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El juicio por Xkanleox Ixquic

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Notas del capitulo:

Aquí el tercero y último. Al fin me llegó inspiración - y me dio tiempo xD acabo de presentar el proyecto con el que tanto tenía pesadillas jaja - y lo hice también con algo de tristeza.

La sentencia de Ichigo terminará ahora. Hice lo que restaba del capítulo escuchando Wrong, vaya que mi música ya necesitaba un cambio, y creo que este va de maravilla con mi estado de ánimo.

3. Ladrones


Los copos habían dejado de caer, e Ichigo seguía mirando por la ventana. Faltaba muy poco para que tuviera que partir a la Sociedad de las Almas y todo ese asunto quedara olvidado. Eso era lo que quería, ¿no? Que acabara lo más pronto posible.


Sin embargo, llevaba ya en su piel el aroma de Uryu. Lo tenía muy presente, a pesar de que quería negarlo. Ni siquiera eran novios, ni nada. Sólo llegaban, y si se antojaba, hacían el amor. Nunca le dijo que lo quería, porque no estaba seguro de ello, ni le preguntó nada acerca de sus sentimientos. Mejor: no había compromisos ni nada más que lo atara a aquél mundo.


– Sigues despierto, ¿cierto? – Uryu entró sin tocar. No era increíble que Ryuken no se diera cuenta si a veces ni siquiera llegaba a su casa.


– Sí. – contestó Ichigo, sin voltear a verlo.


– Estás muy raro desde hace un par de días. ¿Qué pasa? – Uryu se sentó a su lado y condujo su mano segura lentamente hacia la de Ichigo. Éste no pareció notarlo hasta que sintió las yemas blancas postrándose sobre sus nudillos cariñosamente. Volteó a mirarlo después de un ligero aspaviento.


– Es… no sé, quizás estoy cansado últimamente.


– ¿Te has hartado de mí? – Ichigo sonrió y lo miró a los ojos.


– Para nada. – besó sus labios con suavidad. – Es sólo que…


– ¿Qué?


– No lo sé. – estaba diciendo la verdad, sin embargo, la expresión de Uryu era de total incredulidad.


– Dímelo.


– Es en serio.


– Que me lo digas.


– De verdad.


– Ichigo, dime.


– ¡Que no lo sé, maldita sea! – los ojos azules ahora azorados por el impulso de Ichigo no apartaban su dirección hacia él. – Hablo en serio.


– Ya veo. – avergonzado por lo que comprendió que era su insistencia infantil, desvió la mirada. Hubo un silencio pesadísimo de apenas unos segundos. – Ichigo.


– Dime.


– ¿Te seguiré viendo? – esto hizo una presa en los pensamientos de él. Nada más que lo necesario para ese momento fluía en su mente ahora. Ichigo ladeó la cabeza, como si Uryu no le hubiera hablado, y miró hacia la nada, embobado.


– Seguir viendo… - Uryu pestañeó un par de veces y se sobresaltó en silencio con la reacción de Ichigo.


– Sí, ¿te seguiré viendo cuando termine todo esto?


– Va a terminar… - el dragón puso las yemas frías de sus dedos sobre la muñeca del otro.


– No estás bien. ¿Quieres que te deje solo? – Ichigo enseguida puso su mano sobre la otra de Uryu, mucho más pálida y fría.


– No lo sé. No sé si seguiremos viéndonos. Tal vez ya ni siquiera tenga tiempo, ni tú ganas de ir a visitarme. Tal vez yo no pueda volver al Mundo Real en mucho, mucho tiempo. Ocupaciones, Uryu. Naturalezas, esencias, lo que somos por completo. Es lo que nos separará. ¿Quieres que lo hagamos una última vez? – soltó, dejando caer a Uryu de su nube desde una altura muy considerable. Pero se guardó todo lo que llevaba dentro, tragó saliva y angustia, y asintió con inseguridad.


Eso no estaba bien. Pero ya había empezado y no había marcha atrás, ni desviación ni remedio. Simplemente se habían quedado estancados en medio de un problema invisible, intangible, pero que se percibía de alguna forma. La única manera de salir era tirándose al precipicio. Definitivamente no sólo no estaba bien: estaba mal. Y por mucho.


Cuando sintió el peso de Ichigo penetrando su cuerpo, su alma, no pudo evitar gemir de dolor. No era dolor físico, eso le quedaba claro. Temblaba desde antes de que Ichigo comenzara a desvestirlo, y de repente notó que estaba llorando con los ojos secos. No había lágrimas, lo cual hacía más amarga la situación.


Ichigo pareció percatarse, pero no hizo caso. Él ya llevaba dentro su propia desazón, y vaya que lo estaba azotando. Pero ambos siguieron como si tuvieran que aparentar sentir placer para no incomodar al otro. Fingieron lo mejor que pudieron, a pesar de lo mal que se sentían, no negaban el gusto de estar juntos.


 


El día intentó levantarlos con ímpetu, y ellos lo hicieron con molicie. Sentían como si moverse más lento pudiera hacer igual de lentos los segundos que se quemaban tan rápido como las llamas del sol. Ambos maldijeron en silencio, se levantaron de la cama y ni siquiera voltearon a mirarse. ¿Sería porque sabían que iban a deprimirse si veían el rostro del otro? ¡Imposible! ¡Si lo que más les gustaba ahora era verse juntos!


Pero justo ahora duele…


Mal. Ichigo comenzó a vestirse, a pesar de que sabía que ese cuerpo no lo usaría ese día. Uryu lo miró de reojo a través del espejo, él tomó una toalla y fue a darse una ducha. Supuso que Ichigo querría despedirse de él. ¿Querría? ¡Pero si debía hacerlo!


¿Y qué harás si no se despide?


Uryu restregó la palma de su mano desde su frente hasta la base del cuello y cerró la llave. Salió del baño e Ichigo ya no estaba ahí. Su corazón dio un vuelco, cual barco que zozobra. Se recargó de espaldas contra la pared, y tomó sus gafas que estaban en el mueble cercano. Acomodó dos mechones que caían sobre su frente y respiró, casi jadeó desesperadamente, intentando pensar a dónde se habría marchado.


Como si hubiera puesto pausa al tiempo, escogió la ropa que se pondría, y se vistió. Salió de la habitación y caminó cauteloso, con todos sus sentidos en el ambiente, intentando percibir con el que fuera cualquier vibración que Ichigo pudiera provocar. Era una especie de cacería de animales salvajes en vez de una búsqueda estúpida dentro de la misma casa. Pero nada.


Caminó hacia la sala, estaba el televisor prendido, pero no había nadie viéndolo. Llamó a Ichigo con voz ronca, como si se le hubiera acabado una noche anterior gritándole para buscarlo en sus pesadillas. Se aproximó con exagerada lentitud hacia el televisor para apagarlo, y en una mesita encontró un papel pergamino perfectamente plegado.


Lo cogió en menos de un segundo y lo abrió como niño que abre los regalos en Navidad.


Ya debo estar del otro lado ahora, Uryu. Perdona no haberme despedido bien, simplemente no habría podido. ¿Sabes? Eres una de las mejores cosas que me han pasado, pero si me quedo sólo nos haré daño. No es que nunca más quiera verte, simplemente me voy y tal vez volvamos a vernos. Te tengo afecto, bastante, así que no quiero olvidarte ni pretender que esto nunca pasó. Es mucho lo que nos distancia, ya te lo dije antes, pero uno siempre puede romper el cristal para robar lo que está prohibido tocar, ¿no crees?


Imaginó su risa insolente.


Cuídate mucho, de verdad quiero volver a verte algún día. Gracias por todo.


 


Uryu se sentó, consternado. Leyó la carta de nuevo. Seguía sin poder creerlo. La leyó de nuevo, y otra vez, y otra, y otra hasta creer que la había memorizado tanto mental como visualmente… como si eso pudiera traer de vuelta a Ichigo para que se despidiera adecuadamente de él. Quería escucharlo de su propia boca, y después besarlo y decirle adiós.


La leyó una vez más.


Es mucho lo que nos distancia, ya te dije antes, pero uno siempre puede romper el cristal para robar lo que está prohibido tocar, ¿no crees?


Entonces Uryu entendió lo que quería decir, y sonrió para sí.


– Entonces rompámoslo juntos.

Notas finales:

Agradeceré mucho sus reviews, ahora que necesito palabras más allá de mis círculos sociables tangibles que ahora resultan algo nefastos para mí. No todos, no del todo.

Gracias por leer, a todos, y anden felices.


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