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Falling por Khira

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Falling

 

Por Khira

 

Capítulo 5. Cuidándote

 

Tal y como muchos se esperaban, aunque los había que tenían la esperanza de que no fuera así, la selección japonesa de baloncesto quedó eliminada en la primera fase del mundial del cual eran anfitriones. Sakuragi, a pesar de que no podía dejar de pensar en Rukawa, como profesional que era lo dio todo en la cancha, por eso al igual que sus compañeros se quedó muy decepcionado y desilusionado con la eliminación. Aún así, el pelirrojo quiso quedarse hasta que terminara el mundial y ver la final, en la que estaba casi seguro de que estaría la selección de Estados Unidos, y quería ver jugar a algunos de sus compañeros y otros conocidos.

 

La primera fase había durado casi tres semanas, en las que Sakuragi no pudo de ninguna manera escaparse un momento para ir a ver a Rukawa. Por mucho que le hubiera dolido verle en el cuarto oscuro de aquella discoteca montándoselo con dos desconocidos a la vez, convencido además de que el zorro lo había hecho más que nada para fastidiarle, el pelirrojo seguía en sus trece de averiguar que había sido de su vida en esos siete años, por qué había terminado así, y sobretodo, sacarle de aquel mundillo donde se había metido.

 

Así pues, en cuanto terminó la primera fase y Sakuragi pudo por fin escapar del hotel sin compañía, decidió salir en dirección a la madriguera del zorro. Esa vez pasó olímpicamente de llamarle: era por la tarde, así que estaba casi seguro de que lo encontraría en casa.

 

Estaba ya en el hall del hotel dejando la llave en la recepción cuando apareció Furuta que volvía de una entrevista con la prensa japonesa.

 

- ¿Te vas de paseo, Sakuragi? - le preguntó acercándose por detrás.

 

- No te importa - respondió el pelirrojo secamente. Sin mirarle, empezó a caminar hacia la salida, pero Furuta le siguió.

 

- ¿Vas a ver a tu amigo Satoshi?

 

Sakuragi se detuvo y se giró para encararle.

 

- Te he dicho que no te importa - repitió con voz más dura.

 

- ¿También quieres tirártelo? - Furuta volvió a la carga sin inmutarse.

 

- Yo no soy un depravado como tú... - por supuesto en realidad no pensaba que la homosexualidad fuera cosa de depravados, era una maniobra de despiste.

 

- Pues hay rumores, ¿sabes? - el pelirrojo le miró con los ojos entrecerrados - Rumores de que en Estados Unidos te has acostado con tíos.

 

- ... - se quedó un poco parado, no tenía ni idea de eso, pero se repuso rápidamente - Al menos yo no tengo que pagar a ningún tío para que se acueste conmigo.

 

Furuta le miró furioso, pero ya no pudo replicar, pues el pelirrojo le dio la espalda y salió del hotel sin más dilación.

 

xXx

 

Al poco rato de la desagradable conversación con Furuta, Sakuragi llegaba en taxi al piso del zorro. Iba a tocar el timbre cuando de pronto se abrió la puerta y Rukawa, que parecía salir con prisa, chocó con una pared humana de más de dos metros de altura.

 

- ¿Sakuragi...? - exclamó el chico de ojos azules rebotando un poco hacia atrás.

 

- Hola Rukawa - saludó el pelirrojo, entrando en el piso sin esperar esta vez el permiso del zorro.

 

- ¿Qué -cof- cojones -cof- haces aquí? - preguntó Rukawa mientras empezaba a toser - ¿No te dije -cof, cof- que me llamaras por teléfono antes de presentarte?

 

Sakuragi entornó los ojos. Rukawa se tapó la boca y siguió tosiendo.

 

- Se me ha olvidado - dijo el pelirrojo - ¿Y esa tos?

 

- No es nada -cof-. Sakuragi, llegas en muy mal momento -cof, cof-. Tengo que irme.

 

- ¿A dónde vas así?

 

- ¿A ti que te parece?

 

Sakuragi sintió un escalofrío al comprender que Rukawa iba a encontrarse con un cliente. Lo tendría que haber supuesto por lo arreglado que iba: pantalones negros ajustados y camisa azul oscuro de manga larga. Pero tenía delante la excusa perfecta para impedir que acudiera a la cita.

 

- Así no puedes salir a la calle, y mucho menos a eso - dijo sin moverse de enfrente de la puerta.

 

- Sólo es un ataque de tos -cof, cof-, se me pasará enseguida - replicó Rukawa.

 

- Entonces no le harás esperar mucho. Me quedaré contigo hasta que se te pase.

 

Cerró la puerta tras él, y Rukawa se le quedó mirando sorprendido. Comprendió que se había equivocado de justificación.

 

- Sakuragi, tengo que irme - repitió - Perderé 20.000 yens más -cof, cof- si no lo hago.

 

- Perderás más si empeoras y no puedes salir en una semana, ¿no crees?

 

Sin esperar más excusas ni razones por parte del zorro, Sakuragi cerró la puerta y se adentró en el piso en dirección a la cocina. Rukawa se le quedó mirando y comprendió que no iba a poder sacar al pelirrojo de su casa aquella tarde.

 

- Joder... - gruñó en voz baja; sacó su teléfono móvil del bolsillo y marcó un número. Sakuragi le miraba de reojo mientras sacaba un vaso de la alacena - Hola, soy yo... No, lo siento, no voy a poder venir -cof-, no me encuentro bien... No, no es ninguna excusa, ya quedaremos otro día -cof- y te lo compensaré, ¿de acuerdo...? Venga, adiós...

 

A Sakuragi no le hizo ninguna gracia escuchar eso de ‘te lo compensaré', pero tuvo que aguantarse. Al menos había conseguido lo que quería: que Rukawa no saliera esa noche.

 

Abrió la nevera y sacó un cartón de leche, con el que rellenó el vaso que había dejado en la barra. Rukawa se dejó caer en el sofá del salón, sin quitarle la vista de encima.

 

- ¿Qué haces -cof, cof-? - preguntó.

 

- Te voy a preparar un vaso de leche caliente con miel - explicó el jugador de la selección - Va muy bien para la garganta. ¿Cuánto llevas con esta tos?

 

- Un par de días - respondió Rukawa evasivo.

 

- Esto te pasa por fumar tanto.

 

- ¡No me digas! - exclamó sarcástico.

 

- ... - Sakuragi prefirió no decir nada más al respecto - ¿Dónde tienes la miel?

 

- En el armario de la derecha del fregadero -cof, cof, cof-, arriba del todo...

 

Una vez añadió dos cucharadas de miel al vaso de leche lo metió en el microondas un par de minutos. Cuando lo sacó estaba casi ardiendo, así que le añadió un poco más de leche fría.

 

- Toma - le dijo a Rukawa mientras se acercaba a él con el vaso en la mano. Se sentó a su lado.

 

Rukawa lo cogió a regañadientes. Con el calor que hacía lo que menos le apetecía era beber leche caliente, pero no tenía ganas de discutir más con el pelirrojo. Sopló un poco para no quemarse y le dio un par de sorbos.

 

- ¿Está bueno? - preguntó Sakuragi.

 

- Psé... - murmuró Rukawa.

 

- Al menos podrías dar las gracias - le recriminó.

 

- ¿Por meterte en mi casa sin permiso y joderme una cita por tercera vez en tres semanas? - preguntó el moreno irónico.

 

- Yo no lo llamaría cita...

 

- Pues llámalo -cof, cof- como quieras.

 

- ...

 

El pequeño piso parecía más silencioso que nunca. Sólo la tos de Rukawa y el ruido de los coches de la calle quebraban aquel tenso ambiente. Sakuragi se acomodó un poco más en el sofá, y miró hacia el televisor apagado que tenía delante.

 

- ¿Has visto algún partido? - preguntó de pronto.

 

- No - respondió Rukawa, también sin mirarle.

 

- ¿Por qué no?

 

- Ya no me interesa -cof- el baloncesto.

 

- ... - Sakuragi sabía que eso no era cierto, pero no quiso hurgar más en la herida. Cambió de tema hacia el que le interesaba en ese momento - ¿Con quién habías quedado?

 

- ¿De verdad -cof, cof- quieres saberlo? - preguntó Rukawa.

 

- No, déjalo...

 

- ... - Rukawa se terminó la leche y dejó el vaso en la mesilla que había junto al sofá.

 

- Lo que quiero saber es por qué te estás prostituyendo.

 

Después de decir esto Sakuragi se irguió un poco y miró a los ojos a Rukawa, quien seguía con la vista al frente, tosiendo.

 

- Es un trabajo como cualquier otro.

 

- ¡NO ME JODAS, RUKAWA! - estalló el pelirrojo sin poder contenerse más - ¡¿Cómo va a ser esto un trabajo como cualquier otro?!

 

- ... - Rukawa por fin le devolvió la mirada, pero en silencio.

 

- ¿Es por dinero? - preguntó Sakuragi intentando tranquilizarse.

 

- Pues claro que es por dinero, do'aho - respondió el moreno - ¿Crees que -cof- haría esto por gusto?

 

Sakuragi sintió un pequeño escalofrío al oír a Rukawa insultarle tal cual estuvieran aún en el instituto.

 

- ¿Y por qué no estás trabajando de otra cosa? - inquirió - Podrías haber encontrado cualquier otro empleo...

 

- ¿Y te crees que no lo busqué? - ahora era Rukawa el que había estallado y le miraba furioso - ¿Crees que esto fue mi primera opción? ¿Que no agoté todas las posibilidades antes de convertirme en una puta? ¡Estaba sin blanca y sin estudios, y encima con este maldito dolor que...!

 

No pudo seguir hablando porque un violento ataque de tos se lo impidió. Rukawa sintió que se ahogaba y tuvo que inclinarse un poco hacia delante para intentar despejar sus vías respiratorias. Sakuragi se asustó un poco y se acercó más a él, colocando suavemente una mano en su hombro.

 

- Ey, ¿estás bien...?

 

- Claro que no -cof, cof-, idiota -cof, cof, cof, cof-...

 

Sin dejar de toser, Rukawa se levantó, apartando así la mano que el pelirrojo le había colocado en el hombro. Con la boca tapada y pasos algo inseguros se dirigió hacia el baño de la habitación.

 

Sentado en el sofá, Sakuragi esperó que volviera, mientras escuchaba preocupado aquella violenta tos. Pasaron varios minutos y se seguía escuchando a Rukawa toser, por lo que el pelirrojo se sentía cada vez más inquieto. Le pareció incluso oírle vomitar.

 

Finalmente al cabo de cinco minutos Rukawa volvió al salón. Estaba muy pálido y seguía tosiendo un poco. Sakuragi se levantó para ir a su encuentro.

 

- Creo que deberías ir al médico... - se asustó más al ver de cerca su lividez.

 

- Sí, ya -cof-, y pedir la baja, ¿no? Paso... - dijo Rukawa irónico, esquivándole para ir al sofá. Sakuragi se lo impidió agarrándole de un codo.

 

- Al menos a una farmacia para que te receten algo - insistió el pelirrojo - O mejor, yo iré a la farmacia y tú te metes en la cama.

 

Rukawa se quedó quieto. Lo cierto era que se encontraba fatal, mareado y agotado de tanto toser. Y encima en el baño había vomitado un poco de sangre, seguramente por lo irritada que tenía la garganta.

 

- Está bien -cof-... - accedió.

 

Se dio media vuelta y entró en su dormitorio. Sakuragi se quedó en el portal, viendo extasiado como el zorro empezaba a desvestirse. Sintió que en cualquier momento empezaría a sangrarle la nariz.

 

- Esto... - reaccionó cuando Rukawa se giró sin camiseta para mirarle intrigado, mostrando su perfecto y lampiño torso - ¿Dónde está la farmacia más cercana? - preguntó.

 

- Saliendo del portal a la derecha, -cof, cof, cof-, la primera calle a la izquierda, a unos veinte metros... - respondió Rukawa mientras se sentaba en la cama para quitarse los vaqueros.

 

- Ok, enseguida vuelvo... ¿Las llaves?

 

- Colgadas junto a -cof- la puerta.

 

Todavía con una inminente hemorragia nasal, agravada al ver al zorro en calzoncillos, Sakuragi cogió las llaves y salió del piso en dirección a la farmacia.

 

Ya había oscurecido. Mientras caminaba pensaba que a estas alturas era evidente que sentía algo por Rukawa, más allá de la preocupación por su salud y su estilo de vida. No se sorprendió demasiado al reconocerlo, menos cuando siete años atrás quedó encantado con aquel inesperado y dulce beso que le regaló el zorro como despedida...

 

De acuerdo, sentía algo por Rukawa, ¿pero que podía hacer al respecto? Aunque él evidentemente también era como mínimo bisexual, ambos tenían ahora vidas completamente diferentes, y vivían en países alejados por miles de kilómetros. Él era bastante feliz en Estados Unidos, jugando en la NBA, y aunque estaba de suplente en los Bulls, estaba seguro de que pronto conseguiría la titularidad. No quería volver a Japón y jugar en la mediocre JBL (N/A: Japan Basketball League).

 

En la farmacia se encontró con una cola impresionante. La mayoría estaban comprando medicinas para el resfriado; a pesar de ser verano los aires acondicionados y los cambios bruscos de temperatura propiciaban los catarros.

 

Cuando por fin al cabo de diez minutos le tocó el turno, Sakuragi le explicó la situación de su amigo al farmacéutico, y este le recetó un jarabe antitusivo bastante potente. Satisfecho con la compra, Sakuragi volvió presto al piso.

 

Al entrar dejó las llaves en su sitio y se dirigió directamente al dormitorio. Rukawa estaba tumbado en la cama, sin taparse, pero con camiseta y pantalones de pijama largos. Tenía los ojos cerrados y seguía tosiendo.

 

Sakuragi se sentó en la cama, junto a su estómago. No pudo evitar quedársele mirando varios segundos.

 

- Has tardado -cof, cof- mucho... - musitó Rukawa, aún sin abrir los ojos.

 

- Lo siento, había mucha gente en la farmacia... - Sakuragi sacó el frasco de jarabe de la pequeña bolsa de plástico con que se lo habían dado y lo abrió - Tienes que tomarte un tapón - dijo rellenándolo.

 

Rukawa cogió el tapón con el jarabe y se lo bebió de un trago. Se lo devolvió a Sakuragi para que cerrara otra vez el frasco. Luego se acomodó de nuevo en la cama de costado y cerró los ojos.

 

- Bueno, pues yo... creo que voy a irme... - murmuró Sakuragi captando la indirecta.

 

- ... - Rukawa se acurrucó un poco más.

 

Sakuragi recogió la bolsita de plástico que había caído en el suelo y se levantó. Se quedó de pie mirando a Rukawa unos segundos más, seguía tosiendo pero no tanto como un rato atrás. Rogó porque se pusiera bien pronto, esa tos tan violenta no parecía simplemente a causa del tabaco.

 

- Adiós... - dijo en voz baja.

 

- Adiós... - respondió inesperadamente Rukawa. Y sin abrir los ojos, dijo algo aún más inesperado - Y gracias...

 

A Sakuragi casi se le humedecieron los ojos por el sencillo agradecimiento, y en un arranque de ternura, se inclinó para besar a su zorro en la sien. Rukawa no se movió.

 

Era su zorro. De pronto lo tenía más claro que nunca.

 

Con una pequeña sonrisa adornando su moreno rostro, motivada además por haber comprobado que Rukawa no tenía fiebre, Sakuragi se marchó del piso para volver al hotel.

 

xXx

 

No sabía aún cómo ni cuándo lo haría, pero Sakuragi estaba convencido de que lograría ayudar a Rukawa y convencerle para que se marchara con él a Chicago. Quien tuvo retuvo, decían, y si su zorro alguna vez había sentido algo por él, de lo cual el pelirrojo estaba casi convencido a raíz del famoso beso de despedida, estaba seguro de que aquello no era tarea imposible.

 

Todavía más contento que unas pascuas por el aceptamiento de sus sentimientos y por las esperanzas de ser correspondido, Sakuragi entró en su habitación del hotel, sin hacer ruido por si Furuta ya dormía.

 

Pero Furuta no dormía. Estaba tumbado en la cama, pero en cuanto el pelirrojo se acercó a la suya se levantó con expresión socarrona.

 

- ¿Qué tal con tu amiguito el puto? - preguntó con maldad.

 

Sakuragi sintió que todo su buen humor se esfumaba de golpe. Empezó a desvestirse.

 

- Como le vuelvas a llamar así, te parto la cara - le amenazó.

 

- No te pongas así, pelirrojo - se rió Furuta - Sólo quería saber que tal había estado el polvo... Ya que yo no tuve ocasión de probarlo.

 

- Pues mira, ha ido de puta madre - Sakuragi estaba cansado de las pullas de su compañero de selección así que decidió seguirle el juego - Lástima que tú te lo perdieras. El chaval folla de miedo.

 

- ¿Ah, sí? Vaya, no sabes la envidia que me das - Furuta sonrió más ampliamente, pero de pronto su voz sonó preocupada e intranquila - Oye, te pusiste condón, ¿verdad?

 

El pelirrojo, que estaba ya sacando su pijama de debajo de la almohada, se giró algo desconcertado por el cambio.

 

- ¿Por? - preguntó.

 

- Ah, ¿es que no lo sabes? Verás, es que resulta que tu amiguito Satoshi es seropositivo...

 

Continuará...


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