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El Hogar de las Bestias por Camila mku

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—¿Recuerdas algo más? —El detective lo miró con el entrecejo fruncido, enarcó una ceja y, con suspicacia, se detuvo a inspeccionar la reacción de Light, quien parecía estar sufriendo un ataque de pánico.

Estaba pálido, desde que había entrado en esa oficina se mantenía impoluto, carente de emoción. Internamente estaba agonizando. Miraba el suelo mientras memorizaba todo lo que había dicho en las dos horas que llevaba ahí sentado, pero creyó que ya había agotado sus recuerdos. No quedaba nada más por decir.

—No —dijo Light con decisión—. Ya lo he dicho todo.

El hecho de haber contado cada ínfimo detalle desde su encuentro con Elle y Beyond en el callejón, hasta cuando se besaron en la bodega del segundo piso de aquel edificio, lo habían dejado drenado de energía. Debió ser explícito en detalles que desde un principio hubiese preferido omitir, pero eran necesarios para que su relato tuviese sentido. Confesaba estar muriendo de la vergüenza al sentir los ojos juzgadores del detective, y también los de Mikami, que estaba sentado a su lado y no dejaba de pestañear con pesadez y de suspirar.

—Espérenme aquí, por favor —dijo el hombre con voz grave y pausada. Se incorporó con lentitud, sujetó las páginas sobre las que había estado escribiendo el testimonio de Light y salió caminando por la puerta, dejándolos a solas en su despacho.

—¿Estás bien? —le preguntó Mikami al verlo acongojado. Light respiraba pausadamente, como si le costara, y mantenía una postura encorvada que lo hacía lucir indefenso. Había estado hablando desde las diez de la mañana acerca de Elle, de cómo sanó sus heridas la noche anterior y de su insistencia para que abandonara la fiesta. Habló de Beyond, y de su acercamiento poco grato. Habló de Ídan, de cómo se conocieron y de la última vez que lo vio… Tenía la boca seca y se sentía exhausto. Había revelado cuántos detalles recordaba, y haber hecho memoria de las miradas de Ídan, de sus chistes, de sus sonrisas, de la vez que lo conoció en el tren a Londres... lo habían dejado desplomado.

—Eso creo —respondió Light.

Mikami también había dado su testimonio al respecto, y cuando el detective les preguntó si sabían de otra persona involucrada en los hechos, ambos mencionaron a Takada, pero le hicieron saber al detective que estaba demasiado conmocionada para dar su testimonio ahora.

El hombre comprendió, sin embargo se mantuvo firme en su postura: «va a tener que darlo tan pronto como sea posible. Es necesario que todos los testigos hablen».

Light pasó varios segundos mirando un punto inexistente en la superficie del escritorio, adentro de ese despacho. Tantos pensamientos atravesaban su mente que el silencio ahí adentro era una mera ilusión.

El detective entró con cierta prisa, y detrás de él se asomó un joven de aspecto desprolijo. Vestía camisa y jeans, y en nada se parecía a un agente de la policía. Light le echó un vistazo al papel y a la lapicera que llevaba en la mano.

—Siéntate, Paul —le pidió el mayor. El chico así lo hizo; sujetó el lápiz y apuntó al centro de la hoja. En ningún momento miró a Mikami o a Light; estaba demasiado concentrado en lo que estaba a punto de hacer—. Light, describe a Elle —pidió el detective.

Light tragó espeso.

—Eh... —balbuceó, solo adjetivos insulsos se le venían a la cabeza—. Alto.

—¿Cuánto? —preguntó el detective.

—Más o menos de mi estatura —dijo, y continuó—: Es blanco, ¡muy pálido! Sus ojos son negros y grandes... Tenía aspecto cansado cuando lo vi de cerca. Su cabello es oscuro y es de complexión delgada. —Dado que el detective le pidió que fuese lo más específico posible al momento de describir al sujeto, Light dio cuantos detalles recordaba. Mientras tanto, Paul daba garabatos tan rápidos sobre la hoja que resultaba ininteligible para Light corroborar si su dibujo se asemejaba a Elle.

—¿Algo característico acerca de él? —preguntó—. ¿Algo inusual en su aspecto que recuerdes…? ¿Alguna herida o cicatriz?

Light agachó la mirada y repensó por un instante.

—No —dijo, convencido. Pero luego de unos instantes exclamó—: ¡Oh, aguarde! Sí… tenía unas ojeras descomunales —musitó, despertando la curiosidad del detective—. Parecía no haber dormido en años. Me dio la sensación de estar a punto de desplomarse del sueño. Sin embargo, al momento de interactuar, no lo noté cansado. —El hombre asintió y miró al chico por el rabillo del ojo.

—¿Lo tienes, Paul? —le preguntó, y aquél asintió con rapidez, sin decir una palabra. Levantó el dibujo para mostrárselos. Los vellos de Light se erizaron y la sangre le cayó al suelo de golpe. Mierda, pensó el castaño. Había quedado petrificado.

—¿Se parece a Elle? —preguntó el detective. Light asintió y susurró:

—Es idéntico.


Luego de que salieran de la jefatura de policía, el detective Marsh les aseguró que el equipo de investigación empezaría el rastreo ese mismo día, basándose en el identikit proveído por Light.

—¿Y ahora? —les preguntó Takada, mientras observaba el aspecto del interior del nuevo departamento en el cual debían hospedarse de ahí en adelante, por órdenes de la policía.

—Supongo que tendremos que vivir aquí —susurró Mikami, echándole un vistazo al paisaje de la ciudad de Londres desde el balcón.

El detective les había explicado a Light y a Mikami que, por ser testigos del caso, no podían abandonar la ciudad cuando acabaran sus vacaciones. Debían quedarse ahí hasta que encontraran a los culpables, y todos en la jefatura daban por sentado que habían sido, por lo menos, tres personas. No había manera de que con uno solo bastara para mutilar diez cuerpos.

Light creyó que el punto de vista de la policía era prudente. Y él, al ser uno de los mejores estudiantes de la universidad de Criminalística en Japón, estaba dispuesto a averiguar qué era exactamente lo que estaba sucediendo.


El tiempo parecía haberse congelado para Light los últimos días. Los minutos pasaban con tanta lentitud que parecían eternos, y el castaño cada vez se sentía más vacío y deprimido; y era justamente por esa mezcla ambigua de sensaciones que, últimamente, lo invadía una jaqueca imposible de detener con medicamentos.

Habían pasado tres días desde el entierro de Ídan. Luego de que los peritos forenses terminaran de hacer su trabajo de investigación, había llegado el momento de la ceremonia velatoria, la cual necesariamente debió hacerse a cajón cerrado por la gravedad de la mutilación en los cadáveres.

Takada no había parado de llorar en todo el tiempo que habían estado los tres ahí, sentados frente a los ataúdes de los fallecidos, mientras Mikami y él se mantenían callados y pensativos. Los susurros y el llanto de la gente alrededor era todo lo que escuchaban. Light, mientras tanto, contaba los minutos para que finalizara el día de una vez… o la semana… o las "vacaciones"... o todo eso relacionado con el caso. Lo único que anhelaba era regresar a Kanto y volver a hacer una vida normal.


La tarde del jueves siguiente al entierro transcurrió tan gris como lo había sido toda la semana. Light, por su parte, empezó a odiar el hecho de levantarse cada mañana y ver a través del gran ventanal del living el paisaje de la ciudad de Londres.

¡Estaba cansado de Londres!, de sus avenidas repletas de turistas, de sus tardes nubladas y de los periodistas que buscaban a toda costa hacerles un reportaje acerca de los asesinatos. El detective Marsh había sido contundente cuando les advirtió que no hablaran con la prensa al respecto, ya que era importante proceder con cautela.

Muchos en Londres sabían que los tres asiáticos que vivían en la calle Perenne habían sido testigos, y eso ameritaba que los miraran con pena cuando se les ocurría salir. No había persona que no se detuviera a su lado para darles las más sinceras condolencias. Eso, al principio, había sido agradable y hasta reconfortante. Pero con el correr de los días, el interés de los lugareños por ellos se convirtió en chismoteo y fue tan molesto para Light que llegó al punto de tornarse insoportable. Tanto así que los tres tomaron la decisión de encerrarse bajo llave en el departamento y no abrirle la puerta a absolutamente nadie.

El silencio en el interior de ese lugar iba consumiéndolos a cada uno a su manera. Takada había adoptado la manía de limpiar todo cuanto se cruzara por su camino, mientras Mikami pasaba horas eternas sentado en el balcón mirando el ocaso. Por su parte, Light se la pasaba en la cama y apenas se levantaba para comer.

Ninguno de los tres se estaba alimentando correctamente. Les bastaba con beber una sopa o ingerir algo rápido, precalentado o directamente de una lata. No había ganas de nada, ni fuerzas para encarar un nuevo día.

Light despertó esa mañana jadeando y sudando después de haber soñado una vez más con Ídan. Ya iba una semana seguida que las pesadillas lo invadían por las madrugadas y lo desvelaban. Quedaba despierto durante horas hasta que volvía a dormirse otra vez, y eso había ayudado a que su descanso no fuera pleno, y también a que un par de ojeras violáceas aparecieran en su rostro.

Sujetó su celular, que estaba sobre la mesita de luz. Últimamente, lo primero que hacía al despertarse era agarrar el dispositivo antes, siquiera, de levantarse a lavarse la cara. Entró a las redes sociales de Ídan casi de inmediato, como venía haciendo desde hacía una semana –tanto así que se había vuelto casi un hábito–, y observó los comentarios nuevos que sus allegados habían posteado en su perfil.

«Que en paz descanses», era el comentario más habitual. «No puedo creer que te hayas ido de esta manera». «Nos haces mucha falta».Los ojos de Light se humedecieron casi de inmediato al leer un fragmento escrito por, quien él creía, era la madre de Ídan, hacía una semana:

«Desearía volver el tiempo atrás para rogarte que no fueras a ese maldito lugar…»Light sintió opresión en el pecho. «Este ha sido el día más triste de mi vida. No imagino cómo voy a salir adelante a partir de ahora. No creo tener las fuerzas suficientes, siento que me estoy derrumbando…»

El celular empezó a vibrar, era su madre quien lo llamaba. Light se secó las lágrimas con el puño del pijama e intentó aclararse la voz para que no sonara quebradiza.

—¿Mamá? —preguntó. Se escuchó un leve suspiro del otro lado.

Cariño… —respondió Sachiko luego de un silencio desolador—. ¿Cómo estás?

No supo si fue cosa suya, pero sintió que tardó una eternidad en contestar. Habían hablado antes, y en todas esas veces él había sonado ansioso y atemorizado, pero esta vez su tono de voz delataba una tristeza profunda.

—Nada bien, la verdad —murmuró. Se llevó una mano a la frente, la jaqueca volvía a aparecer. Escuchó que ella suspiraba y su voz temblaba como una hoja al viento. Había cierto desconcierto en sus pausas.

¿Cuándo vendrás a casa? —Light percibió conmoción. Podía sentir su miedo de tan solo pensar que su hijo podría sufrir la misma suerte que Ídan—. ¿Cuánto tomará esto, hijo? —preguntó en un susurro casi inaudible. Light lanzó un suspiro.

—Lo que más quisiera ahora, mamá, es estar allá en Japón. Lo juro —expresó, pasándose una mano por el cabello con fastidio—. Pero debo quedarme hasta que encuentren a los culpables, son órdenes de la jefatura de policía —confesó con abatimiento.

Escuchó a su madre sollozar por lo bajo y sintió deseos fervientes de abrazarla, pero la voz agitada de Mikami del otro lado de la habitación lo abstrajo:

—Light… —El castaño levantó la mirada de repente y vio a su amigo asomando la cara por la abertura de la puerta—. Ven, por favor. Te necesito en la cocina. Es Takada… —Dio media vuelta casi al instante y salió a los trotes por el pasillo.

Light arrugó el entrecejo; por la expresión ensombrecida y nerviosa de Mikami intuyó que algo grave pasaba.

—Debo colgar, mamá —mencionó con voz sombría—. Hablamos luego, ¿sí?

Está bien, cariño —respondió ella—. Cuídate, por favor, y no hables con extraños, solo con la policía, ¿de acuerdo? —Estaba demasiado asustada como para pasar por alto sus palabras. Light agachó la cabeza y asintió.

—De acuerdo.

Te amo, hijo.

—También te amo, mamá —susurró Light, y colgó con pesadez.

Se incorporó de la cama de un brinco y se puso las pantuflas. Caminó fuera de la habitación hacia el living. Se preguntaba qué era lo tan drástico como para que Mikami lo llamara con tanta urgencia, sin embargo al ver el estado de histeria de Takada no le quedaron dudas. Cuando Mikami lo vio entrar a la sala de estar, le lanzó una mirada cómplice.

—En serio creo que es necesario que descanses —le susurraba a Takada al oído—. Estuviste toda la madrugada limpiando la cocina.

—¡Déjame en paz! —gritó Takada a todo pulmón. Cortó la cercanía que mantenía con Mikami y se alejó abruptamente de su lado.

—¡Ya está todo limpio! —exigió el moreno con sus ojos negros bien abiertos. Se aproximó a ella e intentó quitarle de la mano el trapo sucio que había estado usando para fregar los azulejos a un lado del lavabo, una y otra vez, de manera compulsiva y frenética—. ¡Para ya! —gritó, y el sonido de su voz quedó haciendo eco en cada rincón del departamento.

—¡No puedo! —dijo ella y se cubrió la cara con ambas manos. Rompió en llanto—. Necesito estar haciendo algo todo el tiempo o enserio creo que voy a enloquecer.

Light tragó espeso. Mikami se acercó lentamente a ella y la sujetó con fuerza contra su pecho. Los hombros de Takada empezaron a moverse de arriba abajo en un vaivén abrupto, lloraba como una niña.

Light mantenía la compostura y la calma, al contrario de Takada. Pero, sincerándose consigo mismo, no estaba seguro de cuánto tiempo lograría sostener esa postura. La locura del encierro y de esa serie de eventos trágicos empezaba a apoderarse lentamente de ellos.

Notas finales:

¡Finalmente está acá la primera actualización del mes de septiembre! Nos vemos en el próximo cap! :3 Síganme en Instagram para más avisos y novedades :D ( camilamku/)

¿Les conté que tengo una sorpresa para ustedes en el mes de diciembre? ¡Pues, tengo una sorpresa para ustedes en diciembre! jajaja Se las voy a dar en Navidad del 2023 :D Así que abrazo enorme y a esperar, mis queridas yaoistas!

Nos leemos en la próxima actualización :) Abrazo!


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