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Sentimientos ocultos, pasiones prohibidas por makino tsukushi

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Notas del capitulo:

¡Jo jo jo joooo! Feliz Navidad y un mejor Año nuevo, acá les dejo el capítulo de regalo.

Capítulo 26. Por amor a vos

 

 

El muchacho se apoyó en el marco de la puerta y dibujó una suave sonrisa en sus labios. Joshua comprendió que lo que estaba viendo no era producto de su imaginación ni de sus profundos deseos, era una realidad: Elías había vuelto a su lado.

—Perdón por venir a esta hora —se disculpó—. ¿Estabas por acostarte?

Joshua inclinó levemente la cabeza.

—Sí —musitó—. Estoy un poco cansado. ¿Y vos? ¿Cómo estás?

Elías no contestó y su silencio incomodó al empresario. ¿Había ido hasta ahí para terminar con la relación que los unía? ¿El amor que sentía por él era tan frágil que no podía soportar una tormenta como esa?  Miró suplicante al muchacho, no animándose siquiera a parpadear. Si iba terminar con la relación, que tuviera la valentía suficiente como para mirarlo de frente, que le dijera a la cara que no quería continuar, que se atreviera a pisotear su corazón de esa manera. Pero él no estaba dispuesto a rendirse, no iba aceptar la ruptura tan fácilmente. Instintivamente levantó la barbilla como desafiando al muchacho, quien ya llevaba varios minutos de mutismo.

Si Elías se percató de los pensamientos del empresario no lo demostró, su rostro siguió tan tranquilo como al principio.

—Joshua —rompió el silencio con un ronco susurró—. Si vas a acostarte me gustaría hacerlo con vos. —Las palabras tomaron por sorpresa al empresario quien parpadeó confundido—. ¿Puedo? —insistió el muchacho, y al no obtener ninguna respuesta comenzó a atravesar la habitación con paso lento hasta detenerse a pocos centímetros de él—. ¿Puedo? —volvió a preguntar con sensualidad.

Joshua lo miró obnubilado. Sin ser completamente dueño de sus actos, levantó su mano derecha y rozó con suavidad la mejilla del muchacho. Elías correspondió cual gato mimoso cerrando su mano sobre la del empresario para profundizar así la caricia.

—¿Eso es un sí?

Por supuesto que aceptaba, no necesitaba pedirlo, la respuesta era y siempre sería afirmativa, porque el muchacho se había metido bajo su piel, en su sangre y en su alma, eso no estaba en duda. Pero aun así necesitaba saber, necesitaba conocer qué terreno estaba pisando, qué era lo que había sucedido durante esa corta pero dolorosa separación y qué decisión había tomado el chico.

—Elías…

Los dedos del muchacho se posaron sobre sus labios impidiendo que terminara la frase.

—No digas nada —rogó—. Hoy no —suplicó Elías presintiendo los cuestionamientos que atormentaban al empresario—. Sé que no tengo derecho a pedírtelo, pero no quiero hablar todavía. —Retiró su mano y rozó con un beso los labios del empresario—. Hoy quiero estar con vos —musitó sensual—, quiero tenerte. —Y acercándose al oído de Joshua agregó—: quiero hacerte el amor.

Acostumbrado a tomar siempre la iniciativa, a ser él y no el otro quien llevara adelante el juego de seducción, no pudo evitar sorprenderse ante las palabras del muchacho ni ante su significado. Elías, ajeno a sus pensamientos, y consciente sólo del deseo que lo embargaba, tomó el rostro de Joshua con ambas manos y lo invitó sin prisa a unir sus labios en un beso que pronto se volvió asfixiante, imponiendo un ritmo con una facilidad y sensualidad que sorprendió al empresario.  

Joshua se sintió empujado hasta el lecho en una danza desigual guiada por el muchacho y fue totalmente incapaz de oponer resistencia.

—Quiero devolverte un poco del amor que me das —balbuceó Elías sobre sus labios—. Te deseo.

Las palabras llegaron a Joshua con ardiente urgencia y tuvo que hacer un enorme esfuerzo para apartar sus labios, logrando su cometido justo en el momento en el que sintió sus piernas chocar con el costado de la cama.

—Esperá —pidió—, esperá…

Los ojos de Elías lo miraron velados por la pasión y, negándose  a ceder terreno ante el empresario, acarició la piel de su pecho a través de la tela de la camisa.

—¿Qué? —inquirió en un susurró junto a su oído—. ¿No querés?

Sintiendo que perdía la batalla, Joshua se apartó lo suficiente como para poder enfrentarse a sus ojos. La mirada de Elías, enigmática y ardiente, hacía juego con el rubor rosado de su rostro y la determinación se leía en ella como un libro abierto. Se sintió acorralado en una trampa de la cual no tenía deseos de escapar.

—No es eso… —se defendió sin saber cómo terminar la frase.

Elías guardó un prudencial silencio antes de acariciarle el rostro.

—Entonces, si los dos estamos de acuerdo —musitó—, sigamos…

Nuevamente Elías atacó y Joshua volvió a juntar fuerzas para detenerlo.

—Elías…

—¿Qué? —inquirió este en un susurro.

Joshua no contestó. Su mirada evitaba la del muchacho como si algo le incomodara. ¿Qué estaba pasando? ¿Cómo era que Elías lo había llevado a esa situación? Su mente había aceptado algo que su corazón hacía tiempo había hecho: que siempre terminaría cediendo a los deseos de aquel chico. Pero no temía por ello, al contrario, no deseaba luchar contra toda esa vorágine de sentimientos a la cual se había sometido desde el mismo instante en que Elías se había cruzado en su camino. Su temor, en cambio, pasaba por otro lado. Se daba perfecta cuenta de que por demostrar sus sentimientos sería capaz de hacer cualquier cosa que Elías pidiera, pero ¿el muchacho haría lo mismo? ¿O había decidido volver esa noche para despedirse? ¿Aquella era su manera de decirle adiós?

No lo sabía.

Consciente de su ignorancia decidió apostarlo todo y entregarse, porque eso era lo que deseaba en ese momento. Después pensaría en el mañana.

—Joshua. —Elías pronunció su nombre con suavidad—. Te amo, te deseo y por sobre todo, soy un hombre y este hombre quiere amarte. Quizás sea apenas un poco más bajo de estatura, y siempre te dejé llevar la iniciativa pero eso no significa que yo no te desee. —Rodeó el cuerpo del empresario con sus brazos y hundió sus rostro en el hueco que dejaba su cuello—. Ahora más que nunca —susurró, y Joshua sintió su aliento cálido erizándole la piel—. Te suplico, te ruego, necesito hacerte el amor, necesito estar dentro de vos.

Sintió que su respiración se iba acelerando a la par de los latidos del corazón del empresario. Aferrado a ese deseo que lo embargaba desde hacía mucho tiempo, rogó porque Joshua no lo rechazara. Su cuerpo y su alma lo deseaban como nunca antes y le urgía calmar aquella sed con el dulce sabor que la piel del otro le entregaba.

—Estás jugando sucio —musitó Joshua con apenas voz—, es una forma muy indecente de hacerme ceder a tus caprichos.

—Yo ya cedí a los tuyos —susurró con voz ronca—: es justo que ahora cedas a los míos. Vos me enseñaste a ser caprichoso. Rendite —musitó junto a su oído—, ¿o querés que te obligue?

—Idiota.

—Joshua, no seas egoísta —balbuceó con apenas voz—. Te necesito, necesito saber que no me equivoqué, me hechizaste, por más que quiera no puedo dejar de pensar en vos, te metiste en lo más profundo de mi ser y te negás a abandonar ese lugar.  

—No soy egoísta, sólo me enamoré de vos.

—Entonces...

Dejó la frase sin terminar. Su boca dibujó un camino desde el cuello hasta los labios del empresario. Su lengua húmeda buscó a su igual con seductora urgencia y sus manos lucharon con los botones de la camisa de su amante logrando desprender uno a uno con facilidad. Lo empujó con suavidad y la cama los recibió entrelazados, enfrascados en una lucha de besos y caricias.

El muchacho, renuente a abandonar los labios del otro, apartó la tela de la camisa y ahogó un quejido de protesta cuando la prenda quedó trabada en los brazos de su amante. A regañadientes abandonó los labios del empresario y se incorporó lo suficiente para permitir que Joshua terminara con el trabajo.

—Hermoso —musitó, y con premeditados movimientos se incorporó aun mas hasta quedar de rodillas en la cama para luego quitarse la remera y desabrocharse el pantalón.

Joshua, sintiéndose incapaz de ser un simple espectador, se sentó en el lecho y antes de que el muchacho se quitara el pantalón y la ropa interior lo atrajo con uno de sus brazos.

—Estás demorando mucho. Te necesito ahora —susurró con voz ronca echándose hacia atrás para quedar nuevamente acostado en el lecho y arrastrando al otro consigo.

Joshua buscó los labios del muchacho y este lo esquivó con agilidad. Elías esbozó una sonrisa socarrona y rozó apenas los labios de su amante para luego seguir su camino hasta el cuello marcando territorio con pequeños y húmedos mordiscos y continuando su viaje hasta las tetillas sonrosadas del empresario, prestándole una especial y cuidadosa atención a cada una de ellas. Su lengua lamía con suavidad arrancando los más ininteligibles y enloquecedores gemidos. Quería brindarle todo el placer, atender cada centímetro de su cuerpo hasta dejarlo exhausto, escuchar sus jadeos y complacerlo con cada caricia y beso otorgado.  Quería amarlo. Con seguridad sus labios siguieron el camino hasta toparse con la bragueta del pantalón. Levantó apenas la vista y pudo ver a Joshua cubriéndose los ojos con el antebrazo, conteniendo la respiración.

—Joshua —lo llamó con suavidad, y el empresario balbuceó algo dándole a entender que lo había escuchado pero siguió con el rostro cubierto—. Te amo, te amo tanto.

Sus dedos rápidos y seguros desabrocharon los botones del pantalón y con apremiante necesidad retiró la prenda junto con la ropa interior hasta dejar descubierto el sexo duro y erecto del empresario. Lo tomó entre sus dedos y lo acarició con sensual movimiento. Joshua gimió con fuerza. El muchacho deseando que aquella ola de gemidos no parara siguió con la tortura. Con sus labios rozó el extremo del pene para luego humedecerlo con su lengua.

—Para… —rogó Joshua con apenas voz apoyando una de sus manos en la castaña melena del muchacho.

Elías no escuchó su pedido. Su boca cubrió el miembro erecto del empresario continuando con su lengua y sus labios el trabajo que antes habían realizado sus dedos. El cuerpo de Joshua se tensó, su respiración se aceleró y sus labios ya no se molestaban en reprimir los gemidos y jadeos por el placer recibido.

—Para —suplicó roncó—, si seguís voy a acabar.

A regañadientes el muchacho detuvo sus caricias y se incorporó en el lecho. Joshua respiraba con dificultad y a Elías se le hizo increíblemente hermoso. Casi desnudo, con la mirada velada por la pasión y dispuesto a entregarse sin ningún reproche, era sencillamente perfecto. Consciente de su propia necesidad, decidió no alargar el tiempo. Con rapidez, como temiendo que el hechizo que los envolvía se rompiera, se bajó del lecho y con brusquedad se quitó el pantalón y la ropa interior dejando su cuerpo completamente desnudo. Joshua se incorporó sobre el lecho para poder admirarlo y Elías se acercó hasta él y con facilidad le quitó las prendas que lo cubrían dejándolo en igualdad de condiciones. Gateando se volvió a subir a la cama y apoyando una de sus manos sobre el pecho del empresario lo obligó a tumbarse nuevamente.

Buscó en el cajón de la mesa de noche en donde sabía que Joshua guardaba el lubricante.

—Joshua —musitó, y acercando sus labios al oído del empresario agregó—: Quiero estar dentro tuyo.

Joshua se movió incómodo bajo el cuerpo del muchacho y lo enfrentó con la mirada.

—Espero no arrepentirme  —farfulló.

Elías sonrió y se incorporó apenas buscando a tientas el lubricante.

—Prometo ser cariñoso —musitó en tono burlón

Esparció una generosa cantidad de lubricante en sus dedos y reclinándose nuevamente sobre Joshua atrapó sus labios mientras su mano se colaba a tientas entre las nalgas del empresario.

—Relajate —musitó al sentir cómo el cuerpo de su amante se tensaba.

Joshua separó las piernas instintivamente al sentir cómo el dedo largo de Elías invadía su trasero provocándole una ligera molestia. Consciente de la incomodidad del empresario, el muchacho tomó el miembro erecto de su amante y con firmes y certeros movimientos comenzó a masturbarlo buscando que olvidara así el dolor. Un segundo dedo acompañó al primero y Joshua se mordió el labio ahogando un grito ante la molestia, por toda respuesta Elías aceleró el ritmo de sus caricias al tiempo que un tercer dedo se abría camino por las aterciopelada paredes preparándose para recibirlo.

En ese punto se supo incapaz de contenerse y los gemidos de Joshua no hacían más que torturar su frágil autocontrol. Retiró los dedos y abandonó por un instante las caricias que regalaba a su amante. Arrodillado en el lecho observó al empresario y lo amó con locura al comprender que Joshua estaba dispuesto a cederle por aquella noche el papel de seductor, demostrándole que su decisión no había sido errada. Necesitaba comprobar que el amor que sentía por ese hombre no era un espejismo de lujuria que lo había transformado cambiando totalmente su esencia y, arrodillado junto a él, sintió que Joshua era capaz de llevar su amor hasta el límite demostrándole que era a prueba de cualquier tormenta.  

Joshua lo aguardaba. Se lo veía completamente diferente, las mejillas sonrosadas, la mirada ansiosa, anhelante. Elías se supo perdido. Tomó las caderas del empresario con firmeza poniéndolo a la altura de su miembro.

—Joshua…

El empresario no lo dejó hablar; se incorporó apenas y rodeó el cuello del muchacho con sus brazos consiguiendo que cayera sobre su pecho. Se apoderó de sus labios en un salvaje y apasionado beso.

—Te amo, Elías —musitó sobre sus labios y volvió a besarlo con ansias, con necesidad urgente de demostrar con hechos lo que guarecía su corazón.

El muchacho logró separarse apenas de la prisión que los labios de Joshua ejercían sobre los suyos. Consciente de su propia excitación se supo incapaz de alargar el momento por más tiempo. Su instinto lo cegó y la necesidad de calmar su deseo le impidió actuar con la mayor delicadeza que hubiera deseado. Las piernas de Joshua se separaron dispuesto a recibirlo y, sin pensarlo, deseando apagar el fuego que lo consumía por dentro, empujó sus caderas y de un firme y certero movimiento lo penetró.

Joshua ahogó un grito de dolor y Elías buscó sus labios depositando un suave beso. Había actuado con brusquedad y sólo pensando en su propio placer. Tratando de enmendar su error mantuvo su cuerpo quieto abrazando con fuerza al empresario reprimiendo el deseo de empezar con ese vaivén de sus caderas que lo acercarían al clímax.

—Perdón… —quiso disculparse pero el empresario lo interrumpió. Joshua lo atrajo hacia sí con brusco gesto y lo besó con fiereza.

—No pidas perdón —jadeó sobre sus labios— y haceme el amor. —Le tomó el rostro con ambas manos y lo miró directamente a los ojos con hambre febril y anhelante deseo—. Quiero tu amor sólo para mí.

Lentamente salió del cuerpo de Joshua para volver a entrar con fuerza y repetir el movimiento cada vez con más velocidad buscando también la satisfacción de su amante; sus dedos reanudaron las caricias sobre el sexo del empresario logrando que poco a poco la tensión se retirara del cuerpo del otro. El ritmo se volvió vertiginoso y los gemidos se mezclaron formando una sola melodía. Joshua al borde del orgasmo abrazó al muchacho y buscó sus labios para fundirse en un húmedo beso. Sólo unos segundos después sintió un latigazo recorrer su columna vertebral y el semen manchó su vientre y el del muchacho que casi al mismo tiempo se derramaba de igual forma dentro de su cuerpo.

Elías cayó exhausto sobre el empresario y Joshua lo recibió envolviéndolo con sus fuertes piernas y estrechándolo fuertemente en sus brazos. Estaba estúpidamente enamorado. Se sentía completamente feliz de que Elías hubiera regresado aunque no sabía a ciencia cierta por cuánto tiempo seria, pero en ese momento no le importaba. No quería pensar: quería sentir, quería oler, quería escuchar los latidos acelerados de su amante después de haberle hecho el amor y yacer unidos por largo tiempo sin pensar en el mundo, como si sólo existieran ellos dos.

—Elías —susurró con voz ronca—. Dios cuánto te amo.

El muchacho se mantuvo quieto en su posición. No respondió. El silencio era cómplice para la intimidad que ambos acababan de compartir pero pronto Joshua sintió que el cuerpo de Elías se convulsionó imperceptiblemente.

—¿Elías? —llamó alarmado—. Elías, ¿qué pasa? —volvió a inquirir e intentó levantar el rostro del muchacho para poder mirarlo de frente.

—Perdón. —Elías se incorporó apenas e intentó ocultar su rostro pero una tibia lágrima partió de sus ojos y fue a parar a la mejilla del empresario.

Joshua lo obligó a levantar el rostro y a enfrentar sus miradas, con dulzura secó las lágrimas que surgían sin control y empañaban los ojos del muchacho.

—¿Qué pasa? —inquirió con suavidad.

Elías no respondió, sus ojos se empañaron nuevamente por las lágrimas y antes de que el empresario tuviera tiempo de reaccionar hundió su rostro en el hueco que formaba el cuello de Joshua y lo abrazó con fuerza como si tuviera miedo de perderlo.

—¿Por qué? —cuestionó en medio del sollozo—. Decime por qué tengo que elegir, por qué tengo que elegir entre dos personas que amo. No hay la más mínima posibilidad de que pueda conservar el amor de los dos…

—Elías… —Las palabras del muchacho lo dejaron sin respuesta. Elías levantó su rostro y enfrentó sus ojos enrojecidos a los suyos.

—Lo intenté, te juro que intenté convencerla, le supliqué, le rogué que me aceptara, que te aceptara, pero se cierra en sus dichos y todo su cariño se convirtió en desprecio como si me hubiera enterrado para siempre. Yo ya no existo como su hijo. —Se limpió las mejillas con fuerza—. No me permitió volver a la casa, hasta que no termine con… —se detuvo antes de terminar con la frase y volvió a limpiarse las mejillas—. Pero yo no puedo, me niego. No puedo cumplir con su pedido, llegué a pensarlo pero ese pensamiento duro sólo un escaso segundo, porque no puedo ni quiero dejarte, no quiero. No sé si esto va a durar días, meses o años, no lo sé, pero sé que en este momento quiero estar con vos y me duele que mi mamá no sea capaz de entender mis sentimientos y…

Joshua no lo dejó terminar. Lo abrazó con fuerza, lo besó con dulzura y acarició la espalda convulsa del muchacho.

—Debería dejarte ir —comenzó el empresario—, cortar con la relación que nos une y permitir que los problemas que hay con tu mamá se arreglen. Pero no puedo, soy muy egoísta cuando se trata de vos y te amo demasiado como para dejarte ir.  

La noche se cernía afuera inundando la ciudad. Dentro de la habitación, abrazado al calor del cuerpo del empresario, Elías se dejó envolver por el sueño profundo encontrando después de varios días de angustia un poco de paz en los brazos del hombre que amaba.

 

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Se enjuagó con agua el resto de crema dental, se acarició el rostro y después de varios segundos decidió que no era necesario afeitarse. Examinó por última vez su aspecto en el espejo y salió del cuarto de baño. Joshua seguramente estaba desayunando o quizás ya se había marchado. Se había vuelto una costumbre, cada vez que se quedaba a pasar la noche en su casa, el empresario lo dejaba dormir más de la cuenta y a menudo tenía que inventar escusas en el trabajo por la tardanza.

Bajó la escalera y se dirigió a la cocina. En el interior de la habitación pudo escuchar, incluso antes de ingresar, el ruido de tazas y cubiertos. Con cuidado abrió la puerta y se detuvo a admirar al hombre que concentrado en su café no se percató de su presencia.

—Buenos días —saludó desde la entrada.

Joshua levantó la vista y dibujó una leve sonrisa en los labios.

—Estaba por ir a despertarte.

—No mientas —recriminó—, siempre me dejás dormir de más, pero no te preocupes, esta vez no me voy a enojar.

Joshua levantó una de sus cejas incrédulo y emitió una divertida carcajada.

—¿Y eso? —inquirió mientras observaba al muchacho ingresar a la cocina y tomar una taza de la alacena para luego sentarse a la mesa frente a él.

Elías hizo una pronunciada pausa disfrutando de la expresión de curiosidad del empresario antes de dignarse a contestar.

—No voy a ir a trabajar —soltó con tranquilidad.

—¿Por qué? —indagó curioso el empresario—. ¿Tenés franco?

El muchacho negó con la cabeza y se encogió de hombros quitándole importancia, tomó la jarra con café del centro de la mesa y se sirvió hasta la mitad para luego tomar la jarra con leche y hacer lo mismo.

—Porque voy a renunciar —anunció con calma mientras se servía una tostada y empezaba a mordisquearla.

Joshua lo observó en silencio. La noticia lo había sorprendido. A pesar de que le había insistido en numerosas ocasiones que volviera a trabajar en la empresa, Elías se había negado alegando que no se sentiría cómodo trabajando allí. No deseaba mezclar su vida personal con el trabajo y Joshua se vio obligado a ceder aunque sabía que el dinero que ganaba el muchacho con su nuevo trabajo no era nada comparado al que Gabriel le ofrecía por realizar un par de publicidades.

—Estuve pensando mucho en estos días —comenzó Elías—. La situación en mi casa está lejos de solucionarse. —Su cara dibujó una mueca cercana a una sonrisa—. Mi mamá es muy dura cuando se lo propone. Me prohibió terminantemente que volviera a la casa, no me atiende el teléfono y no permite que me le acerque ni siquiera para ver a mis hermanos. —Joshua intentó interferir pero Elías levantó una de sus manos deteniendo su intención—. Me fui a ver a mi papá —dijo de pronto—. Después de que mi mamá rechazó la plata que quise darle —suspiró—, sé que la necesita pero ni eso quiere recibir de mí. —Tomó un sorbo de café con leche como si con eso consiguiera darse ánimos para seguir—. Entonces empecé a caminar sin rumbo, no quería volver a lo de Marco y tampoco quería molestarte…

—No me molestás —interrumpió Joshua—, estoy acá y quiero ayudarte.

—Eso ya lo sé —sonrió—, pero en esta ocasión no me podés ayudar. No quiero que nadie salga lastimado por mi culpa —remarcó mirándolo a los ojos—. Así que decidí que lo mejor era caminar y pensar, pero a veces las cosas vienen sin que uno se lo proponga o quizás inconscientemente estaba deseando ir hasta ahí, no lo sé, pero cuando me di cuenta estaba cerca del cementerio.

El semblante del muchacho dibujó una mueca de tristeza, como si de repente hubiera recordado algún episodio del pasado del que sólo él y su padre eran protagonistas. Parpadeó varias veces como volviendo a la realidad que lo rodeaba y miró al empresario.

—Soy un ingrato, siempre voy ahí cuando estoy mal, cuando era chico hacía lo mismo. Me acuerdo que una vez me había encaprichado con un auto de juguete a control remoto que por supuesto era muy caro y no me lo pudieron comprar, entonces mi mamá me castigó ya que por culpa de mi capricho había roto un florero que le había regalado mi abuela. Enojado con todos y creyendo que yo tenía razón me senté en un sillón en el patio de mi casa y ahí estaba dispuesto a quedarme toda la noche hasta que mi mamá me diera el gusto. Entonces mi papá cuando llegó de su trabajo se sentó a mi lado y poniendo su mano en mi cabeza me dijo “vamos a dormir” y sonriendo añadió “algún día voy a comprarte ese autito que tanto te gusta”. —Esbozó una sonrisa ante el recuerdo—. Me hizo sentir mal, me di cuenta de lo mal que me había portado con mi mamá y llorando lo abracé y al día siguiente le pedí disculpas a mi mamá. —Emitió una carcajada—. Claro que nunca llegué a tener ese autito, cuando mi papá quiso comprármelo me negué, mi hermano ya estaba en camino y como el mayor pensé que lo mejor era hacerle un regalo a mi mamá con esa plata.

La habitación quedó en silencio. El muchacho revolvió el café con leche de forma mecánica y el empresario se percató que la mente de Elías volvía a viajar por algún recuerdo lejano.

—Cuando llegué al cementerio me di cuenta de que siempre recurro a él en momentos difíciles. —Hizo una breve pausa y levantó la mirada para mirar de frente al empresario—. En medio de la discusión que tuve con mi mamá, ella me gritó que mi papá estaría muy avergonzado si se enteraba de nuestra relación; fue muy cruel pero no pude evitar hacerme esa pregunta. ¿Él hubiera aprobado nuestra relación? ¿Hubiera aceptado que me enamoré de otro hombre?

—Elías, no vale la pena preguntarse esas cosas ahora.

—¿Y tus papás? ¿Estarían de acuerdo? —inquirió de pronto—. Seguramente sufriste mucho; yo perdí a mi papá pero vos los perdiste a los dos al mismo tiempo. Nunca te pregunté por ellos —reflexionó con culpabilidad—, siempre pensé en mi propio dolor y no me di cuenta de que vos habías pasado por algo peor.

Joshua sonrió triste.

—A veces pienso que están de viaje —musitó pensativo después de largo silencio—; que están en un largo viaje y que un día van a volver con muchos regalos como siempre lo hacían cuando se iban.

No acostumbraba a hablar mucho de sus padres, pero pensaba en ellos cada día de su vida. Aquel accidente fatal los había arrancado de su lado y de un día para otro su vida se había puesto de cabeza. No había tenido mucho tiempo para hacer el duelo, una empresa y una hermana menor habían quedado a su cargo y ante cualquier paso en falso todo se vendría abajo. Fueron muchas las noches que en la soledad de su habitación había llorado la pérdida de sus padres y sólo se permitía mostrar su vulnerabilidad ante su círculo más íntimo.

—Fue muy duro saber que de golpe tenía que hacerme cargo de una empresa y aunque Lorena me ayudó mucho era todavía demasiado joven como para tomar responsabilidades —murmuró pensativo—. Desde el principio ellos se encargaron de educarnos para que seamos fuertes y autosuficientes —sonrió triste—, pero nunca se está preparado para una pérdida tan grande. Eran felices y querían que sus hijos también lo fueran —y mirándolo a los ojos agregó—: yo creo que te habrían aceptado sin ningún problema.

Elías lo observó en silencio. Comprendió el dolor que el empresario había sentido por aquella pérdida y supo lo difícil que había sido para él reponerse.

—Es curioso —musitó—, es lo mismo que sentí yo. Me paré frente a la tumba y sentí que de algún modo mi papá me decía que hiciera lo que me haga feliz, que si yo soy feliz él también lo sería.

Se puso de pie de un golpe tomando totalmente por sorpresa a Joshua. Caminó dándole la espalda y se paró frente a la ventana que daba al patio de la casa. El empresario se mantuvo en su lugar esperando. Finalmente el muchacho se giró nuevamente para enfrentarlo.

—Voy a renunciar al trabajo y voy a aceptar la propuesta de Gabriel. Como siempre me dijiste, ese trabajo me da mucha más plata y en este momento eso es lo que necesito. No puedo seguir abusando de la amistad de Marco y como no puedo por el momento volver a mi casa, necesito buscar otro lugar para vivir. Lo pensé mucho y creo que es lo mejor.

Respiró con profundidad cuando terminó de decir su pequeño monologo y rogó por que el otro no cuestionara su decisión.

—Podés venir a vivir acá —se atrevió a sugerir Joshua después de un largo silencio.

Elías lo miró perplejo y algo incómodo. No era que no lo deseara, pero en aquel momento no le parecía lo más oportuno.

—No sería lo más conveniente —balbuceó esquivo.

—Pero…

Joshua se sintió herido, rechazado, como si el muchacho quisiera alejarse de su lado; sintió ganas de revelarse, de obligar a Elías a cumplir su voluntad, pero no pudo.

Elías presintió la incomodidad del empresario y eligió cuidadosamente las palabras antes de comenzar a hablar.

—Joshua —pronunció en voz demasiado alta sobresaltando al empresario—. Joshua —suavizó su tono y el otro lo miró interrogante—, necesito y quiero convencer a mi mamá, necesito que ella me entienda y no creo que sea bueno venir acá por el momento. Porque… —suspiró fuertemente–, porque quiero que entienda que te amo, que decidí estar a tu lado, quiero que me acepte y que te acepte. Y lo mejor sería ir paso a paso.

Joshua se quedó en silencio, fundiéndose en aquellos ojos marrones que desde el otro lado de la habitación lo miraban. Intentando y no pudiendo enojarse e imponer su capricho y cediendo nuevamente al razonamiento convincente que el otro le sugería. Elías levantó una de sus manos y se la extendió. No quería que aquello terminara en una discusión.

—Vení —pronunció en un ronco susurro.

El empresario no respondió de inmediato. Observó detenidamente los largos dedos que el muchacho le extendía, y luego se fundió en sus ojos. Era lógico lo que Elías decía: si querían convencer a la señora Rita de que el amor que se tenían era verdadero y limpio, el convivir juntos era una provocación innecesaria. Tenían que buscar la manera de que las cosas se dieran de manera natural. Elías volvió a sacudir los dedos frente a él ofreciéndole una muda invitación, y Joshua se tomó el tiempo suficiente para responder, provocando al otro, intentando esconder el deseo. Se puso de pie. Envuelto en un extraño sortilegio y con paso relajado se acercó hasta él.

Elías elevó sus manos y tomó entre ellas el rostro del empresario. Con calma, disfrutando del íntimo momento acortó las distancias y unió sus labios con los otros. Joshua rodeó la cintura del muchacho y con sutileza lo acercó hasta él. Explorando sin prisa, hundió su húmeda lengua en la boca de Elías encontrando otra que con igual curiosidad jugueteó en una lucha en donde no importaba quién era el ganador. Sedientos, necesitados uno del otro, el beso fue volviéndose cada vez más peligroso y pronto Elías sintió cómo las manos de Joshua rozaban  su piel a través de la tela, provocándolo, excitándolo, incitándolo a ir más allá.

—Vas a llegar tarde —murmuró con malicia pero deseando que Joshua no se detuviera.

—Dame veinte minutos.

Elías le siguió el juego y pronto las caricias se volvieron urgentes y la ropa comenzó a estorbar. El muchacho luchó torpemente con los botones de la camisa del empresario y cuando al fin logró hacer que uno de ellos cediera, un fuerte a sonoro maullido lo sobresaltó. Tomás, el gato rechoncho de Joshua, los miraba con curiosidad cómodamente sentado a un costado de la mesa.

—Gato voyerista —masculló Joshua entre dientes.

—No puedo concentrarme si tu gato nos está espiando —dijo Elías entre carcajadas.

Como toda respuesta Tomás ladeó la cabeza, se acomodó en el lugar en donde estaba y sin la menor vergüenza clavó sus ojos felinos en su dueño para luego abrir su boca y emitir otro sonoro maullido.

—Eso se soluciona fácil.

Joshua miró al animal con desaprobación al tiempo que tomaba del brazo al muchacho y lo arrastraba fuera de la cocina, dejando al curioso felino encerrado en la habitación. Su objetivo era la alcoba pero pronto se le hizo demasiado distante y decidió reemplazarla por el sofá del living. Empujó con firmeza al muchacho haciéndolo caer en el mueble para luego acostarse sobre él. Elías lo recibió hambriento y con un rápido movimiento se levantó apenas para quitarse la remera.

—Joshua —le susurró al oído—, ¿repetimos lo de anoche? —El empresario levantó la cabeza y lo miró con una expresión indescifrable, Elías sonrió y elevando los brazos lo rodeó del cuello para obligarlo a tumbarse sobre él—. Gracias por guardarte para mí —le dijo junto al oído.

—Callate —conminó Joshua incómodo, aunque no se opuso cuando el muchacho atrapó sus labios y lo instó a seguir con el juego.

 

 

Lorena tomó asiento frente a su escritorio y dio gracias al cielo por que Pier se había retrasado. Necesitaba algo de soledad. Y si no fuera por el dichoso mensaje de texto que había recibido de Joshua aquella mañana seguramente ni siquiera se habría aparecido por la empresa. No tenía deseos de ver a nadie y mucho menos a Gabriel. Luego de la discusión infantil que habían tenido la noche anterior, todavía no se encontraba en condiciones como para hacerle frente. Sabía de sobra que había buscado cualquier excusa para provocar una pelea entre ambos y también era consciente de que el publicista buscaría la menor oportunidad para hablar y tratar de reconciliarse con ella. Pero todavía no estaba preparada. Estaba siendo injusta con él y como mínimo Gabriel necesitaba una explicación convincente de la extraña manera de actuar que había tenido, pero por el momento no se sentía con el valor suficiente como para enfrentarlo. Las experiencias de relaciones pasadas la obligaban a ser precavida y lamentablemente se había percatado de que estaba dolorosamente enamorada de Gabriel y no sería capaz de soportar un rechazo de su parte. No de él. No de aquel hombre que había curado cada una de sus heridas, que la había enamorado con cada uno de sus actos, de sus detalles, y que la había sacado de aquel pozo en el que estaba hundida. Gabriel se había convertido en su príncipe encantado y ella en una princesa que cual cuento de hadas había sido rescatada de las garras de un terrible dragón. Pero todo cuento de hadas tiene un final y mucho temía que en su caso la historia se volviera a repetir como un cruel dejavú que no hacía más que remarcarle que para ella no hay mejor final que la soledad y el castigo por caer dos veces en la misma trampa. ¿Actuaría Gabriel de la misma manera que Alberto? ¿La rechazaría como lo había hecho Alberto en el pasado para buscarse una mujer mejor? Ella no era nada del otro mundo, le costaba horrores mantener su figura  que siempre mostraba tener un par de kilos de más y era plenamente consciente de que Gabriel debido a su trabajo a menudo estaba rodeado de exuberantes y bellas mujeres que bien podrían convencerlo de que ella no era la mejor opción. Angustiada apoyó sus codos en la mesa y hundió su rostro entre las manos. No podía huir eternamente, tarde o temprano tendría que enfrentarlo y aceptar la decisión de Gabriel; si al igual que Alberto decidía terminar con la relación que los unía, sólo esperaba que esta vez los resultados no fueran tan dolorosos como la vez anterior.

—Mañana hablo con él —musitó para sí, y oprimió con fuerza su cabeza que últimamente al igual que su estomago no hacía más que provocarle malestares.

—¿Estás bien?

La muchacha levantó de golpe la cabeza y se topó con la mirada preocupada de Pier.

—¿Te duele algo? ¿Querés una aspirina o un café o algo?

—Estoy bien, gracias Pier, es un simple dolor de cabeza, es que todavía no desayuné.

—Entonces un café te vendría bien —sugirió su amigo, Lorena asintió pero después lo pensó mejor.

—Mejor un té, tengo que cuidarme —murmuró más para sí que para su amigo.

 

 

 

Elías se levantó de mala gana del sofá que segundos antes había compartido con Joshua y buscó su ropa  para comenzar a vestirse.

—¿Qué te parece si tomamos un baño? —propuso Joshua que, recostado en el sofá, observaba cómo el muchacho se calzaba el pantalón—. Juntos —aclaró con una sonrisa maliciosa.

Elías lo miró de reojo e interrumpió su acto de ponerse la remera para luego hacerle un gesto al empresario y sentarse junto a él cuando este le hizo un lugar en el sofá.

—Tenés que ir a trabajar.

—Lorena me está cubriendo —dijo con seriedad pero en sus ojos demostraba que estaba dispuesto a encerrarse por una semana entera con el muchacho y mandar al demonio el dichoso trabajo.

—No seas tan vago —reprimió Elías— y tené un poco de compasión con Lorena, no es justo que tenga que hacer tu trabajo.

Joshua sonrió y se sentó junto al muchacho.

—Vos también tenés ganas de quedarte —susurró a su oído para inmediatamente después levantarse y buscar también su ropa y empezar a vestirse—. Estuve pensando en lo que me dijiste —comentó cambiando de tema—, en lo de buscar un lugar para ir a vivir —agregó al ver como el muchacho lo miraba interrogante—. Sé de alguien que podría ayudarte en eso.

—¿Sí?

—Bueno, mi primo Alejandro tiene algunas propiedades —comentó con naturalidad mientras terminaba de abrocharse los botones de la camisa—. Él podría…

—¡No! —la voz del muchacho fue profundamente autoritaria y detuvo en seco las palabras del empresario. Joshua lo miró sorprendido por la extraña reacción—. No me interesa tener tratos con tu primo.

—Pero… —comenzó Joshua sorprendido—. ¿Por qué?

Elías lo miró incrédulo, incluso con rabia, y abriendo los labios tardó varios segundos en encontrar algo que decir.

—Será porque el marica de tu primo me propuso abiertamente contratar mis “servicios” como taxi boy.

Elevó su voz más de lo normal no sintiéndose capaz de controlar el rechazo que por mucho tiempo había guardado por Alejandro. Hasta se le hacía absurdo y digno de una comedia de humor negro que el empresario osara tan siquiera proponer que ambos pudieran llegar a tener algún acercamiento. La mención de aquel hombre no hizo más que traerle malos recuerdos.  

Cuando termines con Joshua vení conmigo, yo voy a pagarte mejor —comenzó a decir con furia contenida—: fue más o menos lo que me dijo, además de insinuarme que compartían libremente sus amantes. O sea primero te los cogías vos y después él o viceversa. Y claro como supuso que yo era tu puto de ocasión no se le ocurrió mejor idea que adelantarse y antes de que nuestra relación “laboral” terminara ya estaba reservando su turno.

—Elías…

—Y no estaba tan mal encaminado ¿verdad? —continuó—. Ya que más o menos era el trato que teníamos porque esa era tu intención desde el principio.

Furioso, se puso de pie dándole la  espalda ¿Por qué mierda estaba sacando ese tema en la conversación? ¿No se suponía que las cosas habían quedado aclaradas? ¿Que el amor entre ellos había superado todo aquello? Elías cerró fuerte los ojos para volver a abrirlos después. ¿Por qué ahora se enojaba con la simple mención de aquel individuo? Será porque a pesar de todo siempre tuvo aquella duda. Joshua ya había conseguido lo que quería. ¿Y ahora? ¿Qué pasaría cuando se cansara de él?

—Elías —Joshua intentó nuevamente hablar pero Elías volvió a interrumpirlo.

—¿Siempre fue así? —inquirió a pesar de no proponérselo—. ¿Pensabas hacer lo mismo conmigo?

El solo hecho de pensar que Joshua después de que se cansara de él se lo ofreciera en bandeja de plata a su primo le provocó nauseas. No. El hecho de imaginarse a Joshua con todos aquellos amantes, con su vida llena de libertinajes le provocó rabia.

Desde aquel día no se había vuelto a cruzar con Alejandro y tampoco tenía muchas ganas de que eso sucediera.  Joshua le ofreció una disculpa en nombre de Alejandro tiempo después, argumentando que su primo no sabía que la relación que tenían era seria. Según el empresario, Alejandro se sentía muy apenado por lo ocurrido.

Joshua lo observó en silencio buscando las palabras para explicarle al muchacho que las cosas no eran así. Quizás al principio, llevado por la lujuria, por el deseo de llevarlo a la cama a cualquier costa, pero no ahora, no en aquel presente en el que lo único real era la fuerte atracción y el sentimiento profundo que tenía por el muchacho. Era cierto que en el pasado más de una vez había compartido amantes con Alejandro, pero Elías era diferente, no deseaba compartirlo con nadie. Había sido erróneo pensar que el resentimiento del muchacho se había aplacado después de tanto tiempo.

—No pienso hacer eso con vos —recalcó en un susurro cuando tuvo la ocasión.

Elías se irguió cuan alto era y enfrentó al empresario con la mirada observándolo, estudiándolo más de lo normal y estirando innecesariamente el silencio que se había hecho entre ambos. Desde un  principio las cosas entre ellos habían ido por caminos absurdos. De la noche a la mañana el empresario se había convertido en su acosador personal, y Elías se había visto cada vez más acorralado, culminando por ceder a un sentimiento nuevo que nunca creyó poder experimentar. Simplemente quiso guiarse por su corazón y no pensar en nada más. Nunca le había preguntado al empresario sobre sus relaciones pasadas y tampoco quería conocerlas en profundidad, pero el saber que Alejandro y él compartían amantes tan libremente le incordiaba. No es que fuera un mojigato y viera ese tipo de prácticas como algo amoral e indecente, por el contrario, para él cada uno tenía derecho a hacer lo que se le plazca entre las cuatro paredes de una habitación, y el sexo casual no era algo que lo escandalizara. Simplemente se sintió asqueado de saber que él también podía ser objeto de intercambio sexual entre esos dos.  Había logrado convencerse a sí mismo que para Joshua él era diferente, pero al volver a escuchar el nombre de Alejandro en labios del empresario no tuvo plena certeza de ello.

—Pero esa era tu intención —aseguró molesto—, porque ¿cómo mierda sabía tu primo la relación que teníamos, acaso le dijiste que me estabas pagando para que fuera tu amante? —De inmediato se arrepintió de haber pronunciado aquellas palabras—. Que me estabas obligando a… —se detuvo. Estaba demasiado furioso como para continuar, y no quería decir algo de lo cual pudiera llegar a arrepentirse.

Joshua recogió su abrigo del suelo y mientras se lo colocaba una expresión de culpa se dibujó en su rostro. El repentino cuestionamiento del muchacho lo había tomado por sorpresa y se maldijo una y mil veces por haber nombrado a su primo y que eso llevara a aquella absurda discusión, aunque debía reconocer que muchas veces sintió miedo de que el muchacho le reclamara por su manera de acercarse a él.

Elías suspiró con profundidad, internamente trató de calmarse y mientras terminaba de abrocharse los botones de su abrigo, giró sobre sus talones y en silencio decidió marcharse de allí. No quería que la discusión llegara a mayores.

Joshua, al percatarse de las intenciones del muchacho, apuró sus pasos y lo atrapó del brazo un segundo antes de que llegara a la puerta de entrada.

—¿A dónde vas? —inquirió mientras lo obligaba a girarse para poder mirarlo de frente.

—A cualquier lado —respondió soltándose—, no tengo ganas de discutir.

—Yo tampoco quiero discutir.

El muchacho lo enfrentó con la mirada y el empresario suspiró con fuerza. Quizás sería mejor que aclararan ciertas cosas.

—Mi manera de acercarme a vos reconozco que fue equivocada —musitó desviando la mirada.

Elías se soltó de su agarre pero no se marchó, en lugar de eso decidió darle una oportunidad al empresario y levantó el mentón con altanero gesto instándolo a continuar. Joshua meditó en silencio tratando de elegir bien las palabras.

—Nunca tuve la intención de tener una relación seria con vos —admitió, y el muchacho apretó con fuerza sus manos pero no emitió una sola palabra—, lo único que quería era pasar el rato. —Elías desvió la mirada incómodo sintiendo deseos de huir, de escapar, pero no lo hizo, era necesario que mantuvieran esa conversación para dar vuelta esa página que tanto lastimaba a la relación—. Pero me salió mal. Seguro de mí mismo, pensé que solamente tardarías unos días en caer y que tus necesidades económicas eran lo suficientemente válidas como para ceder a mis deseos. Pero me equivoqué, y cuando me di cuenta ya era tarde. Me la pusiste difícil y de a poco te convertiste en una obsesión y mis sentimientos fueron cambiando. —Levantó las manos en señal de impotencia—. Me di cuenta de que te quería para mí, solo para mí. No soportaba la idea de verte con otra persona y no deseaba compartirte con nadie, ni siquiera con Alejandro. —Y mirándolo directamente a los ojos agregó—: lo juro.

El muchacho le sostuvo la mirada buscando la sinceridad en aquellas pupilas esmeraldas.

—¿Entonces cómo se enteró tu primo de la relación que teníamos? —volvió a  preguntar con rabia pero después se arrepintió. Cerró con fuerza los ojos y los volvió a abrir con rapidez. ¿Quería saberlo? ¿Realmente quería saber los pormenores de la relación que Joshua mantenía con su primo? Estaba claro que Joshua al principio solamente quería una relación carnal y nada más, también estaba claro que el empresario no era ningún santo. ¿Por qué se molestaba tanto por un malentendido?

—. Mejor dejemos el tema de lado, solamente evitá volver a nombrarme a tu primo.

Pero Joshua sintió la necesidad de aclarar la situación y preso de un impulso tomó al muchacho por los hombros y lo guió hasta el sofá obligándolo a tomar nuevamente asiento.

—Está bien, te lo voy a contar todo, desde el principio. No —se corrigió—, desde antes que te conociera.

—No es necesario. —Elías intentó ponerse de pie pero Joshua se lo impidió.

—Sí que lo es, y ahora vas a escucharme.

Elías emitió un suspiro resignado y se maldijo a sí mismo por haber provocado aquella situación. La verdad era que no tenía el menor deseo de escuchar acerca de los amantes que habían pasado por la cama de Joshua a lo largo de todos esos años, cuántos labios había besado o cuántos cuerpos había acariciado antes de llegar a él, pero el empresario parecía no pensar lo mismo. Caminó por la habitación como si fuese un animal enjaulado, como buscando en su mente las palabras correctas para comenzar. Elías se mantuvo quieto en el lugar cuando en realidad lo único que deseaba era huir de allí.  Finalmente Joshua se detuvo junto al sillón y miró de frente al muchacho.

—Bueno, como casi todos los chicos mi primer amor fue una compañerita del colegio. Tenía doce años, un amor inocente. No hay mucho que contar: se terminó cuando sus papás se mudaron y ella se tuvo que cambiar de escuela. Después, a los quince, un noviazgo más serio; a esa edad lo único que querés es experimentar lo que todos dicen y la novia que tuve era igual de curiosa que yo. —Sonrió—. Ya sabés, mi primera experiencia, y bueno, supongo que después los dos crecimos y buscamos cada uno un camino distinto. Empecé a darme cuenta de que los hombres me gustaban igual que las mujeres pero tenía miedo de reconocerlo. Con Alejandro siempre tuve una relación casi de hermanos y siempre intuí que él tenía una marcada preferencia por los hombres. Le planteé mis dudas y bueno ya te podés imaginar lo que pasó.

—No me digas que… —Elías no se atrevió a terminar la frase y Joshua al ver su expresión de espanto emitió una sonora carcajada al comprender lo mal que había interpretado el muchacho aquella última frase.

—No es lo que pensás —se apresuró a corregir—. Te dije que quiero a Alejandro como a un hermano, él simplemente me ayudó a comprender lo que mi cuerpo estaba sintiendo. Me presentó a un amigo suyo que no tenía problema en divertirse un rato y pude comprobar que acostarme con un hombre me causaba igual placer que hacerlo con una mujer. Tuve varias relaciones cortas, nada serio.

—¿Y Elizabeth? —inquirió el muchacho pero pronto comprendió que no quería realmente saber qué había pasado entre ellos.

Joshua suspiró con fuerza y meditó un largo rato antes de empezar a hablar. Elizabeth era un capítulo aparte en su vida. Era la mujer de la cual se había enamorado perdidamente, la mujer con quien había planeado unirse por el resto de su vida, pero también la mujer que lo había traicionado, herido y lo había convertido en un hombre frío y calculador. Sí, Elizabeth había sido la mujer más importante de su vida, pero ya no. Ya podía hablar sobre ella sin que su sola mención lo incordiara y lo lastimara. Ya había aprendido a perdonarla y aquel capítulo de su vida estaba definitivamente terminado.

—Me la presentó mi hermana —comenzó luego de un largo silencio—. Eran amigas de la facultad y quedé deslumbrado con ella. Tenía una personalidad que podía atrapar a cualquiera y yo no era la excepción. Recuerdo que Elizabeth solía ir a casa para estudiar con mi hermana y yo buscaba cualquier escusa para cruzármela. Ella por supuesto nunca me evitaba, creo que la atracción fue mutua, me enamoré como un estúpido. Tanto que al poco tiempo se la estaba presentado a mis padres como mi novia oficial. —Percibió que el muchacho se movía incomodo en el sofá, pero decidió continuar con su relato, era necesario aclarar las cosas—. Meses antes de que mis papas murieran le propuse casamiento —sonrió sin gracia—, debí sospechar que algo no estaba bien, pero estaba tan idiotamente enamorado que no entendí las indirectas que me daba. De pronto fue buscando excusas para no tener intimidad conmigo, cualquier cosa era válida con tal de no acostarnos. Gabriel me insistía en que suspendiera el casamiento, me decía que algo raro estaba pasando con ella, que quizás era mejor tomarse un tiempo. Llegué a pelearme con él por su causa. Para mí Elizabeth era la mujer y el amor de mi vida. —Emitió una sonora carcajada y Elías se percató de que aquellos recuerdos lo habían lastimado profundamente—. Me dejó plantado el día del casamiento —susurró de pronto—. No lo podía creer; la busqué por todos lados y no logré encontrarla, sólo me había dejado una nota que decía que no estaba lista para casarse y que tampoco no estaba segura de lo que sentía por mí. Luego vino el accidente de mis papás y tiempo después me enteré de que Elizabeth hacía mucho tiempo que tenía una relación amorosa con otro hombre, sólo tardó seis meses en casarse con él, cuando no quiso hacerlo conmigo después de casi dos años de noviazgo. —Se encogió de hombros y miró de frente al muchacho—. La muerte de mis papás y la traición de Elizabeth me hizo replantearme muchas cosas, no quería nada serio, lo único que me importaba en ese momento era hacerme cargo de la empresa que me había dejado mi papa y encargarme de Lorena que apenas estaba por terminar su carrera. Busqué relaciones pasajeras y como bien dijo Alejandro de vez en cuando él me sugería algún amigo suyo que podía contratar para pasar el rato.

—¿El hijo de Elizabeth? —comenzó de pronto el muchacho—. Ese chico... —Joshua lo miró con curiosidad y a Elías de pronto las palabras se le hicieron difíciles de pronunciar. Desvió la mirada hacia algún punto de la habitación y se animó a continuar—. Ese chico es tu… ¿Es tuyo?

Joshua comprendió la incomodidad del muchacho y tomó con calma la pregunta. Metió las manos en el bolsillo del pantalón.

—No. Es algo de lo que estoy completamente seguro, cuando Elizabeth decidió dejarme hacía varios meses que no teníamos relaciones, y no estaría tan tranquilo si supiera que un hijo mío está lejos de mí. Ella decidió echarme de su cama inventado todo tipo de excusas, y yo como la amaba tanto decidí darle su tiempo y su lugar hasta que ella estuviera dispuesta a recibirme. Cuando te conocí no tenía la menor intención de relacionarme con nadie. Aquel día había ido a supervisar las entrevistas de trabajo que se estaban realizando para el nuevo local y seguro que vos no te acordás, pero te crucé en el baño y desde ahí no paré, lo demás ya lo sabes, contraté a un investigador y bueno como mi intención solo era pasar el rato se me ocurrió sacar provecho de tu situación económica pensando que de esa manera los dos podíamos beneficiarnos.

El silencio reinó entre ambos cuando Joshua terminó de hablar. Elías dibujó en su rostro una expresión indescifrable y lentamente se puso de pie para luego acercarse al empresario.

—Creo que sí es buena idea que tomemos ese baño que me dijiste —propuso apoyando la cabeza en el hombro del empresario y Joshua respondió rodeando sus hombros con ternura.

 

 

Marco revolvió pensativo el té que su madre había puesto frente a él. Seguramente Elías había ido en busca de aquel idiota y por eso no había pasado la noche ahí.

—No te preocupes —dijo su madre sacándolo de sus pensamientos—, seguro que está bien.

—Ya lo sé, pero me preocupa un poco que su mamá sea tan dura con él.

—No es fácil para ella tampoco. —La mujer tomó asiento junto a él—. Debe ser difícil comprender que tu hijo tiene sentimientos distintos y que todo lo que habías planeado para él se vino abajo. Sobre todo teniendo en cuenta que Rita es una persona muy conservadora.

—Sí, pero llegar al extremo de odiar a su hijo se me hace demasiado. Mamá —dijo de pronto como si se le acabara de ocurrir—, vos sos psicóloga y ella es tu amiga, ¿podrías hacer algo para convencerla?

—Ya lo pensé —sonrió—. Estoy esperando un poco, quiero darle tiempo y buscar el momento oportuno para poder hablarle, como te dije no es fácil para ella tampoco. Me encargué de tenerla al tanto de que Elías está bien; aunque ella no me lo preguntó, estoy segura de que se preocupa por su seguridad. Aunque evita el tema, sé que le duele estar en esta situación con su hijo.

Marco tomó un poco de té. Agradecía al cielo que su madre fuera más comprensiva que Rita.

—Es un duelo que tiene que hacer —comentó la mujer—: tiene que aceptar que su hijo está enamorado de otro hombre, que si esa relación se alarga en el tiempo y que si los sentimientos de su hijo son verdaderos ella tiene dos caminos, cortar definitivamente toda relación con él o aceptar a su hijo tal como es y seguir siendo la madre amorosa que era antes de que se enterara. Elías es un buen chico y se merece comprensión de su parte. Sé que Rita es un poco dura pero guardo la esperanza de que entre en razón. Después de todo, Elías dejó muchas cosas de lado por ayudarla, es justo que ella ahora le devuelva el gesto.

Marco miró a la mujer en silencio. Se sentía feliz de poder tener ese tipo de conversaciones con su madre. A diferencia de Rita, ella era comprensiva y siempre tenía tiempo para escucharlo, quizás su profesión de psicóloga la había hecho más perceptiva para esos temas y podía lidiar perfectamente con los problemas de un estudiante universitario a punto de recibirse y con planes para independizarse. Sintió pena por Elías. La incomprensión de su madre le estaba trayendo un inconveniente innecesario. Ya había sufrido suficiente y había tardado mucho en aceptar sus sentimientos hacia Joshua y cuando todo parecía estar encaminado, la actitud de Rita no había hecho más que tirar abajo la felicidad de su amigo. No era justo, pero como decía su madre, esperaba que Rita al final de todo comprendiera y aceptara a su hijo.

—Mamá —la llamó de repente y la mujer le sonrió haciéndole entender que lo había escuchado—. Prometéme que vos no vas a hacer lo mismo, si un día decido volverme puto vos no te vas a enojar conmigo.

La mujer frunció el ceño desaprobando el vocabulario vulgar que acababa de usar su hijo y luego suavizó su expresión.

—Lo que te haga feliz me va hacer feliz a mí —dijo con sinceridad—. Tu papá piensa lo mismo. Esperé muchos años para poder tenerte y no quiero hacer nada que te haga infeliz, eso fue lo que pensamos con tu papá cuando te vimos por primera vez en el orfanato. Tanto tiempo buscando tener un hijo y cuando por fin te tuve en mis brazos solo quería hacerte feliz. Marco, decidas lo que decidas, elijas lo que elijas, para mí va a estar bien.

El muchacho sonrió y olvidando que ya tenía veintiún años y por consiguiente ya no le estaba permitido actuar como un niño, se puso de pie y acercándose a la mujer la rodeó con los brazos y depositó un beso en sus cabellos.

—Sos mi mamá y él es mi papá, agradezco que lo sean. Para mi ustedes van a ser siempre mis papás. Gracias por serlo.

La mujer se dejó abrazar y trató en vano de evitar que una lágrima de felicidad rodara por su mejilla.

 

 

 

 

 

Era tarde y Lorena buscó la llave dentro de su cartera, tardando más de lo normal en dar con ella. Entre los papeles, cosméticos, documentos, billetera y un montón de cosas más que llevaba en su bolso, el ritual se repetía todos los días cuando llegaba a su departamento pero quizás sus preocupaciones recientes hicieron que esta vez se demorara más de lo debido. Cuando logró dar con el preciado objeto lo introdujo en la cerradura y abrió la puerta de su morada. La luz inundó el living cuando oprimió el interruptor y su cartera fue a parar al confortable sofá de doble plaza de cuero beige para segundos después hacer lo mismo con su persona. Estaba cansada. La nueva temporada estaba a la vuelta de la esquina y ella estaba trabajando el doble para llegar a tiempo con el desfile que cada año realizaban para esa fecha. Se refregó las sienes con las yemas de los dedos y cerró los ojos. El trabajo era la excusa perfecta para evitar tener una conversación con Gabriel y así enfrentar sus miedos. Lo mejor sería que terminara con la relación, no quería terminar lastimada como la vez anterior. Le diría al publicista que no tenían futuro y después del desfile tomaría el primer avión a algún país lejano para así olvidarse de todo.

No. Eso no era realmente lo que deseaba, amaba a Gabriel más de lo que se atrevía a reconocer, lo que había empezado como un intento de mitigar su dolor se había convertido en un sentimiento tan fuerte que temía perderlo. Dos gruesas lágrimas rodaron por su mejilla y le siguieron otras más. Consciente de que nadie podía observarla en la privacidad de su hogar, se permitió  romper en llantos dejando salir toda su amargura. Gabriel tenía que comprender, él no era igual que Alberto y seguro la apoyaría, pero el miedo a perderlo le restó el coraje necesario para sincerarse con él.

El timbre de la puerta la hizo brincar en el lugar y con rapidez se secó las lágrimas con el dorso de la mano. Aturdida miró con extrañeza la entrada del departamento y no se atrevió a moverse hasta que el timbre volvió a sonar. Presintiendo y temiendo quien pudiera estar al otro lado de la puerta, se puso de pie y sin pensarlo se acercó hasta ella y giró la llave para abrirla. Los ojos de Gabriel la observaron en silencio y la muchacha se hizo a un lado para dejarlo pasar.

Gabriel se paró en el medio del salón y giró para enfrentarla. Lorena mantuvo el tenso silencio al tiempo que cerraba la puerta y se apoyaba sobre ella.

—Tenemos que hablar —Gabriel rompió el silencio y la muchacha comprendió que ya no podía seguir huyendo.

Con un gesto que intentó ser tranquilo le indicó al publicista el sofá para que tomara asiento pero este negó con la cabeza, ella lo imitó y aguardó a que el otro rompiera el silencio.

—Estuviste evitándome —comenzó Gabriel—. Sé que te fuiste enojada el otro día pero no veo por qué esa actitud, no creo que la discusión haya sido para tanto, si lo fue así te pido disculpas.

La miró interrogante. Durante la cena habían discutido por la comida y Lorena se había mostrado algo irritable, por lo cual optó por darle la razón y arreglar las diferencias al día siguiente, pero la muchacha se había mostrado esquiva durante toda la jornada. Algo pasaba con ella, y quería saber qué era.

—¿Qué pasa? —inquirió. El silencio de la mujer lo inquietaba; era como si Lorena quisiera terminar con la relación.

La muchacha buscó en su mente las palabras adecuadas para comenzar.

—Gabriel, yo… —Tomó aire, dio unos pasos hacia él y desvió la mirada para no verlo directamente a los ojos—. Lo estuve pensando y me parece que va a ser mejor que nos separemos.

Por un breve momento la habitación quedó en silencio. Gabriel con aparente calma metió las manos en los bolsillos del pantalón y miró alrededor como si recién conociera el departamento. Presentía que algo así pasaría. Últimamente la muchacha se había mostrado distante y algo fría y él no había hecho más que preguntarse una y mil veces qué es lo que había hecho mal. ¿Qué le había pasado a la mujer que amaba? ¿Por qué de pronto quería terminar la relación? Había esperado pacientemente, había soportado la realidad de tener que verla en brazos de otro hombre y le había costado mucho convencerla de que entre ellos dos podía haber algo más que una simple amistad, la amaba y estaba seguro que había logrado despertar en la muchacha el mismo sentimiento, y por esa razón no estaba dispuesto a aceptar la separación con facilidad. No se lo permitiría, no la dejaría ir. Con vehemencia atravesó la habitación acortando la distancia que los separaba y con algo de brusquedad la tomó de los hombros para acercarla hacia él.

—Ni se te ocurra.

Fue lo único que logró oír la muchacha antes de que sus labios fueran atacados con autoridad obligándola a responder al beso robado. Le fue imposible resistirse, respondió con timidez al principio mas luego se rindió ante su atacante y demostró qué lejos estaba de desear una separación.

Respondió con anhelo, con amor y pasión, mas cuando finalmente el beso terminó se sintió derrotada. Avergonzada, se alejó de Gabriel y girando sobre sí misma le dio la espalda.

—Vos no querés que nos separemos —musitó el publicista tomándola de los hombros, y hundiendo su rostro en el cabello castaño de la muchacha aspiró el aroma para luego depositar un casto beso entre los rizos—. ¿Qué te pasa, Lorena? Últimamente estuviste muy rara, como si algo te preocupara. Dejame ayudarte.

El cuerpo de Lorena se tensó. Sus miedos pasados habían vuelto a invadirla, y aunque intentaba distraerse con el trabajo su cabeza no lograba concentrarse. Sabía que Gabriel no se parecía en nada a Alberto, pero el terror a que la historia se repitiera la acosaba y no le permitía juntar el valor suficiente como para explicarle al publicista qué era lo que la estaba atormentando. ¿Y si Gabriel decidía dejarla a pesar de todo? Nuevamente tendría que lidiar con el dolor de ser abandonada, pero esta vez tenía que reconocer que Gabriel había logrado meterse muy dentro de su alma y no sería tan fácil desterrarlo de allí.

Respiró con profundidad, cerró con fuerza los ojos para infundirse valor y cuando los volvió a abrir, giró para enfrentar a Gabriel. Los ojos azules del publicista la miraban con intensidad y momentáneamente se acobardó ante su presencia y sintió ganas de huir, pero no lo hizo. Con un nudo en la garganta desvió la mirada.

—Cuando conocí a Alberto me enamoré al instante…

—¿A qué viene ese tipo ahora? —cortó Gabriel enojado.

—Por favor, dejame hablar,

—¿No me digas que todavía seguís enamorada de ese tipo? —preguntó en tono elevado y evidentemente incómodo—. ¿Y ahora me vas a salir con que ya no querés nada conmigo porque te diste cuenta de que lo seguís amando?

—No, no es eso. —La muchacha trató en vano de detenerlo, Gabriel estaba molesto y no se podía razonar con él.

—No voy a permitir que me dejes por ese idiota.

La muchacha lo vio caminar alrededor suyo como un tigre al acecho. Ya no lo escuchaba. Solo podía discernir cómo los labios de Gabriel se movían y sus ojos claros le reprochaban y suplicaban al mismo tiempo. No supo decir a ciencia cierta en qué momento había comenzado a amar a aquel hombre. Tanto era su sentimiento hacia él que no se creía capaz de soportar vivir algo similar a lo vivido con Alberto. No quería separarse de él, pero también era consciente que esa sería la mejor opción. ¡No! Tenía que decirle la verdad, tenía que contarle sus miedos y rogar porque Gabriel la comprendiera, porque Gabriel la amaba también y él no era Alberto.

Aun con la duda y temiendo que todo se terminara después de hablar, la muchacha juntó coraje y separó sus labios. Si la amaba tenía que comprenderla y apoyarla.

—Gabriel —dijo con voz calma y el publicista siguió mencionando un sin número de reproches sin tener la mas mínima intención de detenerse—. Gabriel —volvió a llamar con voz más fuerte consiguiendo que el hombre se detuviera apenas y le prestara atención—. Quiero decirte algo.

Se quedaron en silencio. La muchacha, juntando el valor que estaba lejos de sentir, y Gabriel, impaciente por escuchar alguna explicación. Lorena tardó varios minutos en decidirse pero cuando lo hizo levantó la mano indicándole al publicista que guardara silencio y respiró con profundidad.

—Yo… tengo un retraso.

Gabriel abrió los ojos desmesuradamente. Al principio no comprendió bien el significado de aquellas palabras pero cuando su mente logró despejarse se animó a hablar.

—¿E… eso quiere decir?  —inquirió con duda y temor. Su enojo había desaparecido y esta vez miraba a la muchacha con confusión.

No sabía de qué manera reaccionar, no comprendía realmente lo que aquellas palabras significaban y por ello no se animó a indagar al respeto mostrándole a la muchacha un semblante pálido e interrogante.

Lorena malinterpretó el silencio de Gabriel como algo malo. Incómoda, se pasó los dedos por su cabello buscando disimular el temblor que su cuerpo sufría. Desvió la mirada y buscó algún punto en la habitación.

—Sabía que no te iba a caer bien la noticia —musitó la muchacha sin poder contener las lágrimas—, por eso no quería decirte nada, por eso pensé que sería mejor que nos separáramos. Lo mismo pasó con Alberto. —Lorena se limpió los ojos con el dorso de la mano—. Tengo miedo de hacerme un análisis, no me atrevo. Si sale positivo yo… —Cerró los ojos y un nuevo aluvión de lágrimas le impidió hablar por un rato—. Te amo Gabriel, pero… —Abrió los ojos y lo miró de frente—. Pero si estoy embarazada y no querés hacerte cargo del bebé te entiendo, yo me hago cargo sola.

Las palabras rebotaron en el interior del hombre y momentáneamente mareado no fue capaz de dominar su cuerpo, que al parecer se había petrificado en el lugar. Retrocedió confundido, buscó en la habitación algún punto de distracción o alguna forma de relajarse para poder poner en orden sus ideas. El rostro de Lorena se le hizo hermosamente triste, y de pronto la idea de tener un hijo le pareció algo irreal y a la vez nuevo, un camino que no estaba en sus planes en ese momento y que lo obligaría a cambiar su forma de vivir. Pero a la vez sentía que aquel bebé, en el supuesto caso de que estuviera en camino, no haría más que unirlos.

La muchacha no soportó la situación. El mutismo de Gabriel le estaba destrozando los nervios y no quería estar cerca de él en aquel momento. Otra vez lo mismo. La historia se repetía, luego de que la prueba de embarazo diera positivo le había dado la noticia a Alberto recibiendo de este el más cruel de los rechazos.

No quiero hijos —le había dicho sin ningún tacto—, te lo sacás o terminamos acá.

Y así fue. Todo para que después él la abandonara por una de sus amigas, y ella perdiera el embarazo al poco tiempo. Fue doloroso, pero después de tanto tiempo comprendió que quizás había sido lo mejor.

No quería escuchar esas mismas palabras otra vez. Giró sobre sus talones y huyó hasta su habitación. 

Gabriel al percatarse de su movimiento reaccionó. Corrió tras la muchacha y logró alcanzarla justo antes de que entrara a su habitación. En silencio y sorprendiéndola la abrazó con fuerza.

—Seria el hombre más feliz si de verdad estás embarazada. Nunca dudes de eso. —Alejó un poco a la muchacha y secó sus lágrimas para luego besarla con suavidad—. Vamos a comprar un test y quiero estar a tu lado cuando sepas el resultado, y si da positivo quiero que sea una nena tan bella y hermosa como vos, y si no lo estás ya habrá tiempo para tener hijos, porque pienso quedarme con vos por muchos años.

Lorena no respondió, simplemente se acurrucó en los brazos de Gabriel y lloró, pero esta vez de felicidad.

 

 

Joshua echó un último vistazo a su lecho. Elías dormía envuelto entre las sábanas. Esbozó una sonrisa, le había costado convencerlo de que se quedara con él esa noche, el sentimiento de culpa aún seguía latente en el muchacho. Pero él se encargaría de que la madre de Elías aceptara la relación que ambos tenían. Por ahora trataría de convencerlo cada noche para que se quedara a su lado.

Consultó su reloj y, mirando por última vez al muchacho, salió de la habitación. Con el portafolio en mano se dirigió al garaje y se montó en su Mercedes Benz para emprender el viaje hasta la empresa. Era temprano y la ciudad empezaba a despertarse, el tránsito poco a poco se volvía caótico y Joshua se acomodó en el asiento del vehículo esperando que el semáforo le diera el paso. En escasos veinte minutos llegó a la oficina. Saludó con una amplia sonrisa a la recepcionista en la planta baja y al guardia de seguridad antes de subirse  al elevador. Sacó su celular del bolsillo de su abrigo y buscó el teléfono del muchacho para luego escribir un mensaje: “Despertate vago”. Sólo pasaron unos minutos y su celular sonó con la respuesta del muchacho: “Estoy despierto”. Joshua sonrió y apretó el botón de  llamada. Se escuchó un solo timbre antes de que Elías atendiera del otro lado.

—¿Quién tiene la culpa de que duerma tanto? —dijo el muchacho a modo de saludo con tono adormilado.

—Siempre la misma excusa —sonrió divertido el empresario.

—Podías haberme despertado antes de irte —recriminó.

—Paso a buscarte a la facultad a la tarde —dijo cambiando de tema—, vamos a comer algo y de paso me disculpo por dejarte dormir más de la cuenta.

—Está bien.

Joshua bajó del ascensor al tiempo que se despedía del muchacho y al saludar a Paula la notó algo incómoda.

—Perdón Joshua —se disculpó la muchacha—, intenté convencerla de que esperara afuera pero se negó. Está en la oficina.

—¿Quién? —inquirió curioso mientras se acercaba a la puerta.

—No quiso decirme su nombre —escuchó que decía Paula mientras él abría la puerta—, sólo me dijo que tenía que hablar con vos.

Joshua se detuvo en seco junto a la puerta cuando pudo discernir la figura de la mujer que aguardaba sentada de espaldas a la entrada. Al sentir el ruido provocado por el empresario giró para mirarlo de frente. Rita se puso de pie y con un gesto de altanero orgullo levanto el mentón desafiante dejando en claro que no había venido para hablar en buenos términos. El empresario se atrevió a dar unos pasos para ingresar a la oficina y recién cuando Joshua cerró la puerta tras de sí, la mujer movió los labios, que dibujaban un claro gesto de desagrado, para exponer las razones que la habían llevado hasta allí.

—Quiero hablar con usted.

Joshua simplemente asintió con la cabeza, al tiempo que atravesaba la oficina y se sentaba presidiendo el escritorio.

—La escucho.

 

 

 

Continuará…

 

Notas finales:

Bueno pasó mucho tiempo y de mas esta decir que siento mucho la demora. Tenía el capitulo escrito hace mucho pero no tenía tiempo de ponerme a corregirlo, tuve que sacar cosas y agregar otras para que quedara medianamente presentable.

Con respeto al capítulo espero que no se sorprendan con lo que paso, pasó a explicar:

1-  Siempre, pero siempre me molesto que se feminizara a los personajes masculinos por el simple hecho de ser gay, a decir verdad hay muchas personas gays que son además afeminados y dentro de una pareja hay también los que prefieren una posición a la otra, no estoy en contra de eso sino, en contra del encasillamiento. Por eso mi intención es hacer dos hombre enamorados, es decir, actúan, piensan y realizan todo lo que a los hombres les gusta pero están enamorados el uno del otro. Para aquellas que pensaron que Elías se iba a quedar sólo en el papel de pasivo, se equivocaron. Él mismo lo dice, el se siente hetero y por eso le costó aceptar a Joshua, el hecho de dejarlo hacer su santa voluntad no quiere decir que él no quisiera hacer lo contrario. Fue su manera de  demostrarle lo mucho que lo amaba, pero acá en esta situación necesitó también que Joshua se entregara para también sentir lo mismo de la otra parte. Elías no deja de ser hombre con sus deseos y  es eso lo que quise mostrar acá, sacarlo de su pose sumisa y demostrar mas su parte masculina que no había mostrado desde que empezó  su relación con Joshua. Como dije, Elías está enamorado de un hombre, siempre se creyó hetero y me parece lógico que algo así pasara. Espero que comprendan.

2- Otra de las cosas que siempre odie de las novelas homo eróticas  es el hecho que hay mucha de ellas en donde o la mujer es una bruja mugrienta que hace todo lo posible para separar a los tortolitos o por otra parte también pasa que, todos, pero TODOOOOSSS, los personajes de la novela son gays o lesbianas, y a los hetero se los llevaron los extraterrestres a vivir a otro planeta o se los tragó la tierra porque en toda la puta novela (perdón el exabrupto XD) no aparece una sola pareja hetero. Eso permítanme decirlo es una forma de discriminación, tanto para la pareja gay, como para los heteros. Hará unos meses en el trabajo hablando con uno de mis compañeros que es gay le pregunte si pensaba casarse con su pareja (para los que no lo saben en Argentina salió una ley que permite a las parejas gay y lesbianas contraer matrimonio) y se rio y me dijo se van a llevar un chasco si me caso, porque todos piensan que va a ser una fiesta de locas ( es decir solo gay y lesbianas) pero somos de lo más aburridos, tenemos pocos amigos gay y la gran mayoría es de nuestra familia y muy pocos son de la comunidad. A eso me refiero cuando hablo de discriminación, no es que no me guste leer una novela en donde hasta el padre del vecino y el tatarabuelo del protagonista es gay, sino que se me hace exagerado, discriminatorio y fuera de lo real. Pero cada quien a su gusto y es por eso que decidí meter a la pareja de Gabriel y Lorena, me acuerdo cuando recién empecé varias me preguntaron si Gabriel iba a hacer pareja con Marco, en fin, solamente quería decirlo.

3- Quise meter un poquito de los problemas de pareja que tienen Gabriel y Lorena (espero que no se enojen y que no se les haya hecho muy pesado). Al menos a mí me gusta mostrar un poquito de ellos dos y por otro lado todavía no decidí si embarazar a Lorena o no. Yo en estos momentos no sé si estaría preparada para tener un hijo. Teniendo en cuenta que Lorena tiene 25 años y muchas mujeres a su edad ya tienen hijos no sé muy bien qué hacer. Me gustaría que me dieran su opinión: ¿Estaría bien que este embarazada? Por favor díganme su opinión. Parece tonto pero es un hecho muy importante en la vida de una mujer y se que no viene al caso (bueno si viene, ya que de alguna manera afecta a los protagonistas) pero me interesa saber lo que opinan al respeto ya que la mujer es la que mas deja de lado cuando a la hora de criar un hijo, pero al mismo tiempo es un hecho importantísimo en la vida de cualquier ser humano.

Bueno, creo que nada más. Sólo me resta desearles una muy Feliz Navidad y un hermoso y mejor Año nuevo, espero que se les cumplan todos y cada uno de sus proyectos y también los míos por los que vengo luchando hace muchos años. Muchos besos, gracias por leer mis locuras y no quiero prometer nada sólo rogar por que Dios me de inspiración pronto y poder terminar la novela que es lo mínimo que ustedes merecen. Besos, Maki.


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