que me falta T.T. Pero me pone inmensamente feliz, el saber que están allí y que a pesar de mi ingrato proceder se portan maravillosamente bien conmigo ^^. Muchos besos y cariños, Makino Tsukushi.

 

Le dejo un par de link a modo de promoción XD:

Mi link en YouTube en donde subo mis trabajos de animación:

http://www.youtube.com/user/makinito33

 

Mi blog dedicado mas que nada a dibujos de hombre (no yaoi aclaro, solo algunos, es que me encanta dibujar hombre XD):

http://fobosxdeimos.blogspot.com/

 

Mi deviantart aunque no me gusta que está en ingles como dibujante me vi obligada (¿?) a abrirme una cuenta:

http://tiry33.deviantart.com/

 

Por último me resta decir que es mi deseo terminar la novela, es mi primera locura de escritora y no quiero dejar las cosas así. Sé que me falta mucho, que no gano dinero por ello, pero lo que si gano es el inmenso cariño que me demuestran cuando leen cada uno de mis capítulos, eso es algo que no tiene precio ^^, ahora si me despido y espero que el próximo no demore tanto. Makino Tsukushi.


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