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Heaven is down... your feet por H2NJ Dess Hayashi Nao

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Notas del capitulo:

Me alegra que lo lean pero me gustaría más recibir algunas criticas -constructivas, si se puede y no es mucho pedir- y bueno, en este capítulo: Lime, porque no calnzaba el tiempo para el lemon(?).


Bueno, gracias a quien deja sus rvws, y por eso estoy re-editando tanto como puedo del fic y entre más comentarios me dejen mejor, para saber en qué lo puedo mejorar. Muchas gracias! 


Y para las que aún no leen... naaa, lean xD para saber que viene.


Hayashi Nao~!

Los ojos castaños se abrieron y entre sus brazos encontró  a un pequeño de cabellos oscuros y pálida piel, sus labios apenas entreabiertos era una voluptuosa e insinuante contradicción en contraste con su rostro tranquilo. Naoji luchó por contener sus deseos de besarlo y acariciarlo, por temor a una mala reacción del inglés.


Poco a poco estrechó el abrazo mientras volvía a quedarse dormido.


–*–


La mirada inglesa se abrió de golpe, encontrándose atrapado por un cálido abrazo. Al inicio se asustó, calmándose al reconocer a Naoji. Puso su mejilla sobre aquel pecho y escuchó sus latidos, volvía a quedarse dormido. En el último momento miró su rostro, con sus finos dedos rozó los labios del castaño, sin querer a Ciel se le escapó un suspiro, deteniéndose para no despertar al japonés. Volviendo a arrullarse en los brazos del asiático.


–*–


Aún durante toda la mañana siguió lloviendo, aunque era una lluvia ligera. Preocupados por sus amigos  Maylene y Edward se organizaron para ir en su búsqueda. Fueron a la cabaña con un par de paraguas y abrigos. Ambos se tranquilizaron al ver que la corriente del río aunque desbordada no había alcanzado la cabaña, y aún más tranquilos quedaron al encontrar a sus amigos a salvo.


–*–


Por ese día y los que fuesen necesarios las clases serían suspendidas. Si bien la academia estaba en perfecto estado, a los alrededores de la ciudad, las casas más humildes y los caminos habían sufrido varios daños. El director comisionó a sus alumnos más destacados para que coordinaran las reparaciones, así el rey no desatendería los asuntos diplomáticos que le ocupaban.


En un par de días los esfuerzos de todos había rendido frutos. Durante ese tiempo los alumnos podían ingresar a la academia para no interrumpir del todo sus estudios. Naoji y Ciel prefirieron quedarse en sus dormitorios mientras todo volvía a la normalidad, administrando su tiempo para estudiar, ayudar y ensayar. Para el fin de semana la academia volvía a la calma, y el baile de bienvenida a la diplomacia inglesa fue también una recompensa al esfuerzo de todos.


 –*–


El salón se había adornado desde la mañana, así como la comida y la disposición de los comensales. La recepción fue exquisita, todos se habían dado cita sólo para contemplar al joven conde inglés, y así presentar sus respetos a la reina. Los discursos diplomáticos y la cena dieron paso a los bailes. Los adultos cedieron esta parte del evento a los más jóvenes para no desentonar. Las chicas emocionadas se susurraban entre ellas, la gran mayoría anhelaba poder bailar una pieza con alguno de los destacados strahl, incluyendo al pequeño conde.


Los dos o tres primeros vals marcharon con tranquilidad, Ciel y los Strahl demostraron su elegancia, diplomacia y caballerosidad con cada joven dama. Se pidió un momento para que el rey dijera unas últimas palabras, momento que el inglés aprovechó para buscar a Naoji, ya que comenzaban a dolerle los pies de tanto bailar.


A cada paso encontraba varias jóvenes dispuestas a bailar, pero a ningún strahl. Llegó a un balcón, donde por fin encontró a Camus, quien le mostró que todos habían aprovechado para desaparecer mientras el rey hablaba y así evitar bailar con más chicas. Ambos jóvenes, ocultos en las cortinas, revisaron el gran salón, encontraron que en otro balcón estaban Ed y Orphe; Ludwig simplemente se había sentado en una mesa alejada, pero no encontraron al japonés en el salón.


–¿Naoji se habrá retirado al jardín? –dijo Camus en un susurro. Ciel se asomó por el balcón y pudo ver a algunas personas en el jardín. Por ejemplo al profesor Gerald acompañado de un hombre moreno con anteojos, ambos parecían ir ocultándose, pero no distinguió en nadie al japonés.


–Iré a buscarlo –le espetó al strahl y aprovechando que todos celebraban el discurso del rey se escabulló del salón.


Si los pies ya le dolían por los bailes, la caminata por varios de los jardines, incluso por los dormitorios, no le estaba ayudando. Para no perder más tiempo se fijó dos lugares más: el invernadero y la cabaña.


De lejos vio iluminado el invernadero, lo cual le dio esperanzas. Al llegar no vio al japonés, entristecido y cansado se sentó en la silla que estaba al subir las escalinatas. Miro sus pies y desabrochó los zapatos, recordando que tiempo atrás necesitaba que alguien se los quitara, sonrió por su pequeño triunfo. Después recordó los ensayos con Naoji, sin lugar a dudas prefería bailar con él. El bailar con la hija del rey no le causó ninguna gracia, aunque en el salón todos hubiesen aplaudido.


El ruido de unos pasos le hizo voltear a la entrada, el castaño entraba con una ligera expresión de preocupación. Ciel se ocultó en la silla para vigilarlo, vio como Naoji buscaba con la mirada, hasta que optó por sentarse junto a una mesa, de algún lado su corazón tuvo un fuerte latido al sentir la inquietud del japonés. Bajó y se sentó en otra silla cerca de Naoji, aunque se le dificultó por tener los pies hinchados su recompensa fue ver el alivio en el rostro japonés.


–¡Ciel! ¿Dónde estabas?


–¿Me buscabas? –comentó con una sonrisita traviesa al ver la sorpresa del asiático, luego le respondió –Buscando… algo –aún sentía esa necesidad de conservar su orgullo, de tentar al demonio que se había quedado lejos.


–Tus pies ¿Te lastimaste al bailar? –los ojos castaños miraban con sincera preocupación los pequeños pies de Ciel con los zapatos desabrochados.


–En parte, estaban mejor, pero camine mucho buscándote… –cerró la boca y desvió la mirada, los ojos de Naoji lo habían distraído de su orgullo.


 –¿Me buscaste? –con ternura susurró Naoji –regresemos, una última aparición en el salón y te irás a descansar.


El inglés estaba tan avergonzado que no protestó de ser tratado como niño pequeño. Naoji sujetó su mano y al pararse Ciel se tambaleó por la incomodidad en sus pies, el japonés lo detuvo a tiempo.


Naoji decidió llevarlo cargando, lo sujetó por la cintura pero antes de poder asirlo Ciel había puesto sus brazos alrededor de su cuello, al sentirlo Naoji alzó la vista algo sorprendido, encontrando el sonriente rostro de Ciel, quien de inmediato puso sus labios contra los del asiático.


 Aunque sorprendido Naoji reaccionó imponiendo el ritmo y la intensidad del beso hasta deslizar su lengua al interior de la boca inglesa, jugando con su lengua con suma delicadeza. También el abrazo se había estrechado, las manos de Ciel estrujaban los brazos y hombros del castaño con cada nueva caricia. Naoji podía sentir como el delgado cuerpo se estremecía de sólo sujetarlo con más firmeza.


Desde la entrada del invernadero unos ojos burdeos los veían, el joven strahl se fue rápidamente lleno de sensaciones contradictorias que agitaban sus pensamientos y su corazón. Inseguro de lo que esto significaba para él.


Los extranjeros no se percataron de ello, siguieron el beso hasta que se volvió pausado, y se detuvo después de varios minutos. Con jadeos buscaban respirar con normalidad, entre esos suspiros el asiático nombro al inglés y lo miraba aún sorprendido.


–Ciel…


A lo cual el menor respondía con una picara sonrisa, tenía al japonés justo donde lo quería.


–Lo deseabas tanto como yo, no me lo puedes negar –mientras delineaba los labios asiáticos con uno de sus dedos, como si deseara probarlos de nuevo. La turbación del castaño lo divertía mucho, y aunque ese no había sido su primer beso ya no hacía comparaciones, incluso el objetivo de sus acciones ya era confuso para él mismo.


–¿Por qué… por qué lo hiciste? –Naoji no salía de su sorpresa, y aún así se esforzaba por no besarlo con el doble de arrebato y pasión.


–Por lo mismo que tú me respondiste.


La mirada del menor iba y venía por el rostro japonés provocándolo.


–Esa no es una respuesta, no puedes saber lo que siento o lo que pienso.


–Pero me lo acabas de demostrar. –El pequeño inglés tenía una actitud provocadora, Naoji no se pudo contener más, cargó con él y se dejó caer en la silla acomodándolo sobre sus piernas.


Ambas miradas se hipnotizaban, comenzando un nuevo beso delicado, embriagador. Ciel respondía dócil a las caricias de Naoji. En poco tiempo el japonés comenzó a repartir besos por el rostro inglés, bajando por su mandíbula hasta su cuello, sin darse cuenta comenzaba a desabrochar los botones de la camisa para poder descubrir más del blanco cuello, sus besos se intensificaban así como las caricias del inglés que sujetaba su cuello y enredaba sus dedos con los cabellos castaños, hasta desatarlos por completo. Los besos y caricias de Naoji ya habían llegado al pecho del menor, con lo cual otras partes de su cuerpo reaccionaban al placer.


Ambos respiraban agitados, Ciel dejaba salir suspiros con el roce de la húmeda boca del japonés; estaba fascinado con la reacción del castaño, lo disfrutaba con todos sus sentidos y en medio de su éxtasis notó que lo había desatendido.


Cuando miró a Naoji éste lo beso en la frente, con la delicadeza que tenía desarmado al menor, como sí le pidiera perdón. Siguió por los ojos, lo cual terminó de ruborizar al inglés ya que ambos recibieron el mismo trato y culminó con un pequeño beso sobre sus labios. Ciel encontró preocupación pero no tristeza en la mirada castaña.


–¿Está bien?… Tú ¿Estás bien? –¡¿Bien?! Si continuaba así iba a tener un orgasmo antes de tiempo, ¡Claro que estaba bien! Si hubiese podido lo habría dicho, pero su cuerpo estaba tan conmocionado que no le permitió más que asentir y emitir un murmullo de afirmación, en respuesta en su oído se escuchaba un susurro –Creo que me he enamorado de ti, Ciel.


El inglés aún no podía responder a sus sentimientos, Naoji se le podía volver una adicción peligrosa, pero no estaba seguro de poder amarlo, así que se limitó a abrazarlo con fuerza ocultando su rostro de la mirada castaña, escondiendo sus culpas. Creyendo entender lo que Ciel sentía Naoji prosiguió hablándole.


 –Y sé que tú aún tienes conflictos que arreglar en Inglaterra, pero sabes que me esforzare para que me correspondas.


Provocando un fuerte abrazo por parte de Ciel… No sabía que lo habías notado… Se reprendía el menor.


–No te esfuerces mucho, ya casi lo has logrado –comentó Ciel con melancolía al notar que en todo ese tiempo se había concentrado en las caricias de Naoji y olvidado las de Sebastian… o tal vez sólo buscaba provocar los celos del demonio, no estaba seguro.


Ciel le mordió la oreja con mucha suavidad y dio un pequeño beso a su cuello, un delgado suspiro escapó a los labios de Naoji, quien giró la silla para estar de frente a la mesa, sujetando la cintura de Ciel le susurró


–Entonces ¿Podemos continuar?


Ciel notó que ya tenía una erección y por la posición chocaba con el abdomen del japonés, intentó balbucear una respuesta pero Naoji ya lo tenía sentado sobre la mesa, dejando su cuerpo expuesto mirándolo con deseo, una expresión que el inglés no le conocía.


En el fondo Ciel estaba asustado aunque los ojos de Naoji le daban confianza, al final su decisión tenía que ver con divertirse con uno y molestar al otro, los quería a los dos. Al demonio y al humano.


Las manos de Naoji volvieron a pasear por su pecho y terminaron de desabrocharle la ropa. Encontrando una tersa piel pálida, que a los ojos más expertos no hubiese tenido una falla, salvo por una marca roja en su costado, la cual omitió magistralmente.


Ciel contenía los suspiros y jadeos que le producían sus caricias, apoyaba sus manos sobre la mesa dejándose expuesto para tentar más al asiático, su resistencia duró hasta que la lengua de Naoji delineó desde su pecho hasta su abdomen, entreteniéndose a jugar con su ombligo, a Ciel se le escapó un gemido reaccionado de inmediato, clavando sus delgados dedos entre la cabellera castaña. En ese momento una de sus piernas fue acomodada sobre el hombro del japonés al tiempo que su trasero era acariciado.


Los jadeos se volvían gemidos, gemidos que se intensificaban con esa mezcla de respeto y voluptuosidad que Ciel sentía en Naoji. Un par de roces sobre su erección y con lentitud el pantalón era desabrochado, como si no quisiera asustarlo, detalle que el inglés apreció.


Mientras era distraído con pequeños besos en su abdomen, pantalón y ropa interior eran bajados por sus piernas, antes de que pudiera reaccionar ambos muslos estaban sobre los amplios hombros japoneses. Sintió como, con suma delicadeza, su miembro era sujetado y a continuación recibía una lamida en la punta, la fuerza del gemido que se le escapó a Ciel retumbo en las paredes de cristal, su mente se llenó con la imagen de Naoji y el placer que le producía.


Siguieron varias lamidas y caricias a su miembro antes de que Naoji lo succionara por completo, el inglés estaba cerca de su límite: enterrando los tacones de sus zapatos en la espalda japonesa, así como sus dedos en su cabeza, sin poder controlar sus gemidos y jadeos, ni su respiración; entre las caricias que recibían sus piernas y su abdomen, y la presión sobre su miembro al entrar y salir de la boca de Naoji.


La pasión que desbordaba el castaño, y su misma excitación, le impidió a Ciel avisarle de su pronto orgasmo, que llenó la boca del japonés y tensó todos los músculos del inglés, quien enterró con más fuerza sus dedos y talones en el cuerpo del mayor, mientras de su boca aún se escuchaba el gemido más fuerte que pudo emitir.


Con tiernas caricias y besos a su agitado pecho, Naoji intentaba tranquilizarlo, con un movimiento rápido lo deslizó de la mesa a sus piernas y, apenas recuperado, Ciel rodeó el cuello del japonés con sus brazos para poder besarlo apasionadamente, en un instante era correspondido. Pasados unos minutos Ciel se arrullaba en los brazos de Naoji, mientras compartían un momento en silencio. Poco a poco Naoji lo volvió a vestir, arreglando cada detalle de su traje.


–Debemos irnos, o se darán cuenta.


La voz del castaño era triste, pero grave, aún así Ciel sonrió graciosamente.


 –Yo creo que ya lo han de sospechar.


Volviendo a atraparlo en un abrazo y besarlo, Ciel sabía que el japonés se había contenido para sólo darle placer a él, así que buscaba recompensarlo.


–¿Me llevaras a la cama? –le preguntó con un susurro, ahora no podía contenerse de llevarlo al límite, con toda su caballerosidad el japonés omitió el doble sentido de la pregunta y respondió con simpleza.


–Sí, para que descanses. Te disculpare con los demás, vamos ya.


Cuando salieron del invernadero Ciel iba en los brazos del mayor, sólo iluminados por la luna y atemperados con sus propios cuerpos. Mientras el conde se arrullaba con el corazón y los pasos de Naoji, intentaba recordar algo en japonés, pero pronto comenzó a quedarse dormido dejando escapar un susurro…


–¿Ai shiteru…?

Notas finales:

Gracias por leer n.n!!

Pronto subiré el capítulo 7 y espero que las intrigas políticas (típicas en ML) junto a casos para-normales (clásico de Kuro) más mi trama le estén gustanto.

Hayashi Nao~!


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