Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Geist por Shun4Ever

[Reviews - 161]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Shaka era el gobernante y rey de las tierras colindantes al antiguo reino de Herno, pero también del que era el temido reino de Konda. Hacía unos largos años que gozaba de total tranquilidad y a su pueblo nunca le faltaba de nada, pues él mismo se reunía con sus aldeanos para escuchar sus demandas y protestas. Disfrutaba de la presencia de la gente del pueblo y eso mismo le estaba inculcando a su pequeño progenitor que contaba con solo dos añitos de edad. Los aldeanos hacían reverencia allí por donde pasaba el rey con el príncipe, pero por orden del mismo rey lo trataban como a un igual, pues eso de las diferencias sociales no estaban bien visto en su reino. Se aproximaban a entregar presentes al pequeño principito que no hacía más que reír y corretear con los aldeanos, que ya casi eran parte de su familia.

- Hyoga. No te alejes.

Rechistó la reina, que ese día les estaba acompañado, a lo que su marido corrió tras su pequeño y sujetándolo entre sus brazos, volvió a donde se encontraba su esposa.

- Sabes bien que no hay quien le detenga, Natassa.

Decía el rey mientras besaba tiernamente la frente de su alborotador hijo y acariciando más dulcemente si cabe el abultado vientre de su reina. Quiso el destino que recibieran la noticia de un próximo alumbramiento en el bien avenido reino de Herno, al tiempo que eran conocedores de esa misma noticia en su propio reino, pues ambas reinas, Pandora y Natassa se encontraban expectantes ante la venida de un nuevo miembro a la familia.

Las lunas pasaron y el feliz pero doloroso acontecimiento dio lugar una noche de invierno. En la alcoba de la reina, la mejor comadrona del reino se encontraba atendiendo a la señora y la criatura que venía de camino. Shaka esperaba junto a sus fieles escuderos y trataba de calmar a un lloroso Hyoga, que se encontraba en ese estado desde que escuchara los lamentos de su madre.

- Vamos Hyoga, debes ser fuerte. A madre no le va a pasar nada – Le decía mientras le acurrucaba en su pecho y limpiaba sus pequeñas lagrimitas de esos ojos azules mar. El pequeño príncipe hipó ante las palabras de su padre y se calmó por fin, estando apegadito al rey de Virgia, quedándose dormido unos minutos después. Shaka besó la frente de su pequeño y se lo entregó a la nana, que se encargaría de dejarlo en sus aposentos para descansar.

- Gracias June.

La muchacha hizo una reverencia con la cabeza para no despertar al pequeño príncipe y se lo llevó para acostarlo en la que era su habitación. Shaka suspiró nervioso y comenzó a dar pequeños paseos sin apartar, de vez en cuando, la mirada de la puerta de la habitación, en donde solo se escuchaban los alaridos de su esposa. Pero la fortuna no estuvo de parte del reino de Virgia, pues aunque esa noche nació una bella princesita nombrada Esmeralda, la pobre reina no pudo soportar bien el parto y acabó falleciendo unas lunas después, debido a una fuerte infección. El reino se sumió en el silencio y la tristeza por la perdida de su reina, pero a medida que la pobre princesita iba creciendo, se fue ganando el respeto y el cariño del pueblo, al igual que el de su padre, que la cuidaba y vigilaba como el mayor de sus tesoros. Y así era para el rey, pues  la princesa había sido el último regalo de su amada esposa y bien se encargaría de que fuera la mejor reina del mundo.

Al cumplir un año la pequeña princesa, llegaron noticias de lo acontecido en el reino vecino. Sin duda el rey Radamantis era de temer, por lo que con miedo de que su reino corriera la misma suerte, mando entrenar a su ejército y con ayuda de sus aldeanos, ocultó a sus dos pequeños soles en la aldea más alejada del castillo.

- June, te confío a mis pequeños. – Le dio en brazos a la pequeña princesa, mientras besaba la frente del pequeño Hyoga – Sabes que te llevas mi vida con ellos – Amargas lágrimas salían de sus ojos al ver como el pequeño se aferraba a su cuello con todas sus fuerzas.

- Mi señor – June tampoco pudo hacerse la fuerte ante aquella imagen de su rey, que le estaba desgarrando el alma – Cuidaré de los príncipes como si fueran mis propios hijos. Daré la vida por ellos, si es necesario.

Shaka asintió a la muchacha y se marcho para evitar ver la partida de sus pequeños. Ahora el futuro del reino de Virgia estaba en sus manos.

June salió despavorida del castillo y se subió a un pequeño carro que le estaba esperando para sacar de allí a los príncipes. Al rey Shaka no le pareció buena idea dejar a su criada sola, por lo que encargó al mejor de sus caballeros marchar con la muchacha y proteger a los príncipes. Viajaron durante todo el día hasta llegar al bosque que colindaba con el reino de Herno.

Cuando el día amenazaba con acabar, buscaron refugio en una casa cercana, que al parecer se trataba de una noble familia. Bajaron del carro y lo dejaron oculto en la espesura del bosque y caminando y con los pequeños príncipes a cuestas, se dirigieron a la entrada de aquella propiedad.

No tuvieron que esperar mucho, pues una joven muchacha se encontraba en la misma, como si recién hubiera llegado, con lo que parecía ropa para niños pequeños. Camus, que así se llamaba el guerrero de Virgia fue el primero en hablar.

- Discúlpenos señora. – Miro a June y a la pequeña princesa y volvió a mirar a la muchacha que estaba tras la puerta - ¿Podría darnos alojamiento? - Se inventó una escusa que parecía creíble – Mi esposa y los niños están cansados y – miró al cielo al tiempo que rogaba por que la muchacha les acogiera – ya no podemos seguir por hoy, pues la noche nos ha hecho presas de su abrazo.

Saori, que era la muchacha que ahora se encargaría de la casa de su reina y de criar a los herederos de Herno como sus propios hijos, miró al joven matrimonio y al ver a los dos pequeños con ellos, se apiadó de la familia.

- Pasen por favor.

Los pertenecientes a Virgia entraron a la propiedad y la muchacha de Herno cerró las puertas tras de sí. Mu el guerrero que acompañaba a Saori con el mismo propósito que Camus, se encontraba unos pasos más adelante, tratando de calmar al pequeño príncipe inmortal. Al ver a los extraños en la propiedad, metió sin demora a Ikki en la casa y cerró tras de si la puerta, preparado por lo que pudiera pasar. Saori que vio como el rostro de su acompañante se endurecía,  se apresuró a calmarlo, siguiendo casualmente, con la misma invención que oso tener Camus.

- Este es mi esposo Mu. – Miró como pidiendo permiso y perdón al mismo tiempo – Esta familia nos ha pedido alojamiento esta noche. – Suplico con su mirada y el caballero de Herno se relajo un momento – Traen a dos niños con ellos.

Mu se giró y abrió nuevamente la puerta para encontrarse con el pequeño Ikki, que lo miraba enfadado. Mu iba a tranquilizar al pequeño príncipe pero cuando vio a esas personas extrañas, se apresuró corriendo a donde su pequeño hermano se encontraba y se posicionó delante de él, como protegiéndolo. Saori sonrió sin poder evitarlo al ver como protegía el mayor a su pequeño hermano.

- Estos son los pequeños Ikki y Shun – No diría nada más pues aunque a los pequeños se les conocía en el reino, nunca se les vio la cara y solo se sabía de sus motes.

Fue el turno de June, que hizo las oportunas aclaraciones al ver a una buena familia.

- Este es mi esposo Camus -  pronto se había unido al juego y no le molestaba, pues entre ambos siempre había existido buen ambiente – Yo soy June y estos son nuestros pequeños – tragó duro al decir “nuestros” – Hyoga y Esmeralda.

Camus dio un par de pasos y alargó la mano hacia el señor de la casa y Mu ante aquel acto, reaccionó de la manera que se esperaba, estrechándola contra la suya.

- Bienvenidos a nuestra humilde morada.

Y era humilde, pues aunque era muy grande para una familia campesina, no estaba tan bien cuidada como para ser de unos nobles o de alguien de alto estado.

- Les acompañaré a la habitación para que acueste a los niños – Sonrió Saori al ver  a los pequeños – Deben estar cansados.

Camus acompaño a la que sería su esposa ficticia desde ese momento a una habitación amplia con un par de camas. Con cuidado se encargó de dejar al pequeño Hyoga en una de ellas y salió de la habitación para que June acostara mejor a los niños. Saori y Camus bajaron nuevamente hasta el salón, en donde Mu se encontraba atendiendo al pequeño Shun, que había comenzado a llorar. Saori apresuró el paso y cogió entre sus brazos al menor de los príncipes meciéndolo entre sus brazos al compás de una nana.

La primera noche para ambas nuevas familias fue exhausta debido a los acontecimientos. Los pequeños no hacían más que llorar debido a la falta de sus padres y los sirvientes trataban de calmar a los príncipes para no tener que desvelar su identidad.

Con la llegada de la mañana, toco el turno de remprender la marcha para los habitantes de Virgia, pues su destino era el reino de Hara, más allá de las montañas Cota, que hacían de división perfecta con el reino de Herno. Saori no les dejó marchar de la casa sin que se llevaran algo para el camino y aunque no era mucho lo que tenían, lo agradecieron de buena gana. Aceptaron leche fresca para la pequeña Esmeralda y pan con membrillo para el pequeño Hyoga, así al menos los pequeños infantes estarían alimentados.

- Muchas gracias por todo – Dijo June que ya tenía a Esmeralda en los brazos – De verdad, no saben cuanto han hecho por estos pequeños.

Se despidieron y siguieron con su marcha, pero cuando llevaban unas cuadras andadas, encontraron algo que Camus no pudo dejar pasar. Un hombre se encontraba sumergido en la orilla del rio que bordeaban. Se podía ver claramente una herida en su espalda, pues esta aun teñía el agua que le tocaba. Se apresuró a bajar del carro, entregándole una de sus dos espadas a June y se acercó al extraño. Comprobó su pulso y al ver que aún estaba con vida, lo sacó del agua con prisas y tras quitarse la camisa, vendó con ella la herida que aun sangraba. Cargó al hombre sobre su espalda y lo acomodó en la parte trasera del carro, tapándolo con unos pequeños trapos que se encontraban allí.

Cuando la noche volvió a caer, llegaron al destino que era a casa de la Irina, la hermana de June, se apresuraron a bajar al hombre y darle los cuidados oportunos. Por suerte para aquel hombre desconocido, Syd, el marido de Irina, era curandero y se encargó de la correcta curación de la herida. El hombre permaneció inconsciente un par de días, pero despertó con el cambio de luna, siendo Camus el que vigilaba sus sueños en ese momento.

- ¿Cómo se encuentra señor?

- ¿Dónde estoy? – El desconocido trató de incorporarse pero no lo consiguió pues la espalda le ardía de dolor.

- ¿Puede recordar algo? – Camus se había levantado y le estaba ayudando a incorporarse en el lecho. - ¿Qué le sucedió? ¿Lo recuerda?

Tras un breve silencio, el desconocido negó con la cabeza al tiempo que entraba Syd para revisar al que era su paciente.

- Buenos días. – Syd le regaló una sonrisa – Me alegra que esté despierto. ¿Recuerda algo?

- No. ¿Dónde estoy? – El hombre se llevó las manos en la cabeza y trató de recordar algo, cualquier cosas que le indicara quien era o que hacía allí, pero lo que más le inquietaba era saber porque tenía ese ansia en el pecho, como si algo muy preciado para él corriera peligro. Tragó duro y se atrevió a preguntar - ¿Qué me ha pasado?

Camus solo miró a Syd y este le indicó que saliera de la habitación, amablemente. Cuando estuvieron solos, Syd se acomodó en una de las sillas de la estancia.

- Mi nombre es Syd y el hombre que se acaba de marchar es Camus, mi cuñado – sabiendo la gravedad del asunto, siguieron guardando las apariencias – Él le encontró en el rio hace unos días. – Suspiró – Tenía una herida grave en la espalda y un fuerte golpe en la cabeza. ¿Recuerda algo? ¿Aunque sea su nombre?

El hombre, tras pensarlo con todas sus fuerzas y no poder recordar ni el más mínimo detalle de su vida, negó con la cabeza.

- Bien. Entonces necesitará un nombre hasta que recuerde el suyo. – Pensó en como podrían referirse al hombre – Te llamaremos Kisho hasta que sepamos tu verdadero nombre. – Se levantó y se acercó al lecho – Ahora descansa o no se curará bien la herida

Ayudó a Kisho a acostarse nuevamente y salió de la alcoba un tanto preocupado. Sin saber siquiera quien era no podían a arriesgarse a tenerlo en casa con ellos, pero tampoco podían abandonarlo sin que el hombre recordara ni su nombre. Se dirigió a la parte baja de la casa, en donde pregunto a los presentes para solventar el nuevo problema que se les venía encima. Los presentes solo le miraron acceder al salón con preocupación.

- Nada. No recuerda ni su nombre, ni como llegó al rio, ni siquiera que estaba en el rio. El golpe que recibió fue más fuerte de lo que pensaba.

- ¿Y que hacemos? – Preguntó Irina acercándose a su esposo

- Pues de momento darle cobijo. – Suspiró cansadamente – No podemos dejarlo así.

- Pero ¿y los príncipes? No sabemos si quiera si estaba tras ellos – Dijo June un tanto preocupada.

- Calma June. No creo que ese hombre estuviera tras los niños. Además yo mismo he estado con él y en sus ojos se demuestra que está sorprendido por no conocer siquiera su nombre.

Irina se acercó ahora a su hermana y la abrazó con fuerza, al tiempo que le susurraba al oído.

- Tranquila June. Nada les sucederá a los príncipes. – Besó su cabeza y miró a Camus – Recordad que ahora son vuestros hijos.

Notas finales:

Este capitulo se lo dedico a Chris Yagami por haberme ayudado y a mi buena amiga crystalwall, que se muere por leer la continuación. XD

Aquí os dejo algo que os alegrará la vista. Al menos para mí es muy importante: Geist

Muchas gracias por compartir su tiempo con mis fics. De verdad, que me hacen muy feliz. Espero que os guste lo que viene y por fa, cualquier comentario es bien recibido. 

Cuídense ^_^


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).