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Rotten por Destroy_Rei

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Notas del capitulo:

jo, tardé un poco :C les amo !

Se lo voy a dedicar a Cleis y a Faby u/////u ji <3

 

 

Jonghyun estaba pensando que realmente, él no tenía qué ofrecer a Minho en comparación a todos los costosos regalos que Key el entregaba, como el Ipod o la tabla o toda esa ropa. Ni siquiera había sido capaz de darle una cena normal (aún cuando el menor se comió la mitad de la alacena) y… en general, no había nada que pudiera entregarle. Aunque por fuera sonriera engreído y dijera mil idioteces, solo estaba intentando ocultar sus inseguridades. El alto estaba devorándose el último ramen instantáneo en la mesa de la cocina, y lucía extraño, con ese aire pensativo raro aún cuando estuviera atorándose con los fideos.

 

-       ¿te sientes mejor? – preguntó tomando asiento en la silla de enfrente, los grandes ojos lo observaron un momento

-       Algo, ya no siento esa mezcla extraña entre nauseas y hambre – se relamió, dejando los palillos dentro del bowl de plumavit – gracias Jonghyun.

-       ¡Wow! ¡Has parado de llamarme Hyung! – sonrió, sintiendo como si el menor estuviera ahora en más confianza

-       No me gustan las formalidades la verdad, pero preferí usarlas, ya sabes, uno nunca puede estar seguro de cómo reaccionaría un desconocido a mi falta de ‘respeto’ – Se bebió el caldo con rapidez, parecía un perro hambriento y no un chiquillo que se había tragado cinco paquetes de galletas

-       Me parece bien, por cierto, perdóname la indiscreción pero, ¿te pasa algo? – inquirió curioso, agarrando su guitarra de una esquina para recostarla en su regazo

-       Confié demasiado en alguien que no es tan de confianza, supongo – lo miró fijamente – Jonghyun, todos quienes vivimos acá estamos llenos de problemas, ¿no?

-       Supongo – se encogió de hombros

-       ¿Cuáles son tus problemas?

 

 

La lluvia caía con suavidad, había agarrado como un ritmo casi musical y se sentía bien, muy bien. El más bajo pensó un poco en la pregunta del menor, ¿Cuáles eran sus problemas? Económicos, un poco psicológicos, existenciales, tal vez algo de amorosos, eran muchos más de los que una persona normal debía llevar, pero bueno, estaba viviendo en ese basural de cuarta, no podía esperar menos. Además, siempre fue una persona con una forma de ver las cosas diferente, casi fascinado por las imperfecciones, con gusto por el auto encierro y la autodestrucción, o tal vez no era tan raro, solo representaba al ciudadano promedio de ese sector de la ciudad.

 

-       tengo problemas en cada arista de mi vida – respondió con franqueza – yo venía podrido desde que era un embrión.

-       Yo también – le miró divertido – somos unos pobres e idiotas desafortunados

-       Somos los reyes de los miserables – asintió el mayor, jugando con las cuerdas - ¿vas a la escuela aún, no?

-       No, la dejé hace un tiempo, ¿Cómo voy a mantener la corona estando dentro del sistema de educación pública? ¡Que mierda!

 

Se echaron a reír libremente, sin poder contener las carcajadas ante lo absurda de la situación. El cuerpo largo tembló un poco, no quería que Kim notara su incomodidad pero estaba helando cada vez más y gran parte de su ropa seguía mojada. Jonghyun notó al instante que el menor tenía frio, apenas pudo controlar sus carcajadas cuando vio la forma espontanea en que Choi tiritaba. Se levantó, dándole una sonrisa amistosa, y fue a su cuarto por algo de ropa.

 

Era divertido ver los talones y las muñecas de Minho asomar entre el polerón y el pantalón, el cantante se tragó todo su orgullo ante las burlas del alto y lejos de sentirse humillado, le devolvió los insultos haciendo comparación de lo larguirucho y ridículo que lucía con esas proporciones esbeltas. El mayor notó que estaba enamorado de la sonrisa del modelo, estaba perdidamente, locamente enamorado de él cada vez que se reía, no había nada más hermoso que eso, incluso la pocilga que tenía por casa parecía resplandecer cada vez que esos labios gruesos se curvaban alegremente, él sonreía inconscientemente, maravillado, era una sensación muy rara, muy ajena, estaba acostumbrado a fascinarse con el morbo que le provocaba la decadencia y la miseria, pero aquí, frente a sus ojos, tenía una atracción más fuerte y era algo…. Era algo hermosamente bueno.

 

-       ¿debería volver a casa? – reflexionó el alto, tomando entre sus manos un tazón de té, sentado quedamente junto a la ventana, con sus ojos perdidos en los chubascos que caían  en el cielo que progresivamente se iba oscureciendo

-       vas a llegar empapado – los ojos de cachorro le siguieron, concentrados fuera de la ventana – si quieres puedes quedarte, mi casa es solo esto, pero es mejor que quedar varado en una caseta telefónica allá en esa selva de muerte

-       No es peligroso tu hábitat natural – habló melancólico – he vivido acá mis diecisiete años y jamás me han tocado un pelo, los que pertenecemos a este montón de mierda no nos herimos entre nosotros, ¿no? Somos parte de la manada

-       Pero nosotros dos somos los reyes de todo, ¿no? – luego de soltar la broma, sintió algo extraño. Tenía miedo de la respuesta….

-       Por supuesto – asintió luego de un momento, con esa sonrisa que le hacia doler hasta la punta de los pies.

 

Dormir con Minho en esa noche de lluvia fue… perfecto. No hubo sexo ni tampoco arrumacos, era casi como dos amigos, dos niños, durmiendo el uno junto al otro. Por una vez en su vida el mayor odio que su cama fuera tan grande, no hubo siquiera un roce, lo único que les unía era el aire frío que respiraban. Jonghyun era una maldita quinceañera, no podía calmar las emociones, no pasaba nada aún cuando le gritaba internamente a su corazón “¡Cálmate!” y estuvo horas escuchando a la nada, cambiando posiciones, observando los hombros anchos, la espalda delgada, la forma en que ese largo cuello se perdía en la ropa, la suavidad con la que el sueño removía a Minho a veces, los saltos que daba por alguna turbulencia entre las nubes que le acompañaban dormido. De alguna forma sabía que el menor no se había dormido al instante, estaba extrañamente seguro de que estaba conteniendo el aliento entre la penumbra, incómodo, quizá guardando la distancia suavemente como él mismo lo hacía.

 

A la mañana siguiente despertó solo, con una nota sobre la almohada.

“Jonghyun, siento no despedirme, pero tenía que volver a casa tempano. Me he llevado tu ropa, ¿Recuerdas? Tendremos que vernos otra vez para entregártela~

 

Minho”

 

Sonrió instantáneamente y el día de pronto era más alegre.

 

 

 

 

Para abrir la puerta debía aporrearla antes un par de veces, el alto chico estrelló su cuerpo contra la madera pesadamente, eran las siete de las mañanas y hacia frío, las calles estaban desiertas, las pozas de agua se llenaban por toda la vereda. Entró a la estancia torpemente, dejando su tabla junto a la pequeña  mesa de centro.

 

Su casa siempre tenía este hedor casi reventado, casi como a cadáver. No le gustaba estar ahí, prefería pasar el tiempo con Kibum o en las ramplas, incluso prefería fingir que follaba prostitutas para las sesiones de fotos o las grabaciones. Su madre estaba durmiendo en el sofá con tanta falta de delicadeza como le era posible, llevaba unos jeans roídos, estaba delgada y a la vez flácida, su cabello negro extenso le caía sobre el rostro y roncaba fuertemente. Había un par de jeringas con restos de heroína junto a su cuerpo, el menor podría haber creído que estaba muerta si es que no respirara con tanto escandalo y no entendía cómo ella conseguía acceso a drogas tan caras, había perdido su empleo hace un par de meses debido a las adicciones, con suerte el dinero del estado le permitía comprar una bolsa de marihuana semanal en el El reventado. La miró confundido y tomó asiento junto a ella, apartando el cabello desordenado de su rostro adormilado, y era hermosa, con la piel destruida, con los labios resecos, aún era la mujer más hermosa que había visto.

 

-       mamá – llamó suavemente. No podía culparla, ellos eran los olvidados del sistema, no había ayuda que pudieran prestarle y que ella estuviera tan sumergida en esa mierda no era su culpa, era casi su sino, el que se talló en su frente ancha cuando quedó embarazada del pequeño de ojos grandes cuyo padre jamás pudo responder.

-       Mmm…. Hijo… cinco minutos – se giró, entregándole su espalda flaca.

-       Vamos a darte un baño, ¿si? – ofreció, dándole un abrazo pequeño, reposando su mentón en el hombro huesudo.

-       Bueno – aceptó en un suspiro cansado luego de unos momentos, el modelo sonrió, levantándose al instante, ayudándola a caminar al baño.

 

Minho habría preferido la típica familia perfecta que se crío viendo en la televisión desde pequeño. No entendía por qué el no tenía un padre, o por qué ninguno de los hombres que llegaban con su mamá podían representar una figura paterna en su vida. No habían juegos en el parque lleno de arboles y pastos verdes, solo una vez fueron a los columpios de la plaza central, llena de concreto, una mañana fría en que él aprendió a columpiarse mientras su madre aprendía a consumir la cocaína.  Realmente si entraba a analizarlo, su vida era tan miserable que parecía pintada como retrato de un melodrama de televisión, la diferencia recaía en que, estando expuesto a ciertas situaciones, terminó aceptándolas con naturalidad. Quizá esto era una familia de verdad, y esa utopía maravillosa de la televisión solo era un invención para… para hacerle sentir más miserable de lo que ya se sentía.

 

-       ¿Cuándo vas a presentarme a tu novio? – preguntó la mujer, mientras tomaba asiento en la mesa, vestida con una bata blanca, con un plato de bibimbap que su hijo le preparó mientras ella se bañaba.

 

El alto se sentó en la silla de en frente, mirando silencioso su propia comida. ¿Cómo debía explicarle a su madre que su novio no tenía interés en conocerla? ¿Cómo debía explicarle que él mismo no quería presentarlos? Algo de él se había roto con las palabras del mayor, no quería aceptarlo, pero que insultara a su madre había matado parte de sus sentimientos, ¿Cómo podía decir amarlo si no era capaz de respetar a su progenitora? Él le había confesado entre sollozos una vez lo mal que se sentía por la adicción de su madre, lo perdido y desesperado que aquella situación lo tenía. Kibum le había dado un abrazo reconfortante y le aseguró que todo estaría bien, pero ahora, ¿Realmente podía seguir confiando en él? ¿Podía seguir proyectándose con una persona que a la más mínima le había sacado en cara la cosa que más le entristecía en la vida?

 

-       Hablaré con él – sonrió suavemente. No podía decirle a su madre del desprecio del fotógrafo, además, quizá solo hayan sido palabra de rabia, ¿no? Kibum no era un chico malo…

-       Estoy muy contenta de que seas feliz hijo – le sonrió débilmente, agarrando entre sus dedos flacos los palillos - ¿Cómo te ha ido en la escuela?

-       Regular – mintió sin un ápice de vergüenza – reprobé un par de exámenes, pero tampoco es algo del otro mundo.

 

Ella asintió silenciosa, Choi creía que su progenitora ya sabia que él había abandonado la escuela, realmente no era algo que le preocupara tanto, pero si ambos fingían no enterarse, las cosas eran más simples.

 

 

 

 

Las ramplas eran otro mundo, eran un planeta perfecto, con curvaturas, con liberación, eran su escuela verdadera, estaban llenas de vida, de humo, de sonrisas y heridas que le habían forjado como el hombre que era, aún cuando en el fondo siguiera siendo un larguirucho e inseguro adolescente. Veía los grafitis que había hecho apresuradamente con sus amigos, la sangre seca de un par de accidentes y las barandas oxidadas, con toda la suciedad, la vejez, ese lugar seguía siendo lo más perfecto para él, si pudiera, esa sería su casa, era su tierra de ensueño, era todo lo que necesitaba para sobrevivir.

 

El viento acariciaba su rostro, despeinaba su cabello y se sentía tan pleno, como si la velocidad le quitara todo de encima.

 

-       ¡Bebé!

 

Abrió los ojos sorprendido, Kibum estaba sentado junto a las ramplas y le llamaba sonriente, vestido con una chaqueta negra, una playera ajustada, delgada, de Joy Rich, y unos jeans azules tan ajustados como siempre. Por un momento pensó en ignorarlo, si Key no lo iba a respetar, entonces realmente no tenían nada que hacer juntos, pero no se dio cuenta cuando ya estaba avanzando en su dirección, tirándose a sus brazos delgados, besándolo desesperadamente contra el pasto, olvidando su mundo perfecto, su tabla y su orgullo.

 

-       Bebé – la sonrisa del mayor era la más hermosa para el de ojos grandes – te extrañé anoche, mucho

-       Yo a ti – dijo sentándose torpemente, llevándose al artista de la cintura para sentarlo en su regazo – gatito, ¿puedo pedirte un favor?

-       ¿Cuál bebé? – inquirió riendo, besándole su mandíbula señalada

-        puedes… – respetarme - ¿amarme?

-       Yo ya te amo, bebé tontito~

 

Se besaron suavemente como siempre, con esas sonrisas tontas, perdidos el uno en el otro. Pero Minho sentía que no era lo correcto y sin saber por qué, no podía dejar de recordar la calidez del cuerpo de Jonghyun, la calidez de sus ojos de cachorro, su voz musical, las notas muertas de su guitarra, ni es anoche en vela, donde todo lo que quería era refugiarse en la respiración acompasada que esa boca exhalaba.


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