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Sentimientos ocultos, pasiones prohibidas por makino tsukushi

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Notas del capitulo:  

Makino se arrodilla y pide perdón por el retrazo T.T. tuve un par de problemas con Internet y por eso el retrazo XD, espero que se compadezcan, y me perdonen. Mis lindos lectores no me abandonen por mi ingratitud T.T, juro que esta vez fue por razones de fuerza mayor. Sin mas les dejo el capitulo y espero que lo disfruten.

     

Capítulo 5. Juego sucio

 

 

El  reloj marcaba las 7:30 de la mañana cuando Elías llegó al local. El viejo cocinero cortaba con agilidad toda clase de verduras y sólo se detuvo un momento cuando el muchacho se acercó a saludarlo.

     -¿Cómo estás, Elías? Me enteré del problemita en el que te metiste ayer -Sonrió-. La verdad es que no se cómo hacen ustedes para aguantar a algunos clientes, hay personas que te sacan de tus casillas. ¿Qué te hizo ese tipo para que reaccionaras de esa manera? -preguntó con verdadera curiosidad.

    Elías sonrió. Bajo ninguna circunstancia le revelaría los motivos por el cual había reaccionado así.

     -Criticó tu comida -bromeó, y el cocinero sonrió divertido-, y para mí sos uno de los mejores cocineros del país.

     -Muchacho -dijo todavía sonriente-, sea cual sea el motivo que te llevó a hacer eso, te felicito. -El hombre señaló el pasillo al costado del mostrado-. A propósito -dijo como si acabara de recordarlo-, Manuel llegó hace media hora y dijo que en cuanto llegaras te reunieras con él en la oficina.

     El muchacho asintió algo sorprendido. Era raro que su jefe viniera a esa hora de la mañana, ya que por lo general llegaba alrededor del mediodía. Algo extrañado Elías se encaminó hasta la oficina.

     Golpeó suavemente la puerta y pudo escuchar la voz de Manuel ordenándole que pasara.

     El hombre estaba reclinado sobre la silla y entre sus manos tenía un papel el cual estudiaba en silencio.

     -Cerrá la puerta y sentate -ordenó señalando la silla frente al viejo escritorio.

     Elías obedeció. Cuando tomó asiento tuvo el leve presentimiento de que algo no estaba del todo bien.  

     Desparramados sobre el escritorio había varios papeles y uno de ellos le pareció extrañamente familiar. Al mirarlo mejor lo reconoció. Se trataba del currículum que había llenado cuando comenzó a trabajar en la pizzería Venecia, de alguna manera presintió que lo sucedido el día anterior traería malas consecuencias para él.

     -Bien -dijo Manuel al cabo de unos minutos, dejando los papeles sobre el escritorio-. Perdona por no habértelo comunicado por teléfono, pero me parecía más apropiado decírtelo personalmente.

     El muchacho no dijo nada, sólo esperó paciente una noticia que seguro no iba a ser de su agrado.

     -No sé qué tipo de relación tenés con ese tipo de ayer...

     -Ninguna -se apresuró a contestar.

     -La tengas o no, es algo que sólo te importa a vos. -Suspiró y sacó de su bolsillo una tarjeta-. Ayer, cuando te retiraste, ese hombre pidió hablar conmigo. En pocas palabras me dijo que sabía que mi local no estaba debidamente habilitado y me insinuó que si un inspector caía por acá seguramente me clausuraban la pizzería. -Miró a Elías directamente a los ojos antes de continuar-. Me pidió un favor a cambio de no denunciar mis pequeñas irregularidades. -Le pasó la tarjeta-. Lo siento Elías, sé que necesitas mucho el trabajo, pero no puedo arriesgar mi negocio por vos. -Elías tomó la tarjeta confundido-. Me pidió que te despidiera y que te diera esta tarjeta. Quiere que trabajes para él -concluyó.

     Miró la tarjeta como si fuese algo salido de otro mundo, y trató con calma de asimilar lo que acababa de pasar.

     Despedido.

     El muy hijo de puta lo había dejado sin trabajo. Se había vengado de la peor manera por el exabrupto del día anterior. Había utilizado su maldito poder para humillarlo y demostrarle lo mucho que valía su dinero y lo poco que valía él.

     -Te preparé tu liquidación. -Le pasó un sobre cerrado-. Contá la plata para ver si está todo y después firma aquí. -Señaló un papel sobre el escritorio.

     Firmó el papel como un autómata y sin contar el dinero guardó el sobre dentro de su campera, para luego ponerse de pie y salir del lugar sin decir una palabra. Mientras se alejaba podía escuchar la voz de Manuel llamándolo desesperado, pero él no hizo caso. Con pasos ágiles y seguros salió del lugar sintiendo que la impotencia y la furia se apoderaban de su corazón.

     Caminó sin rumbo fijo.

     Maldijo en su mente aquella fatídica hora en la que el empresario se había cruzado en su camino, y también se maldijo a sí mismo. Por culpa de su estupidez ahora se encontraba en un verdadero problema. Apretó con furia los puños buscando de alguna manera apaciguar el remolino de sentimientos que sentía por dentro, al hacerlo sintió que llevaba algo entre sus dedos. Levantó la mano y pudo ver la tarjeta personal del empresario que le había entregado Manuel.

     -Maldito, ésta me la vas a pagar -susurró, y en esos momentos tomó una decisión.

 

 

Gabriel se reclinó en el asiento frente a su escritorio mientras jugueteaba distraído con un bolígrafo.

     Emitió un pequeño suspiro de frustración.

     La campaña era algo que lo estaba poniendo terriblemente molesto. Era increíble que después de tantos días no lograra encontrar a ningún modelo de su agrado.

     -Quizás si hablo con Lorena me dé alguna idea -murmuró para sí-. A fin de cuentas ella sabe más sobre modelos que yo.

     Sonrió al recordar a la joven. Realmente le había agradado salir a comer con ella el día anterior. Últimamente se estaba preocupando demasiado por su trabajo y la joven lograba hacerle olvidar su monótona rutina al menos por un momento.    

     Un llamado a la puerta interrumpió sus pensamientos.

     -Adelante -dijo desganado.

     La puerta se abrió y Joshua ingresó al despacho de su amigo. Gabriel lo observó en silencio y esperó a que el empresario tomara asiento frente a él.

     -Ayer no volviste después de almorzar. Te estuve llamando al celular y no me contestaste. ¿Pasó algo importante? -preguntó Gabriel con curiosidad.

     -Se podría decir que tuve un pequeño inconveniente, y no tuve ganas de regresar. Igualmente -agregó quitándole importancia-, Lorena se encargó de todo en mi ausencia.

     -¿Un pequeño inconveniente que hizo que apagaras el celular? -preguntó curioso.

     -No me di cuenta de que lo llevaba apagado -aseguró el empresario-; igual no fue nada grave.

     Gabriel lo estudió por un breve segundo antes de hablar.

     -Desde que se te metió esa estúpida idea de andar ofreciendo plata por coger, estás actuando de forma extraña -aseguró-. Pareces otra persona. ¿Qué te esta pasando?

     El empresario sonrió divertido ante el cuestionamiento de su amigo.

     -Sos la segunda persona que me hace la misma pregunta.

     -Será porque habemos personas que nos preocupamos por vos -retrucó serio.

     -Te agradezco la preocupación. -Sonrió agradecido-. Pero por el momento no tengo ningún problema, te lo puedo asegurar -aseveró, y su amigo lo miró incrédulo.

     -Si vos lo decís, debe ser así -murmuró sin mucha convicción-. A propósito, ¿para qué me buscabas? -Joshua hizo un gesto como si se acabara de acordar de las razones que lo habían traído hasta allí.

     -Quería saber cómo va la campaña. ¿Conseguiste que volvieran tus musas?

     -Las musas están -aseguró-, lo que no está es el modelo. Aún no encuentro a uno que me convenza.

     -Últimamente te volviste un poco paranoico con ese tema.

     -Por favor -dijo haciéndose el ofendido-, sé por qué lo digo. La campaña que armé es diferente y no quiero a un modelo cualquiera, quiero una cara nueva, alguien desconocido en el ambiente.

     -Como sea, no quiero incomodarte, pero tenemos muy poco tiempo; la campaña debe estar lista antes de que se realice al desfile.

     -¿Alguna vez te fallé? -preguntó falsamente ofendido.

     -No. -Sonrió-. La verdad es que no tengo quejas de tu trabajo. Sos uno de los mejores.

     -No sé de qué se preocupa, jefe -dijo satisfecho.

     -De nada, sólo preguntaba.

     -Aparte de J&E tengo cuatro campañas más en las que estoy trabajando, pero no te preocupes, J&E es mi prioridad en este momento -aseguró.

     -Sí, si ya lo sé -se defendió-. No tengo ninguna queja sobre tu trabajo. Sólo estaba buscando un tema de conversación, te veías muy serio cuando entré.

     -Estoy preocupado por el tema del modelo, eso es todo -dijo quitándole importancia-, y vos, ¿todavía seguís tratando de conquistar a ese tal Elías?

     -Algo por el estilo -contestó esquivo.

     -Eso me sonó a que no tenés la menor intención de hablarme sobre el tema -aseguró, y se reclinó más en su asiento.

     -Quizás tengas razón. -Sonrió-. Si hay noticias nuevas prometo que vas a ser el primero en saberlo -dijo de manera enigmática, para luego ponerse de pie y dirigirse hasta la puerta-. Espero que encuentres pronto a tu modelo.

     Últimamente el empresario estaba actuando de manera muy extraña. Gabriel miró en silencio la puerta de su despacho.

     -Si que está raro últimamente -murmuró pensando en su amigo.

    

 

Dio vueltas por la ciudad haciendo tiempo hasta la diez de la mañana. Con pasos rápidos salvó la distancia que lo separaba del edificio y con total decisión entró a J&E. El guardia de seguridad lo miró con cara de desconfianza, y la recepcionista copió el gesto del custodio.

     -Quiero ver al señor Joshua Reisig -le dijo a la desconfiada morena.

     -¿Tiene una cita?

     -No, pero necesito hablar con él.

     -Lo siento, pero tiene que pedir una cita, de lo contrario no va poder ver al señor -dijo firme la joven, y le extendió una tarjeta-. Llame a su secretaria para concertar una.

     -No -negó rotundo-, tengo que hablar con él ahora.

     -Sin una cita no puedo...

     -Por favor, señorita -interrumpió desesperado-, necesito hablar con él ahora.

     -No puedo dejarlo pasar sin una cita -aseguró, y miró de reojo al hombre de la seguridad-. Por favor llame y solicite una.

     Elías se sentía realmente desolado, no podía bajo ninguna circunstancia irse de allí sin hablar con el empresario. Tenía que convencer de alguna manera a esa mujer.

     De pronto vio una solución.

     La puerta del ascensor se abrió y un joven rubio salió del interior. Elías aprovechó la oportunidad. Se metió dentro del aparato y oprimió el número cuatro. El ascensor se puso en marcha justo a tiempo para evitar que el guardia de seguridad lo alcanzara.

     Toda la furia contenida se volvió a hacer presente y en su mente preparó un discurso que le permitiera poner al empresario en su lugar.

     El elevador se detuvo cuando llegó a destino. La secretaria dibujó una sonrisa en sus labios, la cual se fue borrando cuando se dio cuenta de las intenciones del muchacho.

     -No puede entrar si no tiene una cita -se apresuró a decir al observar que el joven se acercaba al despacho de su jefe-. Por favor...-suplicó con verdadera cara de espanto al ver que Elías ignoraba su pedido y entraba sin más preámbulo al despacho.

     Joshua levantó la vista de su computadora al escuchar el alboroto que se había armado frente a su oficina. Al hacerlo se encontró con los ojos furiosos de Elías quien ingresaba sin pedir permiso seguido por una asustada Paula. Detrás y respirando como si hubieran corrido un maratón estaban el guardia de seguridad y Gabriel.

     -Maldito...-alcanzó a decir el joven antes de que el custodio lo sujetara por la espalda y le impidiera cualquier movimiento.

     -No se preocupe, señor -dijo el hombre tratando de contener a Elías quien se retorcía con furia-. Yo me encargo de él.

     -Soltalo Emmanuel -dijo tranquilo Joshua.

     -Joshua, ¿quién es este tipo? -preguntó Gabriel con cara de preocupación e intentando ayudar al hombre de seguridad.

     -¡Hijo de puta! -rugió Elías tratando en vano de liberarse-. Me la vas a pagar.

     -No se preocupen -comentó con tranquilidad el empresario, ignorando al muchacho-. Déjenme a solas con él, yo me encargo de este asunto.

     -¿Estás seguro? -inquirió su amigo con desconfianza sintiendo que el muchacho aún se removía furioso.

     -Sí. Por favor -dijo dirigiéndose a su secretaria y a los dos hombres-. ¿Nos pueden dejar solos?

     De los tres Gabriel parecía el más preocupado, y Joshua temió que su amigo no cediera a su pedido, pero se sintió aliviado cuando vio que a duras penas el joven se retiraba del lugar junto al custodio y la secretaria.

     Elías por su parte trató de sofocar el deseo de tirarse sobre el empresario y golpearlo. Apretó fuertemente los puños y esperó hasta quedar a solas con Joshua.

     -¿A qué debo el honor de tu visita?

     No pudo. La pregunta del empresario fue como una burla para el joven. Con total determinación salvó la distancia que lo separaba de Joshua y se abalanzó resuelto sobre él, mas el empresario fue más ágil y, esquivándolo, lo sostuvo con fuerza por detrás dejándolo atrapado entre el escritorio y su cuerpo.

     -Qué alegría volver a verte, Elías -susurró al oído del muchacho mientras le sujetaba con fuerza uno de los brazos por detrás de la espalda.

     -Soltame, hijo de puta.

     -Si te suelto corro el peligro de que descargues tu furia sobre mí -aseguró.

     -Y con toda la razón, hijo de puta -sentenció furioso-. ¿Con qué derecho te metés  en mi vida? ¿Con qué derecho arruinas mi vida?

     -Sólo quiero ayudarte -murmuró el empresario-. ¿Por qué no me permites ayudarte?

     -¡Ya te dije que no me interesa tu ayuda! -rugió.

     -Además -prosiguió el empresario-, me debés una camisa después de lo que me hiciste ayer.

     -Maldito, no tenías ningún derecho a dejarme sin trabajo...

     -Tenía todo el derecho después de la mala atención que recibí de tu parte -aseguró tranquilo.

     -¿En qué idioma te lo tengo que decir? No me interesa tener nada que ver con vos      -recalcó, y forcejeando para liberarse volvió a repetir-: Soltame

     -No -dijo sereno el empresario-, estoy muy cómodo así.

     -Soltame, hijo de puta.

     -¡Uf! Qué carácter, ¿es lo único que sabes decir? -dijo Joshua en tono de burla, y acercándose a su oído susurro-: Me encanta cuando te ponés así. -Acarició apenas con la punta de su lengua la oreja del muchacho. Elías se movió bruscamente tratando de alejar su rostro del empresario-. ¿Te molestó? -murmuró divertido.

     -Dejame en paz -casi gritó.

     -No -dijo en voz baja y sensual-, me entraron ganas de aprovecharme de vos. -Se inclinó y depositó un beso fugaz en el cuello del muchacho-. Te tengo justo donde quería.

     -¡No te atrevas, idiota! -rugió removiéndose inquieto

     -¿Y qué podés hacer vos para impedirlo? -Sonrió burlón-. En esta posición puedo hacerte muchas cosas -murmuró-; si se me antoja te puedo violar ahora mismo.

     Elías dejó de moverse y se quedó petrificado en el lugar. Estaba acorralado. Joshua se inclinó aún más sobre él y habló a milímetros de su oído.

     -Te juro que ganas no me faltan -dijo en tono sensual-. Si te seguís moviendo así, te aseguro que cumplo mi promesa.

     Con total satisfacción vio como el joven se quedaba totalmente quieto.

     -Por más que grites y supliques nadie se va acercar a ayudarte -amenazó en tono seductor-, es mejor que aceptes por las buenas. Ambos lo vamos a disfrutar. -Lo sostuvo con más fuerza impidiéndole cualquier movimiento- ¿Qué decís? Si te apetece podemos empezar ahora.

     Y dicho esto depositó un sensual beso en la nuca de Elías, y éste volvió a removerse inquieto, mas el empresario continuó con su tarea. ¿Pensaba realmente cumplir con su promesa? La pregunta surgió en la mente del joven y por primera vez sintió miedo.

     -No sigas. -Intentó sonar brusco pero el temor se evidenció en sus palabras.

     El empresario se detuvo. Elías tenía la cabeza apoyada en el escritorio y le era imposible mirar la cara de Joshua, en la cual se dibujó una pequeña sonrisa de triunfo.

     -¿Ahora entendés quien manda? -preguntó en un susurro el empresario.

     -Soltame por favor -murmuró apenas.

     -Quiero que entiendas una cosa -dijo aun sin soltarlo-. Hice que te despidieran del trabajo, y te juro que puedo hacer que no te contraten en ningún otro lugar. Te conviene aceptar mi propuesta.

     -No soy prostituto, ni gay -murmuró molesto-, ni mucho menos me vendo por plata.

     -Siempre hay una primera vez -susurró Joshua a su oído-, y me gustaría ser el primero en tu vida.

     Un leve escalofrío recorrió su cuerpo de pies a cabeza. De nuevo hizo fuerza para liberarse del empresario 

     -De la única forma en la que podés llegar a obtener algo de mí -sentencio-, es a la fuerza

     -Eso me resulta  sumamente interesante -se burló-. ¿Querés que te viole ahora? No tengo problema.

     -Soltame. -Forcejeó-. Soltame ahora, idiota.

     -Acordate, si no aceptas mi propuesta me voy a encargar de que no encuentres ningún trabajo.

     Poco a poco lo fue soltando de su agarre. Al verse liberado, Elías se puso rápidamente fuera del alcance del empresario. Se masajeó el brazo adolorido mientras fulminaba con la mirada al joven millonario.

     -Mi respuesta es y va seguir siendo negativa, podés hacer lo que quieras -murmuró serio-; antes prefiero mendigar en la calle que permitir que vuelvas a ponerme una mano encima.

     Giró sobre sus talones y se encaminó a la puerta, mas la voz del empresario lo detuvo.

     -Te conviene aceptar mi propuesta -insistió-, porque no voy a permitir que trabajes en ningún otro lado. -Elías giró apenas la cabeza y lo miró de reojo-. Te voy a estar esperando.

     -Andate a la mierda -murmuró para luego abandonar el despacho

     No valía la pena gastar ni un minuto más en ese lugar. Desde el momento mismo en el que había puesto un pie en el edificio se había dado cuenta de que cualquier cosa que hiciera no lograría volver a poner las cosas en su lugar. Haciendo uso de su poder Joshua quería hacerle ceder a sus caprichos a cualquier precio, y muy a su pesar el empresario le había dado en donde mas le dolía. ¿Qué haría ahora? Mucho le había  costado conseguir ese trabajo y ahora estaba perdido. Lo único que había conseguido al acercarse hasta allí era una nueva humillación.

 

 

Joshua rodeó el escritorio y se hundió en el sillón. Una mezcla de sentimientos se hizo presente en su cabeza. Remordimiento, angustia y la sensación de que había ido demasiado lejos. Las consecuencias de sus actos habían perjudicado demasiado a Elías y por consiguiente a su familia. Esa última amenaza pronunciada en un estado de total desesperación hacía eco en su cabeza. ¿Sería capaz de llevar el juego hasta esos límites? ¿Sería capaz de perseguir a su presa hasta lo más profundo y acorralarlo de tal manera obligándolo a ceder a sus deseos? Buscó en lo más profundo de su alma una respuesta lógica a su cuestionamiento, y lo que vio lo asustó. Supo, incluso antes de que la amenaza saliera de sus labios, que sería capaz de eso y más, que deseaba tener tan siquiera  una noche con Elías y que no pararía hasta conseguirlo.

     -¿Por qué? -se preguntó desolado y no encontrando una respuesta-. ¿Por qué esta obsesión?

     La puerta de su despacho se abrió y Gabriel asomó la cabeza.

     -¿Se puede? -preguntó su amigo, y Joshua accedió con una leve inclinación de su cabeza.

     -¿Qué pasa? -inquirió el empresario.

     -No sé, decime vos. ¿Quién era ese tipo que quería molerte la cara a golpes? Y, ¿qué hiciste para que actuara de esa forma? -preguntó con preocupación.

     -Era Elías.

     Gabriel abrió mucho los ojos, Joshua por su parte sólo suspiró.

     -¿Qué hiciste? -La preocupación de Gabriel aumentó.

     -No quiero hablar de eso, por favor -pidió con gesto cansado-. Por favor Gabriel, ahora no tengo ganas.

     Su amigo se quedó en silencio. Observó detenidamente las facciones del empresario y lo que vio le preocupó.

     -No sé qué habrá pasado entre ese chico y vos -susurró-, pero espero que esta vez no salgas lastimado.

     Joshua lo miró, pero no contestó. No quería hablar. Él mismo no se comprendía y dudaba que su amigo lograra ayudarlo.

 

 

Ahora sí que se encontraba en problemas.

     Vagando por la calles del centro de la ciudad, Elías meditó sobre la conveniencia de comunicarle a su madre lo sucedido. Le había costado bastante conseguir ese trabajo, y ahora se veía obligado a salir en busca de otro. Con el dinero que tenía podía aguantar por lo menos durante dos meses, pero si después de eso no lograba revertir la situación le sería muy difícil mantener a su familia. También estaba la posibilidad de que el empresario cumpliera con su amenaza y le impidiera conseguir trabajo. Además estaba el delicado estado de salud de su madre, y en ese momento no podía dejar caer sobre los hombros de la mujer la pesada responsabilidad de hacerse cargo de todo.

     -Si es que me cago en ese idiota -murmuró, y se detuvo distraído al frente de una vidriera.

      Una sonrisa irónica se dibujó en sus labios.

      En el escaparate de la pequeña panadería, se distinguía como atractivo principal una torta de chocolate y frutillas, su favorita. Hasta ese momento casi se había olvidado de la fecha en la que se encontraba. Tantos problemas y preocupaciones le habían hecho olvidar el día de su vigésimo primer cumpleaños. Seguramente su madre lo estaría esperando con una comida especial y Marco caería como siempre para compartir un poco de tiempo con él. Miró el precio junto a la torta y suspiró desolado al ver cómo la inflación de la economía había influido hasta en la fecha de su cumpleaños.

     -No importa -susurró decidido, y entró en el local-, no voy a permitir que nada más arruine este día. -E interiormente había decidido que al menos por el momento no le contaría a su familia ni a su amigo lo ocurrido.

 

 

El joven de la mensajería esperó pacientemente a que el empresario se dignara a recibirlo. Miró impaciente el reloj y lanzó un suspiro algo fastidiado.

     -Puede pasar -dijo al fin la secretaria.

     El chico le dedicó una pequeña sonrisa seductora, al tiempo que se encaminaba a la gerencia.

     -Me disculpo por la demora -dijo el hombre cuando lo tuvo al frente-. Éste es el paquete que quiero que entregues. -El joven tomó un paquete prolijamente envuelto-. Ahí tenés anotada la dirección. -Sacó la billetera y le entregó dinero-. Confío en que lo entregaras debidamente, y no permitas que lo rechace.

     Los ojos del joven se abrieron de manera exagerada al ver la cuantiosa propina.

     -Le puedo asegurar que hoy mismo llegará a destino -aseveró-, y también me voy a encargar de que no lo rechace -dijo antes de retirarse.

     Parecía irónico que después de lo ocurrido ese día decidiera hacerle un obsequio; después de que se había encargado de dejarlo sin trabajo le enviaba un presente por su cumpleaños. No pudo evitar que una pequeña sonrisa se dibujara en sus labios ante lo ilógico de la situación.

     -Me estás volviendo loco, Elías -susurró.

 

 

Carne asada, ensalada y papas horneadas era el menú de la noche.

     Elías había logrado hacer a un lado sus preocupaciones y disfrutaba con sus afectos una cálida cena en su honor.

     -Elías, ¿cuándo vas a cortar la torta? -preguntó Susana con infantil preocupación.

     -Primero tenés que comer toda la comida -dijo luego de ver el plato de su hermana, que estaba intacto-, y después te prometo que vamos a comer la torta.

     -Es verdad -intervino Marco-, tenés que comer bien, así creces rápido y nos ponemos de novios.

     -Antes muerto que permitir que eso suceda -bromeó Elías.

     -Lo lamento, pero Susana y yo ya estamos comprometidos, ¿verdad? -preguntó dirigiéndose a la niña.

     -Sí -afirmo ella-, además estoy saliendo con Facundo.

     Elías casi se atraganta al escuchar a su hermana.

     -¿Y quien es ése? -pregunto tratando de calmar su ataque de tos.

     -Un compañero del colegio -intervino Martín, que hasta ese momento permanecía callado-. Y es bastante feo -aseguró sonriente.

     -No es feo -dijo ofendida Susana.

     -Sí lo es -se burló Martín.

     -Basta -intervino la señora Rita-. Basta de peleas. Si quieren torta van a tener que terminar toda la comida.

     El timbre de la puerta sonó interrumpiendo la pequeña disputa familiar y Rita amagó de levantarse.

     -Seguí comiendo, mamá. -Elías se puso de pie-. Yo atiendo.

     El muchacho se acercó a la puerta pensando que últimamente los niños de hoy día estaban bastante adelantados.

     -Novio -susurró-. A su edad yo todavía jugaba con los autitos.

     Un mensajero de aspecto bastante desaliñado le saludó cuando abrió la puerta.

     -¿El señor Elías Castizaga? -preguntó luego de consultar el nombre en el paquete.

     -Soy yo.

     -Esto es para usted -dijo depositando un paquete rectangular y mediano en sus manos-. Le pido por favor que me firme aquí. -Le indico en un papel que llevaba-. Para comprobar que lo recibió.

     Una leve sospecha del procedimiento de ese paquete hizo que tuviera ganas de rechazarlo. Había tenido ya suficiente ese día y no tenía ganas de más. Firmó el papel.

     -¿Lo puede devolver a la persona que lo envió? -preguntó-. A mí no me interesa quedarme con él.

     -Pero...-El mensajero lo miró incrédulo-. Mi trabajo es entregarlo, si no lo quiere lo puede tirar. -Y sonriendo burlón agrego-: No creo que sea una carta bomba.

     Elías dudó un momento, pero finalmente emitió un suspiro algo resignado.

     -Igualmente gracias -dijo, y despidió al mensajero quedándose con el paquete en la mano.

    

 

Se quedó despierto hasta altas horas de la noche hablando con Marco. Su madre y sus hermanos hacía rato que habían decidido ir a dormir.

     -Y, ¿venís al partido mañana? -pregunto Marco, echado cómodamente en el sillón del living.

     -No sé, después te confirmo.

     -¿Qué? ¿Tenés una cita con tu admirador gay? -bromeó.

     -No digas estupideces -dijo molesto.

     -¿Volviste a ver a tu amor platónico? -inquirió pícaro.

     -Creo que no voy a volver a verlo nunca más -aseguró pensativo.

     -¿Por qué? ¿Pasó algo?

     -Nada en especial -mintió-, sólo es un deseo que tengo.

     Su amigo no insistió sobre el tema. Con gesto cansado se puso de pie al tiempo que consultaba el reloj.

     -Es mejor que me vaya, mañana tengo que levantarme temprano -dijo encaminándose hasta la puerta.

     -Gracias por venir.

     -Sos mi mejor amigo -aseguró abriendo la puerta y girando para mirarlo a los ojos-. Es mi obligación estar a tu lado. -Extendió la mano y la estrechó a la de Elías-. Hasta mañana.

     -Hasta mañana -respondió Elías comenzando a cerrar la puerta.

     -A propósito -dijo antes de que el muchacho se metiera a su casa-, si vuelve a llamarte tu admirador millonario, llámame, así te reemplazo. Necesito comprarme una computadora nueva y con mi sueldo no me alcanza -bromeó.

     -Con gusto te paso la dirección de su trabajo para que le ofrezcas tus servicios -aseveró el muchacho.

     -Te aseguro que lo voy a dejar bastante satisfecho -dijo sonriente-, soy insaciable en la cama.

     -Por mí te lo regalo -aseguró divertido Elías.

     -Nos vemos amigo -dijo Marco mientras se alejaba-. Voy a ver si encuentro algún marica rico que me haga una propuesta indecente por ahí.

     -Chau. -Elías se metió a la casa aún sonriendo.

      El comedor había quedado terriblemente desordenado. Con agilidad comenzó a recoger los platos sucios de la mesa, para trasladarlo después a la cocina. Cuando ya casi había terminado con su tarea cayó en la cuenta de que la caja que había dejado el mensajero estaba olvidada sobre una de las sillas. Despacio, como si tuviera miedo de que el paquete explotara en cualquier momento, se acercó hasta él, y con un gesto inseguro posó una de sus manos sobre el prolijo envoltorio.

     -Dios, qué insoportablemente insistente que es ese idiota. -Resignado, tomó el obsequio y se trasladó a la cocina.

     Con total decisión se acercó al tacho de la basura y lo abrió para luego tirar el paquete dentro.

     -No quiero nada que venga de él -sentenció, y siguió con la limpieza.

     En sus numerosos viajes entre la cocina y el comedor, su traicionera vista no dejaba de posarse en el deslucido cesto de la basura.

     ¿Y si el paquete no provenía del empresario? ¿Y si se trataba de un presente de otra persona? Pero, ¿de quién? ¿Quién podría haberse tomado la molestia de enviarle un presente? ¿Y si no era un presente? ¿Y si era una bomba mandada por una organización terrorista?

     -¿Quién iba querer enviarme una bomba a mí? -Sonrió divertido ante lo absurdo que resultaban sus pensamientos-. Mierda, esa puta frase que dice que la curiosidad mató al gato es definitivamente correcta. -Maldiciéndose a sí mismo por lo débil que se mostraba ante la situación, y dejándose vencer por la cruel curiosidad, se acercó al cesto de la basura y con fastidio tomó el paquete que minutos antes había tirado.

     Levantó el obsequio a la altura de sus ojos, luego lo acercó a su oreja y lo agitó levemente como para comprobar que realmente no se trataba de una bomba.

     -Al menos no parece ser una bomba -susurró-. ¿Qué será? -se preguntó.

     Cansado de tantas suposiciones, rasgó el papel. Al hacerlo dejó al descubierto un estuche tallado en fina madera barnizada en cuya tapa se veía un sencillo diseño de una rosa.

     -Qué lindo -musitó. Con cuidado levantó la tapa y espió en su interior.

     Un hermoso ángel de fina porcelana y un pequeño estuche forrado en terciopelo se materializaron ante sus ojos.

     El ángel estaba sentado y rodeaba sus piernas con los brazos. Tenía una expresión de tristeza en su rostro. Abrió el estuche más pequeño y encontró un hermoso colgante de oro, réplica en miniatura del ángel de porcelana. Quedándose prácticamente sin palabras, buscó una tarjeta dentro de la caja. Al encontrarla pudo reconocer la elegante caligrafía del empresario en ella.

     "¿Tenés idea de lo que se siente al desearte de esta forma? Te voy a estar esperando, sé que tarde o temprano vas a venir.  Feliz cumpleaños Elías."

     -Este tipo está completamente loco -aseguró al leer el nombre del empresario al final de la tarjeta-. Después que me deja sin trabajo, viene con toda esta estupidez.

     El recuerdo de lo sucedido en el despacho del empresario le provocó un desagradable escalofrío.

     Miró el ángel dentro del estuche y suspiró. No se atrevía a deshacerse de él. Era realmente hermoso. "Cuidará de ti", era la frase que tenía grabada el ángel en la base.

     Tomó la caja y entrando a su habitación abrió el ropero.

     Entre la ropa que no usaba y un par de cajas que no se decidía a tirar colocó el estuche. No se atrevía a deshacerse de él, pero tampoco quería exhibirlo en ningún lugar. Ese simple hecho le haría recordar al empresario.

           

 

Continuará...

Notas finales:  

Con respeto a este capitulo les cuento que como, se dice, el escritor siempre tiende a poner cosas que tiene que ver con él mismo, en este caso la idea del regalo viene a raíz de un obsequio que le hicieron a mi mejor amiga: justamente el regalo consistía en un ángel de porcelana y venía acompañado de una hermosa carta y se lo hizo un pretendiente de mi amiga. En lo personal me pareció un gesto muy romántico ^^.

Me veo en la obligación de dedicar este capitulo a mi mejor amiga Romina, mi reina siempre estas ahí cuando te necesito y sabes que yo siempre voy a estar para vos.

Y por supuesto a mis amados lectores que me apoyan con sus hermosos comentarios y siguen este intento de historia, una vez mas pido mil disculpa por el retrazo y espero sinceramente que les agrade este capitulo.

Como siempre les agradezco el comentario, y ya saben cualquier comentario bueno o malo será muy bien recibido. Besos, Makino tsukushi.

Una feliz navidad (por atrasado) y un feliz año nuevo ^^, para todos mis lectores  XD.


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