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Sentimientos ocultos, pasiones prohibidas por makino tsukushi

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Notas del capitulo:

Simplemente mil perdones por la demora, y decirle que ya queda poco para el final, sólo queda el próximo capítulo y el epilogo, espero no decepcionarlos. 

Capítulo 28. Fuego

 

 

 Lo que había comenzado como una furiosa tormenta se había convertido en apenas una imperceptible garua que golpeaba el cristal de la ventana. Desde el último piso del edificio de J&E, Joshua observaba la ciudad con aire melancólico. Sobre la cama, yacía la maleta que solía usar para sus viajes de negocio y al costado, su celular completamente apagado. En el apuro, sólo había logrado empacar un par de camisas, unos pantalones y ropa interior, para después salir huyendo como un ladrón. Mas la cobardía le había impedido seguir adelante con sus planes. Después de llamar tres veces a la aerolínea y de colgar antes de que le respondieran, decidió darse por vencido y apagó por completo el celular.

No podía hacerlo, estaba en contra de su forma de ser, de sus más profundos deseos. Siempre acostumbrado a seguir sus instintos, a tener todo lo que quería. Había luchado mucho para conquistar a Elías y se negaba rotundamente a dejarse vencer tan fácilmente ¿Por qué tenía que ceder ante los caprichos retrógrados de una madre sobreprotectora? ¿Por qué aquella mujer no podía comprender que lo que sentía por su hijo era sincero? Después de que prácticamente se había convertido en su acosador personal, llegando incluso a limites que rozaban la locura, había bajado los brazos y se había rendido con la firme determinación de alejarse completamente de Elías. Fue en aquel momento, cuando el muchacho se presentó ante él de forma voluntaria, y los sentimientos que tan hábilmente se había encargado de reprimir salieron a la luz como si fuera un volcán en erupción dejando al descubierto una faceta tan eróticamente apasionada, de la cual el empresario era el único y exclusivo espectador. No quería perderlo, se negaba a perderlo. Sin embargo, las palabras de Rita retumbaban en su mente una y otra vez.

—Sé que es difícil para usted aceptar la relación que tengo con su hijo —había dicho la noche anterior cuando la mujer atendió su llamada—, pero le aseguro…

—Lo único que puede hacer usted es dejar en paz a Elías —cortó Rita.

—Eso no va a poder ser —musitó con aparente calma.

—Claro que puede ser —la voz de la mujer rayaba la histeria—, para usted mi hijo no es más que un juguete y cuando se canse de él lo va a tirar y se va ir a buscar una diversión más atractiva. Es fácil para usted jugar con los sentimientos de Elías, no se da cuenta de que con su capricho de niño rico lo único que está logrando es destruir a mi familia…

—Entiendo —la voz de Joshua sonó tensa cuando la interrumpió—, que es difícil para usted aceptar nuestra relación, pero yo no soy el culpable de la destrucción de su familia, sino su anticuada visión de la realidad al saber que su hijo de veintiún años —remarcó la edad de Elías como indicándole que el muchacho tenía la edad suficiente como para tomar sus propias decisiones— sale con un hombre, se besa con un hombre y se acuesta también con un hombre y puedo asegurarle que disfruta mucho estos tres puntos.

La línea quedó muda y Joshua musitó una maldición al comprobar que la mujer había cortado la llamada. Se había pasado de la raya, lo sabía. Aspiró con fuerza y volvió a apretar la tecla de llamada rogando porque Rita atendiera. Quería arreglar las cosas, no empeorarlas.

—Perdón —musitó con tono cansado y aliviado cuando la mujer atendió—. No fue mi intención enojarla, tampoco quiero pelear, solamente quiero hablar, intentar llevarnos bien.

—Deje a mi hijo, es la única manera de llevarnos bien.

—No puedo. Amo a Elías —susurró vencido.

—Eso no es amor…

—Le juro que no la voy a molestar —interrumpió—, nada va a saber de mí. Me voy a convertir en un fantasma, voy a vivir a la sombra de Elías, a cambio sólo le pido que vuelva a aceptar a su hijo, deje de rechazarlo e ignorarlo como si fuera un extraño. No le estoy pidiendo que me acepte, sé que nunca lo va a hacer —afirmó en tono cansino—, pero no haga lo mismo con Elías, su actitud no hace más que lastimarlo, no puede impedir que vea a sus hermanos y cerrarle las puertas de su casa tan fácilmente. Si tanto lo ama tiene que dejar de lado esa actitud y volver a recibirlo.

La línea quedó en silencio y por un breve momento Joshua pensó que la comunicación se había cortado otra vez. Por eso se sorprendió cuando  la mujer volvió a hablar.

—Amo a mi hijo. Lo crié con amor, desde que era un bebé vivió en una familia llena de afecto. ¿Cómo se atreve a juzgar mis sentimientos de madre? Se le hace fácil venir a interferir aprovechándose de la situación en la que estábamos para envolverlo con sus sucias intenciones y convencerlo para que lo aceptara. Elías no es gay y no puedo entender cómo logró convencerlo. Le ofreció usted trabajo, ¿verdad? ¿Se aprovechó de la mala situación económica que estábamos pasando para convencerlo? Sólo así se explica que a Elías de pronto le empezara a gustar un hombre.

—No es verdad —musitó Joshua poco convencido al darse cuenta de que las conclusiones de Rita no estaban tan alejadas de la realidad.

—Me voy a ir lejos, donde no puedan encontrarme y nunca van a volver a saber de mí ni de mis hijos. Usted va a ser el único culpable de que Elías no vuelva a ver a su familia.

—Señora…

—Si es necesario voy a renegar de él, pero no voy aceptar que mi hijo sea manipulado por usted, de ninguna manera. Si como dice ama a Elías entonces demuéstrelo dejándolo en paz. Aléjese de él.

—No…

—Tengo planeado invitarlo mañana para que vea a sus hermanos ya que hace mucho que no los ve —remarcó esta última frase—. Aproveche el momento para irse. Es rico, ¿no? No va ser problema para usted desaparecer por un tiempo. Algún viaje al interior del país, o al extranjero, o quizás de pronto se dio cuenta que los sentimientos no son tan grandes como pensaba, puede decir que ya no siente nada, que encontró a otra persona, no lo sé, lo que se le ocurra, pero desaparezca de nuestras vidas.

—No…

—Ya desaparecí una vez —advirtió—, pero ahora va en serio, aproveche el día que le doy y desaparezca de nuestras vidas. —Hizo una pausa antes de agregar con énfasis—: Desaparezca de nuestras vidas o juro por dios que voy a ser yo la que va a desaparecer y no va a haber poder sobre la tierra que logre encontrarme y en su conciencia va a quedar.

La comunicación se cortó, dejando al empresario sumido en la angustia.

Sacudió levemente la cabeza para volver a la realidad. No estaba bien. Lo que estaba pasando no estaba bien, él no era así, no podía dejarse vencer tan fácilmente.

El ruido de la puerta lo sobresaltó. Parpadeó varias veces antes de percatarse de dónde venía el ruido, y se acercó a la entrada. Gabriel le dedicó una sonrisa desde el otro lado y Joshua se hizo a un lado para dejarlo pasar.

—Como no apareciste por la oficina en todo el día —comentó Gabriel cuando su amigo cerró la puerta—, y tampoco me respondiste el celular, me supuse que estabas acá.

El publicista tomó asiento en el living del departamento y dedicó a su amigo una sonrisa interrogante. En los años que llevaban de amistad, Gabriel, se había convertido en su salvavidas cada vez que su mente se encontraba en una encrucijada. Sus consejos a menudo lo habían hecho entrar en razón y muchas veces se había arrepentido cuando su cabeza dura le llevó a ignorar sus palabras.

—Tengo apagado el celular —dijo mientras se apoyaba en la puerta.

—De eso me di cuenta. —Miró alrededor de la habitación como si estuviera buscando a alguien—. ¿Estás con Elías?

—Estoy solo.

Gabriel lo miró confundido.

—Como apagaste el celular y no te apareciste por la oficina pensé que estabas con él. —Joshua negó lentamente con la cabeza y esquivó la mirada de su amigo—. Entonces, ¿qué? ¿Te entró la vagancia y decidiste no ir a trabajar? Te recuerdo que la nueva temporada está a la vuelta de la esquina y todos están más que histéricos porque apenas llegamos con los tiempos. Es muy poco responsable de tu parte que te estés tomando unas mini vacaciones cuando hay tanto por hacer…

Gabriel detuvo su reprimenda cuando se dio cuenta que su amigo apenas se atrevía a enfrentarlo con la mirada. ¿Qué se estaba perdiendo? Por lo general Joshua saltaba como leche hervida ante la más mínima provocación, y sin embargo desde que había ingresado al departamento lo había encontrado demasiado callado.

—¿Pasa algo?

Joshua levantó la vista pero no respondió.

—¿Joshua?

El empresario sacudió la cabeza de un lado a otro y con grandes zancadas se acercó a su amigo y se dejó caer en el sillón que estaba en frente. Necesitaba desahogarse, o explotaría.

—Corté con Elías.

Gabriel se tomó un par de minutos para asimilar la noticia. Había estado junto a Joshua cuando Elizabeth lo había destrozado y fue testigo de lo mucho que le había costado volver a depositar su confianza en alguien. Se había volcado completamente al trabajo y nada más parecía importarle, hasta que conoció a Elías. En un principio no había estado del todo de acuerdo con la relación, los acosos que el empresario había ejercido sobre el muchacho le decían que aquello no podía terminar bien. Pero se había equivocado completamente. Y ahora cuando ya había aceptado que la relación que tenía su amigo era seria y sincera, la noticia de que todo se había terminado le cayó como un balde de agua fría.

—¿Qué pasó? —inquirió finalmente.

Joshua bajó la cabeza y la ocultó entre sus manos. Se tomó un par de minutos antes de volver a levantar la vista y enfrentar a su amigo.

—Su familia, los prejuicios de su madre —susurró encogiéndose de hombros.

Había un tono de resignación en las palabras del empresario.

—¿Y vos? —musitó cuando se percató que Joshua no pensaba ampliar sus argumentos.

—Voy a viajar. La semana pasada recibí una llamada del gerente de Brasil y creo que no sería mala idea que me pasara una temporada allá. No sé, seis meses, quizás un año, lo que sea.

—Perece como si estuvieras huyendo.

Joshua suspiró con fuerza. Eso mismo había pensado él. Pero no era ese sentimiento el que lo incordiaba. A pesar de darse cuenta de que estaba huyendo no era eso lo que le molestaba, sino el hecho de ir en contra de sus convicciones. De dejarse vencer por los prejuicios y de reprimir los deseos y la necesidad cada vez más apremiante de regresar a su casa y pedirle perdón a Elías por la estupidez que había hecho.

—Si te digo que estoy escapando de Elías me creerías.

—No.

—¿Y por qué no?

Gabriel se puso de pie y cruzó los brazos al tiempo que miraba a su amigo con una expresión alentadora.

—Porque no sos de los que se escapan —dijo como si fuese lo más obvio del mundo—. No sé qué fue exactamente lo que paso entre ustedes y estoy dispuesto a escucharte cuando tengas ganas de contarme, pero de algo estoy seguro. —Hizo una pausa como si quisiera darle un poco más de dramatismo a sus palabras—: Huir no va con tu personalidad. El poderoso empresario dueño de una de las cadenas de ropa más importante del país, siempre se sale con la suya. Perseguiste a Elías hasta por debajo de las piedras y sé muy bien lo mucho que te costó a vos y a él seguir adelante con la relación, así que, si me decís que vas a terminarla solamente porque tu suegra —sonrió al ver la expresión de su amigo a escuchar la palabra suegra—, porque quieras o no eso es lo que es para vos la mamá de Elías, tu suegra, no acepta la relación, no te lo creo. El Joshua que yo conozco pasa por encima de cualquiera para obtener lo que quiere.

—Me pintás como una persona calculadora y fría —musitó con tono ofendido.

—Te pinto como la persona que sos. Nunca te importó una mierda lo que pensaran los demás, y creo que es demasiado tarde para empezar a hacerlo. Si tu suegra no acepta tu relación, que se aguante —enfatizó alzando un poco la voz—, no es momento de ponerse prejuicioso y negarse a disfrutar de la vida solamente porque alguien no nos acepta.

Las palabras de Gabriel lo hicieron sentir liberado. Desde el mismo minuto en que había cortado la comunicación con Rita, y después, mientras escribía la corta nota explicándole a Elías su decisión de terminar con todo e, incluso más tarde, cuando vio su ropa desordenada dentro de la valija y su celular temblando entre sus dedos cuando decidió no comunicarse con la aerolínea, supo en lo más profundo de su alma, que lo que estaba haciendo no tenía nada que ver con su forma de ser. ¿Por qué tenía que alejarse de la persona que amaba? ¿Porque tenía que renunciar al amor cuando ansiaba con todas sus fuerzas vivirlo plenamente? ¿Por qué tenía que avergonzarse de sus sentimientos cuando eran los más puros y sinceros que había tenido? En realidad no sabía si sus sentimientos eran puros, quizás más bien fueran enfermizos y aumentaban a cada momento, pero era una enfermedad con la que quería seguir viviendo y no le importaba nada más.

—Tenés la capacidad de decir la palabra justa en el momento justo —musitó por fin mirando a su amigo. Gabriel sólo sonrió y se puso de pie.

—Nadie te obliga —abrió los brazos en actitud teatral—, nadie obliga al todo poderoso Joshua a nada cuando en toda su vida hizo su santa voluntad. Lo que sea que haya pasado no lo sé, pero si querés estar con Elías no sé qué carajo estás haciendo acá.

 

 

 

Observó la habitación vacía. La cama deshecha, su ropa desordenada sobre la silla y un gato perezoso durmiendo despreocupado sobre los zapatos de Joshua. Por un breve momento tuvo la imperiosa necesidad de ceder a su rabia y romper en pedazos todo lo que lo rodeaba, pero sabía perfectamente que esa no era la solución. Estaba desilusionado, herido, pero sobre todo estaba cansado de luchar. No podía hacer nada contra la terquedad y el rechazo de su madre y las consecuencias que su comportamiento le habían causado a su vida. Estaba harto de tratar de parecer el hijo perfecto, por más amor y cariño que sintiera por la mujer que le había dado la vida, no podía permitir, bajo ninguna circunstancia, que tratara de manipular de esa manera sus sentimientos. Y, sobre todo, no podía perdonar a Joshua por haberlo abandonado de esa manera tan cobarde. Después de todo lo que habían pasado juntos, no podía creer que Joshua simplemente hubiera decidido rendirse. ¿Tan frágil era el amor que sentía como para huir despavorido ante la primera tempestad?

No valía la pena andar con lamentaciones. Lo odiaría, lo amaría, quizás tal vez lloraría su pérdida y probablemente algún día lo desterraría de su mente y de su corazón, pero saldría adelante. Empezaría de cero. No podía volver a la casa de su madre y tampoco podía quedarse en la casa del empresario cuando él estaba lejos, Marco era su mejor amigo y aunque su madre no tenía problemas en recibirlo no podía abusar de su hospitalidad. Con la plata que había logrado ahorrar buscaría un lugar en donde quedarse y empezaría de una vez por todas a ocuparse de él, pura y exclusivamente de él.

Se acercó al placar, sacó una maleta y empezó a guardar la ropa que poco a poco había ido trayendo a la casa del empresario. No tenía sentido retrasar las cosas.

 

 

Dudó por un momento parado frente a la entrada de la casa. Tal vez después de todo no había sido buena la decisión. Quizás después de aquella conversación su madre le diera la espalda definitivamente. Su dedo índice tembló un poco antes de hundir el interruptor del timbre. Y demasiado rápido para su sorpresa,  Rita abrió la puerta.

La mujer miró a su hijo y después a la maleta que yacía junto a él.

—¿Podemos hablar? Sólo serán unos minutos.

Rita se hizo a un lado para dejarlo pasar.

—Podés dejar la valija en tu habitación —dijo la mujer una vez que cerró la puerta.

—No vine a quedarme mamá.

Rita parpadeó confundida, abrió sus labios como para decir algo pero lo cerró sin que saliera una sola palabra.

—Sólo quiero que me escuches. ¿Me vas a escuchar? —Rita lo miró en silencio y por un breve momento Elías temió que se negara a escucharlo pero para su sorpresa, la mujer asintió, le hizo señas para que tomara asiento en el sofá del living pero el muchacho negó levemente con la cabeza. No tenía intención de quedarse mucho tiempo.

Observó a la mujer en silencio. Apenas lograba percibir unas cuantas arrugas surcando su rostro y algunas canas blancas salpicando su castaña cabellera, pero a pesar de que el paso del tiempo iba dejando huellas en su cuerpo, Rita seguía conservando su belleza. Elías recordó lo orgulloso que siempre se había sentido de ella cuando de niño iba a buscarlo al colegio, tan elegante y hermosa que le gustaba que sus compañeros supieran que era su mamá. Ahora, los años habían pasado, él ya no era un niño y su madre había cambiado su semblante mostrando por primera vez una faceta dura e impenetrable, tanto, que Elías dudó que algún día pudiera romperla y volver a recuperar a aquella mujer tan cariñosa y comprensiva. Había cambiado mucho, y quizás él era el principal responsable. Sin embargo había llegado a un punto en donde ya no podía ceder y eso iba más allá de Joshua.  

—Para tu tranquilidad Joshua se fue —comenzó en tono neutral—, supongo que finalmente estarás contenta  porque tengo la leve sospecha de que vos tuviste algo que ver con su decisión. —Rita desvió la mirada evitando enfrentar a su hijo—. No importa mamá, no importa si tuviste algo que ver o no, supongo que después de todo tenías razón, y que Joshua no me quería tanto como pensaba, me llevará tiempo pero seguro que saldré adelante.

Se quedaron en silencio, observándose uno a otro. Madre e hijo enfrentados como si Elías hubiera hecho una travesura y estuviera esperando el seguro castigo de Rita como cuando era un niño. Pero esta vez era diferente. El muchacho ya no era un niño y sus sentimientos no eran una travesura.

—Podés volver a casa —musitó finalmente Rita.

—No.

—Pero…

—A eso vine —interrumpió con tranquilidad—, a decirte que no voy a volver. A decirte que a pesar de todo acepto que ya no me quieras cerca y que aunque no comparto para nada tu postura, no puedo volver al lado de una madre que me rechaza sólo por lo que siento, porque —se detuvo, de pronto la angustia y la tristeza ganó terreno y en su garganta se formó un nudo— , porque —logró musitar con apenas voz— por mucho que te amé, y por más que seas mi mamá, no sé si alguna vez pueda llegar a perdonarte el dolor que me hiciste sentir con tu rechazo. Podés darte por satisfecha, lo mío con Joshua terminó, pero también siento que por más que quiera las cosas no van a volver a ser como antes, porque en cada momento voy a estar recordando lo que pasó y quizás algún día empiece a odiarte por ello y nuestra convivencia se vuelva insoportable. Por eso no voy a volver.

—Elías…

—Si decidís irte nuevamente, te pido que me lo hagas saber, no vuelvas a alejarte sin decírmelo. Por favor mamá, no vuelvas a irte sin avisarme.

—No es necesario que hagas esto, esta es tu casa, ahora que las cosas cambiaron podés volver…

—Hace mucho que esta dejó de ser mi casa mamá, y sí, tenés razón, las cosas cambiaron, yo ya no soy el mismo. —Se acercó a la puerta y antes de salir agregó—: Cuando logre instalarme te voy a avisar —sin agregar más, se alejó del lugar.

 

 

No estaba en la casa. Se había marchado llevándose todas sus cosas. No podía culparlo, después de todo, cuando salió esa mañana le había dejado claro a Elías que la relación que tenían había terminado. Pero no pudo evitar sentir una punzada de dolor al ver que tan rápido el muchacho había recogido sus cosas y se había esfumado.

Tenía que encontrarlo, tenía que hablar con él. Buscó su teléfono celular en el interior de su abrigo y marcó el número de Elías.

—Entendí bien tu mensaje —contestó Elías al otro lado de la línea.

Quizás porque no esperaba que el muchacho le atendiera la llamada fue que Joshua se tardó en responder.

—Necesito que hablemos.

—No…

—Elías —pronunció su nombre de manera suplicante—, sé que lo que hice fue una estupidez y te juro que no dejé de arrepentirme durante todo el día pero por un momento creí que era lo mejor…

—¿Lo mejor? —casi gritó el muchacho al otro lado de la línea—. ¿Y cómo mierda fue que llegaste a esa conclusión? ¿Acaso fue después de hablar con mi mamá?

—Elías…

—¿Sabes qué, Joshua? Estoy harto de que todos me traten como un pendejo que no sabe tomar sus decisiones. Mi mamá y sus putos prejuicios que no es capaz de aceptar lo que quiero y vos que me juraste que ibas a estar a mi lado pasara lo que pasara y a la primera salís corriendo como un cobarde. Sinceramente Joshua, me cansé, no quiero hablar con vos, no te quiero oír, fuiste vos el que quiso terminar, muy bien te doy con el gusto.

—Elías —interrumpió en todo desesperado—, no digas eso…

—Basta, Joshua, me cansé.

La comunicación se cortó y Joshua miró el aparato con gesto derrotado para luego volver a marcar el número del muchacho.

 

 

Alejandro se sentó en una de las mesas más alejadas del escenario. El pub apenas se estaba llenando de gente y él no tenía deseos de regresar aún a su casa. Un viejo tango se escuchaba de fondo y el mozo depositó una jarra de cerveza frente a él, para luego inclinar la cabeza y alejarse. Le gustaba ese lugar. Ubicado en un lugar estratégico de la ciudad, en donde  los turistas se acercaban a disfrutar de un espectáculo de tango y con un ambiente acogedor, a menudo Alejandro sentía que allí podía escapar de sus problemas y de su soledad. Hasta tenía que reconocer a duras penas que aquel sujeto irritante que tanto lo incordiaba era un excelente bailarín, y disfrutaba mucho cada vez que brindaba una actuación. Últimamente su vida se estaba volviendo muy monótona, y ese lugar se había convertido en su refugio.

Observó con aire distraído a su alrededor mientras le daba un sorbo a la bebida.  Un grupo de jóvenes parloteaba en voz alta y se reían por algún comentario, dos parejas conversaban entre murmullo al otro extremo y un hombre consultaba su reloj pulsera como si estuviera esperando a alguien. El escenario estaba vacío, los espectáculos de tango solían empezar pasada las diez de la noche y mayormente se realizaban los fines de semana.

Sacó una cajetilla de cigarrillos del interior de su abrigo pero antes de que pudiera sacar el encendedor un movimiento a su costado llamó su atención. Por inercia, más que por curiosidad, giró su cabeza justo en el preciso momento en que aquel muchacho ingresaba al pub arrastrando una maleta con rueditas tras él y tomaba asiento en una de las mesas.

—¿Elías? —musitó para sí.

¿Qué hacía con esa maleta? Se encogió de hombros. Eso no era asunto suyo. Bastantes problemas había tenido con aquel muchacho cuando cometió la estupidez de proponerle una aventura. Si hubiera sabido que su relación con Joshua iba en serio, jamás le habría propuesto nada. Había intentado en varias ocasiones acercarse a él para disculparse pero se había negado rotundamente a escucharlo. No tenía la más mínima intención de inmiscuirse entre ellos, todo había sido a causa de un mal entendido.

Se permitió la libertad de observarlo. El semblante de aquel joven denotaba tristeza. Su postura cansina dejaba entrever aun a la distancia que algo le preocupaba. Alejandro apuró el último trago de cerveza y volvió a repetirse mentalmente que aquello no era asunto suyo. Hizo señas al mozo para que se acercara y encargó otra jarra de cerveza. Joshua y Lorena eran dos personas muy importantes en su vida y no quería arruinar la relación que tenía con ellos por sus estupideces. Consultó la hora en su reloj pulsera y se percató que era demasiado temprano para volver a casa. Sus ojos no podían evitar seguir observando al muchacho. Por alguna razón, sentía curiosidad de saber por qué estaba allí con un semblante claramente triste y con una maleta lista para partir a un viaje. El mozo volvió y dejó la bebida sobre la mesa. Alejandro tomó un largo sorbo. No podía evitarlo, quizás el alcohol, o tal vez la mera necesidad de entablar una conversación con alguien lo llevó a actuar de aquella manera, no estaba del todo seguro, pero sin meditarlo se puso de pie y se dirigió a la mesa en donde se encontraba Elías.

—Hola.

Elías levantó la vista y no pudo evitar que su rostro mostrara una mueca de desagrado. Alejandro sonrió. Era más que evidente que no le caía para nada bien.

—¿Puedo sentarme?

No esperó la respuesta de Elías y tomó asiento frente al muchacho.

—Sé que no te caigo muy bien…

—No creo que alguna vez lleguemos a ser amigos —cortó Elías encogiéndose de hombros—, ya me pediste perdón por lo que pasó —dijo quitándole importancia—, fue un mal entendido.

Alejandro asintió levemente con la cabeza antes de darle otro sorbo a la jarra de cerveza.

El mozo se acercó a la mesa del muchacho para tomar su pedido.

—Una seven up, por favor.

El hombre tomó nota y se alejó.

Elías decidió ignorar a su compañero de mesa y buscando distraer su atención sacó el teléfono móvil de su abrigo y lo encendió. Más de veinte llamadas perdidas y otros tantos mensajes de texto aparecieron en la pantalla.  No se molestó en mirarlo, emitió un suspiro fastidiado y volvió a meter el aparato en su abrigo.

—No acostumbro a meterme con la pareja de mi primo —dijo Alejandro después de unos minutos—, si hubiera sabido que tan serio era tu relación con Joshua, no te hubiera dicho nada.

—No importa —musitó Elías desviando la mirada dibujó una sonrisa desprovista de alegría al tiempo que se encogía de hombros—, eso ya pasó.

—¿Qué…?

—Tu nombre es Alejandro, ¿verdad? —Alejandro asintió con la cabeza—. Siento ser tan mal educado…

Su teléfono celular empezó a sonar interrumpiéndolo. Incluso antes de sacarlo del bolsillo sabía de quién era la llamada. Miró la pantalla del aparato. Ya había perdido la cuenta de la cantidad de veces que Joshua había intentado ponerse en contacto.

—¿No vas a contestar? —preguntó Alejandro después de varios timbrados. Por toda respuesta, Elías apagó completamente el aparato y lo volvió a guardar en su abrigo. Alejandro no dijo nada. Tenía la leve sospecha de que algo había ocurrido entre su primo y aquel chico, pero dudaba mucho que él tuviera la menor intención de contarle nada. Aunque se moría de ganas por saber qué había pasado, no iba a cometer la misma estupidez de meterse en donde no lo llamaran.

—Número equivocado —dijo el muchacho quitándole importancia.

Alejandro levantó una ceja pero no agregó nada más. El muchacho se peinó con la mano el cabello castaño y por un breve momento se quedó en silencio, pensando.

—No tiene importancia —dijo Elías en voz baja—. Capaz que nunca lleguemos a llevarnos bien —dijo mirándolo directamente a los ojos—. Como te dije por mi parte está todo olvidado, pero tampoco creo que algún día vayamos a ser algo así como buenos amigos.

—Estoy de acuerdo —concordó finalmente Alejandro.

El mozo se acercó y depositó junto al muchacho el vaso de gaseosa que había encargado. Elías tomó un largo trago decidido a seguir ignorando a otro hombre cuando de pronto una idea de lo más descabellada se le cruzó por la cabeza.

Estaba completamente convencido de que Joshua no iba a detenerse hasta que lograra hablar con él y sabía que tarde o temprano eso sucedería. Pero por el momento, simplemente no tenía ganas de dejárselo fácil. No pudo soportar la imperiosa necesidad de comportarse como el niño que todos creían que era y hacerle caso a su maltratado orgullo. Por eso, y nada por eso, decidió tomar una actitud absolutamente caprichosa e infantil y al menos por lo que restaba del el día esconderse del empresario. El problema era que no tenía lugar en donde dormir. Si volvía a la casa de Marco, Joshua seguramente lo encontraría y ya estaba decidido a no volver a la casa de su madre.

No era prudente lo que le estaba por pedir y mucho menos a alguien tan cercano a Joshua. Tarde o temprano tenía que enfrentarse al empresario, pero no tenia deseos ni ganas de hacerlo en ese momento. Estaba enojado, cansado, herido y no quería perdonarlo.  Ni siquiera sabía si iba a volver con él. En esos momentos, ni siquiera sabía que era lo que realmente deseaba, pero no se le ocurría otra opción.

—Vos tenés un hotel, ¿verdad?  —preguntó inseguro.

—Varios —corrigió Alejandro asintiendo con la cabeza.

—Necesito que me alquiles una habitación, por dos o tres días.

Alejandro lo miró con curiosidad, pero no respondió. Dudaba mucho que Elías contara sus motivos.

—Me lo debés, Alejandro —musitó su nombre con cuidado—; al menos como disculpa. Sólo por unos días, ya estuve molestando mucho a Marco y a esta hora de la noche, no se me ocurre un lugar mejor en donde poder quedarme.

Alejandro lo miró en silencio. Por un breve momento Elías creyó que aquel hombre se negaría a ayudarlo, mas suspiró aliviado cuando lo vio sacar el teléfono celular de su abrigo.

—Dame unos minutos —dijo mientras marcaba un número en el aparato.

 

 

Las calles estaban desiertas a esa hora de la noche y la llovizna se había retirado hacía rato dando paso a un molesto frío. Joshua detuvo el auto frente al semáforo. Creyó que conducir sin destino le ayudaría a encontrar la calma.  Había llegado a esa situación por su única y exclusiva culpa y le desesperaba el tan siquiera pensar que quizás no encontraría la solución. En un principio le pareció buena la decisión de alejarse de Elías, no soportaba verlo sufrir por las incongruencias de su madre, mas desde el mismo momento en el que había abandonado su casa aquella mañana supo que lo que estaba haciendo no estaba bien. Y a partir de allí todo se había convertido en una pesadilla. Podía entender el enojo del muchacho, se sabía merecedor de aquel rechazo y confiaba poder revertir la situación en cuanto Elías le diera la oportunidad, pero aun así, no podía con su genio. ¿Y si el muchacho decidía no perdonarlo? 

Lo había llamado hasta el cansancio. Se había tragado su orgullo y se había presentado ante la puerta de Rita para recibir a cambio una mirada fría y la información de que Elías no se hallaba allí. El mismo trato había recibido cuando por su cabeza cruzó la decisión de pasar por la casa de Marco.

—No, Joshua, no sé dónde está Elías —le había dicho Marco sonriente—. No llamó, no lo vi y estoy muy ocupado en este momento.

Había apretado con fuerza los puños al costado de su cuerpo intentando reprimir el deseo de abalanzarse sobre ese idiota y borrarle la sonrisa de un puñetazo.

—Por favor —las palabras salieron en un susurro.

Pero Marco le había dedicado otra sarcástica sonrisa al tiempo que le cerraba la puerta en las narices.

Había dado vueltas por la ciudad como un perro abandonado por su dueño buscándolo con desesperación pero nada había conseguido. Cuando se percató que el muchacho no iba a ceder aquella noche decidió regresar a casa. El semáforo le dio el paso y en quince minutos cubrió la distancia que lo separaba de su morada.

La oscuridad lo recibió cuando abrió la puerta y un maullido desesperado inundó sus oídos cuando encendió la luz de la sala. Tomás meneó la cola y con alegría frotó su peludo cuerpo en las piernas de su amo. Cansado, se agachó para alzar al animal y arrastrando los pies se acercó al sofá y se desplomó sobre él. El silencio de la casa se le hizo más pesado que otras veces. La culpa se cernía en pecho y a pesar de saber que lo que había pasado tenía solución el miedo de que en un hipotético caso Elías decidiera no perdonarlo le impedía encontrar la calma que tanto necesitaba.

El gato se sobresaltó y enderezó su cuerpo sobre el pecho de Joshua en donde se encontraba descansando cuando el ruido de la puerta llamó su atención. El empresario casi saltó del sofá y en pocas zancadas de detuvo frente a la entrada. Quizás Elías había decidido darle una tregua después de todo. Su rostro se iluminó en señal de esperanza para luego pasar a una mueca de decepción y por último a una expresión de total asombro cuando sus ojos se toparon con la sempiterna figura de Alejandro que lo observaba al otro lado de la puerta.

—¿Alejandro?

Alejandro le sonrió. Levantó su mano derecha y luego la izquierda mostrando una bolsa en cuya cara se podía ver la propaganda de una casa de comida y en la otra una botella de cerveza.

—No tenía ganas de volver a mi casa y pensé que sería bueno pasar a visitarte.

—¿A esta hora? —Joshua se hizo a un lado para dejarlo pasar.

—Supuse que no habías comido, por eso compré unas empanadas y una cerveza —agregó—, como en los viejos tiempos.

Alejandro tomó asiento frente a la mesa ratona mientras Joshua, resignado, desaparecía tras la puerta de la cocina para volver con vaso, platos y cubiertos.

Años atrás, cuando todavía estaban en secundaria, solían reunirse para matar el tiempo viendo alguna película o algún partido de futbol. En aquel entonces Alejandro se había convertido en su confidente, en la persona que le había ayudado a descubrir sus preferencias sexuales. En la actualidad, ya no se veían tanto como antes, las obligaciones de ambos había impuesto entre ellos un alejamiento obligatorio que, sin embargo, no había logrado cortar aquel afecto casi de hermanos que sentían el uno por el otro. En Alejandro había encontrado la comprensión que a menudo no podía encontrarla en nadie más. Se veían poco, y a pesar de eso tuvo la plena confianza de que cada vez que lo necesitara podría contar en él.

El cabello castaño claro, cercano al rubio, de su primo se movió hacia adelante tapándole parcialmente la cara cuando se estiró desde el sofá frente a la mesa ratona para alcanzar un servilleta de papel y tomar con ella una empanada de carne. Con la elegancia que siempre lo caracterizaba, le dio un mordisco y luego apuró un pequeño sorbo de cerveza. Ninguno de los dos habló. Alejandro se había convertido en todo un hombre de negocios pero también Joshua pudo discernir que su carácter se había vuelto cada vez más reservado y su personalidad que otrora era alegre y desinhibida ahora se tornaba fría y a veces irritable. Se había convertido en una persona solitaria y el empresario podía asegurar que en los años que lo conocía nunca le había conocido una pareja seria. Alejandro siempre había tenido discretas aventuras pero nunca nada serio. Quizás todavía seguía enamorado de aquel hombre…

—Gracias por la comida —musitó Joshua antes de darle una mordida a su propia empanada.

—Perdona que haya venido sin avisar, es que no tenía ganas de volver a mi casa todavía.

—¿Pasa algo?

Alejandro se encogió levemente de hombros y le dio otro sorbo al vaso de cerveza antes de contestar.

—Lo de siempre, ya sabés, a veces me da un ataque de autocompasión y la soledad no se me hace una buena compañera. Pero ya se me va a pasar, no te preocupes.

Joshua se tomó un par de minutos para observar su perfil en silencio. Debajo de aquella fachada de hombre frío se escondía uno bastante frágil.

—¿Todavía seguís pensando en Leonardo? —preguntó con cautela, no tenía deseos de lastimarlo.

Volvió a encogerse de hombros y se recostó en el respaldo del sofá antes de enfrentarlo con la mirada.

—Puedo vivir con ello.

—Merecés a alguien que de verdad se interese por vos a tu lado —musitó con sinceridad.

—Francamente, Joshua —suspiró con fuerza después de meditarlo—, no estoy muy seguro de querer estar con alguien en estos momentos, realmente no sé si es eso lo que quiero. Manejar los hoteles es un trabajo que me lleva mucho tiempo. Papá y mamá están formalmente retirados del negocio y viajando por el mundo sin importarles nada, y mi hermana —se detuvo un momento y forzó una sonrisa antes de continuar—, mi hermana está felizmente casada y en una eterna luna de miel, me llama de vez en cuando para saber si aún sigo vivo.

—De todos modos creo que no está bien que trabajes tanto y creo que ya es momento de que empecés a pensar en vos.

Alejandro asintió pensativo con la cabeza.

—Vos no eras tan diferente a mí en ese sentido —dijo luego de un rato, al ver que Joshua lo miraba sin entender agregó—: hasta donde recuerdo, eras un adicto al trabajo, no tenías una relación estable y eso no parecía molestarte en lo más mínimo.

Joshua no dijo nada. Era cierto. Tenía que reconocer que hacía unos meses atrás su personalidad era completamente diferente a la actual. Trabajo y más trabajo. Pero la llegada de Elías a su vida lo había cambiado todo, de eso estaba completamente seguro.

—Al final es cierto eso que dicen que cuando uno está enamorado derrocha felicidad y que el amor cambia a las personas —musitó Alejandro.

—Puede ser —concordó el empresario y su expresión dejó entrever un poco de preocupación al recordar que las cosas entre él y el muchacho no estaba tan bien como desearía.

—Voy a empezar a creer que realmente vas en serio con ese chico.

Joshua apenas logró asentir levemente con la cabeza. Los acontecimientos de lo ocurrido en esas últimas horas volvieron a su mente y nuevamente la incertidumbre inundó su corazón. ¿Se estaba ahogando en un vaso de agua? No estaba seguro. Se había vuelto tan posesivo con Elías que la inseguridad y el temor de perderlo se hacía presente en su vida como un fantasma.

—¿Pasa algo? —inquirió Alejandro sacándolo de sus cavilaciones.

Joshua levantó la cabeza para enfrentar la mirada interrogante de su primo y negar lentamente con la cabeza.

—No —logró musitar.

Alejandro entrecerró los ojos y lo observó, su expresión indicaba que no le creía nada.

—¿Se pelearon? —preguntó al fin.

Joshua no respondió, mecánicamente llevó el vaso de cerveza a sus labios y lo vació de un solo golpe. Alejandro se enderezó en el sofá y tomó una servilleta de papel de la mesa para limpiarse con lentitud. Se puso de pie y dio unos pasos por la sala dándole la espalda al empresario de tal forma que Joshua pensó que había decidido marcharse. En lugar de eso, Alejandro se detuvo giró nuevamente para enfrentarlo.

—Estaba aburrido y como te dije no tenía ganas de volver a casa —empezó a decir de pronto—, me fui a un pub en San Telmo al que siempre voy y pedí una cerveza.

Joshua lo miró sin comprender a donde quería llegar.

—Vi entrar a tu novio con una valija.

—¿Viste a Elías? —inquirió poniéndose de pie.

—Me acerqué porque me quería disculpar por el malentendido que habíamos tenido y bueno, él me pidió que le alquilara una habitación en uno de mis hoteles —dijo finalmente.

Lo había encontrado. Su corazón se debatió entre salir corriendo a buscarlo o dejar pasar las horas hasta que el muchacho se sintiera lo suficientemente tranquilo como para escucharlo.

 

 

 

 

Necesitaba un poco de soledad. Todo había sucedido tan rápido. Hasta hacía tan sólo un día su vida parecía resuelta, y por la mañana todo se había convertido en un caos. Tenía que pensar bien qué iba a hacer de ahora en adelante.

La habitación que le habían otorgado era grande y cómoda. La cama era de dos plazas,  el baño era digno de un rey y la enorme ventana daba paso a un balcón que dejaba ver la noche porteña desde la privilegiada vista del piso número quince. Sólo un par de días, le había dicho a Alejandro, mientras pensaba que iba a hacer de ahora en adelante. No quería seguir siendo un estorbo en la casa de Marco, tampoco quería volver a la casa de su madre. Sabía que probablemente Joshua terminaría enterándose de su paradero por medio de Alejandro, pero confiaba con que al menos por esa noche no fuera así.

Salió al balcón. El frío se coló por la tela de su abrigo obligándolo a abrazarse a sí mismo y a meter las manos debajo de las axilas para entrar en calor. La vista era realmente hermosa. El cielo estaba manchado de nubes que se negaban rotundamente a desaparecer ocultando parcialmente la tenue luz de las estrellas. Los edificios eran manchas oscuras iluminadas por luces artificiales simulando incontables luciérnagas. Se acercó al borde del balcón. Apenas pudo distinguir una pareja de enamorados que caminaba por la calle desierta. A esa distancia parecían tener el tamaño de dos hormigas. Por un breve momento sintió la tentación de quebrar su postura y llamar al empresario. Gruñó para sus adentros y enojado se volvió para meterse en la habitación. El televisor estaba encendido y su pantalla mostraba el resumen de las noticias del día. Tomó el control remoto de la mesa de noche e hizo una rápida recorrida por los canales para luego apagar el aparato.

Se desnudó hasta quedar en ropa interior y apartando las sábanas de color púrpura se acostó en el lecho para luego oprimir el interruptor de la lámpara de noche y dejar la habitación en penumbras.

Tenía que buscar un lugar en donde vivir y ocuparse de su propia vida. Era plenamente consciente de que las intenciones de Joshua al alejarse habían sido buenas, con la esperanza de que la relación con su madre mejorara, eso lo supo desde un principio, pero aun así no pudo evitar que la rabia lo dominara. Tanto su madre como Joshua no lo creían capaz de tomar sus propias decisiones y eso le dolía. Exhaló un largo y lastimero suspiro. Mañana o quizás pasado, se enfrentaría a Joshua, por ahora solamente necesitaba un poco de soledad.

 

 

Alejandro siguió su peregrinaje por la ciudad negándose a regresar a su casa. Era tarde y había pocas posibilidades de encontrar algún lugar abierto, sin embargo siguió conduciendo su auto hasta detenerse en las puertas de aquel pub. No hizo amago de apearse del vehículo, en lugar de eso se reclinó sobre el asiento y cerró sus ojos. Como era de esperarse, Joshua no había podido con su genio y no tuvo más remedio que informarle en donde se encontraba el muchacho. No tenía sentido quedarse con él así que decidió abandonar la casa de su primo.

—De verdad está enamorado —sonrió ante la simple afirmación.

Joshua se merecía ser feliz. Después de tanto tiempo solo, finalmente parecía que había encontrado a la persona indicada.

«Merecés a alguien que de verdad se interese por vos a tu lado».

Las palabras de Joshua le daban vueltas en la cabeza y no había mentido cuando le había dicho que por el momento no creía que fuera conveniente. Aunque en honor a la verdad, a menudo sentía el peso insoportable de la soledad, pero por el momento, el tener amantes ocasionales o el recurrir a una discreta casa de citas en busca de algún prostituto que satisficiera sus necesidades se le hacía lo más funcional. No se sentía todavía demasiado preparado como para abrir su corazón a una nueva relación. El recuerdo del amor platónico que aún después de mucho tiempo sentía por Leonardo, seguía pesando sobre su alma. Pero aquel hombre siempre había estado prohibido para él y se sorprendía, a la vez que le enojaba, el darse cuenta de que a pesar de saberlo ajeno y lejano podía afectar tanto en su vida hasta el punto de impedirle darse la oportunidad para conocer a alguien más.

Abrió los ojos y suspiró con fuerza. El movimiento en la entrada del pub llamó su atención y dirigió la mirada hacia allí justo en el momento que Ricardo y Marco cerraban la puerta del local para retirarse del lugar. Los siguió con la mirada hasta que ambas figuras desaparecieron en la esquina, luego de eso giró la lleve para encender el auto. Era hora de volver a casa.

 

 

En algún momento de la noche el cansancio lo había vencido y se había quedado dormido. Soñó con su madre, rechazándolo una y otra vez hiriéndolo con sus palabras. Soñó con su padre, reprochándole por no haber cumplido con la promesa que le hiciera en su lecho de muerte, y también soñó con sus hermanos llorando porque hacía mucho que no lo veían. Pronto el sueño cambió y Joshua apareció como su salvador, su mirada triste le suplicaba piedad y sintió ganas de correr hasta él y abrazarlo, pero a medida que intentaba dar un paso Joshua se alejaba.

Perdón —le oyó susurrar.

Las palabras del empresario llegaron nítidas como si fuesen reales. De pronto ya no estaba lejos, podía sentir su presencia cerca, aunque sus ojos no lograban verlo. Lo sintió acercarse y sintió sus manos acariciando su rostro. Era tan real. Podía sentirlo.

Un peso hundió el costado de la cama y aunque aún estaba entre dormido y con muchas ganas de continuar soñando, se obligó a duras penas a abrir los ojos.

La habitación seguía en penumbras. ¿Qué hora seria? Seguramente de madrugada.  Intentó moverse, cambiar la postura, su cuerpo estaba entumecido. Pero le fue incómodo. De pronto se percató que no estaba solo. Había alguien más en la habitación.

Con rapidez trató de apartar las sabanas para escapar de la cama pero se vio atrapado entre el lecho y el cuerpo del desconocido.

—¿Quién mierda…? —logró articular al tiempo que forcejeaba para liberarse de su captor.

—Shhhh, no te asustes, soy yo.

Elías forcejeó incluso hasta que la luz de la mesa de noche se encendió cegándolo momentáneamente. Había reconocido esa voz y no terminaba de convencerse de que lo que estaba pasando era un real o no.

—Elías.

Se detuvo. Se convenció a sí mismo de que no estaba soñando. Joshua lo miraba desde el costado del lecho y casi estaba encima de él.

—¿Joshua?

Tardó varios minutos en despabilarse. Recordó dónde se encontraba y por qué,  y también recordó por qué durante todo el día había decidido evitar deliberadamente a Joshua. Tendría que haberlo sabido, el empresario no era un hombre que aceptara un no como respuesta y aunque habían llegado a esa situación por su completa culpa, Joshua estaba más que dispuesto a revertir la situación.

—¿Qué estás haciendo acá? —preguntó ofuscado tratando de empujar al empresario para poder enderezarse en el lecho—. Creí que te había dejado en claro que no quería verte. Suponía que gracias a la discreción de tu primo no ibas a tardar en encontrarme, pero tenía la esperanza de que al menos me dejaras solo por una noche…

—Elías, por favor, no quiero pelear, no quiero discutir. Quiero disculparme.

—Joshua, no es el momento… —conminó Elías sin fuerza.

—Shhh.

No le permitió continuar. Con firmeza acortó la distancia que los separaba y atrapó sus labios. Ahondó el beso y obligó a Elías a tumbarse en el lecho. El muchacho supo que estaba perdido. Aún estaba demasiado enojado como para poder perdonarlo, todavía necesitaba un poco de espacio para pensar. Quería tener la fortaleza suficiente como para poder rechazar sus besos, sus caricias. No tenía ganas de ponérsela fácil. Sin embargo el simple roce de sus labios encendió la hoguera y pronto se vio respondiendo a los besos y caricias de su amante con un hambre infinito.

Joshua se apartó apenas para poder quitar las sabanas que cubrían al muchacho. Elías, vestido solo con ropa interior, emitió un jadeo cuando el empresario abandonó sus labios para apoderarse de una de sus tetillas. Mordisqueó y chupó con ímpetu hasta dejarla sensible y recién ahí decidió ocuparse de su compañera.

¿En qué momento aquel hombre había empezado a ejercer semejante dominio sobre él? Elías ahogó un grito de excitación y frustración al sentir que Joshua abandonaba su tetilla para incorporarse en el lecho y quitarse con total desesperación la camisa. El muchacho sintió que era el momento de detener aquella locura, de ponerle en claro que él no era un juguete con el cual podía jugar cuando se le antojara, sin embargo fue totalmente incapaz de detenerlo. Su cuerpo quedó momentáneamente paralizado y sus ojos no perdían ningún detalle de la piel que dejaba al descubierto el empresario cada vez que una prenda de vestir caía  en el suelo de la habitación hasta dejarlo en la total desnudez. Tampoco fue capaz de reaccionar cuando Joshua tiró de uno de sus pies para quitarle la única prenda de vestir que lo cubría y dejar su erección palpitante al descubierto. Tenía que parar, pero no quería hacerlo. En lugar de eso, elevó sus brazos y levantó su cuerpo para abrazar con fuerza al empresario y arrastrarlo con él hasta el lecho donde lo recibió con un beso ardiente y urgente. Pudo sentir las manos de Joshua recorriendo su cuerpo, besando su piel. Pudo sentir sus dedos colándose por su trasero abriéndolo con suave desesperación y ya no fue capaz de reprimir los gemidos que salían sin pudor de sus labios. Sintió el pene del empresario presionando sobre su abdomen y su propia erección. Arqueó su espalda y emitió un profundo jadeo al sentir los labios del empresario mordisqueando y besando la piel de su cuello cual si fuera un vampiro sediento de sangre. Joshua volvió a incorporarse en el lecho para buscar con desesperación entre el bolsillo de su pantalón hasta hallar el lubricante. Fue sólo unos segundos pero el muchacho no pudo evitar emitir un gemido de protesta. Estaba perdido, totalmente entregado.

Joshua lo miró, con los ojos velados por la pasión y el deseo antes de volver a hundirse en su cuello. Los dedos del empresario volvieron a invadir su trasero y esta vez pudo sentir la humedad del lubricante preparando su entrada, después todo pasó con rapidez. Joshua lo tomó de las caderas y con una sola y profunda embestida lo penetró. Elías emitió un grito de incomodidad y el empresario se mantuvo quieto respirando con dificultad siendo apenas capaz de contener su deseo al tiempo que tomaba su miembro erecto y lo masturbaba. Empezó a moverse lentamente, entrando y saliendo del cuerpo del muchacho envolviéndolo en una insoportable y excitante lluvia de gemidos. La danza se hizo cada vez más apremiante y Elías alcanzó el orgasmo casi al mismo tiempo que sintió cómo el néctar ardiente del empresario se derramaba en su interior. Exhausto, se abrazó al cuerpo sudoroso de su amante cuando este dejó caer su todo su peso sobre él.

Comprendió hasta qué punto aquel hombre lograba destruir todas sus defensas con total facilidad dejando al descubierto sus deseos, fantasías y por sobre todo su corazón.

 

 

Apenas eran las tres de la mañana. Elías observaba en silencio las siluetas que se dibujaban en la habitación en penumbras. De espaldas al empresario sintió el calor de su cuerpo y era plenamente consciente de cómo Joshua rodeaba su cintura con el brazo en un gesto de total posesión. Estaba despierto, podía sentirlo, su respiración acompasada le hacia cosquillas cerca de la oreja. Se sentía derrotado y no sentía deseos de empezar una discusión en esos momentos. No después de lo que había pasado. No después de mostrarle al empresario hasta qué punto podía manejarlo a su antojo. Sin embargo las palabras surgieron como si tuvieran vida propia.

—Creí que por lo menos ibas a dejarme tranquilo por esta noche —susurró con apenas vos—, sabía que Alejandro iba a decirte donde me encontraba, pero guardaba esperanzas de que me comprendieras y me dieras una tregua de veinticuatro horas.

—No podía. —El brazo del empresario se tensó sobre su cintura—. Quería arreglar cuanto antes mi error.

Elías dejó escapar una carcajada desprovista de alegría.

—Y pensaste que metiéndote en mi cama se iba a solucionar todo.

—No —murmuró el empresario cerca de su oreja—, pero tenía la esperanza de que no me rechazaras.

Tenía razón. Aunque había intentado reprimir sus deseos y esconderlos bajo el enojo que aun sentía, le había sido totalmente imposible.

—Sé por qué hiciste lo que hiciste —empezó a decir luego de un breve silencio—, aunque reconozco que me dio mucha rabia y me sentí traicionado, como si fuese un juguete al que todos podían usar sin importar mis sentimientos.

—Eso no es verdad —se apresuró a intervenir el empresario—, y te pido perdón si fue eso lo que te hice sentir, pero cuando vi el dolor que te había causado tu mamá al irse sin avisar no pude soportar verte sufrir, y la llamé para intentar convencerla de que aceptara nuestra relación...

—Y ella terminó convenciéndote a vos —concluyó Elías con tono cansado.

—Pero supe desde el mismo minuto en que salí de casa —continuó Joshua ignorando sus palabras— que lo que estaba haciendo no estaba bien, iba en contra de todo lo que soy, de todo lo que siento. Entonces decidí volver a buscarte, pero vos ya te habías ido. Estuve todo el maldito día buscándote, me desesperé al ver que te habías llevado toda la ropa e intenté localizarte en tu celular.

—Me sentí dolido, supuse que mi mamá tenía algo que ver con esto y sentí que ni tú ni mi mamá me estaban tratando como una persona adulta. No quería verte, quería estar solo.

—Entendeme, tenía que pedirte perdón, decirte que fue una estupidez lo que hice.

—Podías haber esperado aunque sea un día y no venir en el medio de la noche como si fueras un ladrón.

—No podía.

—Sí podías —musitó Elías con algo de enojo—, claro que podías, de esa manera me evitabas la humillación de mostrarme tan vulnerable, de demostrarte hasta qué maldito punto estás dominando mi vida —suspiró con aire cansino—. Tanto que a veces me asusta. Sos tan posesivo, todo tiene que ser como vos querés, no te importó para nada lo que yo quería.

Joshua apretó su brazo alrededor de su cintura y hundió su rostro entre el cabello castaño del muchacho. Elías se movió apenas como si quisiera rechazarlo, mas sabiendo que esa acción era algo totalmente inútil decidió cerrar los ojos y entregarse al abrazo.

—No sos el único que se humilla. De eso podés estar totalmente seguro. Me di cuenta que no puedo dejarte por más que quiera…—fue lo último que se escuchó en la habitación antes de que a Elías le venciera nuevamente el sueño.

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

Nuevamente perdón por las demoras, y gracias como siempre por apoyarme. Ya solamente queda el capítulo 29 y el epilogo, espero que las musas me acompañen y poder subirlo pronto. Besos, Maki. 


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