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Nuestros momentos por Khira

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Notas del capitulo:

Buenas a todas y me sabe mal la demora, han sido 7 meses sin actualizar un capítulo que ya tenía escrito, pero esta web llevaba un tiempo yendo fatal. Ni siquiera podía entrar en mi cuenta. No sé si a alguien más le ha pasado. Tras intentarlo durante semanas, sinceramente, me cansé de ello. Hoy me ha dado por intentarlo y por fin lo he conseguido, tras esquivar varios popups de porno y sandeces varias. Así que os dejo el capítulo, espero que os guste. Nos leemos en el próximo (si la web me deja).

Escena 17 — Después del capítulo 282 del manga

Era un día de mucho trabajo en la academia ninja. Iruka estaba en la sala de profesores con muchos exámenes que corregir y muchas pruebas trimestrales que preparar. Ebisu, al otro lado de la mesa, hacía lo propio. Haciendo un breve descanso, Iruka se estiró y miró por la ventana.

Gracias a un informe recibido tres días antes por la Hokage, se sabía que tanto el equipo de Kakashi como el de Maito Gai habían completado su misión sin bajas, y que su vuelta estaba prevista para hoy.

Pero que no hubiera “bajas” no significaba que todos hubieran resultado ilesos, así que no podía estar tranquilo del todo hasta que viera a Kakashi y a Naruto sanos y salvos con sus propios ojos.

—¿Es hoy, cierto? —escuchó a Ebisu preguntar.

Iruka miró a su colega.

—¿Qué?

—Hoy regresa Kakashi, ¿no? Debes estar aliviado.

Iruka regresó la vista al examen que estaba corrigiendo, sintiendo arder sus orejas. Aún no se acostumbraba a que todo el mundo conociera ya su relación con el jounin y que estaban viviendo juntos. Por suerte, aquello no era tan terrible como Iruka había temido. De vez en cuando escuchaba a sus espaldas algún murmullo malintencionado, sí, pero la mayoría de veces eran comentarios amigables, como el de Ebisu en ese momento.

—Sí… —murmuró a modo de respuesta.

El otro maestro iba a decir algo más, pero en ese momento tocaron a la puerta de la sala de profesores.

—Adelante —dijeron Ebisu e Iruka al mismo tiempo.

La puerta se abrió y apareció Rock Lee. A Iruka le dio un salto el corazón: si Rock Lee, del equipo de Gai, ya estaba de vuelta, significaba que el resto de la misión seguramente también.

—Buenas tardes, Ebisu-sensei, Iruka-sensei —saludó el muchacho, haciendo una leve reverencia.

—Buenas tardes, Lee —saludó Ebisu.

Lee se irguió y miró directamente a Iruka.

—Iruka-sensei, Gai-sensei me envía a buscarte. Ven conmigo al hospital de Konoha, por favor.

Iruka palideció.

—¿Al hospital? ¿Quién está en el hospital, Lee?

Lee movió la manos rápidamente en un gesto de quitarle importancia.

—Es Kakashi-sensei, pero está bien. Solo es falta de chakra.

«¿Solo falta de chakra?». Iruka respiró un poco más tranquilo. Entonces miró a la pila de papeles que tenía aún sobre la mesa. Ebisu le leyó el pensamiento.

—No te preocupes por eso, Iruka, ya me encargo yo. Ves con Kakashi.

Iruka miró a su colega con gratitud infinita.

—Muchas gracias, Ebisu.

Iruka se levantó y siguió a Rock Lee fuera de la academia. De camino al hospital, el muchacho le contó con pelos y señales cómo había ido la misión en los alrededores de la Aldea Oculta de la Arena, incluso sobre la fabulosa nueva técnica ocular de Kakashi.

—¡Envió a un tipo y a la auto explosión que estaba a punto de causar a otra dimensión! ¡Fue increíble!

—Ya veo…

—Pero la técnica le drenó todo el chakra, así que Gai-sensei se lo cargó a la espalda y lo trajo de vuelta. Gai sensei también es increíble, ¿verdad?

—Sí…

Llegaron al hospital. Lee guió a Iruka hasta el segundo piso. Allí se encontraron con Gai, que acababa de salir de una habitación.

—Oh, hola, Iruka —saludó la bestia verde de Konoha—. Gracias por traerlo, Lee.

—¡De nada, Gai-sensei! ¿Algo más que pueda hacer?

—Solo ve a casa a descansar.

—¡De acuerdo, Gai-sensei!

Lee se marchó y los dos adultos se quedaron a solas en el pasillo.

—Supongo que Lee ya te habrá puesto en antecedentes —dijo Gai.

—Sí. Me ha dicho que Kakashi agotó su chakra y que tú le trajiste de vuelta. Muchas gracias.

—Cualquier cosa por mi rival. —El jounin se apartó de la puerta—. Necesitará una semana como mínimo para recuperarse y que su nivel de chakra vuelva a su estado normal.

—Entiendo.

—Lo dejo a tu cargo. Hasta luego, Iruka.

—Adiós, Gai.

En cuanto Gai se hubo marchado, Iruka inspiró hondo y entró en la habitación.

Era una habitación doble, pero solo una cama estaba ocupada por un bulto bajo las sábanas. Iruka se acercó al bulto y descubrió a Kakashi, tapado hasta la barbilla, con una expresión aburrida que se convirtió en deleite cuando le vio.

—Ey —saludó Iruka con afecto, feliz de saber que él era el causante de su cambio de ánimo.

—Hola, cielo —saludó el jounin.

El inesperado apelativo cariñoso le tomó completamente por sorpresa. Nunca antes Kakashi le había llamado así, e Iruka sintió mariposas en el estómago.

¿Es que ese hombre pretendía enamorarle aún más?

—¿Cómo estás? —preguntó Kakashi ante su repentino mudismo. Su boca seguía tapada pero por sus ojos supo que estaba sonriendo.

—Eso debería preguntártelo yo…

—Un poco cansado, eso es todo. ¿Podrías bajarme un poco la manta?

Iruka así lo hizo.

—¿No puedes ni moverte y aun así dices que solo estás un poco cansado? —preguntó el maestro con un suspiro.

—Se me pasará en unos días. —La expresión de Kakashi se volvió seria—. Pero no a tiempo, me temo.

—¿A tiempo de qué? —Iruka se sentó en el borde de la cama, con cuidado de no molestarle.

—Conseguimos una pista sobre Sasuke. Dentro de seis días en el puente Tenchi, en la Aldea de la Hierba, habrá un espía de Orochimaru. Yo no podré ir a esa misión, así que le he recomendado a Tsunade un sustituto para que lleve el equipo 7 hasta allí.

—¿A quién le has recomendado?

—A Tenzou, ese ex compañero mío de cuando estaba en ANBU. Ahora se hace llamar Yamato.

—Oh.

La mención de Tenzou, a quien Iruka seguía sin conocer, hizo que el joven recordara una vez más que aún no lo sabía todo sobre Kakashi. Había creído que el vivir juntos le ayudaría a conocer más a fondo a su pareja, pero de momento todo seguía igual.

—¿Ocurre algo? —preguntó Kakashi al notarle distraído.

—No, nada —mintió Iruka. Se inclinó hacia delante y besó al hombre en la frente—. No te preocupes ahora por esa misión. Descansa.

Kakashi le miró no muy convencido, pero le hizo caso y cerró los ojos. A los pocos minutos, ya estaba dormido.

***

El equipo 7, con el capitán Yamato como sustituto de Kakashi y un chico llamado Sai como cuarto miembro, consiguió llegar a la mismísima guarida de Orochimaru y hacer contacto con Sasuke, pero no consiguieron traerlo de nuevo a Konoha. Yamato se lo contó todo a Kakashi, aún en cama, a primera hora de la mañana. Iruka también estaba allí, pues todos esos días había dormido en el hospital con él.

—Muchas gracias, Yamato. Has hecho un gran trabajo —le dijo Kakashi a su kouhai.

—Gracias a ti por recomendarme, Kakashi-senpai —dijo Yamato con una reverencia—. Ha sido un honor comandar a tu equipo.

De reojo, Kakashi vio que Iruka tenía mala cara. Supuso que se debía a que no dormía muy bien en esa butaca de hospital, aunque el jounin temía que hubiera otro motivo.

Cuando Yamato se hubo ido, Iruka también se despidió de Kakashi.

—Tengo que irme a trabajar. No volveré hasta la noche: hoy tengo doble turno en la oficina de misiones —le explicó.

—No hace falta que vuelvas —dijo Kakashi—. Ves directamente a casa a dormir. Te ves cansado.

—¿Cansado yo? —rió Iruka—. No soy yo el que sigue todavía sin chakra suficiente —se burló.

—Sabes a qué me refiero. Desde que estoy aquí que no has parado. O estas aquí conmigo, o en la academia, o en la oficina de misiones.

Kakashi no exageraba. Iruka no había dormido en su propia cama desde que ingresaran a Kakashi en el hospital, apenas había vuelto a casa para ducharse y cambiarse. Para colmo, se había enterado de que dos de los trabajadores de la oficina de misiones estaban de baja y había más trabajo que nunca. Lo mismo debía suceder en la academia, con los exámenes finales acercándose.

—No te preocupes por mí —insistió Iruka—. Te veo luego.

Se dieron un beso. Pero cuando Iruka tenía ya una mano en el pomo de la puerta, el jounin se decidió y le llamó.

—Iruka… una cosa.

—¿Qué?

—¿Te gusta trabajar en la oficina de misiones?

Iruka arqueó una ceja, confundido.

—¿A qué viene eso?

—Bueno, sé que adoras hacer de maestro. Pero nunca has dicho nada positivo sobre tu trabajo en la oficina de misiones.

—Bueno, no es malo, aunque tampoco me entusiasma. Es un… trabajo.

—Pero si no te entusiasma… ¿por qué lo haces?

Iruka vaciló un poco antes de responder.

—Bueno, solo trabajo en la academia por las mañanas y apenas hago misiones, así que necesito algo más para mantenerme.

Kakashi sabía que al chuunin nunca le había resultado cómodo hablar de dinero con nadie, ni siquiera con él. Y en el fondo sabía que lo que iba a proponerle a Iruka no iba a hacerle ninguna gracia, así que lo haría con el mayor tacto posible.

—Pero no necesitas mantenerte, ya no. Si quieres dejar el trabajo en la oficina de misiones, yo puedo…

Iruka le interrumpió.

—Para.

La indignación en la cara del chuunin no era buena señal, aún así intentó explicarse.

—Iruka, solo digo que…

—Sé muy bien lo que estás diciendo —exclamó Iruka. Trató de mantener su tono de voz pausado y tranquilo, pero era evidente que se estaba irritando por momentos—. Y no.

—¿Por qué no?

—¡Porque no soy tu esposa para que tengas que mantenerme! —saltó Iruka. Al ver la expresión herida en la cara de Kakashi, bajó el tono de voz—. Lo siento, no quería gritar —musitó.

—Sé que no eres mi esposa —dijo Kakashi con voz pausada.

—Entonces, no vuelvas a decirme algo así —dijo Iruka, y sin volver a despedirse, abrió la puerta y se largó.

Kakashi suspiró y se reclinó en la cabecera de la cama.

Quizás había metido la pata, pero tenía que intentarlo.

***

Por la noche, Iruka regresó al hospital con la esperanza de que Kakashi estuviera ya dormido.

Con el tema del matrimonio aún rondando por su relación sin que ninguno de los dos se decidiera a sacar el tema de nuevo, el chuunin se dio cuenta de que, por indignado que se hubiera sentido, había metido la pata con la elección de sus palabras.

Pero el jounin no estaba dormido, al contrario, le esperaba más despierto que nunca, sentado contra la cabecera, leyendo uno de esos horribles y pervertidos libros de Jiraiya.

—Hola. ¿Cómo estás? —saludó Iruka dejándose caer en la silla junto a la cama. Después de casi catorce horas en la oficina de misiones, estaba tan exhausto que no tenía ganas de discutir y decidió hacer como que la anterior conversación que había mantenido con Kakashi no había existido. Por fortuna, Kakashi decidió hacer lo mismo.

—Hola. Estoy bien —dijo dejando el libro a un lado y bajándose la máscara—.  ¿Y tú?

—Bien. ¿Qué tal el día?

—Hoy han venido a visitarme Naruto, Sakura, y el chico nuevo, Sai —comentó el jounin.

—¿Ah, sí? —se interesó Iruka—. ¿Qué te ha parecido? —preguntó.

—No lo sé… No muestra apenas expresiones faciales.

—¿Y cuál es el plan a partir de ahora?

—Voy a entrenar personalmente con Naruto sobre la naturaleza del chakra. Ya es hora de que la domine.

—¿Solos tú y Naruto? Estará encantado con tanta atención… —Iruka sonrió.

—Bueno, Yamato va a ayudarnos.

Iruka frunció el ceño al oír ese nombre.

—¿Yamato? ¿Para qué necesitas a Yamato?

—Para que mantenga a raya al Kyubi. Su mokuton es muy útil para ello.

—Entiendo… —Iruka se cruzó de brazos y desvió la vista.

De reojo, vio que Kakashi le miraba fijamente.

—Iruka… ¿Estás celoso de Yamato?

El chuunin le miró, sorprendido.

—¿Celoso, yo? No. ¿Por qué tendría que estarlo?

—Eso digo yo. Pero ha sido mencionar a Yamato y poner mala cara.

—No estoy celoso —dijo Iruka.

—Bien. —Kakashi alargó la mano en busca de la de Iruka, y cuando la encontró obligó al chuunin a levantarse y lo estiró hacia él—. Porque no hay motivos para que estés celoso.

—Te digo que no estoy celoso… —repitió Iruka, pero para entonces Kakashi ya le tenía en la cama con él y había empezado a besarle—. Mmm…

Se besaron durante varios minutos, Kakashi dejando claro que ya estaba bastante recuperado de chakra y energía.

—Te quiero, Iruka —dijo Kakashi tras parar un momento—. Siento lo de antes. No quería molestarte.

—Está bien.

Y se besaron de nuevo.

***

Iruka estaba aún en la academia corrigiendo exámenes cuando recibió la triste noticia.

No sabía si Kakashi ya estaría enterado, pero lo más probable era que sí, así que no se lo pensó dos veces y se marchó de la academia al momento para ir en su busca. Primero acudió a la cascada donde el jounin había estado entrenando con Naruto los últimos días, pero allí no había nadie, así que fue a casa.

—¿Kakashi? —llamó al entrar, pero nadie contestó.

Buscó por toda la vivienda, pero estaba vacía. Se asomó a una de las ventanas que daban al jardín trasero, y entonces le vio por fin, a lo lejos, sentado en el embarcadero.

Iruka acudió hasta allí con el corazón en un puño y se detuvo detrás del jounin.

Kakashi no estaba llorando, pero tenía el rostro tenso y descompuesto, como si estuviera luchando consigo mismo para no desmoronarse, y miraba a lo lejos con ojos vidriosos y vacíos.

A Iruka se le partió el corazón. Se arrodilló junto a él y lo abrazó.

—Kakashi…. Lo siento… Lo siento tanto…

No había nada más que pudiera decir, así que se quedó en silencio, abrazado a Kakashi, meciéndole, haciéndole saber que estaba allí para lo que necesitase.

***

El funeral de Asuma fue al día siguiente. Toda la aldea estaba allí, rindiendo el último homenaje al hijo menor de Sandaime. En primera fila, dos de sus pupilos, Yamanaka Ino y Akimichi Chouji, su sobrino Konohamaru, llorando a su tío, y por supuesto Kurenai. Kakashi estaba allí también, en estado casi catatónico.

Iruka apenas se atrevía a mirar a Kurenai. La kunoichi estaba rota por el dolor, aunque en ese momento se viera tan digna, dejando un ramo de flores sobre la tumba de su pareja. Iruka no podía evitar pensar que un día, él podría estar en su lugar, dejando flores sobre la tumba de Kakashi.

La ceremonia fue breve, y al finalizar los más allegados se fueron despidiendo de Kurenai, dándole el pésame. Iruka observó a Kakashi hacerlo, y después perderse entre la multitud.

—Lo siento tanto, Kurenai… Te acompaño en el sentimiento —le dijo Iruka a la kunoichi cuando fue su turno. Era una frase manida, ¿pero qué otra cosa se podía decir en un momento así?

Kurenai le ofreció una sonrisa triste de agradecimiento.

Después, Iruka buscó a Kakashi con la mirada. El jounin se había detenido junto a otra tumba, la de los héroes caídos, los que compartían lápida porque su cuerpo no había sido encontrado. Iruka acudió hasta él y le tocó suavemente en el brazo.

—¿Nos vamos a casa…? —le preguntó con suavidad.

—Sí, vámonos —musitó Kakashi.

El jounin echó a andar. Iruka echó un vistazo a la lápida e iba a hacer lo mismo, cuando un nombre escrito le llamó la atención.

Uchiha Obito

«Así que el tal Obito está muerto…». No era un gran descubrimiento, pues era algo que ya suponía. Lo que sí era impactante era el apellido. Un Uchiha. Porque Iruka cayó en la cuenta inmediatamente que seguramente ese tal Uchiha Obito tendría algo que ver con que Kakashi tuviera un sharingan “prestado”.

«¿Cuándo me lo vas a contar?», se preguntó.

Quince minutos después estaban en casa. En el recibidor, Kakashi se bajó la máscara, se quitó los zapatos y la chaqueta negra que había portado al funeral, y se metió en la sala de estar. Una mochila preparada en el recibidor llamó la atención de Iruka, pero en ese momento no le dio importancia. El chuunin se quitó también  los zapatos y la chaqueta siguió al jounin a la sala de estar.

—¿Quieres que te prepare algo? ¿Un té? —se ofreció.

—No, gracias. —Kakashi se quitó los guantes e Iruka vio que tenía varias quemaduras en la mano derecha.

—¿Qué te ha pasado en la mano?

—Probé mi rasengan contra el de Naruto, y este fue el resultado. Naruto se ha hecho muy fuerte.

—Lo sé… —Iruka suspiró—. Voy a curarte eso.

Iruka se trajo del baño una esponja húmeda y un par de vendas, y empezó a limpiar con mucho cuidado las quemaduras en la mano del jounin.

—Quiero que nos casemos —soltó Kakashi de repente.

Iruka alzó la vista, sorprendido no solo por la frase en sí, sino también por el tono, pues casi había parecido una orden.

—¿Disculpa?

—Quiero que nos casemos —repitió Kakashi en el mismo tono.

Se hizo un silencio incómodo. Iruka bajó la mirada y empezó a vendar la mano del jounin. Sabía que Kakashi quería casarse, lo sabía desde la visita de Naruto, pero él todavía no había decidido nada al respecto, ya que seguía teniendo la sensación de que aún le quedaban muchas cosas por saber sobre Kakashi. Además, no entendía que el jounin se lo propusiera precisamente ese día, el día del funeral de Asuma.

—¿A qué viene eso? ¿Por qué ahora? —preguntó para ganar tiempo para pensar.

—Si me pasara algo, y estuviéramos inscritos en el registro como pareja, tú tendrías una pensión.

Así que era eso. Iruka terminó de vendar y se quedó quieto, cabizbajo.

—¿Una pensión? —murmuró. De nuevo estaba empezando a enfadarse.

—Piensa en Kurenai y Asuma. Al no estar casados, ella no tiene pensión.

—Kurenai no necesita una pensión. Es una kunoichi muy fuerte y…

—Está embarazada.

Iruka alzó la vista para mirar a Kakashi a los ojos.

—¿Qué?

—Kurenai está embarazada.

—Joder…

—Iruka, voy a poner esta casa a tu nombre, para que sea tuya en caso de que me pase algo, pero para que tengas la pensión debemos inscribirnos en el registro de Konoha como unidad familiar.

—Bueno, yo no voy a quedarme embarazado, así que no necesito ninguna pensión. Y tampoco quiero la casa, es de tu familia, no tengo ningún derecho a quedármela.

—Iruka, estás siendo testarudo.

—Y tú un arrogante. —Iruka estaba realmente enfadado y empezó a hablar sin pensar—. Estás dando por hecho que no me las voy a apañar sin ti, que si no estás aquí voy a necesitar una estúpida pensión para mantenerme. Pues sabes qué, me las arreglaba muy bien solo antes de estar contigo, y puedo volver a hacerlo. ¡No necesito casarme, y no necesito la pensión!

Después del exabrupto de Iruka, ambos se quedaron mirando unos segundos en silencio.

—Bien —dijo Kakashi finalmente, y se levantó—. Me marcho.

Iruka ya empezaba a arrepentirse de su discurso, pero el orgullo no le permitía disculparse tan pronto.

—¿A dónde vas?

—Con el equipo 10, a buscar a esos malnacidos de Akatsuki.

—¿Qué? —Iruka también se levantó—. ¿Tsunade te ha nombrado su capitán? ¿Cuándo?

—Nadie me ha nombrado su capitán. Pero estoy seguro de que esos tres muchachos no van a quedarse de brazos cruzados mientras los asesinos de su mentor sigan sueltos, y yo voy a ayudarlos. —Mientras hablaba, Kakashi se dirigió al recibidor, donde cogió la mochila que antes había llamado la atención de Iruka.

—¡No puedes hacer eso! —exclamó el joven maestro, detrás de él—. ¿Es que no te bastan tus propias misiones? Además, tienes la mano herida. ¡No seas imprudente!

Kakashi no parecía escucharle. Abrió la puerta.

—¡Kakashi! —gritó Iruka.

—Te veo a la vuelta —se despidió secamente, sin mirarle.

Iruka le vio marchar desde el umbral, impotente.


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