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Mi hoguera de invierno por Xkanleox Ixquic

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Notas del capitulo:

Lemon lemon lemooon'!!!

:3

y más romance....

...y más lemon'!!

Su picardía

No cabía en mí mismo de felicidad, pero no lo demostré, me daba vergüenza aun sabiendo que yo le gustaba. Creí que sólo estaba confundido y que yo mismo tenía la responsabilidad de regresarlo al buen camino. ¿Qué pasaría si un capitán anduviera con un chico que prácticamente podía pasar por su hijo? No quería que nadie pensara que yo sólo lo tenía para aprovecharme de él, de su cuerpo y de su fortuna. Se lo diría a la hora de la cena, siempre estábamos solos. Mientras, la caída de la nieve y los estragos que hacía el viento tan sólo se intensificaban.

Me parece que él seguía pensando que todo eso era un sueño. Y la verdad, yo también. Pero no tanto como él, si de verdad hubiera sido un sueño, yo ya habría recorrido su cuerpo de arriba abajo, besado cada centímetro de su piel y lo habría hecho gemir de placer… ¿Qué rayos estaba pensando? Tener ese tipo de alucinaciones me hacía sentir culpable, sentía que había un demonio dentro oculto, esperando cualquier movimiento de Byakuya que me hiciera salir de casillas, para salir y apoderarse de mí y luego de él.

Y ese demonio se llamaba deseo.

El problema era que no contaba con el hecho de que todos (o casi todos) contamos con él. Incluso las personas que parecen inocentes. Y entre ellas estaba mi amado y pequeño Byakuya.

Terminamos de cenar, y después me invitó a pasar a su habitación.

-          ¿Quieres jugar Damas Chinas? – dijo, buscando en un cajón. Sacó una caja y de ésta el juego.

-          La vez pasada te gané. – sonrió. Pensó un rato, mirando la caja aún entre sus manos, con el ceño fruncido y con una tenue sonrisa.

-          ¿Qué te parece si este juego lo hacemos un poco diferente?

-          ¿Eh?

-          Sí. Mira, es una simple apuesta. Si tú ganas, yo haré o te daré lo que tú quieras, y si yo gano, tú harás lo que yo te diga. – en sus ojos había soberbia, pero lo demás era indescifrable. Jamás había visto eso en su mirada.

-          ¿Qué le puedo hacer? Comencemos.

Y así jugamos durante un rato. Justo cuando estaba a un turno de meter mi última canica, él ganó el juego. Me lanzó una mirada más intensa que la anterior, ahora la mayoría era descifrable. Se acercó a mí, a pesar de ser un casi adolescente, tenía la voz ya grave. Y sensual.

-          Ahora harás lo que yo te diga durante el resto de tu estancia. – abrí los ojos.

-          ¿El resto de mi estancia? ¡Espera! Eso nunca lo dijiste. – sonrió.

-          Lo sé. ¿Sabes, Jüshiro? Está nevando tanto que dudo mucho que puedas regresar a tu casa. Quizá tengas que quedarte aquí unos días. – no se levantó del suelo para caminar hacia mí. Gateó hasta que su rostro se encontrara con el mío.

-          ¿Byakuya… qué… qué haces? – no me dejó continuar porque ya me estaba besando. Si yo hubiera querido, simplemente lo habría apartado de mí. Cuando terminó de besarme, impedí que volviera a hacerlo.

-          Byakuya, eres demasiado joven para jugar con fuego. No podemos seguir con esto, no es un juego, ni un sueño, es la realidad. ¿Crees que no afectará a nadie aun si lo mantenemos en secreto? Basta, estás confundido y por eso estás haciendo estas… ¡Ah!- me ignoró. Y ahora estaba rozando mi entrepierna con sus dedos. Ambos miramos cómo se abultaba lentamente. Él sonrió y dio un pequeño beso en mi cuello.

-          ¿Y qué con eso? Si me quemo no importa. Estoy contigo, Jüshiro, así que cualquier cosa valdrá la pena. – me siguió besando, yo no sabía qué hacer, ese demonio estaba intentando salir y tomar a Byakuya de pies a cabeza, adueñarse de cada espacio en él.

-          Byakuya, de verdad, no sabes lo que estás haciendo… ni con quién…  - advertí, entre jadeos, cuando él se dejaba caer en mí abrazándome y acariciándome. Yo, que en ese momento estaba con mi espalda recargada en la pared, tomé su cintura con un brazo y su nuca con mi otra mano.

-          Al fin te decidiste. Eres una persona difícil, Jüshiro. – dijo, cuando lo recosté en el suelo. Su cabello yacía en el tatami haciendo hebras irregulares y ondeadas alrededor de su cabeza, haciéndolo ver hermoso.

-          No sabes lo que dices. Yo no quería hacer esto, Byakuya. Detenme por favor, no quiero lastimarte. – supliqué, por última vez, antes de que él elevara su rodilla y rozara mi miembro con ella, y entonces perdiera el control por completo. Mandé al diablo mi moral, se sentía tan bien tenerlo que lo devoraría entero.

Enseguida clavé mis labios en su cuello, besándolo lentamente, después haciendo pequeños mordiscos. Estar sobre él me hacía pensarlo indefenso y bello. Desaté su obi y aparté el kimono lentamente hacia los lados, dejando ver su piel blanca y sus pezones rosados y erectos. Todo en él era perfecto… lo que lo hacía más deseable.

Pasé mi índice por uno de sus pezones y él tembló. Entonces comencé a lamerlos lentamente, a mordisquearlos como había hecho antes con su cuello. Regresé a sus labios y, cuando iba al ombligo, me di cuenta de que mi kimono también estaba desatado, y la cinta de mi hakama (pantalón que se lleva bajo el kimono) algo floja. Sonrió cual niño que acaba de hacer una travesurilla.

-          Eres más hábil de lo que pensé. Yo apenas he conseguido quitarte el kimono y tú ya vas por mi hakama. – se sonrojó.

-          Oye, no es lo que parece. No creas que…

-          ¿…que ya has tenido experiencia? – me miró, preocupado de que pensara que era así. – Por supuesto que no. Eres más virgen de lo que imaginé, se nota enseguida en tus besos. – desvió la mirada, con tristeza.

-          Siento no tener suficiente experiencia como tú. Trato de complacerte lo mejor que puedo. – tomé su rostro para que volviera a mirarme a los ojos.

-          Eres perfecto justo como estás. Me encanta que tus besos y tus caricias sean así de inocentes. Es pecaminoso pero a la misma vez fantástico romper con la virginidad de algo. – le dije, y besé sus comisuras. Él me besó, y escuché un vaho, un respiro entrecortado. Me aparté lentamente para mirarlo. Estaba llorando.

Ver sus lágrimas me hizo regresar en mí. ¿Qué estaba haciendo? Era cierto, yo mismo le advertí que no quería lastimarlo, pero igual era mi responsabilidad y mi culpa. Me quité de encima y me senté a su lado, afligido.

-          Perdóname, Byakuya, yo no sabía lo que hacía. – hice una reverencia sentado. Él puso su delgada mano sobre la mía, y lo miré. Sonreía.

-          Tonto, me siento muy feliz. No tenías por qué detenerte y hacer eso.

-          Pero, Byakuya, esto no está bien… - callé, pasmado. Él mismo se estaba quitando el kimono y desabrochaba su hakama. Cuando la hakama estaba lo suficientemente floja para caer, tomó mi mano para que yo la sujetara.

-          ¿Quieres atarla de nuevo? – me retó. Yo la solté y la tomé de los costados para hacerla caer más rápido. Su cuerpo casi desnudo era bellísimo, su piel era blanca y suave por cualquier lado, sus pequeños músculos que iban a la perfección con su complexión y que apenas estaban en desarrollo. Era como si todo su cuerpo hubiera sido tallado por los mismos ángeles y fuera una obra de arte celestial. Creo que se dio cuenta de mi sorpresa y se soltó el cabello, dejando caer su listón rojo al suelo. Él estaba nervioso, pero ver mi cara de imbécil parecía darle un poco de seguridad. Y quién no, con ese cuerpo…

-          Por supuesto que no. – dije, desnudándome yo también, hasta quedar justo como él. En ese momento tenía mucha seguridad de hacerlo, pero pensé que si Kuchiki Byakuya hubiera sido un poco más grande, quizás adolescente adulto, sentiría que soy horrible a su lado. Me aproximé a él y besé sus párpados, su nariz, sus labios y su cuello. Lamí el lóbulo de su oreja, provocando un pequeño gemido.

-          Ah, Jüshiro… - dijo, tomando una de mis manos y acercándola a su pene erecto. Cierto, había olvidado el pequeño detalle de que era joven y podría excitarse casi con cualquier cosa porque no estaba acostumbrado a experimentar tanto placer.

-          Sí, lo siento. – dije, agachándome y besando su ombligo, recorriendo su vientre con mi lengua. Tembló y se apartó bruscamente, recargándose en la pared y respirando agitadamente.

-          No podré.  Jüshiro, siento que muero. – lo tomé entre mis brazos y acaricié su cabello.

-          Tranquilízate. Si no quieres hacerlo, está bien, no importa. Aún eres muy joven para tener este tipo de experiencias. No voy a obligarte a nada. – se quedó respirando unos segundos en mis brazos, y me apartó, molesto.

-          No, continúa, por favor. – me dijo, besándome torpemente. Me dio mucha ternura que quisiera hacerse el valiente, y cerré los ojos.

-          Byakuya, ya te dije que…

-          Quedamos en que el que ganara le decía al otro qué hacer, ¿no? Quiero que continúes, Jüshiro. – suspiré.

-          Entiendo. Si hay algún problema, no dudes en decirme. – dije, besando sus pezones y recorriendo de nuevo hasta quitarle la ropa interior. Amé sus genitales sin haber terminado de desarrollarse aún. Primero lamí desde el escroto hasta la punta de su pene, causando un fuerte gemido. Daba besos y lamía con constancia su miembro, y él se recargaba en la pared y se arqueaba, tratando de no gritar. Apenas habían sido unos segundos y Byakuya ya estaba dejando escurrir algunas gotas de semen de tan excitado que estaba. Me detuve y me miró con ojos asesinos por haber cometido tal acto.

-          ¿Qué… qué demonios crees que haces, Jüshiro? ¿Por qué no continúas? – sonreí.

-          Eres caprichoso incluso en el sexo, Byakuya. – y metí su pene en mi boca, acariciándolo con mi lengua de arriba abajo. Él se arqueó casi por completo, sin poder evitar lanzar un fuerte gemido.

-          ¡Ah, Jüshi…ro! ¡Ma… MÁS! – reclamaba, casi muerto de placer. Ver esa expresión de embeleso y excitación en su rostro me excitaba a mí también. Quise tomar una pequeña venganza y dejé de hacerle la felación. Lo besé, aprisionándolo con mi cuerpo, y acerqué mis dedos a su boca mientras lo seguía besando.

-          ¿Te está gustando? – él me respondió con una mirada frustrada, supuse que por detenerme cuando estaba tan excitado. Pegaba su cuerpo a mí, sobre todo la parte de su pelvis, desesperado. – Anda, lámelos. Lo que sigue va a doler, no sé si mucho o poco, pero te va a gustar. – él introdujo mis dedos en su boca cual hombre perdido en el desierto que le dieran agua. Incluso ver cómo lamía mis dedos, con tanto deseo, me excitó también. No sé de dónde saqué fuerzas para tener paciencia y no penetrarlo de una buena maldita vez.

-          No importa si duele, no quiero que te detengas esta vez. – me advirtió.

-          Por supuesto que no voy a hacer lo que me dices, estás loco. Ya es bastante el dolor que siente una persona adulta, ¿crees que no voy a tener mucho más cuidado contigo? No quiero lastimarte, primero me atravesaría el pecho con mi zampakutoh. – le regañé. Frunció el ceño.

-          De acuerdo. – nos seguimos besando, esta vez me senté y lo senté a él sobre mi regazo, dejando que abrazara mi torso con sus piernas. Introduje el primer dedo, haciendo círculos suaves y pequeños. Pareció no dolerle hasta que comencé a hacerlos más grandes.

-          ¿Estás bien? – pregunté, al ver que se estremecía un poco por el dolor. Se aferró a mí.

-          Continúa. – y lo hice. Cada vez que sentía dolor intenso, Byakuya hacía un pequeño movimiento brusco, hasta tener mis tres dedos dentro. La verdad era que prefería tardar mucho más de lo normal en que se acostumbrara a lastimarlo. A esas alturas ya había hecho surcos en mi espalda que sangraban un poco por dejar que enterrara sus uñas cada vez que le dolía. – Perdona, Jüshiro.

-          No importa. – dije, bajándolo de mis piernas. Se puso sobre sus manos y sobre sus rodillas, esperando. Sus brazos temblaban, tenía miedo. Procuré penetrarlo lentamente, con mucho cuidado. Su cavidad era sumamente estrecha, pero él no mostró indicios de dolor.

-          Puedes empezar. – me dijo, y me moví con suavidad dentro de él, se sentía increíble. Él gemía, supongo que le dolía mucho, pero también pude percibir que sentía placer. Salí un momento de él para ver si no había sangre, y al percatarme de que no, volví a introducir mi pene.

-          Me cuidas demasiado. Haz lo que tengas que hacer, Jüshiro, y rápido porque ya casi… ya casi me… - decía, entre jadeos y gemidos. Aumenté la velocidad, ese pequeño me hacía sentir en el infierno y me hacía subir al paraíso en menos de un segundo, nada más existía para mí que nosotros dos y nuestros gemidos. Él llevó mi mano a su miembro para que lo tocáramos juntos, y lo hicimos. Se corrió en nuestras manos antes de que yo pudiera terminar, pero no le molestó en absoluto. Se quedó ahí hasta que yo terminara y dejara llena de semen su cavidad y sus glúteos.

-          Ah, Byakuya… - dije, mientras me venía dentro de él. Salí lentamente de él, me alegré de no tenerlo monstruosamente grande como casi todo hombre desearía y no haberlo lastimado por eso. Ambos nos tumbamos juntos en el piso, abrazados.

-          Fue maravilloso. Es una lástima que debamos mantenerlo en secreto. – dijo, con tristeza.

-          ¿Te gustó? – pregunté, intrigado, aunque la respuesta era más que obvia y yo no podía verla.

-          ¿Gustarme? ¿Qué es esto, una broma? – reclamó, y después me besó – Me encantó. – nos quedamos así durante menos de una hora.

-          Vamos a vestirnos, o podría entrar alguien y vernos.

Nos vestimos, pero él ya con yukata para dormir. Pidió una para mí, nunca me había quedado a dormir en esa mansión. En efecto, la tormenta seguía y era prácticamente imposible salir, al menos por esa noche. Nos dormimos abrazados, con su respiración en mi pecho, y yo pedía al cielo que esa noche fuera infinita.

Notas finales:

trabajo en el quinto, sólo ténganme paciencia ^^

 

las vacaciones me dejan muuuuucho tiempo :D no como las clases que ni siquiera me dejan terminar mis fics ¬¬

sean felices ^^


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