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Ezio por Kikyo_Takarai

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Notas del capitulo:

Mientras más los escribo mas me apasiona esta pareja, crfeo que hay muchisímos caminos que pueden tomar juntos. El lemon va avenir en cada cap a partir de ahora, puede que no sea convencional, pero creo que es muy interesante y realmente me estoy diviertiendo con ellos.

Disfrutenlo!

Rutina

Leonardo estaba recostado en su cama, estirado cual largo era en la suavidad de su hermoso edredón de plumas de ganso, regalo de una familia Florentina con quien mantenía amistad. Estaba completamente desnudo, adormilado, y no estaba sólo.

A su lado, desde hacía ya un par de días descansaba su buen amigo, y de una manera extraña e informal, amante: Ezio Auditore.

Desde aquella mañana en que se habían entregado el uno al otro tan intempestuosamente no habían podido quitarse las manos de encima. Leonardo porque estaba aprovechando al máximo está oportunidad, saboreando y conociendo el cuerpo de Ezio, detallándolo en su memoria, aquello que le gustaba, donde le gustaba y que tan duro le gustaba.

Leonardo ya había tenido un problema severo con la ley debido a sus impulsos sexuales, y si bien había sido puesto en libertad y absuelto de todo cargo, era difícil que eliminaran de los archivos a un Maestro acusado de Sodomía. Sin embargo Ezio no parecía tener problema alguno en cometer un crimen “contra la moral” y “contra Dios” entregándole su cuerpo al Pintor cada noche, una,  dos, hasta cuatro veces, o hasta que uno de ellos caía desfallecido por la embriagadora mezcla de cansancio y placer.

Pero lo que hacía más feliz a Leonardo, que había enviado a su aprendiz y modelos a casa indefinidamente, no era sólo el sexo, que claro era muy bueno. Lo que más le gustaba es que Ezio no había hecho ademán alguno por volver a sus aposentos con Paola en la “Rosa Colta”. Por el contrario, no parecía disfrutar sólo de su cuerpo, también de su compañía y su conversación. Hablaban por horas de sus conocidos y de lo que Ezio había visto en sus viajes, de literatura y de música, incluso de arte. Muy a su pesar Leonardo descubrió el fanatismo de Ezio por la obra de un pintorcillo nuevo llamado Rafael que parecía coleccionar por sobre la suya, a pesar de que Ezio debía poseer la más amplia colección, hasta el momento, de sus propias obras en su “palazzo” en Monteriggioni.

Mientras Ezio descansaba su pierna sobre la almohada y se llevaba una a una las uvas de un racimo a la boca, Leonardo finalmente levantó la cabeza,  decidido a comenzar su día. Le regalo a Ezio un suave beso en el hombro a lo que el hombre respondió con una sonrisa.
Leonardo pensó que podría morir en ese mismo momento sin arrepentirse de nada.

Se dirigió al cuarto de baño y se aseo apropiadamente, no había quien calentara el agua, así que se vio obligado a remojarse en agua fría, lo que aclaro su cabeza, y cuando salió del baño, perfectamente vestido y perfumado, olvidó por un segundo la razón por la que había estado desnudo durante casi 3 días seguidos.  Él, que siempre se presentaba impecable, limpio y elegante. Pero esa razón se negaba a ser olvidada, y estaba a medio vestir sentado en la orilla de la escalera que separaba el estudio con el modesto dormitorio del Artista.

-“Bon Giorno”, Leonardo…- Saludo Ezio, aun comiendo uvas despreocupadamente y lanzándole una que apenas logró atrapar entre los dedos.

-“Salute”, Ezio. Deberías volver a la cama, no has descansado tus heridas tan apropiadamente como te ha recomendado el médico, me temo.- Había un tinte de culpa en su voz, pero no podía dejar de sonreírle.

-Leonardo deja ya de preocuparte, soy un Asesino, en un par de semanas estaré listo para seguir con mi trabajo, algo que tú deberías hacer, “amico”. No te has movido de mi lado.

-Ah Ezio, nadie espera que yo termine nada a tiempo, y hacen bien en asumirlo, soy pésimo respetando las fechas de entrega, y jamás me han dicho nada, no se atreverían.- Dijo agitando la mano en ademan despreocupado.

Sin embargo el comentario de Ezio si lo preocupaba, si tenía que continuar su trabajo, que era de suma importancia para el destino de Italia, nuevamente se iría de su lado. Le enviaría cartas vagas desde diferentes ciudades y vendría a visitarlo cuando tuviera que pedirle un favor… Luego de probar su fruto prohibido de había vuelto un adicto, no sabía cómo podría vivir sin él.

Ezio estaba ahora de pie, bajaba ayudado del barandal las escaleras hasta el estudio, buscando algo que leer en las múltiples estanterías de Leonardo.

-Insisto, debes trabajar, y si te hace feliz yo descansaré la pierna. Seré un buen invitado, me sentaré aquí, junto a los cadáveres, y leeré mientras tú haces algo productivo para variar- Bromeó Ezio, señalando el pequeño cuarto en el que Leonardo guardaba los cuerpos que usaba para sus estudios anatómicos. El pintor soltó una risita tonta seguida por un suspiro de resignación.

-“Va Benne”, Ezio. Si tanto te preocupan mis encargos, pondré manos a la obra. Pero “Per Dio” no te sientes cerca de los cuerpos, ya he terminado de jugar con ellos y no es una vista agradable. Siéntate junto a la chimenea.

Con manos firmes los llevo hasta una silla donde Ezio se acomodó con la pierna subida en un pequeño banco que el pintor se apresuró en conseguir para él. Mientras Leonardo mezclaba pigmentos en su paleta no podía evitar que su vista se desviara hacia Auditore, que descansaba sin camisa a unos metros de él y parecía ensimismado en la lectura de una obra de teatro española que al mismo Leonardo le encantaba.

No podían seguir así mucho más. Su romance debía ser secreto, si no por su propia reputación por la de Ezio que ya tenía bastantes problemas como para agregarle la homosexualidad. Claro que Ezio no pensaba igual, a estas alturas, pensaba, agregarle un delito moral a su larga lista de robos, terrorismo, homicidios, estafas y daño a propiedad pública y privada era una nimiedad. 

Mientras Leonardo pintaba lo único que se escuchaba en la habitación era el golpeteo seco de los pies del artista al moverse, el crujir de la silla de Ezio al moverse y el suave rasgueo de las hebras duras del pincel sobre la tela. Ezio trataba de leer, pero al final desistió, cerrando el libro en silencio y mirando ahora a Leonardo. ¿Qué diablos estaba haciendo? Se estaba acostando con su mejor amigo, el amigo que le había presentado su madre hacía más de 6 años.  Sinceramente a Ezio nunca le llamó la atención mantener relaciones físicas o emocionales con otro hombre. A él le gustaban las mujeres, por múltiples razones. Pero Leonardo lo había dejado impresionado desde aquella primera vez que charlaron sobre sus ocupaciones mientras cargaban una caja de pinturas a la que solía ser su casa.

Leonardo lograba transformar ese recuerdo doloroso en algo digno de mantener en la memoria. Ezio sabía que era un hombre entregado, pero ahora podía ver un lado totalmente nuevo de él. Un Leonardo salvaje, apasionado. Era el mismo Leonardo que le contaba maravillado sobre cómo estaban estructuradas las alas de las aves, mientras que horas más tarde (cómo si se tratase de otra persona) se enterraba una y otra vez en su cuerpo, tirando de su cola de cabello castaño para morder suavemente su cuello…

La erección que nació en sus pantalones con este pensamiento le dejo más que claro que Leonardo le gustaba. Eran jóvenes, había mucho tiempo. Pero Ezio sabía que no podía hacerle ninguna promesa. Tendría que ir y venir como hasta entonces, porque su vida y su propósito así lo demandaban, pero cada segundo que tuviera libre cada momento de paz, lo dedicaría a hacer gozar a ese hombre maravilloso que lo miraba como si él fuera una verdadera obra de arte, cuando no era más que un criminal muy bien vestido.

Leonardo ya había comenzado a trabajar en serio. Estaba perdido dentro de su pintura, su ritmo era ahora frenético y Ezio temió que se hiciera daño, pero el brillo en sus ojos despertó aún más su hambre por él. Lo invadió la culpa, había insistido en que el otro trabajara, y apenas unas horas después ya sentía un agudo impulso por regresarlo a la cama… no hay remedio.

Se puso de pie, muy para su agrado su pierna herida no opuso mayor resistencia, Ezio había curado heridas mucho más graves en menos tiempo, su sangre de Asesino debía tener algo que ver con eso. De cualquier modo se escurrió silencioso como una sombra hasta colocarse detrás del pintor.

Por suerte para él Leonardo tampoco se había molestado en ponerse todas esas capas de tela que estaba acostumbrado a verlo usar. Subió sus manos suavemente por su cuerpo, arrancándole un grito de sorpresa mientras lo aprisionaba contra su sí mismo , empujando su dura entrepierna contra el trasero del rubio, sacándole un gemido de placer. Para Ezio ese era todo el consentimiento que necesitaba.

-E…Ezio, no puedes asustar así a tus mayores…-murmuró mordiéndose el labio mientras las manos del mismo ya habían despojado su torso de la ropa y paseaban ahora por la creciente erección más abajo.

-¿Mi perdoni, Leoanardo? Por favor no dejes de trabajar sólo porque estoy aquí, prometí ser un buen huésped.

-Ezio…no hay forma de que pueda pintar contigo así… -Sus manos temblaban mientras los dedos de Ezio volvían a subir, acariciando suavemente sus pezones-

-Eres el Gran Maestro Leonardo Da Vinci, puedes hacer lo que quieras… si dejas de pintar, me temo que te dejaré en paz y volveré a mi libro.

-No, Ezio…. “Molto,Benne…”

Eso era una locura, trataba de mantenerse firme, pintando cuidadosamente el hermoso vestido de una virgen mientras Ezio lo tocaba sin descaro alguno, estimulando cada centímetro de su piel. La acción le pareció terriblemente blasfema y eso le pareció aún más excitante. De cualquier forma con sus antecedentes se iría al Infierno.

Mientras maquinaba todo aquello la mano  de Ezio había comenzado a masturbarlo, sacando su erección del resguardo de la ropa y provocándole no sólo una nueva serie de gemidos también un mayor temblor en las manos. Trato de compensarlo, de mantener sus brazos firmes mientras pintaba pero no era posible.

Sin detener sus caricias acerco sus dedos a la boca del Pintor que comenzó a lamerlos por impulso, y cuando los sintió listos introdujo dos de ellos  de manera súbita en su entrada punzante. Leonardo gimió plácidamente, incapaz de pensar en nada que no fueran los gruesos dedos de Ezio jugueteando en su interior, abriéndole cada vez más, y luego dejando que más dedos se unieran a su danza. Cuando se sentía a punto de venirse el menor lo soltó de golpe, sacando sus dedos al mismo tiempo que soltaba su goteante erección. Se volteó a mirarle con algo parecido a un puchero y estaba por reclamarle cuando Ezio se enterró dentro de él con una estocada certera.

Se aferró a la orilla del caballete  para mantener el equilibrio, dejando caer el pincel y la paleta de colores que chocó contra el piso con un estruendo orgánico, Ezio aprovecho el apoyo para abrirle más las piernas y plantarse firmemente entre ellas, golpeando una y otra vez en su interior, cada vez más fuerte hasta que sus jadeos desenfrenados y los gemidos que a Leonardo le era imposible acallar llenaron la estancia como música.

Podía sentirlo, firmemente cerrándose alrededor de su miembro, quemándole y haciéndole perder la cabeza. Le tomó por el muslo y subió su  pierna,  haciendo la penetración más profunda, mordiéndole suavemente el cuello mientras se enterraba en él y lo sentía temblar como un cachorrito entre los dedos que ahora le jalaban el suave cabello rubio hacia sí.

-¡Ezio…! ¡Ah, Ezio! Sí, Sí, “per dio” Ezio… Más…

Música para sus oídos. Leonardo se sentía una vez más como en un sueño, demasiado ocupado pensando en la suerte que tenía, en lo bueno que era, en lo duro de su miembro caliente que le arrancaba gemidos de placer que se confundía con un dolor abrasador y delicioso. Se sentía como si en cualquier momento pudiera partirse a la mitad, mientras Ezio aumentaba el ritmo de sus embestidas, se vendría, no podría evitarlo, y lo deseaba. Lo deseaba tanto, tenía que dejar salir un poco de todo ese calor que le quemaba  el vientre. Pero no, no podía…la pintura.

Con un grito lastimero Leonardo se vino sobre la tela manchando el óleo fresco con un chorro de semen caliente que salpico su obra en proceso. Ambos se quedaron anormalmente quietos, mirando el líquido blanco escurrir por la tela y llevarse un poco de la pintura consigo.

-“Merda”…- Murmuró el pintor, separándose rápidamente de Ezio, y examinando si podía salvar algo de su obra.

-Leonardo, en serio lo siento- Dijo Ezio, sinceramente preocupado y con un tinte de arrepentimiento en la voz-

-Ya no podemos hacer nada, yo debí tomarme más en serio mi trabajo y no dejarme seducir por ti- susurró Leonardo, con una sonrisa cómplice mientras rasgaba el lienzo-.

-¿Qué haces? Leonardo!

-Está bien Ezio, será mejor que comience de cero… creo que, sería mejor que fueras arriba mientras trato de reponer el tiempo.

Leonardo no parecía enojado, pero su voz no aceptaba que lo cuestionaran y Ezio no lo hizo, le dio un beso en los labios, que fue correspondido, y subió las escaleras tan rápido como pudo.

El pintor suspiró, mirando el lienzo desgarrado para luego acomodarse la ropa y hacer un par de profundas exalaciones. Debía dejar atráslos restos de su orgasmo y ponerse a trabajar, si almenos podía dejar lista la pintura hasta donde la había retomado hoy aún estaría a tiempo. Bueno tan a tiempo como Leonardo podía estar. Sin ayudantes tendría que mezclar el mismo los colores y preparar los pigmentos, pero antes solía realizar esas mismas tareas para Verrochio y la idea le inundo el pecho de nostalgía.

Mientras Leonardo trabajaba, Ezio se sentó en el suelo del piso superior del estudio, una especie de planta alta que ocupaba la mitad del segundo piso del estudio y que servía de habitación, llena de lienzos preparados y montados sobre madera, libros gruesos y rollos de pergamino, cajas llenas de pigmentos. Un par de armarios con ropa, un taburete y la grande y mullida cama en la que habían compartido los últimos días.

 

Se había llevado consigo el libro y luego de un par de horas se dio cuenta de que se había perdido tanto en su lectura que Leonardo había encendido las velas alrededor de la casa y él no se había percatado de su presencia, se levantó de la cama y se asomó por el borde del piso, Leonardo aún estaba pintando, entrecerraba los ojos, forzando la vista a la vaga luz de las velas, con las manos llenas de carboncillo y las mangas arremangadas hasta los codos mientras el único sonido en la habitación era el roce constante de las cerdas del pincel contra la tela.

En años, Ezio no había vivido un momento tan cotidiano, tan rutinario y tan agradable. La nostalgia le lleno la idea de esperanzas hermosas si decidía quedarse ahí y disfrutar de esa vida, cómoda y despreocupada, sin peligros de muerte en cada esquina. Pero no era posible, él tenía una misión, una para vengar a su familia, para proteger a su madre y hermana, para asegurar que Leonardo y todos en Italia pudieran vivir en paz, justo como él lo hacía ahora.

Notas finales:

Vienen muchas cosas, algo de drama, mucho lemon, algo de violencia, debo admitir. Su relación va a dar un giro brusco.


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