Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Falling por Khira

[Reviews - 14]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Bueno, pues aquí está el final. Evidentemente, no dejé la historia abandonada a falta de un solo capítulo; originalmente iba a tener unos diez, pero decidí condensar lo que había pensado en este y así poder darle a la historia un final, que después de tres años pues como que ya era hora. Mis disculpas por mi tardanza y la fuga de mis musas de SD…

Falling

 

Por Khira

 

Capítulo 7. Reinicio

 

 

No le gustaba recibir clientes en su piso porque no quería que sus vecinos se enteraran de a qué se dedicaba, pero aquella noche Rukawa tuvo que hacer una excepción. Uno de sus mejores clientes, Seijuro, un ejecutivo de una empresa de teléfonos móviles que solía viajar a menudo a Hiroshima por motivos de trabajo, así se lo había pedido. Por lo visto en aquella ocasión había tenido que viajar acompañado y no podía pagarse un hotel que no fuera el que le ofrecía la empresa para citarse con él.

 

Sin embargo, la "cita" fue un desastre. Por primera vez en mucho tiempo Rukawa no fue capaz de concentrarse ni por un momento en lo que hacía. Incluso hubo un momento en que casi se puso a llorar. La última discusión con Sakuragi le había trastocado demasiado. Seijuro terminó muy enfadado y exigiéndole a gritos que le devolviera el dinero, a lo que Rukawa no pudo negarse. Después de unos cuantos insultos y reproches más, Seijuro se marchó por fin cerrando la puerta de un sonoro portazo.

 

Aquel portazo le recordó al que había protagonizado Sakuragi unas semanas atrás.

 

No había vuelto a saber nada de él desde entonces.

 

El mundial de baloncesto había terminado aquella misma tarde. Por lo que había oído había ganado España, y los todopoderosos estadounidenses no habían pasado del bronce. Rukawa se preguntó si Sakuragi seguiría todavía en el país.

 

Rogó con todas sus fuerzas que así fuera. Solo de pensar en la posibilidad de que Sakuragi ya estuviera de vuelta en Estados Unidos y en que no volvería a verle nunca más, se sentía desfallecer.

 

Pero si no se había marchado aún, lo haría pronto. Sabía, por haberlo escuchado en alguna entrevista, que la madre de Sakuragi había fallecido, y que por lo tanto al pelirrojo ya no le quedaban familiares en el país. Quizás seguía en contacto con su pandilla y se quedaría unos días con ellos, pero no podía darlo por hecho.

 

No podía esperar ni un minuto más, era ahora o nunca. Haciendo acopio de todo su valor, Rukawa se vistió con lo primero que pilló y salió de su piso en dirección al hotel Rihga Royal de Hiroshima, donde se había hospedado la selección japonesa de baloncesto durante el mundial.

 

xXx

 

Sakuragi terminó de hacer su maleta en silencio, al igual que Furuta. De hecho, ninguno de los dos le había dirigido la palabra al otro desde la tremenda discusión que habían tenido días atrás, cuando Sakuragi regresó de visitar a Rukawa y este le dijera que, al contrario de lo que había afirmado Furuta, no era seropositivo. La única explicación que había dado Furuta al respecto era que se trataba de ‘solo una broma'. Broma que al pelirrojo, evidentemente, no le había hecho ni puñetera gracia. Aquello, sumado a su último (y el peor de todos) desencuentro con Rukawa, había hecho que el pelirrojo hubiera estado los últimos días de un humor de perros y completamente intratable.

 

Mientras cerraba la cremallera, alguien tocó a la puerta de la habitación. Furuta, que estaba más cerca, fue a abrir. Sakuragi no se molestó en mirar hasta que escuchó a Furuta pronunciar aquel nombre maldito.

 

-Vaya, qué sorpresa... Satoshi. Me alegro de verte. -El sarcasmo era evidente en su voz.

 

Sakuragi dio un respingo y volteó inmediatamente hacia la puerta, comprobando que no era ninguna otra broma sin gracia de Furuta. Efectivamente, ahí estaba Rukawa, vestido con unos sencillos vaqueros y una camiseta azul claro, y una expresión extraña en su rostro de porcelana.

 

-Hola... -murmuró el zorro con voz también extraña. Al menos, se fijó Sakuragi, no había ni rastro de la terrible tos que le aquejaba días atrás-. Vengo a hablar con... Sakuragi.

 

Sakuragi se dirigió con pasos lentos hacia la puerta. Todavía estaba furioso con Rukawa por la forma en que le había tratado la última vez. Por dios, había pretendido cobrarle. Pero algo en la mirada del zorro le decía que este estaba arrepentido, por lo que trató de no sonar demasiado borde e indiferente cuando le habló:

 

-¿Qué quieres?

 

-Ya lo he dicho... hablar -murmuró el moreno.

 

Definitivamente, Rukawa se estaba comportando de forma muy diferente a días anteriores. Sakuragi se dirigió a Furuta:

 

-Furuta, ¿nos podrías dejar a solas un momento?

 

Furuta estuvo a punto de decir que no, Sakuragi lo vio, pero le fulminó de tal manera con la mirada que finalmente su compañero de habitación no se atrevió a negarse.

 

-Vale, pero vuelvo en media hora -refunfuñó el pívot.

 

En cuanto se quedaron solos, un tenso silencio se formó entre los dos ex compañeros de equipo. Rukawa se quedó mirando la maleta cerrada que había sobre la cama de Sakuragi. Al final, Sakuragi, impaciente, decidió instar a Rukawa a que se explicara.

 

-¿Y bien? ¿De qué querías hablar?

 

Pero Rukawa seguía absorto con la maleta.

 

-¿Te vas...? -consiguió articular-. ¿Regresas a Estados Unidos?

 

-Sí... -respondió Sakuragi, un poco desconcertado.

 

-¿Cuándo?

 

-El avión sale esta noche.

 

-Esta noche...

 

Rukawa seguía como atontado, y Sakuragi estaba impacientándose cada vez más.

 

-Rukawa, ¿me vas a decir qué...? -no pudo terminar la frase porque en ese momento Kaede Rukawa rompió a llorar.

 

Sakuragi se quedó conmocionado mientras veía cómo Rukawa, sorprendido de sí mismo por su arrebato, se tapaba la cara con una mano tratando de controlarse.

 

-Rukawa, ¿qué...? -No sabía qué decirle. Jamás había visto llorar a Rukawa, ni siquiera después del accidente, aquel atropello que le cambió la vida a su compañero, cuando aquel médico le dijo que la lesión de su rodilla era incurable y que no solo tendría que dejar el baloncesto sino que el dolor seguramente sería crónico.

 

El estallido de llanto del zorro no menguaba; Sakuragi seguía sin tener idea de qué decir, así que optó por lo más humano: dio un paso hacia él y le abrazó con fuerza.

 

Rukawa se dejó abrazar y, tras un par de sollozos más, consiguió hablar con suficiente claridad, y de paso dejando a Sakuragi asombrado por sus palabras.

 

-Por favor, no te vayas... Sakuragi... No te vayas... no me dejes otra vez...

 

Un estremecimiento recorrió la espina dorsal de Sakuragi. Era la primera vez que Rukawa se mostraba tan vulnerable, mas Sakuragi sabía que en el fondo el zorro siempre había sido así. Lo averiguó en cuanto empezó a conocerle mejor; Rukawa era frío y antisocial porque era su manera de esconder su timidez y una personalidad frágil. Quiso decirle inmediatamente que no, que no le dejaría nunca, pero claro, no era todo tan fácil.

 

-Yo no quiero dejarte... -murmuró en su oído-. Pero tengo que regresar a Estados Unidos...

 

-Lo sé... -sollozó Rukawa-. Pero... verte partir otra vez... No puedo...

 

Sakuragi decidió que era el momento de aclarar las cosas. Haciendo un gran esfuerzo, se separó de Rukawa y obligó a este a apartar la mano y mirarle a los ojos.

 

-Aquella vez... ¿Por qué me besaste...?

 

Y para su completa sorpresa, Rukawa sonrió. Una sonrisa muy leve, apenas una curvatura de labios, pero le iluminó el rostro y en particular la mirada de tal manera que al pelirrojo le dio un vuelco al corazón.

 

-¿Otra vez con lo mismo, do'aho...? Pues porque estaba enamorado de ti, estúpido, y pensé que sería la última oportunidad de probar tus labios. Además, te marchabas al día siguiente, no tenía ya que temer las consecuencias...

 

Sakuragi no se esperaba una explicación tan sincera. Aún así se sobrepuso pronto, y acariciándole ambas mejillas, le hizo la pregunta cuya respuesta podría cambiar sus vidas.

 

-Y... ¿ya no lo estás...?

 

Rukawa le miró fijamente con sus ojos azules, brillantes y enrojecidos por el llanto.

 

-No he dejado de estarlo desde los quince años, Hanamichi.

 

Sakuragi tragó saliva, un poco sobrepasado por la situación, pero satisfecho y feliz al mismo tiempo. Rukawa aún le amaba, y Sakuragi le amaba a él.

 

-En ese caso, déjame decirte que el sentimiento es mutuo. -Los ojos de Rukawa relampaguearon-. Y que vas a venirte conmigo a Chicago.

 

Un gesto de incredulidad se formó en el rostro de Rukawa, quien se quedó helado en sus brazos.

 

-¿Qué...? -exclamó.

 

-Evidentemente, no voy a dejarte aquí, y mucho menos después de...

 

De repente, Rukawa ya no estaba en los brazos de Sakuragi. Se había soltado de él y miraba al pelirrojo muy serio.

 

-Sakuragi, yo no puedo irme contigo a Estados Unidos.

 

Fue el turno de Sakuragi de mostrar incredulidad.

 

-¿Y por qué no? Sé que hablas bien el idioma, ya lo dominabas en la secundaria...

 

-No es por eso. Es porque... no puedo simplemente mudarme a otro país, ¿vale? Aquí tengo mis cosas, mi piso...

 

-Véndelo.

 

-¿Qué? No, no puedo venderlo, es mi casa...

 

-Maldita sea Rukawa, es solo un piso.

 

-¡Pero es todo lo que tengo! -exclamó el chico de ojos azules.

 

Comprendiendo al fin la inseguridad de Rukawa, Sakuragi volvió a acercarse a él y lo abrazó de nuevo.

 

-No es todo lo que tienes. Me tienes a mí.

 

Escuchó a Rukawa inspirar profundamente, tratando seguramente de no volver a caer en el llanto.

 

-¿Y si no funciona? ¿Y si te cansas de mí? -preguntó el zorro.

 

-Eso no ocurrirá -respondió Sakuragi, aliviado por que Rukawa hubiera aceptado-, pero si así fuera, te juro por mis padres que en paz descansan que jamás te dejaría tirado. Conmigo o sin mí, te ayudaría en lo posible a seguir con tu vida, aquí o allí o donde quieras.

 

-No sé, Sakuragi...

 

-Hanamichi.

 

-¿Eh?

 

-Antes me has llamado Hanamichi. Y me ha gustado. Sigue llamándome así, por favor...

 

Rukawa suspiró.

 

-Hanamichi...

 

Sakuragi volvió a apartarse un poco y le besó. Un beso largo, sin prisas. Cuando se separaron, Sakuragi empezó a acariciar el ahora largo cabello de Rukawa. Solo quería aclarar una última cosa, y decidió que era el momento.

 

-El otro día, en tu casa... ¿por qué te comportaste así? -preguntó el pelirrojo-. Si me quieres... ¿por qué querías cobrarme?

 

-Yo... No sé, estaba asustado... -respondió Rukawa con un hilo de voz-. Todo sucedió muy deprisa, y pensé por un momento que te estabas aprovechando de mí, y...

 

-Yo jamás me aprovecharía de ti -interrumpió Sakuragi-. Pero sí es cierto que no debí "atacarte" tan de repente... Es que... Joder, me alivió tanto saber que no estabas enfermo... Fue en ese momento cuando me di cuenta de lo realmente importante que eres para mí...

 

La sonrisa de Rukawa volvió a aparecer, esta vez con un deje de picardía.

 

-Si quieres... puedes atacarme ahora.

 

Tras un instante de vacilación, Sakuragi le devolvió la sonrisa. Besó de nuevo a Rukawa, ahora de forma más hambrienta, siendo correspondido de inmediato. Luego, poco a poco, le fue empujando hacia la cama, hasta que las piernas de Rukawa chocaron contra la cama, y entonces se dejaron caer ambos sobre ella.

 

En ese preciso momento la puerta de la habitación se abrió y entró Furuta.

 

-Vaya, vaya... ¿cuánto tengo que pagar para apuntarme?

 

Sakuragi, que en ese momento tenía los labios pegados al terso cuello de Rukawa, bufó. Se levantó a regañadientes e indicó a Rukawa con un gesto que hiciera lo mismo.

 

-¿En serio ha pasado ya media hora? -preguntó Sakurago, sarcástico. Apenas habían pasado diez minutos desde que se quedaran solos.

 

-En mi reloj sí -dijo Furuta, burlón-. Ey, pero por mí podéis seguir, ¿eh? No os cortéis.

 

-No, gracias, tenemos cosas que hacer.

 

Rukawa le miró interrogante, pero Sakuragi prefería no hablar delante de su compañero de equipo. Cogió de la mano a Rukawa y le guió hasta la puerta de la habitación.

 

-¿A dónde vas? -preguntó Furuta-. Tenemos que estar en el aeropuerto dentro de dos horas.

 

-Y allí estaremos, no te preocupes.

 

Ni a Furuta ni a Rukawa se les escapó que había usado el plural. Furuta no tuvo tiempo de cuestionarle al respecto porque Sakuragi ya había salido de la habitación junto con Rukawa, pero en cuanto hubo cerrado la puerta el zorro no tardó ni dos segundos en hacerlo.

 

-¿Cómo que estaremos, Hanamichi? ¿Pretendes que me vaya contigo a Chicago hoy mismo?

 

-Obvio; no voy a permitir que te quedes aquí ni un solo día de más, podrías cambiar de idea.

 

Rukawa meneó la cabeza.

 

-Estás loco. Tengo que empacar mis cosas, comprar el billete... Perderemos el vuelo.

 

-Eso no importa, cogeremos el siguiente.

 

-De Hiroshima a Narita, vale, pero... ¿y de Narita a Chicago?

 

-No te preocupes, hay un vuelo diario a las seis de la tarde.

 

Rukawa se quedó sin argumentos. De pronto se dio cuenta de que Sakuragi aún tenía su mano cogida y se sonrojó.

 

-¿Te molesta? -preguntó Sakuragi al seguir su mirada.

 

-No... para nada -respondió dejando escapar una leve sonrisa.

 

-Bien. Vamos, en marcha. -Ambos empezaron a caminar lentamente por el pasillo-. Pillaremos un taxi hasta tu casa y te ayudaré a hacer las maletas. Más adelante, cuando estés ya instalado en mi casa, ya pensaremos cómo traer el resto de tus cosas. ¿Quizás te las podrían mandar tus padres?

 

El gesto de Rukawa se ensombreció.

 

-Ya te lo dije; me peleé con ellos hace años.

 

-¿Por qué?

 

-Porque les confesé que era gay, y no se lo tomaron precisamente bien.

 

-Entiendo... -Sakuragi comprendió por fin por qué los padres de Rukawa le habían dado la espalda y no solo no le habían pagado la universidad sino que además le habían echado de casa. Era una pena que en pleno siglo XXI aún hubiera padres así, sobre todo en Japón. Le dio un apretón cariñoso en la mano para animarle-. Bueno, no te preocupes, ya pensaremos en algo.

 

Sakuragi y Rukawa siguieron su marcha sin soltarse de la mano en ningún momento, no solo rumbo a casa de Rukawa sino a una nueva vida para los dos.

 

 

Fin


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).