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Nuestros momentos por Khira

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Notas del capitulo:

Buenas!

Lo sé, me tardé un poco, sorry! Pero aquí está el siguiente capítulo. Sí, sé que se suponía que eran one-shots, pero no lo he podido evitar, al final lo estoy convirtiendo en un fic largo, por lo que los caps no serán tan autoconclusivos como deberían -__-U

Muchas gracias por los reviews, están todos respondidos ;)

Escena 4 — (Entre los capítulo 172 y 174 del manga)

 

Tsunade, la llamada a ser Quinta Hokage, fue la única capaz de despertar definitivamente a Kakashi de su persistente coma. Era muy temprano y Kakashi estaba aún aturdido cuando Gai le explicó rápidamente lo sucedido con Sasuke, a quien por suerte Tsunade también había logrado despertar, antes de llevarse corriendo a la mujer para que curara a su querido discípulo Lee, herido antes de la muerte del Tercero al luchar contra Gaara en los exámenes de chuunin.

Ya a solas en la habitación del hospital, Kakashi pudo poner en orden sus recuerdos. Había sufrido un genjutsu brutal de Itachi, eso lo recordaba bien, y luego probablemente se había desmayado. Había despertado en su casa, y allí estaba Iruka. ¿A quién se le había ocurrido avisar a Iruka? Un momento. Él había pedido a sus compañeros que avisaran a Iruka. Y ahora seguro que sospechaban algo. Iruka iba a matarlo.

¿Qué más había pasado luego? Oh, sí. En la mesa de la cocina. Kakashi se llevó las manos al cabello. Eso había sido bastante intenso. Demasiado intenso. En ese momento había sentido tal necesidad de estar con Iruka… Sin embargo, Iruka le había pedido que parara. Y él lo había hecho. Menos mal. Luego debía haberse desmayado de nuevo, porque ya no recordaba nada más.

—Me alegra verte despierto —dijo una voz femenina.

Kakashi alzó la vista hacia Kurenai.

—Y yo me alegro de estarlo.

La kunoichi se sentó en una silla junto a la cama.

—Tsunade es increíble. ¿Cómo te encuentras?

—Estoy bien.

—¿Ya te han puesto al día?

—¿De lo de Sasuke? Sí, Gai me lo ha contado.

—Kakashi… —Kurenai titubeó—. Gracias por salvarme de la explosión. Debí estar más atenta. Lo siento.

—No te preocupes. No fue nada.

—Si necesitas cualquier cosa, me lo dices.

—Gracias.

—Aunque creía que Iruka estaría aquí contigo…

Kakashi tensó los hombros y miró a Kurenai con recelo. Suponía que tarde o temprano alguno de sus amigos sacaría el tema pero no tan pronto.

—No me mires así —dijo la joven, una sonrisa bailando en sus labios rojos—. Fuiste tú quien pidió que le avisáramos.

—No sabía lo que decía —masculló Kakashi.

—Oh, ¿de verdad vamos a jugar a esto? Venga, Kakashi. Sé muy bien que estás enamorado de Iruka desde hace tiempo.

El jounin la miró con la boca abierta, tan sorprendido que se olvidó de disimular.

—¿Cómo…? —consiguió articular.

—¿Cómo lo sé? Bueno, básicamente porque tengo ojos en la cara. —Kurenai sonrió, ya sin cortarse—. Te he visto durante años sentado en esa rama del árbol que hay junto a la academia ninja. Sí, esa rama desde la que se ve perfectamente el patio donde entrenan los niños. Te sientas allí haciendo como que lees tus estúpidas novelas eróticas, cuando en realidad no apartas la mirada de cierto maestro.

Una vez más, Kakashi agradeció que su rostro estuviera cubierto por la máscara. Se estaba ruborizando como no se había ruborizado en años. Desde que era un niño, prácticamente, que no sentía arder así su cara.

—¿Lo sabe alguien más? —preguntó en voz baja.

—Creo que no. Bueno, ahora Gai lo sospecha, y puede que Asuma también, pero este último es tan despistado… —dijo Kurenai sin poder ocultar su más que cariño hacia el ninja de la barba—. Pero dime, ¿hay algo entre vosotros? ¿O es unilateral?

—Pues… —Kakashi no sabía muy bien qué decir ni cómo explicarlo. Nunca antes había hablado de su vida amorosa con nadie. Y su relación actual con Iruka no era precisamente fácil de definir.

—A ver, déjame ayudarte. ¿Te le has declarado?

—Sí.

—¿Y qué dijo Iruka?

—No dijo mucho.

—¿Pero estáis juntos?

—Algo así.

—Entiendo.

Kakashi alzó una ceja, incrédulo. ¿Cómo podía entender Kurenai lo que había entre ellos con tan poca y difusa información? Bueno, era la única que se había dado cuenta de sus sentimientos. La kunoichi tenía un gran instinto, sin duda. Y, a decir verdad, él empezaba a sentirse aliviado de poder hablar del tema con alguien.

—¿Y por qué os ocultáis? ¿Os preocupa lo que pueda decir la gente? —continuó preguntando Kurenai.

—A mí no, pero a Iruka sí. Aún no me ha dicho exactamente por qué, pero creo que no le gusta que la gente hable de él.

—Y si se supiera que está contigo, la gente no pararía de hablar —asintió la joven.

—Supongo… —Kakashi hizo una pausa y miró a su alrededor—. Si te soy sincero, yo también creía que Iruka estaría aquí… —murmuró sin ocultar la decepción en su voz.

—Él te trajo aquí —dijo Kurenai—. Cuando descubrió la herida de tu espalda. Y sé que se quedó toda la noche. Quizás solo está descansando en su casa, dándose una ducha antes de volver —aventuró.

—Quizás.

«O quizás le asusté allí en la cocina…», pensó Kakashi, abatido. Quizás no había parado todo lo rápido que debería.

Un pajarillo se posó en el alféizar de la ventana y empezó a chirlear en dirección a Kurenai.

—Vaya, una misión. Lo siento Kakashi, me tengo que ir —dijo ella poniéndose en pie.

—Ten cuidado.

—Lo haré. Prometo estar atenta.

Kurenai se marchó dejando a Kakashi de nuevo solo con sus pensamientos. A lo largo de la mañana tuvo otras visitas: Gai, Asuma, Jiraiya y Naruto, por ese orden. Gai y Asuma no hicieron comentario alguno sobre cierto chuunin, que no apareció. A mediodía se decidió que ya no había razón para permanecer en el hospital y Kakashi se fue a casa.

***

Iruka se enteró de que a Kakashi ya le habían dado el alta por Naruto ya que, desde la tensa conversación con Gai, no había vuelto al hospital.

Pero ahora Kakashi estaba en su casa, y este no tenía la culpa de lo que pudiera decir su amigo/rival la bestia verde de Konoha. Además, Iruka se moría de ganas de ver al jounin así que aquella tarde —tras asegurarse de que estaba solo— se presentó en su apartamento.

***

Kakashi notó el chakra de Iruka segundos antes de que este golpeara suavemente la puerta de su apartamento.

—Hola… —saludó Kakashi tras abrirle la puerta.

—Hola… —saludó Iruka con timidez—. ¿Puedo pasar?

—Adelante.

Iruka pasó al interior del apartamento, seguido de cerca por Kakashi.

—Naruto me ha contado que ya estabas en casa. —Iruka, advirtió Kakashi, miraba a todos lados menos a él—. ¿Cómo te sientes? —preguntó el chuunin.

—Estoy bien. Solo un poco cansado.

Algo estaba mal con Iruka. Aunque Kakashi nunca había sido una persona demasiado empática, al chuunin lo conocía bastante bien.

—Me alegro —murmuró Iruka.

—No pareces alegrarte en absoluto.

Iruka dio un respingo y pareció avergonzado.

—Lo siento.

—Ey. ¿Qué ocurre? —Kakashi se decidió a dar el paso y acarició el brazo de Iruka. Se sintió inmensamente aliviado cuando este no se apartó.

—Nada. No pasa nada. De verdad me alegra que estés bien.

—Iruka…

—Lamento… lamento no haberme quedado en el hospital.

—No tenías por qué.

—Sí tenía —replicó Iruka, y el significado oculto tras esas dos palabras le alegró el alma a Kakashi—. Pero Gai…

—¿Gai? —Kakashi frunció inmediatamente el ceño. ¿Qué pasaba con Gai?

—Gai estaba allí y yo… me sentí incómodo.

—¿Por qué, dijo algo?

—No, nada comprometedor. Pero noté que lo sabe…

Algo le decía a Kakashi que Iruka no se lo estaba contando todo, pero no le quiso presionar. Tendría que hablar seriamente con Gai.

—Lo siento, la culpa es mía —dijo Kakashi—. Sé que no quieres que nadie sepa acerca de nosotros, pero después de lo de Itachi… Yo solo… te necesitaba urgentemente a mi lado.

No quería sonar cursi, pero era la pura verdad. Iruka se ruborizó de una manera que a Kakashi se le antojó adorable.

—Aún llevas la máscara puesta —dijo el chuunin al cabo de unos instantes.

—¿Eh? Oh, perdona. A veces se me olvida que la llevo puesta incluso si estoy solo en casa.

Kakashi se bajó la máscara con ambas manos. Para su sorpresa, inmediatamente Iruka le agarró del cuello de la camiseta y le besó.

—Mmm —gimió Kakashi, complacido. No tardó ni un segundo en abrazar a Iruka y responder al beso.

Sus lenguas juguetearon durante un par de plácidos minutos, pero la temperatura no tardó en subir. Kakashi, acalorado, recordó entonces algo y rompió temporalmente el beso.

—Iruka… —jadeó—. Perdóname por lo que pasó en la cocina. Me dejé llevar…

—No te preocupes… —Iruka también jadeaba—. Solo… vayamos paso a paso, ¿sí?

—Por supuesto. —Y tras arrancarle el coletero, volvió a besarle.

A pesar de lo que acababan de acordar, al poco ya estaban en la cama, Iruka sentado a horcajadas sobre el vientre de Kakashi, otra vez sus cuerpos en un placentero y a la vez agonizante contacto, sin parar de besarse. Hasta que Iruka se irguió y, tras dudar un solo momento, le subió la camiseta a Kakashi hasta las axilas, dejando la pálida piel de su torso cubierto de cicatrices al descubierto.

Aunque Kakashi se moría de ganas de desnudar a Iruka, mantuvo las manos en los muslos del él y luchó por mantenerse quieto. No quería volver a asustarle. Además, por una vez que Iruka tomaba la iniciativa (sobrio), había que disfrutarlo.

Tras contemplar su fibrado torso con aprobación, Iruka se deslizó un poco hacia atrás —Kakashi siseó cuando el trasero del chuunin pasó por encima de su ingle— y se agachó para empezar a besar la piel de su pecho. Poco a poco fue descendiendo y besando también su vientre, su bajo vientre… Kakashi bajó las manos y agarró fuertemente las sábanas cuando Iruka pasó la lengua justo por encima de la cinturilla de sus pantalones.

—Iruka… —jadeó.

Ajeno a su muda súplica, o más bien todo lo contrario, Iruka continuó dando besos en aquella delicada zona, esa frontera invisible. Cuando consideró que ya era suficiente “tortura”, desabrochó los pantalones negros del jounin y liberó su ya más que crecida excitación. Kakashi ahogó un gemido cuando los fríos pero suaves dedos de Iruka agarraron su miembro, y otro cuando comenzó a masajearlo.

—Iruka… —jadeó de nuevo. Esta vez Iruka alzó la vista y le miró con ¿timidez? ¿Cómo podía Iruka sentirse aún cohibido mientras hacía algo así? Era fascinante.

De pronto, Iruka agachó la cabeza. Kakashi contuvo la respiración, expectante. ¿No iría a…?

Kakashi siseó cuando la humedad de la boca de Iruka envolvió su miembro.

Oh, .

***

Después del inesperado “regalo” de Iruka, que Kakashi no se cortó en corresponder en cuanto se recuperó, los dos shinobis se quedaron tumbados largo rato en la cama, Iruka descansando boca abajo y Kakashi boca arriba.

—La próxima vez —empezó Kakashi mirando al techo— quiero desnudarte.

Iruka no dijo nada.

—¿Me dejarás? —insistió Kakashi.

—Tal vez —musitó el chuunin.

Kakashi sonrió felizmente. Paso a paso. Giró sobre sí mismo hasta quedar de costado mirando hacia Iruka, a quien el rubor le llegaba hasta la nuca. Le acarició el cabello suelto, cogiendo mechones y soltándolos.

«Es muy tímido —comprendió Kakashi—. Aunque luzca como un dios del sexo, aunque acabemos de corrernos el uno en la boca del otro, aunque tenga experiencia de sobra… él sigue sintiéndose tímido».

Experiencia… Kakashi frunció el ceño cuando el rostro del indeseable de Mizuki cruzó por su mente. Era evidente que había sido él quien le había proporcionado a Iruka esa experiencia. Kakashi notó un sabor amargo en la boca. «Bueno, es lo que hay», pensó. Él tampoco era precisamente virgen. Nunca había tenido pareja estable, pero sí muchas relaciones esporádicas, tanto con hombres como con mujeres, la mayoría fuera de la villa. Claro que ninguno había sido un traidor… Desechó ese pensamiento enseguida por injusto. Iruka no tenía la culpa de que su entonces novio hubiera perdido la cabeza y con ella la libertad. Y todo eso era agua pasada.

«Mizuki ya está fuera de su vida —se dijo—. La pregunta es: ¿hay sitio para mí ahora?»

—¿Por qué siempre me desatas el pelo? —preguntó Iruka sacándole de sus pensamientos.

—Me encanta tu cabello. Me encanta acariciarlo.

Y continuó haciéndolo hasta que Iruka se dio la vuelta.

—Es tarde. Debería marcharme.

—No —dijo Kakashi más vehemente de lo que pretendía—. Quiero decir, ¿por qué no te quedas a dormir?

—Deberías descansar —objetó Iruka.

—Puedo hacerlo aunque duermas aquí a mi lado. ¿O es que piensas que no voy a ser capaz de contenerme? —bromeó el jounin. Se inclinó sobre la oreja de Iruka y añadió en un susurro—: En verdad me es difícil… pero lo haré, lo prometo. No voy a desnudarte esta noche.

Iruka bufó, pero ahí estaba de nuevo ese adorable rubor.

—Está bien —aceptó para alegría de Kakashi—. Prepararé algo de cenar.

***

Para Kakashi, despertar a la mañana siguiente con Iruka a su lado fue toda una experiencia. Él nunca había pasado la noche entera con nadie en la misma cama. Y abrir los ojos (el ojo, en su caso) y ver lo primero el rostro dormido de Iruka, había sido simplemente perfecto.

Como no tenía nada que hacer, Kakashi se dedicó a contemplarle, hasta que pasado un tiempo, minutos o horas, no lo sabía, Iruka también despertó.

—Mmm… —murmuró el chuunin, estirándose—. Buenos días.

—Buenos días.

—¿Qué hora es?

—Ni idea.

—Mmm.

Iruka se incorporó. Su cabello suelto estaba completamente revuelto.

—¿Has dormido bien? —preguntó Kakashi.

—Sí. Solo he pasado un poco de calor. Necesito una ducha.

«Eso es porque yo estaba demasiado caliente», pensó Kakashi, divertido, pero se guardó la broma para sí mismo.

—Puedes dártela aquí.

—¿No te importa?

—Por supuesto que no. Y coge la ropa que quieras para cambiarte.

Mientras Iruka estaba en la ducha, Kakashi se sentó sobre la cama con un suspiro. Estaba feliz de tener a Iruka con él —algo que solo unas semanas antes daba por imposible—, pero lo cierto era que aún se sentía muy cansado. Y justo estaba pensando eso cuando un pajarillo se posó en el alféizar y le chirló.

«Ya tengo una misión asignada…»

Cuando Iruka regresó al dormitorio, vestido con unos pantalones y una camiseta de Kakashi que le estaban solo un pelín grandes, se encontró con el jounin vestido con el uniforme.

—¿Qué haces? —exclamó.

—Me han llamado para una misión. —Kakashi intentó no pensar en lo sexy que estaba Iruka con el pelo mojado.

—¿Estás de broma, no? —Por su cara, Iruka entendió enseguida que no era el caso—. No puede ser. Aún te estás recuperando.

—Konoha necesita todos sus efectivos —dijo Kakashi mecánicamente.

—Pero…

—Estaré bien, no te preocupes.

—¡Y una mierda!

—¿Disculpa? —Kakashi alzó mucho las cejas, asombrado ante esa salida de tono.

—Lo siento —dijo Iruka de inmediato, avergonzado por su exabrupto—. Lo siento… Es que… Aún no estás bien, y ya te llaman para una misión… Y no es justo, y tú te lo tomas como si nada…

—Ven aquí. —Iruka le miró extrañado, pero Kakashi insistió con un gesto. Iruka obedeció y entonces Kakashi le envolvió en sus brazos—. Estaré bien, de verdad. No quiero que te preocupes, ni que te cabrees, ni que mates a quien sea que me haya adjudicado la misión, ¿de acuerdo?

Kakashi notó la suave risa de Iruka contra su cuello.

—Lo intentaré.

—Muy bien. ¿Y tú que vas a hacer hoy?

—He quedado a comer con Naruto.

—Bien. Nos veremos a mi regreso.

Kakashi le dio un rápido beso en los labios y salió por la ventana.

***

 «¿Es que no sabe usar las puertas?», se preguntó Iruka, observando el cielo azul sobre Konoha a través de la ventana por la que había desaparecido Kakashi. Malhumorado, el chuunin se sentó en la cama y apretó los brazos alrededor del vientre.

Estaba preocupado. Ni siquiera sabía qué tipo de misión le habían adjudicado a Kakashi. Una fácil, quizás, o eso esperaba. O quizás una de rango S, una que el aún convaleciente jounin no podría superar. Quizás aquella había sido la última vez que había visto a Kakashi con vida y aún no lo sabía.

No, no podía ser tan pesimista. Ni tampoco preocuparse cada vez que Kakashi saliera de misión, o acabaría enfermo del estrés. Así que se levantó, se fue a su casa para vestirse con su propia ropa, y salió de nuevo a la calle. Naruto le esperaba en Ichiraku para comer.

Por suerte, aquella no había sido la última misión de Kakashi. Cuando el jounin regresó, apenas unas horas después, se presentó directamente en casa de Iruka.

Iruka le recibió con un abrazo, un beso, y un alivio inmenso.

Esta vez fue Kakashi quien usó la ducha de Iruka, y mientras el chuunin esperaba en la cocina preparando la cena, se dio cuenta de que la conocida sensación en la boca del estómago se estaba intensificando.

Y por mucho que le asustara, tenía que reconocerlo.

Se estaba enamorando de Kakashi.


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