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Heaven is down... your feet por H2NJ Dess Hayashi Nao

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Notas del capitulo:

Hola, después de muuuucho tiempo, actualizo.

Por favor dejen sus comentarios, para mí es importante su opinión. Escribo este fic por gusto, pero lo público para compartirlo, ¿si notan la diferencia? Yo lo voy a seguir escribiendo, por mi propio gusto, pero me motiva a publicarlo cuando leo sus comentarios, aún si son quejas, reclamos, correcciones, de verdad todo eso me ayuda mucho, y lo agradezco, claro que me siento más feliz con  comentarios más halagüeños, pero eso lo dejo a su criterio. OJO: no estoy amenazando, ya sé que me tardo mucho en actualizar, así que no creo que tenga medios para hacerlo. Siempre lo he dicho, y lo sostengo: voy a hacer todo lo posible por concluir este fic aunque me tarde mucho, y aunque a nadie más le guste lo seguiré poniendo aquí… ¡Y si les gusta díganmelo en un comentario! Son gratis!

Ahora sí, a leer:

La ventana en aquella habitación dejaba entrar los matices agónicos de aquel atardecer. La luz del Sol era devorada por una inmensa y violenta oscuridad, misma que parecía emanar de aquella habitación en la que lentamente se cocinaban emociones negativas de dos que no lograban expresar con claridad sus propios y verdaderos sentimientos.


 


-¿Tu sirviente? -Ciel apenas alcanzó a escuchar el murmullo que provino de la voz oriental.


Todo en Naoji lo exasperaba. Su mirada pérdida, su murmullo melancólico, su actitud tan ensimismada. ¿Dónde había quedado el joven estoico que parecía una escena épica con solo tensar la cuerda de su arco?


-¡Sí! Sólo sirves para traerme la comida, y por cierto, ya es tarde, si vas a convertirte en mayordomo al menos hazlo bien.


Naoji sabía que Ciel jamás había sido un ángel. No, desde que lo vio por primera vez supo que el pequeño tenía las alas manchadas, aún así él había querido abrazarlo. Atraerlo, o ser atraído, daba igual. Asi como también creía que ese tema ya había sido aclarado.


-Lamento no ser aquel hombre, de verdad lo lamento Ciel, no soy tu sirviente, a su lado yo te parezco un inútil y te doy toda la razón, fui incapaz de cuidarte, de protegerte, es mi culpa que todo esto haya pasado.


Con sus palabras lo único que el japonés logró fue aumentar el coraje del inglés, quién apretó sus puños y le encaró con el cejo fruncido. Fiel no quería ni la lástima ni la culpa de Naoji, sino su fuerza, su pasión, tal vez su amor.


-Basta, si no vas a pelear lárgate, no quiero alguien que se autocompadezca todo el tiempo, es algo que detesto.


Al ver que nada calaba en el corazón del inglés surgió la furia de Naoji como nunca lo había hecho.


-Es más fácil enlistar lo que no odias, tal vez sólo haya una cosa en esa lista: tu amado mayordomo. Me preguntó cómo es que un tipo tan orgulloso como tú al final terminó debajo de su sirviente.


En el pico de su furia Ciel tomó lo primero que encontró y lo arrojó contra el japonés, siendo una taza con té la que acabó hecha añicos en el piso, mientras su contenido se escurría por el rostro del agredido.


Naoji perdió los estribos y su cuerpo reaccionó solo, sin que su mente pudiese registrar lo que pasaba, y al parecer no pasó nada, el rostro de Ciel seguía delante de él, escupiendo palabras hirientes.


-Eres lo que más odio, eres lo que jamás quiero ser, no hay persona a la que más deteste. Tú, Itshisuki Naoji eres lo peor que me pudo haber pasado en la vida.


-Lo mismo digo conde Phantomhive, lo último que deseo es ser un tipo como tú, no sé cómo pude involucrarme contigo, ten por seguro que jamás, nunca, volveré a cometer ese error. En mi vida tendré el disgusto de cruzar una palabra contigo.


Con el traje y la cara aún manchados de té Naoji dio media vuelta, justo antes de salir volteó al recordar un último punto a tratar con el inglés.


-Espero que tu podrido orgullo sirva de alimento cuando ya nadie te traiga de comer.


 


Después de eso todo se había nublado. El mundo se había dividido en dos, eran como el cielo y el infierno, opuestos pero unidos.


Conforme la agitación se iba pasando los recuerdos se iban anegando sobre sus respectivos dueños, cobrando fuerza hasta hundirse en sus cuerpos y mostrarse con toda su fuerza.


 


Mientras la discusión se mantuvo Ciel no había podido apartar su mirada de la tristeza plasmada en lo más hondo de los ojos orientales, esa expresión lo hería tanto que no podía dejar de sentirse furioso, y entre más furioso se defendía de esa mirada, la profundidad de su tristeza se volvía mayor.


Pero ahora que sólo quedaba él, de pie, esperando a que la luz volviese a entrar cuando esa puerta se abriese, y la oscuridad se disipase, sus recuerdos se mostraban más claros y sensatos. Hasta provocarle una mezcla de llanto y sonrisas.


Él de verdad había puesto una cara muy seria, Naoji había fruncido el cejo como nunca. Su voz había sonado tan fuerte que aún sentía los oídos aturdidos. Él de verdad estaba furioso, aunque al mismo tiempo estaba muy triste.


Comenzaba a hacer frío en su habitación, y su delgado camisón no lo abrigaba lo suficiente, al notarlo por fin intentó moverse de donde había estado parado desde que Naoji había salido. Sus puños seguían apretados y todo su cuerpo estaba rígido, tanto que le costó trabajo moverse. Sus lágrimas comenzaba a secarse sobre sus mejillas, y la oscuridad era real y no parte de sus atormentados recuerdos, pues en verdad ya era de noche.


Como pudo Ciel regresó a su cama, ahora estaba agotado, sentía una gran nausea pero no quería moverse, por el contrario se encogió aún más, hasta hacerse un ovillo sobre las sábanas. Aparte, de seguro no había mucho por vomitar.


Al igual que las estaciones del año por él iban pasando diversos estados de ánimo, uno seguido del otro. Al final se preguntó qué podía ser eso tan amorfo e inconsistente que le estaba pasando, cuando el primer suspiro se le escapó y descubrió que el hambre seguía pugnado por ser atendida se resignó a buscar algo en la charola que aún pudiese servirle de alimento.


Lo que más gracia le hizo fue darse cuenta que las palabras de Naoji se hacían ciertas. Al final se armó una cena ligera con pan, fruta y té frío.


Conforme se alimentaba lograba hacer más presentes los recuerdos… ¿Qué había sido eso último que lo había dejado todo nublado?


El tenedor se cayó de su mano y sus ojos se abrieron a tope ante el descubrimiento. Las blancas alas iban desprendiendo destellos luminosos, como pequeñas chispas incendiarias pero que no producían fuego alguno, en cambio, como motas de suciedad, se iban formando manchas negras muy pequeñas sobre aquellas pulcras alas.


 


De seguro que si él tuviese unas alas como las de Naoji las suyas hubiesen sido blancas mientras era un inocente y feliz infante que crecía en el cálido seno de su hogar. Pero cuando aquella tragedia se había cernido sobre él y su familia era de esperarse que sus negros y oscuros sentimientos transformaran la pureza de sus plumas blancas en unas plumas oscuras y manchadas.


-*-


Si no hubiese estado a mitad de un pasillo se hubiese dejado caer al suelo, era imposible estar más agotado. De su rostro al piso caían algunas gotas de té, pero él no era consciente de sí mismo. Lo más complejo que su mente lograba hacer en ese momento eran las preguntas obvias:


¿Qué fue eso de hace un momento atrás? ¿De dónde salió toda esa furia?


Su mano en especial sentía una molestia, pero no recordaba haberse golpeado con nada… O tal vez había sido él quien agredió a alguien, aún así no lo recordaba. Todo seguía en silencio, por el pasillo no andaba nadie y la habitación de Ciel parecía vacía de lo muda que había quedado.


El intenso aroma a té le recordó el penoso incidente, y luego… Cierto, su mano se sentía así por la bofetada que le había dado a Ciel, misma a la que el conde se había mostrado firme, como si no la hubiese recibido.


Seguía ahí, a unos pasos de la puerta, pero nada le indicaba que podía volver a traspasarla, y hacerlo sería faltar a su propio juramento. Era momento de retirarse a su habitación y tomar un baño caliente para despejar su mente y analizar todo aquello.


-*-


Al interior de su habitación no había la paz que él buscaba, sino todo lo contrario. Apenas visibles con los últimos destellos de Sol lograba ver sobre su mesa una serie de cartas, todas escritas en perfecto japonés, con una caligrafía contundente y muy cuidada. Una letra conocida por él desde pequeño, era la letra de su padre.


No se molestó en leerlas de nuevo, pues ya casi se las sabía de memoria, todas abrían con una serie de saludos formales, mismos que iban dando paso a la lastimosa realidad de la salud de su madre, continuando con una serie de explicaciones a medias sobre la situación económica de su familia, y rematando con insistentes invitaciones para que él volviese a Japón lo antes posible.


 


Conforme recordaba los fragmentos de aquellas cartas se fue desvistiendo sin prestar mucha atención a dónde caía su ropa, hasta quedar desnudo, el último rastro de tela que quedaba sobre su cuerpo era la cinta que sujetaba su largo cabello, que no alcanzaba a cubrir su ancha espalda, y menos su cintura ni su redondeada cadera que se bifurcaba en dos largas piernas.


Así entró a su baño para preparar la tina con agua caliente. Abrió los grifos y dejó que el agua corriese, el vapor no tardó en llenar la habitación, y era tan difuso como sus pensamientos. Pues le costaba trabajo pensar con claridad en toda la situación, aunque lo más sencillo era presentar las cartas de su padre al director y excusarse, huyendo hacia Japón, dejando atrás a sus amigos, incluyendo al conde.


En cuanto la tina estuvo llena se deslizó al interior, evocando cuando hizo algo parecido con Ciel. El calor del agua le hizo recordar la tibieza de la piel suave y nívea de aquel pequeño demonio de ojos azules y cabellos oscuros.


En su memoria tenía marcados cada uno de los rasgos del conde inglés, y su cuerpo se mostraba ansioso con solo recordar aquella boca, su lengua, lo flexible y delgado que era todo su cuerpo. Aunque sólo en una ocasión se había dejado llevar por sus instintos, el cuerpo de Ciel siempre lo incitaba, pero lo que en él había despertado el conde no se trataba solo de una cuestión física.


Por el contrario, su corazón se había abierto como una flor para recibir los sentimientos que en él quisiese volcar el inglés. Sus brazos lo esperaban para dar consuelo a su alma atormentada con la esperanza de convertirse en algo más que su amigo. Lo deseaba sí, pero también se había enamorado de Ciel Phantomhive.


De no ser por ese hecho tal vez ya hubiese respondido a las insistentes cartas de su padre. Pero de regresar en esos momentos tendría que enfrentar los problemas de su familia, mismos que no tardarían en llevarlo a un arreglo matrimonial por el bienestar económico, de lo contrario la salud de su madre seguiría empeorando sin que ellos pudiesen hacer algo.


Las costumbres occidentales sobre las relaciones entre hombres habían relegado las antiguas ideas de su país, de hecho se había sorprendido ante la soltura que mostraba el pequeño conde respecto a ese tema, aunque en realidad nunca lo habían hablado, era obvio que no le molestaba.


Por otro lado, aunque su relación con Ciel tuviese algún futuro, aún les quedaban los problemas en los que estaban metidos actualmente. Tiempo atrás se había prometido a sí mismo cuidar de Ciel y sacarlo de esa situación, pero justo hace unos momentos antes también había jurado no volver a cruzar palabra con el inglés.


Claro que una cosa no estaba del todo peleada con la otra, aún podía cuidar a Ciel sin la necesidad de volver a hablar con él, en cuanto eso estuviese resuelto debía decir adiós a Kuchen y regresar a su país, con su familia y olvidarse de cualquier cosa que estuviese ligada a Ciel.


Resuelto a hacer eso terminó su baño y salió a su habitación para vestirse, cubriendo su cuerpo húmedo sólo con una toalla, al entrar de nuevo a su habitación la encontró oscura, pues no se había molestado en dejar la luz encendida.


Grande fue el susto que se llevó cuando las luces se encendieron solas, dejando caer la toalla que cubría su cuerpo desnudo. De inmediato volteó en busca de quién las había encendido, encontrado en su habitación a quien menos hubiese esperado, por si su sorpresa se podía hacer mayor, era lógico que sólo él lo hubiese podido lograr.


-Ciel…

Notas finales:

Ya saben, espero sus comentarios. Me apena mucho tener que recurrir a las Notas para pedirlos, de verdad, y espero nadie se lo tome a mal, pero ya es el último recurso que me han dejado.

Gracias por leer!!!

Hayashi Nao~!

 


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