Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Neverland por Jahee

[Reviews - 323]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Día de la ira.

30

 

Dies Irae

 

Cruzaron el mar y llegaron a su destino. Eran las primeras horas de la tarde cuando Karol conoció la cabaña de Sergey, en un bosque recóndito a las afueras de Belfast. Fue un viaje angustioso que no le permitió disfrutar los paisajes salvajes del océano, pero el pisar Irlanda sin percances valió por toda la ansiedad sufrida.

Hacía un sol precioso. Karol tomó aquello como un designio de esperanza. Quiso creerlo así y ser positivo por una vez en su vida. Descendió del auto alquilado y anheló sentir la tierra desnuda bajo sus pies. Se quitó los zapatos deportivos ante la mirada reconciliada de Sergey y anduvo entre el barro frío, sobre un camino fangoso y cubierto de hojarasca.

—¿Pretendes resfriarte en tu primer noche aquí? —Inquirió Sergey, con una sonrisa sincera a pesar de su intento de reprobación.

—Podría acostumbrarme fácilmente a esto, ¿sabes? Es… precioso.

Los alisos de otoño mecían las hojas doradas con el arrullo del viento y sus ramificaciones de fuego se recortaban en el cielo como si pretendieran alcanzar las nubes. El paisaje no le recordaba a nada que hubiese visto antes y eso le trajo paz.

—Será nuestro refugio temporal. —Advirtió Sergey en un tibio murmullo.

Karol se giró hacia el ruso, con ojos tristes.

—Tenemos que movernos constantemente, es la única manera en la que estaremos seguros, Karol.

Él asintió, volviéndose para ocultar su desconsuelo. La cabaña rústica en el medio del claro se le antojaba como un hogar real, semejante al que había tenido al lado de su madre. Podría quejarse y maldecir a Léon una vez más por arruinarle lo que pudo haber sido, aunque no hizo tal. Un refugio también podría ser su hogar, por el tiempo que se le permitiera: una semana o un mes. Su hogar era Sergey y donde estuviera él la sensación de bienestar perduraría.

No malgastaría su vida despreciando al hombre que amó, por más infeliz que hubiese sido en el recorrido. Quizá siempre sería su sombra y lo acecharía, pero incluso así debía ingeniárselas en dejarlo atrás y aprender a no volver la mirada.

Léon, tal vez seas tú el destinado en ayudarme a valorar mi vida. A Sergey y todos los detalles que solía considerar menos importantes.

Karol encontró la cabaña sumamente acogedora en su interior. Encendió el fuego con los restos de leña y Sergey recorrió el pesado cortinaje, la luz del sol deslizándose sin barrera. A pesar de los días sufridos en el abandono el lugar estaba limpio y fresco; tenía todas las comodidades posibles para tratarse de un lugar cimentado fuera de la civilización, incluida agua caliente y luz eléctrica. Karol se arrebujó frente a la chimenea, ensortijando los cabellos entre sus dedos como solía hacerlo cuando sus mechones eran largos y abundantes.

—Acostumbrábamos a hacer fogatas como esta. —Recordó Sergey, dejándose caer a su lado.

—Sí. Y solíamos apagarlas meándolas a distancia.

Sergey rió, observándole de soslayo; capturó su mano y también su atención.

—¿Sabes cuántas veces fantaseé contigo aquí, junto a mí? El amanecer me atrapaba en vela deseando encontrar el coraje suficiente para apartarte de Léon.

—Siempre fuiste el del coraje, Sergey. Y yo el cobarde, el más débil. Debimos hacer esto hace mucho tiempo.

Huyó de su mirada penetrante, pero Sergey le regresó el rostro con suavidad.

—Estás tan equivocado, eres el hombre más valiente que conozco.

—¿Lo soy? —Suspiró Karol.

—Valiente y…

—No. Un hombre, ¿lo soy?

—Tu apariencia física no determina quién eres realmente. Cuando te contemplo, Karol, sigo viendo al chico del que me enamoré. Eres el mismo, incluso más hermoso con tu alma purificada en el sufrimiento, porque aun teniendo motivos para volverte ácido o perverso, tu corazón nunca se endureció.

Karol lo atrajo a un abrazo desesperado, escondiendo el rostro en la curvatura de su cuello.

—No te merezco, esa es la verdad. ¿Por qué siempre vuelves? Yo quiero creer… creer en mí mismo, creer que merezco ser feliz, pero dentro de mí todo es tan oscuro e incierto. ¿Y si te cansas de mí? De mi tristeza y ansiedad. Si te vas… la nube gris que parece postrarse sobre mí todo el tiempo sólo empeorará. No sé si pueda soportarlo entonces, pero si te vas ahora, tal vez encuentre la manera.

Sergey se irritó aunque respondió con ternura, acariciando el dorso de su espalda.

—Tendrás días buenos y tendrás días malos, seguramente más malos que buenos por mucho tiempo. Lo sé, sería un estúpido si no lo supiera. Pero atravesaremos esto juntos y haremos lo que sea necesario para afrontarlo. Esa jodida nube se pondrá gris o negra en el proceso pero yo estaré contigo, y cuando se vuelva torrencial te juro que te acompañaré bajo la lluvia.

La promesa quedó sellada en silencio y el crepúsculo los encontró desnudos, retozando frente al fuego, con las extremidades enredadas como un pretzel y Karol aún rehusado a deshacerse del vendaje en su torso. 

—Seremos un punto de luz entre una gran oscuridad—Dijo Karol, incorporándose por los codos. Sergey lo miró en silencio. —Cuando la noche cae, las presas son cazadas. ¿Por qué no puedo dejar de compararme con una estúpida liebre?

—Porque Léon hizo bien su trabajo: tú, Karol, fuiste su víctima favorita. Y él será un Vor, pero hasta un Vor tiene sus limitaciones.

—No sólo es un Vor. Recuerda los trofeos de su estudio, tuve tantas pesadillas debido a ellos; la más recurrente era la de mi cabeza empotrada contra el muro pálido. —Suspiró amargamente. —Es cazador, y también es uno bueno.

—Que lo sea, nosotros no somos más sus presas.

 

 

2

 

La madrugada trajo a Grozny de vuelta. Andrei guardó aquella imagen como una postal para su memoria: apoyado sobre su hombro lo encontró mirándolo en paz, como aquel que se desplaza en un entorno seguro sabiendo que nada o nadie ahí puede lastimarle. Andrei acarició su cicatriz, aceptando el sosiego que le transmitía su mirada y la posibilidad de ambos ser más que un vórtice de caos.

—Eres como bruma. —Reflexionó cara a cara. —Apareces sólo por las noches. Y no todas. Puedo sentirte, pero te esfumas al amanecer y en verdad no dejas rastro. ¿Cómo persigues la niebla? No lo haces. Es imposible, sólo esperas la noche correcta en la que se manifieste. Y su visita… puede ser prolongada o efímera. ¿Puedes enamorarte de la bruma? Es tan caprichosa y egoísta. Sin embargo aquí estoy, dejándola estar y quedarse retozando en mi dormitorio.

Grozny se incorporó sobre su antebrazo y sonrió con su habitual mueca; una sonrisa tan suya que aún en otro rostro Andrei podría reconocerla.

—No quiero ser bruma, Andrei. Quiero quedarme. Quiero ser. Quiero amarte.

—Yo quería ser suficiente. De verdad, suficiente para ti.

—Lo eres, conmigo o sin mí sigues siendo igual de maravilloso. Me arrastraste fuera de la oscuridad. Antes de conocerte seguía matando lo que soy. Estaba tan acobardado creyendo incluso que mis pensamientos podían delatarme. —Suspiró hondo, con la mirada acongojada debajo del ceño fruncido. —Hubo un chico antes que tú. Kenzo. De ojos grises y rasgados. Su mirada me desarmaba, ahora lo sé. Éramos amigos en la secundaria hasta que estuve a punto de besarle. Tenía una erección en el pantalón y me sentí profundamente culpable. No lo besé, en cambio lo golpeé; un puñetazo que le dejó el ojo amoratado. Luego esparcí el rumor: Kenzo era maricón. Tenía el estereotipo así que mi rumor fue bien recibido. Convertí su vida en un infierno sólo porque estaba cagado de miedo. Él era el marica, si lo señalaban a él nunca sospecharían de mí. Entonces vino la guerra. Kenzo se radicalizó, lo supimos hasta que se presentó en el laboratorio con un chaleco explosivo y nos sepultó bajo el escombro. Él murió, también muchos de mis compañeros sólo porque tuve miedo de mi verdadera naturaleza.

Se detuvo, apreciando la reacción de Andrei: la palma fría sobre su corazón en un gesto silencioso de acompañamiento.

—No es tu culpa que él eligiera ese camino

—No, pero seguro mis acciones influyeron en gran medida. La vida es así: hacemos cosas sin tener la mínima idea de su repercusión. Desde entonces exploré todas las vertientes de mis decisiones; hasta que llegaste tú.   

—¿Ha sido malo?

—Hay un orden final en la intención del caos. Así que no, ha sido liberador.

—Entonces, ¿soy un torbellino y tú piezas de lego ensamblándose a mi antojo? —Inquirió Andrei en tono sarcástico.

—¿Es esa tu imagen mental? —Grozny rió. —Bailabas en calzoncillos en un antro de mala muerte pero sigues siendo un chiquillo. Y yo… fui un cabrón contigo.

Andrei lo estudió un momento, valorando la sinceridad reflejada en su mirada brillante.  

—No del todo. Me has protegido a tu manera y ahora comprendo tu resistencia. Aceptarme a tu lado era negar lo que habías construido todos estos años.

—Un agente del FSB homosexual es… complicado; Nina, por otro lado, basta decir que descubrió lo nuestro y me ha demandado el divorcio. Lena no dejará de ser mi hija, sé que lo entenderá cuando llegue el momento. Nina y el FSB se quedarán en el pasado; ésta es mi última misión, Andrei, lo tengo claro. Por Lena, por ti… por mí.

Andrei se atragantó de palabras; balbuceos que apenas fueron contenidos por la impresión mayor de una duda asaltándole con estrépito dentro de su cabeza: ¿qué importancia tiene ya? Encontró su corazón latiendo tranquilo y con el mismo temple asintió sin preguntas. Quizá era su respuesta natural por el cansancio emocional que conlleva una promesa con riesgo de quiebre; o había madurado y respondía mesurado ante la noticia que más lo habría exaltado en otro tiempo. O quizá… no lo deseaba más.

Y esta posibilidad lo aterró como ninguna.

Andrei respiró bronco, rasgando sus mejillas al limpiarse las lágrimas con manos trémulas. Lloró porque entendió que Londres y Grozny representaban una idea esperanzadora de cambio por la que valía la pena luchar, pero sólo deseable mientras lucía imposible. Roman se había vuelto real: un hombre disponible que ya no podría torturarle con las formas de Nina o del mismo trabajo. Un hombre que presumiblemente habría de amarlo. Sin embargo, la promesa de ser amado le resultaba más aterradora a la de ser torturado.

—Shh. Andrei, ¿por qué lloras? —Grozny le volvió el rostro con suavidad. Limpió sus lágrimas con el dorso, lavando los puntitos de sangre en la caricia.

Andrei no se vio apenado sino francamente horrorizado.

—A veces estoy convencido que no merezco ser feliz; otras veces tengo la certeza que debo ser castigado. No sé por qué, o de dónde vienen esos impulsos pero existen y convergen dentro de mí.  ¿Estoy jodido, Roman?

—¿Crees que no he tenido esa clase de pensamientos también? Más que eso, Andrei, a veces nos ganan. Te diré por qué: tú y yo no hemos tenido vidas sencillas, en algún punto fue todo lo que conocimos: dolor, pérdida e ira. Sobrevivimos porque nos aferramos a esa oscuridad; intimamos con ella y nos dio forma. Cuando es tiempo de soltar nos rehusamos, y es comprensible pues ¿quién renuncia al que fue su bote salvavidas? Tener miedo a lo desconocido es perfectamente normal. Incluso cuando lo desconocido supone ser bueno para ti.

—¿Tú serás bueno para mí? ¿Silenciarás la voz interior que siempre ha deseado verme morder el polvo?

—Puedo prometerte que no te lastimaré intencionalmente. Pero sólo tú tienes el poder de extinguir ese o cualquier otro pensamiento pesimista. Es mejor así, nadie debería cargar con el peso de la estabilidad emocional de otra persona.

Andrei sonrió.

—¿Te das cuenta que estás tratando con alguien que apenas pasa la veintena?

—Sí, tengo presente que voy a enseñarte muchas cosas, entre ellas que también en libertad se puede amar. Nunca te ataré a mi lado con trucos o bajezas, Andrei.

Escondió la mirada porque el recuerdo de Vladimir continuaba fresco. Podía con la culpa porque desde su perspectiva sólo se había tratado de justicia.

—Seré paciente entonces.

—Un día más y seré libre, del FSB y de Léon. Después del cónclave todo se vuelve cuestión de trámite.

—¿Y Karol? ¿Encontraron a Karol?

Grozny asintió, acomodando la almohada bajo su nuca.  

—En Belfast. Huyó con Sergey. Léon ha solicitado una ruta de extracción discreta para regresar sin problemas.

—¿Qué pasará con Sergey?

—Lo que pase con él… no es de mi interés. Se le dio una opción y la rechazó, volvió a Londres conociendo los riesgos y coronó su mierda de plan con la intención de jodernos a todos. Su destino está en manos de Léon, mis consideraciones hacia él terminaron con su traición. 

Andrei se incorporó sobre la cama, alarmado.

—Léon lo matará. —Aseveró.

—No es lo más sabio, Léon tiene otras preocupaciones y muchas más ocupaciones.

—No es gran cosa poner una bala entre los sesos de alguien que te fastidió. Especialmente si el que sostiene el arma es un Vor resentido. Lo matará, Roman.

Grozny bufó desganado, irguiendo medio cuerpo contra el frío metal de la cabecera.

—No puedo ayudarlo. Léon los encontró primero y presionarlo a hacer nada teniendo el cónclave a unas horas sería una estupidez de mi parte. Si es lo que decide… que así sea. —Sentenció a media voz.

Una súbita arcada sacudió a Andrei al percatarse del alcance de su silencio. ¿De verdad había sido tan crédulo al pensar que Karol podía escapar de las garras de un Vor? Odiaba a Sergey y había deseado vengarse de él, pero esperar su muerte a cambio le parecía por demás repulsivo.

—No estás pensando en Karol. Es él quien se sentirá presionado. ¿Has considerado qué hará si Sergey es asesinado? ¡Se quedaría sin motivaciones! ¿Cómo manipulas a alguien que simplemente todo le importa un carajo?

Aunque era un argumento razonable, a Grozny sólo le tomó un segundo considerarlo y medio segundo desecharlo.

—Creo que no terminar muerto o encerrado en una prisión es motivación suficiente para seguir cooperando. Él es un sobreviviente, con o sin Sergey.

Andrei no pareció convencido y Grozny lo notó.

—¿Qué harías tú? —Reviró.  

—Bueno, eso es fácil: mataría a Léon y te mataría a ti.

Grozny rió viéndole de soslayo.

—Supongo que lo harías, para mi fortuna no eres Karol.

Andrei se aproximó gateando, cogió una de las manos de Grozny y la acunó contra su mejilla.

—Sólo cuídate, ¿quieres? No me gusta cómo pintan las cosas. Te quiero de regreso y en una pieza. Tienes promesas que cumplir. —Dijo, aceptando el hecho que no estaba preparado para ser amado pero decidido a intentarlo.

—Eso me recuerda algo importante: conocí a tu hermana y no sólo eso, le prometí una visita a Pentonville.

—¿A Katrina, cómo?

—En Neverland, al parecer te buscaba. Ella y su bebé están bien. Andrei… creo que ustedes se deben una conversación.

Andrei soltó su mano girando la posición para saltar fuera de la cama. Grozny observó con una ceja enarcada su despropósito en ir y venir a lo largo de la estancia farfullando su molestia. 

—Lo que sea que haya dicho de mí no lo creas, en serio, es capaz de asegurar que por las noches me brotan cuernos y cola mientras bailo desnudo frente al fuego de un aquelarre. Es así de patética.

—Quería encontrarse con Fesenko. Ni siquiera sabía que estaba en prisión o que tú fuiste herido. Le prometí una visita, misma que ayer se concretó según fui informado.

—¿Por qué? No le debes nada. —Inquirió enfurruñado.

—Es tu hermana, Andrei.

—Y ha sido una perra conmigo; siempre Vladimir por encima de todo. Cuando me encontró inválido no me mostró compasión. Dijo que seguramente lo había merecido y que además, la carrera de un bailarín no era larga. Dijo: no eres tan bueno, hermano. Quizá hasta pudo haberte hecho un favor.

Grozny notó su dolor disfrazado de rencor en las lágrimas atrapadas por un velo de rabia.

—Sólo fue una sugerencia, no voy a entrometerme en su relación. Es tu decisión.

—No, dime lo que piensas, dime por qué debería acercarme a ella a tener una conversación. —Demandó Andrei en tono severo. Grozny abandonó la cama soltando un suspiro de fastidio.

—Te acostabas con su esposo, Andrei. ¿Alguna vez te disculpaste por eso?

El silencio entre ambos se congeló y cuando Andrei pareció dispuesto a romperlo la habitación se iluminó con un zumbido. Grozny cogió el celular del buró de cama, leyendo el mensaje con ojos entrecerrados. 

—Tengo que irme—Anunció segundos después, buscando sus zapatos a tientas.

—¿Léon? —Preguntó Andrei, erguido entre la oscuridad.

Grozny asintió, regresándole una mirada afectiva. Calzó sus zapatos apresuradamente y se acercó a rodearlo por el cuello en una sorpresiva muestra de intimidad. —Volveré pronto. —Murmuró sobre su coronilla, el abrazo ceñido y cálido perdurando más de lo habitual. Andrei infirió el motivo y también lo envolvió entre sus brazos.

—Confía en tu intuición, Roman. Si tu corazón dice que algo va mal, escúchalo.

Aceptó el consejo despidiéndose con un beso suave, vislumbrando sus ojos profundos, rutilantes entre las sombras, por última vez; lo dejó ahí, como una silueta de mármol, elegante en su congoja, y no volvió la mirada al marcharse.

  

3

 

El espectáculo sobre el firmamento en una noche sin luna y sin luces de ciudad invitaba a perderse en la reflexión del desencanto por la vida cotidiana. A ensimismarse bajo la belleza de aquella oscuridad estrellada y replantearse la existencia misma. Allí, Léon meditaba cobijado por los sonidos noctámbulos de la naturaleza. Se levantó de la piedra lisa cuando la tierra tembló y una luz pálida se abrió paso entre la niebla; los faroles lo encontraron con precisión y el ruido del motor calló su queja por la tranquilidad que ya no volvería.

Dos hombres descendieron de la camioneta. Léon contó sus pasos, pues eran como la marcha atrás hacia lo definitivo.

Y uno susurró en su oído.

León enmascaró su ira sin esmero, como su padre le había enseñado y su madre tanto se oponía; entonces, con fingida serenidad, se dejó guiar por sus acompañantes atravesando la tierra agreste. Fueron pocos minutos de búsqueda porque la ubicación de Karol ya había sido verificada por los primeros. Encontró la cabaña esclarecida con luz ámbar, cálida y tenue; y disfrutó llenarse los pulmones de aire fresco luego de dar las órdenes.

Los hombres de Léon entraron y la paz se extendió. Ni un grito o sonido que advirtiera el inicio de una reyerta. Léon se acercó y esperó a una distancia prudente de la entrada, pero cuando ellos emergieron cargando a Karol y Sergey respectivamente, también lo hicieron en silencio. Sus cargas además de enmudecidas, estaban inconscientes.

A diferencia de Karol, Sergey no fue tratado con la misma consideración y su cuerpo crujió contra la superficie lodosa cuando el subordinado de Léon lo dejó caer a propósito. Léon, curioso, distinguió los cambios recientes en su aspecto pero su impresión fue mayor al descubrir los de Karol: el cabello estropeado, cortísimo; el pecho plano, seguramente aplastado por algún vendaje, y el rostro limpio de maquillaje.

Le gustó, claro que le gustaba y más que eso, mucho más: lo amaba. ¿Por qué si no estarían enredados en tan penosa situación?

Dobló las rodillas hasta alcanzar el rostro blancuzco y acarició su mejilla con el dorso. La caricia duró lo de un suspiro, como si el contacto lo repeliera, volvió a su posición original, mirándole con frialdad desde la altura.  

—Átenlos; que vuelvan en sí. —Ordenó, levantando la mirada al cielo. —No queremos durar una eternidad aquí, es posible que llueva.

A Sergey lo despertó un feroz puntapié; a Karol, la susurrante voz de Léon aunado a la presión en el pecho provocada por el pie del Vor. Él gozó aquella visión: la sorpresa inicial en los ojos áureos opacada después por el horror más honesto.

—Te juré que una vez pasado el cónclave serías libre de marcharte. Sólo tenías que esperar… ¿cuánto?, ¿dos días más?

Karol, aturdido, apenas atinó a buscar a Sergey en su limitado campo de visión. Giró la cabeza a su izquierda y lo halló atado como él, con la expresión salvaje esgrimida hacia Léon; dos hombres lo rodeaban, hablando entre ellos mientras se pasaban fuego para sus cigarrillos.

—¿Por qué habría de confiar en la palabra de un asesino? —Dijo, volviéndose para enfrentarlo.

—Ah, Karol, ¿te sientes mejor contigo mismo al llamarme así? —Hundió el pie contra el tórax, ampliando su sonrisa maliciosa. —Durante todos estos años no escuché queja sobre la comida en tu mesa, las joyas, los viajes, el alcohol que bebes o la coca que esnifas hasta provocarte hemorragias. Me juzgas, pero siempre lo has hecho disfrutando los beneficios de este oficio. —Cedió la presión con desdén, regresando a la tierra con ambos pies. Su espalda encorvada denotó derrota. —Así que, cariño, si terminas muerto en represalia o encerrado en la prisión siberiana que te prometió Grozny, entérate que lo tendrás bien merecido.

—No jugarás más con mi mente, Léon. Me forzaste a quedarme a tu lado. ¡Yo era una víctima! ¡Lo era, ya no! Decidí dejar de serlo. Incluso ahora, atado y sometido a tu voluntad mi alma es libre de ti. —Sentenció en calma. Laxo sobre la tierra, con el pecho expuesto y las manos torcidas en la espalda, lució dispuesto a la muerte, como una presa aceptando dignamente los colmillos. —Te he traicionado por segunda vez y sabes que esperaré cualquier momento para volver a huir. Entonces, ¿qué harás conmigo, conociendo mis intenciones?

Léon humedeció la resequedad de sus labios en un gesto viperino.

—¿Contigo? Nada. ¿Con tu amante? Observa.

En un impulso, Karol torció el cuerpo hacia Sergey; si sus manos fueran libres podría estirar el brazo y alcanzar el rostro de él; habría delineado sus labios y estremecido con la calidez de su aliento. Pero sólo tenían las miradas, como siempre había sido, incluso en los tiempos de Kiev.

Parecían perseguidos por la maldición de un Dios mojigato, y ahora, finalmente alcanzados por su ira.  

—Me dejaste en una posición vulnerable sin que te importara un poco lo que pasara conmigo. Te hice una promesa y ni siquiera me diste el beneficio de la duda. No. Tenías que hacerlo a tu manera, como aquella vez. Tú atrajiste a Grozny hacia nosotros, al menos, ¡me debías la puta espera!

Brincó a Karol por las piernas, acercándose a Sergey; los hombres de Léon retrocediendo para darle espacio.

—¡Léon, por favor, Sergey no tiene nada que ver, yo le obligué!

El Vor sesgó la cabeza con la mirada perfilada por la oscuridad del bosque.

—¿De verdad crees que esa patética excusa funcionará? —Farfulló en un tono que se discernió siniestro.

Sergey trató de liberarse con más furia que determinación, dando vueltas sobre la tierra en la absurda tentativa de ponerse en pie con las manos y pies atados tan firmemente; Léon observó la escena aborreciendo su negación ante la muerte y se preguntó cómo reaccionaría él de hallarse en su lugar.

—Lo menos que puede hacer un hombre que vivió miserablemente es morir con honor. —Susurró sin la intención de ser escuchado, pues comenzaba a ser su mantra personal. —Pero tú… eres menos que hombre. Eres un cerdo.

Sergey se arrastró maldiciendo boca abajo mientras Karol aullaba su nombre, exigiendo que le mirara.

—Y, ¿cómo mueren los cerdos, Sergey?

El acero que ya había probado la sangre de Mikheil resplandeció de nueva cuenta cuando Léon lo desenvainó, girándolo en una hábil maniobra de sujeción. Cogió al ruso por el canesú, elevándole lo suficiente para dejar su garganta al descubierto. Entonces, la Voz bisbiseó tan claro que pudo sentir el aliento frío acariciarle la nuca.

Lo reconfortó.

Pasó el brazo armado por debajo de la barbilla y le acribilló la yugular en salvajes arremetidas. El grito de Karol se extinguió, pero él continuó hasta que el arma resbaló entre sus dedos ensangrentados. Se incorporó agitado, colmado de la adrenalina que reverbera en el semblante y la mirada cuando una vida es arrebatada por mano propia. Entre pinchazos de lucidez vislumbró la cabeza de Sergey torcida en un ángulo imposible, y después a Karol, desvanecido con la expresión de horror congelada en el rostro. Incluso sus hombres parecían perturbados y sorteaban miradas entre sí, inseguros de cómo proceder.

—La tierra es blanda aquí, hagamos un agujero. —Dijo Léon para romper el hielo, recuperando la navaja y limpiando el acero en la espalda de Sergey. La sangre había formado un río purpura y lentamente se acercaba a Karol.

Léon lo advirtió y hendió una línea paralela con la punta de su zapato: la sangre quedó estancada en la zanja. Luego, descubrió una jeringuilla del fondo de su cazadora, la destapó y en dos pasos alcanzó a Karol.

—Nos espera un largo viaje, cariño.

 

Notas finales:

gracias x leer


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).