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Sentimientos que nunca mueren por angeldust

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Notas del capitulo:

Bueno jeje pues antes que nada les pido una disculpa por haber tardado tanto, pero pues me bloquee, y me pasaron más cosas. Peroo siento que valio la pena la espera.

n_n lo que si es que T-T llore en este capitulo!!! Lloreeeeeeeee!!

Espero que les agrade y pues sean pacientes que soy algo lenta.

Le agradezco a mi beta (Lestat OLeary) que logra redactar y poner las palabras exactas!!

 

Espero que les agrade el capitulo tanto como a mi.

 

 

 

 

Cuando Minato abrió sus ojos a la mañana siguiente una amplia sonrisa se formó en sus labios, se sentía simplemente feliz, su relación con Itachi era perfecta, no había otra manera de describirla. También estaba el hecho de que su negocio iba mejor que nunca, no podía pedir nada más, tenía todo para ser feliz. Cuando llego a “Ramen”  Jiraiya  y Kakashi ya se encontraban allí, caminando  de un lado para otro, algo que lo sorprendió pues normalmente eran los últimos en aparecerse.

 

                –Madrugaron, o es que Iruka te corrió y Jiraiya-sensei estuvo espiando a… –formuló con una sonrisa pícara.

 

                –Minato-sensei, tú eres el único que pudo amanecer calientito al lado de tu amante –dijo Kakashi fulminándolo con su único ojo visible.

 

                –Ya sabía yo que un alumno mío nunca podría decepcionarme – dijo Jiraiya mirándolo con los ojos entrecerrados –no me digas que ya adelantaron la luna de miel… Minato eres un pillo, no pierdes el tiempo ehh.

 

Minato evadió la mirada de los otros dos, mientras sus mejillas se sonrojaban al recordar lo que había pasado dos noches antes. La verdad era que si por él fuera se casaría de inmediato, pero lo que más le importaba era que Itachi estuviera bien, por lo que al final decidieron que primero solucionarían las cosas con la empresa Uchiha y después pondrían en marcha los preparativos.

 

                –Minato-sensei, una de las entrevistas más interesantes que tuvimos hoy fue la de un hombre llamada Yamato. Al parecer ya tiene experiencia en este campo. Las demás se fueron al ver como Jiraiya-san las miraba –dijo Kakashi mirando como el rubio volteaba a ver al mayor de los tres.

 

                –Jiraiya-sensei, sabes que tenemos que conseguir más personal –comentó Minato riéndose débilmente.

 

                –¡Oh vamos! Yo no tengo la culpa de que ellas tengan unas…

 

                –Será mejor que yo entreviste a las mujeres mientras Jiraiya-san no está –propuso Kakashi separando unos folders. –Minato-sensei aquí están las personas que están capacitadas. Tienes que tomar la decisión de a quien contrataremos.

 

Minato tomó los folders, el primero tenía una pequeña etiqueta blanca en la pestaña con el nombre de Yamato mecanografiado cuidadosamente, lo abrió y le dio un rápido vistazo, era cierto lo que Kakashi decía, ese hombre era el más idóneo para el puesto solicitado, sobrepasaba las expectativas de los demás candidatos que también había preparado Kakashi dispuestos cada uno en otros folders amarillos con un espiral y el nombre de la empresa en el centro; se llevó una mano a la barbilla y miró a su alumno.

 

                –Revisare estas solicitudes y mañana los entrevistare –se llevó la mano a su rubia cabellera y sonrió–. Hoy no hay mucho trabajo, ¿verdad? –Comentó mirando de uno a otro, sin evitar pensar en la tarde que le esperaba al lado de su amante.

 

                –No, lo único es que Iruka-kun irá a ver los preparativos para la familia Hyūga –contestó Kakashi recargando su espalda en un amplio sillón de piel marrón.

 

–Bien, Kakashi-kun puedes acompañar a Iruka-kun si lo deseas. Y Jiraiya-sensei puedes ir a “divertirte” –dijo Minato tomando los folders, se levantó y tras dirigirles una sonrisa fue a su oficina.

 

La mañana y parte de la tarde se la pasó con las entrevistas que ya tenía planeadas, cuando dio la una de la tarde se encontraba completamente solo en su oficina revisando los últimos folders de los candidatos a empleados dentro de Ramen separándolos dependiendo de sus habilidades y hora en la que los vería al día siguiente. Cuando terminó su labor encargó a una secretaria que se comunicara con los candidatos y se fue a su hogar con la idea de pasar todo el día con Itachi.

 

Al cuarto para las tres llegó a su casa, en seguida se dio cuenta de que Itachi aún no se encontraba por ahí, se quitó los zapatos y los dejó en la sala de estar para después dar un rápido recorrido a la casa vacía…  en verdad extrañaba a Naruto, él lograba que todas las habitaciones se llenaran de vida, y con muchos ruidos, sin embargo en ese momento un profundo silencio reinaba por completo. Soltó un fuerte suspiro y sacó su celular marcó el número de Naruto.

 

                – ¡Otto-san! Me alegro que llamaras –exclamó la voz inconfundible de Naruto. –Sasuke y yo la estamos pasando muy bien. Debes de probar los pasteles Otto-san, ¡Son deliciosos! Aunque no se comparan con el ramen de Ichiraku…

 

Minato escuchaba atento lo que su hijo le contaba, podía escuchar el tono entusiasmado que siempre lo caracterizaba, pero esta vez era más notorio y la razón era: Sasuke Uchiha. La única persona que podía hacer que Naruto sonriera de esa manera.

 

 

 

Su mirada se posó en el reloj que tenía en la muñeca, dándose cuenta que ya eran cinco para las tres.

 

                –Naruto, me alegra que todo vaya bien. ¿Cuándo regresan? –Cuestionó el mayor haciendo que del otro lado se escuchará como el rubio le preguntaba a Sasuke.

 

                –Otto-san Sasuke dice que el martes. Tiene que hacer varias cosas –cuando Minato lo escuchó sabía que su hijo estaba inflando las mejillas.

 

                –Dobe, no te pongas así… además podemos hacer las mismas cosas allá que aquí –Minato cuando escuchó eso se aclaró la garganta, llamando la atención de su hijo.

 

                –Me tengo que ir Naruto, me quede de ver con Itachi, pero salúdame a Sasuke –dijo el mayor esperando colgar lo antes posible para darles privacidad.

 

                –Esta bien, dattebayo. Nos vemos en la casa. –dijo el rubio colgando.

 

 

 

Minato dejo salir un suspiro, guardó el celular en el bolsillo del pantalón. Se sentó en el sofá en espera de su amante, sabía que no debía de tardar pues a Itachi no le gustaba llegar tarde a sus citas. Ya había hecho la reservación en el restaurante, pero esta vez irían a otro, no podría llevarlo al restaurante de comida italiana, para que se encontrara con el mesero de la vez anterior. Esa vez quería que nadie los interrumpiera, quería estar con Itachi a solas, disfrutar de cada momento y cada suspiro de su amante, saber que cada una de sus miradas y sus casi imperceptibles sonrisas eran para él. Sonrió en silencio y esperó sobre el sofá mirando el tiempo transcurrir lentamente.

 

Los minutos pasaban y el pelinegro no llegaba, por lo que Minato le marcó a su celular sin recibir respuesta alguna. El rubio se tranquilizo, pensando que estaba exagerando las cosas, tal vez había tenido algún problema con su padre, o le había salido un imprevisto. Además solo se había retrasado media hora…

 

 

 

Cuando dieron las cinco y media Minato ya no podía aguantar más, Itachi no lo haría esperar tanto, o por lo menos se hubiera tomado la consideración de marcarle para informarle de su retraso. Sin perder más tiempo decidió ir a la empresa Uchiha, lo más seguro era que ahí tendría que estar tras un montón de papeles que no terminaba de revisar o eso era lo que quería pensar.

 

En el trayecto a la empresa siguió marcándole al celular de Itachi, pero el resultado era el mismo. Trataba de mantenerse calmado aunque parecía inútil, el solo pensar que le hubiera ocurrido algo a su amante lo estaba volviendo loco. De su mente no podía sacar que el día anterior también había llegado tarde y ahora igual… tal vez había sucedido algo en la empresa, algo que quizá prefería mantener en secreto. Lo mejor era ir a la empresa para averiguar. Cuando llegó al gran edificio de la Familia Uchiha, dejó su auto frente a la entrada principal sin importarle las señas, gritos y gestos ofensivos que le dirigían.

 

En la recepción una mujer sonrió y le hizo una reverencia en cuanto lo vio.

 

                –Bienvenido a la empresa Uchiha, buenas tardes ¿En qué le puedo ayudar? –saludó mecánicamente sin borrar su amable sonrisa.

 

                –Vengo a ver a Uchiha Itachi –contestó ignorando la belleza de la mujer.                                  

 

                –Disculpe pero él no se encuentra.

 

                – ¿Tiene mucho que se fue? –Preguntó sintiendo como su corazón latía más rápido

 

                –En realidad no se presentó el día de hoy.  Y su padre se fue hace una hora –le informó haciendo que el rubio comenzara a desesperarse.

 

                –Gracias –dijo dándose media vuelta.

 

Minato sabía que el único lugar a donde podría haber ido el pelinegro era a la casa de sus padres, por lo que se dirigió ahí. Al llegar vio a la madre de Itachi, con una bolsa del supermercado en la entrada. Minato salió rápido del auto haciendo que la mujer se sorprendiera al verlo.

 

                – ¿Dónde está Itachi? –Cuestionó poniéndose frente a la mujer, impidiéndole el paso a la casa.

 

                –Por qué debería de saberlo yo –contestó mirándolo confundida

 

                –Lamento interrumpirla, podría buscarlo en su casa –dijo observando como la mujer le sonreía débilmente.

 

                –Aunque no lo crea me alegro de que Itachi esté a su lado –al escuchar eso, el rubio sonrió –Veré si está en la casa –dijo haciendo que Minato se hiciera a un lado.

 

                –Ya te aburriste de él y ahora vienes a dejarlo –dijo la voz de Fugaku detrás de ellos, ambos voltearon viendo que el pelinegro se acercaba mal encarado.

 

                –F-fugaku tranquilo –dijo su esposa con nervios.

 

                –Tú no deberías hablar con esta clase de gente –reprochó acercándose a donde estaba la mujer, tomándola del brazo –. Entra a la casa –ordenó, Mikoto asintió y tras mirar con tristeza al rubio hizo lo que su esposo le pedía.

 

                –Ni siquiera puede tratar bien a su esposa –dijo el rubio molesto.

 

                –No te metas en lo que no te incumbe. Mejor ocúpate de tu “mujercita”… No me digas que se te escapo –. Dijo en tono burlón, mientras  sonreía de medio lado.   

 

                –Fugaku, te lo advierto, no estoy de humor para soportarte. Así que solo dime donde esta  Itachi –dijo Minato quitando el tono amable de su voz.

 

                –Jajaja entonces si se te “perdió”. Deberías de cuidar mejor tus pertenencias, te las pueden robar…

 

                –Itachi no es una cosa –dijo el rubio con los dientes apretados –. Te lo advierto Fugaku, si es que estas molestando a Itachi, esta vez no me detendré.

 

El rubio no apartó la mirada del pelinegro haciendo que este retrocediera

 

                –Largare de aquí Namikaze, no tienes nada que buscar aquí –ordenó evadiendo a Minato para entrar a la casa.

 

Minato dejo salir un suspiro y tras mirar por última vez la casa, entró en su auto para ir de regreso a su casa. En el trayecto continuó marcándole al celular de su amante, pero este seguía sin contestar, algo que lo inquietaba.

 

 

 

El cielo rápidamente se tiñó de un temible negro azabache provocando que la preocupación de Minato incrementara , eran las siete de la noche y seguía sin tener noticias de Itachi.  Estaba por salir a buscarlo por enésima vez cuando escuchó la perilla de la puerta principal girarse y la puerta abrir con suave rechinido. Su corazón saltó de desesperación y corrió lo más rápido que pudo encontrando en la entrada a Itachi con la mirada clavada en el suelo.

 

Minato sin perder tiempo se acercó, lo tomó de los hombros y levantó su rostro para conectar sus miradas, pero el menor simplemente desvió la mirada hacia el interior de la casa como si fuera lo más interesante del mundo, trató de dar un paso pero de pronto, un par de fuertes brazos lo estrecharon con necesidad.

 

                –Itachi ¿Por qué tardaste tanto? –Cuestionó dando besos en la cabeza de su amante –Me tenías preocupado –dijo apretándolo contra su pecho y su corazón.

 

Itachi entrecerró los ojos y empujó al rubio huyendo de su mirada. Minato se quedó estático ante la actitud que el menor tenía con él, abrió sus labios para preguntarle sobre su retraso pero como respuesta Itachi se alejó de su abrazo y se fue a su habitación sin mirarlo ni siquiera un instante. Minato abrió sus ojos de par en par y permaneció en silencio con los brazos extendidos y con el recuerdo del calor y el aroma de su amante, se mordió el labio inferior y sonrió sutilmente.

 

                –Al menos sé que estás bien.

 

 

 

 

 

***

 

Itachi sintió su cuerpo estremecerse por completo, y un escalofrío recorrer su cuerpo cuando ese conocido par de ojos se fijó en él. Inconscientemente retrocedió unos pasos sin apartar su mirada insegura, parecía una frágil ilusión o quizá… la ilusión había sido su vida junto a Minato.

 

                –¿No te da gusto verme Itachi? –Gruñó una voz grave cargada de enojo y deseo contenidos –Yo siempre esperé por ti –continuó con una siniestra sonrisa en su rostro –no sabes cuánto he esperado por ti…

 

El mayor se acercó con paso decidido a Itachi, tenía demasiadas ganas de tenerlo cerca suyo, pero al mismo tiempo ganas de golpearlo por todo el tiempo que le había hecho esperar sin saber de su presencia. Cuando estuvo frente al menor lo empujo hacia atrás, haciendo que la espalda de Itachi chocara contra el tronco de un árbol.

 

                –No me contestas Itachi –dijo levantando su puño y estrellándolo a un lado del rostro del menor, haciendo que este dejara salir un leve suspiro por la sorpresa.

 

                –¿Cómo puedes estar… –susurró el menor tocando con su mano el rostro de Madara

 

                –¿Vivo? –interrumpió el mayor desviando su mirada a los labios entre abiertos del menor. Deseando devorarlos de un solo bocado, como tantas noches en sus sueños lo había hecho.

 

En un rápido movimiento unió sus labios con los del menor, en un roce salvaje, quería volver a probar el sabor de Itachi, sentir como su cuerpo se estremecía con cada toque que le daba. Al sentir como Itachi no cooperaba, se enfureció, por lo que mordió el labio inferior con fuerza, segundos después sintió un sabor metálico, notando como los labios del menor se separaban, ocasión que aprovechó para introducir su lengua.

 

Itachi al sentir el dolor causado por la mordida no pudo evitar soltar un débil gemido y abrir su boca, sintiendo como la lengua del mayor se introducía en él, moviéndola con rapidez. Entrecerró sus ojos, sin duda alguna, no era ninguna ilusión, el conocido sabor de Madara llegó desde su boca hasta su corazón, todo su cuerpo reaccionó en sólo un instante y sin poder contenerse respondió el beso, jugueteando con la otra lengua. Era sorprendente cómo los labios de Madara encajaban a la perfección con los suyos.

 

El mayor recorrió con sus manos el cuerpo de Itachi, su espalda, sus largos cabellos, su cintura, su cadera, esa piel que le enloquecía, ése cuerpo que había hecho suyo infinidad de veces antes de caer allí, tomó con rudeza el cabello del menor y lo jaló haciendo que éste gimiera. Lo único que quería ahora era recordarle al menor quién era su dueño.

 

                –Vamos a otro lugar… a tu habitación–murmuró Itachi rompiendo el beso sin poder dejar de mirar ése rostro que había añorado por mucho tiempo y que creyó perdido a causa de su padre.

 

Madara lo miró y sonrió de medio lado, como si se burlara del menor.

 

                –Itachi, te aseguro que lo que te haré en la habitación te lo puedo hacer aquí –contestó acercándose al otro, tomándolo de la barbilla.

 

 Madara al decir esas palabras se acercó posando sus labios en el cuello del menor, el cual lamio y mordió sin contemplaciones, haciendo que de los labios de Itachi salieran pequeños jadeos. Las manos del mayor recorrieron la espalda de su ex- amante, bajando lentamente hasta toparse con las nalgas de Itachi, estrujándolas.

 

                –Es hora de que el paciente tome su medicamento –escucharon que decía una voz femenina detrás de ellos, Itachi se separó del mayor viendo como la enfermera desviaba la mirada con un notorio sonrojo en sus mejillas–. Es necesario que lo llevemos a su habitación –concluyó acercándose a Madara, tomándolo del brazo.

 

                –¡A Tobi no le gusta las medicinas, hacen que Tobi se sienta raro! –dijo el mayor con una voz aniñada haciendo que Itachi se sorprendiera.

 

                –Es normal que haga eso. Le hemos dicho a su padre que debe de dejar de administrarle el medicamento para que pueda firmar los documentos, pero al parecer es peligroso estando en su “verdadera” personalidad –comentó  la mujer comenzando a caminar al lado de “Tobi”.

 

Itachi los seguía detrás, sin dejar de mirar la espalda de su ex amante, no podría creer que gracias a su padre Madara tuviera ese cambio tan repentino de personalidad…  Tobi era sumiso y algo tonto. En cambio Madara era incontrolable, altanero y siempre obtenía lo que quería a cualquier precio, justo como cuando se conocieron…

 

Llegaron a una habitación pequeña, que contaba con una cama y una mesita de madera al lado de esta, que en ese momento tenía una charola metálica donde estaba una ajuga. El lugar estaba pintado de blanco y una pequeña ventana que daba al jardín. La enfermera sentó al paciente en la cama, tomó la ajuga y la inyectó en el brazo del mayor que empezó a quejarse y agitar los brazos de desesperación.

 

                 –¡Tobi no quiere más medicina! ¡Tobi es chico bueno!

 

                – ¿Qué es lo que le inyecta? –Cuestionó el menor acercándose a los dos.

 

                –Es un tranquilizante que nos permite controlarlos con mayor facilidad, aunque, nunca funcionó con él. Lo único que logramos fue que creara otra personalidad –miró a “Tobi” y le sonrió, después se dirigió a Itachi y se puso de pie–. Tendrá que irse en cinco minutos –informó tomando la charola y saliendo de la habitación.

 

Cuando Itachi dejó de oír los pasos de la enfermera, se acercó a Madara y acarició los mechones rebeldes que cubrían su ojo derecho, provocando que éste lo mirara con furia.

 

                –Estúpida –soltó el mayor quitando los demás cabellos de su rostro –Aún piensan que eso me hace efecto.

 

Itachi se dio cuenta que su personalidad había regresado algo que logró estremecerlo.

 

                –Es hora de que salga de aquí –dijo el mayor mirándolo a los ojos –necesito que hables con Inabi, dile que le ordenó que me saque de aquí, si dice lo contrario entonces amenázalo con divulgar todas sus estafas y no sólo Fugaku se enterará de esto, si no cada persona a la que ha dejado en la ruina, así que, mientras viva tendrá que cuidarse hasta de la perra con la que duerme.

 

Itachi entrecerró los ojos al escuchar el tono de voz de Madara, junto con su mirada llena de cólera. Tragó saliva y asintió, quería que el mayor saliera lo más rápido de ése lugar y haría cualquier cosa para conseguirlo, ya había soportado demasiado tiempo.

 

                –Itachi, yo sabía que vendrías a ayudarme –dijo Madara acercándose al menor –, ahora nada nos separará, te lo prometo.

 

Itachi sintió como la lengua golosa de Madara recorría su cuello degustándose con cada trozo de piel expuesta, mientras unas manos buscaban sus pezones sobre la ropa y después lo pellizcaban sin compasión alguna. Itachi soltó un gemido y hundió sus manos en la larga melena de Madara, al momento que éste se lamió los labios y lo empujaba contra la cama para posicionarse sobre él y atacar su cuello nuevamente.

 

                –L-lamento interrumpir –susurró una voz desde la puerta, Madara volteó a ver a la misma enfermera que le administraba la droga, sus ojos irradiaban odio y deseos de asesinarla.  –Terminó la visita –dijo encarando al mayor.

 

                –¡Tobi no quiere que Itachi-sempai se vaya! –dijo el mayor con una mirada triste.

 

                –Regresare por ti –dijo Itachi mirándolo a los ojos

 

                –¡Tobi kun esperara a Itachi-sempai, lo esperará justo como Madara-sempai lo ha hecho todo este tiempo! ¡¡Sólo por ti sempai!! –dijo despidiéndose con un gesto de mano.

 

Itachi se incorporó de la cama y miró a “Tobi”, acarició suavemente su mejilla, era tan extraño ver a Madara con esos gestos aniñados e ingenuos.

 

                –Regresaré por ti, lo juro, espérame un poco más –murmuró dándole una última caricia y dirigiendo una fiera mirada  a la enfermera que se limitó a hacerle una reverencia.

 

Itachi entró a su auto y se dirigió a la empresa Uchiha, quería ver ése mismo día al maldito de Inabi, miró su reloj en el que marcaban las seis y media. Sin pensarlo más, pisó el acelerador para llegar lo más pronto posible y haría hasta lo imposible por sacar a Madara de allí, el simple hecho de pensar en todo lo que Madara había soportado y aún así tenía esperanzas en que lo buscaría. Itachi apretó fuertemente sus dientes, cuando llegó a la empresa estacionó su automóvil en la entrada, el lugar estaba casi desierto de no ser por la recepcionista que lo recibió con la misma sonrisa amable de siempre.

 

                –Buenas noches Itachi-sama –saludó.

 

                –¿Se encuentra Inabi? –preguntó el menor sin responder el saludo.

 

                –Se retiró junto con algunos socios hace algunas horas. Seguramente mañana podrá hablar con él, puedo hacer una cita para que lo atienda –contestó la mujer viendo como el pelinegro mostraba por unos segundos frustración en su rostro.

 

Itachi soltó un gruñido y giró sobre sus talones, tenía que ir y obligar a Inabi a que sacara a Madara de ése manicomio en el que lo tenían en cerrado, así tuviera que obligarlo a golpes.

 

                –Itachi-sama, hace unas horas alguien vino a buscarlo –dijo la mujer haciendo que Itachi se detuviera girando su rostro –. No pude pedirle su nombre porque se fue muy deprisa, pero era un hombre alto rubio, de ojos azules y parecía muy preocupado. Si vuelve a venir ¿Quiere qué le diga algo? –preguntó la joven sin saber que esas palabras harían que el corazón de Itachi se estrujara en sólo un segundo.

 

El pelinegro se giró y continuó su camino sin darle una respuesta a la recepcionista, apretó fuertemente sus ojos, subió a su auto lo más rápido que pudo, azotando la puerta para cerrarla, se recargó en el respaldo del asiento y soltó un fuerte golpe contra el volante junto con un gruñido de rabia al recordar que justamente ése día había quedado con Minato, recargó su frente sobre el volante y se maldijo internamente.

 

                –Minato… –murmuró con dolor. Era un estúpido al haberse olvidado de su prometido, quizá el rubio estuviera preocupado y, sin embargo, él había permitido que Madara lo besara y no sólo eso, le había permitido adueñarse de sus pensamientos al grado de desplazar a Minato sin ninguna duda… en realidad era un estúpido.

 

 

 

 

 

Cuando llegó a la casa su corazón no podía controlarse, latía desbocado, había traicionado vilmente a Minato, aquel que no le dio más que su corazón. ¡Lo había traicionado sin dudarlo ni un instante! Su cuerpo se estremeció al estar frente a la puerta principal, miró el celular que traía en las manos, tenía infinidad de llamadas perdidas hechas todas por Minato. Soltó un suspiro y lo guardó dentro de su pantalón, lo que menos quería era enfrentar al rubio, no ahora que todo estaba tan fresco, el hecho de  que Madara siguiera vivo, su mirada, su carácter e incluso sus caricias. Todo eso lo cambiaba todo ¿cierto?, cuando abrió la puerta clavó su mirada en el suelo de madera, se quitó los zapatos y acomodó las llaves sobre una pequeña repisa a unos cuantos pasos adelante, su cuerpo tembló al sentir la mirada de su amante sobre él llena de preocupación y alivio impregnados. Escuchó los pasos del rubio acercarse con rapidez para después sentir que lo tomaba del hombro y trataba de obligarlo a  que lo mirase aunque él simplemente no podía, no cuando habían pasado tantas cosas… y de pronto, un amargo abrazo envolvió todo su cuerpo.

 

                –Itachi ¿Por qué tardaste tanto? –Cuestionó el rubio dando besos en la cabeza de su amante –Me tenías preocupado –dijo juntándolo más hacia su cuerpo.

 

Itachi apretó sus labios con fuerza y lo alejó a pesar de que su cuerpo luchaba por estar cerca de él, sólo de ése rubio al que quería tener lejos, simplemente porque no quería lastimarlo… Él había estado con Madara, permitió que su cuerpo e incluso su corazón recordara con caricias y besos todo lo que habían vivido y así sin más, se alejó de su prometido para dirigirse hacia a la habitación a pesar de que ese corto camino le pareció una eternidad y un suplicio.

 

 

 

Ya estaba acostado cuando escuchó al rubio entrar en completo silencio, se sentó a su lado y le quitó algunos cabellos de su frente y después delineó sus labios, mejillas y mandíbula como muchas veces lo hacía, como si quisiera grabar en su memoria cada facción de su amante.

 

                –No importa lo que haya pasado hoy, siempre te apoyaré –dijo acercando sus labios a la frente del pelinegro depositando un dulce beso, que logró que Itachi sintiera como si quemara –. Espero que pronto me digas que pasa… yo siempre estaré a tu lado.

 

Itachi sintió como el mayor se alejó y tiempo después se escuchó el agua de la regadera. Abrió sus ojos encontrándose sumido en la oscuridad junto con un nudo el la garganta que luchaba por salir, clavó su mirada hacia arriba tratando de encontrar el final de las penumbras en las que se encontraba y de pronto, sus ojos se hicieron más borrosos hasta que sintió un par de gotas resbalar por la comisura de sus ojos hasta caer en la almohada. Vaya dilema,  Minato había conseguido que lo único que quisiera era permanecer a su lado pero, Madara lo estaba esperando, confió en el durante años a que lo encontraría y ahora, no podía abandonarlo.

 

 

 

A la mañana siguiente se levantó temprano, no quería ver a Minato por lo que sin hacer ruido se arregló y se fue. Cuando llegó a la empresa se dirigió a su oficina preparado para encarar a Inabi. Revisó los expedientes que le correspondían a Inabi y con ironía descubrió que gran parte de las ganancias habían desaparecido, así como diversos malos manejos de personal y  recursos de las empresas Uchiha y, la mayor parte de las acciones perdidas, pertenecían a Fugaku Uchiha.

 

Cuando dieron las diez de la mañana lo mandó llamar y éste apareció en su oficina con una déspota sonrisa

 

                –¿Necesita algo Itachi-san? –comentó sentándose en la silla frente al escritorio.

 

                –Esta mañana encontré algo muy interesante en los negocios que manejas, al parecer hay demasiadas anormalidades con los recursos que manejas –. El hombre frente a Itachi se sorprendió, mientras trataba de evadir la mirada del menor.

 

                –Debe de ser el presupuesto de los empleados, le he dicho a su padre que deberíamos despedir a algunos –dijo tratando de controlar su voz.

 

                –Estoy de acuerdo, hay personas que no son necesarias. Sabes que Madara era el mayor accionista dentro de esta empresa y él me dejó su parte cuando…

 

“Murió”, esa era la palabra que quería utilizar pero no, se perdió en su mente.

 

                –Lo sé –contestó Inabi con voz temblorosa

 

                –Me alegra que estés enterado de eso, creo que así me facilitarás las cosas. Ahora, más te vale que hables con los directores del hospital psiquiátrico de USAGI para que el paciente “Tobi” pueda salir –dijo autoritario Itachi sin dejar de mirar al otro, percatándose de que éste se sentía nervioso y sus manos empezaran a temblar.

 

                –Y-yo no puedo hacer eso, su padre me mataría –dijo haciendo que su cuerpo temblara

 

                –Así que ya sabías que Madara estaba vivo –afirmó el menor con un gesto de ira impregnado en su voz–. Tú y mi padre son unos malditos –soltó tratando de contener los deseos de asesinar a quien tenía delante– Sólo te advierto una cosa, si decides desobedecerme ten por seguro que me encargaré de que te hundas y agradecerás  estar muerto, yo me encargaré de todo. La decisión la tomas  tú, puedes sacar a Madara de allí o ir y contarle a mi padre sobre lo que he descubierto.

 

Itachi miraba como las expresiones de Inabi cambiaban de preocupación a rabia. Sabía que con lo cobarde que era ese sujeto al final se mantendría alejado del caso, pero aún así lo haría pagar por todo lo que había hecho.

 

                –Yo no diré nada, pero tampoco haré que Uchiha Madara salga del hospital, no sé cuales fueron las razones de que su padre lo mantuviera encerrado ni me interesan –contestó levantándose de su lugar–. Con su permiso Itachi-san, tengo que resolver unos asuntos concernientes a la empresa.

 

                –No esperaba más de usted –dijo Itachi mirándolo con sus ojos fijos en él–. Por los asuntos de la empresa no debe preocuparse –murmuró recargándose en el respaldo de su asiento y sonrió con suavidad–, quizá haya algún accidente que lo deje vacante su puesto. No te perdonaré ni a ti ni a mi padre –concluyó con fiereza.

 

 

 

Itachi se dio cuenta de lo nervioso que se había puesto Inabi, pero eso también eran malas noticias, debería de hablar directamente con el director de ese hospital y advertirle algunas cosas. La noche anterior se dijo que haría hasta lo imposible por sacar a Madara de allí y eso haría aunque tuviera que declararle una guerra a su padre.

 

 

 

***

 

 

 

Minato tenía puesta su mirada en los papeles que tenía en frente, aunque los veía su mente se encontraba distante, en Itachi, había algo que le preocupaba y le molestaba no saber la razón de su inquietud. Además le frustraba el hecho de que Itachi ni siquiera le había dirigido una sola mirada, sólo eso le pedía, que sus ojos se posaran en él como siempre, así él podría adivinar con ese simple gesto lo que le ocurría.

 

Soltó un fuerte puñetazo contra el escritorio, miró su reloj, eran las tres de la tarde, se puso de pie y caminó hacia la salida, después de todo ser el jefe de una empresa puede tener algunas ventajas de vez en cuando. Se acercó a Iruka y con una sonrisa falsa le encargó el local y le explicó los detalles a afinar para que el trabajo quedara terminado. Sólo por ése día se permitiría olvidarse de todo por Itachi.

 

Siguió el mismo camino a las empresas Uchiha, cuando llegó estacionó su automóvil y se acercó a la recepcionista del día anterior.

 

                –Buenas tardes –saludó Minato a la recepcionista con una de sus radiantes sonrisas con sólo pensar en que pronto aclararía todo con su amante.

 

                –Bienvenido, buenas tardes, ¿En qué le puedo ayudar? –respondió la mujer con una inclinación y un rubor en sus mejillas.

 

                –Vengo por Uchiha Itachi –contestó sonriéndole.

 

                –Oh, claro. Usted vino ayer por lo mismo –dijo un tanto timida–, lamento decirle que Itachi-sama salió muy temprano y parece que no tiene planes de regresar ¿Desea que le dé un mensaje de su parte? –dijo la mujer algo apenada al ver la expresión de tristeza del hombre.

 

                –No… está bien. Gracias.

 

 

 

Minato salió sin saber que pensar, ahora sabía con más certeza que algo le pasaba a Itachi. Sin pensar más se fue a la casa, esperando que el pelinegro estuviera ahí, pero la encontró completamente vacía con ese silencio que no hacía más que acrecentar su inquietud.

 

                – ¿Qué es lo que te pasa Itachi? –Pensó en voz alta dejando salir un suspiro de frustración.

 

 

 

Las horas pasaron al igual que el día anterior y no había noticias del pelinegro, lo llamó a su celular pero no respondía.  Intentó tranquilizarse y se dispuso a arreglar algunos papeles que serían necesarios para su boda, el tiempo pasó lentamente hasta que dieron las siete de la noche. Donde una vez más Itachi apareció a esa hora.

 

                –Itachi, me alegra que llegaras. ¿Quieres comer? –cuestionó acercándose al menor, este lo miró fríamente, haciendo que el corazón de Minato se  acelerara

 

                –Solo me bañare e iré a dormir–respondió dirigiéndose hacia su habitación.

 

                –Estos días al parecer hay mucho trabajo –dijo el rubio siguiendo al menor.

 

                –Sí. Llegare tarde estos días… así que no me esperes. –cortó y entró al baño en donde tras un silencio se escuchó el seguro de la perilla girar, algo que nunca hacía, pues le encantaba que el rubio entrara y se duchara junto a él en donde podían divertirse un buen rato acariciándose y darse mimos que terminaban en una noche de éxtasis.

 

Minato se le quedó mirando la puerta cerrada. Le era difícil pensar que Itachi le estuviera mintiendo, se llevó la mano a la frente tratando de amenguar el alboroto de pensamientos que se agolpaban en su cerebro.

 

                – ¿Estarás hasta tarde en la empresa? –Preguntó, dándole una oportunidad más para que le dijera la verdad.

 

                –Sí. No tienes que preocuparte, yo regresaré en cuanto pueda. Así que cena sin mi –contestó en voz alta el pelinegro.

 

 

 

El rubio sonrió con tristeza y sin decir más salió de la habitación, no sabía que pensar, era la primera vez que Itachi le mentía… ¿Qué estaría ocultando? Los siguientes dos días fueron igual, Itachi salió temprano y regresó hasta tarde. Minato sentía cada vez más lejos al pelinegro, cada que intentaba acercarse éste se alejaba poniendo algún pretexto. Además cada que intentaba preguntarle que le pasaba Itachi le lanzaba evasivas que terminaban en un largo silencio. Así que tendría que investigar por su cuenta, tal vez el pelinegro se enojara pero era insoportable seguir de esa manera. Ese día estaba decidido a seguir a Itachi, desde la mañana lo había hecho, en ese momento estaba en la empresa Uchiha y aún seguía sin salir. Se sentía como una esposa celosa espiándolo, pero era la única manera… en verdad era la única manera.

 

Su corazón casi salta cuando vio como el menor salió de la empresa a las doce en su auto. Lo siguió sin que se diera cuenta sorprendiéndose de que su destino fuera un hospital psiquiátrico. Espero unos segundos hasta que Itachi entró, para después salir y analizarla fachada del edificio, pintada completamente de blanco con barrotes de metal en cada una de las ventanas, eso parecía más una prisión. Se acercó a la entrada principal y un robusto policía vestido de gris con pantalones negros se interpuso en su camino.

 

                – ¿En qué puedo ayudarle? –Preguntó el hombre.

 

                –A Itachi-sama se le olvidaron unos papeles muy importantes para firmar…

 

–¿Otra vez con ésos papeles? –soltó el policía con una sonrisa y asintió con la cabeza–. Ése interno es muy persistente ¿verdad? Es pero que por fin pueda firmar la documentación para que por fin lo dejen en paz.

 

Minato sonrió y asintió a pesar de que no tenía ni idea de lo que el hombre le había dicho. El policía le indicó que se registrara en la lista de visitas. El rubio tomó la pluma y apuntó con caligrafía burda “Yondaime Uzumaki”, lo que menos quería era que Itachi lo descubriera, tras una revisión de armas o instrumentos con los que los pacientes se pudieran dañar, una enfermera lo guió hasta una de las habitaciones más alejadas. La puerta estaba cerrada y en la parte de arriba tenía una diminuta ventana de cristal.

 

Permaneció unos segundos con la cabeza clavada en el piso blanco, debatiéndose internamente entre lo que estaba haciendo, si en verdad eso era lo más adecuado, pero la voz de Itachi llamó su atención haciendo que se acercara a la puerta. Se asomó por la pequeña ventana y su mirada se encontró con Itachi que sostenía una divertida sonrisa mientras que frente a él, un hombre de cabello largo y negro lo miraba con una expresión aniñada, tenía ese rasgo tan característico que identifica a los Uchiha, algo que lo tranquilizó, era sólo un familiar que quizá preocupaba al menor. Soltó una sonrisa y apartó su mirada, pero en ese instante vio como la expresión del desconocido cambió por completo y tomó con rudeza a Itachi de la cintura, hundió su nariz en el cuello de Itachi y soltó una sonrisa apasionada, para después susurrarle algo al oído y eliminar la distancia de sus cuerpos.

 

 

 

Minato miró la escena unos segundos sintiendo un dolor en el pecho, sus pupilas empezaron a escocerle, sentía un fuerte dolor en el pecho, una molestia que no le permitía ni gritar ni llorar. Mucho antes había escuchado la expresión “una espina clavada en el corazón” y nunca la había entendido hasta ése día…

 

Se dio media vuelta y salió del hospital, quería alejarse lo más posible, sabía que no se habían besado, pero Itachi jamás dejaría que alguien lo tomara de esa manera, que  se acercara tanto a él eso sólo significaba que era alguien muy importante para él.

 

Salió del hospital sin mirar a nadie y cuando recobró la compostura se percató que estaba en su auto, lo encendió y sin esperar más condujo a toda velocidad, deseando que esa imagen saliera de su cabeza, quería que fuera mentira lo que había visto. 

 

Manejo hasta llegar a un bar, estacionó el auto y entró, el establecimiento era elegante con música tenue y luces neón. Se acercó a la barra y pidió un Whiskey. Lo llevó hasta sus labios y dio un largo trago, pidió un poco más y sonrió, sabía que ése no era el camino indicado, que era mejor llegar a casa, pero al menos ese día quería beber… y por primera vez, no quería llegar a casa.

 

No supo cuanto tiempo estuvo allí, ni cuánto tomó. Lo único que veía cuando por fin pudo procesar lo ocurrido era a Senju tratando de sacarlo del bar.

 

                –Por fin despertase, dame tu dirección –dijo Senju pasando un brazo del rubio sobre su hombro

 

                –Senju, ¿Qué haces aquí? –Preguntó con voz adormilada sin poder enfocarlo bien, pues todo le daba vueltas

 

                –Te llamé por que hoy teníamos una cita y no llegabas al lugar acordado así que me preocupé. Pero me sorprendí más cuando me contestó un extraño diciéndome que viniera por ti, por que no podías manejar en éste estado –. Contestó el castaño llegando a su auto –. ¿Cuál es la dirección de tu casa? Itachi debe estar preocupado por ti, por lo menos lo hubieras invitado si pensabas tener una fiesta “particular”  –sonrió abriendo la puerta del copiloto, haciendo que Minato se sentara y soltara un gruñido.

 

–No quiero ir a casa –dijo evadiendo la mirada de Senju.

 

 

 

                –Nunca te había visto así, debió ocurrir algo grave –meditó unos instantes y escudriñó con la mirada al rubio que en ese momento parecía imponente como si le hubieran quitado todo en la vida. Su orgullo y ese porte elegante y confiado que alguna vez cautivaron a Senju habían desaparecido por completo–. Por ésta vez iremos a mi casa – concluyó cerrando la puerta del copiloto y subiendo al asiento del piloto.  

 

 

 

El camino fue en silencio, cada uno sumido en sus pensamientos, aunque Minato lo que menos quería era pensar. Sin darse cuenta llegaron a la casa del castaño. Estaba como la recordaba, al parecer a Senju no le gustaba cambiar nada de su lugar.

 

                – ¿Qué ocurrió Minato? –Preguntó Senju sentándose a su lado.

 

                –Itachi… al parecer tiene a alguien más –susurró con su mirada clavada en el techo.  

 

                –Vamos sabes que eso es mentira, Itachi no es esa clase de hombre. Él jamás te traicionaría, y si encontrara a alguien mejor que tú, te lo diría. Aunque eso es difícil, después de todo ¿Acaso existe alguien mejor que tú? –soltó con una sonrisa mientras que Minato mantenía ese gesto derrotado lo cual a Senju le causó rabia–. Quizá lo malinterpretaste todo.

 

Minato lo miró y sonrió sutilmente. Sus mejillas y la punta de su nariz tenían un delicioso colorete rosado debido al alcohol, algo que provocaba que su aspecto pareciera aún más seductor. Senju le acarició sus cabellos dorados, si Itachi lo estaba engañando era porque era un verdadero tonto.

 

                –Tienes razón, Itachi debe de tener sus razones para comportarse de ése modo –comentó el rubio sonriendo débilmente.

 

                –Claro que sí, ahora deja ir por una taza de café. Tienes que regresar a tu casa, Itachi debe estar preocupado, ya son las diez de la noche –dijo el castaño entrando a la cocina.

 

El rubio se levantó tambaleándose de un lado a otro, no sabía ni cuánto había bebido para estar en ese estado, todo le daba vueltas y por más que trataba de caminar derecho le era imposible. Paseó su mirada por el departamento hasta que se encontró con una de las foto que tenía Senju sobre un librero. Las vio una por una, analizándolas, encontrándose con sonrisas y personas conocidas hasta que, llegó a una en donde estaba Hashirama con el mismo hombre que había visto esa tarde con Itachi, con un semblante serio y lleno de confianza mientras que Senju sonreía a la cámara y lo tomaba del brazo.

 

                –Aquí está el café, deberías tomarlo rápido –dijo Senju poniéndose a su lado.

 

                – ¿Quién es él?  –Preguntó Minato señalando al hombre de la foto sin poder controlar su corazón desbocado.

 

                –Él es Madara… esa foto la sacamos cuando empezamos nuestra relación –dijo Senju sonriendo con melancolía.

 

                –M-madara –balbuceó el rubio sin querer creer las palabras que había escuchado–. Eso.. es mentira.

 

 

 

 

Notas finales:

T-T ahora entienden porque llore!! T-T Itachi es bakaaa, bakaaa!! En fin espero sus comentarios XD espero que no sean de amenaza jeje.

 

Nos leemos en la proxima!


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