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Sentimientos ocultos, pasiones prohibidas por makino tsukushi

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Notas del capitulo:  

Hola gente, acá va otro capitulo de mi fic, espero que lo disfruten y muchas gracias nuevamente por los comentarios.

He editado el capitulo 1 y corregido algunos errores. Pasa que al escribir con la acentuación argentina, es otra cosa. Seguramente van a ver muchas palabras acentuadas de forma diferente a la que ustedes conocen XD, pasa que los argentinos tendemos a cambiar el acento XD, y ya saben que como esta ambientada en Argentina, tengo que usar el las formas de acá. Pero como siempre trato de no exagerar.

   

Capítulo 8. Cambio de estrategia

 

 

Los rayos del sol se filtraban por la ventana. Elías entreabrió los ojos adormilado. De a poco fue reconociendo el lugar, recordando al fin en dónde se encontraba. Experimentó la misma sensación de miedo y angustia que había sentido la noche anterior. ¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué el empresario se había detenido a pesar de encontrarse en todo su derecho? Joshua Reisig estaba pagando por sus servicios, y por más que quisiera, él no podía negarse.

-No sé si voy a poder seguir con esto -musitó recordando cada detalle de lo sucedido.

Sobre la mesa de noche todavía se encontraba el frasco de lubricante y la caja de preservativos. Un leve escalofrío recorrió su cuerpo. Estaba seguro de que su suerte no iba a ser tan buena como la noche anterior. Tenía que evitar la horrible humillación de caer nuevamente en la desesperación. ¿Pero qué podía hacer? Él no había buscado todo eso; no deseaba continuar.

Apenas había logrado dormir un par de horas y su cabeza le estaba pasando factura por el ataque de llanto que había tenido. Un fuerte dolor en las sienes se hizo presente cuando intentó levantarse. Volvió a meterse bajo las sábanas, deseando que el sueño lo envolviera entre sus brazos y le hiciera olvidar todo. Cerró sus ojos esperando que su deseo se cumpliera, mas después de varios minutos desistió de su intento.

Un extraño ruido proveniente de la puerta lo sobresaltó. Alarmado, apretó fuerte los ojos fingiendo estar dormido.

La puerta se abrió. Alguien ingresó, seguro era el empresario. Pasaron segundos, tal vez minutos. El silencio reinaba en la habitación. ¿Sería su imaginación que le jugaba una mala pasada?

De pronto un peso sobre la cama le sobresaltó. Abrió los ojos de golpe y ahogó un grito de sorpresa cuando vio unos ojos felinos observándole desde la mitad del lecho. El gato se acercó y, sin ningún signo de respeto por la raza humana, se metió bajo las sábanas acomodándose cerca de él. Pronto comenzó a ronronear buscando el calor que irradiaba su cuerpo para finalmente disponerse, descaradamente, a tomar una siesta.

-¿Se puede saber quién te dio permiso de meterte en la cama? -le preguntó al animal que, como toda respuesta, abrió apenas los ojos para luego volver a cerrarlos.

El joven sonrió. Era un animal hermoso de color gris con algunas manchas blancas en la panza. Rendido ante los encantos del felino, Elías le regaló un par de afectuosas caricias, las cuales fueron recibidas de buen modo por su ocasional compañero.

La puerta se abrió nuevamente, pero esta vez fue una mujer mayor la que asomó la cabeza.

-Perdón por entrar sin llamar -se disculpó la anciana-, pero no sabía que ya se había despertado.

-No se preocupe...

-Es que estoy buscando a Tomás -le interrumpió la mujer-. Ese gato se mete en cualquier lado y después no puedo encontrarlo.

-Acá está -divertido, apartó las sabanas dejando al descubierto el escondite del animal-, parece que le gusta esta cama.

-Es culpa de Joshua -frunció el ceño la anciana. Se acercó y tomó al descarado felino-. Él permite que todos los días venga a dormir su siesta acá.

El gato se acurrucó en los brazos de la mujer buscando entre ellos un nuevo lugar para su modorra.

-¿Su nombre es Elías, verdad? -preguntó, y él asintió-. Joshua me dijo que estaba acá. Soy Rosa, algo así como una abuela postiza para Joshua -dijo con un gesto dulce y maternal-, y también me encargo de mantener limpia la casa.

Detrás de la anciana, la arrogante figura del empresario se materializó, dejando a ambos sumidos en el silencio.

-Veo que ya te despertaste -habló dirigiéndose a Elías.

Su cabello húmedo producto de un baño matutino y su traje negro e impecable señalaban que estaba listo para su trabajo. Elías, incapaz de mirarlo a los ojos, bajó la mirada y se acurrucó entre las sábanas. Los recuerdos aún lo atormentaban y no se sentía capaz de enfrentarlo.

-Un gusto en conocerlo, joven -le sonrió la mujer mientras salía de la habitación-, voy a continuar con mi labor, si necesitan algo me dicen.

Con todo su corazón deseó que la mujer no se retirara del lugar, pero incapaz de inventar una excusa que detuviera a la anciana por más tiempo, observó nervioso cómo cerraba la puerta dejándolo a solas con el empresario.

Mudo e impotente ante su carcelero, esperó a que éste diera el primer paso. Joshua se acercó hasta el lecho, sentándose muy cerca de él.

-¿Dormiste  bien? -susurró con ese tono sensual que tanto aborrecía.

No contestó.

No podía; no quería mirarlo. Los recuerdos de la noche anterior revoloteaban por su mente. Y era consciente de que la suerte no lo acompañaría eternamente. El empresario tarde o temprano reclamaría aquello por lo que estaba pagando.

Tenía miedo.

Lo odiaba, odiaba a ese hombre por hacerlo sentir de esa manera. Lo aborrecía por haber despertado en él un miedo absurdo que lo hacía parecer una doncella virgen en su noche de bodas. Siempre se había considerado un hombre fuerte, y, aunque no se arrepentía por haber llorado, sus miedos habían quedado al descubierto, dejándolo completamente vulnerable a los ojos del empresario.

Tomó con fuerza las sábanas y desvió la mirada. Joshua no se inmutó; acercó su rostro al de Elías quedando sólo a unos cuantos centímetros de distancia.

-¿Nervioso? -murmuró-, me alegra que al fin esté provocando algo en vos.

Elías reaccionó a la afrenta y, olvidándose por completo de sus temores, cruzó su mirada con la del empresario evidenciando ira en sus orbes marrones.

-Odio y desprecio es lo que me provocas.

-A mí me pareció que ayer respondiste muy bien a mis besos -acercó sus labios a los de Elías dejándolo a centímetros del suyo-. Solo pedímelo -murmuró-, decí "bésame Joshua" y te complaceré.

El joven abrió grandes los ojos ante tal descaro, y, recuperando un poco el engreimiento que lo caracterizaba, se acerco al oído del empresario y musitó:

-En tus sueños, idiota.

-Mi sueños son demasiado calientes y vos sos el protagonista principal -aseguró sensual-, pero pronto van a dejar de ser sueños para convertirse en una ardiente realidad -susurró-. Soy jodidamente caprichoso y vos sos mi peor capricho -dicho esto lo besó lento y apasionado-, y va a llegar un día en que mis besos no te desagraden -agregó apartándose apenas-. No te voy a obligar, cuando estés en mi cama va a ser por propia voluntad, mientras tanto tengo un mes para hacer lo que me plazca con vos, y los juegos previos son los que más me gustan -sonrió.

Se puso de pie y se acercó a la puerta.

-Rosa te va a preparar el desayuno, yo me voy a la oficina -dijo-. Tenés dos horas. Te pedí un taxi, cuando estés listo, vení a verme al trabajo que hay cosas que tenemos que hablar.

Cuando quedó solo en la habitación, Elías saltó de la cama dirigiéndose al cuarto de baño. Una ducha era lo que necesitaba.

Mientras el agua limpiaba su cuerpo, su mente revivía una y otra vez los hechos acontecidos en las últimas horas. Instintivamente, rozó sus labios con la punta de sus dedos, en los cuales todavía podía sentir el sabor del empresario. Cada beso que recibía era una tortura que lo llevaba a un laberinto vertiginoso en el cual temía perderse. «No soy gay», pensó, y sin embargo los labios expertos de Joshua lograban perturbarlo. Un leve rubor tiñó sus mejillas. Ese tipo sí que sabía besar.

-Qué estupideces estoy pensando -musitó enojado-. La falta de sueño me está poniendo mal.

La sonrisa seductora y burlona del empresario se negaba a retirarse de sus pensamientos. Con fastidio salió del baño. Tenía que dejar de pensar en idioteces.

-No sirvo para puto -susurró mientras recordaba el temor y la desesperación que lo habían embargado al sentir el más mínimo contacto sobre su cuerpo. Era curioso cómo una misma persona podía provocar en él una mezcla extraña de miedo y placer.

 

 

El taxi lo dejó en la puerta de J&E. Cuando llegó a la recepción y dio su nombre la mujer no tuvo inconveniente en permitirle pasar.

Un joven rubio y de porte elegante se convirtió en su compañero ocasional en el elevador. Durante el corto trayecto al cuarto piso, pudo sentir las miradas muy mal disimuladas que le dedicaba su acompañante. «Qué suerte la mía, últimamente no hago más que levantarme hombres», pensó fastidiado.

La secretaria de Joshua lo recibió con una amplia sonrisa.

-¿Usted es Elías, verdad? -preguntó la mujer, y el muchacho asintió-. Joshua lo está esperando.

-¿Elías? -inquirió una voz a su espalda. Al girar pudo ver la cara de asombro en el joven que había viajado junto a él en el elevador-. Sabía que te conocía de algún lado. Si no me equivoco la última vez que te vi parecías bastante enojado.

-Perdón, pero -susurró un poco turbado- yo no lo conozco.

-Es que nunca nos presentaron -aseguró el joven-, pero recuerdo perfectamente que aquella vez estabas tratando de golpear al presidente de J&E -dicho esto el joven pareció meditar un poco antes de agregar-: ¿No pensarás atacar a Joshua nuevamente, verdad?

Elías lo miró totalmente pasmado, al tiempo que negaba vehemente con la cabeza. «Aunque me  muera de ganas no vengo a golpear a ese idiota», se dijo.

-Espero que así sea -sonrió el joven poco convencido de sus palabras-. Gusto en conocerte Elías, Joshua me habló sobre vos; mi nombre es Gabriel Delori, estoy a cargo del área de publicidad de la  J&E -dijo extendiendo la mano.

El muchacho dudó un poco pero finalmente le estrechó la mano. «¿Qué le habrá contado sobre mí?», se preguntó alarmado. Lo único que le faltaba era que un desconocido creyera que él realmente se dedicaba a la prostitución.

-Yo voy a seguir con mi trabajo -dijo el publicista mientras se encaminaba a su despacho-, hasta luego.

Con la mirada siguió los pasos del joven hasta que finalmente desapareció tras la puerta de su oficina. Emitió un suspiro de frustración. Lo que fuera que le hubiese contado el empresario, él ya no podía hacer nada.

Se acercó a la puerta de la presidencia y golpeó suavemente; la voz de Joshua se escuchó al otro lado ordenándole que pasara. El empresario hablaba por teléfono. En silencio se apoyó sobre la puerta y esperó.

-No te quedes ahí parado -Joshua lo miró divertido desde su escritorio. Su charla telefónica había concluido-. Acercate -musitó-, quiero tenerte cerca.

Un leve escalofrío lo recorrió al escuchar esas palabras. Lentamente fue cumpliendo los deseos del empresario, mas se detuvo a un metro de él.

-Acercate más -instó Joshua-, acercate y besame.

     -¡¿Qué?! -exclamó mal humorado el joven-. Yo no quiero besarte.

-Aunque no quieras lo tenés que hacer -susurró-. Quiero que me beses, los besos forman parte del trato.

Elías le dedicó una mirada asesina y el empresario sólo le sonrió sensual. No estaba dispuesto a darle el gusto. Se quedó quieto en el lugar, no tenía la más mínima intención de moverse.

-Tenemos un trato, ¿te acordás? -inquirió Joshua después de un rato-. Tenés que cumplirlo. Firmaste un contrato el cual dudo que hayas tenido tiempo de leer. Pero con gusto te puedo dar una copia -abrió uno de los cajones de escritorio y sacó una copia del documento-. En la cláusula número seis, queda asentado que si el empleado, o sea vos -lo señaló con el dedo-, no cumple con el contrato, automáticamente pierde validez estando el empleador, o sea yo -se señaló a sí mismo-, en total libertad de correrlo a patadas sin pagarle un solo centavo -Joshua se cruzó de brazos-. Y como vos no querés cumplir con mi capricho, puedo decidir echarte.

-Qué bueno -sonrió triunfante Elías-. Eso es lo que quiero, podés meterte ese contrato por donde te entre, yo me voy a mi casa.

Giró sobre sus talones y decidido se encaminó a la puerta, mas la voz del empresario le sacó de su sueño perfecto.

-Claro que si eso es lo que decidís -dijo tranquilo-, dudo mucho que consigas otro trabajo -esta vez fue Joshua quien sonrió triunfante-. Me voy a encargar de que así sea.

Nuevamente lo ponía entre la espada y la pared. Con furia mal contenida giró lentamente para mirar al empresario.

-Quiero mi beso -murmuró Joshua, y con un gesto infantil y algo cómico frunció los labios invitándolo, insolentemente, a probarlos-. Ahora -agregó sensual.

Si las miradas mataran, Joshua habría caído muerto en ese mismo instante. Furioso, Elías se acercó muy, muy lentamente al empresario.

-Tengo una reunión en media hora -dijo Joshua consultando su costoso reloj de pulsera, aunque en su voz no había impaciencia-. No tengo todo el día, besame ahora -musitó-, te lo ordeno.

El joven se paró frente al sillón que ocupaba el empresario. Con total premeditación retrasó lo más que pudo la acción. Lentamente inclinó su rostro para finalmente rozar apenas los labios de Joshua  y retirarse rápido cual gato al que le han pisado la cola. Los ojos del millonario se clavaron en los suyos y el muchacho los apartó de inmediato.

-Elías, ¿vos nunca tuviste novia? -inquirió Joshua después de un rato.

La pregunta lo tomó por sorpresa. Desconcertado, miró al empresario, pero no respondió.

-Seguro que nunca tuviste novia -aseguró el millonario-, porque si la hubieras tenido no besarías de esa manera -sonrió-. Parece uno de los besos castos que me daba mi abuelita.

-Pues, no se me hace nada atractivo besarte -arguyó-, y me importa tres carajos tu opinión.

-Elías, mi hermoso Elías -dijo en tono meloso poniéndose de pie y acercándose al joven con un andar sensual y felino-. ¿Por qué te empeñas en seguir huyendo de mí? ¿No te das cuenta que ya te atrapé y que no te voy a dejar ir?

Se acercó hasta el muchacho hasta quedar a sólo unos cuantos centímetros de él.

-Yo te voy a enseñar a besar -musitó tomándole la babilla y aproximando su rostro-, no te preocupes.

Convirtiendo sus palabras en hechos, tomó los labios del chico en un dulce y posesivo beso. Aturdido, Elías sintió un torbellino de sensaciones que comenzaban a  asustarlo. Convencido de su sentimiento de desprecio hacia aquel arrogante sujeto, era totalmente  incapaz de comprender por qué, cada vez que el empresario le besaba, se sentía tan estúpidamente extraño. Por qué cada vez que sus labios se veían apresados por los apasionados besos de Joshua, su mente se volvía una extraña y peligrosa arma de cortante filo que lo obligaba a caminar al borde de un abismo, al cual se negaba rotundamente a caer. Se sentía como un joven inexperto al que le están dando su primer beso. Los labios, la lengua, el aliento de Joshua eran una combinación perfecta e imposible de ignorar. Sabía besar. Cerró los ojos y se dejó llevar.

La lengua inquieta de Joshua vagó a su antojo por el interior de la húmeda boca del muchacho. Elías se dejó hacer, mas la poca cordura que logró conservar su mente le ayudó a no cometer el imperdonable error de responderle. No le agradaba sentirse de esa manera, no le gustaba para nada el confuso torbellino que los besos de Joshua le provocaban, ¿o sí?

Joshua apartó sus labios para mirarlo fogoso a los ojos mientras trataba de respirar con normalidad.

-Espero  que hayas aprendido la lección -murmuró al oído del muchacho, y luego con un tono un poco burlón agregó-: ¿Verdad que te agrada cuando te beso? -Elías desvío la mirada y no respondió-. Puedo sentirlo, sé que te gusta. Te derretís como un helado de chocolate, el más dulce y excitante chocolate que probé en mi vida.

-Ya te dije, que me importa tres carajos lo que pienses -replicó aún sin mirarlo.

Una enigmática sonrisa se cruzó por los labios del empresario, pero no agregó ningún comentario sobre el tema, en lugar de eso buscó dentro de su saco y sacó lo que parecía ser una tarjeta de crédito.

-Abrí una cuenta en el banco a tu nombre -dijo, y por primera vez Elías se movió para mirarlo sorprendido-. Con esta tarjeta lo único que tenés que hacer es registrar tu firma en el banco y de inmediato podés retirar la plata que quieras.

El muchacho estaba atónito.

-Quiero que a mi amante no le falte nada -susurró mientras le extendía la tarjeta; Elías la tomó algo inseguro-.  Por hoy estás libre, mañana quiero que vengas temprano -sonrió-, continuaremos con las clases de "cómo besar". ¡Ah! -exclamó como si acabara de recordarlo, y tomando la copia del contrato se la entregó-, llevate la copia del contrato y léelo con tranquilidad en tu casa, así sabrás cuales van a ser tus obligaciones.

 

 

Minutos más tarde, encontrándose solo en su despacho, la siempre segura sonrisa de Joshua se borró por completo. La noche anterior, teniendo a Elías en su cama, no había sido capaz de llegar hasta el final. El llanto del muchacho había actuado como un balde de agua fría despertándolo a una realidad que se negaba a reconocer. Estaba obligando a una persona a ceder a sus más bajos instintos con tal de cumplir sus caprichosas fantasías, y se sorprendía al comprobar que estaba dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias si Elías así se lo permitía. Pero lejos de sus deseos estaba la cruel realidad: el joven lo aborrecía, y por más que él lo deseara de manera enfermiza, no era capaz de obligarlo a nada. Aún le restaba un poco de sentido común y, aunque desde el mismo instante en que se cruzó con el muchacho sus actos distaban mucho de ser normales, todavía era capaz de detenerse cuando era necesario. El saberse rechazado por su objeto de deseo le dolía más de lo que él creía. Elías había logrado despertar en él un sentimiento que se le había clavado en lo más profundo de su alma. Y aún sabiendo que podía salir lastimado, se había negado rotundamente a alejarlo de él. Había llegado a la triste conclusión de que lo quería su lado a pesar de que el muchacho no se molestaba en ocultar el desprecio que su simple presencia le despertaba. Se sabía odiado y, aún así, no podía evitar sentir lo que sentía.

 

 

-¿Y? -preguntó finalmente Marco preso de una inaguantable curiosidad-. ¿Me vas a contar o no? -se impacientó-. No te quedes callado como un estúpido, contame que pasó.

Elías miró a su amigo como si fuese la primera vez que lo hacía. Desde que se había retirado del edificio de J&E no había dejado de pensar en el comportamiento de Joshua.

-Perdona, Marco, me distraje -dijo Elías, quien sentado en la cama de su amigo lo observaba con tristeza.

-¿Tan feo fue? -preguntó Marco malinterpretando su gesto-. ¿Tan mal la pasaste? -y sin esperar respuesta agregó-: Sabés que yo nunca tuve ese tipo de relaciones, pero comprendo que al estar obligado puedas llegar a sentirte mal. Haceme caso -murmuró alentador-, la próxima vez imagínate que estás con una mujer, porque me supongo que tomaste el papel del hombre, ¿verdad?

Elías miró por un largo rato a su amigo y no pudo evitar que una sonora carcajada surgiera de sus labios.

-Nada -dijo entre risas-, no pasó nada.

Marco lo miró completamente sorprendido.

-No te creo. La verdad es que no me querés contar -aseguró el joven, molesto.

-Te digo la verdad...

-¿Por qué razón un excéntrico millonario pagaría una suma tan grande de plata para después no hacer nada? -interrumpió Marco, incrédulo-. Hay que ser pelotudo para hacer eso -aseguró cruzándose de brazos preocupado-. Si yo estuviera en su lugar ahora mismo estarías sentado sobre un témpano de hielo por lo rojo que tendrías el culo de tanto cogerte.

-Suerte que no es así -sonrió divertido-. Lamento decirte que mi primera experiencia gay se pospuso, pero no sé por cuanto tiempo voy a seguir teniendo esta suerte. Ni quiero pensar en eso -musitó apenas.

-Me estás mintiendo, ¿verdad?

-No, te estoy diciendo la verdad. Te hablo en serio cuando te digo que no pasó nada anoche -Elías mudó su expresión a una más seria-, pero estuvo a punto -susurró bajando la mirada-, y fue espantoso.

-O sea que sí hubo algo -murmuró intrigado-. ¿Qué fue lo que pasó?

Eso era lo que no lo había dejado dormir aquel día, por más vueltas y vueltas que le daba al asunto no podía creer lo que estaba pasando. Por algún motivo que él desconocía sus lágrimas lograron parar las intenciones del empresario y, al menos por el momento, su integridad física estaba a salvo.

-Bueno... -comenzó algo incomodo-, hubo un par de... -hizo señas con las manos no sabiendo de qué forma explicarse-. Vos sabés lo que te quiero decir -arguyó molesto.

-No, no sé lo que me querés decir -dijo Marco, y Elías pudo sentir algo de burla en sus palabras.

-No seas idiota, no me hagas hablar. Es muy desagradable...

-Lo que es desagradable es que me dejes con las ganas de saber lo que pasó -interrumpió Marco-. Somos amigos desde chicos y podés confiar en mí, no me voy a asustar y tampoco te voy a juzgar por lo que me cuentes, pero si no soltás nada, te juro que te vas arrepentir toda la vida -amenazó.

Le costaba comenzar, no deseaba revivir con palabras su fatídica experiencia, pero Marcos era su único apoyo, y a pesar de los reiterados chistes que hacía, con respecto a su situación estaba completamente convencido de que si necesitaba ayuda, su amigo siempre estaría presente.

-Cuando sentí sus manos sobre mi cuerpo -comenzó de nuevo tan bajo que Marcos apenas pudo oírlo-, sentí miedo. No pude entender por qué yo tengo que sacrificarme. Pensé en mi familia, pensé en mi padre, en mi madre, en mis hermanos, y maldije mi suerte. ¿Por qué todo me tiene que salir mal? ¿Por qué tengo que prostituirme para poder ayudar a mi familia? No se me hizo justo, no pude soportarlo, y lloré -dijo bajito, y su amigo lo miró en silencio.

-Sos un buen chico -aseguró Marco después de un largo mutismo-, y estás sacrificando todo por tu familia.

-Pero esto es demasiado -suspiró, y miró a los ojos de su amigo-. No sé si fue por mis lágrimas o por alguna otra cosa, pero él se detuvo.

Marco lo miró por un largo rato y después una sonrisa se dibujó en sus labios. Era como si de repente se hubiera dado cuenta de algo que a Elías se le había pasado por alto.

-Marco, yo no le veo la gracia -arguyó ofendido-, no sabés lo mal que lo pasé.

Ante estas palabras Marco no pudo contenerse y soltó una sonora carcajada, provocando el enojo de su amigo.

-Yo no le veo la gracia a que un tipo como ese te toquetee por todos lados -insistió enojado-, no sabés lo denigrante que es.

-A veces sí que me sorprendes -aseguró Marco entre risas-. Tu inocencia me asombra.

-Para de decir pelotudeces...

-Mira -cortó Marco-, si le estás pagando a alguien para que se acueste con vos, ¿te vas a quedar con las ganas sólo porque se puso a llorar?

-No sé -dijo algo confundido-, no me gusta forzar una situación, sería como un abuso...

-Pero vos estabas ahí por voluntad propia y no porque te obligaron.

-Sí que me obligó -interrumpió enojado-, me dejó sin trabajo y se encargó de que no consiguiera ningún otro.

-Bueno, puede ser -reconoció Marco-, pero para mí que hay algo más.

-¿Como qué?

-Para mí que el tipo ese se enamoró de vos -aseguró sonriente.

Elías abrió la boca para volverla a cerrar de inmediato. Por un breve segundo trató de pensar algunas palabras con las cuales retrucar la afirmación de su amigo, pero nada se le ocurrió.

-El millonario dueño de la cadena de tiendas más importante del país está enamorado de vos.

-Dejá de decir pelotudeces -objetó Elías saliendo de su mutismo-, ese tipo sólo quiere coger.

-Y si sólo quiere coger, ¿por qué no lo hizo?

Elías se quedó nuevamente sin palabras. Sinceramente dudaba que lo que decía su amigo fuera cierto, para él, Joshua Reisig buscaba a un puto estable por lo menos durante un mes.

-Estás loco.

-Como quieras, pero lo que digo es la verdad y vos -lo señaló con el dedo índice- podés sacar provecho de esta situación.

-¿Provecho?

-Mira, ya aceptaste ser su amante -comenzó-. Si tanto asco te da que te ponga una mano encima cóbraselo en efectivo, total el tipo tiene de sobra -sonrió ladino-. Por cada toqueteo le sacás una buena cantidad de plata y así se te hace menos asquerosa la situación. Si te toca el culo son cien pesos, un beso sin lengua cincuenta, uno con lengua trescientos, es más caro por el intercambio de saliva -dijo con una seriedad mal disimulada-; si quiere un servicio completo, es decir, besos, manoseos y penetración, no bajes de los mil pesos, me parece un precio justo y razonable. Aunque sinceramente yo le cobraría tres mil pesos el servicio -esbozó una sonrisa orgulloso-. Es que después de que yo lo agarre no se levanta de la cama por tres días seguidos, pasa que la tengo demasiado grande -agregó señalando su entrepierna.

No pudo aguantarse ante las locas ocurrencias de su amigo, y rió a carcajadas por varios minutos. Momentos después cuando logró calmar su ataque de risa recordó algo. Dudó un momento antes de meter la mano dentro del bolsillo de su campera.

-Me entregó una tarjeta de crédito, tengo que registrar la firma en el banco para autorizarla.

-¿Y qué estas esperando? -preguntó Marco entusiasmado-. Es tu oportunidad de oro. Ya que no vas a disfrutar en la cama, por lo menos sacale toda la plata que puedas. Tenés a ese tipo comiendo de tu mano y podés inventarle cualquier excusa con tal de retrasar lo más posible ese encuentro íntimo que tanto temés. Ya sabes, excusas como que te duele la cabeza, podes ponerte a llorar de vuelta, incluso yo te puedo ayudar.

-¿Cómo?

-No sé, alguna llamada telefónica oportuna, o puedo caer en un pozo depresivo y necesitar tu ayuda -sacó su teléfono celular del bolsillo y se lo mostró como si fuera un precioso trofeo-. Estos aparatos son muy buenos a la hora de interrumpir. Vos solo decime y yo actúo.

-No creo que sea conveniente...

-Yo creo que tenés todas las de ganar.

 

 

Gabriel se acomodó frente al televisor con un plato de ensalada sobre sus rodillas dispuesto a disfrutar de su pequeño y bien merecido descanso. Después de un día duro de trabajo sólo deseaba un poco de tranquilidad y olvidarse un poco de sus obligaciones. El timbre de la puerta interrumpió sus planes. Maldiciendo por lo bajo frenó el deseo de ignorar el llamado, y poniéndose de pie dejó su cena sobre la mesa ratona y se encaminó hasta la puerta del departamento.

-¿Quién molesta a esta hora de la noche? -dijo en voz alta y algo molesto.

-Necesito hablar -la voz de Joshua sonaba algo extraña. Gabriel abrió la puerta de inmediato.

El empresario lucía algo desaliñado: su camisa blanca llevaba los tres primeros botones desabrochados, el saco oscuro lo traía en una de sus manos junto con la corbata de seda, sus cabellos estaban algo revueltos y sus verdes ojos lo miraban tristes.

-Tenés un aspecto lamentable -murmuró haciéndose a un lado para dejarlo entrar.

El departamento de Gabriel se encontraba en la planta baja y era la segunda puerta en un pasillo en el que aparte del suyo había dos departamentos más.

Joshua se sentó en el largo sofá que minutos antes había ocupado Gabriel, y miró sin ver la pantalla del televisor.

-¿Qué pasa, amigo? -preguntó algo preocupado el publicista.

-Últimamente estoy actuando de manera muy estúpida -dijo al cabo de un breve momento-, no me siento bien de ánimo.

Gabriel miró serio el semblante de su amigo e intuyó la razón de su estado de ánimo.

-¿Qué pasó con Elías? -se animó a preguntar-. ¿Por qué fue hoy a la empresa?

Un lastimero quejido surgió de los labios de Joshua, una expresión poco común en él.

-Aceptó la propuesta que le hice, aceptó ser mi amante.

Gabriel se quedó algo sorprendido; aunque suponía que algo así había pasado, el hecho de escucharlo de labios del empresario lo dejó totalmente pasmado. No estaba para nada de acuerdo con las acciones de su amigo, pero detrás de toda esa farsa que Joshua había decidido montar, podía intuir que algo no estaba del todo bien. Su amigo estaba callado, en su rostro se podía ver que a pesar de que se había salido con la suya no se encontraba nada bien. Decidió romper el silencio.

-Y entonces, ¿cuál es el problema? -musitó.

-Sabés -comenzó Joshua-, no me siento tan bien como creí que iba a sentirme.

Se quedó en silencio. Gabriel esperó a que juntara el valor suficiente para hablar, con acertada delicadeza apagó el televisor y se sentó al lado del empresario.

-¿Querés tomar algo? -ofreció, y Joshua negó levemente con la cabeza.

Animado por la confianza que existía entre ellos, Joshua se armó de valor  y expuso su alma perturbada al juicio de su mejor amigo.

-A lo largo de todos estos años -habló en voz baja-, me sentí sumamente orgulloso de mis actos. Después de Elizabeth, tomé la firme decisión de no volver a involucrarme con nadie de forma seria -murmuró-. No deseo volver a salir lastimado como aquella vez. Desde aquel momento me juré a mí mismo que no permitiría que nadie más volviera a jugar con mis sentimientos. Sólo busqué algún que otro amante ocasional que lograra aplacar mis momentos de soledad. Nada serio, me dije. No quiero involucrarme con nadie -detuvo su discurso y por primera vez en toda la conversación miró directamente a los ojos de su amigo-. Pero durante estos últimos meses no pude evitar sentirme terriblemente solo. Tengo todo el dinero que puedo llegar a gastar, y gracias a eso sólo se acercan a mí por mi bolsillo. Fue quizás por eso que esta vez decidí tomar yo la iniciativa -ante la cara interrogante de Gabriel, Joshua agregó-: Decidí ofrecer dinero yo, en lugar de que se acercaran a mí con esa intención.

Gabriel se quedó en silencio, no se atrevía a interrumpirlo. De alguna manera el empresario estaba dejando al descubierto su alma y él era un importante espectador. Percibió que Joshua le estaba pidiendo ayuda a gritos. Sintió que su amigo estaba hundido en un pozo de tristeza imposible de describir.

-No sé por qué, tal vez la soledad, o la necesidad de sentirme querido. No lo sé -suspiró-, sólo sé que me obsesioné con Elías hasta el punto de obligarlo a aceptar mi propuesta aun sabiendo que él no deseaba tener nada que ver conmigo. Me aproveché de su necesidad. Sé que estuve mal.

-Si te hace sentir mal, déjalo ir -propuso Gabriel en voz baja-, y si es por necesidad podés ofrecerle algún puesto de vendedor en uno de los locales y asunto arreglado. No te tortures por eso -alentó con una pequeña sonrisa.

-No puedo -admitió desolado-, no quiero dejarlo ir.

Con un gesto cansado se peinó los oscuros cabellos con una de sus manos.

-Ayer estuve a punto de hacerlo mío, pero no me atreví. Por más que lo deseo con todas mis fuerzas no fui capaz de obligarlo a nada. Fue una situación muy incómoda -sonrió triste al recordar lo sucedido-. Me tiene miedo. Al verlo llorar no tuve el valor suficiente para continuar. Soy un idiota.

-Hiciste bien, no podés obligar a nadie a hacer algo en contra de su voluntad. Creo que lo mejor va a ser que te alejes de él.

-No puedo, Gabriel -volvió a repetir-. Siento algo acá -apoyó la mano sobre su pecho-, algo que me asusta, algo que hace tiempo no sentía.

Con delicadeza Gabriel se acercó al empresario y con un gesto amable y cariñoso lo abrazó fuerte. Joshua se dejó consolar. Detrás de aquella faceta de hombre frío y calculador que siempre se empecinaba en mostrar, se ocultaba uno frágil y con unos deseos enormes de sentirse querido.

-¿Por qué, Gabriel? ¿Por qué no quiero alejarlo de mí? Me hace daño tenerlo cerca.

Su amigo dudó un momento antes de contestar y rogó que sus palabras no confundieran más los sentimientos de Joshua.

-Será que te enamoraste -se atrevió a afirmar en voz baja-, por eso estás actuando de esta manera.

El empresario emitió una pequeña carcajada desprovista de alegría, para luego alejarse un poco y mirarlo fijamente a los ojos.

-Soy un desastre -masculló triste-. ¿Y ahora qué voy a hacer?

No esperaba que Gabriel contestara su pregunta y se sorprendió cuando su amigo soltó una opinión.

-Si no estás dispuesto a alejarte de él, ¿por qué no tratás de conquistarlo? -sugirió-. Ya que aceptó convertirse en tu amante, aprovecha la oportunidad y en lugar de apresurar las cosas intenta enamorarlo. Aunque bueno -agregó pensativo-, si el chico no es gay quizás sea algo imposible, pero es lo único que se me ocurre.

Joshua lo miró impresionado.

-No perdés nada con intentarlo -aseguró-. En lugar de hacerlo tu amante de buenas a primeras, trata de ir paso por paso y quien sabe, quizás tu adorado Elías termine cayendo en tus redes.

-No creo que funcione.

-Te atreviste a ofrecerle plata por un poco de sexo, ¿y ahora no tenés el valor para conquistarlo? -sonrió alentador-. Después de Elizabeth nunca te había visto así con ninguna otra persona, y lo único que puedo decirte es que si lo querés, lucha por él, si no déjalo ir y no te atormentes. Va a ser lo mejor para ambos. Aunque, como ya te dije, si el chico no tiene tu misma orientación sexual creo que lo mejor que podés hacer es cortar por lo sano. No quiero que termines lastimado como aquella vez.

Joshua meditó por un momento las palabras de su amigo, y supo que lo que este le pedía era algo imposible. Dudaba que su tan codiciado objeto del deseo correspondiera alguna vez a su sentimiento. Otra vez su corazón había escogido a la persona equivocada.

 

 

Continuará...

 

Notas finales:  

Bueno en esta ocasión he metido a un personaje nuevo muy importante ¬¬: mi gato XD.  Ese peludo solía venir por las mañanas a mi cama se metía debajo de las sábanas  y (después de despertarme con sus ronroneos y afilándose las uñas con mi pijama) se ponía a dormir el muy descarado, pero mi mamá y sus escobazos XD lo hicieron desistir de esa acción. Me pareció una bueno mascota para Joshua XD.

¿Vieron que diferencia hay entre los consejos que da Marco y los consejos  que da Gabriel XD? ¿Y como Joshua cayó redondito enamorado de Elías XD? No es tan malo como aparenta (solo un poquito XD)

Me he abierto un livejournal, en donde pienso subir algún día un par de escritos NO YAOI. Les paso el link:

http://makinito.livejournal.com/

Pasen y lean XD.

No me queda mas que agradecerles como siempre sus hermosas palabras, y decirles que cualquier comentario bueno o malo que haga mejorar mi historia será muy bien recibido.


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