Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El fantasma y la rosa por starsdust

[Reviews - 7]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Lo reconocí porque lo había visto muchas veces antes. Sabía que pertenecía a Albafica, y que era un objeto que él atesoraba desde que era niño. Debí haberlo devuelto en el momento. Hubiera sido fácil dejarlo en un lugar visible en su templo o dárselo a mi hermano para que se lo entregara, pero lo guardé conmigo, en espera de la oportunidad adecuada. El tiempo pasó. La rutina del santuario siguió adelante como de costumbre, hasta que un día decidí actuar.

Había resuelto que tenía que ser esa noche. Abandoné Géminis ocultándome bajo una capa y comencé a ascender. Llevaba más tiempo en el santuario que la mayoría de los guardianes, y por eso conocía los atajos y rincones más seguros para atravesar las Doce Casas. Quizás por eso mismo, me confié, y poco después de salir ocurrió algo poco común: alguien interceptó mi camino.

-¿Quién está ahí? -dijo una voz, unos pasos detrás de mí. Aquel era el territorio de Cáncer y ese era su guardián, Manigoldo.

Yo sabía del interés que él sentía por Albafica, y de las varias veces en que había intentado acercarse. También había notado que a pesar de todo, Albafica también sentía cierta simpatía por él. Por alguna razón vi allí la chance de convertir un problema en una oportunidad. Dejé que el colgante se escurriera entre mis dedos y me serví del segundo de confusión que eso generó para escabullirme de vuelta entre las sombras.

Todo había ocurrido en unos instantes. Lo suficiente como para que Manigoldo llegara a detectar un atisbo de la energía que emanaba mi presencia asomándose a través de la oscuridad, pero no lo suficiente como para que pudiera verme con claridad y asegurarse de que se había tratado de algo real.

Lo observé desde la distancia con atención. Lo vi dar vueltas en busca del origen de lo que acababa de experimentar, sin saber que se trataba de mí. Finalmente, tuvo que conformarse con el colgante que yo había dejado caer como única pista. Se agachó para tomarlo en sus manos, y en su actitud pude notar que la fragancia floral que desprendía le llamaba la atención. Pensé en deslizar disimuladamente en sus pensamientos el nombre de Albafica, pero no hizo falta.

-¿Albafica...? -preguntó él, sin dirigirse hacia ningún lugar en particular.

No quise meterme en su mente para saber lo que estaba pensando, como podría haber hecho. Decidí esperar a su reacción. No pasó mucho tiempo hasta que él salió de su templo y comenzó a ascender por las escalinatas, sin sospechar que yo iba detrás de él, serpenteando entre las penumbras.

Su destino resultó ser, previsiblemente, el templo de Piscis. Llamó a su dueño repetidas veces, y no se detuvo hasta que lo vio emerger desde una de las puertas laterales. No importaba que fuera plena madrugada, Albafica se veía tan impecable como siempre. Parecía estar listo para enfrentarse a cualquier imprevisto, pero la expresión con la que recibió a Manigoldo no fue del todo amigable.

-¿Qué vienes a hacer a estas horas? Ya te dije que...

-¿Está todo bien por aquí? -preguntó Manigoldo con seriedad-. ¿Por casualidad no habrás sentido nada extraño? ¿Como un intruso, por ejemplo?

-¿Crees que no notaría si un extraño entrara en mi territorio, Manigoldo? -respondió Albafica con exaspero.

Yo sonreí desde mi rincón sombrío. Albafica tenía razón, en parte. Que alguien pudiera infiltrarse sin ser notado hasta llegar a la última casa era prácticamente imposible. A no ser que, como yo, hubiera nacido en ese lugar y hubiera aprendido a esconder su presencia hasta el punto de poder confundirse con los mismos muros. Yo era mayor que ellos dos. Yo ya era parte del santuario cuando ellos llegaron. Por eso podía pasar desapercibido.

-Considerando que no te gusta ni que entre la gente que viene con buenas intenciones, como yo, supongo que no, pero aún así...

-No entiendo por qué estás aquí -dijo Albafica, retrocediendo un poco al notar que Manigoldo se acercaba.

-Bueno, no te pongas tan nervioso... -Manigoldo le dio la espalda a Albafica como si fuera a dirigirse a la salida, pero en lugar de eso estiró la mano con la que sostenía la cadena del colgante que había encontrado, de manera que el otro pudiera verlo-. Quería preguntarte acerca de esta cosa, pero ya que te da igual me la quedaré.

-¡Espera!

La voz de Albafica estaba cargada de una urgencia fuera de lo común en él. Cuando Manigoldo se dio vuelta, se encontró ante un Albafica diferente al de unos momentos atrás. Creo que no esperaba verlo tan impresionado.

-¿Te es familiar?

-¿Dónde lo encontraste...? -preguntó Albafica, aventurándose a adelantarse unos pasos.

-Digamos que... se cruzó por mi camino -musitó Manigoldo, rascándose la cabeza.

-¿Podrías dejarlo allí para que lo vea mejor?

La petición provocó que Manigoldo hiciera una mueca de disgusto.

-¿Estás loco? ¡De ninguna manera! -exclamó, apuntando con el dedo-. Si te interesa, ven a buscarlo.

Resignado, Albafica se acercó hasta quedar frente a Manigoldo, que convenientemente había enredado la cadena entre sus dedos. Albafica no se atrevió a tomarla. La observó por un buen rato con una mezcla de incredulidad y admiración.

-No es posible... ¿Cómo puede ser?

-¿Es tuyo?

-Creí que lo había perdido -explicó Albafica-. Poco después de conseguir la armadura.

-Entonces te pertenece.

-¿Cómo sabías que era mío?

-¿Qué clase de pregunta es esa?-preguntó Manigoldo en voz baja. Había aprovechado la distracción de Albafica, cuya atención estaba puesta en el colgante, para acercarse más a él. El espacio que los separaba era ahora muy estrecho-. ¿No es obvio? -agregó-. Podría reconocer este aroma en cualquier lugar... el aroma que te rodea. Es inconfundible.

-Manigoldo, no -dijo Albafica, apartándose un poco. Se veía apenado, pero tuve la sensación de que no era por las palabras de Manigoldo, sino que estaba molesto consigo mismo por haber bajado la guardia-. En serio, ¿de dónde lo sacaste?

-Estaba fuera de mi templo cuando me pareció sentir... ver... algo... o alguien... Pero lo único fuera de lugar que encontré fue esto.

-¿Alguien? ¿Qué tipo de alguien?

-Te digo que no tengo idea. Fue solamente un momento y no dejó rastros de energía oscura. Mi primera impresión fue que se trataba de un espíritu, pero...

-¿Un fantasma...? ¿Lo crees posible?

-Qué sé yo. Pero no era una amenaza. En fin, si esto es tuyo deberías quedártelo, ¿no? -Manigoldo extendió su mano hacia Albafica, que tuvo que dejar de lado sus dudas y aceptar la condición implícita de que tendría que desenredar él mismo la cadena del colgante de entre los dedos del otro para poder tomarla. Y eso fue lo que hizo, con sumo cuidado. Manigoldo se mantuvo callado durante el proceso, pero antes de que Albafica se alejara, acarició con suavidad la palma de su mano y susurró algo en voz baja-. Aunque si tienes tantos admiradores que hasta vienen del otro lado a hacerte regalos, tendré que prestarle más atención a la competencia.

-¡Manigoldo!

-No te alejes... -dijo Manigoldo entre dientes-. ¡Íbamos bien, puta madre!

-¿Sabes qué día es hoy? -preguntó Albafica, ya desde una distancia prudencial, ignorando las protestas de Manigoldo.

-¿Viernes...? -masculló Manigoldo, aún molesto.

-Se cumple fecha del día en que me dejaron en el santuario.

-Ya veo. Una casualidad interesante.

-Solamente mi maestro lo sabía -murmuró Albafica, con la vista fija en el colgante que acababa de recuperar-. Él fue quien me regaló esto cuando yo era niño.

-Alba...

-Gracias por traerlo.

Como tantas veces antes, Manigoldo fue obligado a retirarse. A pesar de las quejas, tuvo que ceder a la voluntad de Albafica. Se fue con aire derrotado y frustrado, aunque seguramente volvería en otro momento, motivado por un nuevo pretexto.

El templo volvió a quedar silencioso tras su partida. Yo sabía que no debía estar allí, pero tendría que esperar al momento oportuno para salir. Este no era el adecuado, porque Albafica parecía haber detectado que el lugar no estaba completamente vacío, y estaba extremadamente alerta.

Apretando en su mano el colgante, comenzó a mirar a su alrededor como si buscara algo entre las sombras, hasta que de pronto se quedó mirando directamente hacia el punto oscuro donde yo estaba oculto. Lo vi acercarse y me di cuenta de que estaba acorralado. Entonces lo escuché decir algo que me hizo sentir un nudo en la garganta.

-¿Maestro? -preguntó Albafica.

La luz pálida que se colaba en el templo hacía brillar el reflejo tembloroso de sus ojos. Me pregunté qué hacer. Le hablaba a lo que él creía que era un espacio vacío, pero si continuaba acercándose, me descubriría.

Se me ocurría una salida, pero tuve que convencerme a mí mismo de que era la única posible antes de tomar acción. No me gustaba la idea de manipular la mente de Albafica, pero tendría que hacerlo si no quería ser desenmascarado como el intruso que era. Así que avancé, saliendo de entre las sombras, mostrándole lo que él quería ver.

Él retrocedió ante la visión. Las ilusiones eran una de las técnicas que yo había aprendido de mi hermano. Uno de los poderes de Géminis. Lo que Albafica vio y lo que escuchó a continuación se correspondió con los recuerdos que tenía de su maestro, a quien tanto extrañaba. No fue difícil tomar su forma, porque yo mismo lo había observado durante años. Era una farsa perfecta.

-Sí... -mentí.

Albafica se dejó envolver por la ilusión sin resistencia, porque esta representaba todo lo que él quería ver. Me quedé inmóvil cuando se acercó a mí con los ojos llenos de lágrimas. No supe qué hacer cuando reclinó su cabeza contra mi pecho. Yo también sabía lo que era la soledad, y tampoco estaba demasiado acostumbrado al contacto con otros. Apoyé una mano sobre su cabeza, sin atreverme a convertir el gesto en una caricia, y él respondió rodeando mi cintura con sus brazos para aferrarse a mí.

-Maestro...

-Debo irme -dije, luchando por que mi voz sonara entera.

Eso bastó para que Albafica se apartara. No se veía como el orgulloso santo dorado como el que se presentaba ante el mundo, sino como un huérfano perdido. Me sentí aplastado por la culpa mientras dejaba atrás su templo para volver a internarme en la oscuridad de la noche. No me atreví a mirar atrás. Él no merecía aquel engaño, por más dulce que fuera.

Fin~ 

Notas finales:

No es hot, no estoy conforme, es medio aburrido y todo eso, etc. Pero bueno, tenía ganas de contar esta historia de todas maneras.

Me interesaba usar a este Defteros inseguro y no-demonio de la época en que vivía escondido en el santuario, a Mani siendo cursi con Alba (después de todo, en el manga llama a Alba "hermoso") y explorar el tema de la debilidad que tiene Alba con lo que tiene que ver con su maestro. Fin.

Y sí, voy a continuar el otro fic xD 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).