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Oneshots de Lost Canvas por starsdust

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Notas del capitulo:

Este es un mini-oneshot que hice para el cumpleaños de Karin.

La armadura de Cáncer descansaba sobre el suelo en posición de tótem, mientras las manos de Shion la recorrían por última vez con esmero, asegurándose de que todo estuviera en su lugar.

―Ya casi ―le aseguró Shion, sonriendo. Conocía bien esa armadura, parte por parte, y ella lo conocía bien a él, de igual manera.

A pesar de que visto desde afuera aquel objeto no era más que un magnífico conjunto de metal ensamblado, Shion podía sentir que a medida que la fuerza de la armadura se recuperaba, ella parecía ganar en brillo y en brío, tanto que temió que se le escapara de las manos antes de que pudiera confirmar que estaba completamente recuperada.

Las armaduras tenían su manera de ser, pero a veces, cuando tenían una buena relación con sus dueños, tomaban también parte de ellos para sí. Así es como cada una de ellas guardaba recuerdos de sus antiguos portadores, lo que habían aprendido de ellos, la fuerza de sus convicciones.

A la armadura de Cáncer le gustaba el ímpetu y la fiereza de Manigoldo. Estaba dispuesta a acompañarlo adonde fuera. Shion conocía historias de armaduras que habían abandonado a sus dueños, y había incluso tenido la oportunidad de curar a algunas de ellas; evocar el recuerdo del dolor que emanaban le humedeció los ojos por un momento.

Pero este no era el caso de Cáncer, ahora completamente reparada, que se presentaba orgullosa y esplendente ante él. Shion se apartó para contemplarla y se inclinó con humildad para responder al agradecimiento silencioso que recibió de ella. No esperaba que nadie fuera capaz de entender su relación con las armaduras, le bastaba poder saber que ellas sí lo comprendían y no pedían explicaciones.

El momento de paz se vio interrumpido por la llegada del dueño, que se abrió paso a través del templo estrepitosamente.

―¡Shion! ―gritó Manigoldo―. ¿Aún no terminas, maldito haragán?

―Manigoldo ―dijo Shion dándose la vuelta.

―Sí, muy bien, veo que recuerdas mi nombre, ¿tengo que felicitarte ahora? ¿Terminaste con mi armadura?

Shion suspiró con resignación. Esta vez no estaba de ánimos para discutir.

―Está lista, te la puedes llevar ―dijo simplemente, mientras rodeaba sus antebrazos con trozos de vendas.

En realidad, hubiera querido responderle que no le causaba ninguna gracia que irrumpiera en su templo con esa actitud, no después de que haberle dedicado tanto fervor y cariño a la reparación de su armadura. Pero inmediatamente se avergonzó de sus pensamientos y pensó que la armadura no tenía ninguna culpa de lo complicado que era Manigoldo, y que él no tenía por qué querer nada a cambio, y terminó por comerse sus palabras.

Se dio la vuelta esperando que Manigoldo se retirara, intentando poner su mente en blanco. Sabía que no podía esperar mucho de Manigoldo, porque él no le había prometido nada. También sabía que reparar las armaduras era parte de su deber, y lo hacía con gusto. Entonces, ¿qué era lo que esperaba, una vez más, como tantas otras? ¿Por qué esperar algo que sabía que no obtendría?

Creyó que escucharía pasos alejándose, pero en su lugar sintió una mano que se posaba en su cabeza y luego descendía hasta su cuello. Manigoldo se acercó para hablarle al oído, y Shion se tensó, expectante.

―No seas idiota ―susurró Manigoldo, provocando que Shion se diera vuelta apretando los puños.

―¡¿Quién es un idiota?!

Manigoldo rió, y Shion se molestó consigo mismo por caer siempre en el mismo tipo de trampas.

―Me voy, no me extrañes ―dijo Manigoldo con su acento musical.

―No juegues conmigo. Ya no somos niños.

―No es un juego, Shion…

―¿Entonces qué es? ―preguntó Shion con recelo. Manigoldo se acercó a él de frente y le sostuvo la mirada, intensa y pícara.

―Reparaste mi armadura.

―¿Y? No lo hice por ti ―respondió el ariano de manera cortante. A Manigoldo no pareció importarle y continuó con su explicación.

―Sé que hay algo que quieres escuchar de mí y no sabía cómo decirlo. ¿Será que eres tan cabeza dura que me harás decirlo directamente? ―Manigoldo bajó la voz antes de acercarse nuevamente a Shion hasta tener su rostro a pocos centímetros del suyo y continuar, como si pronunciar esa palabra, la que Shion tanto había deseado oír, fuera motivo de vergüenza―. "Gracias".

Fin.

Notas finales:

Noviembre de 2009


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