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Vintage Boxer por SeptimaKolera

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Notas del capitulo:

Enoy it!!!

(Les dejo abajo un link de una tira cómica correspondiente al capítulo anterior)


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Round 2: El chico de ningún lugar.



Él sacudía sus cabellos con una toalla pequeña cuando yo entré. Al verme, bajó la toalla hasta sus hombros. La impresión que causó en mí fue evidente en demasía. Mis esquemas se hicieron polvo cuando quedé en presencia de una divinidad encarnada en el vagabundo que recogí anoche. Es que era casi imposible de creer que debajo de toda esa suciedad se encontraba este ser precioso.

Sus cabellos eran de oro, un oro que me impresionó en exceso, se veían lustrosos y brillantes, muy sedosos y salvajes al mismo tiempo; muy lejanos a los cabellos castaño sucio que aparentaban la noche pasada. Mismo efecto me causó el tono canela de  su piel. Era como si se hubiese bañado en café de grano. Su cutis ahora se veía limpio y apetecible, de un color tan suculento como si hubiese sido recién tostado, que se dejaba entre ver hasta su abdomen, ya que se había puesto los pantalones, sin embargo no aún la camiseta.

¡Pero qué perfecto es!, es increíble. Me acerqué un poco. Él me miró con la misma azul mirada incauta de siempre. Ahora esos diamantes que tenía por ojos por fin se situaban en el joyero que se merecían para ser exhibidos. Caminé estupefacto hacia él hasta quedar a escasos centímetros de distancia. Algo me pasó por la mente y quise salir de la duda. Desde su hombro agarré una parte de la toalla y la acerqué a su mejilla para frotarla.

—Estas manchas… no salen…—Dije mientras cesaba mi acción.

—No son manchas…

—¿Son acaso…? —Cicatrices, me respondí a mí mismo. Sus mejillas, las cuales estaban un poco amoratadas por causa mía y mis puños, estaban cruzadas por tres marcas parecidas a los bigotes de un gato en cada una de ellas. Anoche pensé que eran parte de la suciedad propia de él, pero ahora se ven más claramente y puedo darme cuenta que parecen unas heridas muy profundas y antiguas—.  ¿Cómo es que te las hicist…?

—Tengo hambre.

—¡Oh es cierto! Lo siento.

¿Qué hago disculpándome con un vagabundo?... creo que me estoy dejando llevar por su apariencia. Es que ciertamente así, parece más un semidiós que un vagabundo. Me di media vuelta para indicarle que me siguiera. Él se apresuró a tomar la camiseta y ponérsela.

Al llegar hasta el comedor, pude notar su ansiedad latente con respecto a la comida. Me senté para indicarle que podía sentarse él también. Me dispuse a comer pero él no tocaba su plato.

—¿Vas a comer o qué? La comida no entra por los ojos, hijo.

—¿Puedo?

—…¿Acaso crees que es un adorno?, lo hice para ti, idiota —Sin perder más tiempo el muchacho se apresuró a comer. No sabía usar los utensilios asique comió con las manos. No me molestó eso, pero si me molestaba su postura al comer y su rapidez—. Oye, si vas a comer como un perro, la próxima vez te sirvo en un tarro en el piso, idiota. Siéntate recto —Lo golpeé en la espalda ligeramente para corregir su postura—. No te inclines sobre el plato. Y come más lento, aquí nadie va a robar tu comida asique no tienes porqué engullirla como si fuese a desaparecer. Tómate el tiempo de disfrutar de este desayuno, porque lo hice yo mismo con estas dos bellas manos, hijo.

Él obedeció en todas mis instrucciones, y comió como es debido. Sé que está que muere de hambre, y más por todo lo que le hice ayer desde el momento en que lo vi hasta que despertó. No me compadezco de él, nadie debe compadecerse de quienes han jugado mal sus cartas en la vida. No sé cuáles son las razones para que un niño tan joven y bello sea parte del decorado de la inmundicia urbana, pero técnicamente no es de mi incumbencia y la verdad no tengo ganas de sentarme a escuchar la historia de infortunio de un jovencito probablemente huérfano o abandonado.

 Sin embargo, ahora que me lo pienso, hasta a las prostitutas con que suelo acostarme les pregunto su nombre. De este chico no sé nada más que de sus aparentes veinte años y sus ojos azules como el cielo.

—¿Cómo te llamas? —Le hablé repentinamente, interrumpiendo nuestro cordial silencio.

—¿Qué?

—Tu nombre, ¿cómo te llamas?

—…Naruto —Susurró.

—¿Qué?

—Naruto.

—¿Es eso un nombre? Tienes que estar bromeando. Te pregunté por tu nombre, no por un apodo o algo por el estilo. Quiero tu nombre real, hijo.

—Mi nombre real es Naruto.

—Eso no es un nombre. Parece un nombre que le pondrías a un perro o a un hámster, no a un ser humano. —Mientras hablaba me pude dar cuenta que algo cambió en el muchacho. Sus ojos se escondieron debajo de su cabello al inclinar la mirada y pude apreciar como apretaba los puños, como reteniendo una ira sorda. Lentamente escuché  el hilo de voz que se asomaba desde su garganta.

—Mi nombre… mi nombre… mi nombre … —Titubeaba.

—¿Eh?, hijo, si vas a decir algo dilo fuerte y claro, como el hombre que supuestamente eres.

—Mi nombre… mi nombre…

—¿Vas a seguir con eso? —Me levanté para retirarme con mi taza de café en las manos, pero al instante sentí un jalón que provocó que la taza colapsara en el piso en mil pedazos. El chico de un segundo a otro me tomó del brazo y me acorraló en la pared más cercana, tal y como lo hice yo esta mañana con él—. ¿Qué tienes en mente? —le hablé muy calmado.

—Mi nombre… es lo único que tengo. Es lo único que me queda de mi pasado —Habló lentamente tratando de dar freno a una poderosa furia que colmaba sus arterias—… no permitiré…  ¡que te burles de él sólo porque te da la gana-‘ttebayo!

Me soltó de forma repentina, como previendo que perdería el control y se marcho corriendo en dirección a mi habitación. Yo me quedé en la pared. Jamás mostré miedo, porque no lo tengo, y hasta podría decir que quedé un poco decepcionado: tenía la esperanza de que ese muchachito sumiso sacara algo de personalidad y me asestara un merecido golpe; pero no fue así… ¡qué aburrido!

Al poco rato, pude ver al chico salir vistiendo la misma ropa sucia y andrajosa con que había entrado anoche a este departamento.  Sin  mirarme se apresuró a salir del inmueble como llevado por un rayo. ¡Qué raro!… al sentir la puerta principal cerrarse… me dieron ganas de salir corriendo tras él.



* * * * * * * * * * * * *



Del sur viene una tormenta, estoy seguro. El cielo parece estar enfadado. Yo también lo estoy. Desde que ese chico se marchó he pensado toda la mañana en él. Ahora me dirijo a casa de mi Amigo Kakashi a matar el tiempo, pero voy lentamente… es difícil manejar en un clima así. Con libertad podría decir que este es el día más frío de todo el año… y ese estúpido vagabundo quizás donde… ¡No! No debo pensar en eso. ¿Por qué me sorprendo a mí mismo de tanto en tanto con ese muchacho en mi mente? Sólo fue una noche, una noche buena, pero sólo eso, una noche. Si él quiere congelarse afuera es cosa de él, yo no lo eché de mi departamento, él salió por su propia voluntad.  

Traté de sacar al chico de mi mente. De todos modos tengo problemas más graves. Ir a ver a Kakashi siempre me deprime. ¿A quién no? Si él mismo siempre está deprimido. Es muy probable que cuando llegue a su casa él esté ebrio, como siempre. Su esposa lo dejó hace un tiempo y él es demasiado orgulloso como para correr tras su paso hasta Chicago. Además es un hombre de suburbios, no de ciudad. Manhattan lo deprime y marea, siempre me habla de lo loco que me cree por resistir vivir en estos edificios tan altos a un lado de la isla, en Astoria(1).

Entiendo que él sea así, después de todo, él vivió más tiempo que yo en Ville Platte, en ese pueblito de Louisiana a un lado de la ruta 49. Somos vaqueros, pero él siempre estuvo más conectado con la vida de campo que yo. Nunca supe por qué decidió seguir a mi hermano en su periplo por la ciudad grande, sólo sé que de tanto en tanto, cuando era pequeño, lo veía desfilar hacia el granero donde se encontraba mi hermano. Ahí mi hermano golpeaba los fardos de paja a modo de entrenamiento. Cuando entraba Kakashi, yo siempre me mantenía al margen; él era un poco mayor que mi hermano, y los mocosos como yo no debían entrometerse en asuntos de caballeros.

En lontananza de mi mente se figuran los recuerdos de viejos ayeres. Mi hermano entrenaba todas las tardes después de la escuela. Yo no iba, me quedaba haciendo cuentas en casa. Gracias al asma, mi salud siempre fue delicada. De todas formas me conformaba con mirar como mi hermano asestaba golpes a la paja, yo simplemente lo miraba y dibujaba lo que veía. Me hubiese gustado poder golpear fardos de paja con él… Pero esos ya son viejos tiempos, y de nada sirve ponerse nostálgico. Además tanto él como yo mismo hemos cambiado lo suficiente como para no reconocernos mutuamente…

Al llegar a casa de Kakashi entré por la puerta trasera. La cocina, como de costumbre, estaba hecha un asco. Me abrí paso entre las botellas de cerveza hasta el pasillo, donde pude escuchar la radio encendida y sonando la emisión del partido de baseball que se jugaba hoy.  Por alguna razón que desconozco, Kakashi jamás escucha radionovelas, y menos escuchar el boxeo. Eso ni en broma. Asique sólo escucha blues día y noche, los programas de noticias y el baseball.

—Hey, Kakashi.

—¡Hey, “señor ventas”! —Estaba en el sillón y cuando lo saludé se dio vuelta y se puso de pie para saludarme. Es cierto que está deprimido, pero jamás se exenta de sus modales sin pararse a saludar— ¿Cómo te ha ido?, ¿cómo va eso de los negocios?

—Piano, piano. Muy tranquilo, como siempre.

—¿Me tratas de decir que Wall Street está tranquilo, chico? Bromeas. Está bien, yo no salgo mucho de casa, pero no me vengas con bobadas.

—Es tranquilo para quien sabe jugar sus cartas como yo. —Dije con una sonrisa tranquila mientras tomaba asiento.

—Ya veo, ya veo. Tienes razón, como siempre. ¿Cerveza?

—Café.

—¿Tomaste whisky?

—Toda la noche y la mañana.

—Como un gentleman. Tal y como hacía tu apá(2) —Se dispuso a ir a la cocina—. Voy por tu café.

—Mi apá se revolcaría en su tumba si te viera tomar cerveza en este frío. —Le detuve con mi voz. Mi apá realmente quería a Kakashi como si fuese un hijo más. Kakashi es huérfano.

—Ya no siento frío, Sasuke. Sólo los jubilados privilegiados pueden sentir algo después de una profesión como la mía.

—Concuerdo —Fue por su cerveza y preparó un café que me supo a tibio y a pantimedia de mujer barata, pero no dije nada al respecto—. Estás más delgado.

—La musculatura tenía que desaparecer algún día, ¿no es así?

—Cierto, cierto. Ahora te pareces más a mí.

—¿De qué hablas? Desde que te dio por crecer y ser adulto has tenido la espalda más ancha que yo. Eres un ejecutivo favorecido. Tu físico es bastante bueno para alguien que pasa todos sus días encerrado en la bolsa.

—No lo negaré. De todos modos la oficina me está matando. Pagaría por ver a mi secretaria muerta en alguna alcantarilla de la tercera avenida, y así librarme al fin de su maldita voz de pato congestionado.

—Ja ja ja. Sueñas alto, chico. Siempre lo has hecho. Ja ja ja. Años antes podría haberte ayudado con eso, pero golpear mujeres nunca fue mi estilo y jamás lo será.

—De todos modos creo que si quisieras ayudarme con mi problema podrías hacerlo, Kakashi.

—No veo cómo. Te escucho.

—Ya sabes, tomando su lugar. —Me miró con un semblante que yo ya conocía; aquél que decía “Tenías que meter la pata y hablar de este maldito tema, ¿no es así?” Sé que Kakashi odia que le ofrezca trabajo, ¿pero qué espera? Quiero que salga de esta casa y siga con su vida de una vez por todas.

—Sasuke… ¿Cuántas veces tendremos que hablar de este tema?

—Las que sean necesarias.

—Está helando, será mejor que te vayas.

—Kakashi, quiero que salgas de aquí. Sólo te escapas de estas cuatro paredes para ir a comprar más licor y cigarrillos. ¡Ya es tiempo de que lo superes! Ven conmigo, por favor.

—Viene una tormenta. Sasuke, vete.

—Kakashi, escúchame por favor. Sólo quiero que lo consideres. Aunque sea hacer cualquier otra cosa, yo lo apoyaría…

—¡Sasuke, vete!

—…

Intenté decir algo, pero Kakashi me fulminó con la mirada. Era mi boleto de salida, como siempre. Supe que no tenía caso seguir discutiendo. Le extendí la mano y él la apretó mientras volvía a sentarse y desviaba su vista. Le dije que lo estimaba y que volvería la próxima semana, como siempre. Él sólo asintió con la cabeza y dio por terminada mi visita.

Salí de la casa por la misma puerta por la cual había entrado, no sin antes dejar un sobre con dinero en uno de los mesones de la cocina, como siempre. Cuando me topé de lleno con la nieve, me asusté un poco. Ese vagabundo… Naruto… debe estar… Yo… ¡debo hacer algo!

Continuará…

(1)Astoria: Barrio de Nueva york que conecta con Manhattan a través del puente Ed Koch Queensboro. Elegí este barrio porque es precisamente el apodo de mi amiga y beta del fic  “Kyubi” AstoriaFiera / Astoria Thalassa.
(2)Apá: Forma un tanto campirana de decir “papá”. Lo mismo pasa con el término “amá” para referirise a “mamá”

Notas finales:

Bye bee


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