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S-Crew por Hotaru

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Notas del capitulo: Este capítulo también se lo dedico a Blair, por Blair-ear mi vida.

Espero que les guste.

Presentación

18. Goodbye kiss.

Llevo más de quince minutos esperando a que Leon termine de despedirse de sus amigos. Ya no soportaba el ambiente saturado con humo de cigarro, prefiero congelarme aquí, sentado en la acera; después de todo, nunca nadie se ha muerto de frío… ah, no, nada. Otra cosa que ya no aguanto son los coqueteos de sus amigos, parecen no haber entendido cuando Leon les dijo, les presumió y les aclaró más de diez veces que venimos juntos; algunos me intentan hacer plática a mí, pero muchos otros intentan obtener la atención de Leon como si en algún mundo ellos fueran mejores que yo. Una vez que estás conmigo, los demás se vuelven invisibles, pero ellos parecen no querer entenderlo.

Escucho el rechinar de la puerta y me paro de inmediato, pero me doy cuenta que sólo son dos tipos llevándose a un borracho en brazos. Esta fiesta es un desastre. Este ambiente no concuerda con la imagen que tengo de Leon. Claro que no hay una orgía ni tipos follando por todos los rincones de la casa, al menos no a la vista de todos, pero Leon es aburrido la mayoría del tiempo. No sé por qué insistió tanto en presentarme a sus amigos, si a fin de cuentas ellos están más interesados en su presencia que en conocerme a mí.

Me sacudo con fuerza por culpa de los estúpidos escalofríos. No soporto este clima. Ni siquiera me gustaba el frío de Los Ángeles, y eso que es una ciudad más cálida que Armitage. Se supone que debería estar acostumbrado al frío: nací en Londres y viví ahí por cuatro años, luego viví en Hanover, New Hampshire por más de seis años, y después cuatro años en Chicago. Pero siempre es lo mismo, ni siquiera vistiéndome como esquimal me siento a temperatura normal; mucho menos ahora que sólo traigo una camisa manchada de cerveza, cortesía de un idiota de la fiesta… al menos es eso y no vómito.

—¿Me puedo tomar una foto contigo? —murmura alguien a mi oído, rozando mi oreja con sus labios. Reconocería su voz en cualquier parte.

—Por fin —suspiro.

Comienzo a caminar por el medio de la carretera. No hay automóviles a esta hora, ni siquiera es necesario agregar un “casi”; sencillamente no pasa nadie a las tres de la mañana. Es un área residencial bastante exclusiva de gente supuestamente refinada, aunque esta fiesta me deja muy en claro que los estándares de refinamiento han bajado mucho en los últimos años. Yo vivo a sólo cuatro cuadras de aquí, en la misma urbanización, nos queda cerca. Leon dejó su coche en mi casa y llegamos a la fiesta caminando, así ahorraría gasolina, no tardaríamos en aparcar y no le pasaría nada malo a su auto.

—Contéstame… —se queja Leon, arrastrando la última letra como un niño pequeño haciendo un berrinche. Parece que sí, pero no está ebrio.

—¿Para qué quieres una foto?… mejor tómame un vídeo haciéndote una mamada —contesto. En un principio es broma, pero después lo reflexiono seriamente como si eso fuera a pasar. A nadie le haría daño y seguramente ambos lo disfrutaríamos. No tengo argumentos en contra, al menos no uno que me diga “no lo hagas”.

Apresura el paso y me alcanza. Viene riendo, seguramente por mi comentario. Pasa su brazo por encima de mis hombros para abrazarme como si fuéramos dos amigotes.

—Porque te ves hermoso así… muriéndote de frío —susurra muy cerca de mi rostro. Me gusta cómo se siente cuando su nariz roza con mi mejilla derecha, además su aliento me da un poquito de calor—. Te ves hermoso siempre —se corrige, luego me da un beso cerca de la ceja.

Me siento decepcionado cuando vuelve a su altura normal. Siempre que me habla al oído tiene que agacharse un poquito. Es más alto que yo y, aunque eso me gusta, a veces es frustrante, como ahora que tengo frío y no me está respirando en el cuello.

—Ah, gracias —balbuceo. Ni siquiera hablo bien porque el frío me hace temblar.

Se mueve un poco y consigue quedar detrás de mí. Me da mucho frío cuando me levanta la camisa para acariciarme el abdomen y, aunque me hace cosquillas porque trae sus guantes puestos, no se siente del todo mal.

—Ya, me desesperas —digo, pero lo tomo de las manos para que no deje de abrazarme.

Caminamos así por un rato, pero nuestros pasos se entorpecen de vez en cuando. A veces él avanza con el pie izquierdo y yo con el derecho, por lo que termina pisándome el talón. Sólo puedo elegir entre caminar como retrasado o morirme de frío, y creo que ya decidí que es mejor caminar como retrasado.

—Anda, vamos a tomarnos una foto… —insiste, después de unos minutos. Creí que lo había olvidado.

Justo vamos pasando frente a uno de los jardines públicos en la zona, quizás tenía pensado lograr una bonita imagen entre los árboles o tirados en el césped, o simplemente sentados en una banca. Entre los árboles hace más frío, por lo que pienso negarme, pero al sentir sus labios y su lengua en mi cuello mi mundo se pone de cabeza y mi decisión… cambia.

—Ya… pero que no se vea la mancha —digo, y señalo a mi pecho. La mancha es grande y sigue húmeda, parece que me orinó un gato encima.

Me toma de la mano y me conduce a tirones hacia, como lo de deduje, el jardín. Parece un niño en navidad, pero no es que yo festeje eso.

—¿Pueden ser varias?

Me encojo de hombros. Ya me voy a congelar, puede tomar cuantas quiera de mi cadáver.

—Procura no temblar demasiado, ¿sí? —sugiere, sonriendo.

—Así la foto sería más natural, ¿no?… —murmuro. Su comentario no me ha hecho gracia y creo que mi tono de voz lo refleja.

Se sienta en una banca y me mira con expectativa. No sé por qué supone que me voy a sentar en un trozo de metal frío.

—Ah… bueno, siéntate en mis piernas —sugiere, cuando ya ha pasado un rato en que sólo lo he mirado fijamente. Creo que dice eso con la intención de que me siente en la banca, sabe no me gusta seguirle el juego con sus cursilerías.

Me siento a su izquierda y me acerco a su cuerpo para robarle un poco de calor, definitivamente debí traer un suéter y Leon debería prestarme sus guantes. Se gira a verme y me acaricia el mentón con su mano izquierda mientras con la otra mano activa la cámara que convenientemente guardaba en su abrigo. Lo ha hecho tan rápido que seguramente mi expresión no ha sido buena, pero no le pido que la repita para terminar rápido con esto.

El frío me adormece, en serio parece que me estoy muriendo. Me recuesto en su pecho con todas las intenciones de “descansar los ojos por un rato”, también conocida como la técnica del dormido en negación. Me rodea con su brazo y toma un par de fotos, una con flash y otra sin flash, su cámara hace ruidos muy raros cuando captura imágenes.

—Parece como si estuvieras copiándote de imágenes religiosas —murmuro antes de bostezar.

—Estoy seguro de que esto se consideraría más una herejía que una muestra de fe —dice entre risas. Me da envidia que su voz no se corte a la mitad de una oración porque a él no le tiembla la quijada por el frío—. Seth, Seth —me llama, al mismo tiempo que me sacude—, dame un beso, anda, dame un beso —canturrea, y luego ríe—. Por favor, por favor, por favor.

Me levanto de su pecho y me acerco a su rostro, cansado de sus incesantes “por favor”. Me cuesta mucho no quedarme dormido. Simplemente rozo su nariz con la mía, no me acerco lo suficiente para que nuestros labios se junten. Tengo los ojos cerrados, me imagino que así la quiere, porque sería patético tener una foto donde nos besamos con los ojos abiertos, pareceríamos sapos confundidos. Estoy esperando un beso tranquilo como los que me da cuando me distraigo o cuando me saluda, pero no me disgustaría que me diera uno como los que me da cuando estamos en la cama o el sofá o el asiento trasero de su coche, de esos tan húmedos que el huracán Katrina de pronto parece una lluvia de cinco minutos.

Siento que sus labios se fijan contra los míos y río un poco, no sé por qué. Escucho que toma las fotografías, la primera sin y la segunda con flash, el destello puede atravesar mis párpados. Leon es raro, ¿por qué tomar dos fotos de lo mismo?, bueno, esta vez siquiera son distintas en que en una sonrío y en otra no.

Escucho a Leon suspirar con ternura y reír al mismo tiempo. Este tipo me va a volver loco con sus sentimientos. Cuando vamos al centro comercial procuro ya no pasar por la tienda de mascotas. Una vez se enterneció tanto con un gatito que se enneció en regalármelo y se puso triste porque yo no lo quería, así que lo compró y ahora lo tiene en su apartamento, siendo un bulto improductivo como cualquier calcetín sucio.

—Te ves muy lindo aquí, mira.

Me recargo en su hombro para ver la pantalla de la cámara con mayor claridad. Parezco un idiota, no me veo lindo; pero la foto me gusta, la idea de tomarnos fotos en realidad me agrada, es diferente a todo lo que he hecho antes. Esta vez es muy distinta a las otras dos que me involucré con alguien, Leon es muy diferente y definitivamente mejor.

—Bórrala —digo con tono serio. Juro por lo que sea que Leon tembló al escucharme. No sé qué le sucede, talvez sus padres no lo querían y ahora descarga sus sentimientos con cualquiera que le preste un poco de atención. Suspiro y me acerco para besarle el cuello, él aún no dice nada, simplemente observa la pantallita—. Es broma, no seas tan crédulo. Quédatela, repártela, presúmela.

Ríe un poco, apenas para disimular sus nervios.

—Pero… ¿qué digo si me preguntan quién eres?, después de todo, si saben que soy soltero pensarán que soy un chico fácil… —bromea, creo, aunque me suena más a una indirecta de “ya deberíamos ser novios, llevamos un mes y medio saliendo”. Como si a algún extraño le fuera a importar que no seamos novios.

Lo abrazo por la cintura y bajo mi mano izquierda a su entrepierna, provocándole un sobresalto.

—…ste es el chico fácil —respondo a modo de juego.

Ríe junto conmigo y me mira a los ojos, es extraño cuando parpadea lentamente como si estuviéramos viviendo una escena romántica de película. Se queda callado por un rato, aún sonriendo; no tengo idea de qué está pasando por su mente.

—¿Puedo tomar una foto de tu mano… ahí donde la tienes?… —pregunta. Suena bastante inseguro, no puedo creer que me pida permiso para algo tan simple como eso.

—¿Por encima o por debajo de la ropa? —me burlo, luego me encojo de hombros en señal de que me da igual si toma o no la foto que él considera atrevida.

Captura la imagen y sonríe, satisfecho. Me aparta de su lado y me da un beso en la frente antes de levantarse de la banca. No tengo ganas de pararme, mucho menos de caminar, pero me esfuerzo y me pongo de pie antes de que Leon se ofrezca a cargarme.





Llegamos a mi casa y lo primero que hago es quitarme la camisa aunque me esté muriendo de frío. La humedad de la tela me incomoda muchísimo, además la mancha desprende un ligero aroma a alcohol que ya me está mareando.

—¿Me tienes miedo o por qué no entras?

Está parado debajo del marco de la puerta, con los brazos cruzados, mirándome directamente como el acosador que es. Sonríe, mostrando algunos de sus dientes. Me encanta su sonrisa, o mejor dicho, me encanta cómo se ve cuando sonríe, pareciera que acaba de cometer una travesura o que está pensando en cosas no aptas para menores… aunque yo tengo dieciséis años, ¿en qué estoy pensando?

—¿Ya no tienes hambre? —pregunto casi a gritos. Voy subiendo las escaleras, dándole la espalda, así que cuando escucho cerrarse la puerta no sé si se fue o si entró en la casa.

—Un poco, sí… ¿me acompañas? —responde después de un rato, como si pretendiera hacerme creer que de verdad se había ido.

—Quiero vestirme, no tardo. Hay comida tailandesa en la mesa —le explico, mirándolo a través de la baranda que evita que me caiga de la planta alta. Me doy miedo, éste no soy yo, ¿acaso el sexo ha logrado dominarme?, ¿es por eso que soy amable con Leon, al menos de vez en cuando?





Llevo diez minutos acostado, siento que estoy a punto de quedarme dormido, pero sólo necesito unos segundos para levantarme de la cama. Ya no tengo frío porque me puse un jersey que me queda demasiado ajustado y se levanta un poco cuando alzo los brazos, pero supongo que si me aprieta un poco me da menos frío o algo así.

Bajo las escaleras con pasos cuidadosos y lentos, lentos porque me estoy quedando dormido, cuidadosos porque no me quiero caer; sería irónico que me muriera por intentar ser amable con un muchacho. No escucho ningún ruido además de mis pasos, que son de por sí casi inaudibles. Es posible que Leon se haya ido porque tardé demasiado en bajar, necesito verificar que si acaso se fue al menos cerró bien la puerta; mi madre no está en la ciudad, estoy solo y prefiero no pasar riesgos.

Sigue en la casa, me cercioro al asomar la cabeza por el marco que divide el pasillo de la cocina. Me siento a la mesa y observo con curiosidad a Leon, que está cocinando algo y probablemente no se ha dado cuenta de que estoy aquí. Se puso de creativo con la comida que a mi mamá le gusta quemar y por eso se tarda tanto. Es muy tarde para estar cocinando, ya deberíamos estar acostados y, probablemente, desnudos.

—¿Entonces no te gusta la comida tailandesa?… es mi favorita —murmuro, tratando de sonar lo más desilusionado posible para que se sienta mal por no compartir ese gusto conmigo.

Lo escucho reír suavemente.

—Ya sé, por eso no me la comí… la calenté y te la serví en un plato, me imagino que tienes hambre —responde, haciendo alarde de su amabilidad. Cabrón, no me deja fastidiarlo.

Se gira hacia mí y me entrega un plato servido con comida hasta el tope. No tengo apetito, además son casi las cuatro de la mañana y ya estoy por irme a dormir, aunque realmente espero que no sea así.

—No puedo comer a esta hora, ¿eres retardado?… —suspiro y alejo un poco el plato antes de que me dé tentación por probarlo—. ¿Quieres algo de tomar?

Se queda en silencio y sigue removiendo lo que sea que esté encima del fuego. No huele a nada, así que estoy casi seguro de que está cociendo huevos o verduras.

—Ah, sí… ¿tienes jugo de naranja? —reacciona después de un rato, hablando en un tono tan dulce y amable que sólo le falta una risa estúpida al final para imaginármelo como cierto dinosaurio morado.

—Sí, está en el refrigerador.

Vuelve a reír. Es un subnormal.

—Creí que me ibas a servir… —suspira—. Soy el invitado, ¿no?

Ahora yo soy el que ríe. Dejo mis brazos sobre la mesa y recuesto la cabeza en ellos, estoy un poco mareado, creo que el olor del alcohol en mi camisa terminó por afectarme. No puede ser otra cosa porque ya estoy acostumbrado a dormir tarde, la idea de tener sueño no es razonable.

—¿Estás seguro de que no quisiste decir “mascota con dedos oponibles”? —bromeo, aunque ya ha pasado demasiado tiempo como para que mi respuesta tenga sentido.

Se da la vuelta y se me queda mirando por un rato, con una sonrisa de las que tanto me gustan. No sé si me está mirando porque es un loco obsesivo o porque en realidad espera que le sirva el jugo. Se acerca a mí y me da un beso en la mejilla, tronando sus labios como si se le fuera la vida en ello, no me molesta del todo, de hecho le ha faltado sólo un poco para hacerme sonreír. Se pone a un lado de mi silla y se agacha para que su cabeza quede próxima a la mía, ahora sé lo que sienten los siameses.

—Ve a dormir, no tienes que acompañarme —dice en voz muy baja y con un tono estúpido como el que utiliza la gente cuando le habla a los bebés o a los perritos.

—No quiero dormir, quiero follar… —suspiro—, ¿podemos?

Ríe poquito y me vuelve a besar la mejilla. Es muy lindo este hombre, mucho, demasiado… me desespera.

—¿No puedes decir “sí” y ya, como la gente normal? —refunfuño. Yo tengo ganas de verlo, de tocarlo y de besarlo, pero él… él sólo quiere jugar a la casita.

Me alborota el cabello y se separa de mí. Lo escucho largar un suspiro. Qué digno se ha puesto, y yo que creía que le gustaba tener sexo conmigo.

—Es tu última oportunidad, y sólo te la doy porque de verdad quiero hacerlo esta noche… ¿vamos o no vamos a follar? —explico, como si se tratara de una amenaza.

—Sí —responde de inmediato, en un tono casi molesto—, sólo… espera, por favor, dijiste que podía comer y eso quiero hacer. No seas tan impaciente.

—¿Eso es más importante que darme lo que quiero en cuando lo pido?… —murmuro, luego suspiro pesadamente como hizo él hace unos momentos.

Lo veo apagar la llama que calienta la comida, pero no se sirve nada en el plato que tenía preparado a un lado de la cocina. Se sienta frente a mí y se acerca el plato con pad khing que había servido para mí. Puedo notar que está enojado, no porque frunza el ceño, sino porque simplemente no me sonríe.

—Podemos aprovechar para platicar un rato… me ignoraste durante toda la fiesta —suspira, antes de probar la comida por primera vez.

Doy vuelta a los ojos y suspiro, la verdad es que eso no ha sido mi culpa. No era mi intención separarme de él, no es como si tuviera muchas ganas de parecer el amargado de la noche ahí apartado de todos.

—Tú tenías a ese tipo encima y no lo apartabas, ¿esperabas que yo te rogara?

—Ah… —ríe un poco—. ¿Estabas celoso de él?, no, cariño… él ti-

—¿Cómo me llamaste? —lo interrumpo, asqueado por sus comentarios. ¿Celoso?, ¿cariño?

—No, no… —suspira— mira, olvídalo, ¿sí?, no quise sonar tan pretencioso, perdóname.

Lo miro con molestia por unos segundos y luego enfoco mi atención en la comida. Nadie dice nada por un rato, así que decido levantarme de la silla para servirme un vaso de agua, este silencio es extrañamente perturbador.

—Te iba a decir que… Charlie tiene novio, pero supongo que no importa, tú no estás celoso de él y… dios, soy un idiota —se lamenta una vez que me tiene sentado al frente.

—¿Te la puedo chupar mientras comes?, ya sabes, para no desperdiciar tiempo… —sugiero al sentarme nuevamente frente a él, aunque no sé qué clase de respuesta es una que no tiene nada que ver con el tema.

Sonríe por un segundo, luego cambia su expresión por una triste, creo que siente lástima de sí mismo. Talvez cree que sólo es un juguete para mí. Claro que tal pensamiento no es tan desorbitado tomando en cuenta que cuando lo llamé al móvil por primera vez fue porque estaba muy “aburrido” y necesitaba “compañía” masculina, pero las cosas han cambiado desde entonces.

Mantuvimos relaciones sexuales en nuestra primera cita, encuentro, lo que haya sido, y en la segunda, y en la tercera… casi siempre terminamos en eso. Casi no salimos sólo para platicar, la verdad es que lo conozco muy poco y él me conoce muy poco a mí.

Sé que es hijo único, tiene veinticuatro años, lleva casi siete años en Armitage, planeaba ser arquitecto pero no le gustó, así que abandonó esa carrera después de medio año y se dedicó uno entero a trabajar y nada más, luego empezó a estudiar Derecho. Vive en el centro de la ciudad, en un departamento de precio módico que procura limpiar todos los días y lo decora lo mejor posible; en realidad no es un lugar feo, podría estar exagerando con eso de módico porque yo nunca me he ganado mi propio dinero. Siempre ha sido muy independiente de sus padres, así que casi no se hablan, pero le ayudan a pagar sus estudios. Su primera vez la tuvo a los catorce años con su entonces mejor amigo, un tal Bruno, al que ya casi no ve porque se mudó a Canadá con un hombre de mucho dinero. Leon no sabe cuándo ni con quién fue mi primera vez; tampoco sabe qué pasa con mi familia… él cree que mi padre está muerto. Supongo que en parte es cierto, porque ese señor no existe para mí y no quiero que se aparezca en mi vida.

—Me podría picar un ojo con el tenedor, suena muy peligroso… —murmura, divertido, aunque creo que está fingiendo la risa—. Mejor cuéntame algo de ti, tu color favorito, tu animal favorito… no sé, lo que tú quieras.

Lo miro por unos instantes y sonrío, pero no sé qué sentimiento estoy expresando. ¿Me da ternura, me divierte, me da lástima?… debe ser una de esas, porque no pueden sentirse todas al mismo tiempo.

—Esas son estupideces, así no llegas a conocer a la gente. No me sorprende que seas soltero —bromeo.

Sonríe levemente, creo que de nuevo siente lástima por sí mismo.

—Lo que pasa es que aún espero a que el indicado me deje preguntarle si quiere ser mi novio, por eso soy soltero… —explica, sin titubear. ¿Por qué está tan seguro de tal tontería?

—¿Tú crees que esa es la razón?, ¿crees que esa persona te diría que sí? —respondo de forma tajante, aunque se supone que le estoy siguiendo el juego y no debería saber a quién se refiere.

—Pues no veo por qué no. En cuanto me permita preguntarle, seguramente dirá que sí. Por algo me daría permiso…

—O talvez te daría permiso para burlarse de ti —murmuro, y luego doy un trago a mi vaso de agua, que sigue casi lleno—. Hablas tan seguro como si lo conocieras a la perfección.

—No es que no lo haya intentado, simplemente… creo que a él no le interesa mucho eso —murmura. Mantiene un tono firme y un ritmo de voz estable, no suena tan melodramático como la oración—. Pero ése no es el punto, yo siento que de verdad lo quiero y que él puede llegar a quererme… ¿crees que él podría llegar a enamorarse de mí?…

En estos instantes me molesta que me mire a los ojos, lo hace como si intentara averiguar la respuesta de inmediato. ¿Cómo voy a saber si podría enamorarme de él si no lo conozco?, ¿basándome en su color de ojos, en su sonrisa, en su cuerpo?

Deja de sonreír y continúa comiendo. No sé si se va a poner a llorar o si se va a ir a su departamento o si me va a pedir que no le hable nunca más para no hacerlo perder su tiempo porque esto probablemente no va a ninguna parte o si hará las tres cosas.

—Bueno, tampoco tendría sentido que él accediera a ser mi novio si no está interesado en conocerme. Además, es obvio que no me quiere.

Me encojo de hombros. No sé qué responder a eso. Está bien, verlo no me hace festejar internamente, no me divierto tanto con él como con Samuel o incluso con Spencer, excepto en ciertos momentos que obviamente nunca compartiría con mis amigos porque sería incómodo, pero disfruto de su compañía, sus besos me animan, me gusta verlo sonreír, me encanta sentir sus brazos apretándome y obviamente me atrae muchísimo. Tengo dieciséis años, ¿no puedo simplemente acostarme con alguien sin sentimientos de por medio?

—Talvez no sabe lo que quiere, pero eso no significa que… que no te quiera —murmuro, luego desvío la mirada hacia su plato para no enfrentarme a su tonta sonrisa llena de esperanza.

—¿Tú crees que yo le guste? —suena mucho más animado que hace apenas unos segundos.

—¿Por qué no habrías de gustarle?, eres… atractivo. Diría que es un chico con suerte pero… no sé, creo que le vas a dar muchos dolores de cabeza —bromeo, quitándole importancia a mi casi-descubrimiento personal de que talvez lo quiero. Tengo que quitarme la idea de la cabeza, después de todo en unos minutos necesitaré estar completamente despejado para poder disfrutar al máximo.

Nos miramos por un rato, él está feliz mientras que yo intento mantener mi seriedad ante la situación. Estoy nervioso, no sé qué podría pasar entre nosotros y está claro que al menos la mitad de esa decisión me corresponde a mí. Si me diera cuenta de que sólo lo hago perder su tiempo, de que no me puedo enamorar de él… ¿se lo diría?… eso sería preocuparme por él, ¿no es eso el principio del cariño?; entonces, si me doy cuenta de que no me puedo enamorar de él, ¿qué se supone que haga?, ¿me aprovecho de él y de los meses que tiene por delante?





No sé qué me entusiasma más en este momento: verlo en toalla o apreciar una vistosa erección por encima de la tela que, obviamente, es toda por y para mí. El cuerpo masculino es sencillamente hermoso. Verlo así me hace recordar una vez que me dijeron que no comprendían cómo me puedo conformar con un hombre si las mujeres son, de alguna manera, para algunos, muy bellas. En ese momento sólo me reí en su cara y me alejé, nunca fue conformarme, estar con un hombre nunca será conformidad, ¿por qué habría de conformarme con un agujero y dos bolas si puedo tener un agujero, dos bolas y además un palo?…

—¿En qué piensas? —pregunta Leon tranquilamente mientras se acerca a mi cama.

—En golf —respondo y me encojo de hombros. En realidad, la sexualidad es algo mucho más complicado que la conformidad y aún más complicado que un deporte. Pero no tiene sentido que me ponga a pensar acerca de ello, es algo que vivo y disfruto, a nadie tiene por qué importarle, no es como si ellos me prestaran una parte de su cuerpo para hacer lo que me gusta hacer con otros hombres.

Me sonríe por un segundo y se sienta en el colchón, luego se recuesta hacia un lado dándome la espalda. Me enfadaría con él por mojar mis almohadas de no ser porque ahora estoy interesado en otras cosas. Me encanta sentir la irregularidad de sus brazos bajo las yemas de mis dedos, escuchar el aire saliendo de sus pulmones, ver su bien formada espalda, aspirar el aroma a loción en su cabello… sólo me falta probar su cuerpo para disfrutarlo con todos mis sentidos.

Ya no me falta nada. Quizás voy demasiado rápido, pero él es el desnudo, no yo. Besar su cuello y de vez en cuando su mejilla me hace sentir que tengo el control de la situación, aunque yo busco algo distinto. Yo quiero estar en otra posición, quiero que él me atrape entre sus brazos y me bese como si fuera una tortura, que no me deje escapar.

—Seth… ¿por qué te detienes? —pregunta con un tono de voz preocupado.

—Me estoy quitando la ropa —respondo de inmediato, aunque no sé si se me entiende porque la camiseta aún me tapa la cabeza y por lo tanto la boca.

Gira su cuerpo para quedar de frente al mío y se pone de rodillas sobre la cama, como yo. Me saco la camisa y entonces puedo verlo. Es… es otro mundo, me voy de aquí por completo. Sólo quiero tocarlo, besarlo. Descanso mis brazos sobre sus hombros y me hago hacia adelante para rozar su erección con mi entrepierna, demostrándole que él también hace algo “especial” por mi cuerpo. Me besa, o yo lo beso, no me queda claro quién ha iniciado, lo único definitivo es que los dos lo necesitamos.

Se aproxima tanto a mí que me siento en un universo paralelo donde el devenir de un orgasmo es casi tan común como parpadear. Su piel rozando con mi piel, su respiración chocando con mi rostro, sus ojos mirando hacia abajo, ignorando a los míos y prestando atención a mi cuerpo, sus manos sobre mi torso recorriéndolo con familiaridad. Todo lo que hace me vuelve loco, me encanta. Lleva sus manos a mi cuello y me hace levantar la cabeza para besarme; es un beso lento, húmedo, excitante. Dejo mis manos sobre su pecho, tocándolo tanto como puedo; lo acaricio, lo rasguño.

—Quieto… —suspira. Esto es lo que yo quiero, quiero que Leon me deje ver qué es lo que quiere hacerme y además quiero que lo haga, que se sienta seguro de hacer conmigo lo que quiera, que me tenga confianza y no sólo la que se requiere para permitirme verlo desnudo. Quiero que asuma el control, que se desenvuelva y me permita presenciarlo.

Vuelve a besarme y baja sus manos por mis hombros, roza mis brazos, acaricia mi cintura. Me hago hacia atrás por las cosquillas, pero resisto y no rompo el beso. Acaricia mi trasero aún por encima de la ropa, pero al bajar va revelando la piel desde mi cintura hasta mis muslos. Estremezco cuando roza mi abdomen con sus dedos, aproximándose a mi erección, aún sin concluir el encuentro entre mi miembro y sus manos. Besa mi cuello, haciéndome cosquillas con su nariz; me gusta que haga eso, sobre todo cuando deja marcas porque así la gente asume un montón de cosas sobre mí y esas miradas de desprecio no las cambiaría por cualquier cosa.

Rodea mi cuerpo con ambos brazos y lentamente nos vamos acomodando en la cama, él de espaldas al colchón y yo sobre su cuerpo. Se asegura de deshacerse de mi pantalón y de mi bóxer. Mi respiración se corta al rozar mi erección con su muslo. Besa mi pecho con ahínco, aunque eso no me provoca nada más fuerte que lo anterior, así que lo detengo y me apresuro a besar sus labios. Me gusta frotar mi rostro contra el suyo con movimientos lentos, me provoca una sensación de cercanía casi insuperable. Me gusta sentirme unido a Leon, hace que el sexo se sienta mejor.

Estruja mis nalgas con fuerza, con autoridad, como si le pertenecieran. Mueve sus manos con seguridad, a veces las hace llegar hasta mis muslos pero siempre vuelven al sitio de mayor interés.

Me recuesto sobre su pecho y le planto besos por todas partes, rozo su piel con mis labios. Sigo en otra realidad, no quiero salir nunca de aquí.





Me gusta ver a Leon como está ahora: acostado, con la boca semiabierta, con los ojos entrecerrados. Yo estoy sobre él, apretando su cintura con mis piernas mientras él sujeta la mía con sus manos. Estamos unidos y lo disfruto tanto que no quiero que se acabe nunca.

Nuestros movimientos son lentos, como si quisiéramos lograr una sustancia espesa y bien cuidada, pero no me refiero al semen, no es algo que sale, es algo que no se ve, nunca se ve. Es una energía invisible que liberamos con mucha cautela: pasión.

Me paso las manos por el cuello, rozo mi quijada con mis propios dedos. Siento que estoy cerca de liberar una explosión de lo que hemos cuidado tanto durante este tiempo que llevamos en la cama. Sólo un poco más y todo se prenderá en fuego.

Escucho música en el fondo, música molesta, electrónica, y no es que no me guste el género pero la única música que quiero escuchar ahora es el rechinar de la cama y lo que salga de nuestras gargantas. No apagué mi celular porque no supuse que alguien me llamaría en la madrugada, nadie lo hace.

Leon se concentra en lo que hace, no parece prestarle atención a la música. Siento como si alguien estuviera apresurándonos, el sonido cada vez se vuelve más ruidoso, pero es sólo porque ahora le estoy prestando atención a eso y no a lo que tengo debajo. A Leon no le gusta que me masturbe mientras tenemos relaciones porque entonces yo termino antes y él no se siente cómodo penetrándome cuando ya no lo necesito, pero he decidido terminar cuanto antes para lanzar el aparato del infierno por la ventana.

—No, no… contesta, mejor contesta… no me hagas eso —reclama Leon, como si fuera una especie de tortura. Suena tan desanimado que casi me provoca ternura. Alcanza el celular con su mano izquierda y lo deja sobre su vientre, esperando a que yo lo tome.

No puede ser que Samuel me llame a esta hora. ¿Tiene cerebro?, yo nunca le he hecho algo así, además él ya sabía que yo iba a salir con Leon y que tenía planeado traerlo a mi cama arrastrando de ser necesario.

—¿Qué? —contesto de mala gana y no dejo de moverme encima de Leon para que, gracias a sus gemidos, Samuel se dé cuenta de que su llamada ha sido tan inoportuna como una tormenta eléctrica antes de abordar un avión. Ahora que me concentro en estímulos distintos al contacto íntimo, hasta siento el frío que había ignorado por tanto tiempo.

Seth… me enviaron un mensaje —titubea. No sé si está llorando o si tiene frío, pero habla muy quebrado.

—Sam, no quiero ser grosero…

Estoy asustado… —me interrumpe, como si el mundo girara en torno a él.

Me preocupa, pero no puedo prestarle la atención necesaria para tratar sus traumas en este momento. Ahora sólo quiero terminar lo que estoy haciendo y no quiero terminarlo torpemente, esta noche ha sido buena a pesar de la conversación en la cocina y no pienso arruinarla ahora.

Gimo al mismo tiempo que Leon sin haberlo planeado y la llamada se termina antes de que yo apriete cualquier botón. Seguramente Samuel está más asustado ahora.





Estoy quedándome dormido. Hace un rato que acabamos y ahora lo único que hago es dejarme acariciar por Leon. Está muy concentrado en acariciar mi nuca para provocarme el sueño, como cuando voy a su departamento y quiero ver una película… hace que me quede dormido para no tener que ver nada y entonces se duerme conmigo.

—¿Qué quería Samuel?… —pregunta inocentemente.

Me encojo de hombros, pero supongo que no se entiende si estoy acostado y mucho menos se entiende si estoy encima de él.

—Deberías llamarlo, ¿no?…

—Supongo, ¿pero no estará dormido ya?… pasan de las cinco —respondo con desgana.

—Eres un pésimo amigo —ríe.

Me hago a un lado para quedar acostado sobre el colchón. Todo sea por llevarle la contraria a Leon, es como respirar. Tomo el celular y llamo a Samuel sin importar que realmente pudiera haber calmado sus nervios o que al menos pudiera haberse quedado dormido por cansancio.

Lo siento, no quise interrumpir, es algo serio —suena repentinamente en la bocina. Es un obsesivo, no se ha dormido ni siquiera un poquito.

—Algún día me arrepentiré seriamente de ser tu amigo —suspiro.

Sí, me imagino que sí —responde sin prestarme demasiada importancia, al menos he conseguido que cambie un poquito y sea más egoísta—. Es un mensaje de un número privado, no comprendo mucho…

—¿Qué dice?

Me lo mandaron hace una hora, aproximadamente, pero no me sentía cómodo llamándote en la madrugada —me ignora por completo.

—Así que esperaste a que fuera más tarde para fastidiarme, suena lógico —bromeo.

Perdón, en serio lo lamento…

—¿Qué dice el mensaje? —insisto, pues parece que no se encuentra consciente de que estoy gastando mi crédito.

“Deja de jugar.” —murmura.

El mensaje no tiene mucho significado para mí tampoco. En realidad podría ser cualquiera, pero mis sospechas se van de inmediato a Stuart. Suena como una llamada de atención, una súplica agresiva típica de una persona resentida que quedó en el pasado.

—Talvez significa que te vayas a dormir —digo, restándole importancia aunque sea un asunto serio, pues Stuart no se había atrevido a dirigirle la palabra en todo el semestre y ahora lo amenaza de manera bizarra a través de mensajes de texto. Talvez se está volviendo loco. Aunque también podría ser alguno de los chicos que conocemos de Eros, aunque lo dudo porque Samuel tiene tanto miedo desde lo de Colton que ni siquiera dice su nombre real, mucho menos da su número de teléfono; pero no sé qué sentido tiene si Colton nunca le pidió ninguna de las dos cosas—. Hablamos luego.





Despertar a la una de la tarde acompañado de un hombre desnudo me provoca una satisfacción incomparable. Leon está despierto y mira fijamente hacia el techo, disfruto verlo parpadear y contemplar cómo sube y baja su pecho con su respiración.

—Dormiste bien —afirmo y río un poquito.

Se gira para verme y sonríe con ternura, hay un “por supuesto que sí” implícito en su rostro.

—Llamaron a tu móvil, no quería que te despertaras y cancelé la llamada. Lo siento si era importante.

Me acerco para darle un beso rápido en la mejilla y me recargo en su pecho por un par de segundos antes de removerme en la cama para tomar mi celular de la mesa de noche. En las últimas llamadas aparece una no recibida de Elisa, ella nunca me llama sólo porque sí, preferentemente se comunica conmigo por Internet pues así no le cobran. Seguramente se trataba de algo importante, pero mi crédito es insuficiente para realizar una llamada de larga distancia.

—También llamó Samuel a tu casa. No contesté, sólo que está registrado el nombre y… ya sabes, no creas que me tomo todas las libertades en una casa ajena.

Río un poco a causa de mis pensamientos. Claro, puede follarse al menor de edad viviendo en la casa pero no puede atender el teléfono de la misma, que ahora está sonando.

No reconozco el número, pero de todas maneras contesto.





Leon me trajo a casa de Samuel porque se lo pedí. Se ofreció a recogerme en cuanto termináramos de hablar, pero Spencer dijo que Stanley podía llevarme a casa. Aunque, no sé, talvez pasar un rato con Leon me levantaría el humor, pero no sabría explicarme a mí mismo el por qué; talvez por los abrazos o los besos, o porque siento que me quiere. Me siento tan vulnerable que incluso me duele.

Aún estoy desanimado por las noticias que recibí al despertar. Leon se comportó bastante comprensivo y aceptó las pocas bromas que hice a cuestas suyas.

—¿Y cuándo te vas? —pregunta Spencer, que por una vez parece no querer enterarse de un chisme sino saber algo de un amigo.

—En unas horas, en cuanto llegue mi mamá y empaque algunas cosas; yo también debería estar empacando pero… —pero necesitaba estar con ustedes, y no se los voy a decir—. En fin, ya volveré… —aunque preferiría que no.

—¿Cuándo? —pregunta Samuel, suena desanimado. Me parece descortés.

Me encojo de hombros y dirijo mi mirada a Spencer, que se muestra más comprensivo al respecto.

Es raro, quisiera no tener que ir a Hanover, pero al mismo tiempo sé que voy a ir y prefiero quedarme allá para siempre si el volver a Armitage significa que ya no tengo razón para permanecer allá. Quisiera que mi abuela viviera para siempre, ella ayudó bastante a criarme, gracias a ella fui un buen niño y nunca me sentí incómodo con ser quien soy. Es bastante curioso que una abuela se dé cuenta de que un muchacho es homosexual antes que su propia madre y mucho más curioso es que lo acepte de inmediato, aunque según ella nunca fue cuestión de aceptar nada. Quisiera que viviera para siempre, pero está en un estado de salud muy complicado y el resto es cuestión de tiempo.

—Espero que todo salga bien… —suspira Spencer e intenta sonreír de la manera más amable.

—Espero… suerte —suspira Samuel—. Te abrazaría, pero no quiero incomodarte…

Le sonrío con ternura. Cada uno está sentado en un sillón diferente, y la verdad no tengo ánimos de levantarme, así que simplemente alzo los brazos para que comprenda que necesito ese abrazo.

Se levanta casi de inmediato y se arrodilla sobre el sofá. Me siento extraño con la cabeza recargada en su pecho y brazos alrededor de mis hombros, es como si intentara protegerme pero… ¿de qué podría protegerme él?, la idea me hace sonreír de nuevo.

—Nos vemos pronto —susurra. No comprende nada.

Giro los ojos y lo aparto con suavidad, lo menos que me interesa ahora es gritarle a él, no quiero pelearme con mis amigos.

—Me tengo que ir —murmuro al mismo tiempo que me levanto del sofá y me dirijo a la puerta como si la casa fuera mía.

Escucho pasos detrás de mí, obviamente es Spencer, que ha decidido marcharse también. Va a pasar la tarde en su casa viendo películas con Stanley. Eso suena demasiado lindo comparado con lo que yo pienso que hacen en su tiempo libre a solas… si en un club nocturno casi se devoran, a solas seguramente se lamen hasta los huesos.

Stanley está esperando en el coche, se ve entretenido, está cantando y tocando “la batería” en el volante. Le sonríe a Spencer en cuanto lo ve salir y hace los labios como si estuviera mandándole un beso.

Estoy muy desanimado, no me interesa dar explicaciones, así que me subo al asiento trasero del coche sin siquiera saludar.

—No preguntes —murmura Spencer al subir al asiento del copiloto.

Stanley le sonríe y asiente amablemente antes de inclinarse hacia la derecha para besar su mejilla. Puedo ver el rostro de Spencer a través del retrovisor, se ve feliz. Me confunde mucho su relación con ese tipo. Por una parte me da gusto, si es que lo que siento tiene un nombre, pero por otro lado no puedo evitar compararlos conmigo y con Leon; su relación no tiene futuro, está basada en sexo, se conocieron por eso, ¿qué sentido tiene?, se sentirían avergonzados de su historia, de haberse conocido por su inquietud de adolescentes.





Bajo del coche tan rápido como puedo, ni siquiera doy las gracias. Sé que no es correcto tratar así a este tipo, ni siquiera es mi amigo, no me conoce ni yo a él, debería de agradecerle sin importar que no me agrade del todo. Pero no lo hago, no lo hice, no es un problema gigante, nadie se va a morir por eso.

Mi estado de ánimo está desbalanceado, oscila entre lo molesto y lo triste como si me estuviera volviendo loco.

—Seth… —me llama Spencer. Escucho una puerta cerrándose tras de mí, por alguna razón se ha bajado del coche y quiere acompañarme a casa.

—¿Qué? —pregunto con poco interés mientras busco las llaves en mi bolsillo.

—No te enojes con Samuel… no es… no es fácil para él estar solo —murmura, cada vez lo escucho más cerca.

—Yo no estoy enojado con él —desisto en abrir la puerta y me doy media vuelta para encararlo.

Spencer intenta sonreír sin parecer burlón.

—Claro que lo estás, te molesta lo que te dijo. Crees que no te entiende…

—…l no me entiende. ¿Y qué quieres decir con que no es fácil para él estar solo?, está acostumbrado.

—No es eso, Seth. Talvez no lo recuerdes, y talvez no tenga mucho sentido para ti, pero sé que… bueno, si estuviera en la misma situación que Samuel, me gustaría pasar el tiempo con mis amigos.

—¿Situación?, ¿el mensaje?…

Spencer no parece comprender a qué me refiero. Ambos estamos perdidos.

—No me estás entendiendo. Ya te dije, quizás no lo recuerdas, pero es que… su madre… faltan unos días para que se cumpla un año de su muerte, ¿sabes?… no es fácil para Samuel.

Me quedo callado por un rato. No creí que se pasaría el tiempo tan rápido, creí que para eso faltaban meses. No quiero comprenderlo, no quiero entender lo que siente; simplemente no quiero imaginarme qué sentiría yo de perder a mi madre. Pero no querer no significa que no pueda compadecerme, que no pueda asimilar el hecho de que mi amigo está pasando por un momento muy fuerte. Una fecha como esa puede destrozar el ánimo de cualquiera.

—Spencer… puedes… ¿puedes hacerme un favor? —titubeo. Estoy temblando, pensar en Samuel me conmueve con facilidad.

—Sí, tú sólo dime.

—No lo dejes solo. Y por nada del mundo permitas que tu primo se le acerque.





Nunca es cómodo presentarle muchachos a mi madre. Es poco expresiva con ellos, casi como si no le interesara conocerlos. Con Leon no se comportó distinta. Yo me quedé un tiempo en la sala junto con él y mi madre no paraba de dar vueltas para vigilarnos. Me tiene confianza, sí, y no le importaría que hiciera casi cualquier cosa, pero no confía en los extraños y siente la necesidad de vigilarlos. Pude haberle ahorrado la incomodidad a Leon, pero preferí llamarlo para no estar solo, su compañía prometía tanta seguridad que no me importó si mi madre venía en camino, le pedí que estuviera conmigo por un momento y él no lo pensó dos veces antes de aparecerse frente a mi puerta.

Leon se portó amable con ella y se ofreció a traernos al aeropuerto, así ella podría dejar la camioneta en casa, pero no por eso mi mamá cambió de actitud; su madre se está muriendo, no puede ser amable en este momento.

Compramos los boletos al llegar y yo me quedé de pie entre las bancas, junto con Leon. Me gusta que me abrace, se lo agradezco en este momento más que nunca, pero, más que apoyarme, parece que lo que Leon quiere es retenerme a su lado. Me abraza como si algo pudiera pasarme si acaso me soltara. Besó mi frente hace un rato y desde entonces ha quedado con su mentón sobre una de mis sienes. No sé si es por la emotividad que imprime en el abrazo o por el soporte que me brinda en este momento de necesidad, sólo sé que yo tampoco quiero soltarlo.

—Te quiero… —suspira.

No sé qué responder. “Gracias” no suena apropiado, pero “yo también” tampoco suena correcto.

Deshace el abrazo, pero igual me toma de los hombros para que no me vaya. No importa mucho que quiera detenerme, aún hay tiempo para abordar. Mi madre nos observa desde una banca. La noto consternada, supongo que es por mi abuela y no porque yo esté con Leon, nunca le ha molestado que esté con muchachos y no creo que empiece el día de hoy.

—Te quiero mucho, ¿sí? —insiste. Busca besar mis labios, pero yo muevo mi cabeza y la apoyo en su pecho antes de que alcance a tocarme.

—No me estés molestando…

—No, no es… no te estoy molestando. De verdad te quiero —me aparta un par de centímetros más, sin soltarme los hombros. Quiere que lo vea a los ojos—. ¿Me crees?

Me quedo callado. Siempre he creído que lo suyo es más obsesión que cariño. Asiento, pero no estoy convencido.

—No quiero darte más problemas, pero… por favor, antes de irte… quiero que pienses algo —comienza a decir. Ya sé a dónde va—. Quiero saber… necesito saber si quieres ser mi novio, es muy importante para mí.

Creo que está a punto de llorar. No comprendo por qué de pronto es tan urgente que le dé una respuesta.

—Yo no puedo pensar en esas cosas ahora —intento explicarle. Ni ahora ni dentro de un tiempo, aún es muy pronto para formalizar lo que tenemos.

Se limpia los ojos antes de que le escurran lágrimas, se le han puesto rojísimos en cuestión de segundos.

—Por favor… necesito saber si tengo una razón para quedarme.

—¿A dónde piensas ir? —pregunto, molesto. El sólo pensar que quiera chantajearme o amenazarme con irse, me pone de mal humor.

—Me ofrecieron un plan de intercambio… es por un año, en Chicago. Tendría que irme en vacaciones de invierno para instalarme, pero… yo no quiero irme sabiendo que tengo una oportunidad contigo, por eso necesito saber antes de que te vayas… ¿qué tal si tardas mucho en volver y yo ya no estoy aquí?… ¿qué se sup-

—No quiero —lo interrumpo, alzando la voz por encima de la suya. Ya he escuchado suficiente, mucho más de lo que quería.

Me suelta, casi me empuja. Su rostro es indescriptible, me duele verlo. Yo no quiero lastimarlo, pero no podría permitirle hacer algo tan estúpido por mí.

Mi madre se levanta de la silla y se aproxima a nosotros lentamente. Probablemente ya dieron la llamada de nuestro vuelo y viene a avisarme.

—Por favor, Seth… —suplica. Se pasa una mano por la cara y el cabello de vez en cuando, pero es obvio que lo hace para disimular que se está limpiando las lágrimas.

—Si quieres quedarte, quédate… Si desaprovechas una oportunidad como esa, no lo hagas por mí. Yo no quiero ser novio de un tarado que arruina su vida porque un adolescente se la pone dura. Decide tú.

Mi mamá me escucha, pero no dice nada, simplemente hace un movimiento con la cabeza para avisarme que ya tenemos que irnos. Asiento suavemente para indicarle que se adelante, luego volteo a ver a Leon nuevamente. No ha parado de llorar.

—Yo quiero quedarme… —murmura. No comprendo lo que veo en sus ojos—. Pero quiero quedarme por ti, ¿es muy difícil de comprender?…

No sé cómo reaccionar ahora. Ya dije lo que tenía qué decir, estoy seguro de que me dí a entender. Yo no quiero ser responsable de sus errores. Sólo llevamos un mes y medio saliendo, creo que está demasiado entusiasmado conmigo y no me parece sano que en su cabeza tenga sentido sacrificarse por una relación que podría terminar tan fácil como comenzó.

—Me tengo que ir.

—Seth… po-

—Dame un beso… —lo vuelvo a interrumpir. Quisiera, si acaso es la última vez que lo veo, recibir un último beso.

Me toma de las mejillas y me mira por un par de segundos antes de regalarme algo que él también quiere. Sus labios se sienten particularmente suaves. Es un beso perfecto, un vínculo de verdad, cargado de emociones. Puedo sentir su desesperación aumentando dentro de mí a cada segundo, es algo inexplicable, jamás sentí que alguien quisiera entregarse a mí con tanta fuerza. Sé lo que quiero, estoy seguro de lo que haría si aceptara ser responsable, pero no puedo, le toca a él tomar esta decisión, es su vida.
Notas finales: El siguiente capítulo es más corto que este (ja-ja...). Espero que les guste.

Muchas gracias por haber leído, muchas gracias por su paciencia y muchas gracias por sus comentarios.


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