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Apagón (I, II y III) por Ixland

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Notas del capitulo:

  Al final esto va a ser un three-shoot, porque estaba quedando muy lago y sino iba a seguir retrasando la publicación, así que lo siento, en lo próximos dáis pondré la tercera parte.

 

            Estaba tumbado en su cama, la reconocía. Blandita y calentita, con una almohada dura, como le gustaba. Me retiré el pelo de la frente, apenas podía ver. Tenía la frente muy sudada, tenía frío. Busqué la sábana por mi cuerpo, estaba arremolinada en mis caderas.

–No te tapes –escuché, y giré mi cara hasta enfrentarlo–. Por favor –añadió en tono conciliador. Yo no sabía con qué tipo de expresión tenía que mirarle, tan sólo no iba a apartar mi mirada de él.  

            De nuevo, ¿cómo había llegado hasta ahí?

 

–¿A qué vienen tantas estúpidas preguntas sobre Born? –Preguntó Uruha haciendo a Reita quedarse parado con un pac de cerveza en cada mano que acababa de sacar de la nevera del convini buscando unas excusa.

–No sé, es que casi no los conozco. No se relacionan con nadie –dijo mientras metía las cervezas en la cesta con ruedas que arrastraba Uruha.

–Bueno, por lo que me ha dicho Ruki, su batera se relaciona especialmente bien con nuestro batera –Uruha habló con una sonrisa pícara que Reita se vio obligado a responder.

            Llegaron a casa poco después de dejar el convini, sin que Uruha hubiera abandonado en ningún momento la maldita conversación de la relación de Kai y ese tipo, o de Kai y cualquier tipo, ¡de hecho repasó toda su jodida vida sentimental!

–¿Puedes dejar de una puta vez el tema de Yutaka y sus amores? Please –dijo ya cabreado mientras trataba de evitar una pared en el juego de carreras al que jugaban en aquel momento.

–¡Pero es que son muy graciosas! ¿No te lo parece? –Continuó el otro mientras adelantaba al coche de Reita sin alterarse lo más mínimo–. Como aquella vez que nos encontramos con él y el tío aquel alto y rubio en un bar, ¡se le cayeron unas esposas rosas del bolsillo al idiota! Y el tío intentando convencernos que había sido idea de Taka, como si no lo conoceríamos. Y Yuu casi lo mata por pervertir a uno de “sus niños”. Ja, aquello fue buenísimo.

–Que dejes el tema, joder –Reita tiró el mando. Uruha había vuelto a ganar otra partida. Se levantó harto del suelo y se tiró al sofá.

–¿A ti qué coño te pasa? –Preguntó el más alto mientras le acompañó en el sofá.

            Reita respiró un momento antes de hablar, intentando modular el tono de voz y no temblar.

–Yutaka se me echó encima hoy.

–¡¿Te pegó?! ¡Ese imbécil! ¿A cuánto de qué…?

–No, no, no. Se me echó encima ¡literalmente!, incluyendo estamparme contra la pared.

–…

–¡Shima! ¡Joder, espabila! Que me metió la lengua hasta la campanilla y las manos por todo el pantalón.

–… ¿¡EHHH!? ¿Cómo? ¿Qué?

–No sé. Yo entré a la sala, se fue la luz. Estábamos hablando normal, pero encendió un mechero y lo vi sonreír raro, luego se me acercó y me besó. ¡Sin más! Acabamos pegados a la pared metiéndonos mano.

–Jo-der.

–Luego volvió la luz y él dijo “qué lástima” y se arregló y salió. Y luego llegó Taka con el batera ese diciendo que era el novio de Yutaka y lo agarró de la mano y se fueron –dejó de mirar al techo y miró a su amigo–. ¿Qué piensas?

–… joder.

–¿Puedes decir algo más útil?

–No, creo que no, Lo siento.

–Genial –dijo mientras se levantaba a por otra cerveza.

–Lo siento, tío. Pero es que…, ¡es Kai! Él nunca haría algo así.

–¡Lo sé! –Afirmó mientras tiraba una lata a su amigo y retomaba su sitio en el sofá, pegando un gran trago a su cerveza–. Pero no miento.

–¡Ya lo sé, tú no mientes! Pero tengo que asimilarlo. ¿Por qué haría algo así?

–Eso me gustaría saber a mi también.

–No entiendo cómo ha podido besarte.

–Oye, no soy tan desagradable, ¿sabes? Algunos hasta me consideran atractivo.

–Bueno, sí, hay gente para todo.

–Hoy vas a salir de una patada de mi casa y lo sabes, ¿no?

–Ya, sí –bebió un largo trago de cerveza y trató de centrar sus pensamientos–. Joder, lo que quería decir es que no es su estilo. Yutaka es una persona buena, de esas que no hace tonterías y no pierde el control; ¿cómo va a perder el control a cuento de nada para enrollarse con su compañero en el lugar de trabajo y además teniendo novio?

–… ni idea. Llevo con esa mierda en mi cabeza todo el día.

–¿Sólo en tu cabeza? –Dijo sonriendo mientras miraba la entrepierna de su amigo que no se dio cuenta.

–¿Qué crees que debería hacer?

–Tíratelo.

–Hablo en serio.

–¡Yo también! Joder, Kai es como es, pero está bien bueno, sobre todo últimamente con esos brazos apapuchables que se gasta.

–¿Apapuchables? –Repitió el otro riéndose– Te acabas de inventar esa palabra, ¿no? –Uruha le sacó la lengua– ¡Argh! No sé qué hacer realmente. Ya sabes que Yutaka y yo siempre nos hemos llevado genial, es un tío de puta madre y me encanta pasar tiempo con él; además de que sí que está follable como dices, tiene un cuerpazo y dan ganas de comérselo a mordiscos, pero… no sé…

–Akira –dijo el guitarrista llamando la atención del otro–. A riesgo de que me saques de verdad de tu casa: ¿te has planteado el hecho de que puede ser que Kai te guste o que estés incluso enamorado de él?

–Shima –dijo Reita tranquilamente tras unos segundos de reflexión sin dejar de mirar el techo–, vete de mi casa antes de que te mande a la mierda.

            Uruha se levantó corriendo y agarró los zapatos de la entrada, mientras Reita pegaba el último trago a su lata y se la tiraba. La lata dio en la chaqueta del más alto justo antes de ponérsela y escapar con un rápido portazo; ya se pondría los zapatos fuera.

            Reita volvió a su posición anterior de mirar el techo. Claro que se había planteado que Kai le gustara, hace muchos años que se lo había planteado, y otros tantos que había tratado de olvidarlo porque no quería cargarse la amistad o el grupo, por miedo, porque alguno de los dos tuviera pareja…, siempre había algo que le decía que no se acercara a Kai. Pero todo ello había saltado en pedazos en el momento en el que había notado la pared en su espalda. Cuando se planteó el hecho de hacer lo que el otro quisiera, supo también que no había conseguido enterrar ninguno de esos sentimientos.

 

––––

 

–¿Ya se te ha pasado la frustración sexual? –Se oyó a Uruha preguntar nada más Reita cruzó la puerta de la sala de ensayos al día siguiente.

            Aoi y Ruki lo miraron alucinados y comenzaron a reír. Reita pudo notar que Kai levantaba las hojas que leía hasta taparse la cara.

–Vete a la mierda, Shima.

–Chicos, dejaos de tonterías y empecemos a trabajar –comentó Kai mientras sacaba sus baquetas.

–Mira quién habla –dijo Uruha lo suficientemente alto como para que el batería le oyera–, el que nunca hace tonterías.

–¡Shima! –Reita tuvo ganas de matarlo en ese momento, pero el otro sólo se encogió de hombros. Entonces miró a Kai, ¿se habría dado cuenta del doble sentido de la frase?

            Lo vio sonreír hacia su batería con una sonrisa de satisfacción similar a la que el día anterior le había dedicado a la luz del mechero, y Reita sintió que se le cortaba la respiración por un momento.

–¡Eh, Reita! ¿Estás bien? –Preguntó Ruki plantándose delante–. Parece que estás a punto de temblar. 

–Sí, sí. Vamos a ensayar –cogió su bajo y se fue a su posición, aunque instintivamente se colocó más pegado a Aoi que de costumbre.

 

––––

 

            Llevaba tratando de evitar para cualquier cosa a Kai durante casi una semana. Y por alguna extraña razón lo tenía más cerca que nunca, el mundo estaba contra él; aunque Uruha opinaba que era Kai el que estaba acosando a Reita, el bajista no quería ni pensarlo.

            El mánager pareció no darse cuenta del estado de nervios del bajista cuando los metió en el improvisado camerino de ese estudio de fotografía, apurándoles para que se cambiaran rápido.

            Kai se comenzó a desvestir y vestir rápido, con la mente centrada totalmente en el trabajo y en la sesión de fotos que tenían que hacer, ni si quiera fue consciente de que Reita lo observaba, hasta que casi estuvo listo y miró al bajista que aún se peleaba con los pantalones.

–¿Aún no estás listo? Joder, Akira. Que nos van a fundir, ¡vamos!

–¡Voy, voy! –Reita trató de acelerar sus movimientos, pero con los ajustados pantalones atorados en sus rodillas no pudo, trastabilló y cayó al suelo –¡OUCH!

–Jajajaja –Kai no podía parar de reír. Trató de ayudarlo a levantarse, pero la risa le quitaba la fuerza.

–¡Mierda, Kai! Deja la risa y ayúdame –Reita no podía ni subirse los pantalones en esa posición, ni levantarse porque se pisaba los pantalones y se escurría.

–Lo siento –trató de recomponerse el otro. Le dio el antebrazo y el otro se enderezó. Entonces Kai lo sujetó de la cintura y Reita al fin pudo poner pie firme. Pero no soltó al batería, que lo miró con sorpresa.

–¿Por qué me besaste?

–¿A qué viene esto ahora? –Dijo tranquilamente tras dos segundos de sorpresa–. Estamos trabajando.

–¿Por qué me besaste? –Repitió el otro sin inmutarse.

–Quería hacerlo antes de que fuera demasiado tarde.

–¿Tarde para qué?

–Antes de que la cosa con Tomo se volviera demasiado seria, antes de que tengamos una relación de verdad –Kai desvió la mirada a sus pies–. Cuando eso pase ya no podré… ya no hubiera podido besarte  –levantó la mirada de nuevo y vio el rostro de escepticismo del bajista–. Tengo casi 29 años, ¿cuántas relaciones crees que pueda tener aún? Tengo que tener una estabilidad, no quiero hacerme viejo sólo, y si Tomo va a ser el definitivo… quería…

–Besar a alguien nuevo por última vez –interrumpió.

–… quería tener la oportunidad de besarte –dijo sin desviar su mirada un ápice.

            Reita tampoco lo hizo. Durante unos segundos la atmosfera fue realmente extraña para los dos; pero aún podía ser peor.

–Deja a Tomo.

            El bajista había hablado sin pensar. De hecho seguía sin poder pensar a pesar de la cara de sorpresa que Kai le mostraba.

–¡CHICOS! ¡¿Habéis terminado ya?! –La voz del mánager atravesó la puerta.

–¡SÍ! –Gritó Kai al tiempo que cambiaba el rostro de sorpresa por la extraña sonrisa ya conocida por Reita.

            El batería entonces se acercó más y lamió el cuello del bajista que soltó inmediatamente al moreno. Kai se separó y sonrió.

–Bonitos calzoncillos –y salió de la habitación sin más

            Reita se miró la entrepierna: además de estar claramente excitado llevaba unos calzoncillos con dibujos de onigiris saltarines con diferentes caritas.

–Mierda…

 

––––

 

–Eres idiota –comentó Uruha.

–Soy idiota –respondió Reita mirando al techo de su salón de nuevo.

–Ydeberías haberle dicho algo más.

–Y debería haberle dicho algo más.

–Y la has cagado.

–Y la he cagado.

–Y tienes ganas de follártelo.

–Y tengo ganas de follármelo… ¡¿EH?! ¡¿Qué coño dices?! Dios, no me marees más, Shima.

–Yo sólo digo lo que ya sabes. Tienes ganas de tirártelo; tantas como a Ruki –dejó caer Uruha entre trago y trago de cerveza.

–¿Eh? –Reita bajó su mirada hasta su amigo, sentado a su lado en el sofá, como una semana antes– ¿A Taka? ¿Por qué lo metes ahora en esto?

–Yo sólo digo que tienes ganas.

–¡No tengo ganas de tirarme a Taka!

–Pero estuvisteis juntos.

–Joder, Kou, hace años de eso.

–Del 2001 al 2003…

–Lo que sea. Eso pasó y ahora somos amigos, ¿porqué sacas ahora eso?

–No tienes ganas de volver con Ruki.

–No.

–Eso ya se acabó.

–Sí.

–Totalmente.

–Sí.

–Dejaste de amarle hace mucho.

–Sí.

–Y ahora quieres a Kai.

–Sí… ¡Joder! Deja de hacer eso, Kou, o te saco a patadas de mi casa otra vez –que Uruha consiguiera liarle hablando no era nuevo, pero no tenía humor ese día para aguantarlo –. ¡Mierda! Me voy a duchar.

 

––––

 

            Reita llevó esa sensación de haber metido la pata con Kai al pedirle que dejara a Tomo durante una semana, justo hasta la salida por el lanzamiento de Shiver. Se juntaron en el bar de siempre el grupo, productores, mánager y demás staff que habían ayudado. Tanta gente, tanta bebida y tanta noche siempre solía acabar con alguno de resaca dolorosa al día siguiente y con tontas amenazas de publicar las fotos en internet. Desde que Aoi tenía twitter, todo el mundo le temía.

            Esa noche Uruha trataba de contener a Reita para que no bebiera demasiado. Su amigo deprimido, frustrado y bebido era de lo peor que se podría encontrar. Pero hasta él notaba desde la barra donde tenían los dos la espalda apoyada, las tremendas miradas que lanzaba el batería desde la mesa donde hablaba con algunas de las peluqueras. Reita agradecía al castaño que no se alejara, porque no sabría lidiar con Kai si se acercaba. Sólo pensar en el lametón que éste le dio en el cuello ya sentía tensarse los botones de su pantalón.

–Me están tocando los cojones a posta –oyó decir a Uruha haciéndole volver a su mundo.

–¿Eh? ¿Quiénes? –Uruha señaló con la cabeza a sus otros dos compañeros de grupo, que hablaban animadamente solos en un rincón. Reían y bebían sus copas; Ruki arreglaba el pelo del moreno. Reita no veía nada malo. Hasta que vio a Ruki dirigir la mirada hacia donde estaban ellos; y vio en ella algo en lo que nunca antes se había fijado: hambre.

–¡Joder! –Uruha se giró apoyándose en la barra con los brazos cruzados.

–¿Me he perdido algo, Shima? –Comentó Reita mientras se colocaba en la misma posición que su amigo.

–¿Le has visto?

–Obviamente, yo y todo el bar. ¿Te está picando el enano?

–Me gusta el enano.

–Dime algo que no sepa.

–¿Tanto se me nota?

–Sí. ¿Por eso preguntabas todo el rato sobre él el otro día, no? Tíratelo.

–¡Eso hice! ¡Pero no se me pasó!

–¿Y luego soy yo el idiota? Evidentemente él quiere repetir. ¿Cuál es el problema?

–No sé. No suelo repetir pareja. Además que me gusta mucho.

–Somos igual de imbéciles, ¿lo sabes, no? –El otro afirmó mientras sonreía tristemente y Reita se giró de nuevo– Joder, Aoi se lo va a comer ahí mismo como sigan así –mintió el bajista.

            Uruha soltó su copa y se giró rápidamente, con una expresión de pánico en el rostro. Pero sólo vio a los dos hablando tranquilamente como antes.

–Eres idiota –Reita comenzó a reír. Uruha le dio una colleja.

–Ve e inténtalo por lo menos –dijo ya más tranquilo el bajista.

            El otro afirmó y dio un par de pasos. Pero dos de las peluqueras lo detuvieron.

–Chicos, tenéis que ayudarnos –habló una de ellas–. Kai-san está muy mal, hay que llevarle a casa.

            Los dos miraron en dirección a donde estaba Kai antes y, efectivamente, estaba medio derrumbado en el asiento, con una maquilladora tratando de que se mantuviera estable.

–Reita se ocupa. Yo estoy liado en otra cosa –Uruha miró con aprehensión su amigo y se marchó en busca de Ruki.

–Shima, no. ¡Mierda, Shima, no! –Pero ya estaba lejos para oírle, además de que Reita sabía que no hubiera vuelto.

 

----

 

            Por esa razón estaba notando los brazos del batería por su cintura, agarrándose fuertemente para no caer de la moto. Habían conseguido entre los cuatro subirle a la moto y ponerle el casco, Kai casi no había ni protestado.

            Ahora debía de haberse espabilado algo, porque el bajista notaba más fuerza en su agarre; y que éste iba bajando; hasta la cadera; y hasta la entrepierna. La moto trastabilló por el susto. Kai rió y se agarró a los muslos del rubio, que quiso matarlo.

            Ya sabía que Kai no era tan bueno como parecía, pero casi se matan por su culpa. Él también había bebido y sus reflejos no eran muy buenos. Aquello era demasiado. Lo dejaría en la puerta de su casa y no quería volver a estar a menos de 4 metros del batería, o de 2 si el escenario era pequeño.

            Pero el maldito Kai no iba a tener las manos quietas durante el resto del viaje. Pasaron por todo su pecho varias veces; aunque agradeció que no bajaran de ahí de nuevo, notaba claramente lo pegado que estaba Kai a su espalda y la erección que éste movía contra su trasero. Concentrarse en la carretera era difícil. Así que decidió echarse para atrás, aplastar un poco al batería para que entendiera que debía parar, pero sólo consiguió que gimiera, mala idea, ahora su entrepierna empezaba a endurecerse tanto como la del otro.

            Kai siguió agarrándose a Reita con fuerza hasta que paró la moto delante de su apartamento. El rubio se bajó de la moto y trató de espabilar al otro quitándole el casco, pero Kai no se bajaba de la moto.

–Kai, vamos, no seas capullo –dijo mientras el otro se tumbaba en la gran moto y se agarraba riendo–. Venga, tienes que ir a casa.

            Consiguió que se levantara, lo abrazó por la cintura por miedo a que cayera en cualquier momento; el moreno reía ridículamente.

–¡No voysh a irjme a casha! –Consiguió pronunciar el moreno.

–Sí, si vas a casa.

–No.

–Sí.

–Uh…, Reita malo. ¡Llévame! –De un salto se subió a la cintura del batería, que lo agarró de las nalgas y consiguió mantener el equilibrio.

–Dios, no te soporto borracho. ¿Dónde están tus llaves? ­–Dijo mientras caminaba hacia la puerta. El moreno señaló el bolsillo de su chaqueta. Reita lo soltó y se aseguró que aguantaba de pie cuando llegaron a la puerta– Menos mal que vives en un bajo, no creo que pudiera llevarte por las escaleras –metió la mano en el bolsillo buscando las llaves, aunque tuvo que forcejear con Kai para conseguirlo. Abrió la puerta con algo de dificultad, él tampoco estaba muy lúcido–. Joder, ¿cómo puedes emborracharte tanto en tan poco tiempo?

–¿Quién ha dicho que esté borracho? –Reita oyó la voz de su compañero totalmente sobria y calmada justo detrás de su oreja. Se asustó.

            Kai lo giró y lo empujó contra la pared, poniendo cada una de sus manos a un lado de la cabeza del otro y acercando su rostro.

–¿Estabas fingiendo?

–Vaya, y parecías tonto.

–¿Las chicas…?

–Me ayudaron, pensaban que era una broma. Les caigo bien, piensan que soy buen chaval.

–Pero tú no eres buen chaval –Kai sonrió ante la afirmación y a Reita le temblaron las piernas–. Pero… –se llevó las manos a la cara y frotó buscando espabilarse–  Joder, esto no puede estar pasando.

–Lo siento, A-ki-ra –dijo Kai separando cada sílaba con parsimonia–, pero mañana seré parte de tus pesadillas de resaca.

 

----

 

            Cayó bruscamente sobre la cama y fue consciente de que de algún modo Kai lo había hecho entrar en la casa, pero era incapaz de recordar cómo. Levantó la cabeza para ver al moreno quitarse la chaqueta y los zapatos. Allí estaba el chico que le traía de cabeza, pero ahora tan sólo parecía su compañero de grupo, el bueno de Kai. Quizás aún lo encontrará por ahí, pensó mientras el otro le quitaba los zapatos. Después se subió sobre él a cuatro patas, aprisionándole.

–Si me vuelves a estampar así contra la cama, querré salir corriendo –bromeó Reita, mientras se removía inquieto debajo del otro.

–¿No te gusta el sado, A-ki? –Kai bajo su cabeza hasta casi rozar sus labios con la boca del otro mientras hablaba. Él estaba quieto y tranquilo, al contrario que Reita.

–No… no… creo que no –se concentró por unos momentos en tratar de mantener la calma, pero era difícil con los ojos de Kai clavados en sus retinas, sin vacilar–. ¡Yutaka! ¡Ya vale! Me estás asustando.

            Kai sonrió de medio lado, lo que terminó de asustar al bajista, dejándolo estático.

–Por fin te estás quieto. Mira que eres difícil –dijo mientras juntaba los labios a su oído y dejaba caer su cuerpo torturantemente lento sobre el rubio, haciendo notar cada músculo en contacto con el otro; especialmente el músculo de la entrepierna que hizo coincidir con el de Reita–. Ahhhh… –gimió el moreno y ocultó su rostro en el cuello del rubio. Era la primera vez desde que aquello había comenzado que el bajista veía perder mínimamente el control al otro; eso le dio confianza.

            Movió sus manos hasta la cadera del moreno, donde empezaba el pantalón. La rozó levemente con la yema de los dedos y sintió a Kai temblar. Se detuvo, sabía que ese era el último momento de reflexión, el último momento en el que podría volverse atrás. Si cruzaba esa línea con el moreno, pasaría de “amigo” a “amante”; su relación nunca volvería a ser la misma, aunque lo intentaran.

 

            Lo meditó un par de segundos más, el tiempo suficiente para que Kai hiciera un nuevo roce entre sus entrepiernas. Fue su momento de gemir; el batería salió de su cuello para admirarlo un momento. Sus ojos llenos de deseo contagiaron a Reita que mandó bien lejos la cordura mientras se agarraba con desesperación al cinturón del otro.

 

–Quiero oírte gemir más, Aki –Reita no tenía ni idea de dónde había salido la voz profunda que estaba usando Kai en ese momento, sin embargo lo terminó de encender hasta lo que ya no creía posible. Pero de pronto, notar el aliento del otro sobre su miembro le hizo pensar que ese límite de lo posible se iba a sobre pasar varias veces esa noche.

 

            Kai le había bajado los pantalones y lamía sobre su calzoncillo, humedeciéndolo, haciéndolo crecer. Reita consiguió retener el control un par de segundo más para quitarse la parte de arriba.

 

–Eres tan guapo, Aki –oyó decir al moreno, lo miró y ahí lo tenía, entre sus piernas, mirándolo fijamente mientras sacaba su miembro de su prisión. Cuando lo sacó, movió su mano rápidamente un par de veces de arriba a abajo y Reita tuvo que apartar la mirada y sujetarse a las sábanas.

 

            Kai comenzó a lamer sin ninguna ternura aquel pedazo de carne que se endurecía a cada movimiento. Reita hubiera olvidado hasta su nombre si no fuera porque Kai lo repetía cada poco, haciéndoles sentirse el hombre más deseado del mundo. Desde luego no cabía la posibilidad de que Kai estuviera borracho y creyera que estaba con su novio. Se preguntó si cuando estaba con Tomo también pronunciaba su nombre, si quizás alguna vez se había escapado “Akira” entre sus labios. Y la idea le puso más cachondo aún. Hasta el punto en el que cuando Kai le clavó las uñas en el trasero mientras se la tragaba hasta el fondo, Reita se corrió.

 

            Y aquí estaba yo, tumbado en su cama, tratando de volver a la realidad y que la respiración volviera a mi. La sábana se había arremolinado de alguna manera en mi cadera. Pero él me impidió taparme.

 

Notas finales:

¿Quién quiere ir en moto con Raita y Kai?

En el póximo capítulo os cuento más cosas.


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